martes, 15 de noviembre de 2016
Amon Amarth: Hordas Vikingas en Madrid
lunes, 15 de agosto de 2011
En el Nombre de la Rosa

"En una abadía benedictina del norte de Italia, a finales de 1327, se produce una serie de asesinatos que el antiguo inquisidor, fray Guillermo de Baskerville, viene a esclarecer. Todos ellos guadan relación con un libro atribuido a Aristóteles que tiene que ver con la risa. Se guarda en el Finis Africae, zona prohibida de la biblioteca y cargada de peligros. La biblioteca se defiende sola. Labertinto espiritual y también laberinto terrenal. Si lograseis entrar, podrías no hallar luego la salida".
Bajó este guión se desarrolla El nombre de la Rosa, obra cumbre de Umberto Eco y que a través de una mezcla de nóvela medieval y novela negra envuelve al lector en el ambiente religioso del siglo XIV, turbio y polémico por los conflictos espirituales y terrenales que las distintas congregaciones cristianas de la época se hallaban. Por un lado en la apartada abadía benedictina en los Apeninos los díscipulos de la congregación que sufren en sus carnes los asesinatos y el miedo, y por otro los delegados del Papa, de origen dominico, con los que iban a celebrar una reunión para dirimir sobre la herejía de la doctrina apostólica entre los primeros, basados en la espiritualidad del mensaje de Cristo, y los segundos que se mueven en el terreno de los vivos cargados de pomposidad y lujos en una época en el que el 92% de la población padecía hambre. Vamos, no sé a que me recuerda esto, fijate. Como complicando el ya de por si díficil acuerdo, una serie de asesinatos atemorizan la abadía, y para tratar de descubrir su origen, el mediador entre ambas facciones, Guillermo de Baskerville (referencia ya en el nombre a Guillermo de Ockham) se encarga de buscar pistas y hallar verdades en la abadía, descubriendo sus entresijos y secretos entre los artesonados y las grietas, llevándole todas ellas a la ya mítica biblioteca benedictina del recinto, en el que entre otras obras se halla el último ejemplar del se gundo libro de la Poética de Aristóteles, el cual según cuenta la mitología (porque no ha llegado a nuestros días, se extravió en la Edad Media entre los tomos recopilados en los distintos conventos de la Europa medieval) narraba supuestamente como la comedia, la risa, el humor y una vida dedicada a la alegría, serían los ejes sobre los que alcanzar la auténtica felicidad y la primera verdad. Evidentemente, mensaje este peligroso, y que se tildaba por hierético por parte de Jorge de Burgos, anciano protector de la biblioteca y de su zona más tenebrosa e interesantes: Supuestas salas en las que se guardan y recopilan notables volúmenes heredados tanto de la tradición romana, griega, persa, hebrea o islámica.
La novela es un elemento notable para conocer y comprender la Edad Media Europea genésis de la actual sociedad, aunque todos reconozcamos el atraso que supuso en la evolución tanto espiritual, racional como social para el ser humano. Pero es evidente que nuestras raíces beben durante unos siglos de esta época de penurias, pobreza, guerra e incultura global, que sólo tenían en las abadías y en los palacios algo de escape y labor de recopilación. Nunca de análisis.
Especialemente, en la planteada por Umberto Eco, podemos conocer tanto la interna diatriba religiosa de la época, heredada hasta nuestros días, como la discusión que la fé siempre ha planteado a la ciencia, encarnada en el intento de resolución por parte de Guillermo de Baskerville de los crímenes, a través del análisis de la natureliza, sus pruebas y utilizando un método racional, siguiendo los pasos de la Navaja de Ockham, según el cual cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja. Algo que rompía la fé en mil pedazos.
Así mientras se suceden los crímenes, se enquista la cuestión moral, todos parecen sospechosos y todos temen ya la racionalidad de Guillermo de Baskerville y su compañero el joven Adso (voz desde la que se narra, muchos años después la historia; esto es una velada referencia por parte del autor a Sir Arthur Connan Doyle y su personaje más famoso, Sherlock Homes y su ayudante Watson, ya que también utilizaban el método científico-deductivo para resolver sus casos), y todo hace indicar que el secreto se esconde en la biblioteca y más allá tras una oscura y apartada puerta, protegida por el oscuro Jorge de Burgos (otra referencia, en este caso a Jorge Luis Borges de cuya poesía Eco se ha declarado incombustible admirador) y que evidentemente escondía a su vez un espacio tenebroso y único en el saber de la época que escondía gran parte de la literatura realizada hasta la fecha, literatura considerada por la iglesia como prohibida y que trataba desde filosofía, la lógica, el esoterismo, la astrología, la astronomía, las ciencias como la física o la biología, la poesía erótica y no sacramental.
Está dividida en secciones según los países de origen de los autores: ACAIA (Grecia), IUDAEA (Judea), AEGYPTUS (Egipto), LEONES (África), YSPANIA (España), HIBERNIA (Irlanda), ROMA, GALLIA (Francia), ANGLIA (Inglaterra), GERMANIA (Alemania), FONS ADAE (significa "Paraíso", contiene Biblias). Echad un vistazo a esta foto:

Ni qué decir tiene que pocos pasos en ella, sin conocerla previamente y sin tener un método a la hora de avanzar por las distintas salas, lleva inequivocamente a la pérdida.
No le voy a dar final en este post a la novela de Eco, aunque muchos lo conocerán, simplemente animar a todos a que la lean con ánimo y ganas, que no se dejen despistar sobre las quizás en ocasiones extensas descripciones que el autor emplea, pero que a la vez nos dejan inmersos con túnica atada a la cintura con un cordel, metidos en medio de tan estimulante lugar.
Y así, he pasado está semana releyendo una obra que descubrí, creo hace unos 9 ó 10 años y cuya lectura me ha vuelto a embriagar (como también lo hizo la película de Annaud de 1986 con Sean Connery como protagonista, la ví hace 4 años) durante esta semana, y que no tengo ninguna duda me volverá a embriagar en varias ocasiones más. Y es que creó firmemente, que además de obligada, aunque no me gusta esa palabra, y amena literatura escolar, se trata de quizás una de las novelas más importantes del siglo XX. Y así para terminar dejo un extracto de la obra, que particularmente me encanta. Se trata de un Bestiario de Satanás:
“… vi una hembra lujuriosa, desnuda y descarnada, roída por sapos inmundos, chupada por serpientes, que copulaba con un sátiro de vientre hinchado y piernas de grifo cubiertas de pelos erizados y una garganta obscena que vociferaba su propia condenación, y vi un avaro, rígido con la rigidez de la muerte, tendido en un lecho suntuosamente ornado de columnas, ya presa impotente de una cohorte de demonios, uno de los cuales le arranca de la boca agonizante el alma en forma de niño (que, ¡ay!, ya nunca nacería a la vida eterna), y vi a un orgulloso con un demonio trepado sobre sus hombros y hundiéndole las garras en los ojos, mientras dos golosos se desgarraban mutuamente en un repugnante cuerpo a cuerpo, y vi también otras criaturas, con cabeza de macho cabrío, melenas de león, fauces de pantera, presas en una selva de llamas cuyo ardiente soplo casi me quemaba. Y alrededor de esas figuras, mezclados con ellas, por encima de ellas y a sus pies, otros rostros y otros miembros, un hombre y una mujer que se cogían de los cabellos, dos serpientes que chupaban los ojos de un condenado, un hombre que sonreía con malignidad mientras sus manos arqueadas mantenían abiertas las fauces de una hidra, y todos los animales del bestiario de Satanás, reunidos en consistorio y rodeando, guardando, coronando el trono que se alzaba ante ellos, glorificándolo con su derrota: faunos, seres de doble sexo, animales con manos de seis dedos, sirenas, hipocentauros, gorgonas, arpías, íncubos, dracontópodos, minotauros, linces, leopardos, quimeras, cinóperos con morro de perro, que arrojaban llamas por la nariz, dentotiranos, policaudados, serpientes peludas, salamandras, cerastas, quelonios, culebras, bicéfalos con el lomo dentado, hienas, nutrias, cornejas, cocodrilos, hidropos con los cuernos recortados como sierras, ranas, grifos, monos, cinocéfalos, leucrocotas, mantícoras, buitres, parandrios, comadrejas, dragones, upupas, lechuzas, basiliscos, hipnales, présteros, espectáficos, escorpiones, saurios, cetáceos, esquítalas, anfisbenas, jáculos, dípsados, lagartos, rémoras, pólipos, morenas y tortugas. Portal, selva oscura, páramo de la exclusión sin esperanzas, donde todos los habitantes del infierno parecían haberse dado cita para anunciar la aparición, en medio del tímpano, del Sentado, cuyo rostro expresaba al mismo tiempo promesa y amenaza, ellos, los derrotados del Harmagedon, frente al que vendrá a separar para siempre a los vivos de los muertos…”
jueves, 28 de mayo de 2009
La Muerte de un Dios

En muchos sentidos (tal vez, en todos), nuestra cultura es heredera de la tradición judeocristiana, y como buenos descendientes de esa tradición, nos cuesta imaginar que un dios pueda ser aniquilado. La muerte de Jesús es sólo aparente: un destino que debía cumplirse; y digo aparente porque la fe católica le debe más en la Resurrección que en la Pasión.
Hoy hablaremos de la muerte de un dios.
Dentro de las creencias nórdicas existe la tradición del "Ragnarok" , que significa algo así cómo: "el crepúsculo de los dioses"; allí se nos describe con mucho detalle cómo los dioses caerán en una batalla épica ante las huestes de los Gigantes del Frío. El concepto es complejo, ya que muchas cosas deben cumplirse antes de que llegue el día del conflicto; profecías y hados de los cuales hablaremos en otro momento; pero lo central es que hay una batalla, de la cual los dioses no pueden librarse, y aún sabiendo que serán derrotados, anhelan que ese atardecer, el último, finalmente llegue.
Ahora bien, el mito del Ragnarok es gigantesco, profundo e insondable; allí morirá Odín, Señor de los Dioses; su espíritu divino se desgarrará bajo las fauces del Lobo. Destino cruel para el creador de las Runas, pero no exento de gloria: lucha con honor y cae; final feliz que el espíritu nórdico alaba y añora; pero existe otra tradición, menos pródiga en honores, más humana (si se quiere), o menos teñida de ese valor que sólo encuentra motivación en el sacrificio. En ella hay algunos rasgos patéticos que hubiesen sido más afines con el Romanticismo que con la fría Islandia. Allí muere un dios; lejos de los campos de batalla y de los grandes salones del Valhalla.
Imaginar un dios es tarea de filósofos y teólogos, imaginar su muerte es de poetas.
Este mito nace como historia en Islandia (aunque posiblemente se desarrolló primero en Noruega) dónde la nueva fe cristiana no separó a los hombres de los antiguos dioses, quienes siempre conservaron por ellos una profunda nostalgia. Los preservaron en mitos y leyendas; arraigados profundamente en el corazón, pero sólo eso; ecos de una grandeza que hizo temblar a Roma. Vivían aún en las fábulas, pero los templos y los viejos robles, sedes inmemoriales de su culto, yacían olvidados, escombros de un fe otrora poderosa.
Cierta noche llegó un anciano a la corte del rey Olaf Tryggvason. Los rasgos del anciano revelaban que era de noble cuna, pero algo en su porte le daba un aire etéreo, muy impropio de un anciano. Iba envuelto en una capa oscura, negra como las plumas del cuervo; el sombrero de alas anchas le cubría los ojos. Después de cenar, el rey se dirigió al Anciano y lo interrogó sobre los avatares de su vida. El Viejo respondió que su vida fue larga, demasiado como para describir sus pormenores, declaró que lo único que aún podía hacer con algún talento era tocar el arpa, y contar historias.
El fuego era un bastión frente a la noche, las sombras lamían las paredes del castillo, y las llamas crepitaban y saboreaban la dura madera del norte. Los hombres se reunieron en torno al Anciano; afuera, salvo el ronco aullido de algún lobo en el descampado, no se oía nada.
El Anciano se sentó de espaldas a las llamas, de manera que los oyentes veían su figura recortada: una espectral sombra encorvada por los años; vencida y desgastada por el recuerdo de mil desgracias y de efímeras alegrías. Sus dedos acariciaron el arpa, la música flotó sobre los hombres, y en cada oído palpitó con una melodía diferente: habló de Brunhild y de la dulce Krymild, de Sigurd y del enano Andvari, del dragón que duerme sobre las joyas, y de un río que es sepulcro de tesoros.
Cantó todas las cosas que pueden decirse con palabras; los hombres temían respirar, nadie deseaba quebrar el encantamiento. La música, derramada en los oídos, despertaba en los asistentes los ecos imprevisibles de la memoria: algunos veían a sus madres susurrándoles dulces y tristes historias, otros eran transportados al hogar de la abuela, quien narraba heróicas hazañas de ancestros olvidados; pero a todos los unía una sensación común, la certeza de que todas aquellas cosas (el fuego, el viejo, el castillo, acaso el Midgard) eran irreales.
Y así trascurrió la noche, los oídos atentos y el recuerdo vivo; finalmente, el Anciano relató el nacimiento de Odín. Dijo que las Tres Mujeres (que no deben nombrarse) auguraron que el niño no viviría más que la vela que se consumía sobre la mesa. Con la rapidez que provoca el terror, los padres de Odín apagaron la vela para que el niño no muriera.
El rey Olaf, quien se había convertido a la fe católica, declaró que la historia era falsa. El anciano torció la boca en una mueca que bien podía ser una sonrisa; buscó entre los infinitos pliegues de su capa y la presentó ante los hombres, una vela a medio consumir.
La depositó sobre la mesa y anunció:
"Quien tenga el valor para matar a un dios, ya sabe lo que debe que hacer"
El Viejo abandonó el salón y se sumergió en las heladas sombras.
Los hombres se miraron, pero nadie se movió. La noche reanudó sus sonidos: el viento azotaba las paredes del castillo, oprimiendo los corazones. El rey se puso de pie, tomo la candela, y la encendió.
El tiempo se hizo pesado, pegajoso; la vela, erguida sobre la mesa, se consumía lentamente. Cada hombre presagiaba un final diferente, algunos imaginaban que el cielo se quebraría, que infaustos rayos caerían para castigar tamaño sacrilegio. El tiempo pasó, un gallo cantó a lo lejos anunciando a la aurora; llegaron las primeras luces del día, los corazones se calmaron. La vela estaba consumida, yacía sobre la mesa, inerte, como los Viejos Dioses.
Los hombres se desperezaron, se pusieron de pie; cada uno con la intención de dirigirse hacia sus hogares. El rey, siguiendo las reglas de la hospitalidad, los acompañó hasta sus monturas. Salieron y el frío de la mañana les bañó el rostro; un cielo azul los cobijaba; caminaron unos vacilantes pasos y lo vieron: el Anciano, con el azul del cielo en los labios, yacía tendido en la hierba, consumido.
La leyenda quiere que el anciano muerto sea Odín, al menos así lo refieren los maestros de la tradición. Yo pienso que no; que es algo más. El Viejo es el último creyente de una fe abandonada; y también es Odín. Muere porque sólo él cree en los antiguos dioses; ya no queda otro, nadie realiza ofrendas ni eleva plegarias. No hay devotos sin un dios, ni dios sin creyentes.
Odín murió, es cierto, pero no en la infame batalla del Ragnarok, sino cuando se consumió la vida de su último creyente.
I grew up by the sea
I played under the sun
Come to me come into my dreams
This is my light of life
Between the bluebells
Sits a girl with blond braids
A blue-eyed angel
With strawberry cheeks
The spell has bound me
I was living a dream
Norweigan homeland
My heart belongs to you
I climbed mountains so high
I discovered the deep
Long to be long, long to be part of this dream
This is where my heart beats
Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal
Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...