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miércoles, 21 de febrero de 2024

Assange y la decadencia de Occidente

 

 

Imagen tomada del articulo de referencia del diario Público (21 de febrero de 2024)


Esta semana ha comenzado la audiencia en la que la alta Corte Británica dictaminará si Julian Assange debe ser extraditado a Estados Unidos, dónde se le reclama por espionaje, revelación de secretos y creación de una organización para delinquir (entre otros cargos), por las revelaciones que realizó Wikileaks en 2010, con casi 100.000 documentos militares y de los servicios secretos estadounidenses. Más de 700.000 documentos en total (391.000 pertenecientes a la Segunda Guerra de Irak en la segunda oleada de la filtración) que son la mayor filtración de información de la Historia.

El colosal volumen de los secretos revelados por Assange, Wikileaks y los patriotas colaboradores que filtraron la información desde los servidores de las instituciones militares, diplomáticas y del servicio secreto solo es comparable a la brutal calidad que los documentos presentan. Los papeles publicados revelaron las estrategias militares, de contra-insurgencia y espionaje empleadas por el ejército estadounidense y otros funcionarios de seguridad en el contexto de la Guerra contra el terror iniciada por el presidente George W. Bush tras los ataques del 11S. Las guerras de Afganistán e Irak, las intervenciones de todo tipo (militar, político, diplomático o económico) en otros puntos calientes que provocaron cientos de miles de bajas civiles (se estiman unas 70.000 sólo en los 5 primeros años de intervención en Irak), detenciones y secuestros forzados, desapariciones, torturas y asesinatos impunes.

Unas filtraciones en bruto. Documentos de todo tipo (textuales, grabaciones de audio, de vídeo, imágenes) puestos tal cual se encuentran en los archivos del Pentágono para que la comunidad mundial los estudiará, interpretará y re-publicase con análisis de contexto, labor a la que muchas cabeceras periodísticas internacionales de buena gana se sumaron. Hoy en día muchas de ellas, se mantienen en silencio por este atropello a riesgo de perder fuentes de financiación tanto vía subvención, como colaboraciones, inversiones y a través de la publicidad de muchas grandes marcas.

Esta impagable, democrática, libertaria y necesaria filtración sacó a la luz las tácticas, conductas, comportamientos e intenciones del todopoderoso conglomerado militar-económico de Estados Unidos, con sus agencias y recursos gubernamentales dedicados a fomentar el negocio de la guerra en todo el mundo. Y sin embargo, a la espera de Assange, los únicos que han pasado por los juzgados y prisiones americanas todo este tiempo han sido los filtradores, como la soldado Manning o el analista, fugado y refugiado político en Rusia Edward Snowden, acusados de alta traición y de “poner en peligro la vida de los soldados estadounidenses”.

Para el imperialismo yankee y la élite de las élites Julian Assange y Wikileaks son los enemigos públicos número 1, por cumplir con el papel que en democracia y en los sistemas legales de representación, participación y toma de decisiones dejan al periodismo como cuarto poder. Todo por revelar sus constantes e ininterrumpidas violaciones de los Derechos Humanos y de los convenios internacionales para su defensa y promoción. Una persecución por todos los medios y canales para acabar con Wikileaks y su legado, atacando las fuentes de financiación, y promoviendo ataques informáticos a los servidores tanto de la plataforma, como de los medios (generalmente auto presentados como alternativos, de izquierdas o revolucionarios). Toda una estrategia de opresión y silencio cuya cúspide es el proceso contra su fundador y promotor, Julian Assange, que de ser extraditado se enfrentaría a peticiones de prisión de 175 años en régimen de máxima exclusión.

Una situación que continuaría con la tortura en vida que lleva sufriendo Assange todos estos años desde la publicación de la primera oleada de filtraciones. Assange ha sido víctima de una torcitera y nauseabunda campaña de difamación y desprestigio, tratando de boicotear la publicación y la fiabilidad de la fuente primaria de la información. Ha sido acusado de violación, en un proceso muy anunciado pero cuya resolución demostrando la inocencia del australiano ha pasado desapercibida. También ha visto como era acusado de delitos económicos, emparentado con las mafias rusa o china. Un tortuoso camino que le ha llevado a ser detenido, llevado de una forma muy sospechosa y saltándose todos los convenios y garantías legales internacionales a Reino Unido (tras el brexit una suerte de limbo legal judicial en Europa para el principal aliado estadounidense). A ser retenido en prisiones de máxima seguridad, sin acceso a sus familiares y asesores legales. Y con un episodio dantesco como su asilo y encierro en la embajada de Ecuador en Londres, cuando un gobierno izquierdista en el país andino fue a su auxilio y rescate. En 2019 con el cambio del color político fue vilmente entregado a las autoridades británicas.

Desde entonces y con el paréntesis por la pandemia se inició el proceso de extradición a Estados Unidos por los delitos ya referidos, de espionaje y revelación de secretos.

Y contra esta situación tienen que levantarse toda persona que se declare demócrata, y quiera un mundo más justo, pacífico y en el que los Derechos Humanos sean el mínimo sobre el que construir una sociedad más fraterna y con futuro. Rebelarse en contra de la extradición y la tortura que está sufriendo Julian Assange, su familia y sus colaboradores, es defender la libertad de expresión, la libertad de prensa y el derecho a la información que tenemos los ciudadanos. Porque todo este proceso es un intento de matar al mensajero para callar las voces, criminalizar y amedrentar a los periodistas y medios, y los particulares que se oponen a este estado de las cosas que sigue condenando al 99% a la inmundicia moral y material. Un poder alternativo al cuarto poder.

Muchos medios que se aprovecharon del trabajo desinteresado, gratuito y libertario de Assange, Wikileaks y todos los colaboradores, apenas han publicado una nota sobre el proceso abierto ayer, y sobre la situación de Assange todos estos años. No hay columnas de opinión que hablen de la vergüenza americana y mundial de que los urgidores, ya fueran cargos militares o políticos, que permitieron estas agresiones a los Derechos Humanos denunciadas por Wikileaks. Tampoco de los autores directos de tales tropelías y violencias a la más básica dignidad humana y a toda legalidad internacional, tanto en el contexto de la Guerra, como de la paz. ¿Dónde está la prensa libre en Europa? ¿Dónde está la sociedad civil europea? ¿Dónde están las organizaciones cívicas, partidos y sindicatos europeos que movilicen a la gente contra este atropello?

La Historia se repite como tragedia con pasmosa eficacia en una secuencia que acorta los tiempos y espacios en una espiral que compagina el dolor de las víctimas y la indiferencia de los testigos. Israel masacra Gaza cometiendo un genocidio con la población árabe y pobre de Palestina ante el silencio de un Occidente cobarde y descerebrado que acrecenta su carencia moral y los vicios decadentes de una sociedad que se desmorona. Pablo González, periodista español, va a encadenar su octavo confinamiento en una prisión polaca (un miembro de la UE, supuesto aliado) sin haber tenido un juicio y sin saber realmente en que se sustenta su reclusión. No hay periódicos, ni radios, ni televisiones, ni tampoco partidos políticos (salvo honrosas excepciones) que se cuestionen este atentado a la legitimidad de nuestro país y a un pilar fundamental de los estados democráticos como es la libertad de información. Y sin embargo, la opinión pública se ha tenido que tragar panegíricos a un nazi, corrupto, archimillonario por los tratos corruptos y nepotistas de su padre en tiempos del fin de la URSS, como Navalny sólo porque ha convenido presentarlo como un “opositor”, “demócrata” encima, de Putin. La misma basura humana que los opositores de Venezuela o Cuba que a lo que realmente se oponen es a que les usurparon el privilegio de masacrar y aprovecharse de las poblaciones vulnerables y pobres de ambos países.

Qué puede ofrecer Europa al mundo si no es un legado de democracia y ejercicio y defensa de la libertad y la dignidad humana. Posicionados de la debacle del perverso imperio estadounidense se está viendo arrastrar a una posición de mera atracción turística ante la emergencia de nuevas potencias globales que traen de la mano la decadencia de Estados Unidos como faro del mundo libre. Un nuevo mundo se está construyendo y lo único que podría aportar Europa es pisoteado cada día por seguir los dictados de unas élites endogámicas, homicidas e irresponsables entregadas al dinero y que desprecian los Derechos Humanos.

Ya estamos más que acostumbrados a que la élite se posicione siempre del lado del poder y no discuta ni uno sólo de los desmanes, hipocresías y chantajes que ejerce sobre el mundo y su ciudadanía. El caso de Julian Assange y Wikileaks es un buen momento para que el pueblo se posicione a favor de los Derechos Humanos y de un ecosistema global garante de la paz y la dignidad.

 

 

sábado, 11 de diciembre de 2010

Wikileaks y el cerco a Assange


El delito es Julian Assange y Wikileaks, no el contenido de los cables sustraídos y publicados por Wikileaks con los tejemanejes de la diplomacia yankee y la degradación de las libertades y la democracia en todo el mundo provocan por mantener los intereses del gobierno estadounidense o de sus colaboradores y empresas de campaña. Ningún juez estadounidense, sueco o británico ha abierto procedimiento penal alguno. No pensemos mal, seguro que aún lo están estudiando.

Fabricar leyes tiene enormes ventajas prácticas, siempre hay una olvidada que desempolvar para usarla en el momento adecuado o una nueva exprés recién sacada del horno. También puede no haber leyes, como en el limbo de Guantánamo. Es la esencia de ser El Fabricante. En periodismo existe un dicho que ha generado las páginas más lamentables de la profesión: "Que la realidad no te estropee un buen titular". Y en eso estamos. Los creadores de leyes ya han puesto el titular político a este embrollo: "Culpable de lo que sea" y ahora andan con los ajustes, brujuleando en la realidad y en la letra pequeña para que todo encaje.

Se busca a Assange en Suecia por un delito de violación y dos de abusos sexuales y coacción. Lo llaman "sexo por sorpresa". Son temas graves y la gente seria no debería jugar con ellos. El fundador de Wikileaks está convencido de que detrás está la mano de EEUU. Sus abogados hablan de montaje. Según la acusación las mujeres afectadas tuvieron sexo consentido con el hoy acusado pero pidieron que parara al romperse el preservativo. Él no se detuvo. Es lo que deberán dilucidar los jueces.

La justicia sueca ha sido rápida en la tramitación de la demanda y en rechazar las alegaciones de los abogados de Assange. Tanta celeridad puede dar la impresión de una justicia eficaz. La exitosa triología Millenium, escrita por Stieg Larsson, muestra una Suecia menos ejemplar de la que flota en el ambiente.

Interpol ha sido igualmente rápida en tramitar la orden de detención. Es la misma Interpol que ha hecho caso omiso de las órdenes de detención dictadas por el juez español Santiago Pedraz contra tres militares estadounidenses acusados de matar a José Couso.

Justicia de primera, justicia de segunda. Nadie parece igual ante la ley.

El juez británico que ha interrogado a Assange no le ha puesto en libertad con fianza. Lo mantiene en prisión hasta el día 14, fecha de la próxima vista. La primera era de procedimiento, para establecer la identidad de Assange, quien horas antes, al entregarse a la policía británica, se negó a ser fotografiado, a permitir que se le tomaran las huellas y a desvelar su ADN. Los abogados esperaban que fuera puesto en libertad bajo fianza. Tenían preparados hasta 100.000 libras esterlinas (unos 118.000 euros).

El magistrado puede haber basado su decisión en el riesgo de fuga. ¿A dónde? ¿A Suecia que lo reclama? ¿A EEUU que rastrea ideas en el baúl de las ideas urgentes? ¿A Australia cuyo Gobierno resulta más pronorteamericano que el mismo norteamericano? No parece que exista riesgo de fuga en una persona que se entrega libremente. En una persona que se cree símbolo de algo más importante que el cablegate. Assange se sabe símbolo de una batalla moral en la defensa del derecho a la libertad de información aunque esta disguste al poder. Es la diferencia entre una democracia y una dictadura.

La abogada de Assange, Jennifer Robinson, informó ayer de que al fundador de Wikileaks se le ha aplicado la European Arrest Warrant, que permitiría enviarle a Suecia con rapidez. Asegura que es una medida desproporcionada y que las acusaciones no están fundamentadas ni se encuentran escritas en un idioma que su cliente pueda entender con claridad. El fondo de la batalla es EEUU, país que tiene firmado un acuerdo de extradición con Suecia desde los años 60.

Antes de pedir la extradición de Suecia a EEUU, el fiscal general estadounidense Eric Holder debería encontrar un delito. La última idea sobre el tablero es considerar a Assange un hacker como Gary McKinnon y aplicarle el mismo procedimiento para lograr la extradición. Frente a cualquier ley está la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos y sentencias de su Tribunal Supremo, como la posterior a los Papeles del Pentágono, que podrían favorecer a Wilikeaks.

Pero eso es el final de esta historia que acaba de empezar. Julian Assange no es Augusto Pinochet quien logró evitar la extradición a España pese a ser un asesino en serie. Ni España es Estados Unidos. Mientras, sin que medie un juez o la justicia, se han cerrado servidores y cancelado cuentas. Lo más sorprendente es el caso de Suiza que clausuró una con 37.000 dólares procedentes de donaciones para Wikileaks con la excusa de que el titular mintió sobre su país de residencia. Suiza ha sido y es un lugar seguro para todo el dinero sucio del mundo supuestamente limpio. Nadie preguntó a Mobutu Sese Seko de dónde había obtenido sus millones. Importa la residencia, no el delito. Como el vídeo que encabeza este post.

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Nadie duda de que José Couso fue asesinado en el ejercicio de su profesión por tres soldados americanos. Hasta aquí todos de acuerdo, incluido el Gobierno. Debo reconocer que ver a sus responsables -el sargento Thomas Gibson, el capitán Philip Wolford y el teniente coronel Philip de Camp- entrando por la Audiencia Nacional para rendir cuentas ante el juez Santiago Pedraz me parecería pura ciencia-ficción, pero tener que tragarnos que su impunidad la suscriben ministros y fiscales españoles es un exceso de realismo. Y no consuela constatar en esos miles de cables la sumisión de todos los Gobiernos ante el Imperio. Sigue doliendo igual, y preferiría que el nuestro reconociera en voz alta su impotencia a que se ofrezca a dar explicaciones en privado a la familia Couso -¡como si a los demás no nos incumbiera el caso!-. Si no se asumen responsabilidades en este asunto su autoproclamada inmunidad los igualará a los soldados americanos y los hará cómplices de un crimen que no deberíamos olvidar. ¿De qué pasta esta hecha esta clase política que no se siente obligada a rendir cuentas?

En el otro extremo, 200 sitios actúan hoy como espejo de Wikileaks, garantizando nuestro derecho a saber la verdad. Ojalá sigan haciéndolo y ojalá también conozcamos, la conversación entre Moratinos y Tzipi Livni sobre la rebaja de la legislación española en materia de jurisdicción universal, que ponía en peligro a siete altos cargos israelíes. Tal como está el percal, ¿qué hace una con su voto en 2012 si quiere un Gobierno de izquierdas en este país.

Como ya he comentado en algunas ocasiones en este blog, la propia naturaleza distribuida de Internet hace que todos estos esfuerzos por “eliminar” al enemigo no sean más que pequeños contratiempos que se subsanan con la creación de cientos de sites idénticos al atacado y que seguirán ofreciendo la misma información pero ahora con mayor repercusión mediática que antes del ataque. No hay nada que una más a un grupo disgregado que tener un enemigo común contra el que unirse y luchar: en nuestro caso los gobiernos llamados democráticos que utilizan la censura informativa para tapar sus escándalos políticos y la violación del derecho internacional para no tener que pasar cuentas delante de la justicia. Los ataques a Mastecard, Visa o Paypal por cortar el servicio que favorezca la financiación de Wikileaks es la consecuencia natural por parte de una sociedad, o una parte de ella, lo bastante concienciada en los medios y métodos de la red global como en la democracia real y universal que todos tendriamos que disfrutar. También los ataques a los servidores de hosting que han dejado de almacenar y servir la información de Wikileaks y la decisión del diario francés Liberation de mantener y ofrecer en sus servidores toda la información alojada y difundida por Assange y Wikileaks es una gran noticia. Porque todo lo desvelado no puede quedar impune. Porque la justicia, la democracia y la libertad de todos están en juego y porque ya dudo que vayamos a aguantar mucho más.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Se acabaron las mentiras

Impusieron scanners en los aeropuertos en aras de una seguridad que no evita atentados. En aras, seguramente, de imponer y extender el tan útil miedo. Y ahora wikileaks nos muestra la desnudez de los poderosos. Muchos ciudadanos anónimos vienen exponiendo su intimidad desde hace tiempo, gratis y voluntariamente. Lo hablamos desde hace tiempo en casa: uno de los mayores “cambios de paradigma” que se han dado en este convulso tiempo ha sido en el concepto de privacidad. Solíamos preservarla pero ya no, apenas no. No sé si fue la soledad (ésa que se disfruta entre la muchedumbre), la prisa, la banalidad actual, pero hemos abierto la puerta a nuestros reductos particulares. De par en par o con mesura.

Las redes sociales, los blogs, crean una mecánica por la que uno muestra cómo es, incluso aunque no cuelgue sus perfiles y sus fotos. Lo que decimos, lo que omitimos, y la forma de hacerlo, da pistas. Muchos adolescentes han perdido por completo el pudor al subir miles de fotos a su red favorita, sin saber que esas imágenes permanecerán allí por los siglos de los siglos. “No, se pueden borrar”, me decía hace poco una niña. No, no se puede, quedan rastros. En mi correo de gmail me hacen sugerencias de publicidad según lo que escribo en privado. Estamos a la intemperie.

Personalmente he descubierto que no me importa, no tengo nada que ocultar en lo que manifiesto por escrito. Cumplo la norma de quienes imponen los scanners en los aeropuertos “si no ocultas nada, no tienes por qué temer“. Pues eso, ahora les ha tocado a ellos, que sí tenían mucho que esconder. Pero esta exposición nuestra ha sido utilizada con profusión por los poderosos. Nos vigilan por todas partes. Para protegernos argumentan. No. Para controlarnos, estudiarnos y hasta vendernos (productos y a nosotros mismos).

Lo que wikileaks ha hecho esta vez ha sido dejar en cueros a nuestros controladores, a la poderosa diplomacia norteamericana y a toda la élite de poder que se codea con ella. Si hurgan en las demás embajadas encontrarán actuaciones similares. El scanner nos muestra cuerpos muy vulgares e incluso que no han pasado por la ducha en una buena temporada, definitivamente sucios y hediondos. La mugre que tapaba el glamour a la vista.

Lo más llamativo de lo que se va filtrando del grueso paquete de 250.000 documentos es esa porquería cotidiana, servida de forma que roza el cotilleo. Alguna revelación sí constituye mayor noticia. Que el gobierno estadounidense mandara espiar al secretario general de la ONU y algunos de los miembros de la organización, hasta incluyendo sus ADN. Que Berlusconi es la alcahueta de Putin en Europa –no hacía falta más que verlos- o que Putin es el que manda en Rusia –sobradamente sabido- y Rusia un país en el que imperan las mafias. Que los árabes recelan de los persas. O que la administración USA recibe informes serios, como el del golpe de Estado en Honduras y luego la Sra. Clinton se calla como un cadáver. Tal como ha descubierto Juan Luis Sanchez en periodismo humano.

Que, en España, la embajada norteamericana presiones a jueces, ministros y empresarios. Que maniobró y amenazó para lograr sus fines. Que, como en el resto de los países, emitió informes demoledores de nuestros mandatarios. Sólo les cae bien el Rey. Corroboran, como me he cansado de escribir, que el PP perdió las elecciones en 2004 por su manipuladora gestión del atentado. Y vemos, en el artículo de Jan Martínez Ahrens, cómo se apresuraron a ver quién era Zapatero para concluir que pertenecía a “una izquierda trasnochada y romántica”. Le dieron “palo y zanahoria”, seña de identidad de la política norteamericana, y ya hemos visto que nuestro presidente ha logrado reconvertirse a la moda imperante.

Y una última reflexión. El periodismo va a remolque de wikileaks que es quien hace su trabajo. Tan evidente que casi me sonroja escribirlo. Javier Pérez de Albéniz borda sus conclusiones. Destaco éstas por ejemplo:

“Su trabajo consiste en conseguir información interesante que luego suministra a un grupo elegido de grandes periódicos interesados en publicarla. Como hacían los periodistas de antaño ¿recuerdan?” (…) “Wikileaks ofrece lo que el poder esconde. Casi nada. Y los periódicos se lo compran. Wikileaks tiene su propia web, y podría ofrecer el mismo producto que entrega a los periódicos pero consiguiendo menos difusión. Necesita altavoces. Y ahí están los grandes periódicos del planeta para subir el volumen”.

Nada como mirar las entrañas del poder a través del agujero que ha abierto Wikileaks para confirmar lo que ya sospechábamos: que no vivimos en una democracia representativa, sino en una democracia teatral; aquella donde los políticos, los diplomáticos o incluso los fiscales generales del Estado son actores que dicen una cosa en el escenario y hacen otra entre bambalinas. La vida pública es una permanente función; “los políticos interpretamos el papel que nos toca, y luego en privado hacemos y decimos lo contrario”, admite una de las más altas autoridades del Estado, que cree que esta mascarada, que la ciudadanía ya no se traga, explica el derrumbe de la imagen de las instituciones. El deterioro de la Justicia, por ejemplo, cuyo CGPJ se ha gastado varios miles de euros en recientes campañas de publicidad, pero que aún no ha sabido explicar por qué razón y con qué mecanismos maniobró el fiscal jefe de la Audiencia Nacinal, Javier Zaragoza, para evitar que el caso de Guantánamo cayese en manos del incómodo Garzón. O por qué la Fiscalía de Conde-Pumpido toleró las presiones de EEUU sobre la investigación del asesinato de Couso. O qué ley ordena que la Embajada estadounidense tenga acceso directo a información privilegiada sobre los “irritantes” casos que preocupan al imperio, por encima de los pobrecitos ciudadanos.

Porque lo verdaderamente relevante de los cables de Wikileaks no es si Gaddafi se pone botox, o cómo de salvajes son las fiestas de Berlusconi. Lo que asusta es comprobar cómo el poder en democracia aún se mueve entre las sombras, tras el escenario. Que nadie se sorprenda después por el deterioro de la imagen del Gobierno, de la oposición, del Congreso, del Senado… De esa soberanía popular permanentemente sometida a la doble uve doble: lo que no ordena Wall Street, lo manda Washington.


El chiste es de Manel Fontdevila

Cuando hablamos del caso Guantánamo, nos refererimos a una investigación de la Audiencia Nacional por el secuestro y las probables torturas a un ciudadano que tal vez sea talibán, pero que sin duda nació en Ceuta y es español. Cuando hablamos del caso Couso, nos referimos al homicidio de un reportero español, que murió por el cañonazo de un tanque estadounidense que disparó contra el hotel donde el Pentágono sabía que se alojaba la prensa independiente en Irak; los molestos testigos de la invasión. Cuando hablamos de José Couso, también nos referimos a la vícima de un asesinato que el PSOE, desde la oposición, prometió investigar; y que después, desde el Gobierno, ha hecho todo lo posible por enterrar.

Cuando hablamos de las presiones atendidas y las reuniones de la Embajada de EEUU con los ministros, con el fiscal general del Estado, Conde-Pumpido, y el fiscal de la Audiencia, Javier Zaragoza, nos referimos, más concretamente, a una conspiración de los representantes legales de la defensa, el Gobierno y la Fiscalía contra las víctimas de estos crímenes y contra los jueces que se atrevieron a investigarlos.

El seguro de vida de Julian Assange es un archivo informático de 1,39 gigabytes. Se llama Insurance.aes256,wikileaks y está codificado con un complejo sistema criptográfico. Desde hace semanas, circula por las redes P2P; yo ya me lo he bajado. En caso de que al director de Wikileaks le pase algo –dios y la CIA no lo quieran–, sus compañeros revelarán la clave para abrir esta caja secreta. Nadie sabe qué se esconde en su interior. Nadie sabe tampoco gran cosa sobre el pasado de un hombre que va camino de sustituir al Che en las camisetas, como nuevo icono de la revolución; y también a Bin Laden en la lista negra del Pentágono, como enemigo público número uno.

No se sabe demasiado de él, o de sus intenciones. Pero el propio Assange dejó rastros de su plan en varios artículos de su blog en 2006, cuando fundó Wikileaks. “Cuanto más secreta e injusta sea una organización, más vulnerable resulta a las filtraciones”, decía entonces; “Sólo si conocemos las injusticias podemos contestarlas”. Assange lo llama la conspiración: el poder de las superpotencias y las grandes corporaciones para imponer su autoridad, a través del secreto. ¿Cómo combatirlo? Con filtraciones que hagan imposible mantener un discurso en público y otro en privado; con información que haga desconfiar a cada uno de los miembros de esas redes.

En los últimos años, los voluntarios de Wikileaks han desvelado más documentos clasificados que toda la prensa mundial junta. “Esto demuestra el alarmante estado del resto de los medios de comunicación, es vergonzoso”, dice Assange. Aunque Wikileaks es más que un medio. Es el germen de una revolución que puede terminar con la herencia de Maquiavelo: con el cinismo y la hipocresía como primera herramienta del poder y la política.

Sólo desde el cinismo más absoluto se pueden despreciar las informaciones que estos días está destapando Wikileaks. Sólo desde la aceptación completa y absoluta de la hipocresía, de la mentira victoriana como forma normal de la política, se puede aceptar esa frase, tan repetida estos días, de que el Cablegate son sólo “unos pocos cotilleos”, sin más importancia que las nuevas tetas de Sara Carbonero.

Gracias a Wikileaks no sólo hemos descubierto lo que piensa realmente la diplomacia estadounidense sobre los gobiernos de todo el planeta, que no es poco. También, sus presiones nada sutiles y, lo que es más importante: la respuesta de cada país ante ellas. La diplomacia consiste en eso, en presionar. Pero la democracia consiste en lo contrario: en no ceder a esas presiones, menos aún cuando bordean lo ilegal.

En España el Cablegate ha demostrado que incluso un Gobierno como el de Zapatero, que nada más llegar se atrevió a retirar las tropas de Irak, cedió ante las presiones diplomáticas estadounidenses y maniobró para parar tres investigaciones judiciales molestas para EEUU: la del secuestro y las torturas a cinco ciudadanos españoles o residentes en España en el limbo de Guantánamo; la del asesinato a manos de un tanque estadounidense de un reportero español en Bagdad; la de los vuelos de la CIA. Las presiones funcionaron, hasta el punto de torpedear uno de los pilares básicos en un Estado de derecho: la separación de poderes.

Hoy hemos avanzado en el conocimiento de los poderosos. Esperemos que no se quede en anécdota de consumo. Los tenemos ahí, desnudos, con sus vergüenzas al aire. Para estudiarlos como nos estudian ellos, para ver su vacío. Ahora hay tabula rasa, también ellos son expuestos y amplificadas sus miserias. Quizás porque otro poder ha emergido. Con algunos compañeros no dejo de evidenciarlo: los ciudadanos en Red. Periodistas sin trabajo remunerado incluidos. A la intemperie como ya cada vez mas personas.Hasta para mostrar en el aire alegrías y tristezas. Rara sociedad nos hemos mercado, realmente. Una inmensa plaza pública en la que, sin embargo, lo que nos maniata son los intereses privados. Extraña de verdad.

P.d.: Una duda: ¿Aparecerán entre los cables que está desvelando Wikileaks información sobre las presiones que ejerció la Embajada Estadounidense a numerosos políticos españoles justo hace un año, a cuenta de la Ley Sinde? Parece ser que sí. Las fechas coinciden, y según las tablas estadísticas que ya ha desvelado The Guardian, de los más de 3.629 cables emitidos desde Madrid hay 115 etiquetados como KIPR: como relativos a la propiedad intelectual.

Y para terminar un himno de rebelión y lucha. Knights of Cidonya de Muse

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...