Estaba
el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo
Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey. Y le
dijo Aristipo: "Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías
que comer esa basura de lentejas". A lo que replicó Diógenes:
"Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que
adular al rey".
El
presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, lo dijo muy
gráficamente: “No nos gusta mucho ver caras nuevas”. Desvestir
tal mensaje significa claramente que no quieren entrometidos en "sus
asuntos" que es en lo que está sufriente y maloliente casta,
liberal (y fascista) han convertido la cosa pública, la política,
las necesidades, libertades, derechos y deberes de los ciudadanos, de
todos nosotros. Han usurpado de valor la política para entregársela
a los mercados, para que estos hagan negocio con lo que nos debería
definir como personas. Y por supuesto no quieren a nadie nuevo, con
"ideas pasadas" como se atreven a decir, que les
contradiga, les contraprograme o que ansié un orden nuevo de las
cosas.
Si
en uno de los paradigmas de la socialdemocracia, como Holanda donde han
compuesto una ley que deja la manutención de los dependientes en
manos de "familias, amigos y vecinos" quitando "esa
carga" al estado; o en Suecia, donde los recortes y
privatizaciones han aparecido al calor del apodo neofascista al
partido conservador, aplican las políticas de ajuste y control del
gasto para mayor gloria de los especuladores, que pasará con la
Europa del Sur que pagó su estatuto de socio europeo a costa
de la industria, muchas de ellas públicas, todas indudablemente,
capaces de convertir a la población en una masa informada, movilizada
y vigilante en la defensa de sus derechos.
En
esta actual Europa donde el fascismo vuelve a subir, en unas
condiciones idénticas a las de los años 30, es en el Sur de Europa,
con los nietos de la resistencia antifascista de Grecia y con
el abuelo de todos, como es Manolis Glezos donde más pronto
vamos a cambiar este rumbo al austericidio, a la xenofobia y el
racismo, a la marginación y la corrupción; en definitiva, es en
Grecia donde vamos a empezar a construir de verdad, una Europa
para las personas y no para los mercados; un modelo de sociedad que
sea de todos los ciudadanos y no del 1%.
El
próximo domingo, 25 de enero, los ciudadanos y ciudadanas
griegos y griegas, están llamados a las urnas tras no ser el actual
presidente del partido conservador (el #PartidoPutrefacto griego que
ha recibido el apoyo in situ, del border line de Rajoy)
Samaras, capaz de formar gobierno, ante un parlamento muy fragmentado
fruto de una sociedad, la griega, que ha sufrido de manera descarnada
la política de recortes y ajustes que Europa, la
troika, y más concretamente Berlín, han impulsado. Por
cierto, un parlamento fragmentado no es en absoluto malo; es fruto de
la diversidad de ideologías, opiniones e informaciones que una
sociedad democrática y madura a pleno rendimiento tiende a
desarrollar. Digo esto, para los adalides del bipartidismo.
Europa,
tras acabar la Segunda Guerra Mundial, inció una etapa de
crecimiento y consolidación democrática en la parte norte y
central, que se extendió en los 80 a los países que sufrieron
dictaduras fascistas y militaristas (#Españistan, Portugal, Grecia)
y en los 90 a los países del bloque post-comunista soviético. Esas
democracias de los países nórdicos, del Benelux, Alemania,
Francia o Reino Unido entendieron el estado como una herramienta
al servicio de la ciudadanía. Para Alemania, ese crecimiento,
ese postularse "como motor ecónomico de Europa" hubiera
sido mucho más díficil sin la condenación y quitas de deuda que
adquirieron tras la derrota del Tercer Reich. Entre los acreedores
alemanes, estaban, por cierto, los griegos, y sin embargo, hoy en día
la presión alemana sobre el pueblo griego resulta asfixiante y atroz,
propia de un IV Reich económico de una Alemania que sólo desea
cobrar las deudas de sus bancos y de su industria armamentística, ya
que resulta que es el principal contratista del ejercito griego (en
constante enfrentamiento con el turco, sin más mediación que el
boicot alemán a cualquier conato de paz).
Pero
surgió una Unión Europa con esos principios, y con ella y con el
tiempo una moneda común. Y todo había cambiado. Las sociedades se
habían olvidado de que fue con lucha antifascista con la que se
consiguieron y asentaron los derechos humanos. Y las élites lo
aprovecharon para volver. Bajo una burbuja de credito privado y
público (ayudas europeas a los países del sur) se empapo el mantra
del "Todos somos ricos". Y así en casos como los de Grecia
o España, con sus compañeros de partidos "conservadores"
(fachas) gobernando se gestó esta estafa llamada crisis. El
neoliberalismo había llegado para cambiar la mentalidad de todos y
todas, para arrodillar nuestra dignidad a la supremacía del dinero,
de los mercados, del capital.
La
realidad es que fueron los conservadores los que maquillaron las
cuentas de déficit público, los que mantuvieron y alimentaron
prácticas corruptas con relajaciones y amnistías fiscales (igual
que en España) y los que aprovecharon el flujo de dinero para sus
negocios privados, llevándose a sus bolsillos derechos de los
griegos y griegas. Contaron con la complicidad del PSOK (la marca
griega del #PPSOE españistani) que entraron al juego llevando el
país a la bancarrota técnica con los JJOO 2004. Así les va hoy,
hundidos en las encuestas, sin ningún tipo de confianza por parte
del pueblo heleno, como les viene pasando en Francia, Portugal u otra
vez, España, hartos ya todos de las constantes decepciones y
políticas liberales aplicadas por estos "socialistas".
Hoy
Grecia, su pueblo, sufre de una manera atroz las consecuencias
de una política económica y social que ha puesto la vida de la
gente en un segundo y tercer plano, para pagar la deuda. Hay
datos escalofriantes, como por ejemplo que 3 millones de griegos han
perdido su derecho a la sanidad pública; como que la esperanza de
vida se ha recortado en ¡¡10 años!!, o que la tasa de suicidios se
ha duplicado, de 2,8 casos por 100.000 habitantes en 2008 (la más
baja de Europa en aquel momento) a 5,7 la más alta en Europa en la
actualidad. El número de indigentes se ha multiplicado por 5; el
porcentaje de mal-nutrición escolar se ha triplicado. La depresión
ha pasado a ser una pandemia, ... y así podíamos seguir.
Por
todo ello el pueblo griego lleva 8 años en las calles. Sólo en los
dos últimos años ha habido 36 huelgas de carácter estatal, 14
generales. La plaza Sintagma, sede del Parlamento heleno, es
el epicentro del malestar general y en no pocas ocasiones
todas las manifestaciones de defensa de derechos, libertades y
clamando que finalizará el austericidio de la troika y los
hombres de negro europeos, han acabado en violentos enfrentamientos
con la belicosa policía, que no deja de ser otra herramienta del
capital. Incluso la violencia ha dejado varias muertes.
En
Grecia las posiciones se han extremado y ha surgido una fuerza odiosa
pero poderosa neo-fascista, xenófoba como Amanecer Dorado. Y también
ha supuesto el crecimiento de Syriza (literalmente en griego, la
coalición de izquierdas) como claro aspirante a ganar las
elecciones del domingo. A gobernar.
Syriza
no es un partido nuevo. Desde 2002 lleva aglutinando posiciones entre
todos los estamentos de la izquierda helena. Comunistas, ecologistas,
partidos feministas, sindicatos tanto de índole anarquista como
comunista, asociaciones de vecinos han ido entrando en la coalición,
y con el tiempo en gobiernos locales y regionales. Una suerte de
Izquierda Unida griega que ha realizado un trabajo llevado a
cabo de concienciación de las bases trabajadoras y estudiantiles y
de colaboración y sustento a todas las iniciativas sociales que
todos estos años han ido surgiendo para paliar los estragos de la
intervención europea (hospitales, farmacias, colegios, transporte,
bibliotecas... populares) han sido el caldero donde toda la rabia y
el sufrimiento de los griegos han encontrado un acompañamiento y un
consuelo a los gritos de dolor por la desesperación que ha provocado
la acción de los liberales que llevan 30 años deconstruyendo la
Europa solidaria y de los pueblos.
Syriza
plantea una reestructuración de la deuda, para poder pagar a sus
acreedores sin que la calidad de los servicios sociales helenos, del
bienestar y nivel de vida de griegos y griegas explote por los aires.
Y la reparación y restitución de todo el tejido social de la
sociedad griega es el primer objetivo de gobierno para Syriza, que
además, en ningún momento, ha hablado de salida del Euro, algo que
ha entrado a formar parte de las amenazas y el matonismo con
el que la UE, sus instituciones financieras y monetarias y sobretodo
Alemania se han atrevido a amenazar si los comicios del domingo no
tienen un resultado que salvaguarde sus intereses.
Es
inaceptable e insultante cualquier tipo de injerencia europea o
Alemana en los asuntos, en la soberanía de Grecia. Los griegos
han de ser libres para elegir a sus representantes y la política que
quieren tener y no debería de sorprenderle, ni preocuparle a la
Unión Europea el que ya hartos de sufrir la inclemencia y los
rigores del ultra liberalismo de todo para el 1%, nada para el resto,
vayan a decidir cambiar a los dos partidos tradicionales,
incompetentes y corruptos por algo nuevo. Sin embargo, a los europeos
y "a nuestros líderes" si deberían de preocuparle mucho
más el auge de los nacionalismos y el neo-fascismo. Todavía no he
oído a nadie de la troika o de Alemania decir que no se vote a
Amanecer Dorado. Tampoco las oí en las Europeas ante el auge del
Frente Nacional en Francia; ni tampoco condenar el golpe de estado
fascista en Ucrania que nos ha llevado a donde estamos.
Syriza,
con su líder Alexis Tsipras, aspira a gobernar Grecia,
el lunes. No lo tendrá fácil. Tendrá que lidiar con ultraliberales
y fascistas europeos, y buscar alianzas con partidos afines y de
reacción política surgidos en los últimos años. Pero hoy por hoy
no se puede considerar uno europeo, sino desea y apuesta por la
victoria de Syriza en Grecia.
En
Grecia nació la democracia hace 2500 años, y al domingo muchos
llegamos con la ilusión y la certeza de que nacerá un nuevo orden
para una Europa de las personas.
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