lunes, 20 de diciembre de 2021

Cuando la supervivencia política pervierte la democracia

Con un tuit y una llamada a su socio de gobierno tras que éste fuera entrevistado en una radio a nivel nacional, Alfonso Fernández Mañueco, Presidente de la Junta de Castilla y León, ha dado por cerrada la legislatura. Disuelve las Cortes y convoca elecciones anticipadas en la región para el próximo 13 de febrero. El ya ex vicepresidente Igea volvía a entrar en antena para calentándose dejarnos unas jugosas declaraciones que deberían ser de obligada atención. Falta saber si a la jornada se suma Andalucía.

Se venia hablando de la inestabilidad de la coalición de gobierno en la Junta de Castilla y León prácticamente desde el primer momento. Cuestiones como la re-ordenación del territorio y las distintas administraciones y servicios, con especial atención a la configuración electoral estaban sobre la mesa y provocaba no pocos roces. La pandemia tampoco ha ayudado con un Mañueco que se había quedado mirando mientras le implosionaba en las narices a la parte de Cs del ejecutivo (la hasta hoy consejera de Sanidad pertenece al partido naranja). Fricciones para sacar presupuestos, tomar medidas y plantear alternativas ante los retos que tiene la región. Sin solucionar nada. Agravando los problemas por inacción, por incompetencia, por corrupción y por ineficacia de las poquísimas iniciativas tomadas.

No está de más recordar que en 2019 Ciudadanos decidió incumplir su promesa de apoyar al candidato más votado, Tudanca del PSOE, cerrando el cambio político y aire fresco que necesita esta región, para seguir manteniendo en el poder al corruptísimo PP. Igea entró por el aro en aquel momento y ha sentido un abrazo del oso que, como parecía evidente, finalmente ha cercionado de raíz el posible crecimiento del partido naranja. Porque sin el aval de ser una alternativa moderada de regeneración (desde un radicalismo ultraliberal en lo económico, no lo olvidemos) dejó de ser un partido que podía pactar a "izquierda" y derecha, confirmándose como una marca patrimonial de la derecha española a la que recurrir en los tiempos oscuros de casos esporádicos, paseos por los juzgados y condenas varias.

Pero ha sido hoy cuando se ha roto el pacto y nos citan a toda la región a votar en pleno invierno. En una tierra acostumbrada a duros inviernos de frío y nieve sobrellevados con estoicismo. Anocheciendo a las 6 de la tarde. En una región con núcleos de población muy dispersos. Con muchísima gente mayor con dificultades e imposibilidades físicas y materiales de movilidad. Con otro porcentaje inmenso de población emigrada a otras regiones o países, que tendrán que ir al voto por correo ante la dificultad que entraña viajar en esas fechas. Con la pandemía que sigue condicionando la vida precisamente por la incapacidad de la alta política de garantizar la salud general y el respeto a las normas de convivencia. La participación puede verse muy comprometida pero eso no ha importado nada.

Tampoco deberíamos sorprendernos. Se junta la habitual caradura, desvergüenza y sentimiento de apropiación de las instituciones que tiene en su ADN el PP con los mismos vicios y escasas virtudes que presenta Mañueco. Un hombre de partido, o mejor dicho, un inútil que no ha hecho nada en la vida que no tenga que ver con la política, perdón con la agencia de colocación que es y ha sido el Partido Popular. Recogiendo la estela atada y sujeta que dejó su padre (fascista y alcalde franquista de la capital salmantina en los 60 y 70) tanto en la política como en el sistema de contrapesos caciquiles.

De todos modos no nos rasguemos tampoco las vestiduras. En Catalunya ya votaron en plena ola pandémica, porque en ese caso a las derechas nacionalistas (bueno en realidad a casi todos) les convenía.

Ha aprovechado la oportunidad para despachar a su socio, pese a que la sexta ola este causando estragos a días de las vacaciones de Navidad, porque aquí se discute todo lo que hace el Gobierno central, mientras por detrás, las autonomías, que son las que tienen las competencias desmontan la sanidad pública, en especial, la atención primaria.

No votaremos en febrero por las urgencias que tiene la región y sus habitantes. Votaremos en febrero fundamentalmente por la superviviencia política de Mañueco que ante unas encuestas favorables quiere aprovechar el momento antes de que los juicios de su padrino en Salamanca puedan complicar la cosa. Entre esas causas está el propio proceso de primarias en el que se aupó como presidenciable, además de no pocas tramas urbanísticas, cohechos y tráficos de influencia. Y aprovechar la reforma del Estatuto que desvinculaba la jornada electoral de la región a las elecciones del resto de autonomías. Por lo que el 14 de febrero de 2022, presumiblemente estrenaremos gobierno enamorado para 4 años.

Pero también votaremos los castellano y leoneses el 13 de febrero porque la supervivencia de Casado está en juego. Con un liderazgo interno más que discutido, dando auténtica vergüenza ajena cada vez que sale ante los medios. Caldeando innecesariamente el ambiente y generando más conflictos en vez de solucionándolos. Y sumando derrota electoral tras derrota electoral (incluidas y especialmente las de Galitzia y las de Madrid) Casado necesita revitalizarse con una victoria fácil que mantenga a Ayuso en torno a Madrid, y esperar que en 2023 los madrileños y madrileñas se den cuenta de la que tienen montada y recuperen algo de dignidad.

Veremos si encuentran el resultado esperado y buscado en un contexto en el que desligan la elección autonómica de la municipal, por lo que no van a poder contar con el efecto que la fortísima implantación en el territorio que tienen, otorga a las candidaturas de rango superior.

La supervivencia política de estos dos sujetos nos hace votar, si, pero mal haríamos si desdecháramos la idea de que la convocatoria no ha tenido un mínimo de planificación. Con menos de dos meses va a ser muy difícil, prácticamente imposible, que las plataformas provinciales de la España Vaciada en Castilla y León, se terminen de formar ordenadamente. Los paracaidistas van a tener que lanzarse y aguantar el dedo sujeto a la anilla hasta mucho más tarde para poder llegar. Los aterrizajes van a ser duros, van a generar controversia y fisuras internas y no faltan en Castilla y León, en cada provincia, periodistas y cabeceras dispuestas a airear todo el hedor de estos trapos sucios.

Sólo la de Soria parece avanzada en estado de suficiente madurez como para hacer una campaña fuerte. El resto de proyectos amparados bajo el paraguas de la imprescindible revuelta de la España Vaciada está en pañales, y los tiempos de crecimiento y afianciación de cuadros y discursos se van a perder en la vorágine de lo que más daño hace: cuadrar candidaturas. El escaso regionalismo que teníamos, vinculado a Unión del Pueblo Leonés ha terminado un proceso interno de renovación en el que parece, están mirando mucho más hacia Zamora y Salamanca (especialmente sus pueblos) que al Bierzo, donde se aventura otra candidatura independiente.

En el PP todo esto lo saben y se han movido rápido para evitar perder muchos votos por el flanco del provincialismo, más si cabe, como para algunos nos parece evidente, que estas candidaturas si bien inmersas en procesos de reclamar futuro, trabajo y servicios sociales para sus territorios y habitantes, presentan discursos en el resto de materias con un tufo reaccionario descorazonador, bajo el manido concepto de la transversatilidad, confirmando que los que están cogiendo los mandos son los típicos aspirantes a vivir de la política (mejor dicho usurpando la función pública y la función representativa) que todos conocemos en nuestras provincias, ciudades y pueblos.

La extrema derecha de Vox aspira a mejorar sus resultados y ser la muleta imprescindible de Mañueco, pero sabiendo que en estas tierras todavía no se ha desligado la apropiación franquista-fascista del PP en las mentes del electorado. La gente vota al PP porque toda la vida lo ha votado como representante vivo de los usos del franquismo. Ambos aspiran a fagocitar los restos de Ciudadanos en su probable último baile electoral.

Y la izquierda castellano-leonesa qué. Pues bastante hacemos con estar. Hay una falta de movilización alarmante y no pinta nada bien la cosa. Por lo visto, sin candidatura firme, se trabaja en la conveniencia de una candidatura unitaria y en cómo hacerlo. Desde luego la premura de tiempo no ayuda y me parece, y espero equivocarme, que conseguir en una candidatura de Unidas Podemos, grupo propio se presenta como algo quimérico. Absolutamente imposible en caso de presentarse por separado.

La ilusión es que el PSOE revalide sus resultados de 2019 bajo el sólido liderazgo interno de Tudanca y Óscar Puente. Y que la suma PP+Vox no les de la mayoría absoluta. No hay más.

Hace 9 meses la trituradora de la política española vivía unas jornadas plenas de nerviosismo que amenazaron la ruptura del pacto hoy desvencijado. Seguimos inmerso en un cambio de ciclo histórico. En nuestro país donde las grietas del edificio del 78 siguen ampliándose laminando la tibia democracia que nos legaron. En el mundo globalizado con una crisis sistémica del capitalismo a varios niveles, causando un dolor tremendo, y donde no encontramos la confirmación de una activación revolucionaria de emancipación, y sólo la reacción de un ultraliberalismo que ha soltado la correa del perro fascista con el siempre útil hueso de la libertad.

Hay que estar atento.

sábado, 27 de noviembre de 2021

Por la recuperación de la lucha obrera

Visto aquí

La Bahía de Cádiz es uno de los puntos de nuestro país que más paro padece. Un lugar maravilloso para vivir y trabajar que sin embargo arroja las cifras de desempleo más brutales de toda la UE.

Cuando en los años 80 se procedió al desmantelamiento del sector industrial de Asturias, Galicia, Euskadi o Cádiz para que no trastocará la privilegiada posición industrial de los países centrales de la UE se condenó a toda su población. No se le dio más alternativa que una violencia policial, bien conocida porque era la que 40 años de franquismo había empleado. Y ahora cuando tratan de apretar aún más las clavijas a los trabajadores de la industria del metal para seguir engordando los buches de accionistas y aristócratas metidos a empresarios es necesaria, vital y último recurso una movilización obrera, como las de antes con estopa y barricadas.

Lo han hecho encontrando la solidaridad de toda la población gaditana, del resto de la clase obrera, que ya no sólo es que sepan que el sector del metal es básico para el devenir económico de la provincia. Es que además, comprenden que en su lucha van la de todos y que sólo será con activación y unión como se consiga equilibrar una balanza en la que el peso y el dolor de los desposeídos no alcanza a nivelar la avaricia y fascismo de los privilegiados.

Han ardido contenedores y neumáticos y pareciera como si esas imágenes fueran suficientes para desacreditar la dignidad de la lucha obrera y de quienes están luchando y activando todos los conflictos laborales a lo largo del estado en un momento, en el que el coste de la vida se encarece aún más, los salarios se congelan más rápido que el invierno y en definitiva, el futuro viene atrapado en dolor, precariedad y un sentimiento de absoluta indefensión.

De primero de huelga es decir que cuando las barricadas se ponen dentro de una ciudad, en una avenida o un cruce es para que la policía no tenga tan fácil cargar. Difieren de cuando se levantan en las afueras, en las entradas de las ciudades y polígonos de producción, que ahí si cumplen un cometido de pura lucha laboral: parar la producción y que se note la necesidad de la mano de obra en el ciclo productivo-económico. El hecho de que las barricadas dentro de la ciudad de Cádiz aparecieran cuando llegaron los bastardos y la tanqueta reflejan este punto.

"El gobierno más progresista de la Historia" está pagando en sus carnes una década de crisis económica, recortes y desposesión de las clases trabajadoras. Le está afectando el lamentable estado en el que Rajoy y el austercidio han dejado el país. Y la pandemia ha apretado las clavijas justo donde más recortaron los corruptos: en los servicios sociales, la sanidad, la educación públicas y en las pensiones.

Si a todo esto le sumas una crisis energética que continua porque Occidente ya ha quemado todo el combustible que podía quemar, los ánimos y ganas hierven al contrario que el ambiente al que llega el invierno.

Son los trabajadores los que estamos sufriendo una pérdida terrible del poder adquisitivo, y una precarización de las relaciones laborales que nos pone en puertas de la esclavitud pura y dura.

Y es que cuando se saltan tus derechos de trabajador para obtener más beneficios, se llama "negocio", pero cuando peleas por lo que te pertenece según la Constitución y las normas internacionales, se llama "violencia". Y no hay más violencia que la que se ejerce contra las familias trabajadoras que no llegan a fin de mes, que no pueden calentar su hogar, donde tienen que estudiar a la luz de las velas, donde no pueden alimentar ni vestir a sus hijos.

Porque una consecuencia de la COVID-19, quizás la consecuencia social y política más significativa, es que la pandemia ha demostrado que las clases sociales existen. Siguen existiendo y pertenecer a una u a otra determina las posibilidades de supervivencia de los individuos, lo que es una deflagración en los cimientos de igualdad de la democracia. Y esto que parecía olvidado, otra victoria más de los privilegiados y el neoliberalismo, se ha desmoronado este último año y medio largo. Tras la pandemía, el confinamiento y la desescalada, con todo lo que ha pasado, las clases trabajadoras que indistintamente a su procedencia, sector o edad, vuelven a comprender que es con lucha y resistencia, con lo que prevalece la verdad y se consigue el avance.

Por qué, ¿qué han pedido los trabajadores del sector del metal en Cádiz?

Pues salarios dignos con subidas sólidas para sobrevivir al aumento del coste de la vida. Negociación de un convenio justo y respetuoso. Contratos estables. Que se acabe la precariedad. Que acaben ya con las infinitas subcontratas. Futuro para su empleo, sus trabajos y para su tierra.

¿Y qué han recibido?

Pues de entrada la solidaridad de toda la clase obrera, en especial del personal sanitario, pensionistas y estudiantes. Y palos. Muchos palos. Hostias de quienes detentan la violencia institucional. Una tanqueta para reprimir que puso en peligro a toda la población que se cruzo con ella. Un atropello más de ese bulldozer en el seno del gobierno que es Marlaska que hace ya mucho, desde el primer segundo, que esta okupando un ministerio para el que no tiene ninguna autoridad moral. Encima y para kolmo el personaje es el cunero, diputado por Cádiz.

Por supuesto, y en algo a lo que ya estamos acostumbrados, también recibieron el desprecio y manipulación de los medios de comunicación manipulación de masas, en manos de las oligarquías patrias. Pero podemos decir que por una vez, y que sea la primera del resto de todas ellas, la solidaridad y comprensión de la ciudadanía se ha hecho notar

Y por último, recibieron la preocupación del gobierno para empleando la punta de lanza de la desposesión laboral, los sindicatos oficiales, conseguir un tibio acuerdo que pusiera fin a la huelga y que está siendo sistemáticamente rechazado en las asambleas de los trabajadores. Incluidas aquellas desarrolladas en centros de trabajo donde se ha asegurado (en teoría) el empleo, pero donde rechazan la continua precarización y ejercitan la solidaridad para con sus compañeros de subcontratas y otros centros.

Se aplique o no el acuerdo y se vuelva o no en un tiempo medio a las protestas y paros, recordad que como veis, las huelgas funcionan. Su éxito es tan seguro como también lo es el silencio de los que mandan y no quieren que nada cambie.

La violencia policial no es nueva en este país. Y no va a acabar tras esta semana en Cádiz. Todos nos hemos llevado palos, yo mismo, por defender los derechos de todos, la dignidad de la clase trabajadora y un futuro para este país.

Hoy se manifiestan esos cuerpos de inseguridad del estado, ACAB, arropados por la extrema derecha y la derecha extrema en su estrategia de crispación total para defender la pervivencia de ese atentado a la democracia que es la Ley Mordaza. Que no puede ser que grabemos a los policías, no vaya a verse que son unos violentos homicidas; un perro rabioso y sarnoso al servicio de los poderosos; hogar del machismo, el racismo, la xenofobia y el odio de clase que este país destila y no es poco. Sus arrebatos y la escasez y la imbecilidad de sus argumentos más que justificarse y convencer en la conveniencia de la Ley Mordaza, hacen más fundamental aún la necesidad de derogarla y cubrir de mierda a los fascistas que la pusieron en marcha. No buscan garantizar la seguridad de la ciudadanía, sino más bien la impunidad de los perros rabiosos.

Qué hay más dignidad en cualquier acto en la que los trabajadores luchan por tener mejores condiciones, que en cualquiera de las fuerzas de opresión del estado es una verdad irrefutable.

La inestabilidad social es un hecho ya. Eso no quiere decir que se avecine un cambio de color en el gobierno porque realmente -quizás peque de optimista- se me hace muy difícil que la extrema derecha sea capaz de conseguir una mayoría parlamentaria suficiente con esta deriva al fascismo y el retroceso que llevan. Necesitarán pactos y nadie puede pactar con ellos.

Por ello me parece lamentable que el gobierno de izquierdas aplique la brocha gorda contra los trabajadores de Cádiz que no dejan de ser sus bases electorales (tanto para el PSOE como para Unidas Podemos). Las calles se tienen que caldear y ocupar para recuperarlas primero y después para poner sobre la palestra los verdaderos problemas que tiene este país, la imperiosa necesidad de solucionarlos y que se haga a través del respeto y la dignidad a la clase trabajadora.

Estamos ante un cambio de época y quizás al igual que con el gobierno de Zapatero, sea con otro gobierno de "izquierdas", esas bases de izquierdas, esa clase trabajadora, sin artificios, subdivisiones ni maniqueísmos, vuelvan a tomar las calles y reivindicar sus derechos, empezando por el más elemental: el derecho a un futuro. Y este se conseguirá en base a resistencia y lucha; no a batucadas, ni concentraciones molonas posmodernas que sólo sirven para quedar a tomar unas cañas. Quizás hayamos ya aprendido la lección de que las herramientas las tenemos desde hace mucho tiempo, y más que inventar nuevas (partidos, discursos o ideologías) de lo que se trata es de coger y apoderarse de las que ya teníamos y emplearlas en mejorar las condiciones de vida y futuro de la gente.

Un futuro que empieza por la reivindicación de un trabajo digno y seguro y que tiene que abrir la puerta a todas las mejoras que necesitamos como sociedad.

En frente ya sabemos quienes están. Que no encuentren ni la más mínima colaboración de las bases obreras.


miércoles, 3 de noviembre de 2021

El recurrente botellón

 


Una de las señas que nos está dejando la “nueva normalidad” es el botellón. Macrofiestas y aglomeraciones tumultuosas de jóvenes -y no tan jóvenes- que organizan quedadas en espacios públicos en los que el alcohol es el aglutinante de un lienzo en el que se plasma diversión, ruido, coqueteos con otras sustancias, molestias, disturbios, violaciones y situaciones de riesgo.

La pandemía no ha terminado pero estamos inmersos en un contexto en el que nos han exigido convivir con el virus para no lastrar más las pérdidas del capital. El riesgo de contagio sigue siendo alto y pese al éxito de la vacunación y el abnegado trabajo de los servicios de salud, una transmisión vírica sin controlar puede ocasionar un tremendo trastorno que se lleve vidas por delante. No lo olvidemos.

Pero la relajación de las restricciones, el verano, las “no” fiestas y fenómenos similares que han venido adheridos a la excepcional situación que llevamos viviendo año y medio no han provocado un fenómeno nuevo y que no conozcamos. No. El botellón lleva mucho tiempo instalado en nuestras sociedades. En las mentes de adolescentes que ven como sus condiciones de vida y futuro se han ido lastrando en lo que va de siglo. Que no tienen alternativas de ocio salvo la de deambular por bares y discotecas abrazados a un vaso de tubo. Que se han acercado a la primera madurez habiendo pasado meses encerrados, perdiendo oportunidades. Y al mismo tiempo, recibiendo muy mala información sobre las consecuencias de la COVID y su supuesta levedad para con ellos.

Pero no quiero descargar de responsabilidad a la juventud. Si con lo que ha sucedido, con decenas de miles de fallecidos -seguro que algunos conocidos- no eres capaz de ver el peligro y muestras esta inmadurez, esta carencia de empatía y solidaridad tienes un problema. Porque si eres mayor para beber también debes de serlo para reconocer en que contexto estás y que tus acciones, aunque no lo parezcan, tienen consecuencias. Y algunas pueden ser irremediables.

Y no me vale eso tan manido, ese buen rollismo mediocre, paternalista y ex culpador, de "¿qué hacías tu de joven? Como si no hubieras bebido y hecho el gamberro". Por supuesto que lo hice, pero lo siento, si fue en una época más amable o mejor. No teníamos como sociedad y como juventud, el marrón que tenemos hoy en día para que el plan de finde sea cogerse una cogorza. De hecho ese nunca fue mi plan y el de mis amigos (no discuto que pudiera ser el de alguien incluso el de una mayoría). Por lo tanto, no comulgo con que esta vaya a ser la actitud y una plaga irremediable contra la que no vale rebelarse o luchar. Porque si algo, lo único, que he aprendido de aquellas noches, es de su inutilidad; de que no merece la pena. Pensaba (quizás el problema este ahí en esa ilusión) que las nuevas generaciones “las más preparadas de la historia” serían capaces de darse cuenta de esto, de huir, de auto-organizarse para no cometer los mismos errores y ser capaces así de dominar su destino y cambiar las cosas.

 

Yo he hecho botellones en mi vida. Al principio, recién inaugurada la mayoría de edad, nos íbamos a un parque aislado. Era el calentamiento a un concierto o a acudir a algún pub chulo de aquella Salamanca. Donde no molestásemos. Sin coche, sin ninguna luz salvo la de una triste farola. Noches de invierno cerca del río. Paseos a la gasolinera de la Avenida de la Paz a comprar el hielo y unas pastillas para la barbacoa para hacer un pequeño fuego en un bidón que encontramos. Un par de botellas para cinco o seis y ya calientes ir a algún bareto de Varillas previo paso de los contenedores de basura. Más tarde, conocimos a unas chicas universitarias que vivían en pisos de estudiantes. Lugar perfecto para hacer botellón calentitos. Bebíamos huyendo de la policía, de los vecinos, de los viandantes, de otros grupos de jóvenes bebiendo, de las aglomeraciones y de los precios abusivos y el garrafón.

Porque el botellòn no es un fenómeno nuevo. No es una consecuencia de la pandemia, ni siquiera del estado de las cosas en este país de empleo escaso y precario, vivienda inasumible y futuro oscuro. El botellón lleva prohibido por ley desde 2002. Ya entonces era un problema de orden social el que la gente libremente se reuniera en el espacio público y decidiera hacer lo que quisiera hacer sin pasar por los bares.

La ocupación del espacio público por parte de los jóvenes resulta un reto para unas administraciones que siguiendo un mantra liberal quieren comercializar, sacar hasta el último euro, de las calles. Me resulta curioso y escandaloso que mientras se ha deshumanizado la ciudad, llenándose de terrazas, los mismos que han permitido esto (y cobrado por ello), se escandalicen porque un sábado por la noche haya gente que se reúna a empinar el codo. Cuando no sólo no han provisto una alternativa de ocio, sino que además han animado a que la gente consuma.

Ahora se ha puesto en la picota el fenómeno del botellón para explicar puntuales aumento de contagios de la covid, como si sólo fueran los jóvenes que salen de noche los que pudieran transmitirla o como si haber lanzando llamamientos al turismo de borrachera para los extranjeros dejando excluidos a los locales, fuera inocuo.

Los medios y las policías locales han recogido el guante y crispado a la sociedad al tema con sus videos de móvil de disturbios y los recuentos de robos y altercados. Todo ello sin profundizar en las causas y mucho menos en valorar y avanzar posibles soluciones. Porque el objetivo no es ese. El objetivo es caldear un miedo colectivo que lleve a la sociedad a implorar medidas coercitivas, el reforzamiento de las estructuras policiales y la puesta en marcha de legislaciones aún más restrictivas en cuanto a derechos y libertades.

El principal problema es por qué el único catalizador social de la juventud es el alcohol. ¿Por qué los jóvenes no pueden reunirse y generar ocio desde si mismos a través de la cultura, el deporte o la activación política, laboral y estudiantil? ¿Por qué el consumo de alcohol, reglado en una barra de bar o a través de la compra en un 24horas, es la única alternativa que la juventud tiene? ¿Es acaso la válvula de escape a un futuro tenebroso donde la precariedad, la inestabilidad laboral, personal y afectiva y la indefinición continua les espera? ¿Por qué necesitamos el alcohol para relacionarnos?. Para conocer gente, especialmente del sexo opuesto. Lo necesitamos para follar y para tener pareja. Para divertirnos y reír las gracias a los amigos y allegados. Seguro también para olvidar la mierda de mundo que nos han dejado las generaciones previas. ¿Por qué hemos permitido que el alcohol sea la gasolina de todas las fiestas?. Religiosas o paganas. Patronales o universitarias. Personales o multitudinarias.

Lo único bueno que tiene el botellón es que, antes y después, discute el uso capitalista del espacio público. Y pone en la palestra los problemas comunicativos y de expectativa que tiene una juventud que no puede pagarse una entrada en una discoteca “para conocer gente”, y mucho menos la de un piso. Porque no sólo son derechos a una vida digna, un futuro optimista con garantías laborales y de bienestar gracias a unos servicios públicos. Es también el derecho a poder socializar al que se contrapone un miedo histórico a la masa social, heredado desde el siglo XIX cuando las clases altas veían con estrés y pánico la revolución que podía surgir de una confluencia masiva de gentes heterogéneas que comprendían allí que compartían los mismos problemas.

El fantasma de la aglomeración es también el de no pasar por caja. Y en un ciclo que se repite también lo hacen los argumentos en contra (disturbios, molestias, ruidos, basuras) de un botellón que con su simpleza cumple a la perfección en su mensaje de deshumanización. De convertirlo en un problema lo que sobretodo es la respuesta de un colectivo (la juventud) frente a la desposesión del espacio público y del ocio que se han convertido en réditos del capital.

Al final, el botellón aparece cíclicamente en nuestras vidas. Mejor dicho. Aparece en los medios cada cierto tiempo con una clara finalidad de instaurar un pánico social que haga aceptar más controles, mordazas y gastos extra en seguridad. Siempre hay quien hace de altavoz a esta patronal chusquera de la noche, lobby cutre y rapaz que se ha erigido en vanguardia de la empresa españistaní. Eso explica muchas cosas. Luego vienen los pobres vecinos que les toca aguantar las noches de insomnio y las mañanas de asombro por ver cómo ha quedado su parque y su barrio. Y por último, los lamentos y bravuconadas de polituchos que no han tenido problemas en echar a la calle a las gentes al grito de consumo y alcohol, y ahora se escandalizan cuando la propuesta les hace boomerang.

Y en lo que tampoco cambia es que el botellón es un coñazo irremediable. Y he vivido y bebido bastantes de ellos para saberlo perfectamente.

 

 

martes, 19 de octubre de 2021

Tras 10 años del final de ETA

 

Momento de la "Declaración del 18 de octubre", que leyóo en euskera Arkaitz Rodríguez y en castellano Arnaldo Otegi

En estos días se cumplen 10 años del anuncio del cese de la lucha armada por parte de la banda terrorista ETA. Aunque no lo parezca, aunque hayan pasado estos años sin avances, ni acercamientos públicos que garantizaran un estadio donde la paz y el progreso de la sociedad vasca y española fuera conseguida, como paso previo a unas relaciones normales en las que los objetivos políticos se consiguieran, el tiempo ha pasado y la sociedad vasca ha cambiado.

El pasado lunes 18 de octubre Arnaldo Otegui daba un paso más en la normalización y pacificación en Euskadi con una declaración en la que en nombre de la izquierda abertzale declaraba la sinrazón de tanta violencia y pedía perdón por los cientos de atentados, muertos y miles de heridos. Sin negar las resistencias internas, que seguro las hay, el paso dado por Bildu es decisivo. Es honestidad brutal y altura de miras en el contexto político y social actual. Y sin duda, la Historia juzgará a quienes han puesto escaleras y ascensores para alcanzar la paz y a quienes se han dedicado a echarlos abajo o no hacer nada, por cálculos partidistas y ambiciones personales.

El tiempo transcurrido desde el anuncio del cese de la actividad armada de ETA y el perdón y arrepentimiento expresado por Otegui no es casual. Es con distancia temporal, alejados de la inmediatez de un dolor, del cortoplacismo de batallas electorales y recostada sobre el día a día de la sociedad vasca como se puede elaborar un camino que cicatrice heridas que siempre sangrarán. Ha sido la única manera, no ya de construir el relato histórico fidedigno, veraz y académico que cuente para no olvidar lo que sucedió durante los últimos 60 años en Euskadi y en España (y en Francia). Sino de avanzar en el entendimiento entre distintos y el tejido de una sociedad y una política en la que quepan todos los que quieren el bienestar de las gentes vascas.

Eso sí, esperen sentados a escuchar el perdón y arrepentimiento de quienes utilizan el terrorismo como arma política para derrotar electoralmente al adversario despreciando la altura de miras política y el sentido de estado. Esperen sentados a escuchar el perdón y el arrepentimiento de quienes usaron todos los recursos del estado, incluso los ilegales e inmorales, para derrotar a los terroristas en su territorio, tirando por la borda toda la legitimidad democrática y del estado de derecho.

Solo en un estado con unas taras democráticas tan severas como el español es posible que la efeméride haya pasado sin trascendencia. Solo unos tibios programas en la televisión pública donde no se dio voz a la izquierda abertzale ni al nacionalismo vasco. Pocos artículos en prensa escrita, bastante más en la digital de izquierdas, y un silencio colosal para hablar sobre el dolor que causa hoy en día acciones como la negativa a acercar los presos etarras (una práctica abominable ahora que ya no existe la amenaza terrorista), la doctrina Parot (revertida en dos ocasiones por los tribunales europeos), la violencia institucional hacia lo abertzale que sigue vigente en Euskadi (pregúntese por Alsasua), sobre qué pasó en la lucha contraterrorista y paramilitar orquestada por el PSOE del señor X y por qué no hubo un diálogo en tiempos del inane de Rajoy para construir una relación sana.

La honestidad de Otegui y la izquierda abertzale contrasta con el silencio del PP. Por supuesto que a ETA se la ha derrotado con acción judicial, política y resistencia de la sociedad vasca, en especial del colectivo de víctimas. Pero sólo con eso sería imposible construir un futuro para Euskadi porque dejaría fuera a buena parte de la sociedad. Del mismo modo que los objetivos políticos de la acción terrorista hubiera derrotado el estado de derecho. No hay futuro, ni convivencia si no se respeta y escucha a las partes. Por eso es necesario, vital, plantear escenarios que teatralicen la paz y la hagan tangible para las sociedades vasca y española. Es lo mínimo a pedir a alguien que estaba o aspira a estar en gobiernos. A la extremísima derecha, nada se le puede pedir.

El diálogo y la intermediación han sido y son fundamentales. Seducir a la izquierda abertzale para que reniengue de la violencia y participe activamente en la política vasca -y nacional- fue la clave de bóveda para ir desmontando el convencimiento de la acción terrorista. Por eso, tener a Bildu haciendo política en ayuntamientos, en el parlamento vasco, en el Congreso o en los medios, escuece tanto a las cutres derechas patrias de rancio y atrasado centralismo. No sólo es la voz de los vascos. Es la voz de las clases trabajadoras.

El ruido y la furia de una extrema derecha exacerbada, anacrónica, ruin, miserable y antipatriótica denota, no sólo las severas minusvalías mentales de estos mequetrefes, sino que muestra cuán importante ha sido para sustentar el relato del tardo franquismo españistaní, la actividad de una banda terrorista que mataba y extorsionaba para conseguir sus objetivos; por el simple hecho de pensar distinto.

Queda un largo camino para cicatrizar a la sociedad vasca, y en buena parte, aún queda trabajo por la desidia de años de una derecha nacional que no sabe vivir sin, no tiene argumentario político, sino es agitando el miedo al distinto, aunque ese otro sea un compatriota. Sin terrorismo y sin manosear a las víctimas poco queda en el código del “extremo centro. Y eso explica una inacción política que ha supuesto incertidumbre, más dolor y el anquilosamiento de ciertas tendencias, a un lado y a otro, que abogan por no cerrar el conflicto.

Poner sobre la mesa cómo se pasó de una legítima disidencia antifranquista en Euskadi a la brutalidad del terrorismo, cómo se desarrolló el despliegue de la respuesta ilegal del Estado desde el Batallón Vasco-Español franquista a los GAL en los gobiernos de Felipe González o quiénes son los culpables desconocidos y cuáles los errores en las investigaciones policiales y judiciales de los atentados, que los hubo, es el camino que nos queda. Todo es memoria y toda memoria es positiva para conocernos, madurar como sociedad y no repetir un pasado tan cruel, superado, no obstante, por el de la represión franquista, que también espera su lo siento.

La izquierda abertzale ha asumido la inutilidad del terrorismo. Es una victoria de la democracia y también, claro está, de PP y sobretodo de un PSOE que en tiempos de Zapatero, pagó un alto precio por avanzar en la senda de la paz. El arrepentimiento expresado en las palabras de Otegui deja sin argumentos y quien solo sabe atizar el odio para vivir de la política. Sólo estos cafres malvados y sanguijuelas del dolor ajeno pueden tratar de pisotear estos avances para seguir enquistando las heridas. Como sociedad que apuesta por el futuro, la paz y la convivencia, pensemos o no en la autodeterminación de los pueblos, nos tienen que tener en frente. A toda la sociedad.

 

lunes, 13 de septiembre de 2021

The Beautiful People, Marilyn Manson


 

The Beautiful People fue el segundo sencillo extraído de Antichrist superstar segundo álbum de estudio de Marilyn Manson en el año 1996. En aquel momento el estreno de la canción del artista americano era todo un acontecimiento en el star system de la música, convirtiéndolo en un fenómeno global más allá de los tradicionalmente más cerrados círculos del metal.

Ese estreno se hizo a través de la MTV cuando todavía era un canal de música y lo hizo con un video polémico en el que Marilyn Manson interpretaba la canción y era representado como un tiránico dictador, despótico y caprichoso, capaz de hacer su voluntad realidad. Un degenerado grotesco, sucio y malvado cuyos deseos eran órdenes, básicamente porque tenía el dinero para hacerlo, modulando la voluntad de hombres y mujeres a su conveniencia.

Y es que toda la letra del tema es una sátira contra el sistema de valores capitalista donde la Beautiful people es la “gente bella”, la élite sobre la élite. Aristocracia y alta burguesía que decide la suerte en la vida de los que están por debajo y donde sus apetencias y apetitos tienen que ser suministrados y satisfechos sin demora aunque ocasionen violencia, dolor y podredumbre a su alrededor.

El metal industrial que desarrollaba Marilyn Manson en su primera época entraba sin medidas gracias a un sonido potente de distorsión y ritmos frenéticos heredados del trash alternativo americano de los 80. El hilo que unía Ministry con los nuevos (para la época) grupos de Ñu metal (o rap-metal) pasaban inexorablemente por la figura de Marilyn Manson.

Y es que desde Estados Unidos y a través de la MTV nos entraba casi un sinfín de bandas a finales de siglo XX y principios del XXI cuya trascendencia por lo general, se ha quedado el algún disco notable, bastantes hits poderosos, andaduras plagadas de alti bajos y la posibilidad de que los heavys pudiéramos ponernos un chándal.

Todos aquellos grupos irrumpían con contratos poderosos y la difusión masiva que la televisión proporcionaba. La música y actitudes estaban claras y eran reconocibles, y por lo general, fueron dejando algunas letras en las que se venía a criticar la política y sociedad estadounidense y su sistema de valores.

Siguiendo ese patrón la interpretación de la canción de Manson no hacía prisioneros (no hace puesto que sigue siendo tema imprescindible en sus hoy en día escasos conciertos al año). El rasgado de la voz y el juego entre texturas más guturales o melódicas tan característico se pone al servicio de una letra que clama contra el poder o la propia ilusión de poder.

Marilyn Manson en esta canción ataca a aquellos que son (o se creen) poderosos y tienen más derecho que los que ellos consideran inferiores. Le abomina la desigualdad y la violencia ejercida desde arriba. Protesta contra la intolerancia y el racismo, tanto por el color de piel o la raza, sino que simplemente lo que permanece lamentablemente inserto en todas las sociedades del mundo: la segregación, desprecio o distancia que ejercen las personas adineradas y de una clase más alta en contra de los que están por debajo económica y geográficamente. La discriminación social.

La letra y la temática de todo el impulso narrativo de la canción (y por supuesto del video que la acompaña) componen una de las canciones anti-capitalistas de la historia. Y el valor y capacidad de hacerlo desde una estructura pro sistema como puedan ser las grandes discográficas y la televisión (especialmente la tv por cable tan poderosa y unificadora de opinión en Estados Unidos) es un éxito de Marilyn Manson que no se debe desdeñar.

La ironía y el sarcasmo son los continuos recursos lingüísticos que con maestría desarrolla para expresar la denuncia de un mundo degradante y degenerado. La música compuesta orquesta alrededor un ambiente turbio y opresor. Las guitarras descejarran distorsión creando un clima obsesivo y enfermizo en el que se impone un ritmo cardiaco metido a presión con la bateria y el bajo. Con la potencia vocal de Manson se termina de construir un mensaje rotundo anticapitalista y emancipador, en el que también la canción es un alegato feminista en el que denuncia el empleo de la mujer y su cuerpo como el patio de recreo sucio y perverso de los poderosos.

Aunque no podemos obviar el hecho de que Marilyn Manson hoy atesora una de las mayores fortunas hechas en el mundo de la música, sigue cantando y denunciando esa gente bella que vive para denigrar al resto. Para degradar nuestras sociedades.

Con The Beautiful people Marilyn Manson firmó una de las mejores canciones de la historia del heavy metal al tiempo que denunciaba un star system de celebridades, poderosos, ricos y excéntricos que conforman un estamento endogámico que sobrevive parasitando el esfuerzo y la vida de los de abajo.

Con un temazo clásico de los head baggers y un auténtico himno que está a punto de cumplir 25 añazos ya se puede hacer critica y sátira. Denuncia social a todo trapo de cuando éramos más jóvenes y todo, absolutamente todo, más sencillo.

 

viernes, 10 de septiembre de 2021

Día Mundial de Prevención del Suicidio: Acabemos con el tabú y pongamos soluciones


Hoy viernes, 10 de septiembre, es el Día Mundial de Prevención del Suicidio, y para prevenirlo es importante conocer algo que aún es poco tratado y considerado un tema tabú.

En 2016 fallecieron 3.569 personas en España por esta causa (según los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística). Es una cifra que casi duplica los muertos en accidente de tráfico, multiplica por 80 las víctimas de violencia de género, es 13 veces más que los homicidios y la principal causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años.

Al día se quitan la vida unas 10 personas, de los cuales siete son hombres y tres son mujeres en España y el INE calcula que, en lo que llevamos de siglo, en España se han producido casi 60.000 suicidios. Por Comunidades Autónomas, Galicia y Asturias poseen las mayores tasas de suicidio por 100.000 habitantes, mientras que la menor la registra la Comunidad de Madrid, situándose la media estatal en 7,5, según un análisis de la Fundación Salud Mental España para la prevención de los trastornos mentales y el suicidio.

La idea de que donde más se producen los suicidios es en zonas de montaña, donde impera la soledad, en España se ve reflejada en Asturias, que lidera la estadística desde 2011 en cuanto al número de personas que se quitan la vida. Aunque también es preciso contar que hablamos de una región que sufrió (y sigue haciéndolo hoy en día) un proceso de cierre y pérdida de puestos de trabajo colosal, en una mal llamada reconversión, que supuso una terciarización de la economía salvaje. Su consecuencia fue potenciar el alcoholismo, la drogadicción y otras patologías propias de la salud mental.

Ante un problema de tal calibre, todavía no existe un plan de prevención del suicidio a nivel estatal. La Sanidad Pública, antes de la pandemía del Covid-19, no pudo desplegar una estrategia de prevención del suicidio que vendría, fundamentalmente, de articular programas de análisis y diagnóstico en la atención primaria sobre la salud psíquica de las personas, entroncándolo con mecanismos de detección precoz en los servicios sociales ante situaciones de carestía, consumo de sustancias estupefacientes o acoso que podrían derivar a las enfermedades mentales, tales como la depresión o la esquizofrenía, pasos previos al intento de suicidio.

Si en nuestro sistema de Sanidad Pública los recortes y la presión de un modelo neoliberal y de quienes lo sustentan ante la opinión pública han provocado carencias y disfunciones colosales en todos los servicios, un tema como la salud mental, ya tratada como tabú no sólo iba a ser menos, sino que además es deteriorada y depauperada a un ritmo mayor.

Antes, en 2018, en la Comunitat Valenciana se articulo un programa para romper el silencio en torno al suicidio y los problemas mentales, que ha traído buenos resultados. Pero sigue siendo una iniciativa puesta en marcha en una Comunidad sin seguir una estrategia nacional que pudiera facilitar a las familias, los médicos de atención primaria, los trabajadores sociales o las propias personas que están cayendo en la vorágine de plantear quitarse la vida, los recursos, protocolos y herramientas para poder evitar la tentativa de suicidio.

Es fundamental tal y como consideran expertos y afectados que estos planes se desarrollen de manera nacional, generando sinergias entre todas las administraciones y colectivos implicados que garanticen un “abordaje transversal del suicidio”, poniendo énfasis, como no, en la prevención, la detección, el diagnóstico, el tratamiento y la continuidad de cuidados mentales, al tiempo que consideran preciso "sensibilizar sobre la trascendencia" del mismo.

Para ello es básico acabar con los mitos e ideas erróneas sobre el suicidio para facilitar la desestigmatización y culpabilización de la conducta suicida y, con ello, facilitar que las personas con ideas suicidas pidan ayuda.

Lejos de conductas pueriles, arcaicas y retrógradas "Informar no provoca efecto dominó", como algunos se atreven a difamar. Sin embargo, poner la problemática en la mente de la sociedad conseguirá eliminar las barreras que la vergüenza o la estigmación social puedan provocar en las víctimas, haciendo que en vez de retrotraerse, esconderse y pasar en silencio el problema y enfermedad hasta el trágico desenlace, puedan salir y respirar, encontrando en una sociedad concienciada las herramientas para poder sobrepasar estos trances tan duros.

Las ONGs, desde la Crisis-Estafa de 2008, ya han venido recibiendo cada vez más llamadas y solicitudes de ayuda. También de familias que han perdido a un ser querido tras un suicidio. La falta de oportunidades, la frustración a la hora de seguir y conseguir los sueños y planteamientos vitales; la depresión por la situación económica o social. Los problemas de acoso, malos tratos, vejaciones o lesiones en distintos ámbitos. Todas estas causas y otras ya venían cultivando los problemas de salud mental que germinaban en tentativas de suicidio. Y ahora tras la pandemia, con lo que ha sobrevenido en inestabilidad laboral, vital, fallecimientos de familiares y seres queridos o aislamientos se han exponenciado aún más.

Este aumento bien podría deberse a que el velo de silencio que cubría el suicidio se va disipando. A que la gente va perdiendo el miedo al rechazo y hable más de sus problemas mentales buscando en sus familias, en las asociaciones y en el sistema sanitario oportunidades para remediarlo. Si bien es cierto que se ha avanzado en este sentido, también lo es que los problemas económicos, laborales, sociales y sentimentales han crecido en número y gravedad la última década. Más personas están en el umbral de caer en la depresión y desarrollar tendencias suicidas. Nos puede pasar a cualquiera.

En este punto es importante también citar los recursos que han de ponerse en las familias cuando un ser querido comete una tentativa de suicidio y sobretodo en caso de que desgraciadamente la tentativa haya tenido éxito. Se hace básico la concienciación, sobretodo fuera de sensacionalismos. La normalización de un problema grave que no debe esconderse bajo la alfombra y que tenemos que poner entre todos, como sociedad herramientas y recursos que ayuden a las familias a superar este durísimo trance. A hacer el dolor en algo soportable impidiendo que el suicidio se convierte en una oportunidad recurrente.

Los medios de comunicación tienen, como casi con todo hoy en día, una responsabilidad para paliar este asunto. Informar de manera responsable y adecuada, huyendo del sensacionalismo y del morbo, va a ayudar a prevenirlo. Hacerlo además, sin describir explícitamente métodos, evitando detalles, imágenes o notas suicidas harían poner el énfasis no en el propio suicidio, sino en las causas que han llevado a él, y que son el punto donde se puede trabajar para prevenirlo.

El suicidio está considerado como uno de los mayores problemas de salud pública a nivel mundial desde mediados del siglo XX. La Organización Mundial de Salud, cifró en 2014 en más de 800.000 las personas que mueren cada año por suicidio en el mundo. Esto supone que hay una tasa de mortalidad global de 16 por 100.000, o una muerte cada 40 segundos. Además de que existen indicios de que por cada adulto que se quitó la vida, posiblemente más de otros 20 lo intentaron, según el organismo, que recomienda a las autoridades sanitarias y a los países a dar prioridad alta a la prevención del suicidio, que afecta a países tanto ricos como pobres. Pero la mayoría, el 79%, de todos los suicidios se producen en países de ingresos bajos y medianos.

La organización señala que los factores que más se repiten son: las enfermedades mentales, principalmente la depresión, el abuso de sustancias, en especial el alcohol, la violencia, las sensaciones de pérdida y otros de carácter cultural y social.

Cualquier dificultad o giro drástico de nuestra vida puede ponernos en un camino, que aunque no lo pensemos, puede terminar en un intento de suicidio. La salud mental debe ser la norma y la enfermedad una anomalía a corregir con la ciencia y el progreso. Por eso, la generalización de las patologías mentales evidencia que la sociedad donde vivimos es profundamente inútil y se encuentra en un estado de putrefacción avanzado. El fin de toda sociedad es servir al ser humano, y cuando las miserias de ésta son tan contaminantes que la enfermedad mental se generaliza, resulta palmario hasta qué punto se halla torcida.

Deshumanización, presiones superlativas para que produzcamos más allá de nuestros límites, desigualdad, concepción del individuo como valioso en la medida que pueda producir, negación de las identidades para la convergencia artificial en un modelo único de personalidad impuesto desde arriba, fomento de un modelo vital donde el sujeto está hueco y precisa llenar ese vacío con las miradas de aprobación de los demás o atrofiarse con comida-sexo-drogas (en especial la proliferación de los antidepresivos que ya en Estados Unidos han devenido en una adicción nacional)…

Hace menos de un mes terminaban unos Juegos Olímpicos en los que, gracias a la fortaleza para expresar su debilidad, de mujeres deportistas como Naomi Osaka o Simon Biles, han puesto sobre la mesa el problema de la salud mental, especialmente en el ámbito deportivo. Y aunque pasado este mes pareciera como si los diarios deportivos y los que no lo son, quisieran olvidarse, y que lo hagamos con ellos, de este grave problema, la realidad es que como sociedad tenemos que exigir mecanismos que garanticen una buena salud mental generalizada.

Para ello es en la Sanidad Pública y en los servicios sociales en donde vamos a encontrar los mecanismos necesarios para prevenir el suicidio y los problemas que puedan provocar un intento. La defensa de estos sistemas que garantizan la igualdad de derechos y el bienestar colectivo es si cabe, cada vez más importante y necesaria. Nos va la vida en ello.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...