Si
podéis ver Game of Thrones verla; Y si podéis leer la
saga de Canción de Hielo y Fuego, leerla y buscar en la wiki, así
como deleitar otras obras del universo fantástico y medieval de
George R. R. Martin.
Las
series
de televisión
son el producto cultural de moda. En los últimos 15 años han
asaltado el podium
de prioridades en materia de ocio
en todo el mundo. Se han convertido en un canal de comunicación de
primer orden, pudiendo llegar a millones de personas que de manera
recurrente y periódica se sientan delante de la televisión -y ya de
otros dispositivos electrónicos- para seguir la marcha de su serie
favorita.
Siempre
han existido las series
de televisión
como una forma lógica de fidelizar a la audiencia a un canal y poder
maximizar beneficios de éste por medio de la publicidad. Fue en los
90 cuando con fenómenos como "Los
Simpsons",
"Twin
Peaks",
"Expediente
X"
o "Friends",
las ficciones saltaron las pantallas para convertirse en fenómenos
sociales con claras influencias culturales y en la vida y expresión
de la ciudadanía, particularmente en Occidente.
A
principios de siglo esa tendencia fue al alza, hasta que llego el
fenóneno
"Pérdidos"
(Lost)
que durante 6 años, con claros y rotundos altibajos en el guión,
aferró a una legión de seguidores mil millonaria por todo el
planeta ávidos de conocer los secretos de la isla y la fortuna y
destino de los supervivientes del 815
de Oceanic.
En
los últimos años el asalto de propuestas ha sido constante. Con la
llegada al gran público de grandes
contenedores y generadores de contenidos como Netflix o HBO
muchas de estas propuestas han crecido en impacto, sobretodo por la
originalidad
de temáticas, tramas, actrices y actores, guionistas y directores
que participan, y también por la calidad en la exposición. Breaking
Bad,
Vikings,
The
Americans,
The
Wire,
Mad
Men,
Broadwalk
Empire,
Borgen
y House
of Cards;
Black
Mirror
y Stranger
Things...
Big
Bang Theory
en las sitcon;
hasta españolas como el notable fenómeno de El Ministerio del Tiempo.
Pero
si hay una que ha saltado todos los estándares, convirtiéndose en
un fenómeno
social y cultural,
intergeneracional e internacional, es Juego
de Tronos
(Game
of Thrones).
Por cierto no está demás, recordar que en España sus dos primeras
temporadas pasaron desapercibidas, maltratadas, como siempre por los
canales de Televisión que en su butaca oligopolística ni quieren ni
entienden la realidad de la televisión y su público hoy en día.
Para
lograr esa trascendencia que marcará de manera inequívoca la
cultura de esta segunda década del Siglo XXI, Game
of Thrones
se ha valido de varias herramientas.
La
principal de ellas emplear el universo
literario que George R. Martin
creó hace más de 20 años con Canción
de Hielo y Fuego.
Una profusa saga
en un mundo que es imaginario y real al mismo tiempo. Identificable
tanto geográfica como temporalmente, pero que a la vez resulta
extraño. Con una trama que puede ser contextualizada en la Baja Edad
Media europea y que al mismo tiempo sorprende con la imaginación y
la fantasía. Donde conviven personajes claramente referenciados en
personas y acontecimientos históricos y elementos sobrenaturales
como Dragones,
caminantes
blancos,
"verdevidentes"
y No-muertos.
Para
aprovechar todo el potencial de la extensa, cuidada y vibrante
literatura de Martin era imprescindible tratar la historia con
respeto a la fuente original, cuidando cada detalle y otorgando a los
diálogos
la parte importante de desarrollo de la trama
por encima de la acción (en un primer momento).
Pero
fue asumir la
crueldad propia del autor para con cualquier personaje
lo que valió la fama de impecable para con la serie. Cualquiera
podía ser víctima del filo del hacha o la espada o de la falta de
escrúpulos de cualquier otro personaje, casi siempre más afilados,
y muchas veces fue el detonante para enrevesar aún más la
historia. Encontrar las localizaciones es otra de las potencialidades
de Game
of Thrones,
como así acertar de lleno con el casting, donde a personajes de lo
más diversos, le han puesto cara y voz, un elenco entregado a la
causa. Si además aparece un novedoso tratamiento del sexo y las
relaciones carnales, con sus versiones ya fueran incestuosas,
homosexuales o incluso en orgías, tenemos todos los ingredientes
para configurar una ensalada que enganche al público, tanto
conocedor y amante de los libros, como del que cae delante de la
televisión, sin distinguir entre niveles culturales, nacionalidades
u otras distinciones.
Los
creadores de la serie David Benioff y D. B. Weiss
han elaborado todos estos años con meticulosidad y empeño un
lenguaje narrativo basado en la obra de George
R. R. Martin.
En ese lenguaje estaban codificados también el uso de recursos
estilísticos usando los propios de los libros (secuencias tomadas de
la literalidad de los capítulos de los libros, siempre titulados con
el nombre de uno de los personajes, desarrollo de una trama pausada,
y sobretodo, uso de los diálogos de los personajes muchas veces
capaces de esconder su segundas y terceras intenciones), y alguna vez
empleando propios del canal audiovisual de la televisión.
Durante
las 4 primeras temporadas se mantuvieron, salvo unas pocas licencias
argumentales, pegados a lo publicado. Game
of Thrones
cubría episodios, siguiendo el ritmo de los capítulos de Canción
de Hielo y Fuego.
Pero
llegó el momento en el que la serie supera a la saga, sobrepasa el
tiempo y agotadas las páginas toca ahí improvisar y tener
capacidad, en principio con el conocimiento y asesoramiento de
Martin, de llevar un camino propio y resolver las tramas sin el
recurso de las novelas.
Con
el número de temporadas, capítulos y si me apuras hasta las horas
de duración de cada uno de ellos marcados se hace necesario acelerar
el ritmo para solucionar la trama y ver quién y por qué se sienta
al final en el Trono
de Hierro.
Es cierto, que la tremenda complejidad de la serie, en su producción y post-producción ha traído y traerá esperas muy largas, y la concentración de todo lo qué se quiere, y más importante, lo qué se necesita contar, en menos episodios tanto para esta como para la próxima temporada (aunque esta con anuncio de que cada episodio durará más de 80 minutos).
Hasta
aquí todo, vamos a decir, normal. La correspondencia interna de la
serie se va manteniendo, y pese a la natural pérdida de frescura con
el devenir de las temporadas, se ve una línea natural en el tiempo y
el espacio coherente. Es verdad, que personajes que antes tardaban
hasta una y dos temporadas enteras en recorrer una distancia
concreta, ahora van y vienen en cuestión de capítulos, incluso
dentro del mismo episodio. Pero también es justo decir que muchos
espectadores, incluso los que hemos leído los libros de Canción
de Hielo y Fuego,
deseamos, ansíamos ver el final de la serie y el devenir de nuestros
personajes favoritos y de cada uno de los Reinos que componen
Westeros.
[AVISO: AQUÍ
VIENEN LOS SPOILERS]
[AVISO: AQUÍ VIENEN LOS SPOILERS]
Pero
eso es una cosa y otra acelerar todo sin sentido, en un capítulo,
porque si, cayendo en la incongruencia
con el resto de la historia y en el caos en los planteamientos
mentales con los que nos han presentado durante años a los
personajes, y de los que nosotros mismos nos hemos compuesto. El
penúltimo capítulo de esta serie es el ejemplo de ello.
Acostumbrados
desde el primer momento a alcanzar el clímax narrativo en ese
penúltimo episodio de cada temporada, el de este año, Más Allá del Muro,
no iba a ser una excepción.
Tras
5 capítulos muy vibrantes en el que se había producido el encuentro
que todo fan ansiaba -el de Jon Snow con Daenerys Targaryen- se
acelera la acción hasta límites estúpidos. En un sin sentido, el
Rey
en el Norte,
elabora una suerte de plan suicida para tratar de convencer a Cercei
Lannister de la conveniencia de alianzas frente al Rey
de la Noche,
como si tras 55 capítulos no supiéramos de la maldad y el egoísmo
de la melliza.
Así
y aliado con la práctica totalidad de majaras de Westeros,
forman un Escuadrón
Suicida,
que se adentra Más
allá del Muro,
a pie, en plena ventisca. Snow camina junto a Ser
Jorah,
y un recuperado para la causa Gendry,
y con la Hermandad
Sin Estandartes
formada por Thoros
de Myr
y Beric
Dandarrion,
junto a El
Perro,
Sandor
Clegane.
Por supuesto, no podía faltar Thormund
“Mata-Gigantes”,
y unos cuantos salvajes sin nombre que cubren el papel de carnaza
para osos No-muertos, que así se nos descubre la capacidad del Rey
de la Noche
para resucitar cualquier cosa.
El
motivo de tal paseo por el campo no puede ser más rocambolesco:
Capturar “vivo” a un No-muerto, y llevarlo luego a Desembarco,
para que Cercei se crea los cuentos de la Vieja Tata.
Sin
provisiones. Sin caballos. Bajo una tormenta de nieve. Tienen que
separar de algún modo a un No-muerto ya que suelen viajar en grupo,
volver al Muro, y atravesarlo, confiando
en que se nos haya olvidado
que “el
Muro no es sólo hielo y piedra. Antiguos hechizos fueron tallados en
sus cimientos. Magia fuerte. Protege a los hombres de lo que hay mas
allá. Y mientras permanezca los muertos no pueden pasar”.
Bueno,
pues quien nos iba a decir que se iban a encontrar a una especie de
avanzadilla liderados por un Caminante
Blanco,
por lo que se lanzan a la batalla, cayendo éste bajo el ácero
valyrio
de “Garra”
la espada de Jon
Snow.
Aquí se nos demuestra que los “re-vividos” por un Caminante
blanco desaparecen cuando éste “muere”. Pero la casualidad da
para que uno de los no-muertos, presumimos transformado por otro
caminante blanco, quede en pie y acorralado por nuestros héroes. El
plan está saliendo a la perfección.
Pero
claro, todo era demasiado bonito, así que poco tiempo tardan en
verse cercados por las hordas de no-muertos comandadas por el
mismísimo Rey
de la Noche.
Tras ordenar a Gendry, quien recordemos nunca había estado Más
Allá del Muro
a que volviera al Muro para mandar un cuervo, para que Khalessi,
volará con sus dragones hacia donde nunca había estado, los encuentre y los rescate, los
protagonistas pasan, creemos una noche en el centro de un lago que se
ha ido congelando.
La
rompedora
de cadenas
llega con su camada, con su modelito de invierno impoluto, como Deus
ex machina,
justo en el momento en el que el Escuadrón Suicida está a punto de
caer bajo las roídas espadas de los No-muertos, para a continuación
pasar a fuego todo el escenario de esta batalla improvisada.
Hay
que decir, que como casi siempre la factura técnica de filmación es
sublime. Antológica. Hasta aquí ni
un pero a como está rodado el episodio, pleno de espectacularidad y
acción,
pese a que hayan volado los artesonados lógicos que todos los
seguidores de la serie y la saga nos hemos compuesto durante todos
estos años.
Y
es que las elipsis temporales pasan de ser molestas a claramente
grotescas, cuando tras, suponemos una noche o dos noches, bastardo de
Baratheon, cuervo y Targaryen sobre Dragones cubren las distancias
para salvar a los protagonistas.
Pero
volviendo a la acción, aquí llega el momento clave, y ya falla
también la edición del capítulo. El
Rey de la Noche,
como un Jan Zelezny cualquiera, blande una jabalina de hielo. En la
siguiente toma, tiene en el punto de mira a escasos metros a Khalessi
sobre Drogón, con el resto de personajes con nombre subiéndose a
sus lomos, y con un Jon Snow despreocupado dando espadazos sobre unos
cuantos no-muertos que no tienen importancia. ¡Es que ni siquiera
podemos decir que estaba salvando a alguien!
Pero
nuestro antagonista demuestra verdadera humanidad contraviniendo todo
lo que nos han contado antes, y en vez de acabar con el dragón que
tiene más cerca, y de paso con la serie al zumbarse al 50% de los
protagonistas, afina puntería sobre Vyserion que vuela despreocupado
y chamuscando no-muertos a, yo que sé, ¿300 metros?
El
caso es que con un salvaje alarido que hiela el corazón de todos y
descompone el bello rostro de su madre, el dragón “azul” cae y
tras sus últimos estertores se hunde por una brecha en el hielo en
el fondo del lago.
Pese
al dolor Drogón y Rheagal emprenden el vuelo de huida con los
personajes principales, menos con un Jon Snow perdido luchando
todavía sin saber por qué con unos cuantos no-muertos que lo llevan
también al fondo de lago.
Pero
tranquilos, que el guaperas no va a caer tan fácil. Sin saber por
qué y usando la misma argucia narrativa que nos mostraron un par de
capítulos antes, Snow sale del agua helada, con armadura y abrigo de
los caros, para cuando volvía a ser sometido por sus enemigos, surgir
otro Deus
Ex Machina,
ya repetido también. Interviene, como la temporada anterior, el tio Benjen, convertido en “Manos
Frías”
para darle su caballo y devolverlo a Guardaoriente.
Al pobre tío que le vayan dando que nunca cayó simpático.
Con
esta rápida secuencia de spoilers
se puede ver un desarrollo atropellado e irracional que rompe los
esquemas de todos nosotros, al demostrar por primera vez una
estupidez humana sin límite en personajes que por contra, hasta ese
momento y dentro de sus propias carencias, se habían mostrado
coherentes. Nada cuadra. Todo es como si un niño de corta edad
hubiera jugado con sus muñecos, pese a que se pueda enviar el
no-muerto a Desembarco del Rey, y el precio pagado es excesivo.
El
guión es una demostración en la que se premia la espectacularidad
por encima de la inteligencia y la coherencia interna de la obra.
Parece como si se quisiera contentar a los espectadores que en los
últimos dos años han llegado en tropel imponiendo unos ritmos que
no pueden ir con lo que este proyecto necesita.
Aquí
tengo que decir que me hace gracia porque hay quienes dicen que en
una serie donde hay dragones, zombies
y demás, preocuparse por estas cosas es absurdo. Pero estoy
radicalmente en desacuerdo.
El
contrato no verbal entre los creadores de una obra de ficción es que
ellos ponen las reglas, sean las que sean, por fantásticas y
absurdas que puedan ser. Lo que no es de recibo es que a la mitad del
relato, estas se obvien para resolver algún conflicto. Y esto es
exactamente lo que han hecho con este capítulo.
Para
ofrecer lo que el gran público quiere no vale con traicionar los
esquemas argumentales que has creado previamente, no porque falles a
fans que llevan siguiéndote desde hace años, sino sobretodo porque
quitas
lógica y sentido a todo el resto de la obra,
que se ve deteriorada por un capítulo, muy espectacular si, pero
cojo en cuanto a coherencia y verosimilitud con todo lo visto
anteriormente.
Pero
no todo queda aquí. La traca final viene tras las escena en que Jon
Snow y Khalessi hacen manitas sobre la cama. Los no-muertos tiran de
unas
enormes cadenas, que nadie sabe de dónde se han sacado,
del cadaver de Vyserion, al que nadie sabe tampoco cómo lo han
conseguido enganchar, para que ya emergido el Rey
de la Noche, lo pueda resucitar.
Ya
tenemos el leiv
motiv,
de todo el capítulo que no es otro que el de proporcionar
herramientas para que se desarrolle la última temporada, que eso si,
promete espectacular, pero que abogamos porque mantenga la
verosimilitud, la intriga y la cohesión con el resto de la serie y
también con la saga literaria, de la que también esperamos las dos
últimas entregas.
[continuará...]
No hay comentarios:
Publicar un comentario