Cuando uno se encuentra sometido a un
habitual aburrimiento y falta de alternativas del lugar donde vive.
Cuando esa falta de opciones, se presentan en el plano social, en el
espacio y el tiempo de ocio, donde la oferta única que queda es
emborracharse. Si sientes que por más que rastrees la agenda de
eventos, y salvo honrosas y contadas excepciones, no se encuentra
nada distintivo, atrevido y de calidad. Si todo esto te lleva, día
tras día y sobretodo en las noches a deshechar la idea de salir e
intentar divertirse, el llegar, visitar, un lugar nuevo que te ofrece
alternativas para todos los sentidos puede provocar que te dejes
llevar por la desesperación de la desgracia de muerte en vida, o por
el contrario reafirmarte en un modelo de ciudad y ocio que se pueda
definir por diverso, trascendente, mágico y de calidad.
Por azares de diversa índole y
naturaleza he llegado a visitar Toledo con cierta frecuencia (dos
veces en menos de 10 de meses y seguro que algunas más también) y
no puedo estar más que sorprendido con lo que me encontre.
Sin acudir la primera vez con
prejuicios y si con algo de documentación a través de una guía de
viaje de la biblioteca que me puso en antecendentes sobre la llamada
Ciudad de las Tres Culturas,
llegue a una Toledo vibrante y alterada por la celebración del IV
Centenario de la muerte de El Greco, embajador foráneo y universal
de lo que con el tiempo acabo siendo la capital de Castilla la
Mancha. Y quizás por ese torbellino de visitantes y acontecimientos
al calor de esa efeméride del arte mundial lo que el visitante se
encuentra (nos encontramos) fue una ciudad claramente abierta, llena
de propuestas de toda índole (desde rutas históricas, artísticas y
legendarias hasta espacios gastronómicos creativos) que ha
entendido, a mi juicio, su espacio, su naturaleza y cuales son sus
fortalezas (inequívocamente ligado al conocimiento de las
debilidades) para poder así desarrollarse y ofrecer un espacio de
vida y prosperidad para sus vecinos (en torno a unos 85.000 en la
actualidad; unos 15.000 viven en torno al casco histórico de la
ciudad).
Toledo
te saluda con la figura del Alcázar omnipresente en todas las
estampas paisajísticas de la ciudad, mientras que la belleza gótica
de la Catedral del siglo XIII se muestra más tímida, quizás por la
presión que le ejercen todo el conjunto de edificios del casco
histórico que funcionan bajo el modelo árabe de ciudad, de
estrechas y a menudo empinadas calles, empedradas a mediados de
siglo, y que le confluyen a todo el perfecto decorado medieval para
los paseos, andanzas y caminos tanto del día a día como de la
noche, tanto del espectador habitual como del casual.
Todo
el centro histórico de la Ciudad Imperial,
se halla elevado sobre el risco horadado en forma de hoz por el
también, siempre presente Río Tajo. Su curso lega sin duda una de
las imágenes panorámicas de la península ibérica y a la vez abre
sendas naturales que espero poder en breve inspeccionar en práctica
deportiva, corriendo o en bicicleta. Para llegar a este risco elevado
que es el epicentro de la vida social de Toledo, desde los bulevares
de los nuevos barrios que conforman la ciudad de Toledo y median
entre el núcleo monumental y las zonas industriales y de
asentamientos de viviendas unifamilares, las autoridades levantaron
hasta tres escaleras mecánicas, que facilitan (y mucho) el acceso.
Pero la gran entrada a la ciudad se hace subiendo hacía la Puerta
de Bisagra, del siglo XIII y
consagrada a Alfonso VI reconquistador de la ciudad del dominio
árabe. Esta puerta desemboca directamente a la populosa y animada
Plaza de Zocodover,
punto de encuentro y distribución. En ella y en la calle de El
comercio, que sale de la misma plaza, serán los únicos puntos en
los que encontrarás el ya, y por desgracia, típico comercio de
franquicias que ha homogenizado todas las ciudades, aunque están
sean Patrimonio de la Humanidad.
Por
fortuna, Toledo mantiene innumerables ejemplos de comercio
tradicional. Desde pañerías y tiendas de ropa "de toda la
vida", a fantásticas librerias, cafeterías, y tiendas de
souvenirs, que sin duda alguna, y quizás por esto mismo, son el
mejor exponente del "ácero toledano" con el que se forjan
espadas y demás utensilios y aperos de guerra en este país desde
hace más de 15 siglos.
Estas
colecciones de espadas, dagas, hachas, abre-cartas, armaduras,
escudos y demás parafernalia bélica medieval añaden un punto más
que interesante y peculiar a cualquier ruta por las estrechas calles
del centro, dando al paseo un punto más de vislumbre.
Caminar
por estas mismas calles es una experiencia fantástica. No siempre
tan cómodas, como quizás estamos acostumbrados los visitantes, la
estrechez y los recovecos definen una estructura urbana notoriamente
árabe que no ha sufrido más intromisión que la entrada del coche
como elemento urbano (con su señalización pertinente) y el
alumbrado eléctrico (con sus cables de tendido) que también
mantienen un espíritu novecento
más que especial.
Decir
que sin duda alguna, y al igual que sucede en otras ciudades como
también Salamanca, eliminar o llevar al mínimo (carga y descarga y
vehículo autorizados) la presencia del coche en estos centros
históricos Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO se antoja
decisivo para la preservación de estos conjuntos, siguiendo la
propia recomendación de la propia UNESCO que ya en 1996 abogaba por
la eliminación de todo tráfico rodado en estas zonas. A mi juicio,
en esto Toledo tiene un déficit, pero también hay que resaltar que
en esa zona vive gran parte de población desde hace muchos años y
sabemos que el vehículo propio es un apéndice indispensable de
nuestra vida urbana, o mejor dicho del modelo de vida impuesto.
Pero
continuamos caminando por las estrechas y bellas calles toledanas,
descubriendo a cada paso nuevos detalles. Tanto la judería como la
morería, sobrevivien
hoy como decía, sin apenas cambios, y mantienen la estructura de
calles estrechas, con los tejados casi rozándose, pero con las
ventanas de los edificios, nunca enfrente una de otra. Cada paseo
emprendido (reconozco mi absoluta incapacidad, de momento, para
orientarme) es una aventura de vislumbre de nuevas torres, casas
señoriales, dínteles decorados, celosías y herrajes en las
ventanas, y edificios que transcurren desde la mampostería típica
de la época y zona de dominación árabe al bloque granítico
impuesto ya en los edificios religiosos y palacetes construídos ya
bajo dominio "español".
Nos
dejamos caer hacia las sinagogas, la del Tránsito donde disfrutamos
y aprendimos con el museo sefardí allí alojado y la de Santa María
la Blanca, hoy reconvertida en iglesia católica pero que su interior
resulta un espectáculo de contrastes entre el blanco de sus
arquerías y el negro policromado de sus artesonados en el techo.
Continuas
el trayecto por las calles y llegas hasta la Catedral de Toledo.
Aprisionada por distintos edificios no tienes demasiada distancia
para admirar su construcción y el detallismo de sus alturas, arcos,
la torre o el cimborrio, salvo por la apertura e forma de plaza
delante de la puerta de El Perdón. La consagrada como Catedral de
Santa María reune todas las características propias del gótico
español, y su construcción con piedras de intenso color blanco la
resaltan del resto de edificios de su alrededor. La torre o
campanario se presenta robusta y de menos altura que otras catedrales
hispanas, y de noche, con una original iluminación ornamental nos
hace vislumbrar un torreón más propio de un mundo imaginario y
tenebroso. Sin duda de esta catedral resltan sus puertas,
especialmente la profusa y con elementos neoclásicos Puerta de El
Reloj.
El
caminar por Toledo es un descubrir a cada paso de nuevos rincones
arquitectócnicos singulares y de indudable belleza. Salir de su
recinto histórico a través de sus puentes como el de Alcantará o
el de San Martín bajando desde la judería, para cruzar en ambos
casos El Tajo y poder admirar espacios naturales, salpicados de
cigarrales (típicas casas manchegas de campo) y sendas y veredas que
ansío explorar de encinas, pinos, alcornoques...
Pero
podemos volver al interior de la ciudad y seguir andando con aires de
impresión y trascendencia. Como decía antes las tradicionales
Espaderías de Toledo,
muestran en sus escaparates obras de artesanía delicada y pintoresca
con muestrarios de las espadas y hojas más famosas de la actualidad,
sacadas del cine y las series de televisión. Se hechan en falta,
supongo que en los museos tendrán su espacio, las reproducciones de
espadas de personajes históricos, como pudiera ser la Tizona de El
Cid, la daga castellana de Alfonso VI, las armas templarias, árabes,
mozárabes, etc, pero supongo que hoy en día es más conocido un Jon
Nieve que Don Rodrigo Díaz de
Vivar.
Pero
no sólo de espadas esta hecha la artesanía de Toledo y sus
escaparates así lo atestiguan con numerosos espacios dedicados a la
repostería, los quesos, los vinos, la carne de caza que además se
pueden disfrutar en los estimulantes locales que dispone la capital
manchega hoy en día, y también en el inaugurado el año pasado
Mercado de San Agustín: una propuesta sorprendente basada en la más
alta calidad de los productos allí ofertados. En un edificio de indudable estructura renacentista remodelado con materiales del siglo XXI lo que da distinta luminosidad y calor a las estancias, puedes elegir entre
los distintos productos y momentos y degustar tremendas carnes tanto
de vacuno, como de cerdo o de caza; pescados y mariscos, fritos o al
estilo japonés, panes artesanales, espacios gourmet, de embuditos
ibéricos, productos de huerta, cervecerías, vinacotecas o incluso
un espacio chill out en la terraza provisionada con coctelería. Pero sin ninguna duda deberás dejar de probar la colección de pasteles que ofrecen en el puesto nada más entrar, a la derecha. Una absoluta delicia.
Pero
éste no es el único espacio dedicado a la sorpresa de los paladares
y demás sentidos. Toledo, probablemente al calor del año del
centenario de la muerte de El Greco, ha renovado su oferta
gastronómica, y con los productos autóctonos de la zona se ha
abierto a las nuevas tendencias, hasta posicionarse ella misma como
una tendencia. Por lo tanto, visitar Toledo esta de moda, y resulta estimulante.
Degustar
tapas en Alfileritos es una obligación, así como los Restaurantes
de El Cuchifrito (en la zona de barrios fuera de el centro
histórico), el Quitapenas, el Hierbabuena, o un escondido pero no
menos excepcional para comer El Gallo. Tampoco desmerecen en absoluto
las tapas de el Nuevo Almacen, La Malquerida o La Flor de la Esquina.
También destacan las hamburguesas para una cena informal de El
Ermitaño.
Para
la hora del café, y también para cualquier momento debido a su
apretada agenda de actividades alternativas y especiales, es
altamente adictivo El Internacional, un espacio abierto a nuevas
experiencias que puede albergar el mercado de huerto ecológico y una
biblioteca de material descatalogado, donado y reciclado. Sin duda un
lugar especial.
Entre
las cervecerías destaca El Livingstone, típico pub irlandés, y no
puedo dejar de admirar el fantástico Margot, como coctelería,
especializada en gin-tonics, que es todo un lujo debido a la
combianción de postureo modernista, con precios bajos y espacio
abierto a nuevas experiencias. No conocí mucho de la noche toledana
pero destaco Los Clásicos, un local amplio preparado para la música
en directo y que luego te da una buena dosis de pop-rock setentero. Y todo esto es una dosis de los locales que he podido disfrutar en dos visitas, quedando otra buena tanda de estimulantes y geniales propuestas esperando para ser reconocidas en próximas visitas.
No se
pueden perder las opciones de disfrutar de las tremendas rutas
temáticas que la ciudad de Toledo, gracias a diferentes organismos y
asociaciones culturales pone a disposición tanto del visitante como
del vecino toledano. Aprovechando la historia del lugar, la
arqueología, los espacios inter culturales entre árabes, cristianos
y judíos, y la conveniencia de sus tradiciones orales de leyendas y
mitos se puede disfrutar tanto de la medieval arquitectura toledana.
A una tradicional ruta monumental por este casco histórico
Patrimonio de la Humanidad, le pueden seguir, previo avituallamiento
siguiendo los consejos de los anteriores párrafos, una suerte de
rutas que harán las delicias de los amantes de la historia más
mundana en conceptos habituales así como de los de "la
nave del misterio".
Podremos
descubrir así con la ayuda de los historiadores y voluntarios
cuenta-cuentos un Toledo Secreto, Oculto, Subterráneo y Mágico.
Tampoco se escaparán las leyendas Tenmplarias y los mitos en torno a
figuras reconocidas tanto de la historia documentada como de la
prolífica apócrifa toledana.
Pero
si tengo que aconsejar un destino por el que pasar en una visita o
estancia en Toledo, es sin ninguna duda los baños árabes de Medina
Mudejar. Absoluto
descubrimiento de paz, relajación y trascendencia. Un lugar de otro
mundo, de otra época. La ruta explicativa que dan sobre la historia
y reconstrucción del edificio es estimulante, y en todo el recinto
se respira un ambiente de tranquilidad fantástico. La zona de baños
es entrar en otro microclima aislado de todo, incluso de los
problemas que uno traiga en su cabeza. Las tres cubas a distintas
temperaturas, la sauna, el patio acristalado para sentarse sobre las
antiguas columnas graníticas y degustar un té; el espacio para
masajes con una absoluta profesionalidad y calidad por parte de los y
las masajistas. Normalmente suelen reservar para organizar pequeños
grupos, lo cual es muy positivo. Puede parecer caro, pero os aseguro
que en absoluto lo es. No importa el estress que tengas, porque esta
experiencia te deja como nuevo: Siempre que pasé por Toledo, reservo
un espacio para Medina
Mudéjar.
Más
que recomendable, indispensable.
Sin
ningún atisbo de duda debes de visitar Toledo. Una ciudad
estimulante y atractiva que se está configurando como un gran sitio
para vivir (siempre que haya empleo, que esa es otra cara de la
tostada), y en el que el tiempo de ocio se queda corto para descubrir
y disfrutar de las enormes posibilidades y alternativas que está
construyendo en base a un modelo de calidad y distincción que bien podrían aprender "otras ciudades" que no distan ni 240 km.
Sin
ninguna duda puede parecer pretencioso el título de la entrada, pero
no lo resulta, puesto que Toledo cumple sobradamente las expectativas
y se configura como una alternativa de turismo de interior (turismo
de fin de semana, habitualmente) especial, recomendable y edificante.
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