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He
oído y leído varias veces la idea “España
(o sus políticos, o sus medios) genera más política de la que es
capaz de consumir”,
y me parece plena de acierto. Porque al final tanto ruido, que se
hace insoportable, tiene como función final y ante la desmesurada falta de proyecto político especialmente en la derecha, aturdir al votante,
distraer al trabajador y entretener en lo simbólico, mientras
usurpan lo importante. La política de ideas, proyectos, consensos,
reclamaciones y mejoras apenas tiene eco en la sociedad, que sin
embargo asiste con estoicismo a un teatro paupérrimo donde
básicamente sólo se disputan supervivencias políticas, sueldos
estratosféricos y disputas de poder entre facciones. A priori, nada
grave para las clases trabajadoras, hasta que se excarva y se ve que
mientras representan una ópera bufa y un teatro de arlequines de
baja estofa, los privilegios y corrupciones, lastran hasta el mínimo
la dignidad de las gentes, hasta convertir este territorio en un
estado fallido.
Por
ejemplo, llevan meses, casi un año taladrándonos con las fisuras en
el gobierno de coalición de izquierdas, mientras situaciones
tangibles de política con mayúsculas y que implican un cambio para
bien en el país pasan totalmente desapercibidas. Lo mismo que cuando
estas medidas son para oprimir a la clase trabajadora, lógicamente
son silenciadas por los medios de persuasión. Sin embargo, ha sido
la derecha la que ha implosionado generando toneladas de artículos,
videos, entrevistas, ruedas de prensa, opiniones y más
periodismo.
Que
la Comunidad murciana lleva funcionando 25 años como un chiringuito
del PP donde el nepotismo y la corrupción han sido maneras de
ejecutar acción gubernamental, lo sabemos todos, pese a que este
fuera del foco tradicional del Levante español, y mucho más ajeno a
la distorsión continua que provoca Madrid. Ciudadanos lo sabía en
2015 y en 2019 cuando pactó gobiernos locales y autonómicos con el
PP. Ahora han destapado estas corrupciones por licencias y
chanchullos urbanísticos que unido a las corrupciones y favoritismos
con las vacunas de la COVID, ha provocado un maremoto con
impredecibles consecuencias.
Tras
las elecciones catalanas proclamé gran vencedor a Pedro Sánchez y
vaticiné la concatenación de hechos que esta semana ha asaltado la
nunca tranquila política española.
A
través de un concejal de Cs en Murcia se rompía el pacto de
gobierno local y se presenta una moción de censura contra el
gobierno autonómico del PP, que había necesitado del apoyo de los
procuradores naranjas para sobrevivir. La noticia llega a Madrid
donde las caóticas medidas ante la pandemia y la crisis económica
que ha suscitado ya estaba provocando severos roces entre la
coalición Cs y PP. Isabel Díaz Ayuso hinchada por las encuestas y
seguramente, auspiciada por la extrema derecha de la que se ha
convertido en caballo de Troya, disolvía las Cortes y proclama
elecciones. Era
la oportunidad perfecta para desembarazarse de Cs con quien no se
entiende y ya había amenazado ruptura y buscar compañeros de viaje
“más amables”.
A la carrera la izquierda madrileña presentaba mociones de censura
que la Mesa tenía que tramitar en una suerte de limbo legal que
evidentemente, y en otra característica propia de la política española, tendrán que solucionar los tribunales. Pocas horas
después el PSOE de Castilla y León presentaba una moción de
censura más en la región, tratando de evitar un adelanto electoral
y que se pierdan los pasos a la hora de recibir ayudas europeas (algo
que la hipócrita de Ayuso o no ha pensado o no le ha importado).
Mañueco e Igea, al día siguiente, mostraban la salud de su idilio
particular escenificado en rueda de prensa, y un día después, ya
hoy, el Presidente de la Región de Murcia, confirmaba el Tamayazo panocho,
indicando que la moción de censura en su contra no prosperará al
montar un ejecutivo con tres procuradores de Cs que han rescatado el
siempre útil para la derecha manual del transfugismo.
Demasiado intenso para sólo tres días.
Todo
este sainete lleva a la irrelevancia medidas urgentes y necesarias
como la tramitación final de la Ley de muerte digna o la reversión de las tropelías de la reforma laboral de 2012 a través del
consenso con los agentes sociales (la reforma laboral “socialista”
de 2010 también debe ser revocada) y que hoy mismo son noticia.
Sin
embargo, aquí estamos enfangados en otra comedia del absurdo que
nuestros Azcona, Berlanga o Cuerda (el ABC del realismo español) tan
bien supieron retratar.
Como
decía hace unos párrafos las consecuencias de todo éste devenir son
absolutamente impredecibles, aunque bien es cierto, parece que
podemos partir de una serie de tendencias y hechos confirmados.
Conviene
recordar, en las últimas elecciones autonómicas y municipales, en
las comunidades de Murcia, Castilla y León, Madrid y Andalucía el
partido más votado fue el PSOE, mientras que en el Ayuntamiento
madrileño ganó de calle Más Madrid. Ciudadanos, ahí se alió con
el PP en un abrazo
del oso
que ha borrado del mapa la influencia de los naranjas.
Aunque
ni pública, ni privadamente, Ciudadanos había puesto en peligro el
pacto de gobierno en Madrid, si parece evidente que por fin los naranjas no
van a tolerar la corrupción del PP, así como tampoco su convivencia
con la extrema derecha. Puede que sea demasiado tarde para ellos,
pero la supervivencia de Ciudadanos pasa por parecerse más al
centro-derecha europeo, liberal y capaz de integrar cortafuegos
contra los extremos.
En éste escenario, como dije en su momento, los pactos que mantiene en
algunas autonomías y ayuntamientos con el PP y también con Vox,
empiezan a chirriar. Frente a eso, otorgan a Sánchez una victoria
más, pues la opción del pacto PSOE-Cs, nunca expulsada de la mesa,
cobraría aún más fuerza, lo que a su vez llevaría a Unidas
Podemos y los socios periféricos (Bildu, ERC, Compromís o BNG) a
replantearse su acción política y social.
En
Madrid, vamos a ver si la soberbia, ineptitud e incoherencia de
Isabel Díaz Ayuso dinamita las ya muy escasas opciones de Pablo
Casado como líder del PP y de la oposición en España. Primero con los tribunales, el Superior de Madrid, y posteriormente y según sean
las sentencias, el Supremo o el Constitucional, tendrán que decidir
si habrá o no elecciones.
Con
la renovación de cargos en estas instancias bloqueadas por el PP
ante la avalancha de juicios por corrupción que tiene en un futuro
lejano, el capítulo vivido en la Asamblea de Madrid esta semana
añade más tensión a una institución, la Justicia en España,
absolutamente cautiva de la derecha y que cada vez es vista por más
españoles, como una herramienta de opresión al servicio y disfrute
de los poderosos.
Si
hay moción de censura habrá que ver qué decisión toman los
procuradores de Ciudadanos. Será la prueba empírica de si Cs
revierte su política de alianza del espectro de la derecha o si se
adapta a un modelo liberal europeo.
Si
hay elecciones, la “astuta” Ayuso las ha colocado en 4 de mayo,
día laborable en mitad de un (previsible) puente por las fiestas
patronales de la Comunidad, lo que puede desmovilizar o dificultar
sobremanera el voto de todos aquellos y aquellas que no van a
comulgar con sus ruedas de molino.
Todo
parece indicar que el trumpismo
de Ayuso poniendo la economía, mejor dicho la riqueza de unos pocos,
por delante de la salud de todos. Haciendo de la Comunidad un bastión
de oposición al gobierno central y dinamitando la imagen y la
convivencia en el estado, le va a otorgar una victoria contundente,
más por incomparecencia
del rival que por fortaleza
propia. Y al lado de Ayuso, Vox, al alza, que ya saborea asaltar el
espacio del PP. Una tragedia, pero
algo esperable ya que el origen de ambos es el mismo: las
mamandurrias de Aguirre, la
Tatchter Ibérica.
Para
el PP, es decir para Pablo Casado, lo que ha pasado esta semana ya es una derrota. No
sabemos si la iniciativa de Ayuso ha pasado por encima de la
autoridad de Casado o si éste estaba puesto al día. En cualquier
caso su liderazgo ya no es que esté en entredicho. Está claramente
amortizado. Por decirlo con educación.
Si
hay moción o elecciones y pierden la Comunidad, dirán adiós a una
institución de la que llevan viviendo y parasitando 30 años y que
ha favorecido un estado de las cosas que ha laminado la convivencia
en el estado y los servicios públicos y la dignidad de las gentes de
Madrid. Sería una gran noticia, aunque improbable, que además
traería la guinda del pastel de que Ayuso enterraría su carrera
política (una desquiciada menos).
Si
por el contrario, Ayuso gana y como parece predestinado a ello,
tendrá
con casi toda seguridad,
que mantenerse en el poder empleando el garrote de Vox. Entonces
a Casado no le quedarán argumentos para seducir a un electorado
centrista y sus opciones de disputar la Moncloa en 2023 desaparecen.
Pero
es que la posibilidad de perder Madrid es una catástrofe para un PP
sumido en una crisis de identidad acuciante, no sabiendo a qué alma
(liberal o fascista-franquista) adosarse. Todo esto con Feijoo
mirando el espectáculo desde Galizia con el aval que tiene de haber
ganado por mayoría todas “sus” elecciones.
Ciudadanos
en esta vorágine y ante unas nuevas elecciones parece asumir con
razón un nuevo desplome, pero si se alejan del extremismo quizás
puedan mantener el suficiente apoyo como para sortear el umbral
mínimo del 5% y un respaldo en la Asamblea para favorecer un
gobierno u otro. Las
aritméticas que anticipan resultados cuestionan la idoneidad del atrevimiento de Ayuso. Porque Cs caerá, pero sus votos se repartirán
entre PP, PSOE y Vox. Estos subirán, pero lo harán a costa
sobretodo del PP. ¿Mantendrá el PP la hegemonía de la derecha en
España tras el 4 de mayo?
Y
en frente la izquierda. ¡Ay la izquierda madrileña! Tan inútil,
tan alejada de la realidad, tan ajena a la vida de las clases
trabajadoras. Mira que el PSOE madrileño y Más Madrid de Errejón
han tenido tiempo y ocasiones para presentar una moción de censura.
Sin ir más lejos y desde el 14 de febrero tras las catalanas, 28
días para forzar la posición de Ciudadanos. Si miramos atrás, han
podido presentar mociones de censura por las mentiras de Ayuso (no
contrató ni un rastreador, no contrató ni un médico, con
los peores datos semana a semana en contagiados y fallecidos, con una
segunda huelga en ciernes del personal sanitario, menús de basura
para los niños, gestión criminal en las residencias, etc.),
por sus corrupciones (su piso de lujo en Madrid “cedido” por un
“empresario”, los sobrecostes del Zendal) o por su inoperancia
(en dos años, la inepta sólo ha sido capaz de aprobar una Ley y
ningún presupuesto). Pero no. Han llegado tarde, incluso a hacer
oposición. Es lamentable.
Y
más lamentable es la incapacidad tanto del PSOE de presentar un
candidato que supere el inmovilismo de Gabilondo, como de Unidas Podemos y
Más Madrid de coaligar una candidatura unitaria que estos últimos ya han rechazado de antemano. Como si las clases trabajadoras
pudieran permitirse el lujo de desaprovechar esta oportunidad que la
supervivencia política y el egoísmo de la derecha nos han
presentado. La
unión de candidaturas con generosidad y sabiendo lo que nos jugamos
es vital en este momento para movilizar a las clases trabajadoras que
si finalmente se vota el 4 de mayo, tendrán la oportunidad de
recuperar Madrid. Y aunque sólo fuera por 2 años, ganar mucha
dignidad para este país.
Pase
lo que pase en Madrid y que traerá consecuencias para todos debido a
la especial configuración del estado, parece claro que la posición
del PSOE sale reforzada, y la suerte de Pedro Sánchez es que va a
encontrar nuevos aliados para que nada cambie en el país. No es que
le hagan falta (ayer mismo PSOE, PP, PNV y Vox votaban en el Senado
para evitar que la Iglesia devolviera las matriculaciones usurpadas
al pueblo) pero desde luego erradicar a Unidas Podemos (y
a las izquierdas nacionalistas)
de las ecuaciones de gobierno, a
cambio de encontrar en Ciudadanos un socio preferente,
sacaría al mismo tiempo cuestiones incómodas para los que mandan
como la situación de la vivienda de este país, la injusticia, la Memoria Histórica y los pactos de la Transacción, los
servicios públicos o la reconversión industrial que necesitamos como el comer.
Nos jugamos mucho. Así que estemos atentos, vigilantes, y si, por una vez, dispuestos a tomar partido.