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viernes, 10 de enero de 2025

Version Slayer «In-A-Gadda-Da-Vida»

Aquí el original de Iron Butterfly

Y aquí la versión de Slayer

En 1987 y en un encargo para la banda sonora de la película Less than zero (Golpe al sueño americano en España) Slayer lanzaba su versión del mítico In-A-Gadda-Da-Vida de Iron Butterfly, que acabaría incluida en su disco de covers lanzado en 1996, Undisputed Attitude. El original es sin duda el ejemplo más claro del rock psicodélico de los 70. Lanzada en 1968 por esta banda de San Diego Iron Butterfly en su segundo álbum se convirtió en un himno de la contracultura y en la música perenne de los movimientos por la paz y los derechos civiles en Estados Unidos.

El reto de encajar el rock progresivo y el extensísimo solo de órgano de una canción de 17 minutos en un tema de la banda más agresiva y oscura del Trash metal era mayúsculo. Pero la pericia y las ganas de la banda liderada por Tom Araya lo hizo fácil para legarnos un tema que rinde homenaje sin duda a los originales, nos presenta el resto de influencias musicales y culturales y lo hacen desde una perspectiva radicalmente distinta.

En cuanto al análisis musical, el primer aspecto a considerar es la adaptación musical que realiza Slayer. La interpretación de esta banda no solo preserva la esencia de la canción original, sino que la transforma en un torrente sonoro que encapsula la energía del thrash metal a través del tono psicodélico de la original. Y todo ello reduciendo la duración, intensificando su fuerza para que a la vez pueda convertirse en una canción propia del género del trash.

Desde el inicio, las guitarras de Jeff Hanneman y Kerry King abren el tema con riffs potentes que distorsionan el carácter melódico que hizo famosa a la versión original. Esta decisión no es casual; refleja la filosofía de Slayer de desafiar las convenciones y llevar el límite sonoro al extremo, y además, nos hace reconocible a quienes interpretan la canción. Te preguntas, por qué suena tan distinto y tan bien el In-A-Gadda-Da-Vida, o qué hacen los Slayer.

La batería, ejecutada por Dave Lombardo, se convierte en el motor que empuja la pieza hacia adelante. El uso de ritmos rápidos y cambios abruptos de compás destaca un enfoque agresivo que consigue capturar la atención del oyente desde el primer segundo. En comparación, la versión original de Iron Butterfly se desliza suavemente a través de sus secciones, creando una sensación etérea. Slayer rompe con esta atmósfera al introducir un sentido de urgencia y agresividad. Se reconoce el estilo de Lombardo y se identifica la pieza que está desarrollando. Sublime.

El solo de guitarra es el elemento que merece una atención especial. Mientras que la versión original presenta un solo de órgano que evoca un ambiente casi hipnótico, Slayer opta por un despliegue técnico de guitarras eléctricas, lleno de velocidad y ferocidad. Ambos mástiles se coordinan y dan replica desembocando un caudal de notas y arpegios que no desmerece el desarrollo del solo central original. Al contrario, le da otro sentido y nos transporta hacia los umbrales donde el heavy metal se hace fuerte y auténtico. Este cambio no solo marca una diferencia tonal, sino también emocional; mientras que el solo de Iron Butterfly puede considerarse una celebración del espíritu libre de la época a través de la riqueza y calidad técnica, el de Slayer es una declaración de fuerza y dominio, de virtuosismo técnico y estilístico propio de los años 80 y del Trash metal. No queda excluida de esta versión el propio contexto de la época en la que se lanzó, ni tampoco el de las condiciones del lanzamiento. Una época en la que empezaba a hacerse evidente la ruptura del sueño americano, asi como la cada vez mayor desesperación de los jóvenes estadounidenses.


En cuanto a la letra, la interpretación de Slayer se aferra a la estructura básica de la canción, pero la entrega vocal de Tom Araya aporta una nueva capa de intensidad donde el estilo rasgado y a la vez grave del chileno le dota de un carácter especial. La forma en que Araya grita las líneas originales se aleja del estilo suave y relajado de la voz de Douglas Ingle, el cantante de Iron Butterfly. Este cambio vocal refuerza la idea del intenso desencanto y la desesperación que son elementos comunes en las letras de Slayer.

El contenido lírico de «In-A-Gadda-Da-Vida», que se interpreta comúnmente como una celebración del amor y la libertad, se transforma en un grito de resistencia en la versión de Slayer. La banda encuentra una forma de conectar el mensaje original con su propia estética, lo que ofrece al oyente una oportunidad de reflexionar sobre el significado cambiante de los ideales de la contracultura en la era moderna. La canción interpretada por Slayer encaja como un guante en los axiomas en los que se mueve la banda y el género desde el primer momento. In-A-Gadda-Da-Vida puede que no sea una canción suya, pero resulta como si lo fuese, y la agresividad, el dolor y la distorsión de este mundo tan cambiante y desesperado funciona a la perfección.


Desde su lanzamiento, la versión de Slayer ha generado diversas opiniones. Los fanáticos del metal suelen elogiar la habilidad de la banda para reinterpretar una obra clásica, mientras que algunos puristas del rock critican la "violencia" del enfoque. Sin embargo, esto es precisamente lo que hace que esta versión sea relevante. Una vez más, Slayer desafía la noción de lo que se considera "sagrado" en el mundo de la música, demostrando que incluso las obras más veneradas pueden ser transformadas sin perder su esencia.

La influencia de esta versión se extiende más allá de la propia banda, y ha inspirado a otros grupos a experimentar y reinterpretar piezas de otros géneros, adaptando a su estilo esas propuestas que pueden parecer consagradas e intocables. El diálogo entre géneros funciona a la perfección y los que lo celebramos somos todos los heavys.

Aquí somos muy fanáticos de la versión de Siniestro Total, No me lavo en la vida.

martes, 15 de noviembre de 2016

Amon Amarth: Hordas Vikingas en Madrid

 

Con un sol frio de noviembre nos encaminamos una vez más a Madrid, a La Riviera para disfrutar de un concierto heavy de una de las grandes bandas del Metal europeo.
Desde hacía un par de años mantenía la intención de ver en directo a Amon Amarth y esa era la principal atracción del cartel compuesto en el que Testament hacia de glorioso telonero y Grand Magus de grupo a descubrir.
Trasladarse a Madrid, luchar contra su funesto tráfico y encontrar aparcamiento cerca de La Riviera para estar lo más cerca posible de la sala para el antes y el después de los conciertos. Así tras las cervezas de rigor y costumbre en las inmediaciones de la sala, entramos a las 7 y media, cuando ya prácticamente acababa su actuación Grand Magus, por lo que sólo podemos dejar constancia del buen ambiente que reinaba en la sala y del muy buen metal de estos suecos desgranaban en sus dos últimas muescas del setlist, con esa tan nórdica profesionalidad y dejando un muy buen sabor de boca en base a un sonido redondo de hard rock en su última “Hammer of the North”.
Era el momento de escuchar a Testament y había ganas en el respetable y en mi mismo por paladear de genuino trash metal de los californianos del Bay Arena. La histórica banda de los años 80 siempre se ha mantenido fiel a su estilo y entregado periódicamente gran música, cañera y auténtica para disfrute de una legión de seguidores que en algunos casos no podían comprender esta especie de sorpasso de algunas de las bandas nórdicas surgida a finales de los 90 o principios de la década pasada sobre los otrora inaccesibles bandas de los 80.
Quizás a la salida de La Riviera esa sensación se atenuará visto y sobretodo escuchado la calidad de la exposición de ambos grupos. Ni que decir tiene que Testament puso todo de su parte para hacernos disfrutar del mejor trash. Pero el sonido que se ajusto y padecimos los presentes no le hizo justicia en ningún momento. Las guitarras apenas se escuchaban, salvo al bajar para los solos, y la voz de un siempre enérgico y dispuesto Chuck Billy apenas se hacia audible. Sólo brillaba y de que manera Gene Hoglan a la batería imponiendo ritmo endiablado a cada canción que formó parte del corto, por exigencias de no ser cabezas de cartel, setlist que los californianos mostraron a la audiencia que ya llenaba la sala.
Empezaron con “Brotherhood Of Snake” de su último trabajo para rápidamente ir hacia sus clásicos que hacían salivar a la muchedumbre: “The New Order”, “Disciples of the Watch” y sobretodo una “Into the Pit” que fue en mi opinión la que mejor sonido disfruto con Billy haciendo un air guitar tan inmenso con su pie de micrófono que parecía realmente que había 3 guitarras sobre el escenario.
Eran las 21:18 y sonaba la habitual intro de Amon Amarth mientras cada uno de los miembros de la banda sueca aparecía en acción. El primero de ellos, su última incorporación, el batería Jocke Wallgren que se encaramaba a los mandos de su instrumento sobre un enorme casco de vikingo adornados con dos inmensos cuernos, provocando la ovación del público y quizás también la tradicional inexactitud histórica.
Ovación que iba en aumento hasta la locura con la aparición de Johan Hegg frontman y líder de la banda que en todo momento se mostró atento y hospitalario en el paseo por la mitología nórdica, la historia vikinga y el mejor metal europeo que Amon Amarth nos ofreció durante una hora y media.

 

Al saludo en un rudimentario castellano de Hegg pronto le siguió “The Pursuit of Vikings” que sonó potente, sonó claro y permitió embarcarnos a todas y todos en su drakkar paladeando la mejor música digna del mismo Odín y de su palacio en Valhalla.
As Loke Falls”, “First Kill” y “The Way of Vikings” está última con la representación histórica de un combate entre guerreros vikingos siguieron a la inicial bajo un gran telón que representaba el último álbum de la banda sueca, Jomsviking, excusa para esta nueva gira.
A esas alturas ya era evidente que toda la platea de hordas de vikingos iba a disfrutar de un gran concierto. La voz de Hegg sonaba poderosa y acertada, incluso en sus alocuciones con el público, más numerosas que las habituales que otros grupos nórdicos tienden a expresar, lo que hacía las delicias de algunas damiselas como podía constatar con mi acompañante. En el bajo Ted Lunstron se hacía oír, mientras poderosos riffs melódicos y solos intensos de ambas guitarras de Olavi Mikkonen y Johan Söderberg se disputaban llevar la batuta musical sobre el escenario. Disputa que acabo en empate para regocijo y disfrute de todos los heavys que nos movíamos extasiados, gritando guturalmente cada letra y disfrutando como auténticos Berserkers.
Para ese momento en la bateria Wallgren ya nos había hecho olvidar a Fredrik Andersson. El chileno disipó cualquier duda sobre su demostrada calidad a base de imprimir velocidad y virtuosismo a cada propuesta del setlist de Amon Amarth.
Le siguió “At Dawn's First Light” y el otro clásico de la banda como es “Cry of the Black Birds” que sonó tremenda, no menos que la mejor recibida y coreada hasta el final “Deceiver of the Gods” del anterior y homónimo disco.
On a Sea of Blood” iluminó el escenario de rojo y “Destroyer of the Universe” hizo que desde las primeras hasta las últimas filas no quedará nadie sin botar al son que marcaba los headbangers de la banda. Siguió “Death in Fire” del histórico Versus the World de 2002, y la reciente “One Thousand Burning Arrows” que fue de las que mayor impresión me causó por su in crescendo desde la melodía inicial de la guitarra de Olavi y el crecimiento del melodrama de la trama bajo la voz de Hegg, todo ello mientras los dos vikingos nos apuntaban con sus arcos y flechas amenazantes. Pura, auténtica y magistral muestra de Death Metal Melódico.
De aquí al final no bajo la calidad con la impetuosa “Father of the Wolf”, ni tampoco con “Runes to My Memory” del With Oden On Our Side, para amenazar con el final con una poderosa “War of the Gods” que lógicamente sonaba como hidromiel servido por valquirias.
Volvieron tras unos pocos segundos al escenario para causar más destrozos en nuestras gargantas con una inapelable “Raise Your Horns” que hizó que toda la platea sacará cuernos al son del mejor heavy europeo del momento, para poner al final, broche momentáneo con el clasicazo, “Guardians of Asgaard”.
Por último y tras unos pocos segundos de ausencia, Hegg y los suyos volvían, y éste lo hacia con su Mjolnir, el poderoso martillo de Tor. Y todos ya sabíamos lo que tocaba: “Twillight Of The Thunder Gods”, era el cierre y era el mejor posible dejándonos en todo lo alto, a las puertas del valhalla del metal con el corazón a mil y el sentimiento vikingo a flor de piel.
Amon Amarth, paso por Madrid dejando su inconfundible sello de calidad, mitología e historia vikinga, con un Death Metal Melódico de indudable talento, sonoridad y autenticidad. Sin ninguna duda una noche para el recuerdo, y muchas, muchas ganas de volverlos a ver y disfrutar.

 

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...