lunes, 25 de marzo de 2024

Solidaridad contra la barbarie

 

Cuando el terrorismo y la barbarie atacan a la población civil es el momento que las buenas personas, independientemente de sus filias y fobias, de sus manías, de sus intereses y de sus aspiraciones, se posicionen con las víctimas, condenen los atentados y muestren solidaridad y compromiso.

No es el momento, por lo tanto, de aprovechar la coyuntura, arrimar el ascua a su sardina, y tratar de menospreciar el dolor y sufrimiento de quienes no son como nosotros para aplicar brocha gorda y poner el saco con ánimo de llenarlo.

El pasado viernes Moscú sufría un atentado terrorista por parte de unos atacantes pertrechados para el combate, con fusiles de asalto y cargados de explosivos durante un concierto en un recinto cerrado. Más de 130 víctimas y 400 heridos que han sumido a Rusia en un estado de duelo y alerta, poniendo con las orejas tiesas a toda la comunidad internacional.

La autoría no está clara pese a la atribución que se ha hecho Daesh. El Estado Islámico, esa basura humana financiada y auspiciada por Estados Unidos durante las guerras de Siria e Irak.

Puede que Rusia sea el enemigo o más bien sea la cortina de humo con la que asustar al personal para seguir facturándole equipamientos militares, cuyos costos bien podrían dejarse para financiar los servicios sociales, la educación y la sanidad de la ciudadanía. Sin embargo, tenemos a las élites europeas agarradas al clavo ardiendo de la posible invasión rusa y azuzando un odio que caldeé el fuego de la opinión pública para hacerla partícipe (en realidad las clases populares serán las que pongan las víctimas) de un estado de alarma perenne que satisfaga los deseos de los jerarcas de la OTAN.

El servilismo de Europa y sus gobiernos, tanto nacionales como en la Unión, para con Estados Unidos y su decadente imperio es del todo inconcebible. Primero porque nos guste o no, la realidad es que Rusia es Europa, o al menos buena parte de ella, y aunque su situación actual está lejos de considerarse una democracia (estamos nosotros en estos temas como para dar ejemplo) probablemente identitaria y culturalmente tenemos más en común que diferencias que nos separen.

Y después, porque la deriva belicista y agresiva de Estados Unidos es la de un país en descomposición social y política, víctima de un sistema depredador que ellos mismos han construido y alimentado y que ahora son incapaces de revertir. En su disputa por la supremacía mundial, el dominio único y hegemónico de Estados Unidos apenas ha durado 25 años (quizás solamente y no sin altibajos hasta la Segunda Guerra de Irak), y ahora viendo la decadencia ya inminente, y la presencia de otras potencias que discuten ese dominio imperial (China, fundamentalmente, pero también Japón, la India y algunos países emergentes), tratan de provocar un estado de pánico mundial que favorezca sus intereses.

Una suerte de “salto al vacío” o de “patada adelante” de un sistema político y económico corrupto e inmoral, incapaz ya de permitir el desarrollo y bienestar de su propia población, contra más el del resto del globo, y cuya máxima expresión es la disputa electoral entre dos políticos corruptos e inmorales de casi 80 años como Biden y Trump.

Y sin embargo, ahí está Europa, la Vieja Europa, arrodillada ante los desmanes y el aparato militar y mediático de Estados Unidos, viendo enemigos en el Este, saltándose sus propios acuerdos y convenciones y siendo incapaz de plantear alternativas.

Advierten de la inminente guerra. De la necesidad de más gasto militar. De mayores arsenales y ejércitos. El mensaje es como si siguiendo a Napoleón o a la Lutwaffe nos lanzáramos a través de los bosques polacos y los valles ucranianos hacia Rusia, armados con bayonetas y confiando en dominar Moscú antes de que llegué el invierno. Como si la guerra no hubiera cambiado hace 90 años. Como si no supiéramos (quizás no lo sabeís) los combates entre ejércitos regulares y en campos de batalla establecidos son cosas del pasado.

Hoy la guerra es la guerra de guerrillas, de escaramuzas en cuanto al enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Y de bombardeos de ciudades siempre con la excusa de acabar con las factorías de munición, combustibles o equipamientos. En cualquier caso se trata de masacrar a las poblaciones civiles, como vemos en Ucrania y en Palestina. Pero también en Congo, en Haití o en Yemén.

La guerra es una descomposición total del día a día de la población. De su salud, de su vida cotidiana, de su psique. Es la degradación total del ser humano, enviado casi siempre a masacrar a sus iguales (cuando no a ser pasto de la matanza) por los intereses y ambiciones de otros. La guerra es el estado de deshumanización máximo, de desmoralización extrema. Las víctimas pueden ser cualquiera, porque nadie está seguro de sufrir las violencias que tolera y fomenta la guerra.

Y sí, puede que estemos en una situación prebélica, con una campaña armamentística, o cuando menos, animando al gasto en armamento por parte de los líderes de la UE y sus políticos liberales. Todos coinciden en la necesidad de armarse. Incluso los que antes querían reducir el cuerpo del estado, porque sobraban médicos o profesores, ahora quieren militares, y sobretodo misiles, aviones y balas.

Curioso es el caso español con un ejército engordado con los que somos llamados “reserva” que no somos más que una población envejecida, sin preparación de ningún tipo, ni física, ni en armamento o supervivencia, y que no hemos disparado un arma (casi) nunca. Incapaz de orientarse en una montaña sin un gps y con un alcoholismo social bien instaurado que deja nuestras condiciones físicas y mentales para el arratre. Estamos como para completar las tropas, cuyo grueso lo forman, y esto lo digo sin ningún tipo de que ya están llenas de latinoamericanos con la promesa de la nacionalidad y un chaleco reflectante para salir a correr por las mañanas en las inmediaciones de los cuarteles.

Pero sin embargo, la sociedad civil, la ciudadanía si se empodera no sólo evitará esta próxima guerra. Sino todas.

Por ello, más allá de lo que digan unos medios de comunicación fieles servidores de sus dueños y una clase política diezmada mentalmente y sin ningún tipo de ética seamos solidarios con el pueblo ruso ahora que están sufriendo. También con palestinos, ucranianos, yemeníes. Y con todas las víctimas de la violencia que el capitalismo y la ambición sin límites ni humanidad de los corruptos y amorales que nos dominan. Y seamos valientes para retirar la palabra y el poder a estos falsarios que dicen representarnos y solamente quieren preservar los privilegios y la decadente mentalidad de los inmorales.


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