sábado, 4 de noviembre de 2017

Mi homenaje al Ministerio del Tiempo


El pasado miércoles 1 de noviembre concluía la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo. En principio viene a cerrar la obra creada e impulsada por los hermanos Olivares (Javier y Pablo) con una conclusión determinada en estas tres temporadas y en entorno a la treintena de capítulos.
Los avatares de la serie venían a confirmar veladamente ese cierre. Y la exposición narrativa y el tono y el tema empleados en éste último capítulo confirman esa intención, más allá de posibles parones en búsqueda de la frescura -necesaria también- y de plataformas, Netflix lo más seguro, más amables y seguras del producto cultural que tienen entre manos.
Durante este último año desde el brillante cierre de la segunda temporada en mayo del año pasado hasta el estreno de esta temporada, en junio, la dirección de la serie ha tenido que sufrir con la desidia y el martirio de una televisión pública dueña de los derechos de emisión que ni entendía ni le interesaba el producto cultural que posee, ya que lejos de creer en el servicio público, se tratan de personajes políticos de partido, de yugo y flechas, que sólo ven el negocio, el dinero en lo que debería ser función pública, servicio y calidad.
  • Así primero pasaron hasta 4 meses en la confirmación de esta última temporada, lo que hizo que naturalmente varios de los miembros del elenco tuvieran que escoger otros proyectos, dificultando sobremanera la puesta en marcha de la grabación.
  • Más tarde, con la obra filmada y montada, se postergaba en un cajón hasta la llegada del verano, momento del año donde menos gente ve televisión.
  • Se anunciaba para un día, y pasaban dos semanas hasta su final estreno.
  • Después, se anunciaba un parón veraniego para pasar a emitir la segunda mitad ya a partir de septiembre, todo parece ser para que las bajas audiencias no diesen carpetazo definitivo.
  • Ya en octubre y para los dos últimos capítulos, la serie se pasaba al competido miércoles noche, dejando su tradicional espacio de los lunes para un reallity show de cantantes de mierda.
  • Y todo ello, en una serie pretendidamente familiar cuya puesta en marcha cada semana se retrasaba hasta las 11 de la noche, cuando otras cadenas ya han comenzado la emisión de su programa estrella.
Así y también hay que decirlo, porque a una parte muy notable de espectadores españoles les interesan más programas que no les hagan pensar, con contenidos chabacanos y zafios, las audiencias en la emisión oficial fueron bajando, mientras me temo, porque no se conocen esos datos, los visionados a través de otros dispositivos e Internet han ido creciendo.
Pero El Ministerio del Tiempo va a perdurar en la memoria y simpatía de una legión de seguidores, los Ministéricos, que hemos disfrutado, algunas veces más que otras, con dosis de televisión de alta calidad. Narraciones brillantes y originales. Geniales interpretaciones de muy buenos actores y actrices (salvo por esta Lola Mendieta joven, interpretada por Macarena García y que no había quien se la pudiera creer en cada escena). Innumerables referencias a otras series, películas y personajes televisivos de nuestra vida. E Historia. Mucha, buena, necesaria y bien contada Historia.
Por todo esto la serie ha calado y cambiado el panorama televiso nacional. Porque ha demostrado que si se cuidan ideas y proyectos y se lanzan con honestidad y tratando a los posibles espectadores con inteligencia existe en éste país una audiencia, posiblemente reducida en número pero de alto valor, que pide y se suma a este tipo de contenidos. Porque MdT ha demostrado también que las series, en el mundo actual, no pueden vivir de una emisión tradicional. Son entes vivos, con permanencia y redundancia en las redes sociales y foros, que generan grupos de seguidores y cantidades ingentes de contenido, que comparten y participan, que ansían sumergirse en universos más completos y que van más allá de lo que se ve en la televisión.
Y porque, El Ministerio del Tiempo, ha vuelto a crear tendencia al generar un universo cultural propio y redondo (repito con altibajos en algunas ocasiones) con un cierre y un final.
Con todo esto pretender que el dato de audiencias sea clave para decidir si continúa o no la serie en una cadena pública se me antoja erróneo y anticuado. Más si cabe cuando, repito en una cadena pública que no vive de la publicidad, debería tener como principio máximo la calidad. El servicio público, tanto informativo, social y cultural como en materia de ocio con valor añadido. Y justo ahora en el momento en el que la credibilidad y reputación de RTVE está por los suelos, lo único que ha recuperado o mantenido cierto nivel de empatía con el ente público.
Por todas estas razones es natural considerar que el pasado miércoles El Ministerio del Tiempo cerró su andadura, queda por ver si temporal o definitivamente, pero cuando menos si en RTVE a corto y medio plazo.
La ficción del género de aventuras en un relato de ciencia ficción -los viajes en el tiempo- que han traído sucesos y personajes históricos así como notables referencias de la cultura pop, ofreciéndoselos a todo el publico. Una patrulla de agentes de éste Ministerio secreto, que se adentra en épocas anteriores para desactivar cambios en la narración de la Historia que la cambiarían tal y como la conocemos, aunque muchos sepamos y los propios personajes se lamenten a veces, que podríamos haber cambiado a mejor.


Homenajes
Y el miércoles con “Entre dos tiempos” se cerró. Cada diálogo y cada escena se sentía la sensación de que creadores y equipo se despedía, cerraban una etapa siendo fieles así mismos y respetando una vez más y como siempre, al público, a sus “Ministéricos”.
Era un homenaje a todos ellos pero también lo era para si misma, para la serie en su capítulo final, como recorrido. Usando la trama -una misión a los 60 para tratar de evitar el estreno de una serie en TVE sobre el Ministerio del Tiempo- se recorrieron momentos vividos durante estos treinta y tantos capítulos. Y se criticó aquella televisión pública y a la actual, tan alejadas en el tiempo y cercanas en eso de manipular y hacer que la gente “piense lo que queramos que piense”.
Si bien las tramas propias de la tercera temporada -Hijos de Padilla y Ángel Exterminador- se cerraron en el penúltimo episodio, para éste quedaron las más íntimas y personales de los protagonistas, quedaron todas ellas, y sin excepción abiertas y libres a la imaginación de los seguidores. El objetivo no era ese. El objetivo era divertirse haciendo el capítulo, reírse de si mismos, plantear auto crítica pura y dura y hacernos a todos participes para rendir homenaje a una ficción que trasciende y nos ha hecho felices durante todos estos capítulos.
También éste episodio final resulta un homenaje al medio, a la televisión, y si también, y pese a todo, a la televisión pública.
Se vio como se construye y filma una serie y se recorrieron las intrigas palaciegas entre creadores y directivos, mientras se homenajeaba a todos y cada uno de los partícipes en la serie a través de guiños, referencias culturales tanto históricas como propias de la cultura pop, de la Historia y de la televisión. Meta-televisión en estado puro.
Una muestra, y no la única, que El Ministerio del Tiempo nos ha ofrecido de televisión de calidad, de servicio público, que debía nacer en la televisión pública (y obviamente es de agradecer que se apostará en aquel momento por un producto para nada convencional, ni dirigido al público mayoritario), y debería continuar y seguir como seña de identidad, porque más allá de audiencias, un medio que no vive de la publicidad, debería valorar bastante más el reconocimiento critico y social así como el valor añadido que otorga un contenido u otro.
A la vuelta de preservar el pasado como es, la patrulla se encontraba un presente cambiado, del mismo modo que en el final de la segunda temporada, sólo que esta vez era porque a través de una compañía privada, se había convertido el Ministerio en negocio ofreciendo viajes a momentos históricos, importantes de la vida de uno mismo (“¿quién no querría asistir a su propio parto?” -llega a preguntar la megafonía de los pasillos-) o cacerías de seres humanos por la historia para ricos. La crítica a la privatización de todo y al individualismo que nos invade, es a la par atinada y mordaz.
Para solucionarlo y tras ver como cada personaje ha tratado de luchar contra esa deriva, se sucede el primer viaje al futuro, que sepamos, en el Ministerio. Un futuro que resulta atroz y apocalíptico como estamos “acostumbrados” a vislumbrar en las distopías que nos llegan del cine y la literatura norteamericana.
Y sobretodo era un homenaje en vida -y más que merecido- a Chicho Ibañéz Serrador, el fantástico e impresionante creador e innovador, que con sus programas y sobretodo ese “Historias para no dormir” que también aparecía en la trama amplió las estrechas miras de un país cuando más difícil era. La impresionante caracterización e interpretación de Sergio Villanueva como el realizador de origen uruguayo pone colofon a una serie innovadora y original. Donde la calidad se demuestra planteando preguntas y respuestas a interpretar al público, que es tratado con respeto de manera inteligente.
Sin duda, El Ministerio del Tiempo ha supuesto un hito en la ficción televisiva en España, y para mi, particularmente, reconciliarme con una parte de los creadores, y trabajadores tanto en el aspecto técnico, como artístico de la televisión.
Muchas gracias por tantas horas, tantas risas, tantos zascas, tantos chupitos de conmemoración y tantos momentos también dolorosos. Por tratarme con respeto. Por hacer de la Historia de España accesible a todas y todos. Por ofrecerla des interesadamente para que instruya, para que debatamos, aprendamos y no cometamos los errores del pasado. Gracias y mucho ánimo por y para hacer televisión de calidad.

lunes, 30 de octubre de 2017

Techo y comida



Anoche RTVE a través de La2 en su espacio dominical de Versión Española estrenaba la película Techo y comida, obra de 2015 ambientada en un barrio de clase trabajadora de la Jerez de la Frontera de 2012 -si es que es separable de la actual- en plena etapa de despiadadas consecuencias sobre las clases populares de crisis o mejor dicho estafa económica de 2008. O peor aún, en el momento en el que se vendía una supuesta recuperación que jamás, ni en el 12, ni el 15, ni ahora ha llegado al conjunto de la población.
La película muestra gracias en gran medida a la tremenda interpretación de Natalia de Molina en el papel protagonista de Rocío, los dramas y vicisitudes que tiene que afrontar en soledad una joven madre soltera, en paro, al borde del desahucio, atacada por los estigmas sociales de la pobreza en su camino hacia la exclusión social.
El guión es de Juan Miguel del Castillo quien también la dirige, componiendo de manera firme una Ópera prima de áspera realidad que en su conjunto compone una bola difícil de tragar por la crudeza que retrata el drama y tragedia de una familia que podía ser la mía, la tuya o la de la vecina del primero, pese a que nos tapemos los ojos con la pantalla del móvil de última generación y el resto de los sentidos bajo un individualismo atroz.
El dibujo es así un drama social que se convierte cada vez más y más crudo y desalentador, a la vez que indigno al ver como la protagonista se come en soledad el fracaso de su constante lucha por sacar adelante a su hijo de 8 años y un hogar donde comienzan a fallar los suministros básicos: la luz, enganchada a la toma de una vecina amable, solidaria y comprensiva; el calor sustituido por el gesto de los brazos cruzados sobre el pecho para cerrar una humilde rebeca; o en el hambre de la madre, que da todo lo que puede para su hijo, que también padece de manera inconsciente los estragos de la situación.
El autor escribe y filma con realismo la realidad diaria en la lucha de la madre, muchas veces cámara en mano, jugando así en la fina línea entre la ficción dramática, cuasi trágica, y el documental social. Es la mejor forma para que el espectador empatice, salga de su burbuja probablemente acomodada y se incomode en su butaca o su sillón ante las penurias que sufre una persona, que podía ser cualquiera. Incluso puede que sea alguien, o varias familias, muy cercanas a la nuestra, y no seamos capaces de identificarlo y socorrerlo.
La acumulación de situaciones narradas es a la vez la pérdida de dignidad progresiva de Rocío, quien baja escalones en su amor propio con tal de mantener el progreso y la felicidad de su hijo.
En total tenemos una obra necesaria y brillante. Una áspera crítica social, tanto en la parte evidente (corrupción, recortes, privatizaciones y neoliberalismo reciben en todo momento justa crítica con las intervenciones de personajes secundarios) y también de manera más escondida el individualismo, la falta de empatía y solidaridad y el estado de las administraciones, lastradas por años de corrupción y nepotismos incapaces de dar respuestas a problemas colectivos ni de forma individual, ni tampoco social.
Sin duda, una película para observar y reflexionar. Una obra necesaria y enriquecedora. Pero, ¿para quién? ¿cuál es el público objetivo? ¿llega a él? ¿o por el contrario es otra suma más de un tipo de cine o de expresión cultural que no enfanga al total de la ciudadanía?
Mientras veía la película me encabronaba por el estado de las cosas que han traído situaciones como las narradas. Volvía a indignarme. Volvía a rabiar por como está todo y sobretodo po lo difícil que es cambiarlo. Y pensaba que es tan difícil porque a dos de cada tres -por lo menos- lo que cuenta esta película se la trae al pairo.
A la gente, en general e ignorancia, la vida real, dura, cruda y degradada de sus convecinos les importa una mierda. Que exista un problema de vivienda, o que la pobreza energética sea una realidad constante para millones de ciudadanos es algo que ni existe, ni se lo plantean, quienes sólo piensan en si mismos, o como mucho en las banderas tan de moda ahora, en el fútbol, o en la mierda que retransmita Tele5.
Una película así, como toda obra de realismo social y cine denuncia como el de León de Aranoa o Ken Loach, por ejemplo, viene a alimentar a una parte muy particular de la audiencia, que ya estamos indignados. Ya somos carne de protesta, reivindicación por la justicia social. Somos, muchos pero no los suficientes, quienes ya somos la audiencia objetiva y convencida del mensaje. Nos remueve la conciencia que ya está agitada desde hace años.
Me atrevo a decir que quienes vimos la película anoche o la vio en el cine hace un par de años, ya somos en una abrumadora mayoría los que ya conocemos la realidad social que la estafa y el capitalismo de amiguetes nos ha legado. Y ya sabemos que esta cronificación social de las penurias, la cada vez más grande brecha social, y que la pobreza y la exclusión social atrape cada vez a más y más gentes humildes y trabajadoras, sólo se puede superar con rebelión, revolución, lucha y justicia social.
Pero repito: somos la minoría. Como mucho la minoría del 1 de cada 3. A los otros dos, relatos así ni les va ni les viene. No es cine para ellos. No es un producto cultural que les interese, y por lo tanto no les va a incomodar, no les va a llamar a rebelarse y a luchar. No les va a hacer empatizar y solidarizarse con quienes lo están pasando tan de puta pena.
La última parte de una película, o una novela de realidad social es la más amarga y cruda de las realidades. Y esa es que al final llega a donde llega, a un público ya convencido, pero pasa sin comentario y sin pena ni gloria por la mayoría de la gente que ignora que lo que en una película como Techo y comida se relata, le puede pasar a él. O a ella. O a sus hijos. O a sus amigos. O a un desconocido de un barrio obrero, o de un pueblo pequeño.
Esta última reflexión es la más dolorosa, triste y preocupante. La capacidad para abstraerse, para auto engañarse y ser manipulados y la nula capacidad para empatizar, bajo el individualismo y la inexistente actitud crítica y la dirección que marcan los medios de comunicación de masas.
Si pueden ver Techo y Comida, véanla y reflexionen. Recomiendenla a sus allegados. Dialoguen y discutan sobre ella, sobre la realidad que expone. Si les conmueve y/o les revuelve actívense. Luchen para cambiar ese escenario que está quedando para millones de personas. 
 

viernes, 27 de octubre de 2017

Aquellos Sacramento Kings



Corría 1998 cuando en el draft de la NBA, Sacramento Kings, elegían a Jason Williams en el número 7 producto de la Universidad de Florida. Llegaba a un equipo incipiente, nuevo proyecto de los hermanos Maalouf, que de la mano de Geoff Petrie como General Manager, y de Rick Adelman como primer entrenador, trataban de poner a Sacramento en el mapa baloncestístico americano.
Junto a esta elección del draft también llegaba Chris Webber. El genial ala-pivot de talento descomunal, pero marcado por su etapa en Michigan (equipo de los "5 magníficos" y aquel tiempo muerto, sin tiempos muertos que costo el título a los “Wolverines”) y de su relación con Pj Carlessimo en Golden State. Aquella temporada del lock-out la incidencia en victorias fue mínima, pero se vio como el estilo desenfadado y espectacular llegaba a esta franquicia y se podía ver como periódicamente alguna de sus jugadas aparecían en los resúmenes de las mejores jugadas de la NBA.


Pero fue 1999 cuando los Sacramento Kings se hicieron un hueco en el corazón de todos los aficionados. El espectáculo era su seña de identidad, y bajo esta premisa reunieron en el equipo una amalgama de talento ofensivo jamás vista en una sola franquicia NBA.
Cuando hoy vemos a los nuevos “super” equipos como Cleveland Cavaliers o Golden State Warriors sumando jugadores con All Stars parece lejano el recuerdo y legado de aquel equipo que a finales del siglo pasado y principio de éste maravillo en base a un estilo preciosista donde la virtuosidad no estaba reñida con el objetivo, y lo efectista se convertía en efectivo. Aquellos Sacramento Kings eran una forma novedosa en el tiempo más cercano para formar un equipo de baloncesto, pero recordaba a los años de la ABA, y aquellos 70s y 80s que pusieron los cimientos para el seguimiento de la mejor liga del mundo. Todos, los buenos aficionados, recordamos con cariño quien pudo disfrutarlos y con admiración quienes lo hacemos en le tiempo, a aquellos equipos que se pusieron el espectáculo por montera y ofrecían diversión y talento a raudales para configurar el baloncesto profesional como una opción más, y la más especial, de ocio televisivo en Estados Unidos y luego ya en todo el mundo.
Jason Williams, Doug Christie, Corlis Williamson, Chris Webber y Vlade Divac, eran los titulares. Bobby Jackson, Dan Martin, Nick Anderson, Pedja Stojakovic, Jon Barry, Lawrence Funderburke, Scott Pollard, eran los suplentes. Todo lo que rodeaba al equipo más espectacular de la NBA era maravilloso: las predicciones apocalípticas de Funderburke, las patillas y el estilo de Pollard, la celosa mujer de Christie, la infancia y adolescencia de Williams, las peripecias entre las fronteras y nacionalidades griega, serbia y bosnia del jovencísimo Stojakovic o los antecedentes leoneses del mítico Pete Carrill, asistant coach de Adelman, y que llegaban a nosotros con las fantásticas retransmisiones de esos cracks de cracks como eran Andrés Montes y Antoni Daimiel.



Año a año más aficionados se volvían locos cuando tenían la posibilidad de ver un partido de los Kings. La camiseta con el 55 de Williams era la segunda más vendida de toda la NBA y jugadores del equipo acaparaban nominaciones (Webber, Divac, Stojakovic, jugadores de la semana, del mes, All Stars...). El Arco Arena se llenaba noche tras noche acumulando la mayor racha de llenos consecutivos de la historia del deporte americano (316 llenos consecutivos). La gente disfrutaba con su equipo y presumía.

Sin embargo la ambición de los Maalouf no se veía saciada, sobre todo porque el equipo no acababa de tener un balance alto en temporada regular, y siempre en en primera ronda topaban contra el claro favorito (Spurs, Lakers de O' Neal, Jazz de Stockton & Malone). Siendo especialmente dura la del año 2001 cuando en 4 partidos los Lakers destrozaban a los capitalinos del estado de California.


Esto promovió el traspaso la misma noche del draft. Cuando Jason Williams fue enviado a Memphis Grizzlies, a cambió de Mike Bibby. El pequeño base de la Universidad de Arizona, hijo de Henri Bibby, de un talento ofensivo demoledor, pero más cerebral que Williams.
El cambio fue inmediato. Sacramento paso a rondar las 60 victorias y el ansiado anillo comenzaba a engarzarse en torno a los dedos del equipo que más enamoraba por su juego en la NBA. Las plantillas que se fueron reuniendo eran tremendas. El talento ofensivo era cada vez mayor. Eligiendo ya en posiciones retrasadas del draft, jugadores como Hedo Turkoglu, Darius Songaila, Gerald Wallace o Kevin Martin apuntalaban la riqueza ofensiva de los Kings. Llegaba un Brad Miller que sustituía de manera brillante al retirado Divac. Durante 6 años Sacramento anotaba más de 110 puntos de media y lideraba el ránking de asistencias con más de 30.

El juego era primoroso. De una perfección exquisita. Movimiento de balón concreto y preciso. Movilidad de los jugadores desde y en todas las posiciones. Arte hecho baloncesto. Con una retro alimentación clara ya que cuanto mejor atacaba más defendía, y si defendía bien, corría y anotaba con más ahínco.




El momento culmen fue el playoff de 2002. Tras barrer a Utah Jazz (equipo ya en declive) y a Dallas Mavericks (en ascenso) la Final de Conferencia Oeste les enfrentaba a Los Angeles Lakers. La serie estaba caldeada. Se vendía como el enfrentamiento snobs vs. catetos (palabras de O´Neal) y se prepararon las noches de los cencerros en el Arco Arena. La eliminatoria era reñida. Se llego al quinto partido en el Staples con empate a 2, habiendo vencido siempre los caseros, con especial mención a aquel triple en el último segundo de Robert Horry en el segundo tras el palmeo a donde no debía haber nadie de Divac. Así era ese extraño elemento llamando Robert Horry. Pero aquí un gran partido de Chris Webber, Mike Bibby (canastón final) y Divac daba el punto a favor de Sacramento. A los 4 días se veían las caras en el Arco Arena. El partido fue equilibrado y se llego al tiempo de prórroga. Allí se impuso el artículo 34. Shaquille O'Neal llego a los 35 puntos, 12 en ese período extra, y empataba la serie.


Pero en el séptimo la mala suerte se cebo con Sacramento. Stojakovic inconmensurable en todos los playoffs, venía tocado desde el 4º partido. Y en el definitivo sus porcentajes bajaron ostensiblemente. Stojakovic fallaba, mientras que Fox, Fisher o George cumplimentaban a Bryant y a Shaq como Phill Jackson quería. Los esfuerzos de Bibby y Webber fueron baldíos. L.A. llegaba a la final de la NBA para barrer en ella a New Jersey. El sueño de los kings estuvo cerca, muy cerca, pero se convirtió en pesadilla.


Con los años se ha sabido mediante a declaraciones off the record y reportajes especializados que en la NBA no querían una final entre Sacramento Kings y New Jersey Nets.
Para el comisionado David Stern y las franquicias no era recomendable arriesgarse a que la final bajará las audiencias televisivas en Estados Unidos, algo que jugándosela dos equipos de ciudades menores y con pocos aficionados fuera de sus entornos se antojaba como más que probable.
Se ha hablado de asignaciones arbitrales dudosas y en algún momento en el que he visualizado aquellos partidos, especialmente el sexto en el Arco Arena de Sacramento, se puede decir sin tapujos que hubo una conspiración, que hubo una línea arbitral para favorecer el pase de los Lakers. Faltas dudosas de los pivots de Sacramento, body-checks muy agresivos sobre la salida de bloqueo de Stojakovic que había sido un martillo pilón toda la serie y que no fueron castigados. E incluso varias jugadas en los últimos minutos de tiempo regular en los que extrañamente los relojes de posesión variaban quitando entre uno y dos segundos a los locales y otorgándoselos a los visitantes.
También en el séptimo y decisivo se sucedieron decisiones arbitrales dudosas que favorecían a la “fiebre amarilla” y que impidieron la que hubiera sido primera final de Sacramento (la franquicia ya jugó varias en los 50, logrando el título en 1951 en la ciudad Rochester (estado de Nueva York) bajo el nombre de Royals).




Desde ese momento la franquicia vive en retroceso. No se han vuelto a alcanzar el número de victorias en regular session, y en playoffs no ha vuelto a estar cerca del anillo -de hecho, ahora lleva 5 años sin alcanzar la post-temporada-. Los míticos jugadores han ido saliendo, siendo sustituidos por jugadores más mediocres en cuanto talento, e incluso discutidos en la liga. La reconstrucción sigue en marcha, y también salió Rick Adelman. De un baloncesto espectacular se ha pasado a las catacumbas de la NBA. El equipo aburre y no gana. Y pasarán varias temporadas hasta que vuelva a entrar en playoffs.


Pero Sacramento Kings fue el enganche a la NBA de toda una generación. Ha sido el equipo que mejor baloncesto colectivo ha practicado por encima de Lakers o Bulls. Siempre guardará un hueco en nuestro corazón, aunque ahora se turbe. Y es que el deporte es un espectáculo, una forma de ver la vida y nunca la hubo tan bella. Sacramento Kings y toda su organigrama emprendió una forma de crecer basada en el talento y el espectáculo, en hacer disfrutar a sus fans y a todos los aficionados. Gracias por hacer del basket arte.


Ahora de vez en cuando salgo a la calle o voy a una cancha con una camiseta de Jason Williams en Sacramento Kings. Voy orgulloso porque más allá de la victoria o de la derrota, esta la filosofía. El ansía de trascender y ser importante y especial para mucha gente por el modo de entender la vida, el deporte y el baloncesto en este caso. Y por ser coherente y fiel a un estilo.

Como dijo una ocasión Antoni Daimiel: "Si queréis conquistar a una chica, lo mejor que se puede hacer es invitarla a ver un partido de los Kings"


miércoles, 25 de octubre de 2017

La contrarrevolución española



Las últimas semanas son insoportables. Asistimos, yo por lo menos, ya con desgana a las últimas horas y a la actualidad más monótona del Procès o el Desafío independentista, que son la misma cosa pero con distinto título dependiendo del lado de la frontera ideológica donde te pille.
Es una sensación ya cercana en mi caso al hartazgo. Harto porque me cuesta mucho distinguir entre las dos derechas, ultraliberales y profundamente corruptas que nos han llevado a dónde estamos, Catalunya y España y ciudadanos y ciudadanas como víctimas colaterales de la ineptitud, la sinrazón y el egoísmo de partido.
Hablo de dos partidos que tradicionalmente han vivido más del pacto y la conveniencia que del conflicto. Y que ahora buscan el choque para seguir con sus políticas de corrupciones, recortes, represión e indignidad para la clase trabajadora. En Catalunya y en España.
Ahora al filo de la aplicación del draconiano artículo 155 de la Constitución -parece ser el único que importa- y de la suicida DUI (Declaración Unilateral de Independencia) de Catalunya recuerdo como los Mossos desalojaban la Plaza Catalunya cuando las protestas eran por la eliminación de las becas y los recortes en sanidad de la Generalitat en aquel mayo y junio de 2011.
Sin embargo, y de manera cuasi obligada, al repartirse la primera hostia, el primer mandoble, a un ciudadano inocente en la avergonzante jornada del 1 de octubre (avergonzante para cualquier demócrata de verdad y con razón y que se considere a distintos grados español) no queda más remedio que clamar por una solución dialogada y pactada. Por un marco social y administrativo que permitiera el progreso de estas tierras.
Ese marco no puede obviar y olvidarse de que la opresión a las clases trabajadoras continúa y se redobla. No hay que perder el juicio y la perspectiva en éste juego de trileros y banderitas mientras nos roban. Nos denigran en nuestra sanidad, educación, servicios sociales y medio ambiente, únicos y legítimos lugares donde reside la dignidad de una patria y su sentido.
Basta con un ejemplo: El año que viene en los presupuestos generales del Estado, el gobierno español invertirá la menor cantidad de la historia en Sanidad y en Educación, y sin embargo, gastará más de 18.000 millones de euros en compromisos de armamento que ni necesitamos, ni nos explican.
Pues bien, ahora, como digo al filo de situaciones que pensábamos no veríamos nunca, me encuentro harto e infoxicado.
Harto de no tener una gana de involucrarme en algo que me da absolutamente igual -aparentemente- ya que, parafraseando a El Roto, las banderas me dan claustrofobia.
Me enclaustra la burguesía catalana que atosigada por su corrupta y familiar gestión se han apropiado de las ansías independentistas y soberanas de la ciudadanía para iniciar una escalada que le permitiera seguir robando y mantener su poder, el real, el económico para lastrar las necesidades y sueños de la clase trabajadora.
Y profundamente asqueado por el uso y el manoseo de la democracia y la dignidad que hace el PP en nombre de la “unidad” con los cómplices necesarios de “Ciudadanos” y un PSOE que ha cavado aventuro definitivamente, la tumba de la socialdemocracia “tradicional” en España. Medios de comunicación, judicatura nacional, cortes nacionales y los medios de opresión del Estado como Policía y Guardia Civil para tratar de dar legitimidad a una respuesta visceral y dictatorial, que lo único que busca es soliviantar a las masas para conseguir anclados al poder y a los papeles. La única unidad y legalidad que busca Rajoy y el PP es la de poder controlar la transparencia en las cuentas públicas del futuro, de ahora y del pasado, y también los aforamientos y por qué no la posibilidad de indultos a escote con firma del Consejo de Ministros.
En la proliferación de banderas de España por todos los balcones también han aparecido de nuevo, porque nunca se marcharon, las viejas actitudes fascistas y los franquistas de siempre, que no se les puede llamar neo nazis porque no son nuevos, sino que han permanecido en estado latente esperando su momento para sembrar miedo y violencia, que es lo único que saben hacer.
También me siento infoxicado porque desde que saltó a la actualidad pública la situación política, todo lo demás ha quedado relegado. Ya fueran incendios y una catástrofe ecológica en Galicia motivada por los recortes y las privatizaciones ultra liberales, o bien fuera la confirmación de la organización “Partido Popular” como cartel para delinquir, para enriquecerse a costa de la ciudadanía y la democracia, nada ha escapado de la realidad del Procès, de las últimas, ultimísimas horas, del Desafío Soberanista.
Pero aquí estamos. Ante la certeza de que algo esta cambiando y que tras estos días, semanas y meses se alumbra un tiempo nuevo para España. Y ese tiempo no tiene pinta de ser mejor precisamente, porque lo nuevo, puede suponer, una vez más, el regreso de lo viejo, la consolidación del poder legado por el franquismo en está pseudo democracia de Constitución a conveniencia, monarquía impuesta, corrupción y nepotismos para todos con el tufo a fascismo que desde siempre se ha sentido ahí.
La ineficiencia política económica y social de todos estos años pasados que nos ha traído corrupción, paro, precariedad, desahucios, amnistías fiscales, rescates a la banca y las constructoras, privatizaciones de los servicios públicos y derechos sociales, represión, violencia, un modelo energético sobrepasado y fallido, crisis ecológicas con sequías, inundaciones y nula gestión en las catástrofes y toda la retahílade descalabros que 40 años de democracia de mentirijilla gobernada en disfrazada alternancia por los herederos del franquismo y los adalides del pactismo no va a estallar y cambiar porque si a un sistema mejor, a una realidad con mayor dignidad y futuro.
Al contrario de que se articulase una segunda Revolución tras la fagocitada por Podemos y que conocemos como el 15M, cada vez se hace más virulenta y trágica la contrarrevolución emprendida por las élites para que nada cambie, especialmente las estructuras de poder, el flujo de dinero siga siendo ascendente y cada vez ganen más y más pasta.
Ya cambiaron al Rey y salvaguardaron por violación constitucional la inmunidad del anterior; ya mostraron una cara renovada a la derecha fascista de siempre (Ciudadanos); ya han quitado y puesto personajes afines en los medios de comunicación y silenciado a los incómodos. Ya han deslegitimado a las bases socialistas del PSOE.
Todo para seguir manteniendo España como el cortijo propio que se creen que es. Una iglesia cuya asignación presupuestaria y su injerencia social y política no se discute; Un ejército corrupto, sobredimensionado, ineficaz e impermeable al cambio. Y que nos cuesta muchísimo dinero por esas conveniencias con las dictaduras medievales de Oriente Medio o el Norte de África. Unos bancos que siguen desahuciando y cerrando pymes con los botines llenos de dinero público y saneado. Constructoras y energéticas que hacen y deshacen para mantener su status quo que aferra al país a los combustibles fósiles en vez de hacia modelos sostenibles.
Hoy el grueso de los españoles vive peor que hace diez años, tiene muchas más inseguridades ante el devenir de su país, desconfía mucho más de la clase política y ve cómo a su alrededor crece el desorden nacional e internacional. Además, está la amenaza medioambiental tocando tierra con contaminación, sequías, incendios, tifones, huracanes, terremotos y las consiguientes hambrunas y desplazamientos de inmigrantes desesperados.
El mundo ahí fuera es tenebroso y alberga horrores. Aunque haya un partido del siglo de fútbol cada semana para distraernos.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...