miércoles, 20 de febrero de 2019

Lo que nos jugamos en los próximos cuatro meses



Ya estamos en tiempo de descuento de la décimo segunda legislatura de la democracia española. Pedro Sánchez convocaba elecciones generales para el 28 de abril tras ver como la derecha, tanto independentista catalana, como ultranacionalista española, se aliaban para tirar abajo los presupuestos de 2019.
Es una decisión coherente y acertada. Más aún al no hacerla coincidir con el ya saturado domingo 26 de mayo, de municipales, autonómicas y europeas. Hago aquí un alto en el camino para indicar lo positivo de separar todo proceso electoral, más allá de demagogias, cansancios y estúpidos alegatos hacia el ahorro. Todo espacio electivo debería de tener su momento para el debate, la proposición y el análisis otorgándole por lo tanto, la importancia necesaria para que el electorado acudiera a votar con su decisión reflexionada. Pero claro, eso supondría tomarse la democracia en serio y a los ciudadanos como seres adultos, algo que en éste ente administrativo llamado España, se antoja, poco menos que imposible.


Pedro Sánchez no ha podido alargar más su gobierno tras la moción de censura del pasado junio y convoca elecciones mientras el PP se sigue desangrando por su sistemática corrupción, y por como pierde sus votos más extremos, que van a parar a Vox (en su mayoría, aunque también pesca en Cs). Una derecha fragmentada es una gran noticia aunque ya sabemos, era evidente, que en caso de necesitarlo se aliarían sin problemas.
Tampoco es que la izquierda se muestre en una candidatura unida y decidida a esconder diferencias para centrarse en las coincidencias, que vienen a ser hacer de este ajado país un lugar digno donde vivir. Dependiendo de las circunscripciones y el ámbito de decisión, nos podemos encontrar con multitud de candidaturas para todos aquellos que hemos marchado de lo marcado por las direcciones de Podemos e Izquierda Unida. Pero así, corremos el riesgo de perder cientos de miles de votos por no llegar a los umbrales mínimos de resultado, por lo que más allá de egoísmos varios, tacticismos y filias y fobias personales, la necesidad de una candidatura estatal, de izquierdas que aunará todo el voto de nuestro espectro ideológico (comunista, anti-capitalista, socialdemócrata, federalista, ecologista, feminista, pro derechos sociales, pro derechos humanos y sobretodo antifascista) en cada una de las elecciones y de las circunscripciones resultaría vital. Más ahora que redobla cabalgada, el fascismo.


En cuatro meses, España va a renovar la totalidad de sus representantes políticos (salvo la jefatura del Estado, ejem, ejem) y el escenario que se presenta esta marcado por la incertidumbre, dentro de la crisis de régimen que vivimos en los últimos años.
La crisis territorial sigue marcando la agenda mediática y por lo tanto política del estado, enfrentando dos aspiraciones, la de la búsqueda de una solución dialogada o pactada o la vía de la represión, la violencia y el miedo. Ambas se han conjugado para generar un clima de confrontación asfixiante que en la práctica estos últimos años ha dejado un país ingobernable, incapaz de aupar gobiernos y mayorías sostenibles, sobretodo desde la izquierda. Enfrente, con el ejemplo andaluz, vemos lo que puede pasar.
Al tiempo que caían los presupuestos de Sánchez (y de Iglesias) se iniciaba el juicio-farsa al procès. En el banquillo de los acusados los líderes políticos y sociales de la burguesía catalana que se auto proclamaron estandarte del movimiento ciudadano por la auto determinación surgido en 2012, tras el cierre que el mismo Tribunal Supremo, de mayoría conservadora, dio al Estatut que en 2006 refrendó la mayoría de la ciudadanía catalana y que fue denunciado por los intereses privados y electorales del PP.
A la escalada en las declaraciones, los referéndum, los ultimátum, la violencia institucional, la movilización ciudadana, la huida, los presos, los chantajes, las emociones, las banderas, la represión y el abuso de poder vía 155 les ha seguido el deterioro colosal de todo el edificio democrático del país, empezando por sus acuerdos territoriales y el encaje de las naciones que forman parte de España.

Catalunya cierra otros debates y la crisis territorial se encierra en torno al procès, mientras se agudiza cada día, la verdadera crisis y drama territorial del estado español: La despoblación y la España vacía. Las posibilidades de vida en el mundo rural empeoran año a año, mientras más población, eminentemente joven, emigra a la ciudad (Madrid casi siempre) o al extranjero haciendo cada vez más insostenible el desarrollo de los pueblos y poniendo trabas cada vez más grandes al sector primario y al desarrollo del patrimonio natural que debían ser potencialidades nítidas de la economía patria. Esto, como digo, parece que a nadie le importa, pero el próximo domingo 31 de marzo, tenemos una cita en Madrid en la Manifestación por la España vaciada, todos aquellos quienes deseamos un mundo rural vivo y con futuro.
Diez años después del estallido de la estafa, llamada crisis, los beneficios empresariales y datos macroeconómicos están en los niveles previos. Sin embargo, la fractura social es colosal. El desempleo sigue en torno al 25%, los salarios han perdido un tercio de su poder adquisitivo, el ahorro en las clases trabajadoras es quimérico, la precariedad laboral ha llegado para quedarse, vuelve a ser imposible tener una casa -en propiedad, o en alquiler- para la mayoría de la población, los recibos de suministros son un atraco cada mes en tu buzón, y los servicios públicos (sanidad, educación y servicios sociales) siguen degradándose convirtiendo el patrimonio de todos en ganancia de unos pocos. La pobreza se enquista, en especial, la pobreza infantil y de nuestros mayores, y las perspectivas de futuro caen en picado, al tiempo que el mayor talento del país emigra buscando un porvenir.
Los problemas económicos y sociales derivados han agudizado otras graves taras del sistema político español, como su endeble estado autonómico, la jefatura del estado, o un ejército y poder judicial que no hicieron una transición de la dictadura fascista a la democracia.
La idealizada transición supuso en su momento un cierre en falso de la dictadura franquista y después, con la ayuda de la entrada en la UE se estabilizó el estado a coste de perder industria y funcionariado. Se hace evidente, que antes o después, éste país, tendrá que tomar sus propias decisiones con respecto a su pasado, su convivencia y su futuro, y deberá hacerlo de forma democrática, garantista y progresista en defensa de los derechos humanos.


Ante esta situación de descalabro, de ruptura social, los partidos políticos viven una situación de derrumbe interno. Los dos polos del bipartidismo, PP y PSOE, siguen su cuesta abajo fruto de su común corrupción e incapacidad, y no atisban una mejora ahora que lo pueblan los y las que han crecido en la propia endogamia de cada partido.
Ambos padecen su tibieza e injusticia en las medidas para hacer frente al desastre provocado por la avaricia en lo que llamaron crisis económica. Los ajustes y la austeridad provocaron la reacción de cientos de miles de indignados que salíamos a las calles con ganas de recuperar la justicia social y con ella, nuestro país. Tiempo después, muchos acabaron formando Podemos como opción política desde la izquierda, frente a una nueva derecha liberal, denominada Ciudadanos.
El nuevo escenario electoral ha dejado estos últimos años una etapa de incertidumbre dejando dos cosas claras: por un lado una sucesión de gobiernos y pactos poco sostenibles basados en coaliciones políticas inestables. Y, lo segundo, y más doloroso, un silencio a toda propuesta política que venga a pedir más justicia y a denunciar los errores y fallos sistémicos de un capitalismo de amiguetes que hace agua, y de un estado fallido cuya convivencia se derrumba.
Estos nuevos estandartes del neo-reformismo, Ciudadanos y Podemos, caen víctimas del cainismo interno y de estructuras oligárquicas, sin dar respuesta al principal mandato que les dio la ciudadanía cuando surgieron: renovar y recuperar la política, y la toma de decisiones, para la gente de a pie.
Especialmente significativa es la crisis que vive Podemos, desmoronándose a cada territorio y momento, y siendo retransmitido en directo y ultimísima hora por los medios del capital, que lógicamente los tenían en su punto de mira.


Sin duda la crisis catalana ha supuesto un desgaste para todos los partidos, pero ninguno como el que está sufriendo Podemos, que desde un primer momento aceptó una posición equidistante que le ha hecho ser visto con recelo tanto por la intransigencia centralista de Madrid, como por los demócratas, catalanes o no, que no entienden que tras la violencia estatal del 1 de octubre, no les apoyarán con mayor fuerza.
Podemos está ya lejos de aquel proyecto de ruptura, profundamente horizontal en el que tuvieron hueco muchas buenas gentes de izquierdas, y también un buen puñado de listos con ganas de medrar con la política como excusa. Al tiempo que se viraba ideológicamente hacia el centro, las decisiones se tomaban más en la camarilla de la Complutense, bajo el ordeno y mando de Iglesias, quedando todo como es lógico, mucho más expuesto a los medios.
Fruto del fallido estado autonómico españistaní es el centralismo mediático que vivimos con Madrid, donde todo lo que pase en la capital del país, es noticia “importantísima” hasta en el último pueblo del pirineo aragonés, o en la última comarca transfonteriza extremeña. Un ejemplo de esto, es como se ha utilizado por parte de los medios del capital, la guerra interna en la cúpula de Podemos para debilitar a todo el aparato político nacional, y de paso a sus confluencias. Que si Carmena, que si Errejón, que si Espinar, que si Montero o que si Iglesias… demasiados nombres e intereses personales por encima de un proyecto político que con sus errores debía de servir para enraizar una confluencia activa de toda la izquierda, porque más allá de las tibias diferencias -sobretodo si dejamos atrás los intereses y los odios personales- nos une el ansía por hacer de España una democracia con mayor justicia social y con un porvenir.
Podemos, vivió su gran momento electoral en las Europeas de 2014, con la famosa papeleta en el que el logo del partido era la cara de Pablo Iglesias. Desde entonces mucho ordeno y mando desde arriba, y mucho edulcorante tanto en la oposición como en las administraciones que han regido, pero sin atacar directamente a un capitalismo depredador que nos está hundiendo en la miseria.
Podemos, junto a Izquierda Unida, se han integrado en un estado de las cosas para tratar de regenerar el Régimen del 78 y traer un capitalismo de rostro humano desde las instituciones, sin presencia en el conflicto y con las calles despejadas para manifestaciones de ultraderecha. No se plantea una ruptura anticapitalista, mientras las condiciones de vida de la gente se destrozan, convirtiéndonos en esclavos y lacayos.
Así, con las calles paradas y jugando los debates que el poder quiere que jueguen, Podemos ha perdido buena parte del poder de su emergencia. Han caído sus apoyos y ha crecido un pesimismo entre muchos de quienes participaron directamente allí, o antes, lo hicimos en el 15M.




Éste estado de derrumbe de todos los partidos contrasta con los grandes beneficiados, el partido de ultra derecha Vox, que recibiendo un apoyo mediático brutal, sin precedentes para un partido sin representación alguna, crece exponencialmente mes a mes. Con su ideario populista, reaccionario y fascista ataca a todo lo que remueve la trasnochada visión de la España franquista que mantienen. Mujeres, colectivos LGTBI, disidentes políticos, inmigrantes,… todos estamos en su objetivo y en sus medidas como liquidar el estado de las autonomías, reafirmar el compromiso neoliberal en desmantelar el estado de bienestar y los servicios sociales y atacar y denigrar a mujeres, por lo que son abiertamente obstáculos para dar una salida ordenada, pacífica y dialogada a la crisis sistémica que sufrimos como país.


Todo esto habrá que ver como se adecua al tablero electoral, primero en clave nacional, con las circunscripciones provinciales; más tarde en las autonómicas y municipales, y también con especial interés aritmético en las europeas y su suscripción única.
Durante años a la izquierda alternativa nos han atemorizado con el voto útil que al final nos llevó a un sistema en la práctica bipartidista. Era un cuento en el que venía el lobo y si votábamos a la izquierda del PSOE, nuestros votos se perderían como lágrimas en la lluvia, mientras la derecha se llevaba los diputados. El asusta viejas, más allá de las grandes ciudades, y en especial Madrid, funcionó con precisión y se repitió en la anterior fase del desmoronamiento del régimen del 78: El período tras el 15M hasta el 1 de Octubre de 2017.
Durante esas múltiples elecciones, Podemos o Unidos Podemos no ha podido rascar diputados en las provincias de la España rural, y el PSOE ha perdido poder que ha ido a parar casi siempre a Ciudadanos. O lo que es lo mismo al PP.
Sin embargo, aquí y ahora en plena atomización de candidaturas, en especial y como siempre en la izquierda, la vieja historia para no dormir que nos atormentaba durante tantos años no es tenida en cuenta por gurús y tertulianos de tres al cuarto en los medios del capital, que interpretan los resultados de sondeos y encuestas con el ánimo indeleble de generar estados de opinión y certezas en la mente del votante.
Parece que la cantada dispersión del voto de derecha, que en conglomerado tanto liberal como fascista se aglutinaba en el PP, no va a trastocar la dolorosa mayoría conservadora y reaccionaria que nos oprime y detesta. Se lanza la idea de que no se perderán papeletas en el camino de los recuentos y aplicaciones del Sistema d'Hondt y que como ya hemos visto en Andalucía se podrán reunir a la hora de pactar y repartirse funciones y lo más importante para ellos, la pasta.
Pues bien, que quieren que les diga. Si en un escenario de confrontación tan grande y polarizada, las terceras y en ocasiones segundas, opciones de voto dentro de un perfil ideológico consiguen representación, nos habrán estado engañando todos estos años. No me puedo creer que en una provincia donde se repartan 4 ó 5 escaños, Vox como tercera fuerza de la derecha rasque uno, sin que antes sea Unidos Podemos sea el que se lo lleve. Es aritmética-mente y sociológicamente imposible, con el país dividido en dos mitades, que tres fuerzas de un mismo espacio político consiguieran representación en una circunscripción, sin que eso no suceda en el espacio contrario.
El único escenario que abriría tal escenario sería una desmovilización colosal del votante progresista, algo que visto lo sucedido en Andalucía y en las algaradas que esta ultra derecha lanza, se antoja improbable.


Una cosa es segura. Si el domingo 28 de abril y después el domingo 26 de mayo, las personas decentes, que amamos este país y que queremos que crezca, mejore y se convierta en un lugar mejor donde vivir, nos quedamos en casa, volveremos al pasado, a la oscuridad. Pondremos todo nuestro patrimonio (natural, cultural, mental) y todo nuestro talento en las garras de quienes nos han oprimido desde el principio de los siglos. Si después de éste macro-proceso electoral nos plantamos con múltiples mayorías de derechas, tendrán carta blanca para reprimir y para desmantelar lo poco que queda de país y que además lo vertebra realmente: sus servicios públicos. Y con nuestros derechos, harán negocio, no lo dudéis.
El futuro está en nuestras manos y en las decisiones que tenemos que tomar. Por lo pronto, la primera, la más inmediata es permanecer informados y hacerlo de manera pro activa, buscando múltiples canales y medios, evitando la persuasión y los bulos y noticias falsas.
Un voto bien ponderado e informado es un arma poderosa para cambiar el mundo. No lo perdamos.
Y otra cosa también es evidente. A la izquierda de Podemos (y por supuesto, del PSOE) hay un espacio enorme para la dignidad de la gente, del trabajador y trabajadora, de la mujer, y de la naturaleza y el patrimonio. Y es ahí, y desde ahí, donde tendremos que defender nuestros derechos, libertades y futuro. Es el tiempo de participar -en mi caso, volver a participar- y empoderarse para cambiar éste país -y mundo- que se van hacia el desastre sin remisión.

martes, 29 de enero de 2019

La mochufa



Lo último de provecho que he hecho ha sido leer, casi mejor dicho, devorar, Los asquerosos, última novela del genial e irrepetible Santiago Lorenzo. Han sido en unas horas, tres o cuatro, que he dedicado con vehemencia, gusto, sarcástica satisfacción y orgásmico deleite a sumergirme en la pequeña Arcadia propuesta por el autor, en la que se refugia Manuel, y que su tío, como fantástico narrador, nos cuenta.
Lean este libro. Es lo único que puedo decir. Fue el mandato en Pagina2 (la imprescindible cita semanal con la lectura en la2) y en las newsletters de mis librerías favoritas (Letras Corsarias, por ejemplo) y no puedo decir más que aciertan. Y de pleno.
Los asquerosos es un libro redondo y acertado. Una lectura imprescindible en los tiempos que corren. Necesaria para descubrirla, pero también para releerla de vez en cuando con garantía de pasar un magnífico rato y como refresco de la lucidez en el análisis descarnado y certero de la sociedad capitalista actual y del estado de las cosas de #Españistan.
La acción circula a través de la narración del tío de Manuel, que nos cuenta la huida a esa España vacía (como la que retrato Sergio del Molino hace no tanto tiempo) de su sobrino Manuel, motivada por un acontecimiento trágico y trascendente. Manuel, como el Walden de Thoreau, marcha al campo, a un pueblo abandonado de nuestra patria indómita, pero no bajo una forma bucólica o idealizada, sino real y dolorosa por cómo se mueren, o se han muerto, muchos de nuestros pueblos (con todo lo que arrastran en su muerte).
Allí Manuel vivirá su vida y de paso y de propina nos redescubre a todos nosotros, empezando por él mismo, el verdadero significado de la palabra austeridad, y de lo que significa la reflexión. Y también la importancia del tiempo, como bien y como derecho humano, por encima de los bienes y las necesidades materiales, poniendo con ello en solfa las convicciones sociales relativas al trabajo, las relaciones o la trascendencia de una vida.
El momento culmen será cuando a Zarahurdiel (localidad ficticia, pero reconocible cuando viajas por esa España de carreteras secundarias) llegué la Mochufa. Es decir, el “cuñadismo” supino, la bobería continúa, los diálogos a gritos, el consumismo más visceral, la barbarie en forma de estupidez urbanita, “chaletera” y dominguera.
Tengo la sensación de que el autor, Santiago Lorenzo inventa una palabra, la Mochufa, por no llamar, o llamarnos mejor dicho, a todos y todas, gilipollas. Y además, llamárnoslo con razón. Porque todos, y no admito distinciones, cometemos los mismos pecados y la misma ausencia de auto crítica, que la Joaqui y su tropa de descerebrados. Incluso caemos en esa perdición cuanto más luchamos por evitarlo.
Ahí radica buena parte de la crítica social y política, que Santiago Lorenzo lanza en Los asquerosos. No hace prisioneros. A través de la narración del tío de Manuel nos trae un retrato crítico, para nada amable y por lo tanto necesario de nuestra sociedad. En un consumismo desaforado. En un capitalismo irracional. En una soberbia infantil. En unas relaciones personales huecas y estereotipadas. En un vivir por y para las “pantallitas”. En un país arrasado por corrupción y fascismo clerical.
Da gusto encontrar a un autor patrio, tan actual y vivaracho, dedicándose a la novela social con tintes de humor, bebiendo de la mejor tradición patria en la materia como pudieran ser los Mihura, Jardiel o Azcona, pero sin sonar a antiguo o pedante. Las profusas descripciones, tanto en los detalles, como en la verborrea adjetivada, de personas, cosas, lugares y situaciones son el vehículo perfecto para sacarnos una sonrisa, una carcajada y sobretodo reflexiones certeras sobre el estado de las cosas y el devenir de una sociedad caótica, irracional, amoral y anti natural.
Santiago Lorenzo firma una obra redonda, tanto en el estilo, como en la trama, y me atrevo a decir la primera novela que tras la estafa llamada crisis, clava el estado de nuestra sociedad y el devenir absurdo e infantiloide por el que nos deslizamos hacía abajo.
Lo dicho. Lean este libro. Lean Los asquerosos.

sábado, 26 de enero de 2019

Glass



Lo ha vuelto a hacer. Una vez más me voy a mi casa, o me levanto de la butaca, excitado, sorprendido, alucinado tras ver una película de M. Night Shyamalan. El director de origen hindú no defrauda en el que quizás sea el culmen de su carrera, y continúa y pone el listón más alto, como principal exponente del cine de suspense en la actualidad. El más digno y ferviente seguidor del gran Alfred Hitchcock. Y lo hace poniendo colofón a la trilogía de superhéroes más estimulante del cine actual.
La trilogía en sí se presentó como un giro de guión, del maestro de los giros de guión. Quizás el giro más osado y a la vez más estimulante, no sólo de su filmografía sino quizás de la historia del cine. No había noticia alguna de esta trilogía hasta el final de los títulos de crédito de la segunda de las partes, Split (en español, Múltiple), y que enlazaba por sorpresa, con la primera parte El Protegido, estrenada 19 años antes.
En Glass, Shyamalan pone al servicio de la historia y de la reacción que busca en los espectadores -sean fans irreductibles o acérrimos haters- su majestuosa pericia para la dirección, tanto técnica, como artística. Los planos proyectan la historia a través de un caleidoscopio por el que identificar a personajes. La cámara funciona como un recurso narrativo más, sucediéndose escenas de cámara al hombro, planos picados, de shooter en un videojuego tras la cabeza de uno de los protagonistas, el juego de las cámaras de seguridad,… Y el montaje destila la narración con el aderezo de la música justificada para crear sensaciones y expectativas en quienes ven la película pero también, en quien la está haciendo.
Pero es con el trabajo actoral donde destaca Glass, y ahí, brilla, tanto o más que en Split, un James McAvoy entregado a la causa. Se nota que el actor escocés ha disfrutado muchísimo metido en el personaje de Kevin y en las personalidades de este enfermo mental con trastorno de identidad disociativo (personalidad múltiple).
En un salto hacia adelante en cuanto a su interpretación en Split, Shyamalan plantea en Glass, escenas en las que se suceden las personalidades de Kevin de forma continuada, sin giro de cámara, ni fin de plano (y en ocasiones, cogiendo el foco, hasta 5 personalidades distintas) y McAvoy acepta el reto con una facilidad pasmosa. Sin caer en la caricatura, con simples movimientos de la cabeza, las manos, los ojos, la boca o el modular de la voz se pasa de una personalidad a otra, y nosotros como espectadores nos quedamos tan maravillados como a la vez hipnotizados. Lejos de la publicidad de los premios a los que películas como esta parecen ausentes -sin contar, que Shyamalan parece un proscrito para las academias-, se recordará durante mucho tiempo la interpretación que James McAvoy hace de Kevin Wendell Crumb, como una de las más grandes de la historia, para un personaje de culto, de una película -una trilogía- de culto.
Vuelven Bruce Willis en su papel de David Dunn de El Protegido, así como su hijo, interpretado por Spencer Treat Clark, que no se ha prodigado mucho los últimos 15 años. Lo hace con un papel desplazado de la acción dramática frente al impulso que toma Samuel L. Jackson como deus ex-machina de toda la historia, pero además, y sobretodo, como autor intelectual, como el cerebro detrás de la maldad.
Don Cristal (don Glass) asume todo el protagonismo mediada la película, pero no lo hace sólo. El personaje interpretado por Sarah Paulson como la doctora Ellie Staple que trata de desenmascarar los delirios de grandeza del trío protagonista gana peso, funcionando como desencadenante de las diversas sensaciones que tienen cada uno de los tres protagonistas y de las consecuentes reacciones que llevan a cabo.
Cuando hoy en día te sientas a ver una película en el cine y recibes tres y hasta cuatro trailers de películas hollywoodienses, exprimiendo los cómic, y los superhéroes (y superheroínas) da gusto ver una película que empleando el mismo tema evita los efectos especiales por ordenador para que nos fijemos principalmente en la historia.
Y así, poniendo a héroes de inteligencia, maldad, bondad o capacidades físicas extraordinarias en el mundo real, tangible y perfectamente identificable, podemos disfrutar de un mensaje evocador y a la vez provocador. Shyamalan construye finalmente su trilogía, la obra maestra de su carrera, para recordarnos que nosotros, como individuos podemos hacer más, mucho más, de lo que nuestra rutina y ritmo de vida nos impone. Y hasta aquí puedo leer.
No puedo deciros más, para animaros a que vayáis a verla y que os sorprenda, emocione y estimule como a mi ha hecho. Ver Glass. Disfrutar de la trilogía de superhéroes más brillante y mejor hecha. Sin duda alguna Glass, Split y El Protegido, las mejores películas de superhéroes jamás hechas.



miércoles, 16 de enero de 2019

Tiempo después, mil años arriba, mil años abajo



Ayer acudí al cine -que pereza me da tener que hacerlo acudiendo a un siempre detestable centro comercial- para ver Tiempo después, la última película del genio del absurdo José Luis Cuerda.
Vista la cinta a uno no le extraña los tremendos problemas que Cuerda ha tenido para hacerla. Desde finales de los 90 el veterano director ha querido filmar tal obra, encontrando la oposición frontal de las productoras del estado español. Resignado publicó a finales de 2005, como novela el guión de la película, gracias a la editorial independiente Pepitas de Calabaza. Años más tarde, un grupo de cómicos y humoristas como los chanantes, el Terrat de Buenafuente y sobretodo Arturo Valls trabajaron codo con codo para llevar adelante el proyecto, formando parte de él, no sólo como interpretes, sino también como productores y consiguiendo con gran esfuerzo sumar a un gran reparto de actores y actrices de la primera plana. Al final con todos estos ingredientes los grandes agentes de la industria o arte del cine español se sumaron a la película, imagino que deseando las ganancias económicas que tal plantel pueden reunir.
Decía hace unas líneas lo de los problemas visto el tono y el tema que Cuerda trata. La película es una crítica feroz y absoluta la modelo de sociedad actual, y lejos de seguir el juego metafórico de sus anteriores obras como Amanece que no es poco o Así en el cielo como en la tierra, se presenta de forma áspera y directa. No deja ningún estamento libre de juicio y usando el ingenio, el costumbrismo y el humor muestra las verdades y contradicciones del sistema y sus actores.
Funcionando como una distopía, Tiempo después, pasa por el filtro a la monarquía, a la autoridad en forma tanto política como policial, a la juventud a la que después dedicaré un párrafo más amplio, a las clases empobrecidas, y a toda la izquierda a la que desnuda en su falta de criterio y en su pérdida de foco con respecto a las necesidades de la clase trabajadora.
Pero sobretodo este sistema ultra liberal es puesto en solfa, con la misma presentación de la película, con unos pocos, elegidos, viviendo con todas las comodidades en un edificio-castillo frente a las hordas antes precarias, ahora paradas, malviviendo en poblados y luciendo sus andrajos que le son propios. Las propias contradicciones del capitalismo, del consumismo y la hiper-competitividad que nos impone como sociedad discurren de forma natural en las interacciones de personajes costumbristas estereotipados como pueda ser la Jefa de gabinete, un cura fascista -qué grande eres Antonio de la Torre-, la relación entre los dos barberos, el pastor y las pijas que toman el sol, o la relación jerárquica y homosexual de la pareja de guardias civiles con un Miguel Rellán, como siempre en su salsa como fetiche de Cuerda.
Todo ello a través de frases demoledoras y diálogos que se convertirán en iconos y símbolos de la insoportable necedad del hombre y la mujer del siglo XXI. El sarcasmo y la mala leche resbalan por todo el metraje atacando con acierto a todos los poderes, haciéndolo sin una posición ideológica previa, sino con la razón de la experimentación probada por el estado de las cosas. El tipo de humor, personajes y situaciones que le gustan a Cuerda y que componen su ideario de cine y de película que quería hacer.
En cuanto a la juventud probablemente sea el estamento al que más se tira al suelo -con razón- por su desidia, por su nihilismo impostado y por su actitud siempre contestataria. De las discusiones filosóficas entre el existencialismo hegeliano y el raciovitalismo ortegano se pasa a una continúa huida del conflicto y de un posicionamiento por postureo sin convicción ni análisis. En Tiempo después los jóvenes se muestran como dolorosamente estamos viendo en muchas de las luchas que empezamos para tratar de cambiar la situación, y se entiende con razón, que se llega a donde se llega por la falta de fuerza y empaque político de unas juventudes acomodadas, y lo que es peor, sin perspectivas. Afortunadamente hay personas que no cumplen este patrón, que todo hay que decirlo para evitar ofendiditos. A todo esto, gran actor en ciernes, Miguel Herrán.
Dentro de 25 años, al igual que ha pasado con Amanece que no es poco (y próximamente con Así en el cielo como en la tierra), Tiempo después se convertirá en una película de culto. Le crecerán los fans de debajo de las encinas, se harán quedadas, excursiones, grupos en facebook y quien no se declaré “Amanecista” o como diablos quieran llamarlo será bloqueado en twitter y considerado cuasi un paria social. Sin embargo, hoy tenemos criticas más o menos interesantes a considerar, lamentando la pérdida de frescura del autor con respecto a sus anteriores obras, que no tiene ni (puta) gracia, que no se entiende o que se queda a medio camino, como si supieran a dónde quería llegar José Luis Cuerda.
Pues oiga la película, ya ahora, es una película de culto. Una obra de contracultura pura, que viene a decirnos lo que no oímos en ningún otro sitio, porque no nos lo cuentan y por eso ha costado tanto sacarla adelante. Y nos pone a todos en nuestro sitio. Ambientada en 9177, mil años arriba, mil años abajo, que tampoco queremos pillarnos los dedos, Tiempo después es una película tan actual como imprescindible. Tiene humor e ironía en un mensaje que no podemos obviar.
Acostumbrados como estamos a un cine español basado en clichés y frases y chascarrillos manoseados hasta lo indigno, que nos presenten una película como Tiempo después, basada en el humor del absurdo y tan ajustada en su tiempo como crítica de la sociedad actual es una buenísima noticia que no debemos dejar de escapar.
No vayan a verla pensando en ver un remake de su idealizada Amanece, sino acuda con ganas de pasar un buen rato mientras le hacen pensar que la situación es más grave de lo que parece. La película que José Luis Cuerda quería hacer. Lo que no es poco.



En la misma línea y ya para terminar quiero dejar colgado un video de Bob Pop en el que viene a contar a través de una experiencia personal y con un tono muy amanecista lo que pasa en éste mundo:


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...