lunes, 20 de diciembre de 2021

Cuando la supervivencia política pervierte la democracia

Con un tuit y una llamada a su socio de gobierno tras que éste fuera entrevistado en una radio a nivel nacional, Alfonso Fernández Mañueco, Presidente de la Junta de Castilla y León, ha dado por cerrada la legislatura. Disuelve las Cortes y convoca elecciones anticipadas en la región para el próximo 13 de febrero. El ya ex vicepresidente Igea volvía a entrar en antena para calentándose dejarnos unas jugosas declaraciones que deberían ser de obligada atención. Falta saber si a la jornada se suma Andalucía.

Se venia hablando de la inestabilidad de la coalición de gobierno en la Junta de Castilla y León prácticamente desde el primer momento. Cuestiones como la re-ordenación del territorio y las distintas administraciones y servicios, con especial atención a la configuración electoral estaban sobre la mesa y provocaba no pocos roces. La pandemia tampoco ha ayudado con un Mañueco que se había quedado mirando mientras le implosionaba en las narices a la parte de Cs del ejecutivo (la hasta hoy consejera de Sanidad pertenece al partido naranja). Fricciones para sacar presupuestos, tomar medidas y plantear alternativas ante los retos que tiene la región. Sin solucionar nada. Agravando los problemas por inacción, por incompetencia, por corrupción y por ineficacia de las poquísimas iniciativas tomadas.

No está de más recordar que en 2019 Ciudadanos decidió incumplir su promesa de apoyar al candidato más votado, Tudanca del PSOE, cerrando el cambio político y aire fresco que necesita esta región, para seguir manteniendo en el poder al corruptísimo PP. Igea entró por el aro en aquel momento y ha sentido un abrazo del oso que, como parecía evidente, finalmente ha cercionado de raíz el posible crecimiento del partido naranja. Porque sin el aval de ser una alternativa moderada de regeneración (desde un radicalismo ultraliberal en lo económico, no lo olvidemos) dejó de ser un partido que podía pactar a "izquierda" y derecha, confirmándose como una marca patrimonial de la derecha española a la que recurrir en los tiempos oscuros de casos esporádicos, paseos por los juzgados y condenas varias.

Pero ha sido hoy cuando se ha roto el pacto y nos citan a toda la región a votar en pleno invierno. En una tierra acostumbrada a duros inviernos de frío y nieve sobrellevados con estoicismo. Anocheciendo a las 6 de la tarde. En una región con núcleos de población muy dispersos. Con muchísima gente mayor con dificultades e imposibilidades físicas y materiales de movilidad. Con otro porcentaje inmenso de población emigrada a otras regiones o países, que tendrán que ir al voto por correo ante la dificultad que entraña viajar en esas fechas. Con la pandemía que sigue condicionando la vida precisamente por la incapacidad de la alta política de garantizar la salud general y el respeto a las normas de convivencia. La participación puede verse muy comprometida pero eso no ha importado nada.

Tampoco deberíamos sorprendernos. Se junta la habitual caradura, desvergüenza y sentimiento de apropiación de las instituciones que tiene en su ADN el PP con los mismos vicios y escasas virtudes que presenta Mañueco. Un hombre de partido, o mejor dicho, un inútil que no ha hecho nada en la vida que no tenga que ver con la política, perdón con la agencia de colocación que es y ha sido el Partido Popular. Recogiendo la estela atada y sujeta que dejó su padre (fascista y alcalde franquista de la capital salmantina en los 60 y 70) tanto en la política como en el sistema de contrapesos caciquiles.

De todos modos no nos rasguemos tampoco las vestiduras. En Catalunya ya votaron en plena ola pandémica, porque en ese caso a las derechas nacionalistas (bueno en realidad a casi todos) les convenía.

Ha aprovechado la oportunidad para despachar a su socio, pese a que la sexta ola este causando estragos a días de las vacaciones de Navidad, porque aquí se discute todo lo que hace el Gobierno central, mientras por detrás, las autonomías, que son las que tienen las competencias desmontan la sanidad pública, en especial, la atención primaria.

No votaremos en febrero por las urgencias que tiene la región y sus habitantes. Votaremos en febrero fundamentalmente por la superviviencia política de Mañueco que ante unas encuestas favorables quiere aprovechar el momento antes de que los juicios de su padrino en Salamanca puedan complicar la cosa. Entre esas causas está el propio proceso de primarias en el que se aupó como presidenciable, además de no pocas tramas urbanísticas, cohechos y tráficos de influencia. Y aprovechar la reforma del Estatuto que desvinculaba la jornada electoral de la región a las elecciones del resto de autonomías. Por lo que el 14 de febrero de 2022, presumiblemente estrenaremos gobierno enamorado para 4 años.

Pero también votaremos los castellano y leoneses el 13 de febrero porque la supervivencia de Casado está en juego. Con un liderazgo interno más que discutido, dando auténtica vergüenza ajena cada vez que sale ante los medios. Caldeando innecesariamente el ambiente y generando más conflictos en vez de solucionándolos. Y sumando derrota electoral tras derrota electoral (incluidas y especialmente las de Galitzia y las de Madrid) Casado necesita revitalizarse con una victoria fácil que mantenga a Ayuso en torno a Madrid, y esperar que en 2023 los madrileños y madrileñas se den cuenta de la que tienen montada y recuperen algo de dignidad.

Veremos si encuentran el resultado esperado y buscado en un contexto en el que desligan la elección autonómica de la municipal, por lo que no van a poder contar con el efecto que la fortísima implantación en el territorio que tienen, otorga a las candidaturas de rango superior.

La supervivencia política de estos dos sujetos nos hace votar, si, pero mal haríamos si desdecháramos la idea de que la convocatoria no ha tenido un mínimo de planificación. Con menos de dos meses va a ser muy difícil, prácticamente imposible, que las plataformas provinciales de la España Vaciada en Castilla y León, se terminen de formar ordenadamente. Los paracaidistas van a tener que lanzarse y aguantar el dedo sujeto a la anilla hasta mucho más tarde para poder llegar. Los aterrizajes van a ser duros, van a generar controversia y fisuras internas y no faltan en Castilla y León, en cada provincia, periodistas y cabeceras dispuestas a airear todo el hedor de estos trapos sucios.

Sólo la de Soria parece avanzada en estado de suficiente madurez como para hacer una campaña fuerte. El resto de proyectos amparados bajo el paraguas de la imprescindible revuelta de la España Vaciada está en pañales, y los tiempos de crecimiento y afianciación de cuadros y discursos se van a perder en la vorágine de lo que más daño hace: cuadrar candidaturas. El escaso regionalismo que teníamos, vinculado a Unión del Pueblo Leonés ha terminado un proceso interno de renovación en el que parece, están mirando mucho más hacia Zamora y Salamanca (especialmente sus pueblos) que al Bierzo, donde se aventura otra candidatura independiente.

En el PP todo esto lo saben y se han movido rápido para evitar perder muchos votos por el flanco del provincialismo, más si cabe, como para algunos nos parece evidente, que estas candidaturas si bien inmersas en procesos de reclamar futuro, trabajo y servicios sociales para sus territorios y habitantes, presentan discursos en el resto de materias con un tufo reaccionario descorazonador, bajo el manido concepto de la transversatilidad, confirmando que los que están cogiendo los mandos son los típicos aspirantes a vivir de la política (mejor dicho usurpando la función pública y la función representativa) que todos conocemos en nuestras provincias, ciudades y pueblos.

La extrema derecha de Vox aspira a mejorar sus resultados y ser la muleta imprescindible de Mañueco, pero sabiendo que en estas tierras todavía no se ha desligado la apropiación franquista-fascista del PP en las mentes del electorado. La gente vota al PP porque toda la vida lo ha votado como representante vivo de los usos del franquismo. Ambos aspiran a fagocitar los restos de Ciudadanos en su probable último baile electoral.

Y la izquierda castellano-leonesa qué. Pues bastante hacemos con estar. Hay una falta de movilización alarmante y no pinta nada bien la cosa. Por lo visto, sin candidatura firme, se trabaja en la conveniencia de una candidatura unitaria y en cómo hacerlo. Desde luego la premura de tiempo no ayuda y me parece, y espero equivocarme, que conseguir en una candidatura de Unidas Podemos, grupo propio se presenta como algo quimérico. Absolutamente imposible en caso de presentarse por separado.

La ilusión es que el PSOE revalide sus resultados de 2019 bajo el sólido liderazgo interno de Tudanca y Óscar Puente. Y que la suma PP+Vox no les de la mayoría absoluta. No hay más.

Hace 9 meses la trituradora de la política española vivía unas jornadas plenas de nerviosismo que amenazaron la ruptura del pacto hoy desvencijado. Seguimos inmerso en un cambio de ciclo histórico. En nuestro país donde las grietas del edificio del 78 siguen ampliándose laminando la tibia democracia que nos legaron. En el mundo globalizado con una crisis sistémica del capitalismo a varios niveles, causando un dolor tremendo, y donde no encontramos la confirmación de una activación revolucionaria de emancipación, y sólo la reacción de un ultraliberalismo que ha soltado la correa del perro fascista con el siempre útil hueso de la libertad.

Hay que estar atento.

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