sábado, 27 de marzo de 2021

Dos horas por encima del Sol

 

En la madrugada de hoy sábado al domingo tenemos el cambio de horario de verano. A las 2 serán las 3. Perdemos una hora de sueño y descanso a cambio de que ya anochezca en la península más allá de las 8 de la tarde. Por la mañana “volvemos” a unas 7 de la mañana a oscuras (durante unas cuantas semanas). El motivo es de sobra conocido y difundido con cada cambio horario: El ahorro energético.

Este mantra se ha mantenido durante años pero en un país que tiene prácticamente desmontado su sector industrial suena cuando menos a pitorreo. En la actualidad, con el cambio horario las familias obtienen un mínimo ahorro energético, porque por regla general siguen saliendo de casa al amanecer y llegando al atardecer. En los sectores productivos y con una economía ligada al sector servicios se reproduce el patrón familiar y en cuanto a la administración pública, el adelanto o no de la hora, no tiene ninguna incidencia.

Si a esto le unimos los horarios sociales que tenemos en España, llegamos al caos que muchos sentimos al pasar las semanas.

Y es que los horarios “sociales”, los que hemos asumido con nuestros usos y costumbres provocan severos dolores de cabeza, a los que mandan por problemas relacionados con la baja productividad, las enfermedades cardiovasculares y los problemas mentales; y en los habitantes por el estrés y el cansancio físico y mental provocados en un sistema en el que nos movemos contra natura.

En España salimos muy tarde del trabajo. El presentismo explica parte de este hecho porque hay que salir siempre después de el jefe. Por consiguiente, cenamos muy tarde, nos acostamos en los albores de la madrugada y dormimos poco porque nos levantamos “relativamente” pronto. Dormir las 8 horas es una quimera y en la mayoría de las familias la primera hora es una carrera contra reloj por ponerse en línea de salida para las tareas del día, lo que hace que desayunemos mal para tratar de llegar los primeros al atasco de la mañana (el urbanismo y la movilidad es otro tema pendiente en España).

La conciliación familiar se convierte pues, en un mito, y en un sueño la división diaria en tres períodos iguales de trabajo, descanso y ocio, porque en esta ecuación faltan los cuidados, tanto personales como familiares, así como las tareas del hogar, y el tiempo que pasamos en los transportes.

Todo esto provoca estrés. Muchísimo estrés. Y con él mucha mala leche. Gente cabreada por no llegar, por llegar tarde o por correr mucho para llegar a la hora. Las semanas se pasan y ni siquiera en los findes se puede “desconectar”. Nos acostamos el domingo por la noche pensando que otra semana se ha ido y no he disfrutado ni de mi tiempo libre, ni de mi familia, amigos o aficiones. Al final somos productos y medios de producción. Engranajes más en un estado de las cosas que ni hemos elegido, que nos ha sido impuesto, y que sólo provoca insatisfacción, frustración y dolor.

Ante este panorama se hace necesario dar una vuelta al sistema. Nos va mucho en ello, empezando por la propia salud de las personas (sobretodo mental) y también por caminar hacia un mundo más humano, social y solidario.

Estamos en 2021 pero si lo pensamos fríamente llevamos un ritmo de vida de otro siglo. Hace ya más de 100 años que se adopto la jornada laboral de 8 horas y no ha habido, y no se atisba en un futuro a corto o medio plazo, una reducción de las 40 horas semanales. Keynes en los albores de los años 30 se mostraba confiado en que a finales de siglo los avances tecnológicos harían que la población "trabajaría 2 o 3 horas a la semana". La tecnología debería llevarnos a esa disminución del tiempo que dedicamos al trabajo, lo que de entrada abriría la posibilidad a que más personas estuvieran trabajando, resquebrajando el ejército obrero de reserva que citaba Marx, y que supone el yugo sobre los trabajadores: Las patronales siempre necesitan a parados capaces de trabajar por menos que lo que hacen los ya contratados, para tener a estos subyugados.

Los estudios son claros al respecto: Somos más productivos con jornadas laborales más cortas. Y deberíamos caminar de la mano en un objetivo tan ambicioso y a la vez posible. Sin embargo, la revisión y cambio de los horarios en nuestro país no es considerado por los gobiernos como una prioridad. Por no hablar, de que ese más tiempo libre se dedicaría a alimentar el ocio de cada uno, lo que redundaría en una mayor inversión personal en cultura, que doparía aún más la economía. Se antepone un conservadurismo por el estado actual de las cosas que es irracional, arcaico y un disparo en el pie de las propias patronales tan enfrascadas en eso de que nada cambie.

Medidas como una reducción de las jornadas laborales completas (a 7 y luego a 6 horas diarias sin pérdida de salario, por supuesto); promover las jornadas laborales continuas, evitando el paro a mediodía, lo que crearía millones de puestos de trabajo; adelantar el inicio de los prime time televisivos (no puede ser que los programas principales empiecen en este país a las 22:30; tendrían que adelantarse por lo menos 1 hora y media); la racionalización de los transportes, los horarios educativos; el establecimiento de ayudas y personal dedicado a los cuidados, etc. Unas pocas medidas que tendrían un impacto enorme al poco de instaurarse y que por contra, parecen inviables en un escenario de inmovilismo que favorece incluso el ir contra natura.

Por el contrario, tenemos una democracia tan fuerte que por eso cambiamos la hora, para mantener la que quisieron dos fascistas como Hitler y Franco. Cuando se produzca el cambio horario en España pasaremos a ir dos horas por encima del reloj natural (durante el invierno estamos una hora por encima). Una situación que es absolutamente contraproducente ya que impone a nuestra propia naturaleza, a la biología, y los ritmos circadianos que marca la luz solar, el rigor de una cabezonería lacerante y perniciosa.

Lejos de poder hacer vida con más descanso y disfrute, nos aferran a un modelo basado en el estrés y en ir a la carrera. Nos fuerzan a imponer un ritmo vital contrario a nuestra propia naturaleza lo que provoca rechazo y frustración que pocas veces puede ser solucionado. Y sin embargo, en unas horas volvemos a estar más de dos horas por encima de la hora natural que nos corresponde.

Se hace ya urgente promover un cambio horario y una racionalización de los horarios. Primero un cambio horario para adaptarnos a la hora solar. Y después, y mucho más importante, avanzar en las medidas para favorecer un cambio productivo más racional y humano, en el que consigamos aumentar la felicidad de la población a nivel general. ¿No debería ser ese el motivo único de un gobierno, un parlamento o un partido político?

martes, 16 de marzo de 2021

Compromiso y valentía

Captura del video en el que Pablo Iglesias anuncia su candidatura a las Elecciones en Madrid del 4 de mayo. 

 

El maremoto desatado en Murcia la semana pasada sigue dando vaivenes a la trituradora que resulta ser la política española. Pablo Iglesias ayer dimitía como vicepresidente del Gobierno y se postulaba para ser el candidato de Unidas Podemos en las próximas elecciones madrileñas del 4 de mayo. Un movimiento atrevido, valiente, rompedor y que ha pillado en fuera de juego a todo el mundo, incluida la extrema derecha representada en la pazguata de Ayuso.

Ante una izquierda desaparecida la dicotomia planteada por Ayuso en las elecciones era un win-win. Socialismo o libertad, decía la IDA reduciendo a la mentira el binomio: Hace 25 años que no hay un atisbo de un mínimo socialismo en la comunidad de Madrid y millones de sus habitantes han perdido libertad al buscar trabajo o una vivienda. La libertad sin igualdad es un bosque arrasado por un incendio forestal.

Con Iglesias la izquierda presentará batalla. Primero espanta la posibilidad de que Unidas Podemos quedase fuera de la Asamblea. Después en el páramo de la izquierda madrileña representado por Gabilondo y Errejón. Estos a su vez ya lamentan los 28 días que han pasado sin hacerle una moción de censura a la impresentable de Ayuso. Y es que el hasta ahora vicepresidente aterriza mejorando una previsión electoral que tendía a 0.

Al igual que hizo Sánchez con Illa en Catalunya con el independentismo catalán, ahora Iglesias roba el eje de protagonismo a Ayuso con un golpe de efecto. Sobre la figura de Iglesias va a pivotar más de la mitad de la campaña y como buena trumpista, quitarle el foco a Ayuso no es sólo una medida de salud pública: es dejarla sin protagonismo, sin altavoz para hacer ruido frente a un candidato que va a proponer sobre los problemas que tienen madrileños y madrileñas.

La secuencia del movimiento inesperado iniciado ayer por Iglesias lleva a la mejor ministra (en masculino o femenino) que hemos tenido en éste país a la vicepresidencia. Yolanda Díaz sube en el escalafón del gobierno de coalición en un impulso por dotar al trabajo como centro de decisión política. Una victoria para un partido que representa “a los de abajo” que no somos otros que la clase trabajadora. Además, en el paso hacia Madrid de Iglesias, éste propone a Díaz como candidata a Presidenta del Gobierno por parte de Unidas Podemos, paso previo a una confirmación de las bases. En este segundo movimiento, Iglesias, no sólo deja sin argumentos a aquellos imbéciles que decían “que quería vivir de la política; que sólo quería los cargos, etc. etc”. Es que además, primero se adelanta a una posible ruptura de la coalición de gobierno decidida por Sánchez por intereses electorales. Y lo hace posicionando a una mujer que tiene una valoración muy por encima de cualquier otro miembro del gobierno. Incluido el propio presidente y contando entre los votantes socialistas.

Veremos la salud del gobierno de coalición sin Iglesias en su seno. A priori podríamos hablar de mayor estabilidad pero el cambio de patrón suscitado por el líder de Podemos es de tan amplio espectro que puede hacer cambiar las relaciones de fuerza entre el PSOE y todo lo que está a su izquierda. No estará Iglesias en el gobierno pero seguirá habiendo fisuras porque hay claras diferencias entre la acción política y a quienes representan, unos y otros. No se descarta la ruptura, ni siquiera el adelanto electoral.

Por otro lado, Pablo Iglesias inicia lo que era evidente e inaplazable. La renovación de Podemos a un par de meses del décimo aniversario del 15M y del séptimo de la formación del partido. Una nueva dirección sin injerencias del círculo de la Complutense es tan necesaria para Podemos como la construcción de una estructura de partido más allá de Madrid. Aunque sea en Madrid donde se ha ejecutado a la pieza que tira el dominó.

En cuanto a las consecuencias en el marco de las elecciones de Madrid y a nivel nacional es evidente que la entrada de Iglesias moviliza. Moviliza a una izquierda huérfana de presencia y liderazgo y si ejecuta ese liderazgo con generosidad para avanzar hacia candidaturas unitarias, puede que cambié la balanza. Moviliza al PSOE que ve en Iglesias a un enemigo. Y moviliza a la derecha sobre la persona a quien han declarado una guerra total para eliminarla del tablero político. Lo que parece claro en estas movilizaciones, es que la de la derecha está ya muy cerca de su tope. No puede ir mucho más allá de sus resultados actuales tras fagocitar a Cs entre PP y Vox. Sin embargo, PSOE y el resto de la izquierda debería recibir un chute de activación y participación de sus bases electorales.

Iglesias ha declarado abiertamente que se siente en "la obligación de luchar con fuerza para evitar la llegada de la extrema derecha al gobierno de Madrid". Le honra y nos da un ejemplo a seguir. Un compromiso imperecedero y vital del que tenemos que extraer principalmente, la lectura de que la acción política y social tiene que ser ejecutada con generosidad por el beneficio y progreso colectivo. Va a luchar en el terreno de juego más difícil. El de una región donde la derecha ha creado sus propios votantes. Aislando los barrios. Abandonando la educación pública y la sanidad pública. Mintiendo una y otra vez para tapar corrupciones, nepotismos y pérdida de dignidad del territorio y la población. Una región que funciona como un vórtice del estado que todo lo absorve y que representa un centralismo rancio, caduco y trasnochado. Y sin embargo, ante estas tremendas dificultades el gesto de Pablo Iglesias es audaz y temerario, calculado y necesario.

El 5 de mayo el escenario parece completamente distinto al que teníamos ayer. Hasta esas elecciones del día antes todavía puede haber más movimientos que son propios de un sistema político sobrepasado, como el español, gravemente herido en su legitimidad y funcionalidad. Que trata de no morir defendiéndose a garrotazos y arañazos para preservar un sistema de élites, una casta, mientras tarda en aparecer algo nuevo y las clases trabajadoras van caldeándose poco a poco ante un estado de las cosas insostenible. Todo puede pasar.

domingo, 14 de marzo de 2021

Un año de pandemia

 

Un año de pandemia. Un año en el que nuestras vidas han cambiado drásticamente. Hemos dejado atrás realidades, verdades, sueños cuando poco pospuestos. Adquiridas costumbres impuestas y necesarias. Emprendido nuevos caminos y experiencias, empezando por el más imperecedero: cuidarse cada día.

Parece mentira que haya ya pasado un año. Una agenda entera distinta a lo habitual, a lo que esperamos. Experimentando la sensación de un paréntesis que ya dura demasiado.  Un impas en el que nos han dejado cautivos, desarmados y también indefensos. Por más nuevos retos que se asuman, por buscar algo nuevo, distinto, para pasar cada día, cada semana, que se van repitiendo en un inmenso día de la marmota y a la vez tan frenético en la vorágine de sucesos que van asaltando a trompicones nuestros ojos. Nuestros oídos. Y nos dejan ciegos, sordos, mudos. Y gritamos. Gritamos sin voz, cansados y hartos de no hallar solución, sin la respuesta necesaria pese a que tenemos toda la información del mundo y del tiempo, en dos, parpadeos. Y si tenemos suerte convivimos con alguien que nos quiere y nos cuida. Nos hace la vida más fácil. Y uno lucha por ser recíproco. Pese al hartazgo de esta situación, la falta de alternativas, el cierre de todos los caminos.

Hoy hace un año estábamos anestesiados. Asistíamos con una sensación de incredulidad al patas arriba de nuestra rutina. Parecía como si no fuera con nosotros lo que en las ruedas de prensa unos señores muy compungidos nos decían. Las actitudes tardaron mucho en cambiarse y algunas siguen enfoscadas en su crueldad e imbecilidad. Parecía como si los avisos, las órdenes de confinamiento y la nueva rutina se deslizara por nuestra piel sin ni siquiera impregnarnos. Una patina que correría abajo gracias al sudor. Ni siquiera se quedaría en las sábanas o en la ropa interior. Y sin embargo, empezaron a pasar los días y las noches, las seguridades derruidas al tiempo que se consolidaban prejuicios. El egoísmo de una sociedad hiper individualizada; el convencimiento de que la pandemia venía por esta guerra continúa que en nuestro nombre las élites y la economía han disparado contra la Naturaleza; el sentido y orgullo de pertenencia de clase, de darse cuenta, quizás por fin, casi nunca tarde, de que somos más, somos mejores y somos las y los imprescindibles. Que pese a la precariedad y la incertidumbre está la dignidad y la certeza. Y en los balcones llenos de banderas que nunca nos representaron empezaron a oírse aplausos por las clases trabajadoras. Por los médicos y enfermeros, hombres y mujeres que con vocación y destino, nos cuidan y protegen. Que se arriesgan por un bien común. Por limpiadoras, cajeras, repartidores y basureros que con su honestidad engarzan los eslabones básicos de la vida. Al poco tiempo el dolor golpeaba con fuerza. Víctimas, contagiados y fallecidos, muchos nuestros mayores, sin solución de continuidad, ampliando unos registros de infamia. Sacando a la luz el drama de una sociedad que olvida su pasado; que lo castiga y lo esconde. Pasaron los meses y aquellas cifras que nos encolerizaban y nos alarmaban ahora se han deslizado por la vorágine de la información sin que nos perneé como si tantas vidas fueran prescindibles. Como si fueran cucarachas. Siempre me ha indignado este sistema que en su rueda implica la muerte y destrucción de millones de personas, muchos días contados por miles para que las ganancias no dejen de fluir. Y con la pandemia hemos asistido al mismo efecto; a la costumbre del llanto y el dolor hecha rutina; incapaz de irritar, ni tan siquiera de conmover. La economía tiene que fluir. Hay que salvar el verano, la hostelería, las fiestas, la Navidad y ya la Semana Santa. Tratando de recobrar una normalidad que no era normal. Porque no se podía tolerar que la precariedad, la inseguridad, la pobreza incluso trabajando a jornada completa fuera el día a día de millones de personas. Incluso en este país. Y sin embargo, nos quieren en la miseria, con una desigualdad crónica. Consumiendo, ajenos a todo lo que sucede alrededor. Esperando que la ciencia dé respuesta y que las vacunas hagan más ricos a los ya infinitamente ricos.

Decían que íbamos a salir de esto mejor que antes. No puedo más que reírme. Qué falacia; qué caradura. Ha sido un año de egoísmos. Ha sido un año de violencia. Ha sido un año para comprobar la ausencia de empatía y solidaridad que asola el mundo. Ha sido un año de dolor continuo por comprobar otra vez, que van a defender este nauseabundo estado de las cosas con uñas y dientes. Y con policías y mentiras. Si algo ha dejado claro esta pandemia es la necesidad que tenemos como sociedad mundial y globalizada de reconstruir, y en algunos casos construir, unas redes de asistencia mutua, donde primen por encima del lucro y el flujo de capitales, las necesidades vitales de la gente y del planeta. Derribad el ultra liberalismo capitalista que emplea hasta el último recurso, el del rabioso perro fascista para acallar las alternativas. Y sin embargo, la evidencia muestra que no es que sean necesarias: Es que nos va la vida en ello.

Nadie sabe cuánto tiempo nos queda de estar así. De cuando podremos viajar. De cuando podremos abrazar a nuestros padres, hermanos y amigos, seres queridos que están lejos. Esto es lo más importante a salvar, a recuperar. Cuando os digan que hay que salvar la economía, decid que hay que salvar la vida. Que hay que salvar la salud, física y mental. Hasta entonces, seguiros cuidando.

viernes, 12 de marzo de 2021

Los delirios de la IDA

Imagen tomada de aquí

 

He oído y leído varias veces la idea “España (o sus políticos, o sus medios) genera más política de la que es capaz de consumir”, y me parece plena de acierto. Porque al final tanto ruido, que se hace insoportable, tiene como función final y ante la desmesurada falta de proyecto político especialmente en la derecha, aturdir al votante, distraer al trabajador y entretener en lo simbólico, mientras usurpan lo importante. La política de ideas, proyectos, consensos, reclamaciones y mejoras apenas tiene eco en la sociedad, que sin embargo asiste con estoicismo a un teatro paupérrimo donde básicamente sólo se disputan supervivencias políticas, sueldos estratosféricos y disputas de poder entre facciones. A priori, nada grave para las clases trabajadoras, hasta que se excarva y se ve que mientras representan una ópera bufa y un teatro de arlequines de baja estofa, los privilegios y corrupciones, lastran hasta el mínimo la dignidad de las gentes, hasta convertir este territorio en un estado fallido.

Por ejemplo, llevan meses, casi un año taladrándonos con las fisuras en el gobierno de coalición de izquierdas, mientras situaciones tangibles de política con mayúsculas y que implican un cambio para bien en el país pasan totalmente desapercibidas. Lo mismo que cuando estas medidas son para oprimir a la clase trabajadora, lógicamente son silenciadas por los medios de persuasión. Sin embargo, ha sido la derecha la que ha implosionado generando toneladas de artículos, videos, entrevistas, ruedas de prensa, opiniones y más periodismo.

Que la Comunidad murciana lleva funcionando 25 años como un chiringuito del PP donde el nepotismo y la corrupción han sido maneras de ejecutar acción gubernamental, lo sabemos todos, pese a que este fuera del foco tradicional del Levante español, y mucho más ajeno a la distorsión continua que provoca Madrid. Ciudadanos lo sabía en 2015 y en 2019 cuando pactó gobiernos locales y autonómicos con el PP. Ahora han destapado estas corrupciones por licencias y chanchullos urbanísticos que unido a las corrupciones y favoritismos con las vacunas de la COVID, ha provocado un maremoto con impredecibles consecuencias.

Tras las elecciones catalanas proclamé gran vencedor a Pedro Sánchez y vaticiné la concatenación de hechos que esta semana ha asaltado la nunca tranquila política española.

A través de un concejal de Cs en Murcia se rompía el pacto de gobierno local y se presenta una moción de censura contra el gobierno autonómico del PP, que había necesitado del apoyo de los procuradores naranjas para sobrevivir. La noticia llega a Madrid donde las caóticas medidas ante la pandemia y la crisis económica que ha suscitado ya estaba provocando severos roces entre la coalición Cs y PP. Isabel Díaz Ayuso hinchada por las encuestas y seguramente, auspiciada por la extrema derecha de la que se ha convertido en caballo de Troya, disolvía las Cortes y proclama elecciones. Era la oportunidad perfecta para desembarazarse de Cs con quien no se entiende y ya había amenazado ruptura y buscar compañeros de viaje “más amables”. A la carrera la izquierda madrileña presentaba mociones de censura que la Mesa tenía que tramitar en una suerte de limbo legal que evidentemente, y en otra característica propia de la política española, tendrán que solucionar los tribunales. Pocas horas después el PSOE de Castilla y León presentaba una moción de censura más en la región, tratando de evitar un adelanto electoral y que se pierdan los pasos a la hora de recibir ayudas europeas (algo que la hipócrita de Ayuso o no ha pensado o no le ha importado). Mañueco e Igea, al día siguiente, mostraban la salud de su idilio particular escenificado en rueda de prensa, y un día después, ya hoy, el Presidente de la Región de Murcia, confirmaba el Tamayazo panocho, indicando que la moción de censura en su contra no prosperará al montar un ejecutivo con tres procuradores de Cs que han rescatado el siempre útil para la derecha manual del transfugismo.

Demasiado intenso para sólo tres días.

Todo este sainete lleva a la irrelevancia medidas urgentes y necesarias como la tramitación final de la Ley de muerte digna o la reversión de las tropelías de la reforma laboral de 2012 a través del consenso con los agentes sociales (la reforma laboral “socialista” de 2010 también debe ser revocada) y que hoy mismo son noticia.

Sin embargo, aquí estamos enfangados en otra comedia del absurdo que nuestros Azcona, Berlanga o Cuerda (el ABC del realismo español) tan bien supieron retratar.

Como decía hace unos párrafos las consecuencias de todo éste devenir son absolutamente impredecibles, aunque bien es cierto, parece que podemos partir de una serie de tendencias y hechos confirmados. Conviene recordar, en las últimas elecciones autonómicas y municipales, en las comunidades de Murcia, Castilla y León, Madrid y Andalucía el partido más votado fue el PSOE, mientras que en el Ayuntamiento madrileño ganó de calle Más Madrid. Ciudadanos, ahí se alió con el PP en un abrazo del oso que ha borrado del mapa la influencia de los naranjas.

Aunque ni pública, ni privadamente, Ciudadanos había puesto en peligro el pacto de gobierno en Madrid, si parece evidente que por fin los naranjas no van a tolerar la corrupción del PP, así como tampoco su convivencia con la extrema derecha. Puede que sea demasiado tarde para ellos, pero la supervivencia de Ciudadanos pasa por parecerse más al centro-derecha europeo, liberal y capaz de integrar cortafuegos contra los extremos.

En éste escenario, como dije en su momento, los pactos que mantiene en algunas autonomías y ayuntamientos con el PP y también con Vox, empiezan a chirriar. Frente a eso, otorgan a Sánchez una victoria más, pues la opción del pacto PSOE-Cs, nunca expulsada de la mesa, cobraría aún más fuerza, lo que a su vez llevaría a Unidas Podemos y los socios periféricos (Bildu, ERC, Compromís o BNG) a replantearse su acción política y social.

En Madrid, vamos a ver si la soberbia, ineptitud e incoherencia de Isabel Díaz Ayuso dinamita las ya muy escasas opciones de Pablo Casado como líder del PP y de la oposición en España. Primero con los tribunales, el Superior de Madrid, y posteriormente y según sean las sentencias, el Supremo o el Constitucional, tendrán que decidir si habrá o no elecciones.

Con la renovación de cargos en estas instancias bloqueadas por el PP ante la avalancha de juicios por corrupción que tiene en un futuro lejano, el capítulo vivido en la Asamblea de Madrid esta semana añade más tensión a una institución, la Justicia en España, absolutamente cautiva de la derecha y que cada vez es vista por más españoles, como una herramienta de opresión al servicio y disfrute de los poderosos.

Si hay moción de censura habrá que ver qué decisión toman los procuradores de Ciudadanos. Será la prueba empírica de si Cs revierte su política de alianza del espectro de la derecha o si se adapta a un modelo liberal europeo.

Si hay elecciones, la “astuta” Ayuso las ha colocado en 4 de mayo, día laborable en mitad de un (previsible) puente por las fiestas patronales de la Comunidad, lo que puede desmovilizar o dificultar sobremanera el voto de todos aquellos y aquellas que no van a comulgar con sus ruedas de molino.

Todo parece indicar que el trumpismo de Ayuso poniendo la economía, mejor dicho la riqueza de unos pocos, por delante de la salud de todos. Haciendo de la Comunidad un bastión de oposición al gobierno central y dinamitando la imagen y la convivencia en el estado, le va a otorgar una victoria contundente, más por incomparecencia del rival que por fortaleza propia. Y al lado de Ayuso, Vox, al alza, que ya saborea asaltar el espacio del PP. Una tragedia, pero algo esperable ya que el origen de ambos es el mismo: las mamandurrias de Aguirre, la Tatchter Ibérica.

Para el PP, es decir para Pablo Casado, lo que ha pasado esta semana ya es una derrota. No sabemos si la iniciativa de Ayuso ha pasado por encima de la autoridad de Casado o si éste estaba puesto al día. En cualquier caso su liderazgo ya no es que esté en entredicho. Está claramente amortizado. Por decirlo con educación.

Si hay moción o elecciones y pierden la Comunidad, dirán adiós a una institución de la que llevan viviendo y parasitando 30 años y que ha favorecido un estado de las cosas que ha laminado la convivencia en el estado y los servicios públicos y la dignidad de las gentes de Madrid. Sería una gran noticia, aunque improbable, que además traería la guinda del pastel de que Ayuso enterraría su carrera política (una desquiciada menos).

Si por el contrario, Ayuso gana y como parece predestinado a ello, tendrá con casi toda seguridad, que mantenerse en el poder empleando el garrote de Vox. Entonces a Casado no le quedarán argumentos para seducir a un electorado centrista y sus opciones de disputar la Moncloa en 2023 desaparecen. Pero es que la posibilidad de perder Madrid es una catástrofe para un PP sumido en una crisis de identidad acuciante, no sabiendo a qué alma (liberal o fascista-franquista) adosarse. Todo esto con Feijoo mirando el espectáculo desde Galizia con el aval que tiene de haber ganado por mayoría todas “sus” elecciones.

Ciudadanos en esta vorágine y ante unas nuevas elecciones parece asumir con razón un nuevo desplome, pero si se alejan del extremismo quizás puedan mantener el suficiente apoyo como para sortear el umbral mínimo del 5% y un respaldo en la Asamblea para favorecer un gobierno u otro. Las aritméticas que anticipan resultados cuestionan la idoneidad del atrevimiento de Ayuso. Porque Cs caerá, pero sus votos se repartirán entre PP, PSOE y Vox. Estos subirán, pero lo harán a costa sobretodo del PP. ¿Mantendrá el PP la hegemonía de la derecha en España tras el 4 de mayo?

Y en frente la izquierda. ¡Ay la izquierda madrileña! Tan inútil, tan alejada de la realidad, tan ajena a la vida de las clases trabajadoras. Mira que el PSOE madrileño y Más Madrid de Errejón han tenido tiempo y ocasiones para presentar una moción de censura. Sin ir más lejos y desde el 14 de febrero tras las catalanas, 28 días para forzar la posición de Ciudadanos. Si miramos atrás, han podido presentar mociones de censura por las mentiras de Ayuso (no contrató ni un rastreador, no contrató ni un médico, con los peores datos semana a semana en contagiados y fallecidos, con una segunda huelga en ciernes del personal sanitario, menús de basura para los niños, gestión criminal en las residencias, etc.), por sus corrupciones (su piso de lujo en Madrid “cedido” por un “empresario”, los sobrecostes del Zendal) o por su inoperancia (en dos años, la inepta sólo ha sido capaz de aprobar una Ley y ningún presupuesto). Pero no. Han llegado tarde, incluso a hacer oposición. Es lamentable.

Y más lamentable es la incapacidad tanto del PSOE de presentar un candidato que supere el inmovilismo de Gabilondo, como de Unidas Podemos y Más Madrid de coaligar una candidatura unitaria que estos últimos ya han rechazado de antemano. Como si las clases trabajadoras pudieran permitirse el lujo de desaprovechar esta oportunidad que la supervivencia política y el egoísmo de la derecha nos han presentado. La unión de candidaturas con generosidad y sabiendo lo que nos jugamos es vital en este momento para movilizar a las clases trabajadoras que si finalmente se vota el 4 de mayo, tendrán la oportunidad de recuperar Madrid. Y aunque sólo fuera por 2 años, ganar mucha dignidad para este país.

Pase lo que pase en Madrid y que traerá consecuencias para todos debido a la especial configuración del estado, parece claro que la posición del PSOE sale reforzada, y la suerte de Pedro Sánchez es que va a encontrar nuevos aliados para que nada cambie en el país. No es que le hagan falta (ayer mismo PSOE, PP, PNV y Vox votaban en el Senado para evitar que la Iglesia devolviera las matriculaciones usurpadas al pueblo) pero desde luego erradicar a Unidas Podemos (y a las izquierdas nacionalistas) de las ecuaciones de gobierno, a cambio de encontrar en Ciudadanos un socio preferente, sacaría al mismo tiempo cuestiones incómodas para los que mandan como la situación de la vivienda de este país, la injusticia, la Memoria Histórica y los pactos de la Transacción, los servicios públicos o la reconversión industrial que necesitamos como el comer.

Nos jugamos mucho. Así que estemos atentos, vigilantes, y si, por una vez, dispuestos a tomar partido. 


jueves, 18 de febrero de 2021

Una semana de normalidad democrática en España


 

En la última semana, en la normalidad democrática de España, se ha procedido al despido de un periodista por un rótulo en una pieza de información de Televisión Española; se ha llevado a cabo la encarcelación de un rapero por sus letras de denuncia de la corrupción real y contra el sistema; dos policías nacionales fuera de servicio acosan a una chica de 14 años y le pegan una paliza a ella y a su padre quien salió en defensa de su hija; en las manifestaciones en contra de esta inviolabilidad policial, la policía carga con violencia llegando incluso a utilizar munición de postas causando dos heridos. Ante el fallecimiento de un ex-gal condenado por terrorismo se suceden panegíricos elogiando su vida sin que se atisbe la respuesta judicial por enaltecimiento del terrorismo. Se permite una manifestación nazi en el centro de Madrid en las que se lanzan soflamas contra “rojos”, “maricones”, “mujeres” y “judíos” destacando el discurso de una chica de 18 años (acompañada de varios sacerdotes) que pasa a recibir una atención mediática como “musa del falangismo”. Se llevan a cabo multitud de manifestaciones en favor de la libertad de expresión y por la excarcelación del rapero Pablo Hásel. La mayoría de ellas sin incidentes (aunque en casi todas hubo provocación de elementos de derecha y las fuerzas policiales), llegando a la violencia provocada por los antidisturbios en Madrid y Barcelona, que se salda con varios detenidos y heridos, entre ellos una joven que ha perdido un ojo en la ciudad condal. Por supuesto, la derecha política y mediática, saca la brocha gorda para imponer su relato, atacando a la izquierda y dando más valor a un contenedor quemado que a una mujer gravemente herida por la brutalidad policial. Todo esto en una semana de normalidad democrática en España. Donde gobierna, no lo olvidemos, una coalición de izquierdas.

No voy a cometer el error de no condenar la violencia. Condeno y lucho contra la violencia. Sobretodo condeno la violencia policial. Esas fuerzas “de seguridad del estado” que detentan el poder de la violencia institucional y que carecen de la más mínima ética y sometimiento a las normas cívicas y democráticas que en teoría nos hemos dado todos.

A estas horas y éste día seguimos esperando, y podemos esperar sentados, a una condena de las asociaciones profesionales de los colectivos de fuerzas de opresión del estado. También podemos sentarnos y esperar las explicaciones del ministerio de Interior. Y son improbables no sólo el cese de este señor que nunca debió ser nombrado Ministro, sino ni siquiera una triste reprobación por el Congreso. Marlaska es un juez que ocultó y legitimó las torturas en el País Vasco y con esos antecedentes jamás tendría que tener ordeno y mando sobre quienes se supone, nos tienen que proteger. Más si cabe cuando la preocupación de las policías de este estado está con los contenedores de basura y no con las personas; cuando su empeño es garantizar el sistema económico por encima de las libertades civiles de la población, como si un escaparate roto fuera más grave que una persona silenciada, oprimida y repudiada. Y donde además, estos elementos a los que damos placa, esposa, porra y pistola y un sueldo, todo ello pagados con nuestros impuestos en contra de otras cosas más elementales y necesarias, muestran una sintonía con la extrema derecha que indigna y avergüenza.

Allí y en esas ocasiones no vas a ver a la policía deteniendo, ahostiando, reventando ojos o ni siquiera, multando. Allí verás a agentes, cayetanos, pijos y fachas, compartir risas y fotos, desfilar con rojo y gualda y venerar mutuamente el tardo franquísmo españistaní que les permite a  unos y a otros, en conjunción, dedicarse a oprimir a la clase trabajadora y abusar de sus riñones como lacra parasitaria que ambos son.

Ni el PSOE ni Unidas Podemos, ni desde dentro del Gobierno (donde pasan semanas sin reparar tropelías y ganar en democracia derogando por ejemplo leyes lesivas como la Ley Mordaza) ni desde sus grupos parlamentarios son capaces de poner coto a la sucesión de acontecimientos que son consecuencias lógicas de la crispación que el contexto actual (pandemia, crisis económica sistémica de un capitalismo depredador y sin límites, crisis ecológica, crisis de valores democráticos, éticos y morales y crisis política de un estado fallido) provoca en la sociedad.

Si pensamos que sentados en casa, escribiendo en el blog y tuiteando, vamos a recobrar dignidad y avanzar en mayor democracia y en justicia social estamos muy equivocados. Nos equivocamos si evocamos con romanticismo las luchas del pasado, del siglo XIX y del siglo XX, donde la práctica totalidad de los deberes y derechos civiles se adquirieron a base de fuego y estopa. Porque no fue un camino de rosas y batucadas precisamente aquello. La libertad y el modelo de bienestar que no se extendió más que para un 20% de la población mundial se logró entre otras cosas por movimientos revolucionarios y contestatarios. Pero sobretodo las conquistas sociales y laborales se lograron a base de esfuerzo, de conciencia e identidad y de tener muy claro que había que revertir el orden institucional, para conseguir un mundo mejor para todas y todos. Bien organizados y dispuestos a asumir la respuesta a la acción violenta de cuerpos y fuerzas de seguridad del estado (del estado de las cosas) y fuerzas contrarrevolucionarias. Y también de unos medios de comunicación al servicio del poder oligarca y siempre dispuestos a construir un relato que legitime el estado de las cosas, con todo el dolor e indignidad que nos asola.

No se ganó en libertad, dignidad y justicia social con palmas, tambores y lemas cuquis. Fue con huelgas, con desobediencias civiles, asumiendo costes en dolor, prisiones y multas. Fue con violencia, incluso con atentados. La sociedad está harta por muchas cuestiones. Y este hartazgo crece a medida que se ven frustradas las expectativas de cambio y de mejora de la situación, primero individual, pero también colectiva.

Hace menos de un mes estuve viendo la serie Antidisturbios. Como he estado en desahucios, huelgas, piquetes y manifestaciones me he visto con ellos. Ya sé cómo funcionan y porque me producen asco y repulsión. La serie me sorprendió por la crudeza y verosimilitud con la que son retratados y además y de propina, y para que todos tengamos claro que no son más que herramientas del poder oligarca y corrupto, son empleados como matones a sueldo que favorecen los chanchullos de las élites.

Frente a la violencia y el discurso que legitima su opresión, nuestro convencimiento, repulsa y lucha. Como dicen los Chikos del Maíz, "Antes como mierda que defiendo vuestra ley"; "Antes pongo el culo en esquinas, que me hago madero".


miércoles, 17 de febrero de 2021

Elecciones pandémicas

 


En las anteriores elecciones catalanas, el jueves 21 de diciembre de 2017, una participación del 80% constataba la tremenda polaridad del discurso político en Catalunya y coronaba sin solucionar la confrontación independentista. El pasado domingo con una participación que apenas superaba el 50% (mediatizada por la pandemia) el tablero político que dejaban las urnas aclaraban en buena medida el conflicto generado por la deriva independentista frente al centralismo españolista.

El gran vencedor de las elecciones catalanas de 2021 ha sido Pedro Sánchez. El presidente del gobierno refuerza aún más su posición gracias al legado que aportó su decisión de colocar como candidato a President a Salvador Illa, ex ministro de Sanidad. Lo hizo en plena gestión de la segunda ola de la pandemia y cuando se fraguaba la tercera. Y lo que podía haber parecido una decisión de extremo riesgo al posicionar al voto a un candidato tan expuesto a los medios y la crítica ha resultado todo un acierto.

El PSC con Illa ha ganado las elecciones como partido más votado aunque empatado en escaños con ERC y de rebote se ha avalado buena parte de la gestión de la pandemia llevada a cabo por el gobierno central. El PSC vuelve a erigirse como eje de decisión política en Catalunya entre independentistas y “unionistas”. Su valor como referencia de la salida dialogada y la normalidad democrática contrasta con las posiciones enconadas de ambos polos. Por parte de la derecha nacional llevada a la marginalidad y el extremo. Por parte de los nacionalismos catalanes desnortados al recibir una respuesta de la sociedad civil en favor de un candidato al que habían anunciado boicot previo.

Tan bueno ha sido el domingo que a Sánchez le ha salido bien hasta que su compañero de gobierno no haya salido escaldado de la cita con las urnas en Catalunya. En Comu Podem, la marca de Unidas Podemos allí, mantenía los resultados de hace tres años y por un lado apacigua las aguas en la formación, y por otro mantiene la representatividad de Iglesias como interlocutor válido para dar salida al conflicto catalán.

Eso sí. La mayoría absoluta fue para el independentismo (en realidad para la abstención que remarca la incompetencia y temeridad de proponer unas elecciones en plena situación de emergencia sanitaria) que mantiene buena parte de su capacidad de movilización en sus feudos tradicionales y que recibe de primera mano una dosis de realidad de una ciudadanía cansada de tanta confrontación. La buena fortuna de Sánchez se transformó aquí en que ERC queda por delante de Junts entre los independentistas, lo que refuerza aún más su gobierno en Madrid. Incluso la estrategia de Puigdemont y su PdeCat queda desautorizada lo que otorga a Esquerra la posibilidad y el deber de liderar gobierno en Catalunya que puede hacer valer un gobierno transversal en lo ideológico con apoyos puntuales del PSC y los comunes. O bien, llevar la voz cantante en un gobierno indenpendentista con apoyo también de la CUP que duplica sus resultados.

No es que esa primera posibilidad se fuera a traducir en mejoras de las condiciones de vida de la gente (lo que se supone que tres partidos de izquierdas deberían tratar) sino más bien que sus objetivos -indultos de los presos, mayores competencias, Estatut y negociados de las ayudas europeas por la crisis de la COVID- sean logrados.

Por lo tanto, con este escenario, y fuere cual fuere la forma de gobierno que salga adelante parecen claras, por un lado evitada la repetición de elecciones (que serían las sextas catalanas en menos de diez años). Y se recuperaría la mesa de diálogo para recuperar la normalidad democrática e institucional entre Catalunya y España dentro de la Constitución. Sin duda, buenas noticias.

Pero esa Constitución necesita serias reformas, cuando no la apertura de un proceso constituyente. El electorado catalán lo ha vuelto a demostrar cuando los resultados de las fuerzas auto proclamadas “constitucionalistas” apenas es capaz de representar el 15% del electorado catalán. El hecho innegable es que la convivencia y los escenarios que tienen que dar solución y cabida a todas las identidades no funcionan. No sirven y el texto constitucional es más una arma con la que azuzar en la trinchera del odio y el inmovilismo. Y todo eso sin hablar de los capítulos de justicia social que son sistemáticamente ignoranos cuando no violentados.

El PP se queda en tres escuálidos diputados fruto de su tradicional y abierta hostilidad hacia los pueblos que forman parte de España. Su estrategia no por conocida, resulta menos indignante: crispar y enfangar con el tema identitario para salvaguardar mayorías sostenibles en las “Castillas” y sobretodo en Madrid, que es donde está la pasta. El resultado una derrota electoral más de Pablo Casado que deja su liderazgo notablemente tocado cuando no hundido. La inestabilidad del PP es tan manifiesta por su corrupción institucional, su incompetencia, su incoherencia y su falta de lealtad, que mantiene a los principales candidatos a sustituirles entre bambalinas. El aviso para desligarse del discurso fascista de Feijoo es una declaración de intenciones del mejor colocado -frente a la estrategia de Ayuso-, pero ni uno, ni otra, van a sacar la cabeza cuando se avecinan meses duros en los medios, en los juzgados y en los parlamentos para el PP. Un PP que quiere redefinirse abandonando su sede de Génova 13, monumento nacional a la corrupción, en el último salvavidas de Casado tratando de hacer olvidar el pasado, cambiando de decorado.

Pero mayor fue el descalabro de Ciudadanos pasando de primera fuerza en 2017 a 7ª fuerza, de 30 escaños a apenas 6. Si el PP ha mantenido la ambivalencia con el fascismo, no se entendía las posiciones ultras de un partido que se presentó como garante del modelo liberal y el centrismo. Cs va cuesta abajo sin frenos, desmoronándose por territorios y perdiendo influencia incluso en la región de donde surgieron. Sus opciones son claras: O continuar una deriva ultra nacionalista que los lleve a la irrelevancia; o adoptar un corte más centrista, inflexible con la corrupción del PP, con sentido de estado y coherencia. De elegir esta opción redondearía la victoria de Sánchez, porque parece inconcebible que se mantengan en ese escenario, algunos pactos regionales (CyL, Andalucia, incluso Madrid).

La peor noticia de todas y la que ensombrece la victoria de Sánchez fue la entrada de Vox en el Parlament. Los fascistas llegan con 11 escaños y aunque minoritaria no es de desdeñar nunca el impacto de quienes quieren violencia y opresión para solucionar los problemas, o mejor dicho, para regenerarlos y hacerlos crecer.

Parece evidente que mientras la ultra derecha mueva entre 10 y 15% de votos, será imposible que la derecha alcance mayorías que le den para gobernar a nivel nacional. Por lo tanto, debería ser lógico que Casado y Arrimadas (o quienes les sustituyan) adoptasen perfiles dialogantes, centristas en vez de tensionar la convivencia y jalear el enfrentamiento. Como garantes de la Constitución que así se presentan, deberían entender rápido que tales actitudes a quienes únicamente benefician es a los independentistas y a la ultra derecha.

La derecha catalana, como ya he dicho en varias ocasiones en este blog, no tiene argumentos para pactar o amenazar el pacto con la derecha nacional. Esto ha añadido inestabilidad a la nunca tranquila política española. Y estas elecciones no se cambia esa dinámica, pero si se pide a PSC (y en Comú Podem) y a ERC y Junts, que se sienten a dialogar y a generar una convivencia, una salida dialogada al conflicto, que pueda por lo menos aportar estabilidad en la vida diaria, al menos por 20 años.

No soy muy optimista para que se rebaje el nivel de tensión en la política nacional, justo ahora que inmensidades de cantidades de dinero de los fondos europeos de recuperación van a llegar al país. En Catalunya, pese a que los números dan para mayorías de izquierdas, por desgracia, no se va a ver traducidas en medidas que garanticen los servicios públicos, la sanidad, la educación, el medio ambiente, la lucha contra la pobreza y la precariedad. Vamos a continuar en el terreno de las emociones y las banderas. Hablando en definitiva, de lo que quieren las élites, para no trastocar sus posiciones dominantes. Ni siquiera un tenue reparto de la riqueza.



Como bonus track aprovecho esta entrada sobre las elecciones catalanas del pasado domingo para hablar del Impeachment a Donald Trump como advenedizo de lo que puede suceder en Europa y en España. Tras los sucesos del 6 de enero en Washington, un golpe de Estado, hablaba de la encrucijada en la que el partido republicano debía tomar una decisión: Mostrar lealtad a la democracia y las instituciones estadounidenses o dejarse llevar por el trumpismo en su afán de poder, sin querer poner en su contra a las bases que estos años ha movilizado el ex presidente.

La traición del partido republicano impidiendo el juicio político a Trump, y con él sacándolo personalmente de la política, es un aviso a navegantes de algo que no es nuevo en la historia. El liberalismo no va a tener ningún problema en usar un animal salvaje como el fascismo mientras beneficie sus oligarcas privilegios. Y como bien sabemos muchos no resulta una criatura dócil y el riesgo de que el fascismo crezca y cause un dolor horrible, esta ahí. Por lo tanto, estamos avisados sobre lo que puede pasar en España y en Europa.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...