jueves, 20 de enero de 2022

Un disco de hace más de 20 años: Satellite de P. O. D.


El cambio de siglo fue duro. La música de masas vivía la extensión hasta el asfixio de un género que imponía ritmos, estilos e indumentarias. Todo parecía girar en torno al mismo tipo de música arrasando a los otros géneros, influyéndolos al tiempo que parecía anularlos. El heavy no era ni muchos menos ajeno. Sufría una crisis de identidad provocada por una etapa oscura en la creatividad de las bandas clásicas y por las malas decisiones de algunas que tenían que haber continuado con el testigo. Como siempre había quienes salían a decir que el “heavy había muerto”. Y como siempre no podían estar más equivocados.

Era el rap el que aquel entonces (como ahora es el odioso trap o reaggueton) lo inundaba todo. Los chándals y las gorras de beisbol y los tatuajes y las cadenas eran más que moda. Imponían un estilismo del que no se podía uno salir si no quería ser considerado paria, muertohambre y ridículo. Sustituía la etapa del grunge y dejaba mucho más atrás (afortunadamente) el glam, que unidas, unas corrientes u otras eliminaban el metal de los medios de comunicación de masas, cumpliendo una función de alejar al gran público del heavy.

Todo ello venía impuesto desde los Estados Unidos a través de sus medios de comunicación de masas. Especialmente a través de la MTV, que niñas y niños, antes de ser un canal de reallitys, era, ¡sorpresa! un canal de videoclips musicales. Y este estilo allí ya había hibridado con el rock duro y el heavy.

El nu-metal o rapcore parecía la corriente ganadora y el camino único e inescrutable para el género duro. Parecía rompedor y colocaba a unas cuantas bandas americanas de veinteañeros en el Olimpo del Metal, en las cabeceras de los grandes festivales desplazando a los totem de los 80 y superándoles en las listas de ventas y descargas. Korn, Limp Bizkit, Slipknot, Linkin Park, System of a Down, Papa Roach, Blink182, Puddle of Mud, Staind … eran el listado de grupos (casi todos provenientes de California) que en aquel momento mandaban y parecía que lo harían para siempre ya que venían cargados con un arsenal colosal de promoción y producción de los grandes sellos americanos. Bebían directamente de unas fuentes que a principios de los 90 habían abierto Rage Against the Machine, The Beastie Boys y Anthrax al pasar en sus carasB versiones de temas de rap de Cypress Hill o Public Enemy por su filtro trash.

Por fortuna, aquello no duro demasiado. La mayoría de estos grupos se volvieron más oscuros con el paso del tiempo, dejando atrás los sintetizadores y los platos y cargando densidad a sus guitarras y baterías. También a las temáticas e indumentarias. Y no todos, por unas causas o por otras, mantuvieron su vigencia y esplendor y desaparecieron de todos los lugares menos de la nostalgia de cuando éramos más jóvenes. Y eso que en líneas generales, recuperados del polvo y re-escuchados aquellos discos, no sonaban del todo mal.

Pero había un grupo que era algo distinto. Aportaba una frescura y rápidamente se hacía reconocible consiguiendo su propio estilo. Venían de San Diego y cuando alcanzaron la máxima popularidad ya llevaban 10 años de carrera recorriendo arriba y abajo California y pasando varias veces la frontera con México. De hecho, su ascendencia mexicana les abrió las puertas de nuevos públicos y les otorgaba su seña de identidad: una influencia familiar y devota en el cristianismo pcticamente que unieron a su rap-metal.

Eran P. O. D., acrónimo en inglés de Payanable of Death, una voz traducida al literal de la Biblia que hace referencia a los pecados de todos nosotros pagados con el sacrificio y la muerte de Jesucristo. No faltaban ni los tatuajes, ni las rastas, ni la ropa ancha deportiva. Tampoco buenas guitarras y una base rítmica contundente. Y mucho menos una voz viva, poderosa y capaz de agrupar registros y ritmos.

Compuesta por Sonny Sandoval como cantante, Wuv Bernardo como guitarra, Tras Daniels al bajo y Jayson Truny en la batería. Una formación carente de medios electrónicos como sintetizadores o platos para escenificación también muy sutiles en la grabación. Y una formación que se ha mantenido inalterable en el tiempo, salvo un par de respiros que alguno de sus miembros se ha tomado durante estos más de veinte años de carrera, lo que habla muy bien del proyecto en común que mueven y de como ven su amistad, profesión y legado.

Y más aún cuando los laureles del éxito y trascendencia en aquel cambio de siglo no los han podido repetir pese a que han seguido sacando discos pletóricos, de muy alta calidad, y moviéndose en giras, quizás más modestas y concentradas en suelo americano, pero donde no han faltado ni los nuevos fans, ni tampoco los de siempre.

Pero es que aquel Satellite de 2001 era un disco tremendo. Le unía unos singles potentísimos que se abrieron con Alive un golpazo brutal de ritmo y que marcaba el estilo propio de esta banda. Si bien Boom flojeaba con respecto a la anterior pieza, el tercero de los temas lanzados, Youth of Nation, se tornaba en un himno generacional que hablaba de cosas tan vitales como la desesperanza, la falta de futuro y de expectativas vitales. Y además lo hacía bajo unos códigos totalmente revestidos en el traje del rap y el hip hop, donde sólo entraba un magnífico sólo de guitarra.

Sin duda no le faltaba calidad a esta propuesta musical de P. O. D. cuando la tragedia completó el contexto. El 11 de septiembre de 2001 dos aviones chocaban contra cada una de las torres gemelas en Nueva York y un tercero caía sobre el Pentágono en Washington. Un cuarto se iba al suelo en Pennsylvania antes de completar su objetivo. Era el ataque terrorista más devastador de la historia, el 11S, un fenómeno que cambió el mundo y cuyas consecuencias se siguen viendo hoy. Y el 11 de septiembre de 2001, aquel martes, salía a la venta el disco Satellite de P. O. D. y con su sencillo Alive.



Alive se convirtió en un himno y un alegato hacia la esperanza y la trascendencia que era justo lo que necesitaba la sociedad norteamericana en aquel momento.

El resto del disco no desmerecía y temas como Anyting Right, Ghetto o Thinking About Forever completaban una obra plena en la que se cumplen los registros propios del nu metal pero no se deja de expresar e incluso experimentar. Eso hace de Satellite un rara avis en el género, porque al contrario que otros muchos discos de aquella época, éste no suena plano y monótono, sino que se demuestra vibrante y estimulante, con canciones muy distintas entre sí pero que en conjunto suenan redondo. El mestizaje se convierte así en emblema mientras se sobrepasan y resguardan las fronteras entre sonidos, los límites de estilos. Sobretodo la rareza Whatever it takes una canción plena de energía y potencia, que respira trash por los cuatro costados y seguro no hacía las delicias de los fanáticos del rapcore pero que a muchos como a mi, nos daba la sensación de estar ante un grupo sin miedo a aceptar retos, ni tampoco ante la exploración o las comparaciones.

Las influencias de grupos como Pantera, Jane Addiction, RATM se hace palpable durante toda la canción. La forma de tocar la guitarra de Carlos Santana se evoca encada riff de Wuv Bernardo. P. O. D. y su música suena a rap y suena a metal. Pero también a reaggue y lo hacen con un carisma que se transmite con su estilo.

Las ropas anchas no desmerecen la presencia metalera de la banda, y ni mucho menos lo hacen las letras, que aunque claramente focalizadas en la espiritualidad y el cristianismo, se transmiten con naturalidad, sin afán de imponer, sino más bien, como expresión de la propia vida de los músicos. Un acierto que se suma a una notable pericia tanto para componer, como para tocar.

P. O. D. era una banda plena con 10 años de experiencia y multitud de conciertos en garitos y ya había publicado y vendido discos, tanto autoeditados, como con una gran discográfica como Atlantic Records. Pero aquel Satellite los ponía en las puertas del Olimpo de los Dioses del Metal, y aunque no han acabado de asaltarnos nos han dejado un gran disco y un montón de buenas canciones. Y además de hacerse importantes para toda una generación que los visita de manera recurrente a través de la nostalgia, han construido una carrera plena, haciendo lo que les gusta y sin renunciar ni a sus principios, ni a su estilo, y ni mucho menos a sus creencias.

miércoles, 19 de enero de 2022

Iniciativa y discursos

Dos años acaba de cumplir el gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos y lo hace inmerso en una catarata de contradicciones. Por un lado, parece seguro que dado el radicalismo, y la absoluta falta de sentido de estado, con el que el principal partido de la oposición está funcionando, la estabilidad de la coalición de gobierno va a continuar y cumplir su mandato. Pero por el otro lado, vemos como el tradicional alineamiento de la élite del partido socialista con el modelo del 78 y el neoliberalismo, provoca severas tensiones sobre el acuerdo de investidura y los eventuales y necesarios apoyos de los partidos nacionalistas y regionalistas.

Basta con ver la artificial polémica en la que el ministro de consumo, Garzón, se ha visto inmerso por decir lo que es verdad y a estas alturas de la película todo el mundo sabe. Qué las macrogranjas existen. Que son una aberración climática que sepulta los modos de vida del campo y el entorno rural. Que sus productos son de ínfima calidad y enfocados a alimentar a una masa cada vez más precaria a la que se condena por segunda vez. Que se saltan todos los estándares de dignidad laboral. Y que carecen de las mínima ética con animales torturados, masacrados, enfermos, atiborrados a antibióticos que redundan en su ineficacia cuando los productos cárnicos llegan al consumo humano. Que incluso tienen que ver y mucho con la situación de pandemia.

A estas palabras de Alberto Garzón respondió el corrupto, inútil e impresentable de Mañueco, para y en campaña, tratar de movilizar al sector rural. Mañueco lanzaba el bulo, transformando las declaraciones de Garzón y pedía la dimisión o cese del ministro. Encontraba aliados enconados en la ultraderecha y en los medios de comunicación donde las voces para desautorizarse desaparecían y callaban. Y también en la parte socialista del gobierno, dándose por aludido, en vez de respaldar a su ministro -y de paso los propios acuerdos que tiene firmados- se ponía del lado de la mentira. Incluso los presidentes autonómicos Page y Lambán hacían lo propio respaldando el modelo de ganadería extensiva que asfixia y lastra de futuro el mundo rural de La Mancha o Aragón (también en Castilla Y León). En ese sentido, eran coherentes con los lobbys e intereses privados de caciques y caza subvenciones de todo pelaje que anquilosan sus regiones al atraso, el desamparo y la despoblación.

La falta de ética de este sector es lacerante como mínimo y como las pocas expresiones de periodismo independiente de este país han mostrado, también hay que decirlo, en contadas ocasiones. Pero lo indignante es que cuenten con el respaldo de politicuchos de medio pelo como los barones del bipartidismo que desde la urbanización privada de la capital regional viven fenomenal de los cohechos otorgados por los beneficios de las plusvalías materiales y morales de este sistema de producción agro alimentaria.

El otro polo de indignación viene de un PSOE que timorato y anquilosado no se toma en serio su propia palabra y parece incapaz de hacer cumplir una tibia agenda de lucha contra el cambio climático.

El debate está en la calle y en los pueblos lo lleva estando ya bastantes años. Si salieran a las calles y campos de los pueblos y el mundo rural sabrían de la injusticia del modelo, de la falta de ética del sector, de la condena a futuro que supone, de que hasta la Unión Europea se ha hecho eco reclamando un cambio de modelo productivo y de consumo. Pero no, siguen encerrados en su endogamía, absortos ante los problemas de la gente y aplicando el guante de terciopelo ante los oligarcas de este país, arrodillados ante su poder millonario y mediático y las influencias que todavía captan en las provincias. Con el ministro de Agricultura o los presidentes autonómicos de La Mancha y Aragón disparando a las rodillas de sus poblaciones rurales, al tiempo que seguro, cobrarán los servicios prestados de estos caciques provinciales. Con la ministra de Medio Ambiente y desarrollo sostenible en un inexplicable silencio, al tiempo que Garzón, pausado, manteniéndose firme ganaba la batalla y acaba tomando el pulso a las organizaciones agrarias y a numerosos habitantes de los pueblos y pequeños productores ganaderos y agrícolas.

Que al final el tiro les ha salido por la culata se demuestra en cómo ha pasado al ostracismo todo el debate toda vez que ha quedado claro que la opinión de Garzón es la correcta. La que más futuro aporta al medio rural, al sector primario y a la lucha contra el cambio climático y la degradación de los ecosistemas.

Frente a un modelo colectivo de ganadería extensiva, progresivo en los beneficios, basado en la cooperación y el trabajo, sostenible tanto desde el punto de vista medioambiental como en cuanto a derechos laborales y los derechos animales, respetuoso con los recursos naturales, en especial el agua, pero también en cuanto a la contaminación de suelos, aire y acuíferos en el que estamos la sociedad civil, con un mínimo de sentido común, ponen los intereses de las grandes fortunas y los especuladores. La ganadería intensiva de los caciques de siempre basadas en la explotación del territorio y de todos sus recursos, en su contaminación, en la precarización de los derechos laborales y en la inexistencia de los de los animales. Un modelo basado en el individualismo y el consumismo de productos baratísimos, de bajísima calidad.

Alberto Garzón y Unidas Podemos han salido fortalecidos ante toda la caverna mediática y hedionda de la derecha de este país, incluido los propios y presuntos “aliados” del PSOE, por mantenerse firme en sus propuestas y que estas sean certeras y representantes del sentimiento general de la sociedad civil.

Sin embargo, la Reforma laboral de Yolanda Díaz es un ejemplo concreto de lo contrario. Para la patronal y la derecha de este país representada desde el PSOE hasta Vox es una oportunidad magnífica. En nombre de la concordia y el consenso se les ha presentado un texto que sacraliza las tropelías y atracos perpetrados por el PP hace 10 años.

Y es que hace una década no había diálogo social, ni consenso y se aprobaba por Decreto Ley una normativa laboral que nos ha desposeído como clase trabajadora a unos niveles brutales. Pero por desgracia, casi todas las tropelías de aquella fechoría (salvo la recuperación de los convenios) quedan autorizados y respaldados porque con tal de conseguir la firma final de la patronal, el visto bueno de la UE y la aprobación del componente ultraliberal del gobierno representado en Calviño se fue bajando el listón.

Es cierto que se recuperan ciertos derechos, se reduce el horizonte hacia acabar con la precariedad y la temporalidad y en definitiva, la orientación de la nueva ley laboral cambia el componente tradicional de defensa de la parte contratante para garantizar estabilidad y poder de negociación a la parte contratada, es decir, a los trabajadores. Pero hay otras muchas que quedan expuestas, se mantienen hachazos y se va a hacer muy difícil recuperar muchos de los derechos y garantías que se perdieron en 2012.

El siguiente paso escabroso está ya siendo la Ley de vivienda. Garantizar el acceso a la vivienda de la población debería ser el objetivo final del texto, desvirtuando el componente de bien económico, especulativo y patrimonial de la vivienda, para poder convertirla en un derecho aspiracional que permita la vida en dignidad. Que sea un seguro del ascensor social y no otro componente más de su avería. Frente a este planteamiento tenemos a los tenedores de toda la vida: la derecha patria, los fondos buitres, los medios de comunicación y la convicción general de que la vivienda es una inversión siempre provechosa que no debe ser frenada por darle una cobertura social.

En estos temas es donde se ve la diferente concreción de España, de su sociedad y economía que tiene tanto el PSOE como Unidas Podemos. No está demás recordar que hace casi 11 años salió la gente a la calle a reclamar vivienda digna frente al abuso de tanta corrupción y latrocinio. Y no hablemos ya de la izquierda real o de la que tienen actores decisivos como puedan ser las izquierdas nacionalistas. De si lo dejamos todo en la mano del talante y el pactismo del PSOE de toda la vida con el estado de las cosas de este país, o si luchamos y trabajamos hacia un mundo mejor, más fraterno, digno y donde se aporten soluciones a los problemas que nos lastran desde hace siglos.

De momento y ante las próximas elecciones generales, la mejor baza de Unidas Podemos es Yolanda Díaz y saber capitalizar los avances sociales, que aún siendo tibios y tímidos son, sin duda, responsabilidad directa de la presencia en el gobierno.

Ya he dicho otras veces que es fundamental que desde la izquierda seamos tan beligerantes cuando ostentamos el poder como lo es la derecha cuando lo tiene. Y que seamos ambiciosos y luchemos con los boletines oficiales para defender a la clase trabajadora, garantizando la igualdad, los servicios públicos y las condiciones de trabajo y de vida de la gente. Porque si no será imposible que confíen en nosotros y en vez de avanzar en democracia acabaremos avocados a caminos de fascismo, tecnocracia u oligocracia.

Sin duda no tiene la misma importancia (al menos aparente) los asuntos de fondo que han movilizado la acción política de unos y otros. Pero mientras con la Ley de Vivienda o la Reforma Laboral se ha transitado a través de un camino marcado para no disgustar a los poderosos, Alberto Garzón nos ha mostrado qué hay que hacer. Mantenerse firme frente a los bulos, las amenazas. Reafirmarse en la verdad aunque esta sea incómoda. Ser coherentes en lo más básico y diferencial: en la defensa de los más vulnerables frente a las tropelías de los poderosos, acostumbrados a usar este país para su nauseabundo disfrute.

Sólo así, siendo agresivos legislando y ejecutando, pero también comunicando, se conseguirá que la sociedad, la clase trabajadora, reconozca en Unidas Podemos a quien le defiende, al tiempo de una más que necesaria, imprescindible, toma de conciencia obrera. No en el PP o en la extrema derecha a los que es preciso desenmascarar. Y ni mucho menos en el PSOE que lleva 40 años traicionando la memoria y la esencia de sus bases electorales. Es la única manera de movilizar y hacer que se amplíen los apoyos a la izquierda a dos años vista de las próximas elecciones generales y evitar que lleguen los que no sólo quieren que nada cambie, sino que además, se verán legitimados para desmontar las condiciones de trabajo y de vida de la gente haciendo que la desigualdad ya campante sea total.




viernes, 24 de diciembre de 2021

Íbamos a salir mejores

 

Después de cuatro meses podía ir a ver a mis padres y mi hermano. Retorno al hogar materno, por Navidad; a esa Salamanca expoliada de talento y juventud; vueltas de ese exilio económico y también social. También en el caso de mi hermano. Y en el de miles de jóvenes, y no tan jóvenes, salmantinas y salmantinos emigrados. Ayer era el día de prepararme, hacer un poco de equipaje. Realmente muy poco, porque mi madre conserva mi habitación como cuando tenía 20 años (menos los posters de grupos heavies y jugadores de baloncesto) y tengo allí una cantidad de ropa todavía importante. Pero fue un día de incertidumbre.

De incertidumbre, asqueo y cabreo. Porque todos los planes al final acabaron dependiendo del positivo o no de una de esas personas que ha decidido unilateralmente, que sus cañas, sus viajes o sus “chupar barandillas”, importan más que el abrazo de mi madre tras cuatro meses.

Estoy harto de la libertad sin responsabilidad convertida en egoísmo. Al final somos siempre los mismos, una buena mayoría, pero muda, la que tiene que deshacer planes, encerrarse en casa y lamentarse para que la cosa no se desboque aún más. Porque ya va un año largo en las que una serie de personas hacen los que les da la gana sin preocuparse no ya de su salud -que a estas alturas de la película a mi también me importa una mierda-, sino que pasan de la de los demás. No les preocupa que sus acciones, la relajación de la prevención, tiene consecuencias. Que a mucha gente cercana le complica la vida y le hace pasar muy malos tragos. Y que pueden ser aún mucho más graves.


La variante Omicron del coronavirus demuestra varias cosas. La primera de ellas es que la vacunación es un éxito. Pero es un éxito relativo. Si en España podemos, con reservas, sacar pecho del trabajo y proceso de vacunación, con el abnegado trabajo de las y los trabajadores de la Sanidad Pública y con una máxima responsabilidad por parte de una mayoría de la población, en el resto del mundo aún queda un larguísimo camino por recorrer. Y mientras la vacunación no llegué a ese 80% o 90% en África no se puede hacer nada. Porque el virus seguirá mutando, haciéndose resistente a las vacunas. Y en Europa nos podremos poner, realmente porque los gobiernos las están pagando, las dosis de refuerzo que queráis. La pandemia se seguirá reciclando en olas sucesivas, colapsando los servicios de salud hasta llegar al punto en que una nueva versión del virus, haga inútiles los pinchazos, vuelva ineficaz la inmunidad y alcance de nuevo una mortalidad extrema. La liberalización de las patentes de las vacunas ya no sólo es un derecho humano. Es que es imprescindible para superar esta situación. Tiempo al tiempo.

Mientras tanto, y en segunda demostración de cómo el coronavirus nos ha cambiado la vida, el individualismo se hace cada vez más incompatible con la vida en sociedad. Las actitudes y comportamientos de buena parte de las personas se llevan a un extremo donde el egoísmo atenta la vida, la libertad y la dignidad de otras personas. La falta de responsabilidad y el infantilismo son absolutos y te dan ganas de empezar a deportar a gente a los gulags.

En clase de Ética se decía que “la libertad de uno termina donde empieza la del otro”. Tan necesaria es en este momento, que no sólo la ética (y la filosofía) se tiene que fijar en la educación obligatoria por encima de otras materias (religión y también infinitas horas mal gastadas en matemáticas o idiomas extranjeros), sino que bien valía para tatuarse la frase en la frente y en las manos de todos los desalmados que no se han cortado ni un pelo en salir en cada puente, viajar sin control, llenar los bares y organizar cenitas y quedadas.

La tercera cosa que está demostrando el coronavirus, y ya he hablado de esto, es la constatación de que las clases sociales existen y la lucha obrera es la consecuencia natural y necesaria. Esto me cabrea porque es una oportunidad perfecta para que una izquierda, política, sindical, asamblearia, alternativa y altermundista aprovechará la ocasión y actuará en consecuencia. Con pedagogía, con lucha y con programa. Pero para ello tan necesario sería una activación y formación previas, que ya habrían puesto los albores de la movilización social. Luego ves el erial que son nuestros partidos, sindicatos y asambleas de base y te dan ganas de emigrar. Más aún.

La variante Omicrón está disparando los contagios en España sobretodo tanto en cantidad como gravedad entre los cenutrios que no estaban vacunados. Pero por su irresponsabilidad, su indigencia moral e indecencia social también entre las personas que han respetado todas las medidas y se ven arrastrados por el egoísmo de los idiotas. Odio el termino mariano (por M. Rajoy) de mayoría silenciosa, pero ha llegado el momento de que esta mayoría grite y ponga las cosas en su sitio ante negacionistas, fascistas y cuñaos, todos el mismo pelaje de infraseres.

No sólo no existe el derecho a no vacunarse. Es una obligación porque en esas fisuras de una estrategia de vacunación se abren grietas en el sistema sanitario y en la salud general de la población. Lo que existe, y además está amparado por la Constitución y la Declaración de los Derechos Humanos del Hombre, es el derecho a la protección de la salud.

No hay justificación para que una persona no se vacune porque no quiere, poniendo en riesgo a todas las personas que le rodean, lastrando la lucha contra la pandemia, la victoria final y propiciando nuevas mutaciones que nos mantengan en este pseudo estado de alarma que es la nueva normalidad y que no se parece en nada a la normalidad de 2019. Porque no vacunarse en el primer mundo, es un privilegio económico que miles de millones de personas no pueden permitirse. De hecho, tampoco pueden permitirse, que tú egoísta irresponsable, decidas no vacunarte.

En ese sentido, y otra enseñanza que nos trae la nueva variante del coronavirus es la necesidad de plantear desde las administraciones estrategias que contradigan con los actos los bulos y las mentiras. Que hagan algo. Tomen partido y no sean meros pacientes, sino sujetos actores que propongan y vehículicen el interés general. Esta “moda” de gestión política, claramente neoliberal, de no hacer nada es un lujo que las democracias no pueden permitirse.

Por ejemplo, la obligatoriedad del pasaporte covid para entrar en los bares ha hecho que en dos días se vacunarán en Madrid 70.000 personas que no lo hicieron a su debido tiempo. La amenaza velada para no poder irse de jarana (también estaba la de poder ser despedidos del trabajo pero curiosamente esa no se ha esgrimido) ha alentado una vacunación masiva que siempre es una buena noticia. Y es que lo bueno del egoísmo y el individualismo es que es un camino de dos direcciones, y al final, se pueden conseguir los objetivos atacando las bases de intereses individuales. Aunque sean tan cutres y cuestionables como irse de bares.

 

Decían que íbamos a salir mejores. Que los aplausos a los sanitarios y al personal esencial nos harían más conscientes de la dignidad de las personas, sus trabajos y condiciones y relaciones. Que habría más empatía, menos estrés y al final recuperaríamos el carácter colaborativo y cooperativo de la sociedad.

Pues bien, ha pasado un año y de eso nada. La gente hace lo que le sale de los huevos sin mirar si al de al lado lo joden, lo pisan o lo desgracian. Esto que ya era la tendencia antes de la COVID-19, ahora se ha agravado. Las agresiones verbales y físicas crecen cada día ante el personal sanitario que se ha visto vendido por los dirigentes políticos de este país, vilipendiados por la derecha y NO-defendidos por la supuesta izquierda. Convencionalismos como las vacunas o la sanidad pública que gracias a la ciencia, la experiencia y el saber han mejorado la vida de millones de personas durante los últimos 100 o 150 años, ahora son puestos en solfa por una libertad de expresión transformada en libertad de mentir.

La nueva realidad es vivir en la incertidumbre. En la precariedad. En el convencimiento de que el aislamiento social hoy es una victoria. Vivimos en una desconfianza en aumento hacia los demás y también, hacía las instituciones democráticas y los politicastros que mal gestionan, por regla general, este país. El abandono al sálvese quien pueda y al consumismo más feroz.

El “autocuidado” de Ayuso es en neolengua la sanidad pública desmantelada por el neoliberalismo y el caciquismo de unos políticos que se han presentado como grandes gestores, pero que en realidad han malvendido hasta el último céntimo las riquezas de la democracia españistaní. Incluidos los pilares del sistema económico y social. Es a la vez un insulto a la dignidad de la clase trabajadora. Una mentira porque la gran mayoría de la población tendrá que combinar su “autocuidado” con cumplir jornadas laborales intensas que le pondrán en riesgo para poder seguir pagando hipotecas, alquileres, alimentación y alguno de esos “absurdos vicios vitales” que tienen los trabajadores. Pero también es una verdad porque cuando en mayo le dieron una mayoría al calor de las cañas y vivir a la madrileña, estaban las reducciones presupuestarias que se han traducido en despidos de médicos, rastreadores y todo personal sanitario. Las colas de hoy ante farmacias y centros de salud se podían haber evitado con colas ante los colegios electorales para votar a la izquierda. Y en las calles apoyándola, sugestionándola y abocándola a garantizar por ley la sanidad pública, la educación pública y los servicios sociales.

Todo lo demás son lamentaciones de última hora.

Pero es la constante lucha electoral ininterrumpida de la política de bloques que vivimos en España. Incapaz de llegar a acuerdos que mejoren las condiciones de vida. Carentes de la más mínima decencia para gestionar y ser valientes a la hora de tomar las medidas necesarias para mejorar la situación. Sin importarles encuestas, ni elecciones, ni cortoplacismos. Sólo gestión efectiva. Sólo acuerdan para seguir exprimiendo al trabajador y a la mujer trabajadora. Para mal vender el país. Pero no para actuar con responsabilidad, cercando al fascismo, a los bulos y a los imbéciles egoístas e irresponsables. Y así nos va.

Necesitamos que el pacto de gobierno PSOE-Unidas Podemos se lleve a cabo completamente y se reforme la Constitución (¡Cuándo menos!) para blindar la Sanidad Pública. Dotarla de financiación suficiente para sufragar los servicios, mejorar las condiciones de trabajo de los y las profesionales, que estos se jubilen cuando toque y den el testigo a las nuevas generaciones de trabajadores. Que mejore la respuesta científica, asistencial y estratégica de una Sanidad Pública que no sufra ni privatizaciones, ni externalizaciones, ni doblajes de su personal a la privada. Un pacto para garantizar en todos los presupuestos, tanto del Estado como de las Autonomías, un 7% dedicado a ella (otro tanto para la Educación Pública) para llegar a los estándares europeos. Con un compromiso de vigilancia y respeto a estos acuerdos y a su cumplimiento por parte de las autonomías. Reforzar el artículo 43 de la Constitución para garantizar la igualdad de derechos, la más básica y elemental, la de la salud del estado.

Sin embargo vamos a contratar a médicos jubilados y pre-jubilados cuando se han despedido por miles a los jóvenes y que van a acabar emigrando. Parece una gran idea que seguramente en las siguientes elecciones quedará validada.

Voy a parar ya. Vaya calentón que llevo. He llegado ya a casa y por fin puedo abrazar a mis padres y a mi hermano. Disfrutad de la noche! Y Feliz Navidad.



lunes, 20 de diciembre de 2021

Cuando la supervivencia política pervierte la democracia

Con un tuit y una llamada a su socio de gobierno tras que éste fuera entrevistado en una radio a nivel nacional, Alfonso Fernández Mañueco, Presidente de la Junta de Castilla y León, ha dado por cerrada la legislatura. Disuelve las Cortes y convoca elecciones anticipadas en la región para el próximo 13 de febrero. El ya ex vicepresidente Igea volvía a entrar en antena para calentándose dejarnos unas jugosas declaraciones que deberían ser de obligada atención. Falta saber si a la jornada se suma Andalucía.

Se venia hablando de la inestabilidad de la coalición de gobierno en la Junta de Castilla y León prácticamente desde el primer momento. Cuestiones como la re-ordenación del territorio y las distintas administraciones y servicios, con especial atención a la configuración electoral estaban sobre la mesa y provocaba no pocos roces. La pandemia tampoco ha ayudado con un Mañueco que se había quedado mirando mientras le implosionaba en las narices a la parte de Cs del ejecutivo (la hasta hoy consejera de Sanidad pertenece al partido naranja). Fricciones para sacar presupuestos, tomar medidas y plantear alternativas ante los retos que tiene la región. Sin solucionar nada. Agravando los problemas por inacción, por incompetencia, por corrupción y por ineficacia de las poquísimas iniciativas tomadas.

No está de más recordar que en 2019 Ciudadanos decidió incumplir su promesa de apoyar al candidato más votado, Tudanca del PSOE, cerrando el cambio político y aire fresco que necesita esta región, para seguir manteniendo en el poder al corruptísimo PP. Igea entró por el aro en aquel momento y ha sentido un abrazo del oso que, como parecía evidente, finalmente ha cercionado de raíz el posible crecimiento del partido naranja. Porque sin el aval de ser una alternativa moderada de regeneración (desde un radicalismo ultraliberal en lo económico, no lo olvidemos) dejó de ser un partido que podía pactar a "izquierda" y derecha, confirmándose como una marca patrimonial de la derecha española a la que recurrir en los tiempos oscuros de casos esporádicos, paseos por los juzgados y condenas varias.

Pero ha sido hoy cuando se ha roto el pacto y nos citan a toda la región a votar en pleno invierno. En una tierra acostumbrada a duros inviernos de frío y nieve sobrellevados con estoicismo. Anocheciendo a las 6 de la tarde. En una región con núcleos de población muy dispersos. Con muchísima gente mayor con dificultades e imposibilidades físicas y materiales de movilidad. Con otro porcentaje inmenso de población emigrada a otras regiones o países, que tendrán que ir al voto por correo ante la dificultad que entraña viajar en esas fechas. Con la pandemía que sigue condicionando la vida precisamente por la incapacidad de la alta política de garantizar la salud general y el respeto a las normas de convivencia. La participación puede verse muy comprometida pero eso no ha importado nada.

Tampoco deberíamos sorprendernos. Se junta la habitual caradura, desvergüenza y sentimiento de apropiación de las instituciones que tiene en su ADN el PP con los mismos vicios y escasas virtudes que presenta Mañueco. Un hombre de partido, o mejor dicho, un inútil que no ha hecho nada en la vida que no tenga que ver con la política, perdón con la agencia de colocación que es y ha sido el Partido Popular. Recogiendo la estela atada y sujeta que dejó su padre (fascista y alcalde franquista de la capital salmantina en los 60 y 70) tanto en la política como en el sistema de contrapesos caciquiles.

De todos modos no nos rasguemos tampoco las vestiduras. En Catalunya ya votaron en plena ola pandémica, porque en ese caso a las derechas nacionalistas (bueno en realidad a casi todos) les convenía.

Ha aprovechado la oportunidad para despachar a su socio, pese a que la sexta ola este causando estragos a días de las vacaciones de Navidad, porque aquí se discute todo lo que hace el Gobierno central, mientras por detrás, las autonomías, que son las que tienen las competencias desmontan la sanidad pública, en especial, la atención primaria.

No votaremos en febrero por las urgencias que tiene la región y sus habitantes. Votaremos en febrero fundamentalmente por la superviviencia política de Mañueco que ante unas encuestas favorables quiere aprovechar el momento antes de que los juicios de su padrino en Salamanca puedan complicar la cosa. Entre esas causas está el propio proceso de primarias en el que se aupó como presidenciable, además de no pocas tramas urbanísticas, cohechos y tráficos de influencia. Y aprovechar la reforma del Estatuto que desvinculaba la jornada electoral de la región a las elecciones del resto de autonomías. Por lo que el 14 de febrero de 2022, presumiblemente estrenaremos gobierno enamorado para 4 años.

Pero también votaremos los castellano y leoneses el 13 de febrero porque la supervivencia de Casado está en juego. Con un liderazgo interno más que discutido, dando auténtica vergüenza ajena cada vez que sale ante los medios. Caldeando innecesariamente el ambiente y generando más conflictos en vez de solucionándolos. Y sumando derrota electoral tras derrota electoral (incluidas y especialmente las de Galitzia y las de Madrid) Casado necesita revitalizarse con una victoria fácil que mantenga a Ayuso en torno a Madrid, y esperar que en 2023 los madrileños y madrileñas se den cuenta de la que tienen montada y recuperen algo de dignidad.

Veremos si encuentran el resultado esperado y buscado en un contexto en el que desligan la elección autonómica de la municipal, por lo que no van a poder contar con el efecto que la fortísima implantación en el territorio que tienen, otorga a las candidaturas de rango superior.

La supervivencia política de estos dos sujetos nos hace votar, si, pero mal haríamos si desdecháramos la idea de que la convocatoria no ha tenido un mínimo de planificación. Con menos de dos meses va a ser muy difícil, prácticamente imposible, que las plataformas provinciales de la España Vaciada en Castilla y León, se terminen de formar ordenadamente. Los paracaidistas van a tener que lanzarse y aguantar el dedo sujeto a la anilla hasta mucho más tarde para poder llegar. Los aterrizajes van a ser duros, van a generar controversia y fisuras internas y no faltan en Castilla y León, en cada provincia, periodistas y cabeceras dispuestas a airear todo el hedor de estos trapos sucios.

Sólo la de Soria parece avanzada en estado de suficiente madurez como para hacer una campaña fuerte. El resto de proyectos amparados bajo el paraguas de la imprescindible revuelta de la España Vaciada está en pañales, y los tiempos de crecimiento y afianciación de cuadros y discursos se van a perder en la vorágine de lo que más daño hace: cuadrar candidaturas. El escaso regionalismo que teníamos, vinculado a Unión del Pueblo Leonés ha terminado un proceso interno de renovación en el que parece, están mirando mucho más hacia Zamora y Salamanca (especialmente sus pueblos) que al Bierzo, donde se aventura otra candidatura independiente.

En el PP todo esto lo saben y se han movido rápido para evitar perder muchos votos por el flanco del provincialismo, más si cabe, como para algunos nos parece evidente, que estas candidaturas si bien inmersas en procesos de reclamar futuro, trabajo y servicios sociales para sus territorios y habitantes, presentan discursos en el resto de materias con un tufo reaccionario descorazonador, bajo el manido concepto de la transversatilidad, confirmando que los que están cogiendo los mandos son los típicos aspirantes a vivir de la política (mejor dicho usurpando la función pública y la función representativa) que todos conocemos en nuestras provincias, ciudades y pueblos.

La extrema derecha de Vox aspira a mejorar sus resultados y ser la muleta imprescindible de Mañueco, pero sabiendo que en estas tierras todavía no se ha desligado la apropiación franquista-fascista del PP en las mentes del electorado. La gente vota al PP porque toda la vida lo ha votado como representante vivo de los usos del franquismo. Ambos aspiran a fagocitar los restos de Ciudadanos en su probable último baile electoral.

Y la izquierda castellano-leonesa qué. Pues bastante hacemos con estar. Hay una falta de movilización alarmante y no pinta nada bien la cosa. Por lo visto, sin candidatura firme, se trabaja en la conveniencia de una candidatura unitaria y en cómo hacerlo. Desde luego la premura de tiempo no ayuda y me parece, y espero equivocarme, que conseguir en una candidatura de Unidas Podemos, grupo propio se presenta como algo quimérico. Absolutamente imposible en caso de presentarse por separado.

La ilusión es que el PSOE revalide sus resultados de 2019 bajo el sólido liderazgo interno de Tudanca y Óscar Puente. Y que la suma PP+Vox no les de la mayoría absoluta. No hay más.

Hace 9 meses la trituradora de la política española vivía unas jornadas plenas de nerviosismo que amenazaron la ruptura del pacto hoy desvencijado. Seguimos inmerso en un cambio de ciclo histórico. En nuestro país donde las grietas del edificio del 78 siguen ampliándose laminando la tibia democracia que nos legaron. En el mundo globalizado con una crisis sistémica del capitalismo a varios niveles, causando un dolor tremendo, y donde no encontramos la confirmación de una activación revolucionaria de emancipación, y sólo la reacción de un ultraliberalismo que ha soltado la correa del perro fascista con el siempre útil hueso de la libertad.

Hay que estar atento.

sábado, 27 de noviembre de 2021

Por la recuperación de la lucha obrera

Visto aquí

La Bahía de Cádiz es uno de los puntos de nuestro país que más paro padece. Un lugar maravilloso para vivir y trabajar que sin embargo arroja las cifras de desempleo más brutales de toda la UE.

Cuando en los años 80 se procedió al desmantelamiento del sector industrial de Asturias, Galicia, Euskadi o Cádiz para que no trastocará la privilegiada posición industrial de los países centrales de la UE se condenó a toda su población. No se le dio más alternativa que una violencia policial, bien conocida porque era la que 40 años de franquismo había empleado. Y ahora cuando tratan de apretar aún más las clavijas a los trabajadores de la industria del metal para seguir engordando los buches de accionistas y aristócratas metidos a empresarios es necesaria, vital y último recurso una movilización obrera, como las de antes con estopa y barricadas.

Lo han hecho encontrando la solidaridad de toda la población gaditana, del resto de la clase obrera, que ya no sólo es que sepan que el sector del metal es básico para el devenir económico de la provincia. Es que además, comprenden que en su lucha van la de todos y que sólo será con activación y unión como se consiga equilibrar una balanza en la que el peso y el dolor de los desposeídos no alcanza a nivelar la avaricia y fascismo de los privilegiados.

Han ardido contenedores y neumáticos y pareciera como si esas imágenes fueran suficientes para desacreditar la dignidad de la lucha obrera y de quienes están luchando y activando todos los conflictos laborales a lo largo del estado en un momento, en el que el coste de la vida se encarece aún más, los salarios se congelan más rápido que el invierno y en definitiva, el futuro viene atrapado en dolor, precariedad y un sentimiento de absoluta indefensión.

De primero de huelga es decir que cuando las barricadas se ponen dentro de una ciudad, en una avenida o un cruce es para que la policía no tenga tan fácil cargar. Difieren de cuando se levantan en las afueras, en las entradas de las ciudades y polígonos de producción, que ahí si cumplen un cometido de pura lucha laboral: parar la producción y que se note la necesidad de la mano de obra en el ciclo productivo-económico. El hecho de que las barricadas dentro de la ciudad de Cádiz aparecieran cuando llegaron los bastardos y la tanqueta reflejan este punto.

"El gobierno más progresista de la Historia" está pagando en sus carnes una década de crisis económica, recortes y desposesión de las clases trabajadoras. Le está afectando el lamentable estado en el que Rajoy y el austercidio han dejado el país. Y la pandemia ha apretado las clavijas justo donde más recortaron los corruptos: en los servicios sociales, la sanidad, la educación públicas y en las pensiones.

Si a todo esto le sumas una crisis energética que continua porque Occidente ya ha quemado todo el combustible que podía quemar, los ánimos y ganas hierven al contrario que el ambiente al que llega el invierno.

Son los trabajadores los que estamos sufriendo una pérdida terrible del poder adquisitivo, y una precarización de las relaciones laborales que nos pone en puertas de la esclavitud pura y dura.

Y es que cuando se saltan tus derechos de trabajador para obtener más beneficios, se llama "negocio", pero cuando peleas por lo que te pertenece según la Constitución y las normas internacionales, se llama "violencia". Y no hay más violencia que la que se ejerce contra las familias trabajadoras que no llegan a fin de mes, que no pueden calentar su hogar, donde tienen que estudiar a la luz de las velas, donde no pueden alimentar ni vestir a sus hijos.

Porque una consecuencia de la COVID-19, quizás la consecuencia social y política más significativa, es que la pandemia ha demostrado que las clases sociales existen. Siguen existiendo y pertenecer a una u a otra determina las posibilidades de supervivencia de los individuos, lo que es una deflagración en los cimientos de igualdad de la democracia. Y esto que parecía olvidado, otra victoria más de los privilegiados y el neoliberalismo, se ha desmoronado este último año y medio largo. Tras la pandemía, el confinamiento y la desescalada, con todo lo que ha pasado, las clases trabajadoras que indistintamente a su procedencia, sector o edad, vuelven a comprender que es con lucha y resistencia, con lo que prevalece la verdad y se consigue el avance.

Por qué, ¿qué han pedido los trabajadores del sector del metal en Cádiz?

Pues salarios dignos con subidas sólidas para sobrevivir al aumento del coste de la vida. Negociación de un convenio justo y respetuoso. Contratos estables. Que se acabe la precariedad. Que acaben ya con las infinitas subcontratas. Futuro para su empleo, sus trabajos y para su tierra.

¿Y qué han recibido?

Pues de entrada la solidaridad de toda la clase obrera, en especial del personal sanitario, pensionistas y estudiantes. Y palos. Muchos palos. Hostias de quienes detentan la violencia institucional. Una tanqueta para reprimir que puso en peligro a toda la población que se cruzo con ella. Un atropello más de ese bulldozer en el seno del gobierno que es Marlaska que hace ya mucho, desde el primer segundo, que esta okupando un ministerio para el que no tiene ninguna autoridad moral. Encima y para kolmo el personaje es el cunero, diputado por Cádiz.

Por supuesto, y en algo a lo que ya estamos acostumbrados, también recibieron el desprecio y manipulación de los medios de comunicación manipulación de masas, en manos de las oligarquías patrias. Pero podemos decir que por una vez, y que sea la primera del resto de todas ellas, la solidaridad y comprensión de la ciudadanía se ha hecho notar

Y por último, recibieron la preocupación del gobierno para empleando la punta de lanza de la desposesión laboral, los sindicatos oficiales, conseguir un tibio acuerdo que pusiera fin a la huelga y que está siendo sistemáticamente rechazado en las asambleas de los trabajadores. Incluidas aquellas desarrolladas en centros de trabajo donde se ha asegurado (en teoría) el empleo, pero donde rechazan la continua precarización y ejercitan la solidaridad para con sus compañeros de subcontratas y otros centros.

Se aplique o no el acuerdo y se vuelva o no en un tiempo medio a las protestas y paros, recordad que como veis, las huelgas funcionan. Su éxito es tan seguro como también lo es el silencio de los que mandan y no quieren que nada cambie.

La violencia policial no es nueva en este país. Y no va a acabar tras esta semana en Cádiz. Todos nos hemos llevado palos, yo mismo, por defender los derechos de todos, la dignidad de la clase trabajadora y un futuro para este país.

Hoy se manifiestan esos cuerpos de inseguridad del estado, ACAB, arropados por la extrema derecha y la derecha extrema en su estrategia de crispación total para defender la pervivencia de ese atentado a la democracia que es la Ley Mordaza. Que no puede ser que grabemos a los policías, no vaya a verse que son unos violentos homicidas; un perro rabioso y sarnoso al servicio de los poderosos; hogar del machismo, el racismo, la xenofobia y el odio de clase que este país destila y no es poco. Sus arrebatos y la escasez y la imbecilidad de sus argumentos más que justificarse y convencer en la conveniencia de la Ley Mordaza, hacen más fundamental aún la necesidad de derogarla y cubrir de mierda a los fascistas que la pusieron en marcha. No buscan garantizar la seguridad de la ciudadanía, sino más bien la impunidad de los perros rabiosos.

Qué hay más dignidad en cualquier acto en la que los trabajadores luchan por tener mejores condiciones, que en cualquiera de las fuerzas de opresión del estado es una verdad irrefutable.

La inestabilidad social es un hecho ya. Eso no quiere decir que se avecine un cambio de color en el gobierno porque realmente -quizás peque de optimista- se me hace muy difícil que la extrema derecha sea capaz de conseguir una mayoría parlamentaria suficiente con esta deriva al fascismo y el retroceso que llevan. Necesitarán pactos y nadie puede pactar con ellos.

Por ello me parece lamentable que el gobierno de izquierdas aplique la brocha gorda contra los trabajadores de Cádiz que no dejan de ser sus bases electorales (tanto para el PSOE como para Unidas Podemos). Las calles se tienen que caldear y ocupar para recuperarlas primero y después para poner sobre la palestra los verdaderos problemas que tiene este país, la imperiosa necesidad de solucionarlos y que se haga a través del respeto y la dignidad a la clase trabajadora.

Estamos ante un cambio de época y quizás al igual que con el gobierno de Zapatero, sea con otro gobierno de "izquierdas", esas bases de izquierdas, esa clase trabajadora, sin artificios, subdivisiones ni maniqueísmos, vuelvan a tomar las calles y reivindicar sus derechos, empezando por el más elemental: el derecho a un futuro. Y este se conseguirá en base a resistencia y lucha; no a batucadas, ni concentraciones molonas posmodernas que sólo sirven para quedar a tomar unas cañas. Quizás hayamos ya aprendido la lección de que las herramientas las tenemos desde hace mucho tiempo, y más que inventar nuevas (partidos, discursos o ideologías) de lo que se trata es de coger y apoderarse de las que ya teníamos y emplearlas en mejorar las condiciones de vida y futuro de la gente.

Un futuro que empieza por la reivindicación de un trabajo digno y seguro y que tiene que abrir la puerta a todas las mejoras que necesitamos como sociedad.

En frente ya sabemos quienes están. Que no encuentren ni la más mínima colaboración de las bases obreras.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...