miércoles, 1 de abril de 2020

Día 17 de confinamiento. Maratón de series, Futurama



Tras algo de más de dos semanas de confinamiento nos han servido para ver y disfrutar de Futurama, la serie de animación que el año 2000 llegaba a la Fox para presentarnos un futuro en absoluto idealizado o mejor.


En 1999 Matt Groening vendía la idea de Futurama amparado por el éxito incomparable de The Simpsons -que ya en esos años, su duodécima temporada- presentaba claros síntomas de agotamiento. Con Futurama Groening conseguía mantener el listón de diversión y humor mordaz e inteligente de las temporadas previas de la exitosa familia amarilla de Springfield, para además darle mucha mayor complejidad con tramas que iban a atacar los dogmas de la sociedad americana de cambio de milenio bajo el escenario de un año 3000 ultra moderno y deshumanizado. Se notaba el ambiente libre en el que los creadores se movían con la nueva serie y que ha sido la constante durante su vida.
La presentación de la serie es tal y como sigue: Philip J. Fry un repartidor, precario, puteado por todos y sin aspiraciones de ningún tipo, es congelado en el primer minuto del año 2000 en Nueva York despertando la nochevieja de 999 años después. Llega a un mundo confuso, futurista, en la Nueva Nueva York, donde rápidamente comienza a interactuar con humanos, mutantes, extraterrestres y robots. La tecnología lo ha ocupado todo y su arcana mente primero tiene que lidiar con los avances de mil años de ciencia y tecnificación, para después, unirse en su comportamiento con un ser humano más egoísta, más individualista, más egocéntrico, consumista y amoral. Se siente en su salsa y aunque sigue sin ser comprendido y admitido por la nueva sociedad se siente feliz y emocionado.
Cada capítulo funciona como una distopía por la parte en la que se describe y pone a prueba un aspecto o el conjunto de la sociedad. Evidentemente las referencias desde mil años hacia adelante para con la época actual otorgan grandes momentos y reflexiones.
Se ríe y llora de la ineficacia de las administraciones, de su corrupción y su fascismo indisimulado (el acierto de utilizar al personaje de Nixon es tremendo). Se presentan a las deshumanizadas multinacionales, multi-planetarias, explotadoras de las clases trabajadoras -humana o robótica-, expoliando hasta el fin cada recurso natural e inmisericorde con el medio ambiente de éste o aquel planeta si se pone en medio de su cuenta de resultados.
En el año 2000 Futurama ya nos hablaba en clave de crítica y denuncia de la obsolescencia programada, la comida basura, del calentamiento global, de la súper población. Lo hacia con humor. Con verdades puras e incontestables que aparecen gracias a la ironía y cinismo, pero también con una actitud transgresora.
Y en este caso no es recomendable seguir a la pista de la versión original porque si algo queda claro es que los dobladores en español, disfrutaron como enanos haciendo su trabajo, y con ello nos han regalado una versión pletórica, divertida y cachondísima. Personajes como Zoidberg y por supuesto el capitán Zapp Brannigan se guardan en la memoria por la cantidad de frases míticas que colocan durante la serie, haciéndolo con unas voces marcadísimas, plenamente reconocibles y a las que siempre asociaremos. Mi enhorabuena y agradecimiento al equipo de actores de doblaje que trabajaron en Futurama. Y en especial a José Padilla perpetrador de los más reconocibles y divertidos.
Los personajes son parte importante de la serie. Los principales Fry, Leela y Bender, el cínico, egoísta y vago robot (fantástica contradicción) llevan el peso de la serie y muestran sus traumas y convenciones mentales sin matices. Son humanos, si incluso el robot, y fallan o aciertan, esto lo menos, mientras tratan de sobrevivir a las misiones suicidas que les lanza su jefe, el profesor Farnsworth, longevo y lejano sobrino de Fry.
Pero lo fundamental son las tramas. Estas casi siempre se cierran en si mismas en cada capítulo y trufadas de referencias a la ciencia y la física, a la cultura freak y a la critica social nos enseñan los aspectos más cutres y lamentables de nuestra sociedad, dejándonos claro que no será la tecnología lo que nos salve, sino la capacidad de la humanidad para con ética, moral y sentido común construir un mundo mejor.
Siempre se ha dicho que The Simpsons predijeron este o aquel hecho. Pero en Futurama pasa lo mismo, con lo cual, la capacidad de predicción y de visionario de Groenning y los guionistas se torna antológica. Por ejemplo, Zoidberg en un capítulo se come la bandera y lo que sucede después nos recuerda lo que no hace tanto le pasó a un humorista cuando se suena los mocos con la bandera.
Hay filosofía en Futurama a paladas. El debate moral y ético despierto por Fry cuando mejora y cambia como persona gracias a unos parásitos intestinales. O al dilema sobre el veganismo y la moralidad de comer animales. Y qué me decís de la continua disertación de los robots, y en especial Bender, en cuanto a sus sentimientos, ausencia o evolución de ellos. La muerte y la vejez son descritas y trabajadas desde la cada vez más perpetua deshumanización de la sociedad. Las relaciones de pareja son constantemente puestos a prueba en particular en lo referente al futuro y a la creación de la familia con las dificultades que tenemos y en contraposición a los ideales del catolicismo en occidente (y en especial en Estados Unidos).
Ahora, vista la serie de nuevo un montón de años después, me ha gustado encontrar más guiños y referencias muchos de ellos a la subcultura de la conspiración y la dominación del mundo. Los grados de la burocracia de Hermes son idénticos a los de las logias masónicas; las conspiraciones a la ordenación y control mundial de reptilianos y clubes elitistas son sutiles pero no dejan lugar a dudas. Pazuzu, una gárgola propiedad del profesor que toma su nombre (y aspecto) del dios de los demonios del viento de las mitologías asiria, sumeria y arcadia.
Aún con todo, y como es natural, existen episodios más redondos y altibajos en el discurrir de la serie. Hay capitulos tronchantes como el de las Amazonas y el del viaje a Roswell. Y hay capítulos más sentimentales, acariciando el melodrama, como el del perro de Fry, el de su hermano o el de su propia muerte. También hay otros en los que pese a una buena dosis de humor y gags con intención de divertir y enfatizar no acaban de llegar tanto. Todo ello siempre trufado de crítica y sátira de la sociedad actual, la del año 2000 y principios, bajo el telón de un mundo futurista y plagado de razas alienígenas lo que nos descubre que el racismo, la homofobia y el machismo son lacras que se alargarán en el tiempo si no evolucionamos y empatizamos más con el diferente.


Al final, Futurama tuvo una vida relativamente corta. Cuatro temporadas en televisión y 6 años después tres directamente a DVD. Esto permitió a los creadores y desarrolladores crear un final consecuente y redondo, quizás el mejor final para una serie. Con una legión de fans incondicionales del producto, los guionistas crearon las condiciones para terminar con un giro al punto de inicio, jugando con la posteridad en la que ha quedado la obra, siempre a mano de ser recuperada y re-visionada.
Futurama es una serie de culto y hagas lo que vayas a hacer, abordarla por primera vez o recuperarla durante este confinamiento o en otro momento, estoy convencido que la vas a disfrutar y te va a trascender. ¿Y no es eso lo que busca cualquier obra cultural?


martes, 31 de marzo de 2020

Día 16 de confinamiento. Z, de Costas Gavras


 

"Cualquier parecido con hechos reales, y personas vivas o muertas, no es accidental. Es INTENCIONADO."
La frase anterior es la presentación, clara, directa y sin concesiones de Z, la película franco-argelina del cineasta griego Costas Gavras del año 1969 y que le valió entre otros premios el del jurado del Festival de Cannes y el de mejor película en lengua extranjera de los Globos de Oro.
Basada en la novela de Vassilis Vassilikos, con un guión escrito a medias entre Jorge Semprún y el propio director, y ambientada en una ciudad anónima que representa a Salónica, narra en clave ficticia el asesinato del líder demócrata Grigoris Lambrakis acaecido en 1963. La película entonces se afana en mostrar la brutalidad de los mecanismos de poder, tanto populares como administrativos, que acabarían desembocando en la sanguinaria Dictadura de los Coroneles que martirizó a Grecia durante siete años. Z, supuso para Costa-Gavras un inmenso éxito internacional, que no se ha visto cerrado en su continua filmografía durante ya más de 50 años y que tuvo como último hito en su laureado palmares el premio Donostia del festival de San Sebastián.
Acostumbrados y hartados al cine de superhéroes se hace necesaria la tarea de buscar y visionar películas que te dejen algo más, que trasciendan, al mero hecho de verlas y abran debate tanto interno como externo. Y Gavras, como Fernando León y Ken Loach, no oculta sus intenciones, ni su ideología. Trata de hacernos ver la realidad del mundo, con un prisma determinado si, pero uno en el que es fácil identificarse puesto que da voz a los oprimidos y a la clase trabajadora, además de desenmascarar y exponer en sus vergüenzas las corrupciones y fascismos.
Para Costas Gavras todo cine es político incluido al que hacía referencia antes de superheroes, porque hacer cine es hacer política, como hacer arte, cualquier tipo de arte también es política. Es lanzar un mensaje de un sentido u otro, pero con una intención de soliviantar al individuo y al colectivo en su moral y su discurso. Esas películas de palomitas, superheroes y dioses musculados que vienen a salvar al mundo también lanzan su mensaje político, concretamente, el de quédate en casa, tranquilo, consumiendo y deja que seamos los profesionales, los ricos, los que salvemos el mundo y de paso a ti también.
Sin embargo, Gavras propone que seamos nosotros mismos los que tomemos las riendas de nuestra vida, y por ende de la sociedad. Que seamos activos, revolucionarios con el estado de las cosas que se convierte cada vez en más y más opresivo. Para ello es indispensable la información, la cultura y su expresión como mensajero de ideas y también, cómo no, como transmisor de historias. Narrador de cuentos y fábulas que nos orienten. Que despierten y activen la capacidad del ser humano y sobretodo de la clase trabajadora para mejorar el mundo en el que nos toca vivir.
En una situación como la que vivimos, de confinamiento por una enfermedad, con sonoros silencios, con muchas dudas e incertidumbres pegarse a una película, o serie, o libro y poder discurrir más allá de lo evidente es un ejercicio sano y vital. Fácil hoy en día en lo técnico; a veces, imposible en la rutina que nos imponen.
Cincuenta años después Z, como todas las películas de Costas Gavras, es una cinta dinámica y atractiva. Narra con idealismo y furia las técnicas de opresión, las mentiras, la violencia ejercida desde arriba por elementos fácticos de poder (ejército y burguesía). El director lucha contra la hipocresía, la censura y la opresión, convirtiendo una película de 1969 (con los usos y dejes propios de la época) en una película atemporal. Una obra cinematográfica actual capaz de impactar y fascinar a partes iguales.
Como recomendación vean Z. Y disfruten de todas las obras que Gavras nos ha puesto delante todos estos años.


domingo, 22 de marzo de 2020

Día 8 de confinamiento. Azota el pesimismo



El Gobierno acaba de anunciar que el período de confinamiento se amplía 15 días más, llegando como parecía inevitable al 5 de abril. Ya venían voces autorizadas clamando no sólo por éste período, sino por hacer más agresivas las medidas de cierre de los principales focos (Madrid, Euskadi y La Rioja) y también el paro total de toda la actividad económica, salvo la ligada íntimamente a los cuidados y a la sanidad.
Se empiezan a convertir en tediosos los días y sobretodo en fin de semana cuando apetece por costumbre y por necesidad, salir al campo y hacer deporte al aire libre.
Las administraciones y la sociedad tratan de luchar contra el avance de esta enfermedad que por lo que sea (se necesitan y necesitarán hechos explicados por las ciencias) en el Mediterráneo está causando más estragos que los que provocó en China en su origen.
Es insostenible un confinamiento a medio gas para no herir a las clases propietarias. No es concebible que mientras se pide a la gente que se quede en su casa el país quiera seguir fabricando cosas que nada tienen que ver con la sanidad y los cuidados. Si ha cerrado el turismo, a qué esperamos a parar toda la productividad. Es que no hemos entendido la excepcionalidad que vivimos.
Ahora que los test de detección y las sanciones por saltarse el confinamiento se extienden ya llegan también estudios sobre la realidad de la curva de infectados y fallecidos (dolorosamente estamos a un mes vista de su cenit) y ya ha llegado el momento de ordenar un cierre total. Y con el la inversión para rescatar a las personas a por lo menos la misma cantidad que entre 2009 y 2013 supuso “salvar a los bancos”. Porque aquel salvamento se hizo a costa de lo que hoy necesitamos: camas, médicos, enfermeros, hospitales...


Hay quien dice que tras esta crisis del coronavirus vamos a salir muy distintos. Que habrá un cambio social. Que nuestra perspectiva será diferente. Perdonadme por sentirme pesimista pero yo no lo veo así. Me parece evidente que el individualismo, el consumismo y el ultra liberalismo no sólo no se discute, sino que se va a potenciar.
No me extraña que el capitalismo no se discuta, pero me enferma la defensa consciente e inconsciente del neoliberalismo. Y de quienes lo han ejercido destruyendo todo el estado del bienestar. De esta patraña ideológica que ha desnudado hasta los raquíticos huesos a todo el sistema social. Sanidad, educación, cuidados, servicios sociales… que han sufrido años y lustros de adelgazamiento del personal, de los recursos, de las infraestructuras. De todo lo que compone un país y de todo el armazón administrativo e institucional que favorece no sólo el bienestar de las personas, tanto como individuos, como colectividades, sino sobretodo, de la igualdad, la justicia social y la libertad. Esos “supuestos” pilares de la democracia.
Durante años y legislaturas el bipartidismo y los medios de comunicación pro sistema han apostado todo al neoliberalismo. A una teoría económica impuesta desde arriba que no se discutía y que no tenía alternativas. Bajo ella se ha desmontado la Sanidad Pública y hoy que la necesitamos y exigimos al máximo de su capacidad comprobamos con dolor que no llega a satisfacer la demanda real. Ese dolor también es convencimiento en los que llevamos años diciendo que esto no podía ser. Que estaban destrozando todo lo que tenemos en común y todo lo que son derechos para convertirlo en privilegios privatizados. De esto se hablaba el 15M. ¿No os acordáis? Por supuesto no hay ningún medio de comunicación, de intoxicación, de masas que recuerde aquellos días.
Ahora con las autoridades pidiéndonos que nos quedemos en casa el egoísmo y la idiotez se abrazan como se puede ver en cada supermercado. No quiero ni imaginar como será el día después de que termine el confinamiento. Ni la semana siguiente. El caos y la barbarie van a causar estragos en una locura de compras compulsivas de absolutamente todo. Se van a atascar las ciudades, los centros comerciales y ahí si que van a faltar bienes, muchos de ellos necesarios y básicos para muchas personas.


Y vivir en éste país no ayuda. Las dos españas se vuelven a partir la cara desde los balcones y sobretodo los medios y las redes sociales. Ahora todo son guerras a cacerolada limpia, enfrentados cuando más unidos habría que estar. Me producen profundo asco quienes se quejan del actual gobierno -que tiene sus errores, evidente, pero no lo olvidemos, todavía no ha ejercido unos presupuestos generales propios-. ¿Qué esperaban? ¿Qué prefieren? ¿A los que nos mintieron en el 11M, en el Yak42, en el accidente del Metro de Valencia, en el Prestige, los que trajeron el ébola al país?
Esa falta de responsabilidad y sobretodo de reconocimiento de lo evidente, de los datos científicos e históricos. No puede ser que no se reflexione, incluso confinados en los hogares y todo se convierta en metralla para lanzar al oponente ideológico. Es un absurdo. Me enfurece y me agota éste país.
Muchos queremos y no sólo por un capricho cambiar este modelo social y económico. Es necesario construir una sociedad más justa, equitativa y solidaria que favorezca una economía en la que no se deje a nadie atrás y se garanticen sus derechos humanos, por ende un medio ambiente con futuro y mejor. Pero eso no se va a hacer si no existe una presión social. En cambio, con nuestros cuerpos ya libres de confinamientos, pero con nuestras mentes huérfanas y encerradas en convencionalismos liberales, lo que va a venir es un sistema más autoritario. Y con él más desigualdad, más y peores crisis, más sufrimiento.


jueves, 19 de marzo de 2020

Día 5 de confinamiento. El virus de la corona


Me resulta divertido que justo cuando algo llamado coronavirus hace estallar los convencionalismos que el liberalismo, el neoliberalismo y el ultraliberalismo han impuesto a hierro y recorte en la sociedad, la corona, la Casa Real, se desmorone desde dentro hacia afuera.
El virus de la corona se tambalea ante los retrovirales de un periodismo independiente y que no le debe pleitesía -el extranjero y unos pocos ejemplos nacionales-, y de una opinión pública harta de los usos y abusos de esta gentuza y que acallábamos al mismo tiempo su mensaje manido con nuestras abolladas cacerolas.
Una vez más los silencios del Rey fueron más importantes que lo que dijo. Porque lo que dijo no valía para nada. No tiene que venir el borbón a sus 50 años y su “fantástica” preparación a decirnos lo que ya sabemos. Lo que hemos visto muchos durante toda nuestra vida y bastantes más están comprobando con cuatro días de confinamiento. Que la sanidad pública no es un lujo; es un bien supremo del estado, una columna de carga de la democracia. Y que contra más fuerte sea la sanidad pública mejor pasará todas las crisis. Justo lo contrario que nos han vendido los adalides del mercado durante tantos años.
Y también que es la clase trabajadora la que con su esfuerzo y talento mueve el país. Porque no es el dinero el motor de la economía, ni tan siquiera su gasolina. Es la gente que madruga y que trasnocha para que lleguen los productos a las tiendas; para que se mantengan limpian las estaciones y medios de transporte. Las que se empeñan en los cuidados de nuestros pequeños, mayores y de nosotros mismos.
Felipe VI habló, por lo visto, del valor del personal sanitario y movió mucho las manos para hacer ver que sólo unidos superaremos la crisis actual. Pero no se refería al coronavirus, y si al virus de la corona. Hablaba de mantenerse en el poder, sabedor que si hoy sigue en la Zarzuela no es por su mensaje, y si por el confinamiento que nos impide salir a la calle, porque si por nosotros fuera ya estaba poniendo rumbo al exilio como su bisabuelo hace 89 años. Por el contrario podía haber criticado y censurado el desmantelamiento de la Sanidad Pública que tanto tiempo la derecha ha llevado a cabo. Podía haber pedido un consenso general para cambiar la Constitución y fortalecer Sanidad y Educación en la Carta Magna. Podía haber anunciado una donación de toda la fortuna de la familia borbónica (buena parte de ella viene de corruptelas de su padre o de su cuñado) a la Sanidad Pública. Pero no lo hizo.
El Rey perdió una oportunidad de oro para explicarnos por qué no fue a las autoridades al conocer los tejemanejes de su padre. Ante el delito de encubrimiento su inmunidad puede que lo ampare ante la ley, pero no ante un pueblo cansado y hastiado de tanto latrocinio y tanta deslealtad para el país. Perdió la oportunidad para excusarse sin tratarnos como idiotas y admitir lo evidente: que conocía la naturaleza de las actividades de su padre y el origen y tamaño de una fortuna ilegal, inmoral y encima anticonstitucional.
Hoy, en un giro argumental soberbio y que no se le hubiera ocurrido al mejor guionista de House of Cards o de Breaking Bad, al Rey y su institución lo mantiene una enfermedad vírica con la que comparte una similitud en el nombre. El único apoyo con el que cuenta es el del conservadurismo más rancio, un franquismo que sabe que con la corona se pueden tambalear sus privilegios. El coronavirus pospone la apertura de un proceso para construir un nuevo país, más social, más fraterno, donde el modelo de estado territorial y el modelo de estado en su composición estarán en debate y en cambio. Pero también, junto de la mano, vendrá un cambio para fortalecer por encima de todo lo demás, y sobretodo del mercado y de la corrupción, la sanidad y los servicios públicos.
Un país, por mucho que nos quieran hacer lo contrario, no se construye poniendo banderas en los balcones. Un país se construye a base de estructuras que den igualdad de oportunidades a todos y todas sus habitantes. Una educación pública. La sanidad pública. Los servicios sociales. La seguridad. Los transportes. Hay mucho más país en una sábana de un hospital público que en las banderas gigantescas.


martes, 17 de marzo de 2020

Día 3 de confinamiento. Un poco de rugby desde el salón



«Nous cherchons tous le bonheur, mais sans savoir où, comme des ivrognes qui cherchent leur maison, sachant confusément qu’ils en ont une».
Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo confusamente que tienen una”
Voltaire
En estos días de confinamiento no tengo que buscar casa pues el problema viene de no poder salir de ella. La situación se agrava eso sí a la hora de matar buena parte del tiempo despierto que pasamos en el hogar, más si cabe cuando se es un gran aficionado al deporte, con el cierre de las temporadas de los deportes profesionales.
Baloncesto, balonmano, ciclismo y rugby, que son los que más me entretiene en eso del sillón ball, han dejado las competiciones nacionales, internacionales e incluso pre-olímpicas a medias o directamente sin empezar y todo hace indicar que dadas las medidas restrictivas empleadas nos veamos con una muesca en los palmares en referencia al año 2020. Asteriscos y llamadas a pie de página para resaltar la excepcionalidad del curso deportivo vigente con campeonatos terminados, campeones exentos y de momento clubes y trabajadores sin saber muy bien qué hacer mientras se supera la crisis del coronavirus.
El rugby no ha sido menos y ha echado el cierre a todas las competiciones en Europa, incluso al SuperRugby recién comenzado en el Hemisferio Sur. El VI Naciones suspendió su última jornada que debió disputarse éste pasado finde (además del Irlanda vs Italia en Dublín de la semana anterior) y en principio se deberá cerrar el torneo en la ventana internacional de noviembre, lo que hará recolocar todos las competiciones de clubes, puesto que en el mes otoñal ya estaban dispuestas las fechas para las visitas de las potencias del sur.
Así tendremos una última jornada en la que se decidirá casi todo -sólo una improbable victoria italiana en la capital irlandesa abriría también el melón de la Cuchara de Madera- y en el que habrá que ver como llegan los equipos con lo cual la clasificación final quedará seriamente desvirtuada, por lo que para hacer una análisis de lo visto en el primer VI Naciones tras el último mundial en octubre del año pasado hay que sentarse ahora y reflexionar.

Siguiendo la clasificación al revés de abajo a arriba.
Italia. El XV Azurri se encuentra en una situación más que comprometida. Salvo sorpresa mayúscula en el Aviva, certificara una nueva Cuchara de Madera más y un año más, el cuarto consecutivo sin sumar una victoria. Lejos de eso y teniendo en cuenta que ha seguido una renovación de nombres, con el último el capitán Parisse que cerrará su etapa en el último partido en el Olímpico de Roma ante Inglaterra, la desazón viene en como han sido esos partidos. No ha disputado ninguno.
Defensivamente en ataques cerrados se sigue mostrando fuerte y capaz de recuperar ovales. El problema es ofensivo, como desplegarse, como avanzar metros sin perder el balón que es ahí en el contraataque rival donde han tenido dificultades severas para replegarse y frenar el avance contrario.
Todo ello mientras al calor del dinero empezando por la pasta que gana la candidatura oficialista a la presidencia de World Rugby los rumores de su exclusión del torneo para dejar hueco a Sudáfrica se han disparado. Se buscaría mayor incertidumbre en el vetusto campeonato y justo vendría a imponerse ahora donde en la categoría sub20 su selección compite y vence a sus rivales. Va a tener que sudar tinta en los despachos y en los campos de entrenamiento y juego para mantener su posición en tan prestigioso torneo.

Gales. Un año después de su Grand Slam y apenas 5 meses tras su semifinal mundialista el XV del Dragón parece desnortado y desmoralizado. Sin duda la marcha de su líder, el entrenador Warren Gatland ha dejado huérfano a un equipo antaño muy difícil de batir y con mucha mordiente en ataque. Su sustituto, Wayne Pivac, no ha introducido ni nuevos nombres ni nuevas tácticas y lo expuesto en el campo es lo mismo que antes, pero se están viendo las costuras al juego galés que resulta monótono y plano, con serias dificultades para dominar a las delanteras rivales en fases estáticas, y con una bisagra tremendamente errática.
Tiene mimbres y tiempo Gales para mejorar pero visto lo expuesto en estas primeros cuatro partidos ya crecen voces clamando por la vuelta de Gatland. Movida está también la cosa en Cardiff.

Irlanda. En el XV del trebol todavía nos estamos preguntando que pasó antes del Mundial de Japón como para disertar sobre lo visto hasta ahora en el VI Naciones. El equipo imbatible en 2018 se convirtió en una máquina irregular en el rendimiento, incapaz de llevar el ritmo de los partidos y por ende sufriendo lo indecible. El famoso informe que la Union solicitó a su ex-seleccionador Joe Schmidt debía explicar algo de lo sucedido y más allá de notables ausencias en la convocatoria, algunas por lesión (O’Brien, Leavy, Conan) otras por decisión técnica (Marmion, Toner, Murphy) el nivel de Murray y Sexton pueden explicar lo ocurrido en Japón y visto ahora en el 2020. Hasta empiezan a sonar reclamaciones para que el talento que atesora Leinster se distribuya más equitativamente por las otras provincias de la isla.
La bisagra irlandesa, un año más mayores, no está rindiendo como se esperaba. Murray arrastra una lesión desde verano de 2018 y no ha vuelto al excepcional nivel que mostró en aquel VI Naciones. Y el siempre mimado Sexton tampoco está desarrollando el nivel que le valió ser elegido sin discusión mejor jugador del mundo ese año.
Ahora ya con Andy Farrell como seleccionador Irlanda ha apostado por un mayor control defensivo. Se está sufriendo en delantera ya que la retirada de Best no ha traído un talonador que iguale el nivel del ex de Ulster y los problemas de la bisagra impiden lanzar un ataque que sea eficiente y divertido. Irlanda aburre, pese al buen nivel dado por los centros (Aki y Henshaw) y de la tercera (O’Mahoney, Van der Flier y Stander) e incluso salta al campo desangelada y sin poner apenas oposición como en la tercera jornada en Twickenam. Hasta Stockdale aparece triste y sin incidencia por los partidos de Irlanda.

Escocia. Sin duda el XV del Cardo ya ha cumplido. Venció a Italia en Roma y a Francia en Murrayfield y ha ido creciendo en el torneo gracias a su delantera, en especial a su flanker Hamish Watson. Como viene siendo habitual los de Townsend permanecen en los partidos, los compiten hasta el último minuto y tácticamente funcionan impecables. Eso sí, les falta magia puesto que el zaguero Hogg ya no es lo que era y el affaire Russell les ha dejado huérfanos de la improvisación que el brillante apertura es capaz de destilar.
El enfrentamiento entre entrenador y estrella, Townsend y Finn Rusell, impidió el debut del fino estilista en el torneo y hace que al juego de Escocia le falte atractivo e improvisación. Aún así son un equipo que cuando te sientas a verles sabes lo que te van a ofrecer y lo cumplen.

Inglaterra. Eddie Jones ha conseguido al frente del XV de la Rosa construir una apisonadora, predecible y bien conjuntada, pero bastante aburrida. Siempre son favoritos y Jones ha introducido a muchos jugadores en el grupo de la selección encontrando muchas variantes tácticas aprovechando el físico de sus jugadores y exprimiendo al máximo un reglamento del que también hay que hablar.
A priori parece que en noviembre lo tengan más fácil que nadie para ganar el torneo, y al igual que en el pasado Mundial consiguen resultados con un aire de monotonía, al estilo Sarracens, pero siempre con la duda de si podían haber jugado mejor.

Francia. La única noticia destacable de éste VI Naciones hasta la irrupción del coronavirus. Con Fabien Galthié el XV del Gallo se ha acercado algo al tradicional rugby champán combinativo y vertiginoso de la gran Francia.
La apuesta es sobretodo sobre unos jugadores en torno a los 26 años (que en el Mundial de 2023 en casa, tendrán su edad óptima) que han aportado mucha frescura y un nuevo ambiente alejado de los fracasos de los últimos 10 años. El capitán Olivion, el n.º 8 Alldrit, el zaguero Bouthier y sobretodo la bisagra del medio de melé Dupont y el apertura Ntamack son los nombres más destacados. Especialmente el nº10 cuyo rendimiento a la hora de lanzar a sus compañeros ha sido espectacular. Su baja por un golpe en la cabeza mediada la primera parte en Edimburgo allanó la victoria escocesa y supuso cerrar las aspiraciones de Gran Slam para les blues.
Parece que Francia tiene un plan, y si se cumple, puede dejar con un par de narices a los equipos británicos.

El arbitraje. No es bonito tener que hablar de los que no se debería de hablar jamás en un partido de rugby, pero habiendo visto todos los partidos de este torneo, tengo que decir que el nivel ha sido bajo y los errores constantes. El rugby profesional actual, tan rápido, debido a unos físicos tan portentosos, se ha convertido por lógica, en un rugby más violento con choques más peligrosos y los árbitros tienen que estar prestos para pararlo, sancionarlo y favorecer así que las técnicas de placaje, disputa del ruck y en fases estáticas (melés, touch y mauls) se cumplan. Va mucho en ello, empezando por la propia seguridad de los jugadores, pero también de los que se inician en el rugby.
Tampoco se han parado tácticas de equipo manifiestamente antirreglamentarias para paliar los despliegues del rival en las fases estáticas y el uso del fuera de juego a la hora de defender es ya una constante que afea muchísimo nuestro juego y que en buena parte explican la sensación de tedio que hemos vivido en el torneo de este año.
Por último, y más lacerante, en éste VI Naciones se han sucedido trifulcas y tanganas en todos los partidos y varias veces y los castigos, in situ en el campo, o después en la revisión durante la semana han sido excepcionales. Sólo tras la última jornada se sancionaron varios de estos comportamientos. Nunca es tarde y son bienvenidos. Que continúen.

Bonus track. El VI Naciones B
Están todas las selecciones de éste torneo ajustando y probando para cuando la cosa se ponga seria, en 2022, con una nueva edición a doble vuelta en la que disputar las dos plazas europeas del Mundial de Rugby.
España no es una excepción y ahí han entrado otra buena tanda de jugadores extranjeros nacionalizados, y con uno de ellos Bell, de origen sudafricano, hemos vuelto a tropezar en la misma piedra.
Vuelven a pasar las semanas y esperamos que se pronuncie Rugby Europe y Rugby World sobre la alineación indebida de un jugador extranjero por parte de España y siendo ya reincidentes las posibles sanciones pueden dejar tocado al XV del León. No se atisban ni asimilación del error, ni dimisiones y bajo la mentira del competir se plantea hacer defensa de lo, con los datos en la mano, indefendible.
Pero es que además, creo que ya pasó el tiempo de emplear jugadores foráneos. Había una disposición de jugadores que han funcionado en el sub23 suficiente para haber metido en este torneo y probado. Aunque llegasen las derrotas, así se podría dentro de dos años jugar con lo máximo por el Mundial.
Pero puede que antes de eso nos quiten la posibilidad de disputarlo por nuestra reincidencia. Sería trágico. Si no estamos para el VI Naciones B, se dice, se asume y se trabaja para remediarlo. Pero no podemos estar año a año introduciendo más jugadores extranjeros porque resulta un plan a corto plazo que no ayuda a hacer del rugby un deporte y de la selección un equipo propios en nuestro país.


Así que así han quedado las cosas en el Rugby de selecciones. Habrá que esperar y ver como se solucionan las cosas.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...