miércoles, 12 de febrero de 2025

Hay que disolver la Academia de Historia


No quiero pecar de soberbio, ni de autoritario, ni de intransigente en mi primera referencia a la Historia como recién graduado en la materia. Ni mucho menos busco sentar cátedra aunque si que quiero instalarme en la superioridad moral de saber cuál es el lugar de la Historia en el que quiero estar. Y ese es de la verdad, el de la gente común y el de los desfavorecidos por los siglos de los siglos.

Si escribo lo que escribo a continuación es por la propia experiencia adquirida. Primera la de muchos años consumiendo, como aficionado y lector, Historia. Tanto la oficial, como la publicada en últimos estudios y avances arqueológicos, archivísticos o tecnológicos. Obras y lecturas que atesoro publicadas recientemente o referencias más antiguas. De autores y autoras, escuelas y sensibilidades diversas, con especial interés en la Historia Contemporánea, la Historia Social y la Historia política. Por supuesto, con especial significación la Historia de mi país.Y si, inevitablemente, con sus ramificaciones a hoy en día. Después, y de manera mucho más consciente, lidiando con las inexactitudes, los claro-oscuros, las intencionalidades y los sesgos de interpretación, rigor y difusión. Y en último tiempo por haber trabajado con fuentes, primarias o secundarias, directas o indirectas, de materia histórica.

He descubierto que hay muchas historias dependiendo de los enfoques de partida y de los métodos en los que se trabajen datos, discursos y relatos. Con qué interés se publican y se expresan ciertas ideas y mensajes. Qué se busca convertir en axiomático, identitario o imprescindible usando como aderezo el superlativo apelativo de académico.

Si ayer decía que no he cursado Historia de España, no quiere decir por supuesto, que no la conozca, y que no haya leído, estudiado y suponga el más elemental del interés personal y gustoso por el pasado, y el presente y el futuro de mi país. Por eso mismo, tengo claro que la que debería ser la principal fuente de autoridad y calidad sobre el trabajo y el relato de la Historia de España está manipulada y sesgada, y además carece, por lo general, del más mínimo rigor. Hablo de la Real Academia de la Historia.

Esta institución nació en 1738, en un contexto de auge del nacionalismo en Europa, al que se sumaba en España la influencia francesa de la más asentada regencia borbónica de Felipe V. Su finalidad pretendida era el estudio y la conservación de la historia nacional, pero rápidamente estas instituciones se convirtieron en herramientas de poder destinadas a ejercer un control sobre el relato histórico que debía siempre favorecer la construcción de la identidad nacional.

Si bien es cierto que los valores de la Ilustración, la ciencia y la razón alimentaban el espíritu fundacional de la Academia, y entre otras cosas, fomentó el estudio histórico de forma científica y sistematizada, la necesidad de generar un relato histórico que cohesionase el sentimiento nacional prevaleció, con lo que a la larga, las academias han tendido a marginar los trabajos y estudios que ponían en cuestión el relato hegemónico. La diversidad en las perspectivas de estudio historiográfico, en los métodos de trabajo y en el análisis de datos no ha tenido cabida, y no la tiene hoy en día en la Academia. Por lo tanto, el drama es que siempre estas voces completaban el relato histórico, con lo que al desecharlas, las propias academias han construido una Historia incompleta, parcial e injusta.

De este modo ha quedado una Academia, y como hija suya, una Historia oficial (o mejor dicho, oficialista), hetero-patriarcal, dominada por los hombres, machista, elitista y racista. Misógina y xenófoba y con el afán de responder a las necesidades de las élites en su intento de control social.

La Historia de España, según la propia Real Academia, así como de otras instituciones es pretendida como una “Historia única en el mundo”. No se puede ser más rancio. Claro que es única. Como la Historia de Portugal, Reino Unido, Lituania o Armenia. Como la Historia de Uruguay, Namibia, Nueva Zelanda o de China. O como la de Navarra, la de Liguria, la de la Pampa o la de Brisbane, Accra o Taipei. Todas las historias son únicas. Por eso resultan tan interesantes, y tan estimulante el tejer las redes de conocimiento que las conectan y que puedan ayudar a entender el mundo como fue y como tal es hoy. Y por esto mismo es tan importante estudiar y trabajarlas de manera inclusiva, completando los relatos, apartando los sesgos, incorporando a los grupos que han estado desfavorecidos a lo largo del tiempo.

Pensar que tu Historia es “única” o mejor que la del vecino es, a parte de una catetada de manual, acercarse al nacionalismo chovinista de más baja estofa. Si además, le añades un “orgullo por nuestro pasado” lo que se estará haciendo no es Historia de modo riguroso y científico, sino publicidad de tele-tienda y catálogo por correo. Si así se construye un espíritu nacional se hará bajo un andamio de fascismo indisimulado y del racismo más asqueroso. Por ello, la investigación histórica y las instituciones que en principio deberían de favorecerla, tendrían que alejarse de afirmaciones así y darles combate constante.

Y es que, ¿de qué orgullo estamos hablando? ¿De la Inquisición? ¿de la conquista a espada y manta virulenta? ¿de la expulsión de los judíos y de los moriscos? ¿de la desbandá? ¿del hacinamiento en chabolas de las grandes urbes? ¿del terrorismo de extrema derecha? ¿o de la epidemia de heroína en los 80? ¿estamos orgullosos de la gestión política de una catástrofe climática?

Pero, ¿es necesario erradicar el orgullo del relato histórico? No tiene por qué. Cada cual podría elegir que hecho del pasado le sirve para sentirse henchido de sentido nacional. ¿el gol de Iniesta? ¿las leyes de Salamanca? ¿Blas de Lezo? ¿la Batalla de Almansa? ¿las Brigadas Internacionales? ¿la militancia del Partido Comunista en la clandestinidad?

Lo que es evidente en todo caso, es que ninguna institución o Academia seria debe fomentar en el orgullo su razón de ser, sino en promover y facilitar el estudio histórico crítico y veraz. Porque todo lo que no sea eso será blanquear un pasado que sirva para determinar un presente. Falsear la Historia haciéndola principio y parte de una ideología.

Y aquí viene el principal problema. Porque la Real Academia de la Historia es una herramienta de control social y cultural por parte de una ideología conservadora y reaccionaria. La función de la Academia, por tanto, no es divulgar la Historia y fomentar el trabajo historiográfico diverso. No. La función real de la Academia es construir una idea concreta de país, cuyo pasado ya ha sido determinado de ante mano. La Academia apuntala la idea de una España Imperial, centralizada y monárquica, que ha sido así desde siempre. Y si para ello tiene que silenciar y eliminar los registros y pruebas de la realidad histórica lo hace.

Hago aquí un inciso para subrayar que sí, que estoy desencantado con la Academia de Historia porque en vez de ser un "nido de rojos" y una morada de lumpen, es en realidad, una cueva de fachas, elitista y recalcitrante. Pues si. Por qué si no es así, cómo se puede explicar que la principal institución en materia de estudio histórico no haya hecho suya las reclamaciones para abrir las fosas y poner negro sobre blanco la corrupción y los genocidios perpetrados por la dictadura franquista. Cómo se explica que no haya sido capaz de alentar y exigir estudios arqueológicos serios y definitivos para hallar dónde está enterrado el mejor poeta del siglo XX, como fue Federico García Lorca. Cuando la Academia es juez y parte lo que no va a existir es verdad. Ni de la propia de la justicia, ni mucho menos de la histórica.

Curiosamente los mismos que se escandalizan en los platós de televisión o en el teatrillo de los parlamentos de las políticas de Memoria Histórica, Memoria Democrática y Memoria de los Derechos Humanos, son los mismos que callan o mantienen incluso, una institución que debía de ser abierta, inclusiva, científica y centrada en el descubrimiento y difusión histórica, y que por el contrario impone un relato para toda España. Para todas las Españas.

Se construye una Historia desde arriba. Se tiene la desfachatez de denominarla de “consenso”. Ya me dirás tú qué consenso hay cuando se impone una versión cerrada que no se puede discutir. Una Historia triunfalista de “grandes” reyes y personajes intachables que realzan lo que nos une, nos hace “españoles”. Se oculta o se desprecia como anti-patriótico o mucho peor, “anti-españollo perjudicial de la Historia para la imagen oficial y la mitología nacionalista. Para la Academia y los adalides de la Historia es más útil recordar una visión sesgada del heroico pueblo de Madrid en la Guerra de Independencia (para traer como rey al sátrapa del Rey felón) o de los sacrificios de los Tercios en Flandes (para gusto de los intereses particulares de condes y duques alemanes) que “remover el pasado” de cunetas y tapias de la Guerra Civil y la dictadura.

Por suerte, y sobretodo por el empeño de historiadores de verdad, frente a las historias triunfalistas construidas desde arriba, con reyes, batallas y tratados, otros enfoques comenzaron a subrayar desde hace tiempo las divisiones sociales, culturales, étnicas, lingüísticas, identitarias, religiosas y de género. Frente a la historia apologética del poder, utilizada para generar una mayor lealtad de los ciudadanos a los dirigentes de los Estados, surgió una historia social, enriquecida con los hallazgos de la Antropología, la Economía y la Sociología que escuchaba las voces marginadas por la historia tradicional. Frente a la grandilocuencia de las historias nacionales, aparecieron historias locales y micro-historias que daban a conocer la realidad constante, casi inmutable, de espacios geográficos y sociales diversos que no habían sido tratados. Más aún, nació una historia de las realidades subalternas (grupos sociales oprimidos por no pertenecer a la élite o a los convencionalismos de género y raza) que completan la realidad histórica.

Pero por contra, este estudio complejo del pasado requiere una visión crítica que es incompatible con la Historia triunfalista de moralina patriotérica. Por esto mismo, la revisión y el descubrimiento de las atrocidades e incoherencias de siglo XX, dividen tanto. Porque además, demuestran que por desgracia, no son sólo los jóvenes los que no conocen su historia.

Por si todo esto no fuera poco, además metodológicamente el olor a esmegma caduco de la Real Academia de Historia es todavía más apestoso que sus voluntades e intenciones políticas y culturales totalizadoras. Puede que en los edificios de la academia y en los domicilios y despachos de los académicos hayan descubierto la informática e Internet, pero siguen anclados en la visión diocechesca de las Crónicas como método por el que construir y relatar la Historia. Nacimientos, muertes, batallas, tratados, conquistas, coronaciones o revoluciones como compartimentos estancos de fechas. Sin contexto. Una Historia escrita desde arriba que ignora a conciencia los quehaceres y la trascendencia de la vida diaria de millones de personas que han hecho (H)historia a lo largo de la Historia. Los oscuros en esta forma de contar lo histórico son tan enormes que dan grima.

La Historia está sujeta a cambios y a revisión. A nuevos análisis que aprovechen las nuevas tecnologías y descubrimientos (arqueológicos, archivísticos, documentales, discursivos, etc.) con el fin de completar el relato histórico, haciendo partícipe a la sociedad en su elaboración, conocimiento y difusión. Tiene que poner objetividad, frente a la subjetividad del presente y también de quienes construyeron la Historia en el pasado.

La Historia social, las historias locales y micro-historias, las historias sobre aspectos como las mentalidades y el pensamiento, la alimentación, el urbanismo, el trabajo, sobre la mujer o sobre los grupos subalternos de la Historia, son ignorados e ignominiados. Toda evolución metodológica y filosófica en el estudio de la Historia, todas las aportaciones de las escuelas como Annales, el marxismo británico o el estudio de las realidades subalternas de la Historia son rechazadas en frontera. Quieren una Historia española de capilla. De teja y mantilla. De capote y montera. O de tricornio y corona.

Y todo esto tiene consecuencias. La tradición pesa todavía más que la verdad y la ciencia. La gente, incluida la que se cree culta, considera que la Historia es una cronología de fechas trascendentes con las acciones de las élites. Y cuando se elaboran programas de estudio se pone todavía el empeño en hacer que los estudiantes dominen estas fechas, sin contexto ni relaciones. Haciendo una Historia aburrida. Una materia que el alumnado pase como trámite, y que cuando adultos les haga cambiar de canal porque no les interesa. En definitiva, una Historia que no sirva para construir personas con un acervo moral y ético consolidado.

Todo esto hace que no se promueva un estudio de la Historia de España adecuado para nuestros jóvenes. En los colegios, institutos, e incluso en las Universidades, se imponen las versiones tele-dirigidas por los grupos editoriales, pertenecientes a las élites de organizaciones religiosas. Esto unido a la estrechez de los calendarios escolares y a las apreturas de los recortes y falta de medios en la educación pública, hace que los jóvenes alcancen la edad adulta con profundas taras en el conocimiento del siglo XX en España, pero sin embargo, estén muy puestos en un supuesto pasado Imperial que llevo el orden y la cruz allende de los mares. El problema ya es grave de por si porque nos deja disminuidos en la madurez, huérfanos de la verdad histórica e incapacitados de sentido crítico y pensamiento propio. La Academia debería luchar por dotar a la educación de unos programas en materia de estudio tanto de la Historia, como del Arte o la Filosofía, que fueran modernos. Adaptados a las nuevas realidades. Inclusivos y que pusieran el acento en los contextos y la vida diaria de los hombres y mujeres de a pie. Que en general, fomentasen el pensamiento crítico y unas sólidas bases éticas y de justicia universal.

Por otro lado, estamos acostumbrados a que las celebraciones usen el pasado para justificar el presente. A que en los medios de comunicación se deforme el pasado, o se mienta descaradamente, para ajustar la historia a los intereses pecuniarios del presente. Y la Academia no lo denuncia, no lucha contra esto.


Por todo ello, la Real Academia de Historia de España debería de disolverse. Entregar las armas, los diccionarios rancios de historicismo blanco y las enciclopedias chuscas de visión sesgada. Sus académicos parapetarse en un hogar del jubilado a esperar la muerte física que haga juego con su perenne estado de muerte cerebral. Esta animadversión al trabajo de campo. Esta cerrazón al elitismo de cognac y faria. Esta misantropía. Esta ausencia de dignidad. Y esta dejación de funciones son motivos más que suficientes para no contar con una institución que se ha dedicado con tesón y felonía a deslegitimar la Historia y a ocultar la verdad, a cambio, de vender una versión simplista y elitista, que huye de la razón y el conocimiento.

El lema de la Real Academia de Historia dice “Nox fugit historiæ lumen dum fulget iberis” («La noche huye, mientras brilla para los íberos la luz de la historia»). Encima con recochineo, cuando lo que de verdad supone la noche es la manipulación de la Historia para servir a las élites del presente, ocultando a los íberos la luz de la razón, al tiempo que los ciega, con el foco del oprobio y la mentira.

 




martes, 11 de febrero de 2025

Graduado en Historia: Por qué estudiar Historia en la UOC


 

Acabo de graduarme en Geografía, Historia e Historia del Arte por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). He cumplido uno de los anhelos más grandes de mi vida. Una deuda contraída con 15 o 16 años, cuando en la intersección entre los azares de los currículums académicos y formativos y la intencionalidad e inutilidad de las reformas educativas, perdí la posibilidad de estudiar Historia. No deje de hacerlo de manera autodidacta y aficionada y durante todos estos años he atendido estas inquietudes personales con unas buenas dosis de lectura, visionados de documentales y visitas culturales. Pero si que ante la situación socio-económica familiar y mi propia crisis personal asociada a la adolescencia y juventud puso en los imposibles el que yo pisara la Universidad para algo más que para un momento.

Aún con ello, es preciso decir que la Historia me ha apasionado desde siempre, y la Geografía y el Arte, así como la Filosofía o el pensamiento y praxis político y social, han compuesto el grupo temático con el que me he nutrido desde que entendí que la literatura sería parte indispensable de mi día a día.

En abril de 2020, mientras la pandemia ponía patas arriba nuestras rutinas y certezas, decidí junto a mi pareja emprender el camino que he finalizado el mes pasado. Lo hice cuando me quede en paro (previo paso por un ERTE) y ante la incertidumbre de cuándo volver a trabajar. El apoyo de mi mujer, más aún, su propio impulso fue lo que me hizo plantearme el volver a estudiar, y tratar de seguir dando pasos hacia una reconversión profesional que lógicamente, me ha venido costando mucho. Sobretodo su empeño fue el hacerlo con una materia que me motivaba y gustaba desde siempre. Además, la aportación económica de su trabajo ha resultado indispensable. Muchas gracias, pequeña.

La decisión estaba tomada. Iba a estudiar e iba a aprender y graduarme en Historia. Tocaba pensar en qué universidad. Desechada la idea de la universidad presencial porque la idea era compaginarlo con la vida personal y el trabajo, cuando se diera, el primer impulso fue matricularme en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia). Pero la descarté, al comprobar que las opiniones y satisfacciones de los alumnos eran más bien escasas, y si cuantiosas las referencias a lo desfasado de los temarios y procedimientos. Tampoco la parte económica salía bien parada y me tocaba comparar.

Y ahí donde ha entrado en mi vida la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), ligada en su grado de Geografía, Historia e Historia del Arte, a la Universitat de Lleida. La UOC es una Universidad, fundada en 1994 por la Generalitat de Catalunya como parte de su construcción del estado-nación catalan y de la necesidad de dotarse de instituciones y elementos que fortaleciesen su propia identidad, además de garantizar la continuidad de los derechos de los propios habitantes. Su nacimiento en torno al sistema público de educación superior no fue pleno y desde el primer momento de su organización se ha conformado como una universidad privada, pero de gestión pública. Esto quiere decir que en cuanto a las tasas, matrículas, materiales y demás cuestiones económicas, así como de financiación, dependen de la Generalitat que marcará los precios de todos estos servicios para todo su espacio de educación superior. Sin embargo, en el funcionamiento interno, tanto a la hora de las contrataciones de personal, la disposición de materiales, plataformas, los regímenes evaluador e interno, o las garantías educativas e institucionales se gestionan a través de su propio patronato y órgano de gobierno, con especial énfasis en la Comisión Académica que vigila y coordina el funcionamiento académico, educativo, de investigación y difusión.

En cuanto al grado de Geografía, Historia e Historia del Arte el hecho de que su docencia dependa de la Universitat de Lleida, de carácter público, debería haber permitido que el programa académico y temático mirase, aunque fuera un poco, más hacia el modelo curricular del estado español. Pero no es así y ahí surge el principal hándicap o problema que los estudiantes detectamos al matricularnos en el Grado de Historia de la UOC: la ausencia del estudio de la Historia de España.

Este es un problema y gordo, puesto que muchos de los alumnos se interesan en este grado para completar su formación y poder así opositar a las plazas de profesor en secundaria en todo el estado español. Incluida Catalunya. La falta de estudios reglados sobre la Historia de España en el grado, imposibilita, o cuando menos, dificulta la oposición, al competir con otros compañeros que si han cursado estos conocimientos en otras universidades.

Este hecho además cobra mucha significación cuando al final de tu periplo por la carrera tengas que afrontar el Trabajo Final de Grado (TFG). Lo más normal y lógico, es que si resides en España, te dediques a un tema que tengas cercano geográficamente, por aquello de la consulta y trabajo sobre fuentes primarias, y que puedas manejar en forma y tiempo (especialmente porque el TFG tiene que completarse en un período inferior a tres meses). La falta de esa Historia de España en tus estudios universitarios, y que debían de dar contexto a lo que estás investigando y a punto de publicar en tu TFG, es una dificultad extra que a veces, puede que no se satisfaga con el sobre-esfuerzo del alumno en la consulta y redactado. Por lo tanto, es importante tenerlo en cuenta.

Pero centrándome en la comparativa entre estudios universitarios a distancia, es decir, en el caso del estado español, entre la UNED y la UOC (en estos momentos al menos la Universidad de Burgos también está implementado un modelo de educación a distancia), está la principal ventaja, que particularmente, encontré a la hora de decantarme por una u otra. Esta diferencia fue el método de evaluación y enseñanza. Mientras en la UNED, y resumiendo mucho puesto que solo tomé nota desde algunos foros y redes sociales con estudiantes de Historia, abogan por un método de examen presencial clásico al que llegas tras haber trabajado prácticamente en solitario todo el tiempo, en la UOC ofrecen el método de evaluación continua.

Esta evaluación continua sigue un programa de varias actividades durante el cuatrimestre (entre tres o cinco, por lo común cuatro, dependiendo de la asignatura) llamadas PECs (ahora Retos) en las que el alumno presentará una actividad (o varias) para superar. Lo hará trabajando una serie de materiales didácticos compuestos por los módulos oficiales de la UOC, o recursos externos, pudiendo ser literarios (lo más común) o también audiovisuales. La nota se facilita en notación inglesa por letras (A, B, C+, C-, D y N, de sobresaliente a No presentado), quedando la numérica para completar el expediente académico.

Hay que tener en cuenta y echarle paciencia con algunas de las cosas más lamentables de la UOC como son los Trabajos en grupo. Vamos a ver. Si no es para que el corrector corrija menos, qué sentido tiene poner trabajos en los que los alumnos tienen que auto organizarse de manera asíncrona y cuadrar sus variadas agendas, en una universidad online cuya virtud vendida pretende ser que tu estudias a tu ritmo y disponibilidad. No tiene ningún sentido y lleva a la desesperación, a que tengas, me ha pasado en todos los casos menos en uno (curiosamente la primera vez *), que coger el toro por los cuernos, y los últimos días antes de la entrega, hacer el esfuerzo de ordenar textos, o rehacerlos, maquetar, revisar, avisar, administrar, etcétera, etcétera. Gestionar el tiempo y supervisar, cuando no rehacer el trabajo de otros alumnos. Es un despropósito que la nota individual vaya a depender de con quién te juntes. Voluntaria o involuntariamente, que encima, es lo más común.

También alguno de los trabajos consiste en grabarse un video o un audio. A ver, personalmente soy más de escribir, y a mi el realizar un ensayo me facilitaba mucho la planificación del trabajo, pero tiene sentido hoy en día que nos motiven y pidan trabajar en el formato audiovisual para exponer lo que aprendemos. Es una manera de aproximarse a las formas de difusión moderna. Hay que tenerlo en cuenta.

En la actualidad, la evaluación continua supone el 100% del esfuerzo académico del estudiante en un número de asignaturas cada vez mayor. Y es que están desechando de los planes de estudios las “Pruebas de síntesis”, esto es, exámenes a realizar al final de la evaluación continua para demostrar que se ha superado la materia y que hemos sido nosotros quienes lo han hecho.

Antes de la pandemia estos exámenes, al igual que los finales, se hacían en sedes físicas de la UOC o de otras instituciones con las que firman (y pagaban) convenios, con presencia física de estudiantes, profesores, bedeles y a papel y boli. Con el confinamiento se hizo necesario hacerlos online a través de la plataforma. Esto a su vez ha provocado una crisis de legitimidad para los estudiantes que nos hemos visto cuestionados por hacer exámenes, en camisa y pantalón de pijama y pantuflas. Se han dado casos en los que han acusado, y suspendido, a compañeras y compañeros aduciendo que habían copiado, cuando materialmente era imposible para la Universidad demostrarlo. Esto es un hecho gravísimo que ha llevado a que la propia Universidad en este momento este replanteando cómo hacer los exámenes.

En este absurdo de la patada hacia adelante se ha acusado a alumnos de “auto-plagiarse”, esto es, de poner en el examen las mismas frases o contenidos que en los trabajos entregados durante la evaluación continua. Pero vamos a ver. Lo primero de todo que eso del auto-plagio directamente ni existe. Ni en el ámbito académico, ni en el editorial, ni en el legal y jurídico. En segundo lugar, si he estado trabajado durante 4 meses unos contenidos y tengo que volver a explicarlos, por qué no voy a poder repetir lo que ya hice y se dio como válido. Es un sinsentido.

Aquí hay que decir que estas acusaciones en algunos casos se han solucionado con el escalado de reclamaciones marcado por la propia UOC, pero sobretodo, por la intromisión, previo pago del estudiante afectado, de un escrito legal presentado por registro por abogados especializados en estos temas de litigios con universidades. Pero hay que tener en cuenta, que tal y como están las cosas, y cada vez más, con el abuso que ya se está detectando de la Inteligencia Artificial, estos hechos pueden pasar.

Particularmente, creo que contra más exigente, segura y garantista sea la universidad, mejor para todos, especialmente para los alumnos. Nadie queremos que nos regalen el aprobado, ni tampoco el sobresaliente. Pero esto no quiere decir que se instaure la sospecha sobre la cabeza de todos los alumnos y que tengan que dar vueltas y requiebros para mostrar su inocencia. No es poca cosa puesto que estamos hablando que acusar de plagio o copia a los estudiantes supone una mancha en el expediente que más adelante puede imposibilitar acceder a otros estudios o puestos de trabajo. Poca broma.

Con la pasta que clavan al estudiante y con las subvenciones que rascan de la Generalitat a base de impuestos a los contribuyentes catalanes, la UOC (y cualquier universidad) puede sufragar un sistema online fiable y seguro. Vamos, lo que yo lo hacía en la academia de idiomas para los certificados, creando una sesión de usuario en la pestaña del navegador a modo de un escritorio virtual del que deshabilitabas las herramientas externas. Solo el enunciado que se abría desde el escritorio y el alumno a escribir, control y registro de las aplicaciones abiertas, y hasta que no entrega el examen, no “le devuelves” su ordenador.

Sin embargo, están quitando los exámenes sin ni siquiera preocuparse de cómo queda la materia. Un ejemplo sangrante me ha parecido con Arte en la Antigüedad. Lo que supuso cuatro trabajos (uno gordo, 2 medios y un test) más un examen de más de 600 páginas de estudio donde literalmente te podían preguntar cualquier cosa, ahora han eliminado el examen sin cambiar las actividades. Es decir, lo que para mi fueron tres meses de trabajitos y dos semanas de estudiar como un cabrón, se ha quedado en hacer los mismos trabajos. Tenerlo en cuenta, porque a lo mejor ahora es más fácil. A mi me parece una lástima.

Y es que durante mi singladura por la UOC en estos años post-pandemia lo que me han transmitido muchas compañeras y compañeros que llevaban varios años estudiando, y lo que yo mismo he comprobado, es que los exámenes, bueno las pruebas de síntesis, son bastante más duras y exigentes que cuando se hacían de forma presencial. Que ahora han estado metiendo todo el contenido a examen, mientras antes ya marcaban el tema a trabajar en la PS. Todo en una hora de duración. Entiendo que una universidad trate de mejorar y ganar respeto y dureza para sus alumnos (sus clientes) pero al final todo queda deslegitimado por la precariedad del personal docente que repite y repite, una y otra vez, tanto trabajos como exámenes. Esto por cierto, también pasa con las universidades presenciales, lo digo por le tema del prestigio.

La actividad docente de la asignatura está llevada en su totalidad por los profesores colaboradores, aunque el diseño y planteamiento lo haga un profesor titular. Aquí entra una de las principales criticas que se lleva el modelo de la UOC. El uso hasta el abuso de la figura precarizada del profesor colaborador o docente asociado.

Esto lleva a que la atención, evidentemente en línea puesto que estamos hablando de una universidad a distancia, sea a la vez muy precaria. Los profesores, por lo general, cobran una miseria por hora trabajada y/o por alumno a cargo. Estoy hablando de menos de 3 euros por hora, o de un total cuatrimestral de 800 euros por atender aulas con más de 40 alumnos. Esto me lo confirmó un profesor de una materia con el que hice buena relación en 2021. Desconozco si han mejorado, pero lo vivido estos años hace pensar que no.

Básicamente tener una buena experiencia con los profesores depende de la suerte. Por lógica, solo he hecho un grado, por lo que mi versión es corta, pero lo cierto es que salvo unos pocos casos la interacción con los profesores ha sido penosa. En el grado de Geografía, Historia e Historia del Arte solo puedo hablar bien de la profesora de Iconografía. La única que desde el primer momento y sin pedírselo nadie, organizaba clases online y las grababa para poder visionarlas en cualquier momento si no podías acudir. Hacía, y hace, sesiones de dudas. Trabaja los contenidos y materiales para no repetirlos año a año, con lo que mantiene el nivel de exigencia. Devuelve los trabajos corregidos en tiempo y con la anotaciones pertinentes para aprender y mejorar. Y cualquier duda la atiende en un tiempo corto, más que asumible.

He tenido algunos otros profesores y profesoras buenas que han cumplido bien su labor, pero por desgracia, esta es la excepción que confirma la regla. También puedo destacar en el lado positivo a la tutora que he tenido para el TFG. Y es que en la UOC la mayoría de las veces a la hora de afrontar una entrega, y por ende la asignatura en conjunto vas a sentirte solo. Esto no es del todo malo, puesto que hará que te esfuerces, que investigues y que dediques rato a bucear por las bibliotecas y la red para encontrar respuestas y poder sustentarlas. Mejoraras. Es así. El problema es que esta tónica se haga recurrente, e incluso, se agrave con el tiempo. Con el perjuicio en la calidad de vida y estudio del alumno.

Y por supuesto, no puede faltar como he comprobado con otros estudios y universidades a través de conversarlo con amigas, amigos, mi hermano con dos carreras, o mi mujer, la asignatura dura del grado. En mi caso, fue Historia Antigua, donde de manera totalmente artificial, innecesaria y absurda se sube el umbral de aprobado solamente para que unas señoritas, que no dudo de su conocimiento pero si de su capacidad docente, se hagan pasar por las más importantes del grado. No tiene sentido. Es nocivo y hace que la gente “pase” el trámite y se olvide, de quizás la que debería ser una de las asignaturas más estimulantes de toda la carrera. Para rematar, luego te enteras en los foros que había alumnos VIP que tenían acceso al email privado de los profesores, mientras tú sufrías como un perro con un expediente final de 9,1 para simplemente aprobar. A duras penas como me dijo la “profesora”.

En este punto se me hace necesario también hablar de las Matrículas de Honor. Estas son concedidas a discrección por los profesores (titular y colaboradores). Pueden darlas (hasta 4) o no darlasy tienes que contentarte con ello. Al final del grado yo he conseguido una pero hasta en no menos de otras 6 asignaturas me he ido a una nota final por encima del 9.5, entre las 3 más altas, y no he recibido este reconocimiento. Es frustrante, pero hay que aprender a llevarlo aunque el objetivo, siempre al empezar el curso, es alcanzar la Matrícula de Honor, que además, trae una rebaja en el precio de la matrícula siguiente.

Porque no estamos hablando de una Universidad barata precisamente. Su carácter privado (aunque de gestión pública) hace que los precios por matrícula, asignatura y materiales didácticos sea elevadísimo. Voy por partes.

El precio del crédito de estudio en primera matrícula está en 20,42 (a 2025), algo menos de dos euros más por crédito con respecto a la universidad pública. El verdadero palo viene cuando toca pagar los materiales que sale a casi 100€ por asignatura por una serie de módulos más o menos actuales pero que perfectamente puede que no sirvan para las actividades que van a proponerte. Pero es que además, se supone, incluyen otros recursos complementarios que no son más que escaneados de obras particulares por las que tengo dudas paguen los derechos de autor correspondientes, y que lo raro es que sean visibles al ojo humano. Una auténtica barrabasada pero aún así más económico que el material en la UNED, que suele consistir en pagar el tocho que firman los profesores y no tener ninguna interacción con ellos hasta el día del examen.

Por último, las tasas son ridículamente salvajes puesto que todo, absolutamente todo, desde el momento de pre-inscripción hasta el pago del título lo haces tú en tu casa, con tu equipo, tu línea y haciendo todos los aportes de documentación necesarios. Y sin embargo, te clavaran unas tasas enormes por subir adjuntos y enviar formularios sin ningún tipo de validación legal, ni filtrado de datos. En mi última matricula con solo dos asignaturas me cobraron más de 166€ por gastos de “apoyo y gestión de la matrícula”. Si lo hice todo en mi casa. Es indignante.

Esto no garantiza que el personal de atención al alumno sea educado y eficiente. Los administrativos y gestores, el servicio académico o el técnico van a tratar tus consultas, dudas y quejas, por lo general, a destiempo, con mala gana y sin darte la solución directa (por más que se repita en otros alumnos y cursos). Esto último está comprobado. Cuándo si te van a hacer caso es cuando están “captándote” para ser su alumno. Entonces si, todo serán para-bienes, preocupación, seguimiento y demás chorradas del marketing amigo, pero cuando te conviertas en cliente lo que encontrarás serán silencios, ausencias e inconsistencias.

Los tutores, sobre el papel interlocutores directos entre la Universidad y los alumnos, son víctimas también de la precariedad, la desmotivación y la desidia, y con el tiempo, básicamente al segundo curso, te das cuenta de que son más una molestia que una ayuda. Siempre van a fallar a favor de obra, de la universidad, que es quien les paga, y particularmente de los profesores con más mala fama del grado. Es un hecho. Mi consejo, pasar de ellos.


En definitiva, y pese a todo, yo si recomendaría matricularme en la UOC para cursar online el grado de Geografía, Historia e Historia del Arte. Pero hay que tener muy claro las siguientes cosas:

  1. Saber qué quieres estudiar y por qué. Revisar los planes de estudio es fundamental y conocer qué carencias y fortalezas puede tener para continuar tu periplo personal y profesional.

  2. Evidentemente, asumir que es online y que vas a perder la experiencia de la educación presencial y de la socialización con compañeros y con los propios profesores. Esto es insustituible, pero si trabajas o estudias, o tienes quehaceres y responsabilidades familiares, por contra la educación a distancia te va a permitir ganar tiempo.

  3. La UOC va a hacer que tengas que esforzarte para aprender y superar la materia. Esto no es negativo, todo lo contrario. Lo malo es que vas a tener que hacerlo porque el método de estudio te va a dejar solo ante el material, los trabajos y los mismos profesores.

  4. Por eso mismo, son importantes los grupos de estudiantes, organizados en torno a canales online en las redes sociales como Telegram. No son sustitutos de los profesores, y mucho menos, vas a hacer los trabajos “en grupo”, pero son ayuda lectiva y también desahogo mental cuando la cosa se vuelva insostenible. Y a lo largo del grado habrá momentos así.

  5. Es muy cara. Es más barata que una Universidad privada tradicional, y la gestión debe de dar cuentas a la administración pública, pero tiene unos precios absurdamente altos en cosas como las tasas administrativas y sobretodo los materiales, que por lo general, y viendo experiencias de otros grados, no sirven. Lacerante es el tema de las tasas porque aquí no tienen que pagar ni bedeles, ni aularios, ni mesas, ni sillas, ni bombillas, ni limpiadores, ni nada. Es un atraco y punto.

  6. Dispón muy claramente y respeta tu tiempo de estudio. Planifica el cuatrimestre (y si me apuras el grado entero). Fija horas de trabajo, de desplazamientos, de labores, de descanso y de estudio. Y también de ocio. Son vitales.
    En cuanto al estudio revisa antes de matricularte el plan de estudios de la asignatura, y luego al empezar varias veces. Usa una agenda. Marca los días que necesites para trabajar bien los materiales (lecturas, resúmenes, esquemas, etc.). Planifica la redacción y revisa tu trabajo. Dale su tiempo, unos días, y procura revisarla concienzudamente antes de entregar (presentación, ortografía, gramática, sintaxis, respuestas al enunciado, etc.). Mi consejo es que hagas las entregas el día antes de la fecha tope. Siempre hay dudas que se han corregido en los foros y que, lógicamente, debes contar con ellos.
    Ten muy en cuenta nuevamente el plan de estudios. Puede haber trabajos en grupo (una desgracia), participación en foros, o el formato de entrega sea en video o una presentación lo que puede exigirte cuando menos conocer un poco este tipo de herramientas, con lo que deberás contar con curvas de aprendizaje, interacciones y fallos.

  7. Cuenta con que la mayoría de las veces, por no decir siempre, tus dudas, administrativas, formales o educativas, no van a ser resueltas en un período de tiempo corto. Valóralo a la hora de planificarte.

  8. Anota y ten siempre presente las cuestiones formales planteadas por el profesorado. Haz al principio de cada curso plantillas para cada asignatura que te sirvan para hacer las entregas ajustadas a los requerimientos exigidos (formato, fuentes, citaciones, notas, bibliografías, portada, etc.).

  9. Tómate tu tiempo también a la hora de preparar las pruebas, ya sean de la evaluación continua o los exámenes. Lee cuidadosamente los enunciados por lo menos un par de veces. A mi me ha ayudado mucho escribir en una hoja las cuestiones y los requisitos para pasar la prueba, así como no olvidar los criterios de evaluación, que se deben facilitar al alumnado. Es una guía imprescindible para saber qué piden y orientarse en cómo van a evaluar.

  10. Tampoco puedes olvidar, ni desesperarte por ello aunque es lo fácil, que las correcciones van a venir muchas veces a destiempo. Que los feedbacks de los profesores son escasos, y en algunos casos inexistentes, pero siempre tienes que tener en cuenta la corrección anterior.

  11. En mi grado es fundamental la citación y las referencias bibliográficas. Trabájalas muy bien, fijando en primer lugar un método de citación (APA 7 es el que yo he aprendido a usar y me parece el más fácil) y anotándolas formalmente desde el principio para evitar al final descuidos y errores.

  12. Paciencia también con la página web de la UOC. La aplicación de canvas, después de un par de años, funciona bastante bien, aunque seguir y trabajar en los foros exige un esfuerzo inhumano. Además, se ha perdido la referencia del total de notas, con lo cual es muy difícil hacerse una idea de cuáles son los niveles de exigencia en cada asignatura y de en qué parte de la estadística se está.
    Por otro lado, la página oficial de la institución es un verdadero caos en el que es imposible encontrar lo que necesitas.


En definitiva, mucho ánimo a la hora de empezar a estudiar o a volver a hacerlo. Espero que este post sirva en tu decisión, y te decantes por la materia de estudio, la universidad o el método que elijas y todo sea tan placentero y satisfactorio como ha sido para mi.

 

* Nota especial para Raúl y María José que más que compañeros en el grado son ya amigos para siempre. Sin vosotros este camino habría sido mucho más duro.

lunes, 20 de enero de 2025

Abandonando Twitter


 

Hoy es lunes 20 de enero de 2025 y es el día elegido por una parte significativa de la comunidad en Twitter para abandonar esta red social. Millones de usuarios llevan eliminando sus perfiles y migrando sus contenidos y comunidades desde hace meses. Miles de asociaciones cívicas lo están anunciando en los últimos días. Y hoy es el día clave.

La fecha no es casual. Hoy Donald Trump vuelve a ser presidente de Estados Unidos, y lo hace acompañado por Elon Musk, dueño de Twitter que reubatizó como “X” tras comprar la red social por 44.000 millones de dólares en 2022. Trump y sus secuaces parecen mucho más peligrosos, descerebrados, intransigentes y ultras para la paz mundial, la estabilidad social y la salud medioambiental del planeta que como se presentó hace 8 años, o hace 4 en el Asalto al Capitolio.

Las razones de la compra de Twitter por parte de Elon Musk no fueron empresariales. No estaba planteada para ganar más dinero. No inmediatamente. Se trataba de controlar el mayor zoco de opinión y participación colectiva del mundo, y desde él verter informaciones falsas, bulos y construir artificialmente un estado socio-político afín a los intereses de Trump y del fascismo. Y ahora con el mangante (no hay errata) ya re-instalado en la Casa Blanca, Musk y el resto de la cúspide de la élite de la élite, pasaran a cobrar y lucrarse mucho más del lamentable estado de las cosas.

Por ello se hacia necesaria una respuesta de la comunidad ante esta deriva. Lo primero es imperecedero reconocer que ante lo que se presenta como una red social, lo que realmente se trata es de una entelequia. Porque no hay red. La red, por definición, implica la existencia de una serie de nudos (nodos en terminología informática) iguales, en acceso y posibilidades. En que estos nodos se comuniquen de igual a igual, fluyendo la información en cualquier dirección. Y eso no existe desde el momento en el que pagando se consigue más visibilidad e impacto que quien no paga. Y ocurre aunque el contenido sea de más calidad. La información a penas ya no puede venir desde al lado o desde abajo; la que llega desde arriba apaga cualquier otra opinión o información.

Pero es que tampoco son sociales. Serán digitales, publicitarias o corporativas, pero no pueden ser sociales, porque los usuarios apenas tienen control sobre lo que se expone ante ellos, y mucho menos de lo que dejan tras su paso.

Y hay que cuidarse mucho y ser muy consciente de dónde se está participando como usuario a la hora de querer informarse. La novedad y fortaleza del twitter primigenio era la posibilidad de seguir los canales y cuentas que tu quieres. Modular la información que recibes, obteniendo la voz de los que no tienen voz o no reciben la atención necesaria y justa desde los medios de comunicación convencionales pertenecientes a emporios empresariales. La idea es completar la información y obtener contextos nítidos y certeros sobre el estado de las cosas. Esto era algo básico y que permitió flujos de información en todas las direcciones fomentando un activismo que consiguió muchas cosas. Sólo hay que recordar lo que estábamos haciendo en este país hasta 2016.

El riesgo en origen era construirse un paraíso artificial de voces que confirman nuestras opiniones e ideas. Burbujas estancas, libres de patógenos e interferencias. “Cámaras de eco” las llaman los profesionales de la psicología y medios de comunicación, donde el debate ideológico es inexistente y se pasa a la defensa de trinchera o fondo de estadio de fútbol, donde el zasca ingenioso y el insulto más aberrante bailan pegados para enfangar cualquier debate. Pero de alguna manera, combinando con la información mainstrean de los medios de comunicación de masas se podía uno construir un relato propio verídico y con un contexto certero. Por ejemplo, yo sabía y sé que Al Saad era un cabrón, pero que el pueblo sirio vivía mucho mejor, que como lo va a hacer bajo el yugo de unos islamistas radicales aupados por Occidente. Y así con todo.


La deriva de la red social Twitter es insoportable. Lo que hace casi 15 años nos sirvió a muchos para conectarnos, aprender y participar, hoy en día es un lodazal nauseabundo donde se ha perdido el respeto, la educación y hasta el más mínimo saber estar. Los ultras, sabedores que el algoritmo premia sus barrabasadas y que la moderación es o inexistente o les es favorable, intoxican cada conato de debate, manipulan hechos y crean polémicas de donde no las hay, absolutamente artificiales, y que impiden de facto poder hablar, y dedicarse, a los problemas de verdad y a cosas más placenteras. El odio hoy lo inunda todo y la manipulación ha crecido sin cesar, incluso antes de la llegada y el abuso execrable de la Inteligencia Artificial. Manoseando la libertad de expresión Twitter y las otras redes del capitalismo de Silicon Valley, permiten que el que más grite, el más ruidoso, el más violento se imponga y se oiga más que las posiciones más cordiales, moderadas y educadas. Y si el que más grita y más violento es, es además, el que más paga, el lodazal impide una participación en estas redes sociales de forma saludable.

La propia dirección ha lanzado y promovido la profusión de cuentas fake o bots que literalmente amañan los temas de interés en la red, alterando de esa manera los estados de opinión en el mundo digital, pero con claras reminiscencias a la vida política y social del mundo real. La manipulación de procesos electorales es tan evidente, como lo es el silencio de quienes piden las actas cuando no salen las cosas como quieren, pero que callan ante el manoseo del voto.

En general, las desconfianza ha crecido a la par que desaparecía la moderación y el control, ya no sólo por parte de la dirección técnica y de negocio de los propietarios de la red, sino incluso, del propio usuario. La bajada en la calidad de la aplicación es incuestionable tanto en los sistemas de búsqueda, como en los algoritmos que ofrecían recomendaciones, hasta el punto de convertirlos en absolutamente prescindibles y hasta evitables.

La información es interesada, caótica, ruidosa y provoca distorsión. Sirve como acicate para crear estados de malestar fundados en el odio al diferente que tenemos al lado. Promueve el individualismo más atroz, el machismo más trasnochado, dejando a las mujeres como objetos de uso y disfrute del hombre. El racismo y la xenobofia, y sobretodo la aporafobia hacen que el odio sea la vitamina que nutre cada día esta red social.

Como guinda del pastel, la publicidad, que ya venía creciendo poco a poco en Twitter, se ha disparado bajo el dominio de Musk, y ni siquiera configurar la privacidad evita el asalto constante de los anuncios que interrumpen la linea de tiempo, e incluso de los hilos que eran lo más enriquecedor de entrar en twitter.

Todos los usuarios llevamos tiempo instalados en la dicotomía de si abandonar twitter, o si seguir. Pensando en dirigirse a espacios virtuales más amables, incluido el “dejar” las redes sociales e internet, o si seguir para dar batalla a los imbéciles, a la ignominia y el fango. En continuar participando, es decir, subiendo nuestros contenidos, nuestras aportaciones y nuestros datos, para que la aplicación haga negocio, sin derecho siquiera a la réplica, y haciendo que nuestra propia conciencia y valores se vayan más abajo con cada anuncio nuevo que te bombardea.

Hay quien dice que con Twitter, y con las redes que usemos en un futuro, no deberíamos cometer el mismo error que se cometió con Facebook que ya se abandonó en masa hacia 2012-2013 por millones de usuarios progresistas y normales, quedando como campo libre para que los ultras y sectarios desplegaran su odio a raudales. Las victorias de Trump en 2016 o el propio Brexit bebieron mucho de esa fuente. El riesgo de que se repita la historia es alto, pero también llega un momento en que como ciudadanos es preciso distinguir dónde, cómo y por qué quieres dar batalla.

¿Quieres quedarte en un lugar donde el odio es favorecido y el anti-fascismo vilipendiado? ¿Vas a poder articular un activismo o una comunidad que permita plantear alternativas en el mundo real al fascismo y el capitalismo ultra? ¿Merece la pena quedarse y trabajar para un público cautivo que si sigue ahí ya es fruto de su pereza, e incluso de su propio interes?

Por supuesto, como en todo proceso de salida quedan atrás las cosas malas, pero también las buenas. Magníficas personas que participando y trabajando han promovido contenidos e informaciones interesantes e imprescindibles. Pienso en aportaciones brillantes y necesarias en Historia, ciencia, sociología, política, pero también en dónde voy a informarme de las cosas que me interesan como el rugby, el basket femenino, el atletismo, el ciclismo, la naturaleza, la música heavy o la literatura. En las cosas que pasan en Salamanca, o en el teatro local, aquí al lado. Pero llega un momento en el que es inevitable dar este paso. Las redes tienen su propio ciclo de vida, al igual que nuestra participación en ellas, y Twitter ya hace mucho tiempo que entró en la decrepitud más deplorable.


En mi caso, voy a aguantar la cuenta en “X” unas semanas más mientras completo mi usuario de Mastodon y cree uno para blue.sky que me permita conservar mi imagen en esa red ante posibles suplantaciones. Incluso es posible que en tiempo medio abandone cualquier red social incluidas las que parecen imposibles como whatsapp o youtube. Pero el hecho es que ya he puesto fecha de salida a twitter.

viernes, 10 de enero de 2025

Version Slayer «In-A-Gadda-Da-Vida»

Aquí el original de Iron Butterfly

Y aquí la versión de Slayer

En 1987 y en un encargo para la banda sonora de la película Less than zero (Golpe al sueño americano en España) Slayer lanzaba su versión del mítico In-A-Gadda-Da-Vida de Iron Butterfly, que acabaría incluida en su disco de covers lanzado en 1996, Undisputed Attitude. El original es sin duda el ejemplo más claro del rock psicodélico de los 70. Lanzada en 1968 por esta banda de San Diego Iron Butterfly en su segundo álbum se convirtió en un himno de la contracultura y en la música perenne de los movimientos por la paz y los derechos civiles en Estados Unidos.

El reto de encajar el rock progresivo y el extensísimo solo de órgano de una canción de 17 minutos en un tema de la banda más agresiva y oscura del Trash metal era mayúsculo. Pero la pericia y las ganas de la banda liderada por Tom Araya lo hizo fácil para legarnos un tema que rinde homenaje sin duda a los originales, nos presenta el resto de influencias musicales y culturales y lo hacen desde una perspectiva radicalmente distinta.

En cuanto al análisis musical, el primer aspecto a considerar es la adaptación musical que realiza Slayer. La interpretación de esta banda no solo preserva la esencia de la canción original, sino que la transforma en un torrente sonoro que encapsula la energía del thrash metal a través del tono psicodélico de la original. Y todo ello reduciendo la duración, intensificando su fuerza para que a la vez pueda convertirse en una canción propia del género del trash.

Desde el inicio, las guitarras de Jeff Hanneman y Kerry King abren el tema con riffs potentes que distorsionan el carácter melódico que hizo famosa a la versión original. Esta decisión no es casual; refleja la filosofía de Slayer de desafiar las convenciones y llevar el límite sonoro al extremo, y además, nos hace reconocible a quienes interpretan la canción. Te preguntas, por qué suena tan distinto y tan bien el In-A-Gadda-Da-Vida, o qué hacen los Slayer.

La batería, ejecutada por Dave Lombardo, se convierte en el motor que empuja la pieza hacia adelante. El uso de ritmos rápidos y cambios abruptos de compás destaca un enfoque agresivo que consigue capturar la atención del oyente desde el primer segundo. En comparación, la versión original de Iron Butterfly se desliza suavemente a través de sus secciones, creando una sensación etérea. Slayer rompe con esta atmósfera al introducir un sentido de urgencia y agresividad. Se reconoce el estilo de Lombardo y se identifica la pieza que está desarrollando. Sublime.

El solo de guitarra es el elemento que merece una atención especial. Mientras que la versión original presenta un solo de órgano que evoca un ambiente casi hipnótico, Slayer opta por un despliegue técnico de guitarras eléctricas, lleno de velocidad y ferocidad. Ambos mástiles se coordinan y dan replica desembocando un caudal de notas y arpegios que no desmerece el desarrollo del solo central original. Al contrario, le da otro sentido y nos transporta hacia los umbrales donde el heavy metal se hace fuerte y auténtico. Este cambio no solo marca una diferencia tonal, sino también emocional; mientras que el solo de Iron Butterfly puede considerarse una celebración del espíritu libre de la época a través de la riqueza y calidad técnica, el de Slayer es una declaración de fuerza y dominio, de virtuosismo técnico y estilístico propio de los años 80 y del Trash metal. No queda excluida de esta versión el propio contexto de la época en la que se lanzó, ni tampoco el de las condiciones del lanzamiento. Una época en la que empezaba a hacerse evidente la ruptura del sueño americano, asi como la cada vez mayor desesperación de los jóvenes estadounidenses.


En cuanto a la letra, la interpretación de Slayer se aferra a la estructura básica de la canción, pero la entrega vocal de Tom Araya aporta una nueva capa de intensidad donde el estilo rasgado y a la vez grave del chileno le dota de un carácter especial. La forma en que Araya grita las líneas originales se aleja del estilo suave y relajado de la voz de Douglas Ingle, el cantante de Iron Butterfly. Este cambio vocal refuerza la idea del intenso desencanto y la desesperación que son elementos comunes en las letras de Slayer.

El contenido lírico de «In-A-Gadda-Da-Vida», que se interpreta comúnmente como una celebración del amor y la libertad, se transforma en un grito de resistencia en la versión de Slayer. La banda encuentra una forma de conectar el mensaje original con su propia estética, lo que ofrece al oyente una oportunidad de reflexionar sobre el significado cambiante de los ideales de la contracultura en la era moderna. La canción interpretada por Slayer encaja como un guante en los axiomas en los que se mueve la banda y el género desde el primer momento. In-A-Gadda-Da-Vida puede que no sea una canción suya, pero resulta como si lo fuese, y la agresividad, el dolor y la distorsión de este mundo tan cambiante y desesperado funciona a la perfección.


Desde su lanzamiento, la versión de Slayer ha generado diversas opiniones. Los fanáticos del metal suelen elogiar la habilidad de la banda para reinterpretar una obra clásica, mientras que algunos puristas del rock critican la "violencia" del enfoque. Sin embargo, esto es precisamente lo que hace que esta versión sea relevante. Una vez más, Slayer desafía la noción de lo que se considera "sagrado" en el mundo de la música, demostrando que incluso las obras más veneradas pueden ser transformadas sin perder su esencia.

La influencia de esta versión se extiende más allá de la propia banda, y ha inspirado a otros grupos a experimentar y reinterpretar piezas de otros géneros, adaptando a su estilo esas propuestas que pueden parecer consagradas e intocables. El diálogo entre géneros funciona a la perfección y los que lo celebramos somos todos los heavys.

Aquí somos muy fanáticos de la versión de Siniestro Total, No me lavo en la vida.

martes, 31 de diciembre de 2024

Una revuelta a la televisión española

 Lalachus y David Broncano nos van a dar la bienvenida a 2025

 

Esta noche, como muchas de las personas y familias de este país, volveremos tras muchos años a sintonizar Televisión ... Española para recibir el nuevo año. Ver en la Primera las Campanadas y tomarse las uvas al son que marcan, para inmediatamente felicitar con quienes compartimos el momento y pasar a llamar a los que por desgracia están lejos.

No puedo, ni debo, posicionarme en lo alto del podio de la superioridad moral en la que ciertos sectores de la izquierda se presentan como cool-es, elitistas y estándar de calidad suprema cultural, y por supuesto, de pureza ideológica. Yo al contrario que ellos digo que tengo televisión. Y la uso. Diariamente.

A veces, y sobretodo últimamente a consecuencia de tener que lidiar con caseros en el ecosistema salvaje de la vivienda en España, buscando las vueltas para poder ver canales y programas. Tengo que usar las plataformas de internet, libre y gratuito, para poder ver lo que quiero ver, porque desde hace unos meses la antena ha muerto ante el maltrato de arrendatarios anteriores y la indiferencia de los arrendadores. Apenas conservo 3 o 4 canales. Por fortuna puedo ver después de comer Expedición al pasado, que me parece lo único entretenido e interesante a partes iguales. Los autonómicos y el femenino en el que puedes ver el también interesante y necesario programa de los trajes de novia talla XXXL, a ratos entre las reformas de los gemelitos. Y ya. El resto no se ve. Se pixelea, se bloquea y desaparece. Y ya está. No pasa nada.

Desde luego hace décadas que no me informó a través de la televisión. No veo sus informativos, salvo la información meteorológica, y muchos menos, los programas, matinales, vespertinos y nocturnos, de debates políticos. El espectro de la derecha ultramontana copa todo el plasma catódico actual, y sólo sobrevive a duras penas la televisión pública, a esperas de que en el siguiente cambio de gobierno se ope por la Cadena Ser y se controlé el consejo político e ideológico de RTVE.

Aún con esto, vuelvo al hilo de la pureza ideológica de los pata-negra de la izquierda, tan limpios y tan brillantes, alejados de todo lo que huela a conflicto y a masa obrera, y que nos dan lecciones a los demás sobre cómo actuar en caso de hacerlo. Desde el posmodernismo, desde la urbanización de viviendas unifamiliares, desde las cátedras universitarias y desde el acceso a los medios de comunicación se está muy bien y se articulan relatos que deslegitiman la finalidad de la política como es la acción hacia la transformación de las condiciones materiales de la gente y el avance, o el progreso si se prefiere, de la sociedad, para que sea más justa, libre, igualitaria y emancipadora.

Discutir en las asambleas de partidos y sindicatos, en la barra de bar o en las redes sociales está muy bien y sería muy divertido, si no fuera porque enfrente cabalga una oleada reaccionaria de carácter ultra montano, injusta, criminal y malévola. Tener que discutir con tus supuestos compañeros ciertas cosas ante esta avalancha de inutilidad, casposidad y rancio patrioterismo no sólo es una pérdida irrecuperable de fuerzas y de tiempo. Es que además, se pone la alfombra roja desteñida para que nos arrasen, puesto que enfrascados en estas cuitas internas hemos dejado de ocupar los campos de batalla, a veces pero no solo en la dialéctica, para que la ultra derecha se apropie de los discursos, los debates, los escenarios y las mentes.

Una de las estrategias que más éxito renta a las élites cleptómanas de la derecha es la proliferación de bulos, mentiras y medias verdades. Las fake news no son un fenómeno nuevo propio de las redes sociales, ni mucho menos. Llevan desde siempre instalados en el día a día de la política liberal que supuestamente se decide a través de unas elecciones. Esto hace que sea conveniente convencer al electorado, aunque a veces se haga faltando a la verdad, insultando a la veracidad y poniendo en cuestión la propia lógica y los saberes que como sociedad con un acervo cultural sostenido teníamos ya más que asumidos.

Perder tiempo también en tener que desmentir toda la sonora maña de estupideces de toda índole que se escuchan por los medios de comunicación e internet es ya de por sí una putada y una derrota. Lo primero porque da igual que avales con sentencias o ciencia la verdad. Los destinatarios del bulo no te van a creer, porque el bulo reafirma sus prejuicios y sus cuñadeces. Si ya eres un reaccionario, un inmoral, un racista, un machista o un anormal que piensa que la tierra es plana o que los extraterrestres construyeron las pirámides egipcias y de Meso-América te vas a trufar en todos los datos verificados que te planten delante de la jeta. Esto no quiere decir que demos el partido por perdido en el minuto 1 y no desactivemos la mentira, la media verdad y el relato falsario interesado en sustentar ciertos estados de opinión y concienciación. No. Se trata de construir relatos que aporten estos datos reales y poder así discutir al imbécil y desacreditar su imbecilidad. Eso sí, sin caer en su propia cochiquera porque ya sabemos que no se puede pelear con un cerdo, porque al final te va a morder, te va a tirar al barro y ahí te va a ganar.

La televisión generalista en España desde siempre ha sido un alumno bien aplicado en la creación y difusión de mentiras enfocadas a sustentar mayorías y opiniones de derechas. Sólo en este año hemos visto como ciertas presentadoras y programas de televisión en las cadenas privadas han lanzado una campaña de bulos en torno al principal problema del estado, el acceso a la vivienda. Pero no lo han hecho desde el punto de vista de los millones de familias trabajadoras que no pueden acceder a este derecho básico con justicia social y sostenibilidad, sino de los grandes tenedores de vivienda, de los especuladores y de los arrendatarios que tratan de pagar la letra de un chalet de lujo a través de la renta por un pisucho de mala muerte sin reformar desde 1996.

Ana Rosa, Griso o Vicente Vallés no se han quedado ahí y han convertido en un problema de primer orden en la opinión pública la cuestión migratoria. Pero no dando voz a las personas que migran, desde dentro del país o que vienen desde fuera, sino dando un altavoz descomunal a los conflictos que se producen, cuando no hay arraigo o cuando chocan formas diversas de ver la vida. Aunque estos conflictos y problemas afortunadamente no sean la tónica general y si episodios esporádicos (por el momento) gracias a la labor de laminación de la opinión pública y de la inteligencia, se ha convertido en el problema nº1 de la nación, reafirmando las posiciones del partido ultra y llevando a la derecha y al centrismo del psoe de la mano a posiciones racistas y xenófobas.

En este juego de bulos y condicionamiento del votante entraron hace unos años otro tipo de programas. Sobretodo desde la pandemia de covid en 2020 los que eran programas de entretenimiento dieron un paso más allá y comenzaron a lanzar sus soflamas incendiarias y reaccionarias a un público cautivo, que en principio llegó hasta ahí por otros contenidos, pero que de la noche a la mañana, se veía inducido por la más rancia presentación de la sociedad.

Hay un programa en este país con más de 10 años en antena liderando el conocido como access prime time de lunes a viernes, esto es, el acceso o la hora previa a los programas estrellas de las cadenas los días de diario. En este programa, una persona se dedicaba a entrevistar a personajes públicos tanto del mundo del arte, de la política o del deporte, con una mezcla de rigor y humor en el que participaban dos marionetas de trapo con forma de hormigas. Varios colaboradores salían y hacían que la invitada o el invitado se lo pasarán muy bien haciendo trucos de magia, experimentos científicos o de cinética, probarán como se está dentro de una melé de rugby o lo que fuera.

Con el tiempo los colaboradores se fueron marchando del programa, todavía sin saber muy bien por qué. Fueron sustituidos por gente sin ningún talento más que el ser hijo de alguien. Y ahí tienes a una pareja de imbéciles riéndose sus gracias, a una supuesta periodista tóxica sentando cátedra, o a una pija demostrar al mundo que se puede ser una perfecta hija de la gran puta con un tono de voz suave y lánguido y con planteamientos propios de una niña de 6 años.

Al mismo tiempo se hacían más evidentes la actitud machista y sexista del presentador para cuando las invitadas eran mujeres a las que hacía pasar por su diversión, el más indisimulado acoso y violencia sexual. Todo ello ya con una clara línea derechista, de ataque al gobierno central y a todo lo que huela a izquierda o a sindicatos, dando pábulo a cualquier bulo y mentira interesada y creando de esta manera estados de opinión artificiales y construidos para cimentar mayorías reaccionarias.

Otro programa en esta deriva fue ese que se dedicaba a buscar fantasmas y extraterrestres y que de un tiempo a esta parte se ha dedicado a lanzar las mismas soflamas incendiarias, a replicar bulos y medias verdades y a dar cobijo a nazis directamente poniéndolos ante una audiencia que no se creía que los fantasmas fueran tan reales y dieran tanto miedo.

Tengo que decir que yo estos programas apenas los he visto. El primero sólo una vez, porque fueron unos conocidos (el “B” del Complutense que jugó el sábado anterior en Salamanca y nos lo dijo en el Tercer Tiempo) a hacer una demostración de rugby. Lo vi y el programa me pareció un formato deleznable. El otro lo veía hace unos años con mi mujer los domingos para coger el sueño, y entre cabezadas saltaba ya para soltar aborchonado “menuda gilipollez que acaban de decir”. Así que si, estoy escribiendo de oídas. Pero ahí los tienes hoy en día, quejándose de que no hay libertad de opinión, de que en los 80 se podía hablar de todo y todo tipo de ocurrencias y cuestionamientos de cosas tan importantes como la violencia machista o el cambio climático. Como si no estuvieran televisión, llegando a millones de espectadores, soltando sus mentiras, bulos y gilipolleces.

Ante este clima catódico, unido a las soflamas incendiarias de la radio matutina de los federicos, herreras y ansinas, y a los periódicos en papel, que sin excepción pertenecen a los emporios mediáticos de la ultraderecha, algunos ya llevamos tiempo diciendo que es necesario que desde la izquierda, los partidos, sindicatos y asociaciones se haga un esfuerzo por publicar y difundir nuestras opiniones, iniciativas y propias noticias. Y que en la cima de la pirámide aprovechar, que en teoría, se está en el gobierno para que la radio-televisión pública sea un espacio donde haya variedad y la verdad sea el objetivo primordial.

Bien, pues no parece que en el primer punto estemos haciendo mucho. Pero por lo menos, hay que decir, que Pedro Sánchez ha entendido, por otra parte como suele ser habitual en él, las necesidades intrínsecas para garantizar su supervivencia política y ha decidido dar batalla por el control del relato mediático a través de RTVE. Con pocas medidas, es verdad, y por supuesto, sin abrirse a contenidos más atrevidos y necesarios en los que se hable de feminismo, de cambio climático o de los problemas reales de la clase trabajadora. Pero algo es algo.

Para discutir el liderazgo en audiencias del mequetrefe y las hormigas, RTVE fichó en verano a unos chavales humoristas que llevaban años haciendo en la televisión de pago un formato de entrevistas y bromas irreverentes. Un estilo desenfadado, joven y actual que no había hecho que el canal de pago ganará más abonados, pero si que sus visualizaciones en youtube fueran de récord.

Brocano y su tropa han revuelto el panorama televisivo del país de tal manera que hasta RTVE ha tenido que rendirse a la evidencia, y pese a las primas trabas de una dirección nacida de los senos de Rajoy, encargar a Broncano y Lalachus la presentación de las campanadas de Nochevieja. Probablemente el programa más importante del año.

Sin duda, La Revuelta es un formato mucho más fresco e interesante que el resto de propuestas de la televisión generalista española. Si quitamos a La2 que aún con borrones imperdonables, es un espacio para la cultura y la divulgación, el resto de canales es una bazofia. Repetición hasta la nausea de los mismos programas. La mayoría producidos en las televisiones de pago de Estados Unidos con formatos que sustentan la ideología neo-con que tan bien les ha ido hasta ahora allí, verdad. Repetición de las mismas series, los mismos reallitys, las mismas películas. Una y otra vez. Te tiras un mes viéndola porque no tienes más remedio, porque estás convaleciente o por lo que sea, y al día 32 ya no hay nada que te resulte original y divertido.

Por eso, La Revuelta es tan exitosa y una idea tan acertada. Porque frente a una presentación de la realidad con una clara intención hay otra que es más acorde al mundo de la gente que viene a divertirse, a reír y a pasárselo bien. Porque hay problemas, pero no pueden convertirse en opresiones, hay que echarle humor como primer paso para superarlos. Porque frente a unas nuevas generaciones idiotizadas por los youtubers que se han posicionado gracias al dinero de papa y lanzan más bulos y más opiniones individualistas y trasnochadas, pese a ser jóvenes, hay aquí un formato que intenta ganarlos para la causa de la democracia, de la participación política y en el que además, comparten espacio, aunque sea televisivo, con otras generaciones.

Y si, es verdad. Yo no veo la Revuelta todos los días. Muchos días ni enciendo la televisión. Otros a lo mejor lo pongo y veo como Broncano, Grison, Castella o Ponce bromean y dan pie a la participación del público (un acierto brutal y de lo más destacable de este programa). Veo la intervención de Lalachus, un descubrimiento que me tiene enamorado por su frescura, su espontaniedad y su sentido del humor. A veces veo la entrevista y a veces no. A veces, no me gusta que Broncano o Grison interrumpan constantemente a las invitadas con sus bromas, porque a veces a fuerza de repetirse caen en la misma ranciedad que otros. Y otras veces apagó el televisor porque los entrevistados son esos cantantes y actores “modernos” que gustan ahora a la gente joven y que a mi, lo siento, no me dicen nada. Pero lo positivo es que exista este programa y no eché de antemano a toda la gente a los brazos de los reaccionarios y ultras. Porque disputando el terreno de juego de la audiencia, no sólo es que ya gane, es que además, de entrada, está demostrando que hay partido. Y que la mayoría de la gente es inteligente o por lo menos lo suficiente para construirse su propia opinión si les das alternativa en la oferta de relatos.

El éxito de La Revuelta y la noticia de que Broncano y Lalachus van a presentar las campanadas de La1 han provocado una reacción machista y fascista en redes sociales y en columnas de opinión en periódicos, televisiones y radios de toda esa purria cavernícola con la que tenemos que lidiar en este país.

Los tuits refiriéndose al aspecto físico de Lalachus son vomitivos y el más puro ejemplo de rancio abolengo españistaní que te puedes echar a la cara. Cuando las campanadas las presenta hombres con sobrepeso como Chicote o Ibai nadie se ha quedado. Todos celebran que Pedroche salga desnuda porque así empezaban el año con una paja. Si no queréis ver a Lalachus y a Broncano vete a otro canal, y no molestes. Y sobretodo, no insultes.

Yo, y estoy seguro que muchos, nos quedamos con el humor, con la originalidad y con esa sonrisa natural y divertida que gente con talento nos viene a mostrar.


Por un 2025 donde demos de verdad batalla al fascismo y donde las clases trabajadoras venzan. Donde acabemos con la desigualdad y defendamos lo que realmente nos hace libres, iguales y fraternos. Por un 2025 con humor, salud y revolución.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...