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miércoles, 7 de febrero de 2024

Qué no lo llameís feminismo

 


El día a día de la actualidad en Españistán suele estar salpicado de polémicas artificiales generadas desde arriba y que nada (o apenas un poco) tienen que ver con la realidad de la vida de las personas y de la dinámica social. El continuo teatrillo de la alta política con partidos, líderes y medios cumpliendo su papel para mantener alejada a la plebe de la toma de decisiones, y que estas, nunca atenten contra los privilegios establecidos. Cualquier declaración o proyecto es susceptible de ser atacada por el rival político, merced a sus sicarios mediáticos y por las respectivas turbas en las redes sociales que la vilipendian o defienden sin crítica según corresponda. Ocupa horas de televisión y radio (supongo que algunas páginas en periódicos también) vertiéndose toneladas de contaminante opinión sesgada, parcial e indocumentada, vomitada por tertulianos y todólogos.

A escala, desde lo nacional hasta lo local, se reproduce el patrón, y los temas planteados siempre desde arriba permean la capa freática de la opinión pública relegando al ostracismo las noticias y hechos que si que tienen que ver con la vida de las clases populares, la calidad democrática, el sentido ético de la sociedad o la conservación de todo tipo de patrimonio común.

A veces estos temas, e insisto, lanzados por las élites, son esporádicos y solamente una vez cada 4 o 5 años atentan la santa tranquilidad del ciudadano medio. Las más de las veces son acontecimientos que periódicamente vuelven y revuelven para mantenernos a todos ocupados discutiendo lo que a estas alturas de la película debería estar ya bien claro.

Estos temas recurrentes pueden ser de todo tipo. Políticos y sociales, también económicos, pero sin duda, los más polémicos son aquellos que cuestionan los convencionalismos y patrones culturales. Por ejemplo, están las discusiones en torno al balón, en cuanto a la selección española o la polémica semanal entre farsa y mandril. Cada español era un seleccionador nacional y una espada en los ejércitos de las dos españas futboleras, pero gracias a los dineros de las televisiones se ha alejado el fútbol a muchos que no pueden pagar estos empeños, y el ruido sobre la pelotita rodando ha ido bajado bastantes escalas. O al menos eso me parece a mi.

Luego hay acontecimientos culturales como las galas de los Goya, los premios literarios o algunas fiestas populares que asaltan la tranquilidad, merced a la más torcitera manipulación mediática cuando lo que en esos eventos se expresa no es precisamente lo que quieren que se diga por parte de las élites.

Pero si existe un evento que marca la polémica es todo lo que tiene que ver con Eurovisión. El competir en un contexto europeo (bueno más o menos) con una canción pop, que sea más o menos representativa y del buen gusto lo más generalizado posible, hace enervar las más bajas pasiones hispanas, volviendo a configurarse las dos, o más, españas.

No es poca cosa y no me parece, de entrada, negativo, puesto que una de las funciones de la cultura y el arte (si una canción pop enlatada y perpetrada desde parámetros de negocio puede considerarse arte) es cuestionar los rigores ideológicos y los marcos de convivencia, haciéndonos pensar, reflexionar, sentirnos incómodos para así, por medio de esa reflexión, ser mejores. Si esto se produjera sin más pues hasta el negocio estaría bien inventado.

Y digo negocio porque ya hace mucho que el ente público, RTVE, lo convirtió en un modo de facturar a través de las audiencias, patrocinios y productos varios.

Cuando surgió Operación Triunfo se abrió la veda para generar un microcosmos que comprendiera todo lo que tiene que ver con el concurso internacional, y al tiempo que automáticamente se acabó la música en vivo en RTVE (repasen los cachitos y cuenten cuantos pedacitos salen después de 2001) se generó un negocio y una acaparación de atención que periódicamente sublevaba a las audiencias.

Este año no ha sido una excepción. En los últimos años y tras la troleada mítica del Chikilicuatre, RTVE controló mucho más uno de sus productos estrella y montó una suerte de festival en Benidorm, al que en teoría podía llegar cualquiera que reuniera los votos populares necesarios. Primera falsedad porque en realidad todo queda planteado y producido por los gigantes de la música de este país. Así está siendo estos últimos años. Y para completar todo el guiso y que éste no se salga de los parámetros que requiere RTVE entre un jurado “profesional” y un recuento del voto telemático algo sospechoso ya van tres años que colocan al producto en forma de canción y voz femenina que va a representar a España en Eurovisión.

Este cóctel resulta explosivo por naturaleza y el resultado siempre es polémico. Si hace dos años se desechó a las favoritas del público Txantxugueiras y a Rigoberta Bandini por una canción interpretada por una mujer semidesnuda, que encima canta en spanglish, en lugar de mandar una canción en gallego a Eurovisión. El año pasado se apostó por la clásica canción de flamenco pop en vez de otras propuestas que tenían mucha más aceptación del fan eurovisivo español. Y este año, la polémica no ha sido menor y ya está aquí.

Los representantes de España en Eurovisión será el dúo de electropop Nebulossa con la canción “Zorra”. Un pastiche facilón y perfectamente olvidable que pone el acento en que una mujer, y especialmente las mujeres de más de 50 años (la intérprete femenina tiene 55) pueden hacer lo que quieran. Faltaría más. Todos los que somos demócratas, anti-fascistas, feministas y con sentido común, estamos de acuerdo.

La cuestión es si es apropiado la apropiación del término “Zorra” para la causa feminista a través de una canción que va a recibir toneladas de promoción.

El apelativo tomado del precioso y pequeño cánido silvestre de frondosa cola y alargada boca y nariz, tiene un matiz distinto si se lo ponemos a un hombre o a una mujer. Lo que para el hombre es sinónimo de “listo, astuto, atento o vivaz”, para la mujer lo es de “promiscua, ligera, insolente o facilona”. Lo que para uno tiene una connotación positiva que emana inteligencia, para la otra es negativa y provoca escarnio por la falta de moralidad y por la pulsión sexual. Es evidente que muchos, erróneamente y a veces dejados por la costumbre, hemos usado este término de estas formas. Pero es que es el insulto, junto al de puta, fácil y asiduo en la boca del machista cuando regaña a una mujer que no le hace caso, o que quiere unas iguales condiciones laborales, reclama sus derechos, o incluso cuando la tortura y la mata. Por lo tanto, estamos ante un término con una connotación violenta y opresora. O es que se os ha olvidado lo que ha pasado con la selección femenina de fútbol.

En este sentido, el apropiarse del término “Zorra” podría ser positivo. Pero hay que comprender que esto no se hace de la noche a la mañana y tienen que pasar generaciones para que se pueda dejar atrás el uso maniqueo del vocablo y que se sume a un diccionario de igualdad. Por ejemplo, y esto lo sé gracias a un amigo afroamericano de ascendencia caribeña que trabajó en Estados Unidos antes de venir a España, la apropiación del término despectivo “Negro” (Nigga en inglés) por parte de los afroamericanos ha terminado en fracaso. Porque usar entre ellos el apelativo que emplean los blancos cuando hablan despectivamente de la población afroamericana, no se ha traducido, por más que hayan pasado treinta años, en que se le quite la connotación racial y de clase, y siguen siendo asociados a los bajos fondos, la delincuencia, la marginalidad o la drogadicción.

Por lo tanto, si bien puede ser interesante el poner el énfasis en el uso que hacemos del lenguaje, pero de ahí a validarlo porque es la canción de Eurovisión, va un trecho.

No conozco a ninguna mujer que le guste que le llamen “Zorra”, y creo que oír a todas horas como se avecina la cancioncita de marras es un martirio innecesario. Pero es que es más que eso, puesto que la representación nacional en Eurovisión sea “Zorra” puede que mande un mensaje a fuera de nuestras fronteras, pero también dentro, bastante perverso. No creo necesario explicarlo, salta a la vista.

Llegados aquí hay que hablar del contexto en el que se pretende la canción funcione como campaña: El festival de Eurovisión.

En primer lugar, por la propia puesta en escena que se replicará en Suecia. Bailarines ligeros de ropa, una cantante sexy que reproduce una vez más el ideal de sexualización de la mujer, y contoneos de índole sexual. Es decir, una vez más estamos ante una cosificación de la mujer, entendida como objeto sexual, a la que coyunturalmente se suma el hombre representados por los bailarines, que por otro lado no dejan tampoco de cumplir con el estereotipo queer. Por lo que son las apetencias sexuales del hombre, sea hetero o no, las que se satisfacen a través de las personas cosificadas en pantalla. Todo eso con el mensaje machacón de que “y qué si soy una zorra”, por lo que si de lo que se trata es de retirar la connotación negativa a la palabra “Zorra” y romper con los estereotipos impuestos por el heteropatriarcado y la opresión machista me parece que estaremos, como mínimo, ante un intento fracasado.

Por otra parte es preciso completar el cuadro del contexto. Eurovisión se ha convertido en un evento de amplio calado reivindicativo de los colectivos LGTBI, y es algo bien positivo, y que no tiene que ser sentido como excluyente. Y estos colectivos no deberían dejar que las mujeres se sintieran menospreciadas o incluso insultadas por una canción porque se le quiera dar una patina rompedora a una cosa que por lo de más, es bastante pro-sistema. Fundamentalmente, porque en esa barricada de sufrir la opresión del machito ambos colectivos están juntos. Y porque pareciera como si no fuera suficiente el machismo ejercido por los heterosexuales, también tuvieran que soportar el machismo ejercido por homosexuales o transgénero. Mucho cuidado con esto, porque esto laminó muchísimo la labor del Ministerio de Igualdad la anterior legislatura. Vuelvo a insistir en que dotar de derechos a un colectivo, no tiene que significar impedir que otro los obtenga, o que incluso los pierda.

Volviendo al propio festival de Eurovisión, al fin y al cabo estamos ante una verbena musical televisada en el que la parafernalia de la puesta en escena, los mecanismos y códigos aparecidos y las músicas, indumentarias, actitudes y temáticas expresadas no son más que la agenda heteropatriarcal, que huele a cerrao y que saca muchas de las peores cosas del país. Parece mentira que corriendo ya el siglo XXI tengamos que conformarnos con unas actuaciones musicales televisadas (no sólo la de “Zorra”) como las del evento del pasado sábado. Pero quizás si, sea por esto mismo por lo que cada año todo lo que rodea a Eurovisión es sinónimo de polémica.

Más si cabe en una edición como la que se avecina, con la presencia de Israel inmersa en una Guerra de ocupación y exterminio de la población palestina. La invitación israelí no se discute, porque claro, todos sabemos que “Eurovisión es un festival apolítico”, pero esto choca y mucho si recordamos el caso de Rusia vetada (al igual que en las competiciones deportivas) por su guerra y ocupación de los territorios rusófilos de Ucrania.

Me da mucha pereza tener que escribir esto para ordenar mis ideas, porque Eurovisión y el trato que RTVE da a la música me decepciona bastante o directamente no me interesa. Pero lo que no hay quien pueda comprender son las severas taras e hipocresías con las que tenemos que desayunarnos cada día. Más si cabe cuando estas lastiman o dañan a las mujeres.

lunes, 26 de mayo de 2008

¡¡¡Cómo esta la música!!!



Hacemos un alto en el camino y dejo de alardear de "mis movidas" y de rojezes varias para hablar de música. Y no vamos a hablar como esperaís, de heavy, hard rock, rock classic, gothic metal o gotemburg metal, sino que le vamos a dedicar este espacio a la cultura musical de masas de este país que no necesita de mucho talento para hacerse oír (y hacerse asquear) y que causa estragos en la población sumisa de la SGAE y las compañías discográficas. Que en ocasiones aparezcan productos como el Chiki, Chiki nos impiden disimular nuestro orgullo en tener gustos propios.

Empezaremos por orden cronológico y para ello descargaremos nuestra ira contra el atentado cometido el martes pasado. Enfrascado en el maravilloso mundo de House, entro mi hermano en el salón para inquirirme que cambiará de canal. Sacrifique por unos minutos a House en un acto de barbarie contra mi mismo, y sintonice Operación Truño (digo Triunfo). A los "bien-pensantes" de Tele5 no se les ocurrió otra cosa que hacer que dos triunfitos, imberbes y en pañales, cantantes de segunda fila (no, artistas no, porque estos son interpretes, como los de las verbenas veraniegas; estos no crean, solo vomitan y repiten lo que otros han creado) destrozaban un himno de toda una generación, un símbolo de la apatía, la sinrazón y el ocaso de niños perdidos. y en definitiva, un single sin el cual no se podría explicar la historia del rock y de la música en los 90. Hablo de "Smell like teen spirit" de los inconfundibles Nirvana (a quienes les debo una actualización).

Asistí a ese espectáculo enlatado de niños pijos, groupies de MTV como diría el maestro Sabina, que seguramente saldrían de allí pensando que habían escuchado en vivo algo "Heavy", cuando en realidad tuvimos que soportar todos los espectadores (en mi caso, casual), un ridículo espantoso encabezado por dos niñatos, convencidos así mismos como muchachos rompedores, al destripar la esencia de un símbolo inviolable. Sus "pintas" desmarcadas por completo del submundo grunge, su gestualidad encorsetada propia de los despampanantes mundos del pop, más cercano a los supuestamente rockeros El Canto del loco que a otra cosa medianamente merecedora de esta canción, y por último, un par de mini-voces que no juntaban entre las dos, la mitad de la fuerza desgarradora del desaparecido Kurt Cobain.

Puede gustar o no este género -de hecho yo precisamente no soy el fan número 1-, pero tras aquello, no es de extrañar que hasta mi señora madre se revolviera del sillón al ver con sus propios ojos semejante estupidez, y tuviera la tentación de zapear.

Para predicar con el ejemplo, y para quienes fueron los afortunados que no pasaban repentinamente por delante de televisores con la cadena Telecinco puesta, les animo a que experimenten lo que yo.

Primero, los antecedentes. Seguro que todos la habréis escuchado, pero os refresco la memoria. Nada más que comentar sobre ella. Escuchad primero esto:


A continuación sienta vergüenza ajena, y experimenten el escarnio inducido que estos dos valientes imbéciles, cuyo nombre por suerte desconozco cometieron; Tampoco de desdeñar es la respuesta de ese personaje de subcultura llamado Risto.

Conclusiones:
1. Risto es un tipo imbécil, narcisista y un chulo de barrio. Pero, al menos hoy, y sin entrar a valorar en lo que yo considero como un papel de "jugador" dentro del "juego" que es el morbo y la violencia verbal gratuita (carnaza para el espectador al fin y al cabo), que se ha convertido tanto OT como la inmensa mayoría del resto de la programación de Telecinco, quiero romper una lanza a su favor tras su reacción al final de la canción;
2. La Televisión de prime time, es un negocio en apariencia gratuito para el espectador, pero la pregunta es: el caldo de cultivo que provoca para la ignorancia ¿lo paga cada espectador de manera individual o la sociedad entera teniendo que soportar las memeces que algunos sin-neuronas adquieren viendo la tele-basura?
3. La Música es un arte; una vía de comunicación entre seres humanos, que entre los múltiples estilos y épocas ha intentado dar sentido al mundo a través de la belleza, siendo esta universal para todos. Entendiendo esto como es posible que exista la SGAE, y lo más importante: ¿le cobrarán a Tele5 derechos de autor en nombre de Kurt Cobain por semejante sacrilegio?. Lo normal sería que sí; lo moral sería que no, porque es tan grande el destrozo que sería el propio Kurt, bueno mejor dicho Courtney Love, la que exigiera el cobro.

Sigamos hacia adelante y parémonos para disertar sobre Eurovisión. Festival audiovisual, de espiritú verbenero; oda a la canción ligera, orgullo de "frikis" y espejo socio-político europeo, en el que las Alianzas, los pactos y las Ententes alimentan todo tipo de hipótesis más allá de las que los hechos nos dejan ver. El Festival creado en 1956 ha ido transcurriendo año a año con las mismas directrices. España que solo venció en 1968 (alimentado en la polémica) y 1969 (de forma conjunta) es socio fundador del certamen, junto a Reino Unido, Alemania y Francia. En todos estos años ha dejado grandes actuaciones y descubierto a algunos de los mejores grupos de la historia de la música, como por ejemplo ABBA.



Pero lo que siempre ha existido y se ha alimentado son las sospechas. Compra de votos, conjuraciones secretas entre países afines. Francia que nunca nos vota, ¡jeje! y así año a año, cayendo en la desilusión, como en las Eurocopas y los Mundiales. Ahora se ha puesto de moda el festival en los países del Este, del antiguo bloque soviético o de la extinta Yugoslavia. Estas Repúblicas hermanadas por una historia y un futuro común viven el espectáculo con máxima intensidad, como un acontecimiento nacional y simbólico y en los últimos años se vienen repartiendo "democráticamente" los galardones.

Al resto del público que vive tranquilamente sin preocuparse por estas lides, el festival de Eurovisión nos sirve para descubrir todas esas bellezas indo-europeas que acuden a representar a sus países.

Elena Paparizou, representante de Grecia en 2006



Gisela, cantante de OT española que represento a Andorra en 2008

Sólo tuvimos una especial emoción, aquellos heavys, en aquel año en el que Finlandia, fiel a su música mando a Eurovisión a Lordi. Vencieron entonces, con aquel Hard Rock Hallelujah, y aunque múltiples sospechas también existen, no cabe duda de que fueron los mejores, los más innovadores e inaguraron una tradición genial. Sería maravilloso ver un año por ejemplo a Moonspell representando a Porgual, a Vader por Polonia, Sonata Arctica por Finlandia, In Flames por Suecia, Paradise Lost por Reino Unido, Epica por Holanda, Wildpath por Francia. De ilusiones se viven.



Pero este año algo diferente había. TVE en su afán de reflotar el concurso inició un debate. Colgo en internet la posibilidad de todo el que quisiera pudiera presentarse. Hasta aquí todo normal. Las discográficas y los interpretes de verano mandaron todo su arsenal, con continuo spam para ser los agraciados. Pero aquí Buenafuente lo vió claro: Qué mejor manera de denunciar y reírnos a costa de toda Europa. Con la ayuda de Santiago Segura y Pedro Guerra y la soberbia interpretación de David Fernández (Santi Clima, jeje) se inventaron un personaje; un cantante de acento porteño, vestuario desfasado, tupe incorrupto, enormes gafas y gracejo forzado. Acompañado por su guitarra Luciana y las patosas bailarinas Disco y Gráfica vapulearon las ondas, internet y devoro el propio producto de TVE: Salieron elegidos para representar a España en Belgrado en el Festival de Eurovisión 2008. Entonces TVE tiro pa alante con el invento. Tuvieron que apaciguar a las vacas sagradas, entre ellas al eterno presentador del festival, el señor Urribarri. Durante dos meses ha estado continuamente machacando con el producto. Se fueron inventando galas, siendo la más provechosa para los sentidos en las que eligieron a las bailarinas.



El Baile del ChikiChiki lo tenía todo. Un personaje surrealista al mando, dos patosas a los lados haciendo el indio, tres tías buenísimas, un ritmo peleón y bailable y una letra para partirse la caja. Y así con estos ingredientes llegaron a Belgrado, actuaron, se rieron e hicieron que nos riéramos de toda Europa, de toda esta gente que se lo toma tan en serio. Su actuación memorable y recordada. La máxima audiencia; Eurovisión salvada.




Al final ganó Rusia
(avatares energéticos aparte y coaliciones entre vecinos). Chikilicuatre quedo el 16, mejorando las actuaciones de los últimos 5 años, y lo más importante ayudo de forma importante a mostrar como somos en España. Nuestro cachondeo y fiesta se regodeo en Europa.


Para terminar y para dejar un buen sabor de boca musical, dos vídeos:



Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...