martes, 20 de enero de 2015

Toledo: Modelo de calidad en el turismo de interior



Cuando uno se encuentra sometido a un habitual aburrimiento y falta de alternativas del lugar donde vive. Cuando esa falta de opciones, se presentan en el plano social, en el espacio y el tiempo de ocio, donde la oferta única que queda es emborracharse. Si sientes que por más que rastrees la agenda de eventos, y salvo honrosas y contadas excepciones, no se encuentra nada distintivo, atrevido y de calidad. Si todo esto te lleva, día tras día y sobretodo en las noches a deshechar la idea de salir e intentar divertirse, el llegar, visitar, un lugar nuevo que te ofrece alternativas para todos los sentidos puede provocar que te dejes llevar por la desesperación de la desgracia de muerte en vida, o por el contrario reafirmarte en un modelo de ciudad y ocio que se pueda definir por diverso, trascendente, mágico y de calidad.

Por azares de diversa índole y naturaleza he llegado a visitar Toledo con cierta frecuencia (dos veces en menos de 10 de meses y seguro que algunas más también) y no puedo estar más que sorprendido con lo que me encontre.

Sin acudir la primera vez con prejuicios y si con algo de documentación a través de una guía de viaje de la biblioteca que me puso en antecendentes sobre la llamada Ciudad de las Tres Culturas, llegue a una Toledo vibrante y alterada por la celebración del IV Centenario de la muerte de El Greco, embajador foráneo y universal de lo que con el tiempo acabo siendo la capital de Castilla la Mancha. Y quizás por ese torbellino de visitantes y acontecimientos al calor de esa efeméride del arte mundial lo que el visitante se encuentra (nos encontramos) fue una ciudad claramente abierta, llena de propuestas de toda índole (desde rutas históricas, artísticas y legendarias hasta espacios gastronómicos creativos) que ha entendido, a mi juicio, su espacio, su naturaleza y cuales son sus fortalezas (inequívocamente ligado al conocimiento de las debilidades) para poder así desarrollarse y ofrecer un espacio de vida y prosperidad para sus vecinos (en torno a unos 85.000 en la actualidad; unos 15.000 viven en torno al casco histórico de la ciudad).

Toledo te saluda con la figura del Alcázar omnipresente en todas las estampas paisajísticas de la ciudad, mientras que la belleza gótica de la Catedral del siglo XIII se muestra más tímida, quizás por la presión que le ejercen todo el conjunto de edificios del casco histórico que funcionan bajo el modelo árabe de ciudad, de estrechas y a menudo empinadas calles, empedradas a mediados de siglo, y que le confluyen a todo el perfecto decorado medieval para los paseos, andanzas y caminos tanto del día a día como de la noche, tanto del espectador habitual como del casual.

Todo el centro histórico de la Ciudad Imperial, se halla elevado sobre el risco horadado en forma de hoz por el también, siempre presente Río Tajo. Su curso lega sin duda una de las imágenes panorámicas de la península ibérica y a la vez abre sendas naturales que espero poder en breve inspeccionar en práctica deportiva, corriendo o en bicicleta. Para llegar a este risco elevado que es el epicentro de la vida social de Toledo, desde los bulevares de los nuevos barrios que conforman la ciudad de Toledo y median entre el núcleo monumental y las zonas industriales y de asentamientos de viviendas unifamilares, las autoridades levantaron hasta tres escaleras mecánicas, que facilitan (y mucho) el acceso. Pero la gran entrada a la ciudad se hace subiendo hacía la Puerta de Bisagra, del siglo XIII y consagrada a Alfonso VI reconquistador de la ciudad del dominio árabe. Esta puerta desemboca directamente a la populosa y animada Plaza de Zocodover, punto de encuentro y distribución. En ella y en la calle de El comercio, que sale de la misma plaza, serán los únicos puntos en los que encontrarás el ya, y por desgracia, típico comercio de franquicias que ha homogenizado todas las ciudades, aunque están sean Patrimonio de la Humanidad.

Por fortuna, Toledo mantiene innumerables ejemplos de comercio tradicional. Desde pañerías y tiendas de ropa "de toda la vida", a fantásticas librerias, cafeterías, y tiendas de souvenirs, que sin duda alguna, y quizás por esto mismo, son el mejor exponente del "ácero toledano" con el que se forjan espadas y demás utensilios y aperos de guerra en este país desde hace más de 15 siglos.

Estas colecciones de espadas, dagas, hachas, abre-cartas, armaduras, escudos y demás parafernalia bélica medieval añaden un punto más que interesante y peculiar a cualquier ruta por las estrechas calles del centro, dando al paseo un punto más de vislumbre.

Caminar por estas mismas calles es una experiencia fantástica. No siempre tan cómodas, como quizás estamos acostumbrados los visitantes, la estrechez y los recovecos definen una estructura urbana notoriamente árabe que no ha sufrido más intromisión que la entrada del coche como elemento urbano (con su señalización pertinente) y el alumbrado eléctrico (con sus cables de tendido) que también mantienen un espíritu novecento más que especial.

Decir que sin duda alguna, y al igual que sucede en otras ciudades como también Salamanca, eliminar o llevar al mínimo (carga y descarga y vehículo autorizados) la presencia del coche en estos centros históricos Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO se antoja decisivo para la preservación de estos conjuntos, siguiendo la propia recomendación de la propia UNESCO que ya en 1996 abogaba por la eliminación de todo tráfico rodado en estas zonas. A mi juicio, en esto Toledo tiene un déficit, pero también hay que resaltar que en esa zona vive gran parte de población desde hace muchos años y sabemos que el vehículo propio es un apéndice indispensable de nuestra vida urbana, o mejor dicho del modelo de vida impuesto.

Pero continuamos caminando por las estrechas y bellas calles toledanas, descubriendo a cada paso nuevos detalles. Tanto la judería como la morería, sobrevivien hoy como decía, sin apenas cambios, y mantienen la estructura de calles estrechas, con los tejados casi rozándose, pero con las ventanas de los edificios, nunca enfrente una de otra. Cada paseo emprendido (reconozco mi absoluta incapacidad, de momento, para orientarme) es una aventura de vislumbre de nuevas torres, casas señoriales, dínteles decorados, celosías y herrajes en las ventanas, y edificios que transcurren desde la mampostería típica de la época y zona de dominación árabe al bloque granítico impuesto ya en los edificios religiosos y palacetes construídos ya bajo dominio "español".

Nos dejamos caer hacia las sinagogas, la del Tránsito donde disfrutamos y aprendimos con el museo sefardí allí alojado y la de Santa María la Blanca, hoy reconvertida en iglesia católica pero que su interior resulta un espectáculo de contrastes entre el blanco de sus arquerías y el negro policromado de sus artesonados en el techo.

Continuas el trayecto por las calles y llegas hasta la Catedral de Toledo. Aprisionada por distintos edificios no tienes demasiada distancia para admirar su construcción y el detallismo de sus alturas, arcos, la torre o el cimborrio, salvo por la apertura e forma de plaza delante de la puerta de El Perdón. La consagrada como Catedral de Santa María reune todas las características propias del gótico español, y su construcción con piedras de intenso color blanco la resaltan del resto de edificios de su alrededor. La torre o campanario se presenta robusta y de menos altura que otras catedrales hispanas, y de noche, con una original iluminación ornamental nos hace vislumbrar un torreón más propio de un mundo imaginario y tenebroso. Sin duda de esta catedral resltan sus puertas, especialmente la profusa y con elementos neoclásicos Puerta de El Reloj.

El caminar por Toledo es un descubrir a cada paso de nuevos rincones arquitectócnicos singulares y de indudable belleza. Salir de su recinto histórico a través de sus puentes como el de Alcantará o el de San Martín bajando desde la judería, para cruzar en ambos casos El Tajo y poder admirar espacios naturales, salpicados de cigarrales (típicas casas manchegas de campo) y sendas y veredas que ansío explorar de encinas, pinos, alcornoques...

Pero podemos volver al interior de la ciudad y seguir andando con aires de impresión y trascendencia. Como decía antes las tradicionales Espaderías de Toledo, muestran en sus escaparates obras de artesanía delicada y pintoresca con muestrarios de las espadas y hojas más famosas de la actualidad, sacadas del cine y las series de televisión. Se hechan en falta, supongo que en los museos tendrán su espacio, las reproducciones de espadas de personajes históricos, como pudiera ser la Tizona de El Cid, la daga castellana de Alfonso VI, las armas templarias, árabes, mozárabes, etc, pero supongo que hoy en día es más conocido un Jon Nieve que Don Rodrigo Díaz de Vivar.

Pero no sólo de espadas esta hecha la artesanía de Toledo y sus escaparates así lo atestiguan con numerosos espacios dedicados a la repostería, los quesos, los vinos, la carne de caza que además se pueden disfrutar en los estimulantes locales que dispone la capital manchega hoy en día, y también en el inaugurado el año pasado Mercado de San Agustín: una propuesta sorprendente basada en la más alta calidad de los productos allí ofertados. En un edificio de indudable estructura renacentista remodelado con materiales del siglo XXI lo que da distinta luminosidad y calor a las estancias, puedes elegir entre los distintos productos y momentos y degustar tremendas carnes tanto de vacuno, como de cerdo o de caza; pescados y mariscos, fritos o al estilo japonés, panes artesanales, espacios gourmet, de embuditos ibéricos, productos de huerta, cervecerías, vinacotecas o incluso un espacio chill out en la terraza provisionada con coctelería. Pero sin ninguna duda deberás dejar de probar la colección de pasteles que ofrecen en el puesto nada más entrar, a la derecha. Una absoluta delicia.

Pero éste no es el único espacio dedicado a la sorpresa de los paladares y demás sentidos. Toledo, probablemente al calor del año del centenario de la muerte de El Greco, ha renovado su oferta gastronómica, y con los productos autóctonos de la zona se ha abierto a las nuevas tendencias, hasta posicionarse ella misma como una tendencia. Por lo tanto, visitar Toledo esta de moda, y resulta estimulante.

Degustar tapas en Alfileritos es una obligación, así como los Restaurantes de El Cuchifrito (en la zona de barrios fuera de el centro histórico), el Quitapenas, el Hierbabuena, o un escondido pero no menos excepcional para comer El Gallo. Tampoco desmerecen en absoluto las tapas de el Nuevo Almacen, La Malquerida o La Flor de la Esquina. También destacan las hamburguesas para una cena informal de El Ermitaño.

Para la hora del café, y también para cualquier momento debido a su apretada agenda de actividades alternativas y especiales, es altamente adictivo El Internacional, un espacio abierto a nuevas experiencias que puede albergar el mercado de huerto ecológico y una biblioteca de material descatalogado, donado y reciclado. Sin duda un lugar especial.

Entre las cervecerías destaca El Livingstone, típico pub irlandés, y no puedo dejar de admirar el fantástico Margot, como coctelería, especializada en gin-tonics, que es todo un lujo debido a la combianción de postureo modernista, con precios bajos y espacio abierto a nuevas experiencias. No conocí mucho de la noche toledana pero destaco Los Clásicos, un local amplio preparado para la música en directo y que luego te da una buena dosis de pop-rock setentero. Y todo esto es una dosis de los locales que he podido disfrutar en dos visitas, quedando otra buena tanda de estimulantes y geniales propuestas esperando para ser reconocidas en próximas visitas.

No se pueden perder las opciones de disfrutar de las tremendas rutas temáticas que la ciudad de Toledo, gracias a diferentes organismos y asociaciones culturales pone a disposición tanto del visitante como del vecino toledano. Aprovechando la historia del lugar, la arqueología, los espacios inter culturales entre árabes, cristianos y judíos, y la conveniencia de sus tradiciones orales de leyendas y mitos se puede disfrutar tanto de la medieval arquitectura toledana. A una tradicional ruta monumental por este casco histórico Patrimonio de la Humanidad, le pueden seguir, previo avituallamiento siguiendo los consejos de los anteriores párrafos, una suerte de rutas que harán las delicias de los amantes de la historia más mundana en conceptos habituales así como de los de "la nave del misterio". Podremos descubrir así con la ayuda de los historiadores y voluntarios cuenta-cuentos un Toledo Secreto, Oculto, Subterráneo y Mágico. Tampoco se escaparán las leyendas Tenmplarias y los mitos en torno a figuras reconocidas tanto de la historia documentada como de la prolífica apócrifa toledana.

Pero si tengo que aconsejar un destino por el que pasar en una visita o estancia en Toledo, es sin ninguna duda los baños árabes de Medina Mudejar. Absoluto descubrimiento de paz, relajación y trascendencia. Un lugar de otro mundo, de otra época. La ruta explicativa que dan sobre la historia y reconstrucción del edificio es estimulante, y en todo el recinto se respira un ambiente de tranquilidad fantástico. La zona de baños es entrar en otro microclima aislado de todo, incluso de los problemas que uno traiga en su cabeza. Las tres cubas a distintas temperaturas, la sauna, el patio acristalado para sentarse sobre las antiguas columnas graníticas y degustar un té; el espacio para masajes con una absoluta profesionalidad y calidad por parte de los y las masajistas. Normalmente suelen reservar para organizar pequeños grupos, lo cual es muy positivo. Puede parecer caro, pero os aseguro que en absoluto lo es. No importa el estress que tengas, porque esta experiencia te deja como nuevo: Siempre que pasé por Toledo, reservo un espacio para Medina Mudéjar. Más que recomendable, indispensable.

Sin ningún atisbo de duda debes de visitar Toledo. Una ciudad estimulante y atractiva que se está configurando como un gran sitio para vivir (siempre que haya empleo, que esa es otra cara de la tostada), y en el que el tiempo de ocio se queda corto para descubrir y disfrutar de las enormes posibilidades y alternativas que está construyendo en base a un modelo de calidad y distincción que bien podrían aprender "otras ciudades" que no distan ni 240 km.

Sin ninguna duda puede parecer pretencioso el título de la entrada, pero no lo resulta, puesto que Toledo cumple sobradamente las expectativas y se configura como una alternativa de turismo de interior (turismo de fin de semana, habitualmente) especial, recomendable y edificante.

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