"A esta hora, las tres y media de la tarde, los pocos  transeúntes que pasean por el cruce formado por la Castellana y la calle  de Alcalá observan con asombro cómo una bandera sube lentamente por el mástil del Palacio de Comunicaciones  [...]. La bandera que sube por el mástil es la bandera republicana. La  noticia corre como una exhalación y una riada de gente sale de los cafés  y los establecimientos colindantes a ver la bandera [...]. Todo coge un  aire de verbena triunfante, un aire de alborozo franco y desenfrenado  –sólo que es una verbena política–. La gente se abraza, grita, suda,  canta".
Josep Pla inmortalizó cada segundo, cada minuto de  aquel día. El bullicio en las calles hasta la madrugada, el trasiego en  los despachos, la marcha del rey Alfonso XIII. "Pulmones rotos, gargantas roncas", describe el escritor catalán para explicar el júbilo popular en Madrid. El advenimiento de la República. Es la "revolución desorbitada", en palabras del periodista César González Ruano. Es 14 de abril de 1931. 
2011  huele a cumpleaños. Al 80º aniversario de la proclamación de la Segunda  República. Una cifra redonda que reabre el debate sobre la forma  política del Estado. ¿Queda más cerca una nueva república? 
No está claro que la recesión sirva como catalizador del deseo de cambio
No  parece cuestión de distancias. Politólogos, sociólogos,  constitucionalistas e historiadores no observan en la España de hoy un  caldo de cultivo favorable a la caída de la Monarquía, por mucho que  entre los jóvenes se expanda un mayor desapego al rey. No obstante, los  expertos convergen en señalar la Corona como una institución "obsoleta, anacrónica",  un freno para la consecución de una democracia plena que elige desde un  alcalde hasta el jefe del Estado, pero que ha sabido adaptarse a los  tiempos sin cometer "demasiados errores".
"Sí hay un sector que se considera republicano, pero los datos nos indican que la Monarquía está bien considerada". Ander Gurrutxaga,  catedrático de Sociología de la Universidad del País Vasco, presenta  como prueba el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). En su barómetro de noviembre de 2010,  un mayoritario 54,1% apostaba por reformar la Constitución, pero de  ellos sólo un 3,4% se inclinaba por cambiar "la Monarquía como forma de  gobierno". El porcentaje ha oscilado desde diciembre de 2000 (1,9%), con  una tendencia creciente, aunque aún minoritaria: 2,5% en diciembre de  2005 y 6,5%, su techo, en noviembre de 2008. En el último sondeo del  organismo público, la Casa del Rey figuraba como segunda institución  mejor valorada (5,36), detrás del Ejército y lejos de los partidos  (2,88). En noviembre de 2008  obtuvo un 5,54 -entre los de 18 a 24 años, un escaso 4,93-. Y, en octubre de 2006, un grado de confianza global del 5,19, frente al 4,77 que le daban los más jóvenes. 
Totalmente "fuera de agenda"
"Hay poca demanda social" para acabar con la Monarquía, certifica Carlos Ruiz Miguel,  catedrático constitucionalista de la Universidade de Santiago de  Compostela. "Está fuera de la agenda política, de las demandas de los  partidos y de la sociedad", remacha Sandra León, politóloga de la Fundación Alternativas. 
El siglo XXI permite hacer comparaciones. Marcar diferencias. José Luis Ledesma, profesor de Historia de la Universidad de Zaragoza, subraya que en 1931 estalló una "crisis de todo el sistema de la Restauración".  No se trataba sólo de una crisis de los partidos, del Gobierno y de la  economía. "La quiebra alcanzaba a la Monarquía -explica-, ya que Alfonso  XIII estaba implicado en la lucha política diaria, no ejercía un rol decorativo.  Apoyó incluso el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera. Hoy no hay  crisis de la Monarquía, porque Juan Carlos I ha intentado aparecer como  figura neutral. Es consciente de su historia". Otra coincidencia de los  analistas: si el rey se sale de su guión constitucional, si interfiere  en la dinámica de los partidos, su posición "peligrará". 
"La  Corona siempre ha tomado partido desde la Transición -apunta el  profesor de Historia Política de la Universidad Complutense de Madrid  (UCM) Rafael Cruz-, pero de forma poco relevante, menos en el 23-F. Su grado de intervencionismo es insuficiente como para desatar la contestación ciudadana.  Pero el rey podría ser reprobado si apoyase, por ejemplo, una guerra  contra Marruecos por Ceuta y Melilla que causase bajas españolas. Ahí se  abriría una oportunidad". Gurrutxaga destaca que es la tónica de las  monarquías europeas: "Han sabido representar su papel, sus competencias  periféricas y simbólicas. Si se extralimitan, caen, como sucedió en Grecia", cuando Constantino II, hermano de la reina Sofía, fue depuesto tras cobijar el golpe de los coroneles.
La campaña de IU y del PCE
José Carlos Rueda Laffond,  profesor titular de Historia de la UCM, cita asimismo como elementos de  "potencial desgaste" de la Corona "los abusos de poder, la corrupción,  las fricciones institucionales o los escándalos", pero insiste en que,  para tumbarla, hace falta algo más que una "crisis de Estado": un "frente antimonárquico más o menos sólido,  erigido en alternativa y contrapoder", como sucedió en España en 1931 o  en Grecia en los setenta. Y ahora no lo hay, aunque el peso de la  cultura y memoria republicanas "sea algo mayor que años atrás".
No  es casual, por tanto, que PCE e IU –y, dentro de ella, el sector de  Izquierda Republicana (el partido de Manuel Azaña) que dirige Javier  Casado Arboniés– se hayan propuesto agitar la llama, convencer a la  ciudadanía de que no sólo urge derrocar a Juan Carlos I, sino construir "una verdadera democracia donde el poder radique en la gente,  que aborde grandes reformas", ya que el sistema actual "no da respuesta  a la crisis y hace pagar a los de siempre", destaca Marga Ferré,  secretaria de Programas de IU. 
La crisis. Una ventana de oportunidad para unos. Para otros, una fuente de desgaste para los políticos, no para la Casa Real. Jaime Pastor,  profesor de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Educación a  Distancia (UNED), está entre los primeros. Cree que el batacazo de la  economía, junto con el auge de la memoria histórica, la creciente  exigencia de laicismo o el agravamiento de las tensiones territoriales,  pueden actuar de motor del cambio: "El rey volvió a aparecer en Navidad como aliado del capital, identificado con la banca y los responsables de la recesión".
Como  IU, Pastor subraya que hay que presentar la república como "alternativa  democratizadora", superando "la nostalgia" de 1931. "La recesión lleva  visos de provocar una crisis del sistema político  –responde categórico Ruiz Miguel–. Y llegará un momento de plantear  responsabilidades y preguntarnos qué hizo la Monarquía para evitar esta  situación". Tesis opuesta a la de Cruz, Rueda Laffond, León o  Gurrutxaga. A medio camino, el sociólogo de la UCM Armando Fernández Steinko, autor de Izquierda y republicanismo. El salto a la refundación (Akal, 2010): "Las crisis sirven para poner en práctica cosas asumidas previamente. No son un buen momento para hacer avanzar una identidad compleja como la republicana.  Aunque también abren oportunidades, pues en un proyecto republicano  economía y política están al servicio del bien común, de los  ciudadanos".
La familia real como tabú
El PCE, cuando celebró su I Conferencia Republicana, el pasado 27 de noviembre,  pidió un debate sobre la Monarquía "sin coacción". Aún colea la  impresión de que el rey es tabú. "PSOE y PP tienen mucho miedo a abrir  la caja de Pandora –señala Pastor–. Aunque se perdiera un referéndum a  favor de la república, el solo hecho de hacer un debate público haría  tambalear el sistema". Cruz añade otra razón más mundana: "No hay un  partido con fuerza en las Cortes Generales que obligue a situar esta  discusión en la agenda. Y los dos mayoritarios no lo hacen por el  elevado coste electoral". "Evidentemente, este tema no da votos", replican León y Gurrutxaga.
Ledesma  juzga que los medios han jugado "un papel clave" en la consolidación de  Juan Carlos. "En Gran Bretaña, la familia real es atacada a diario y no  se defiende como gato panza arriba. Aquí puede ser síntoma de que no  está muy asentada". Rueda Laffond diseccionó con su compañera Carlota  Coronado en La mirada televisiva. Ficción y representación histórica en España (Fragua, 2009) el tratamiento del 23-F en las TV movies  de La 1 y Antena 3: "Los medios han impulsado un capital simbólico  asociado a la figura del rey y la Corona –dice hoy–. Respecto al golpe  de Estado, la televisión ha reforzado una percepción ciudadana sobre su intervención a la hora de frenarlo,  aunque simplificando otras variables históricas. Otras veces, la  representación de su familia se ha movido extramuros a la hagiografía,  caso de la teleserie de Telecinco Felipe y Letizia". Gurrutxaga alega que los medios, simplemente, "responden a la dinámica social imperante". 
Sucesión y cuestión nacional
¿España es realmente monárquica? Unanimidad: es juancarlista.  "No hay apoyo a la Monarquía en sí misma, sino a Juan Carlos. No hay  obstáculos de cultura política", indica Cruz. De hecho, una guerra está  ganada: según los expertos, está claro que la Corona es una figura  añeja, "anacrónica". "Sería impensable trasladar a otras instituciones  sus claves medulares –la herencia, su carácter vitalicio o la primacía  del varón–, por antidemocrático y discriminatorio", sentencia Rueda  Laffond.
No se prevén problemas cuando llegue la hora de la  sucesión, aunque el debate se repetirá. Fernández Steinko recomienda al  príncipe Felipe buscar una causa que le legitime, como abrazar un modelo  económico más justo.
Las fisuras podrían venir, para algunos analistas, en el País Vasco y Catalunya,  las autonomías menos apegadas al rey. Otros, sin embargo, entienden que  en ambos territorios prima el eje nacionalista, no el antimonárquico.
En  España, la república es patrimonio de la izquierda, aunque sectores de  la ultraderecha también la reclamen. Es producto del pasado. Y de la  izquierda tendría que venir la Tercera. Josep Fontana, catedrático emérito de Historia Económica de la Pompeu Fabra, aconseja no perderse con las musas: "Hay que hablar de un programa reformista avanzado, que suscite una ilusión como la de 1931. Entonces, la Monarquía aparecería como lo que es: un montaje ceremonial de la más completa inutilidad, que podría liquidarse con un ERE y unas pocas jubilaciones anticipadas". 
LA CORONA, EN CIFRAS
Las cuentas reales aún siguen sin control público
8,43 millones para 2011. Por   primera vez en democracia, la Casa del Rey verá reducida su partida con   respecto al año anterior. En 2011, la Corona recibirá  8.434.280 euros,   frente a los 8.896.920 del ejercicio pasado  (un 5,2% menos, inferior  al ajuste medio del 15% en los ministerios). No  se  conoce el desglose  porque así lo permite el artículo 65.1 de la   Constitución. Además, hay  gastos que el monarca no paga de su bolsillo:   viajes al exterior,  rehabilitación de los palacios o nóminas de sus 127  funcionarios y ocho  trabajadores eventuales (5,9 millones).  
Más transparencia.  No están solos  IU-ICV, el PCE o ERC. Los expertos también aconsejan  mayor  transparencia,  ya que, como dice José Luis Ledesma, "es  contrario a  la salud  democrática que haya zonas oscuras en la vida  pública; los  ciudadanos  deben saber qué pasa con su dinero". Pero  avisan de que no es  un  elemento capaz de movilizar a los ciudadanos:  "Mucha gente piensa  que  el gasto de la Casa Real es similar al de una  Presidencia de la  República", alega Rafael Cruz. José Carlos Rueda  incide en que, para la   mayoría, la Corona es vista "desde un prisma  emocional", como "glamour,   distinción" y carne de la prensa  rosa. Armando Fernández Steinko  achaca  la poca crítica al  individualismo de la doctrina neoliberal:  "Si falta  una visión  macrosocial, es más fácil legitimar la  apropiación de lo  público. La  Monarquía es un ejemplo más".
 LAS FECHAS CLAVE
1873: nuevo régimen por la renuncia de un rey
Amadeo I de Saboya  renunció al trono el 11 de febrero. Las Cortes se reunieron y   proclamaron la I República. Se sucedieron cuatro presidentes (Estanislao  Figueras, Francisco Pi i  Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar).  El golpe de Estado de Manuel Pavía dio el poder al  general Francisco  Serrano en enero de 1874. En diciembre, pronunciamiento del general  Arsenio Martínez-Campos y  Restauración de los Borbones en la persona de  Alfonso XII y de su hijo Alfonso XIII. 
1931: la victoria en las urnas y en la calle
Un triunfo en los comicios municipales del 12 de abril  –victoria de las listas republicanas en  41 de las 50 capitales de  provincia– y la fiesta popular sirvieron para tumbar la  Monarquía. Al  bienio progresista (1931-33), protagonizado por Manuel Azaña,  siguieron  dos años con la derecha en el poder, los del derribo de las reformas.  
1936: el golpe que devoró la legalidad republicana
En julio de 1936, a los cinco meses de la victoria del Frente Popular, parte del  Ejército se subleva.  La República resistirá tres años. El 1 de abril de 1939,  Franco pone  fin a la guerra, pero no a una brutal represión que perviviría hasta   1975.
Resumiendo: Si me preguntarán si cabe esperar una Tercera República en España:  Yo diría que sería muy deseable. Que se proclamara una tercera  República, que no va a ser nunca como la segunda, pero que sí debería  contener algunos de sus elementos inspiradores. Ese afán de moralización  de la vida pública, la ética republicana, el sentido de la ciudadanía  como sentido de cooperación, de participación en el bien público... Son  elementos para una posible regeneración de una democracia que en nuestro  país está bastante muerta. Está convertida en una especie de sistema  partitocrático donde una serie de notables dirige mientras los demás nos  limitamos a votar cada cuatro años. Yo creo que una República es algo  totalmente distinto. La democracia entendida como participación, co mo  gestión, integración de los ciudadanos en la cosa pública, y un profundo  sentir de la igualdad social, sin la cual la libertad no tiene ningún  sentido. La libertad se convierte en algo formal o abstracto cuando no  parte de ciudadanos que tienen solucionados sus problemas básicos. Eso  es lo que podría representar una futura tercera república que espero  todavía llegar a ver. Yo creo que el propio agotamiento de la transición  en España, con sus efectos positivos, pero con sus muchos lastres,  permitirá avanza r en el futuro hacia una tercera república, que estoy  convencido de que llegará. Aunque no sé si será más temprano que tarde o  más tarde que temprano, espero que lo primero.