martes, 29 de agosto de 2017

Fernando Alonso: Talento, decisiones y las dos Españas

 Alonso en el último GP, el pasado domingo, en Spa Francorchamps

Hay una suerte de prejuicio, dicho popular o consigna frente al “catetismo” que viene a afirmar que para desmitificar ese espacio geográfico llamado España, con todo lo que supone a nivel social y cultural, es conveniente comenzar a viajar por el extranjero. Si se hace además, durante intervalos amplios mejor que mejor. Pues bien, para el tema que me ocupo en esta ocasión, tampoco está de más leer prensa extranjera (que para eso si es útil google translate) o ver y escuchar las retransmisiones deportivas de las carreras que se hacen en otros países.
En un país sin ningún tipo de tradición en el seguimiento de la Fórmula 1 surgió una estrella hace 15 años que iluminó con su presencia todo el panorama deportivo patrio. Un nuevo Quijote, un pionero más en eso de traer otras costumbres, otras prácticas y ampliar los horizontes acostumbrados a ser más bien cortos e introvertidos.
Aparecía un joven asturiano sonriente y con aires de seguridad al que le acompañaban no pocas loas del periodismo especializado por su desbordante talento, su capacidad de aprendizaje y su ambición sin límites. Ingredientes todos ellos que han cocinado una suerte de deportistas que han traído éxitos multi disciplinares a nuestro deporte. La famosa “Edad de oro del Deporte español” de cuyo lado más perverso hablaba ayer.
Era Fernando Alonso y en aquel momento iniciaba una carrera deportiva que atraía la atención de la prensa tanto generalista como deportiva, por lo que ya se vislumbraba el fenómeno social. Aquellos primeros pasos eran pausados y conscientes en quemar etapas en un mundo, la Fórmula 1, donde los contactos eran importantes pero el dinero lo es todo.
Así de la mano de Flavio Briatore, Alonso y su equipo personal junto a su familia asaltaba el status quo de una competición abocada al aburrimiento por la dictadura férrea del Ferrari de Michael Schumacher. Parecía que nadie podía aplacar la tiranía del Kaiser, pero un casi imberbe asturiano montado en un coche prometedor, pero no ganador como era aquel precioso Renault, en tan sólo tres años, era capaz de primero llegar al podio. Luego ganar una carrera. Y luego ya en 2005 ganar su primer título de Campeón del Mundo de Fórmula 1, logro que replicaría al siguiente año.


Pero el cuento de hadas torno en pesadilla. En un doloroso penar por las temporadas, los circuitos y las gorras de los equipos.
Como doble Campeón del Mundo, Alonso llegaba a McClaren en 2007. Todo parecía indicar que asomaba la época tiránica de Alonso, subido a las flechas plateadas que eran el equipo con el coche más dominante en aquel momento. Lo que sucedió después, todos lo sabemos, todos lo recordamos amargamente. McClaren y la FIA, trataban de allanar el camino del compañero de Alonso, un debutante inglés llamado Lewis Hamilton. La relación entre ambos era competitiva y explosiva. El espectáculo era tremendo y la polémica incendiaria porque el inglés dejaba notas de su gran calidad y también fallos propios de su edad, y Alonso se sobreponía a todas las zancadillas con exhibiciones y genialidades memorables como el fantástico Gran Premio de Europa en Nürburgring (para mi la mejor carrera de todos los tiempos), o en Hungría. Los lances de carrera hicieron que la superioridad manifiesta de los McClaren se disipará y los títulos fueran a parar a Ferrari, tras el famoso affaire del caso de espionaje, del que nunca se ha sabido a ciencia cierta el papel que jugó nuestro protagonista.
Aún con todo, acabado el año, Alonso tuvo las puertas para continuar en McClaren en un coche, que insisto era claramente el mejor (de hecho, al año siguiente Hamilton salió Campeón del Mundo). También fue tentado por Red Bull que trabajaba en un proyecto ganador y que años después amargó la estantería de trofeos del asturiano.
Y es que la parrilla, los directores técnicos, ingenieros, los medios especializados y los grandes aficionados coincidían, sin atender a banderas, que no había un piloto como Fernando. Por talento, carisma y aura de leyenda del indomable a imagen y semejanza del gran Senna del que se siempre se ha declarado admirador.
Pero Alonso a la espera del hueco en Ferrari eligió Renault. Un equipo ya en franca retirada, y casi sin competitividad pero que aún así nos dejó, tremendas actuaciones exprimiendo un coche que sería el quinto o sexto de la parrilla y con el que incluso llegó a ganar carreras (Singapur, primer Gran Premio nocturno en la historia con el “affaire” Nelsinho Piquet; y en Japón).
Aquel hueco en Ferrari llegó en 2010 cuando ya era evidente la llegada del Red Bull de Vettel y sobretodo Adrian Newey para construir uno de los coches más brillantes y competitivos de la historia. Que Alonso consiguiera llegar durante dos temporadas a la última carrera con opciones de victoria en el Campeonato del Mundo es un hecho que prueba la competitividad y habilidad del asturiano para sacar todo el jugo a lo que dispone. Mientras los medios británicos, absolutos expertos en automovilismo, destacaban el trabajo de Alonso y los tiffossi italianos disfrutaban con su talento, la relación entre piloto y directiva de los de Maranello se deterioraba, volviéndose insostenible en 2014 cuando las apuestas técnicas en aquel coche se mostraron horrendamente ineficaces, y los errores en estrategia y planificación de carrera habían dilapidado varias carreras, algunas decisivas, para nuestro piloto.
Así, Alonso, se volvía a ver en la tesitura de elegir una vez más un volante para competir, ya con clara intención de estar en la disputa del Mundial de Pilotos. Y que apareciera McClaren con Honda como motorista, rememorando la relación que ambos llevaron junto a Senna para ser dominadores del Mundial hace 25 años era un caramelo demasiado tentador.


Pero aquel caramelo ha sido un amargo veneno que ha matado las expectativas de Alonso, pero sobretodo de un público que se ha cansado o se toma a guasa esas “pretemporadas ilusionantes” o “ese coche tan competitivo en octubre” o “esas mejoras que vienen”. Honda no ha sabido propulsar el buen coche de McClaren y Alonso, no ha podido competir en ninguna carrera con la parte alta pese a dejar exhibiciones de pilotaje que le han hecho merecedor el apelativo del Mejor piloto con el peor coche de la historia. Con un coche que es claramente el peor de toda la parrilla, sin velocidad, y lo peor de todo sin fiabilidad, tras tres años de fallos y pruebas erradas.
Y aquí vuelvo al principio donde digo que leo y escucho alguna retransmisión en inglés, donde los locutores y los comentaristas como Brandle, Eddie Jordan, Coulthard o Hill coinciden en aplaudir el tesón y talento de Alonso que consigue llegar a los puntos cuando acaba la carrera con un coche lamentable que además duele en el corazón británico por todo lo que McClaren representa para ellos.
Pasado el ecuador de la presente temporada el trío amoroso entre McClaren, Honda y Alonso está roto. O bien el proveedor de motores, o bien el piloto, saldrán de la relación. En ambos casos el futuro inmediato no parece halagüeño para el asturiano, puesto que en caso de continuar en Woking se empezará de 0 con un nuevo motor, ya sea Renault o una versión siempre anticuada de Mercedes, que exigirá un replanteamiento del coche. Y saltar otra vez de escudería para llevar otra gorra, se antoja también difícil para conseguir pelear por el Mundial en un plazo corto, ya que los principales equipos están cerrados.
La realidad se torna dura y no sé si Fernando Alonso acabará ganando su tercer mundial algún día y poder retirarse alcanzando a su gran ídolo Ayrton Senna. Desde luego nada me gustaría más. Sería una vuelta a Itaca en la que nuestro Ulises en monoplaza volvería a la senda del éxito, ya remoto, alejado, casi olvidado y cuya trascendencia ya hemos visto esta en entredicho. Un final magnífico para un viaje épico cargado de tragedia, también de comedia y por supuesto de diversión.
Que Fernando Alonso es el mejor piloto, por talento, de la parrilla actual es indiscutible. Que es capaz de exprimir sus coches y sacarles hasta la última gota de rendimiento, nadie lo duda. Uno de los mejores de la historia, sin lugar a dudas. Pero que en ocasiones ha tomado decisiones deportivas que con el paso del tiempo se han demostrado como erróneas, bien por la explosión de otros competidores, bien por boicoteos propios o ajenos, o bien porque desprende un gafe, también parece evidente.
Pero lo más certero de todo es que tras inocular el veneno de la pasión por la Fórmula 1 en España, personaje y persona, son carne del tradicional maniqueísmo patrio. Las dos Españas, vuelven a aparecer como Anti-Alonsistas o Alonsistas, como quien menosprecia y minusvalora el legado e influencia del piloto asturiano, y quienes lo exacerbamos y quizás también disculpamos sin critica algunas de las cosas que le suceden, que además tratamos como afrenta nacional.
Es difícil que este país que con la misma facilidad sube al pedestal a alguien, para luego derribarlo en medio de un tumultuoso apedreamiento podamos sacar una imagen razonada y sosegada de Alonso, que no generé un debate visceral. Parece complicado que muchos aficionados, afincados en una u otra vertiente sentimental con respecto a su trabajo, talento y legado, consideremos a Alonso como lo que es, un excelente piloto de Formula 1, y que nos ha hecho disfrutar, y también cabrearnos, durante un buen número de años. Un mismo disfrute que parece es la última causa de la supervivencia de Alonso en el "Circo de la Fórmula 1".
Si sigue, es para divertirse, pasárselo bien, competir, intentar luchar por ese tercer título mundial... y los aficionados, al deporte, a la Fórmula 1 o a Fernando Alonso, en exclusiva, deberíamos acompañarle, también disfrutando y saboreando lo que van a ser los últimos años en la élite de un piloto que trasciende por talento e incidencia, habiendo otorgado al sentir polideportivo y cultural de este país, una pasión, a veces desmedida, por el automovilismo.

 Épica imagen tras el abandono del año pasado en Brasil

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