
No ha pasado nada sorprendente en las elecciones a la Junta de
Castilla y León del pasado domingo, 13 de febrero. El PP
recupera su posición de fuerza más votada tras lo sucedido en 2019,
pero lejos de la mayoría absoluta. Esa pasa por Vox. La ultraderecha
afianza su posición nacional siendo la gran vencedora de los
comicios lo que supone una derrota para todos los demás. Se vale del descontento general (por la crisis, por la pandemia) y por la incapacidad de la izquierda, en especial Podemos de hacer políticas que satisfagan ese descontento. El PSOE
mantiene sus números mal que bien mostrando una debilidad al alza
fruto en buena medida del desgaste del gobierno central. La
izquierda, Unidas Podemos, tiene unos resultados lamentables, en
otro tope mínimo para la coalición que ya se muestra como una
herramienta totalmente inoperante y condenada a la extinción. Soria
Ya y UPL avanzan hasta conseguir grandes resultados, en especial
en el caso de la plataforma soriana que gana las elecciones en la
provincia y demuestra que con trabajo y honestidad se puede luchar
contra el bipartidismo y la reacción que trata que nada cambie.
La
participación bajó, mostrando claramente la desafección
política de buena parte de la sociedad al que se le suma el hartazgo
por una cuestión política en este país, absolutamente sobrepasada,
con marcos de decisión, representatividad y mediáticos
absolutamente inservibles para la sociedad actual y que o bien
muestran su ineptitud o reaccionan para tratar de salvar sus
privilegios.
Con
casi 60.000 votos menos emitidos, el PP gana numéricamente unas
elecciones manteniendo su porcentaje de voto pero sin conseguir sus objetivos. Mañueco va a carecer de fuerza para tener una legislatura
fuerte. Cambia a un socio inestable como Ciudadanos (que se ha comido la gestión de la pandemia en la región) por uno mucho más peligroso como Vox. El trasvase de votos en estos dos partidos ha
sido totalmente limpio. Y el botarate de Pablo Casado no consigue la victoria fácil
que reforzará su mandato interno en el PP por lo que le vienen semanas difíciles. La estrategia de la dirección nacional del PP ha
salido totalmente derrotada, toda vez que no fagocitan a Cs, cuyo
electorado pasa directamente a Vox, y estos desde posiciones de
ultraderecha se refuerzan para atar a esa linde ideológica al PP.
Quizás
su único objetivo conseguido haya sido desmontar las plataformas de
la España Vaciada en la región, donde casi todas ellas se han visto
seriamente diezmadas por la llegada de paracaidistas y advenedizos de
todo pelaje. Todas menos una, la de Soria Ya, que ha
convertido en partido político y candidatura lo que ha sido un
movimiento ciudadano de más de 20 años de lucha y existencia. Su
posición es ventajosa pero deben de cuidarse del precio que pactan
por unas mejoras materiales y tangibles para la provincia.
Otro
punto fuerte del regionalismo en estas tierras, UPL (Unión del
Pueblo Leonés) ha conseguido igualar sus mejores resultados con
3 procuradores en la provincia leonesa. Sin conseguir acercarse en
las otras dos provincias, Zamora y Salamanca, parecen determinados a
formar oposición y a continuar trabajando en la consulta que
reordene la región y culmine las aspiraciones de la formación. Para
ello encontrar mayor seguimiento en las otras dos provincias de la
histórica región leonesa se antoja clave.
Y
la izquierda qué. Pues lo que ya se barruntaba. Un fiasco
absoluto, otro más, de Unidas Podemos que recoge el testigo de
Ciudadanos y UpyD hacia la irrelevancia y la desaparición. Desde
luego no es esta una región fácil para los que somos de izquierdas
y a veces da la sensación de que nosotros mismos hemos abandonado la
lucha, por la dureza del trabajo a realizar y lo escuálidos de los
resultados a obtener en primera instancia. La autocrítica, como
siempre, es fundamental.
Reconocer
que los medios de comunicación que han blanqueado el franquismo y el fascismo de Vox han ennegrecido el trabajo de
Podemos y Pablo Iglesias tiene que ser el primer paso para a
continuación asumir el fracaso organizativo y ponerle solución. La
falta de organización más allá de la cúpula. La carencia de
cuadros con compromiso, honestidad y ejemplaridad. La falta de
presencia en las calles, en los pueblos y en los campos, del mundo
rural. El desgaste de la acción de gobierno donde no se está
cumpliendo lo prometido, presos del tacticismo neoliberal del PSOE, y
los pocos avances, no calan en la sociedad. El fracaso de la confluencia electoral ante la fragmentación interna. Teniendo que entrar al trapo de los bulos y mentiras, sin poder hacer llegar la realidad de
la verdad. Incapaces de reconocer que gran parte de la gente sigue
“informándose” a través de la televisión y los periódicos
(nacionales o locales) de derechas. O que el éxito en las redes
sociales de la extrema derecha ha cautivado a los menores de 30 años.
Para entender Castilla y León a través de las elecciones y sus resultados es necesario entender sus factores propios. No hay
mucha industria, y la que hay es incapaz de proponer un movimiento obrero, ni una transmisión de
sus valores. Hay un éxodo de jóvenes que viene de largo, por lo que
tampoco hay dinamismo cultural o social relevante puesto que suelen
marchar los más preparados, motivados o capaces.
Sí, es verdad. La gente ha votado a partidos que acaban de votar en contra de la subida del SMI. Han votado a un partido que lleva gobernando la región 35 años consecutivos sin cumplir su programa electoral y llevándonos al atraso y la irrelevancia. Que ha cerrado escuelas y consultorios rurales. Que no ha construido los equipamientos imprescindibles. Hay mujeres que han votado a un partido que niega la igualdad de género. Trabajadores que votan en contra de quienes los defienden (tibiamente) de la opresión neoliberal. Han votado a candidatos corruptos, inmorales y mentirosos. Han votado en favor de las macrogranjas, la explotación de los recursos de todos por parte de capitales extranjeros. Han votado a favor de la caza o los toros. Pero si han votado así, ante todas estos atropellos en su vida diaria y su futuro, y no a quienes les defienden, tendremos que preguntarnos por qué votan lo que votan en Castilla y León.
Hablamos
de una región extensísima, con infinidad de núcleos de población
por lo general muy dispersos, salvo 11 áreas metropolitanas que
además presentan realidades distintas entre si. La población se divide a partes iguales entre las capitales de provincia y los pueblos. En todos estos
municipios tiene presencia desde siempre (desde el franquismo)
el PP. Esto les arraiga al terreno y a través de la figura del
candidato, alcalde, local irradia una representatividad que va hacia
arriba. Las redes caciquiles empiezan desde lo más básico y llegan hasta lo más alto. Eso no quiere decir, que no haya descontento con las formas
de hacer del PP y su corrupción. De hecho cuando ha habido
candidaturas fuertes en el espectro de la derecha, el PP de CyL ha perdido
respaldo popular.
Pero
la principal virtud del PP en CyL es saber jugar con el discurso identitario esgrimiendo una ofensa perpetúa de Catalunya o la
periferia del estado. Lo material entonces pasa a segundo plano y en
estos tiempos de crisis total (económica, social y política) los
electores tienden a sentirse fortalecidos en la identidad. En ese esquema la izquierda sale perdiendo.
Viendo
algunos relatos de estos días parece que olvidamos que el
fascismo lleva instalado en las instituciones casi un siglo. No
va a ser nuevo en Castilla y León porque ahora haya una fuerza
abiertamente de ultraderecha. Ya estaban en Andalucia o en Murcia. Y
de hecho, en esta región ha habido personajes ligados al franquismo
desde los albores de la transición. Ahora lo que va a suceder, o
mejor dicho, va a continuar sucediendo es que se van a seguir
normalizando discursos que parecían ya superados. La igualdad
entre sexos, entre géneros, el derecho al aborto o la situación de
los inmigrantes. Éxitos de la sociedad española y de las corrientes
de pensamiento modernas que ahora vuelen a verse amenazadas por los
vestigios reaccionarios de un fascismo que nunca se fue.
Mucho
trabajo por hacer pero imprescindible para revitalizar una
candidatura de izquierdas en Castilla y León, en cada
municipio, que forme parte de la coalición que pueda liderar Yolanda
Díaz a nivel nacional. Todo por hacer ante el nuevo ciclo electoral
abierto el pasado domingo y que culminará en noviembre de 2023.
Qué
podemos hacer la gente de izquierdas en Castilla y León ante este
panorama. Pues lo primero de todo no caer, aunque es casi imposible,
en el desánimo. Convencerse de que somos el lado correcto de la historia. Ejercitar un antifascismo militante. Arremangarse. Trabajar y empezar a contrarrestar las
toneladas de desinformación con nuestros propios medios. Incluidos
los medios en formato físico. Recordar que la suma PP+Vox es del 48% de los que votaron anteayer. Que hay casi un 33% de personas que se abstienen. Hay por lo tanto, que participar. En sindicatos, partidos y
también en asociaciones vecinales. Ir al conflicto. A los barrios de
las ciudades. A los pueblos. A los centros de trabajo. A
universidades e institutos. A asociaciones y clubes. Escuchar,
aprender, elaborar programa, hacer partícipe de él a la sociedad,
incluidas aquellas personas, que de antemano no “parezcan”
comulgar con ideas de la izquierda. Darlo a conocer.
Castilla
y León añade una peculiaridad a esta situación de crisis
general y es la de un marco autonómico sobrepasado y que no da
respuesta a las inquietudes de las gentes y territorios y que ha
provocado, y provoca de facto, la expulsión de miles de jóvenes cada
año. Esto lo demuestra la pujanza de movimientos provincialistas y
regionalistas que discuten la composición territorial y
administrativa y reclaman mejoras e igualdad de derechos y
oportunidades entre territorios. No entre clases.
Debemos
saber dar respuesta a estas demandas y entroncarlas en posiciones que
garanticen igualdad y futuro a las personas independientemente
del lugar donde vivan y de la clase social a la que pertenezcan. Tenemos que entender que desgraciadamente el marco de decisión ha cambiado. Ya no son las cuestiones materiales, o al menos en primer término, las razones que orientan el voto y la acción o pasividad de la gente. Vuelve a ser el marco identitario. Es un gran éxito de quienes no quieren que nada cambie. Una pista nos la da el hecho de que desde Octubre de 2017, en todas las elecciones, la izquierda estatal, se ha visto relegada por fuerzas regionalistas de izquierda o por movimientos que reclaman mejoras desde el marco regional-local (ERC, CUP, Bildu, BNG, Compromis o ahora Soria Ya!).
Mi
olfato indica que el año que viene volverá a haber elecciones a
la Junta en Castilla y León y seguramente fijadas junto a
la fecha de las municipales, toda vez que aunque factible la
investidura, los primeros presupuestos de la legislatura se
presentarán complicados con un PP debilitado que verá pasar a buena
parte de su cúpula, incluido el propio Mañueco por los tribunales,
y un Vox que podría forzar la situación para seguir aumentando su
fuerza como primera opción de la derecha, presentándose como un
partido “sin corrupción”.
A
partir de que se forme gobierno (a quién quieren engañar sembrando
dudas sobre una posible repetición electoral) Castilla y León, León
y Castilla, volverán al lado oscuro de la actualidad. Seremos
relegados en la vorágine informativa y no se sabrá nada sobre estas
tierras y sus gentes. Y nos tocará luchar desde esa penumbra por un futuro para nuestras tierras contra los caciques, corruptos y fachas de siempre, y también contra los que desde fuera nos pretenden dar lecciones, sin haber aprendido las más básicas.
 
En otro orden de cosas. El lunes 14 de febrero se notificaron 601 fallecidos
durante el fin de semana por la COVID-19. Es desolador reflexionar
cómo hemos aceptado tanto dolor, tanta podredumbre moral, a cambio
de que el ritmo vital consumista e individualizado siga hacia
adelante.