Un año más ha llegado la Navidad y los hombres y mujeres de buena voluntad y bolsillo cada vez más depauperado, nos echamos a temblar ante lo que se avecina. Como viene siendo la tónica habitual, los alimentos se ponen por la estratosfera (pues por las nubes ya estaban) y el belén lo montamos en familia haciendo números, reuniendo las tarjetas, por si, con suerte, a alguna de ellas le queda en reserva el crédito suficiente para hacer frente a los gastos obligados.
Nuestro modelo de sociedad nos impone la apariencia, y eso, señores, se ha de pagar, no sólo con dinero sino con la propia salud que nos vamos dejando en cada puente festivo, o en las fiestas emblemáticas, donde una buena demostración de superficial apariencia hace mella entre ateos, agnósticos, laicos, católicos, anarquistas antisistema y otros grupos o confesiones que haciendo por unos días una gran hermandad, nos lanzamos contra cualquier escaparate que tenga algo que vendernos, comemos hasta la extenuación y bebemos más que los peces del villancico.
Para colmo, los políticos, omnipresentes, nos "deleitan" cantando villancicos sobre los mismos escaños desde los que un rato antes ladraban como perros unos contra otros. También el Rey dará su tradicional discurso, todo ello mientras el pavo, el besugo, el cordero, o el conejo de Zapatero esperan en la mesa con los langostinos congelados y la mantelería con velas de colores y motivos navideños, comprados en la tienda de los chinos de las que cada barrio dispone, Dios les bendiga.
Y es que la Navidad ha pasado de ser familiar, integradora y "humilde" a un derroche, violento, subversivo, lleno de prepotencia, orgullo y apariencia. Si primeramente fue defendida (a capa y espada) por la Iglesia, ahora son las Asociaciones comerciales, los centros de comercio y ocio, e incluso los gobiernos instalados en el depredador capitalismo, los que nos obligan (el eufemismo seria invitar) a gastar todo lo gastable y más, en todo aquello que no sirve más que para alimentar el ego propio, durante escasos momentos, como escasas son también las sensaciones que intentamos despertar, en los que en teoría son nuestros familiares y amigos, pero a quienes queremos demostrar nuestra opulencia, riqueza y presuntuoso poder (todo fachada). Nos da igual que ya estemos ahogados económicamente. No importa la hipóteca, el alquiler o el coche. Las cenas tienen que ser demostraciones de riqueza. Las fiestas imagenes de bacanales, en las que todos somos Bacuo con la irrefrenable capacidad de absorción. La apariencia domina ahora la Navidad. Ha desterrado para siempre la esperanza, la humildad, la honestidad e incluso la paz. Pero también ha cerrado en un cajón oscuro nuestra capacidad de raciocinio y critica. Nos da igual que nos exigan 60 euros y media etiqueta por 4 horas de fiesta, bañada en "garrafa", porque la nochevieja hay que ser "cool". Dónde estan nuestros principios ¿?; y más importante, Dónde están los principios de la Iglesia católica ingeniosa descubridora de la estafa a finales de año.
Desde aquí pediros, amigos y amigas, que olvideis el consumismo, que ahorréis, que impidaís el derroche y la corrupción moral de estas fechas. Guardar algo en la hucha, porque vienen tiempos tenebrosos; y si algo gastaís, que sean buenas prevendas, causas y acordémonos de todos aquellos a los que les da igual la fecha en la que se hallen, porque la muerte, el dolor y el sufrimiento esta omnipresente en sus vidas.
En fin, que un año más pasaremos lo mejor que podamos este trago en que hemos convertido la Navidad. No obstante, aprovecho para desear a todos salud y suerte, que con el cambio climático, que es otro más de nuestros logros, la vamos a necesitar.
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