Imagen de la manifestación convocada el pasado domingo 21 de enero de 2024.
Hace
un año y medio ya escribí sobre la Región Leonesa y la
necesidad y conveniencia de que se constituyera en la décimo-octava
autonomía para dar algo de dignidad, futuro e identidad a las tres
provincias del Oeste castellano-leones. Pues bien, hoy, con la legislatura ya funcionando y con la agenda de oposición mediática
de la derecha fascista y ultraliberal puesta en marcha se han
reactivado las cuestiones que discriminan a estos territorios. Por lo
tanto, me he animado a juntar unas letras en un hipotético paso más
allá: el de una propuesta de independencia y nacionalismo leonés
que crearán una nueva nación-estado en la península Ibérica.
A
estas propuestas reivindicativas que estos días han sido noticia,
mediática en sus lugares, apenas un breve a nivel nacional, se suman
las élites políticas y económicas de los territorios, como en el caso de Salamanca con su alcalde y su cueva de ladrones del PP. Por
supuesto, lo hacen ahora para hacer ruido y oposición, cuando ha
quedado claro que no van a tener en su poder los artefactos del
gobierno central. No olvidamos que buena parte de los desvarios y
despropósitos que sufrimos vienen por sus administraciones
corruptas, inmorales e inútiles. A los que, ya seamos
organizaciones, colectivos o personas individuales, nos encontramos
desde hace muchos lustros reclamando oportunidades para estas tierras
nos congratula poder sumar a las élites políticas y económicas de
los terruños a las mismas, y sólo pedimos que respeten la identidad
propia de estas reivindicaciones, que no las instrumentalicen
burdamente por intereses particulares, y sobretodo, que si son
coherentes se queden aquí cuando en la rueda turnista del
poder representativo de las democracias liberales les toque gestionar
lo de todos.
Pasado
el mega-ciclo electoral de 2023, se han vuelto a animar los
movimientos y plataformas de defensa y denuncia, las manifestaciones
o propuestas en pro de la sanidad y la educación públicas,
que sufren la desigualdad inherente del estado centralista
españistaní, y la horrenda gestión autonómica del PP, ahora con
los neofascistas. Pero fundamentalmente está resonando la
reclamación por la restitución, cuando no creación directamente,
de un servicio ferroviario digno para Salamanca, y también
para todas las provincias del Oeste peninsular, vertebradas por aquel
invento de la Ruta de la Plata.
Salamanca
fue la primera ciudad y provincia de Castilla y León que
perdió sus conexiones ferroviarias que no tuvieran destino a Madrid.
Durante un tiempo incluso fue imposible ir en tren a Valladolid. Pero
lo más importante es que perdió las conexiones a Norte y Sur con
las provincias limítrofes. Para colmo, nunca estuvo sobre el papel
la salida al Oeste hacia Oporto en un tren que por su sólo
planteamiento salta a la vista ya sería rentable. Sin embargo, la
falta de rentabilidad fue la excusa para que hace ya muchos años se
eliminasen las líneas provinciales que conectaban la raya y las
comarcas con la capital provincial. Hoy son vestigios de un pasado
que ya no volvera, y las infraestructuras como el espectacular tren
minero de las Arribes y la Fregeneda, o la línea Alba de
Tormes-Salamanca son meras atracciones turísticas (El Tren del
Hierro en el caso del primero, una vía-verde en el segundo).
De
este modo Salamanca se sumó a otro buen número de ciudades y
provincias maltratadas en la construcción del sistema ferroviario
nacional como Cáceres y Badajoz, Asturias en sus comunicaciones
con la Meseta, la región "Mudéjar" (Sur de Zaragoza, Teruel, Soria,
Guadalajara, Cuenca e interior de las provincias de Castellón o
Valencia).Y es que en España, tenemos un problema muy serio cuando
con el dinero de todos se construyen y mantienen infraestructuras que
solo sirven para que los habitantes de la capital central se muevan
por el país a su antojo y el resto tengamos que jodernos, y o pasar
por allí, o funcionar con el vehículo privado. Y no olvidemos que
no hace tantos años, en realidad a penas unos viente, que las
comunicaciones viales por carretera mejoraron en muchas de estas
provincias, y en Salamanca en particular, al llegar la construcción
de autovías (otras ciudades todavía no han tenido esa suerte).
Por
lo tanto, no hay nadie con dos dedos de frente que sepa leer y contar
que pueda defender mínimamente el estado actual de las cosas a menos
que tenga intereses pecuniarios en la cuestión. “Tenemos”
un país a dos, o más velocidades, con regiones (y sus
poblaciones en muy diversas y desiguales escalas de oportunidades y
aprovechamientos) acaparando todo el poder económico y el dinamismo
social. Y en cambio, quedan otras, depauperadas, empobreciéndose,
quedando como destinos turísticos pintorescos o de fiesta barata,
cuya principal materia de exportación es el talento de sus jóvenes.
Solo
con echar un vistazo a las estadísticas demográficas y económicas
comparativas entre provincias y regiones para constatar empíricamente
lo que está sucediendo y la necesidad y justicia de los
planteamientos que reclaman estas infraestructuras.

Por
poner en antecedentes las reclamaciones que desde Salamanca se están
haciendo van desde la restitución del cuarto y quinto tren diario a Madrid
(suprimidos con la excusa de la Covid-19) y mejora de la puntualidad de estos
servicios. La re-apertura de la Vía de la Plata, es decir, el
tren Gijón-Sevilla que de Norte a Sur recorría la zona Oeste del
país, en una reclamación a la que se han sumado todas las
provincias que han visto perdida esta conexión. También, y gracias
en buena medida al impulso puesto por Portugal y por la UE de la
creación de un tren entre Oporto y Salamanca (con extensión hacia
Madrid). Y por último, también debido al interés del gobierno
portugués y de la Comisión Europea de la puesta en marcha del
Corredor Atlántico una infraestructura que busca generar un
dinamismo comercial e industrial en el Sur del continente que
equilibre el peso del eje del Mar del Norte, y que al igual que el
Corredor Mediterráneo tienen que ponerse en marcha sin tener
que pasar por el agujero negro del estado españistaní: Madrid.
El
caso es que llegados a este punto yo me he puesto a reflexionar y a
volver a calibrar sobre la idea de un movimiento nacionalista,
instrumentalizado en forma de partido político, es decir, de fuerza
electoral, sin marcar una agenda de izquierdas o de derechas.
Este ejercicio de política ficción era una conversación habitual en mis tiempos de bachiller cuando con otras personas lúcidas y atentas nos conformábamos nuestra manera de pensar y observar el mundo. Quizás influenciados por el ejemplo de la burguesía catalana consiguiendo beneficios del gobierno central del mequetrefe de Aznar y su banda de ladrones y secuaces. Pero ahora también lo ha motivado
la bastante desencantadora gestión del nuevo ministro de
transportes, el ex alcalde de Valladolid, Óscar Puente. De momento
mucho más centrado en su papel de azote de la oposición y de
tuitero mayor del gobierno, Puente ha minusvalorado la
trascendencia de las manifestaciones y reclamaciones expresadas,
incluso teniendo en cuenta que sus compañeros de partido dentro del
PSOE de Castilla y León las están respaldando.
Entre
zasca y zasca le ha dado tiempo a anunciar una nueva
mega inversión para ampliar el aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo
Suárez con una infraestructura que corresponde más a los intereses
de las élites financieras y constructoras, de aquí y de más lejos,
que a las necesidades de transporte.
Otra
inversión que se cuenta por cientos de miles de millones para la
capital cuando con "apenas" unos 400 millones las infraestructuras
demandas por el Oeste del estado español se podrían poner en
marcha. No sé qué indigna, cuando no encabrona más: El seguir
perdurando un modelo de estado centralista que deconstruye España y
que, por cierto, ha ido fatal para las propias aspiraciones del PSOE
y de la izquierda; el que se siga apostando por un modelo de
transporte absolutamente fallido, sobredimensionado, irracional e
insultante en un contexto de cambio climático de origen
antropocéntrico; o que estas medidas las haga un político salido de
Castilla y León. Y me da bastante igual que sea una medida que
anuncia y ha trabajado su antecesor.
Lo
cierto, es que en buena parte de la opinión pública de Salamanca
y de León este anuncio ha provocado indignación. Sobretodo en
quienes como digo, llevamos años en organizaciones que claman por
algo de inversión y dignidad para estas tierras y que vemos, que
indistintamente quien gobierne se sigue dando una preponderancia a
Madrid que va a seguir chupando juventud y riqueza de lo que tiene
alrededor. Es que ya no es el coste de oportunidad perdido. Es que se
afianza un modelo que si que de verdad rompe España.
En
este sentido, hay que recordar que si ahora se han sumado el PP a
reclamar trenes y líneas para León es más fruto de su estrategia
de oposición ante los pactos del gobierno central con el
independentismo catalán. Por lo tanto, poca o ninguna colaboración
vamos a encontrar ahí, ni con unos ni con otros, lo que me lleva de
manera inevitable a cobrar ejemplo y plantear, por qué no, una
independencia de León.
Si
el antiguo reino de León, con Zamora y Salamanca se lanzará una
campaña que buscará una independencia para constituidos como
nación-estado soberano poder tener más dignidad y oportunidades
para sus gentes qué pasaría.
Imaginamos
por un momento que estas reclamaciones encuentran acomodo en las
regiones a Norte y Sur. Asturias y Extremadura. Comparten con
nosotros algunos aspectos identitarios y culturales que han salvado
montañas y valles, pero sobretodo compartimos ser parte de una
España Maltratada, ignorada y pitorreada.
Sería
un nacionalismo de la zona más pobre del país, a diferencia
de los nacionalismos independentistas catalanes y vascos, planteados
por las burguesías industriales de las regiones más ricas del país,
punta de lanza en cuanto a dinamismo social y avance científico y
técnico.
Renta por habitante año
Aquí
quienes queremos ser un país somos los más pobres de España. Y a
lo mejor queremos ser un país, o a lo mejor queremos integrarnos en
Portugal, por qué no. La constitución actual de la península
Ibérica bebe y mucho de las apetencias de una adolescente como era
la infanta Isabel, la posterior católica, que en aquel momento no
estaba destinada a ser reina de Castilla y que desecho casarse con el
príncipe portugués, su primo segundo de parte materna, y si
con el príncipe aragonés, también con el mismo parentesco.
Quiero decir con esta anécdota histórica que muchas de las
instituciones y realidades que hoy se dan por sentadas, tienen su
origen en cuestiones bastante, cuando menos, azarosas.
Pero
volviendo a la cuestión imaginada, qué pasaría si León pidiese la
independencia (León, entendido como reino medieval casi mítico,
junto a Zamora y Salamanca). De entre los factores que favorecerían
la creación de este artilugio y consenso político podrían
emplazarse dos: Uno, a nivel institucional, con la remembranza de las
Cortes medievales de León, las primeras asambleas de carácter
legislativo y participativo de la Historia europea, y que ya en
tiempo, decidieron aspectos que tenían que ver con estas provincias,
por lo que compartimos un pasado común. Y en segundo lugar, el
sentimiento compartido de sentirse discriminados por Madrid y por
Valladolid, por lo que se hace necesario un repliegue identitario
entre quienes sufren las consecuencias de tales discriminaciones. Nos
faltarían algunas cuestiones básicas a la hora de construir
estados-nación, como una lengua propia y compartida, y a la vez,
superar estos casi 50 años de colocación castellano-leonesa. Pero
todo sería posible.
Pues
sólo se me ocurre un caso moderno con el que comparar, el de un
territorio más pobre que pide la independencia de otro más rico.
Normalmente, insisto, son las naciones más ricas las que piden
independizarse (Euskadi, Catalunya, Roselló, Córcega, Flandes en Bélgica,
etc., quizás el ejemplo más disonante sea el escocés con respecto a Reino Unido).
El
único caso similar fue lo que sucedió en los años 90 en
Checoslovaquia a la caída del Muro de Berlín y del Comunismo. Poco
más de un año después la clase política eslovaca atendía ciertas
presiones populares para solicitar su independencia de Chequia. Había
diferencias culturales y sobretodo económicas. Checoslovaquía había
sido fruto de los acuerdos de Versalles tras la Primera Guerra
Mundial y el acuerdo de Trianon en 1920 que desmembraba el antiguo
Imperio Austro-Hungaro tras su derrota en la contienda. Todo el
imperio se fracturó en diversos estados pequeños, con cierta
cohesión interna a través del idioma, lo que condujo a la creación
del estado de Checoslovaquia que aglutinaba no sólo a Chequia y
Eslovaquia, sino también a Moravia y Bohemia (incluidos los condados
alemanes de las montañas de los Sudetes que serían objetivo de
Hitler en el Tercer Reich).
La
nueva nación de Checoslovaquía deambuló sin coherencia interna
antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Hasta 1939 la
amenaza desde Alemania y desde Hungría marcó al país que al mismo
tiempo se dividía entre comunistas en Eslovaquia y anticomunistas en
Chequia, liderados por el sacerdote colaboracionista nazi, Tiso. En
1939, ante el avance nazi, Eslovaquia se constituyó en estado
independiente comunista, pero su estatus sólo duro hasta 1945,
cuando en la Europa salida de la Guerra se decidió consagrar
Checoslovaquia que pasó a formar parte del bloque del Este regido
por el partido comunista checoslovaco. Como digo el período
comunista no funcionó a la hora de dotar de cohesión y fraternidad
(a través de la clase trabajadora y la ideología socialista) al
conjunto del estado, y se mantuvieron las aspiraciones de las dos
naciones que estallaban cuando desde Praga se pedía democracia y
libertad.
La
caída del muro provocó que se fueran marcando las diferencias
entre Chequia y Eslovaquia. La Revolución de Terciopelo en
1989 provocó la caída del régimen comunista colaborador
con la URSS. Bajo un estado, Checoslovaquia, convivían dos
repúblicas federales con claras diferencias económicas y sociales.
El más dinámico, industrial, urbano y occidental Chequia y la más
rural y agraria Eslovaquia. El resultado fue que las aspiraciones
soberanistas de Eslovaquia fueron creciendo a medida que se plasmaban
las mayores diferencias ante la apertura de mercados y la aplicación
de liberalismo económico. De este modo, en julio de 1992 Eslovaquía
se declaró como estado soberano.
Esto
no provocó ningún conflicto con Praga que aceptó la situación y
pasó a negociar abiertamente la independencia de las dos naciones en
lo que se conoce como el Divorcio de Terciopelo. Finalmente se
anunció para el último día de ese mismo año. A 1 de enero de
1993, República Checa y Eslovaquia eran dos naciones distintas y
soberanas que se fueron incorporando a su ritmo, pero al mismo
tiempo, a las instituciones internacionales como el Consejo de
Europa, la OTAN o la Unión Europea. Por poner en comparación, basta
el ejemplo coetáneo de Eslovenia y Croacia, las dos naciones más
ricas dentro de la antigua Yugoslavia que proclamaron su
independencia al mismo tiempo. Todos sabemos y recordamos lo que
pasó.
Por
este motivo, me parece tan significativo el ejemplo de Eslovaquia
para una hipotética independencia del Reino de León (León, Zamora
y Salamanca), ampliado a Asturias y Extremadura. No tengo ninguna
duda de que las élites del estado españístaní aceptarían
aliviados sin más un planteamiento así y se abriría el proceso de
negociación. Evidentemente, todo tendría que hacerse con un buen
respaldo popular, porque aunque los movimientos se planteen desde
arriba, estos tienden a beber de las inquietudes y sentimientos de
abajo.
Otra
cosa es que desde Madrid una independencia de León, Zamora y
Salamanca no se pudiera aceptar para no dar ejemplo a Euskadi y
Catalunya, absolutamente fundamentales para mantener este
chiringuito que es Madrid, digo España. Por lo tanto, quizás sería
lógico pensar pese al loable ejemplo eslovaco, en caso leonés
también hubiera hondanadas de hostias.
En
todo caso, y valga como conclusión, me lo he pasado muy bien estas
dos horas largas preparando y escribiendo estos párrafos, y espero
sirva, para quien lo lea en pensar en lo que podría pasar, y
fundamentalmente, en la necesidad ya imperiosa, de otorgar
dignidad y futuro a las gentes y los territorios del Oeste
peninsular. Lo necesitamos, lo queremos y lo reclamamos.