Extremoduro
forma parte de la banda sonora de mi adolescencia y la de millones de
milenials españoles. No se puede entender la música,
el rock y la poesía en este país sin contar con el legado del
placentino.
"Hoy
día 10 de diciembre de 2025, nos toca escribir la nota de prensa más
triste de nuestra vida. Hoy despedimos al último gran filósofo, al
último gran humanista y literato contemporáneo de lengua hispana,
y al cantante cuyas melodías han conseguido estremecer a
generaciones y generaciones", aparece escrito en la nota que
ha anunciado su fallecimiento en su web.
Un
icono, una leyenda, Robe Iniesta ha destilado una vida de
plena libertad tanto personal como artística. Llevado hacia
adelante, o hacia atrás, según quisiera, por su talento para la
escritura y la composición. Una sensibilidad rayana a la naturaleza
de la que ha sido y siempre será su principal altavoz. Con
coherencia imponiéndose a filias y a fobias, a gustos y a
mercadotecnias, porque si, porque es su estilo, su vida y su manera
de hacer las cosas.
Como
vocalista y líder de Extremoduro ha dado calidad a música de
este país desde los 80 hasta ayer mismo. Con más de 30 años de
carrera, con sus necesarias para su salud y bienestar interrupciones,
con colaboraciones esporádicas pero de calidad inabordable dando voz
a la contracultura que se plasmaron en la Poesía básica
(2021) con Extrechinato y tú, y en un puñado más de
recitales y conciertos. Con una carrera en solitario en los últimos
años donde pusiste música a tus inquietudes y las compartiste con
nosotros.
En
general, una obra plena, siempre redonda, abierta a la revisitación
y el inconformismo. A la acidez de letras agrestres que daban
filosofía a la vida tangible y de las pequeñas cosas. Un rock
rompedor, transgresor, personalísimo donde la crítica a
este mundo, que ya preconizabas fuente inacabable de dolor y
des-humanización, era ingrediente ineludible. El pimentón de la
Vera que ha inspirado a muchos que han venido detrás.
En
los 90s ya hablabas de esa España Vaciada y Olvidada, de una
Extrema y dura rota, robada y envilecida. De un mundo rural que se
moría entre dominicales perdigonazos. De las agresiones al medio
natural por el favor del dinero y de la situación de la mujer
pisoteada en su dignidad. Ya adelantabas los monstruos de hoy en día
con poesía, acidez y sabiduría.
Decidí,
De Acero, Papel Secante, Historias Prohibidas, Salir, Standby,
Buscando una luna, Bulerias de la sangre caliente, Estado policial… hasta ese Volando
Solo que nos hablaba ya del día
de hoy.
No
sé dónde estará, si está, mi viejo cassette del Agila que
presté a un fulano y jamás me lo devolvió. Nos
quedamos con las ganas del concierto de Cáceres cancelado en 2014.
Y ahora atesoramos tu obra y tu vida como ejemplo de artista y de
coherencia.
Hasta
siempre Robe!!! Gracias por tanto. Te veo en mis recuerdos y te
recupero en mi memoria.
Hoy
es 9 de diciembre y hoy comienza la tercera ronda de movilizaciones
de los médicos y profesionales facultativos de la medicina en
España, contratados o que aspiran a serlo en la Sanidad
Pública. Una huelga
de médicos motivada
por las injusticias, incoherencias, inconsistencias, hechos
consumados o que se pretenden consumar, atropellos y abusos que están
sobre la mesa de negociación del nuevo
Estatuto Marco de los médicos.
Este Estatuto tiene rango de ley general del Estado y está orientado a
fijar un marco común, unas reglas básicas para todo el personal que trabaja en el ámbito de la Sanidad en cualquier Comunidad Autónoma.
Son estas quienes detentan las competencias en materia sanitaria y
gestionan sus respectivas áreas sanitarias, sus recursos y
desarrollan las contrataciones, pero el Estatuo Marco procura fijar
un espacio de mínimos sobre el que cada gobierno autonómico actúe.
Esos mínimos serían una regulación de las clasificaciones
profesionales, incluidos los procesos de selección y de movilidad
interna tanto geográficas como administrativas, derechos y deberes
del personal y de los administradores y gestores, sistema
retributivo, jornada laboral y descansos, cotizaciones a la seguridad
social, regímenes disciplinarios y compatibilidades, entre otras
cosas. Aunque en no pocas ocasiones se salten reglamentaciones
estatales como pueda ser el propio Estatuto de los Trabajadores, o
los acuerdos con la UE (con sentencias judiciales de Tribunales
Europeos de por medio) en cuanto a la temporalidad del sector
público.
Pues
bien, lejos de fomentar una negociación sana que escuche las
interpelaciones y reclamaciones de este sector profesional, el
gobierno “más
progresista de la historia”,
vuelve a sacar su vena neoliberal para mantener, e incluso ampliar,
algunas de las tropelías que los médicos vienen sufriendo. Además,
lo hacen con una Ministra, anestesista de profesión y que viene de
un partido a la izquierda del PSOE. Toda una declaración de
intenciones. Y es que,
¿Aceptarías
estas condiciones de un trabajo?:
De
media pasas 2 meses/año fuera de tu casa, obligado a turnos de 24
horas a 9€/hora sin nocturnidad ni descanso estipulado. Descrita
como jornada complementaria (lo vas a hacer sí o sí "por
necesidades del servicio").
No
existe la jornada extraordinaria y la localización solo se cobra si
vas, o a 4.5€/h, dependiendo del sitio.
A
veces te juntas con más de 80horas semanales de jornada
obligatoria, con el descanso entre la salida de una guardia y la
incorporación al día siguiente, en menos de 24 horas después.
De
media cada 6 años pierdes 1 de cotización porque las guardias NO
cuentan para la jubilación. Guardias obligadas hasta los 55 años,
pierdes entre 5 y 6 años de cotización. Pudiéndote jubilar (por
el esfuerzo y la responsabilidad) a los 60-61, te jubilas a los 67.
¿Aceptarías?
Pues estas son las condiciones reales del personal médico de la
Sanidad Pública. Y aún tenemos que oír que qué vergüenza, que
somos unos privilegiados con lo que cobramos. Nos ha jodido!! Más de
60 horas semanales a 9 EUROS POR HORA Y LA MITAD DE LAS HORAS NO
CUENTEN PARA LA JUBILACIÓN
Ya
está bien después de llevar 40 años aguantando y que el "nuevo" estatuto
marco sea un copia/pega del antiguo.
No
debería de haber nadie que viniera a discutir la necesidad de
mejorar las condiciones laborales, profesionales y vitales del
colectivo de médicos de este país, punta de lanza de la Sanidad
Pública Española. Ya he
dicho alguna vez, que el logro de un colectivo no debe suponer el
castigo a otro. El que se igualen las condiciones de la clase trabajadora no tiene que basarse en derrotar a las que con lucha han
conseguido ciertos privilegios o ventajas. La igualdad tendría que
venir por la mejora de los que peores condiciones tienen.
No se me puede olvidar aquí también potenciar la figura del doctor
y de la doctora, como autoridad, para garantizar así también su
integridad y seguridad.
No
creo que haya nadie que quiera ir con una apendicitis, propia y de un
familiar, a que te opere un facultativo, o mejor dicho, un equipo de
facultativos que a lo mejor llevan ya 20 horas seguidas trabajando.
Que no saben si el mes que viene tienen que cambiar de localización,
o incluso que pierdan su trabajo. Que desconocen
cuándo la autonomía va a sacar los concursos y oposiciones para
poder optar a quedarse en su lugar de nacimiento o de residencia.
También muchos y muchas se ven lastrados en su trabajo por las
gerencias (ligadas a los partidos políticos) y las jefaturas
atrapadas en las manos de “compañeros” en edad de jubilarse que
se perpetúan en los puestos e impiden los recambios, actualizaciones
y el progreso de los servicios. Profesionales en todo caso, que con la excusa de la motivación, el sentido público o la vocación son maltratados y pisoteados.
Creo
que todas las huelgas merecen respeto. Y pienso firmemente que el
Derecho a la Huelga debe ser protegido y validado cada día, para
precisamente, con la huelga, poder defender de manera clara el
Derecho al Trabajo. Sin embargo, una vez más, volvemos a ver cómo
se interpela el derecho al trabajo cuando hay una huelga legalmente
convocada para pasar a olvidarlo y pisotearlo cuando se consigue
parar la activación de un colectivo o incluso de la sociedad. Cuando
son esos mismos beneficiarios últimos, los pacientes de ahora o del
futuro, los que frenamos que quienes nos sanan y nos cuidan tengan
mejores condiciones de vida.
En
la ola de privatizaciones y de hacer negocio con la vida y la salud de las personas, el PP y también el PSOE, y también quienes les
mantienen en el poder en cada lugar, se empeñan en menospreciar el
trabajo, la vida y el futuro de los sanitarios. Desmiembran
y desmontan la Sanidad Pública. La dejan huérfana de recursos y
anquilosan al personal en condiciones leoninas. La precarización progresiva de los trabajos en el sector sanitario son parte de esa estrategia
Y
la población, como digo pacientes de ahora o del mañana, no somos
cautivos de los convocantes de la huelga. Somos prisioneros de unos
políticos cobardes y mentirosos, pagados para destrozar la Sanidad Pública que es lo que hace más país. Lo que construye un mayor
orgullo por ser español o española.
Es la tercera convocatoria de Huelga, y aunque es cierto que hay un sector de la profesión que se moviliza por los tímidos movimientos para evitar que facultativos de la pública hagan horas en la privada, el grueso de los doctores y doctoras se pone en acción por la degradación continua de sus condiciones de trabajo, y por ende de vida. En primer lugar, por un factor generacional, una ruptura entre los médicos que llevan muchos años instalados y cogidos los puestos de decisión, de docencia o de poder. Y después, también con las mujeres, las profesionales en un sector fuertemente feminizado, y que va a ir a más, y que necesitan, necesitamos todos, garantías de que su trabajo se realiza con dignidad, seguridad y en base a unas certezas de defensa de la Sanidad Pública, como modelo de prestación y de la salud pública, como objetivo.
Por
esto, estos días ten paciencia si tienes que pasar por un centro
médico. Si están así estos días, y han estado ya, y volverán a
estarlo, es también por ti. Por tus padres y tus hijos. Porque todos
tengamos una mejor
Sanidad Pública.
A
mi chica le encanta Rosalía. Y el heavy Metal. Yo soy heavy,
y si, me gusta Rosalía. Tengo
que admitirlo, pese a que con su carrera me invade un pesar. De
hecho desde el primer momento en que me llegó noticia
de la artista catalana, me
pareció que plegaba su
talento y lo ponía a
disposición de la industria musical más mainstream,
sucia, vergonzosa y de peor calidad que
se hayan podido inventar,
y
que eso le ha valido para ganar mucha pasta y convertirse en un
fenómeno viral, fan o del star-system.
Mi mujer opina que es una muestra más de sus inquietudes musicales y
que tal bajada al fango fue motivada para darse a conocer y llegar a
más gente, y poder enseñar a ese público, su arte y otras músicas
y expresiones. Creo que ambos tenemos razón.
Hace
unas semanas Rosalía lanzó su último trabajo, Lux,
una auténtica maravilla
desde el punto de vista artístico y formal, el evento del año
musical, y un fenómeno de éxito comercial de una artista instalada
por derecho propio en el Olimpo de las estrellas de la música y la
cultura pop cimentada bajo la hegemonía cultural de todo lo que
viene de Estados Unidos. Algo que como españoles, o si sois
catalanes como la propia Rosalía, nos tendría que henchir de
orgullo, por no hablar en cuanto al sentimiento de clase para quienes
nuestros padres y abuelos son trabajadores, precarios y personas
humildes de barriada popular. Rosalía viene de ese entorno, pero no
del lumpen,
sino más bien de la pequeña burguesía, lo que le concedió unos
posibles que otros no han podido ni oler. Tampoco lo olvidemos,
porque a veces nos dejamos cegar por el brillo, y solo basta con leer
su entrada en la Wikipedia para saber dónde se formó y qué
relaciones construyó en primer término.
Pero
lo cierto, lo innegable, y lo justo además, es decir que Rosalía es
una artista tremenda. Qué canta de la hostia. Increíblemente bien.
Qué expresa una sensibilidad que a la vez acongoja, despierta e
interpela. Y qué muestra y demuestra cada vez un talento innato y
potenciado para la composición en donde no rehuye el combate con su
bagaje, sus gustos, influencias e intereses.
El
nuevo álbum, Lux,
es la mejor prueba de ello. Rosalía canta aquí hasta en 13 idiomas.
Mezcla neologismos con
referencias culturales del misticismo de diferentes credos como Juana
de Arco, Santa Teresa, Hildegarda de Bingen, Rabia Al-Adawiya o
Anandamayi Ma, con filósofas feministas como Simone Weil. Incluye un
pasaje de Patti Smith donde la poetisa del rock de los 70 clama por
la emancipación personal y colectiva de las mujeres. Volviendo a
Rosalía pasa por varios palos del flamenco, se disfraza de
cantautora, incorporando la jerga urbana de su generación y
probablemente también de la posterior. Desliza referencias
culturales contemporáneas al tiempo que llena los temas de versos
inspirados en espiritualidad para tratar los temas
actuales que condicionan el día a día de la sociedad, proponiendo
una solución, una salida en la religión y en las creencias.
Lo
que más destaca y choca de esta propuesta de Rosalía es el nuevo
giro estilístico en el que, sin renegar abiertamente del reaguetton
y la música urbana de sus
anteriores trabajos, se
atreve y asalta con éxito pasajes operísticos. Berghain
ha sido el primer lanzamiento del nuevo disco en colaboración con
Björk, y ahí, Rosalía sorprende lanzándose al mundo del canto
lírico, con una cuidadísima hasta el más mínimo detalle
escenografía en el video, donde destaca la intervención de una
orquesta sinfónica en estado de gracia. La propuesta sin duda
sorprende y atrapa, y nos habla en definitiva, de una artista y del
reverso de la persona. De su crecimiento íntimo.
En cuanto a los temas que trata llama poderosamente la atención el mensaje de espiritualidad y religión que se destila del álbum Lux. Que una cantante de éxito colosal e internacional en 2025 haga un alegato, más o menos velado, a la fe, y más o menos abierto a interpretaciones y divergencias, es sobresaliente. No cabe duda de que estamos viviendo una época de reconexión con las creencias, seguramente fruto de una época tumultuosa, llena de incertidumbres y donde se han derribado muchos de los axiomas y entramados sociales y culturales que sostenían la vida tal y como la hemos conocido. El neoliberalismo, el ultra-liberalismo, liberticida, egoísta e irresponsable ha llenado el día a día de individualismo. De un consumismo rápido e inherente, de gratificación inmediata. Donde la tecnología cambia vertiginosamente los patrones de comunicación, acortando cada vez más la atención de la persona converitida en espectador -¿o es al revés?-, (muestra de esto es que con todo Rosalía aquí lancé temas que dificilmente pasan de los 4 minutos, quizás sabedora ella y los de arriba que el público no está capacitado para mantenerse más tiempo a la escucha).
Parece como si Rosalía, convertida en profeta del nuevo catolicismo, sea la encargada de apuntalar una vieja religiosidad, disfrazada de novedosa, donde los jóvenes y no tan jóvenes, se vienen refugiando ante un mundo cambiante, inhóspito donde los patrones de vida y muerte, de presente, pasado y futuro, mudan a un terreno de dolor y carestías. Ese refugio viene a enclaustrarse en más individualismo y en cerrarse a las expresiones colectivas donde se ponen en común problemas y soluciones. Empezando por los que avanzan a regañadientes en mayor igualdad, en especial las mujeres y los colectivos marginados, dentro de esta ola reaccionaria que amenaza con asolar el mundo una vez mas, quizás ya la definitiva.
Volviendo a la música en si, la lista de colaboraciones del disco es abrumadora donde
no faltan ni meteoros femeninos del flamenco como Estrella Morente o
Silvia Pérez Cruz, mucho oficio en la ejecución y los arreglos, así
como voces de la industria musical más expansiva hoy en día en la
producción. En conjunto, no hablo de un disco de música pop al uso.
Se trataría de algo experimental, profundamente simbólico, donde la
fusión y la pureza se deslizan. Más cercano a una obra de música
clásica (de hecho los cortes no se presentan como canciones
aisladas, sino como movimientos dentro de un conjunto, tal y como
desde siempre se han presentado las obras clásicas). Quizás aquí
radica el éxito y acierto de Rosalía, en lo que comentaba al
principio sobre lo que piensa mi chica sobre la carrera de la artista
catalana. Presenta ahora una obra compleja y elevada a un público
multitudinario captado en sus anteriores propuestas más bajas, de
peor calidad así de claro-, y donde la sexualización de su cuerpo e
imagen eran un reclamo por encima de su música.
Yo
ya voy por la tercera escucha íntegra de Lux.
Evidentemente no puedo más que recomendar su escucha y el
acercamiento a este trabajo. Con honestidad y con atención. Luego
gustará más o menos. Caerá mejor o peor la intérprete.
Denostaremos o felicitaremos su bagaje. O sospecharemos de las manos
que mueven los hilos por detrás. Pero por lo menos, esta obra merece
una escucha.
Al
llegar las inmediaciones del Palacio de Vistalegre eran las de un
concierto propio de un fenómeno de masas adolescente. La
vuelta a la manzana hasta la calle que rodea la Quinta de Vistalegre, para encontrar nuestro sitio en la fila, era un paseo rodeado de
gente joven, alguna muy joven.La
mayoría chicas, algunas acompañadas por mayores, sus padres
supongo, casi todas en grupo. Las indumentarias cercanas al metal
gótico. Mucho negro y encaje, mucha bota y mucha media de rejilla,
falda o pantalón de cuero y ojos sombreados. Si hubierais puesto la
misma atención de vuestro dresscodea dejar la calle sin
tanta basura nos hubiera ido a todos
mejor.
Una
de las primeras satisfacciones dentro del recinto, al que volvía, ni
se sabe cuántos años hace ya de ver partidos del Estu y
algún que otro concierto, fue que la sala está muy renovada en el
interior. Me parece acogedora, diáfana y accesible. La segunda fue
que el pincha del local, desconozco si de forma autónoma o por
prescripción del cabeza de cartel, nos fue colocando algunos
imperecederos de buen hard rock e incluso Heavy. Por
desgracia, no estoy acostumbrado entrar en un ambiente tan masivo y
que te estén poniendo She Sells Sanctuary de los
infravaloradísimos The Cult. Mientras mi chica y yo la
celebrábamos, por desgracia pasaba desapercibida entre la
chavalería.
Entraron
temas enlatados para ir calentando el ambiente de Mötley Crue, los
Rolling, Guns and Roses, Audioslave entre otros para abrir los
teloneros de la velada. Los dos grupos británicos -bueno de estilo seguro ambos, pero uno proviene de Estados Unidos-, que abrían al
cabeza de cartel eran perfectos desconocidos que hicieron acto de
presencia para recordarnos a algunos y descubrir a otros que en el
Reino Unido existe una escena músical de rock espectacular y que
salen bandas cada día con talento, con tablas y con mensaje.
Me
gustaron especialmente los primeros, Weathers, a los que
obviamente desconocía, pero que me sonaron muy frescos pese a
presentar unas notables influencias a bandas de gran recuerdo como
Placebo o Super Grass. Los segundos, originarios de Las Vegas, Palaye Royale, no me
disgustaron en absoluto, pero su sonido me dejo más indiferente,
aunque si bien como digo, la pericia técnica de ambas bandas es
notable y merecen tenerlos en cuenta. Qué tiempos aquellos en los
que cada mes te llegaban propuestas de rock desde el otro lado del
Canal.
Rompía
el silencio el War Pigs de Black Sabbath ante
la demencia de a quienes nos vuelve locos este verdadero himno del
Metal y de la música. El humo inundaba el escenario y el griterío
de la muchachería, no sofocaba ni los acordes de Iommy, ni la
voz de Ozzy, por más que los juveniles nervios se exaltaban según
rompían los segundos previos al espectáculo.
Los
músicos tomaron posiciones en penumbra, y de repente, se hizo la
luz. Dominic Richard Harrison, un chico de 28 años salía con gafas
de sol, sonrisa burlona y pose de estrella para desatar la locura con
Hello Heaven, Hello, su tema estrella de su último disco,
Idols, que nos venía a presentar. Y qué manera de marcar
territorio. La canción suena redonda, muy bien ajustada para ser comienzo del concierto y no merma durante los nueve minutos de
duración. El público encendido y Yungblud con la actitud
necesaria para hacer que todos los presentes disfruten.
Se
saca el chaleco de animalprint para quedarse a pecho
descubierto en el coso carabancheleño. Vuelan las gafas de sol y
entra sin dilación el segundo trallazo The Funeral, temazo
brutal de su anterior disco que a mi me ha enganchado mucho desde que
mi mujer me lo dio a conocer.
El
frontman, absoluto protagonista, corre, salta, se divierte y
hace que el público, ya predispuesto, tome partida. Las llamaradas
restañan en el escenario, estalla el confeti hasta en dos ocasiones,
blanco y rojo, mientras Yungblud interpela al público,
dialoga con él, cantando y la mayoría de las veces hablando
directamente. En el quinto corte, con la platea entregada, sube a un chaval al escenario para que le acompañe
a la guitarra en Fleabag, en una divertida interpretación
celebrada con ahínco por el público.
Así
hasta el momento culminante, su versión del Changes,
de Black Sabbath dedicada con cariño y dolor por la reciente pérdida, que nos lleva a varios a señalar el cielo mientras se
inunda los ojos de lágrimas. Por desgracia, buena parte del público,
por lo menos a mi alrededor, no acabó de entender el sentido del
momento, ni tampoco las propias lágrimas de Yungblud que
acababa el cover mirando también al cielo y susurrando algo a
Ozzy. Sin duda, el instante culmen de todo el concierto.
De
ahí y hasta el cierre más carreras y saltos. Interacciones con el
público. Algunas físicas caminando sobre y mezclándose con ellos.
Otras pidiendo máxima implicación a los brazos y las manos. Algunos
desajustes técnicos, tomados con risa. Destilando una pose
que parece querer romper el espacio sagrado de los totem del
género. Como si viniera a apropiarse algo que está desierto o
usurpado desde hace mucho tiempo.
Quizás
se deba a que éramos de los más veteranos en el concierto, pero con
todo estuvimos en una demostración más, y no será la última, de
que el rock está muy vivo. De qué hay
cantera. Hay pasión. Y ganas de pasarlo bien con la música
bien hecha como excusa. Si puede haber ese relevo entre aficionados
al género es porque existen artistas y propuestas como las de
Yungblud, capaces de irradiar hacia los más jóvenes. Y en
especial al público femenino.
Desde
luego, Yungblud ejercita sobre el escenario su propio estilo y
personalidad. Pero también las influencias de la música que le
gusta y ha compuesto su balance. Se nota esa afinidad con Ozzy y
también con Steve Tyler. Veo detalles de Iggy Pop, por supuesto, de
Freddy Mercury, y también las más glameras a lo Vince
Neil. Con todo lo malo y bueno que tiene. En conjunto es capaz, y
bien que se le agradece, de hacer de correa de transmisión de la
música rock entre generaciones, y está llamado a convertirse en un
referente.
A
mi juicio tiene mucho mérito, que en la actualidad, un chaval
haciendo rock (ignoro sus poderes y si viene o no desde el arroyo)
sea capaz de hacerse un nombre y arrastrad a una multitud de personas
jóvenes, muchas chicas y mujeres, hasta un concierto de género. Que escriba letras concienciadas con los problemas generacionales, de identidad, muchos de índole psicológica y todos complejos y trascendentes en una vida. Hoy en
día, con la música prefabricada y las letras para idiotas donde la mujer es hiper sexualizada. Donde el algoritmo marca la
música como un producto más de usar y tirar. Cuando todo es
marketing e impacto en las redes sociales lo que marca el ritmo de
qué se escucha y qué pasa ignorado o desapercibido. Cuando más imposible parece. Cuando la homogeneidad culturales más totalizadora, todavía salen nuevas propuestas
que reverdecen los viejos laureles del rock. Que proponen canciones
claramente generacionales, como Hello Heaven, Hello con la también abre este último disco, sin importarle que dure más de nueve minutos en la era del consumismo rápido de usar y tirar. Una valiente declaración de
intenciones.
Entre
lo negativo la corta duración del setlist puesto que este
buen mozalbete atesora una buena retahíla de temas para paladear en
directo. Y sin embargo, tras hora y media cerró la sesión con el
temazo Zombie. Echamos en falta, sobretodo mi mujer, canciones
como Mars, Parents y fundamentalmente Polygraph Eyes
que es de las que me había gustado de los deberes como escuchas
previas a los que me había comprometido. Entiendo que después de la
intensidad exhibida y la exigencia física adquirida Yungblud
se retirara exhausto, pero fue una pequeña desilusión ante la
propuesta de un artista que precisamente ha exhibido talento
interpretativo y compositivo como para abrir discos con temas de casi
10 minutos.
Tampoco
me hizo una ilusión extrema los muchos cortes al desarrollo continuo
de las canciones y la música. Interpelar al público está bien,
pero en mi opinión, estas deben ser breves y cortas, no hacerse
repetitivas y ni romper la dinámica propia de la música y su
interpretación. Hacerse más para emocionar que para una foto o una
pose, pero es innegable que la conexión conseguida con el público
fue colosal, gracias a la espontaneidad y naturalidad con la que se
hacían, y llevo a ambos, cantante y platea, a una catarsis tremenda.
Son
mis cosas, como también el ver que algunos tramos del guitarra
principal (lo tenía enfrente) estaban sampleados. Pero eso ya
para el oído y ojo expertos. O tener que lidiar con mendrugas que
protestan porque se saca una camiseta con mensaje cuando ni ha
empezado el concierto, pero que no protestan cuando todo se inunda de
móviles haciendo videos. Por cierto, de verdad, no hay que grabar
el concierto ni hacer 300 fotos que además van a quedar regu.
De nada, eh
Y
sin embargo, la satisfacción con el concierto de Yungblud fue
plena y se hará poderosa en la memoria con el tiempo. Un concierto
sin fisuras, coherente en su propuesta de caos y emoción.
Quizá
asistimos, sin saberlo, al advenimiento de la nueva rockstar,
el nuevo icono que engarce a las nuevas generaciones, y en especial a
las féminas, al mundo del rock y del Heavy Metal. El Mesías que
abra la puerta del Valhalla a todos aquellos que viven cegados
bajo la tiranía del algoritmo del más adinerado y de la laminación
multicultural. Que rompa los rigores de la uniformidad musical.
¡Larga
vida a Yungblud!¡Larga vida a la música!¡Larga vida al rock!
Ayer
15 de octubre fue el día de la Huelga General por Palestina y
en contra del genocidio cometido por Israel en Gaza. Y ayer
muchos paramos por solidaridad y convencimiento en la dignidad del
pueblo palestino, en el valor de todas las luchas por los
derechos humanos que a través del mundo se están llevando a
cabo frente a los opresores y fascistas, y por último, por la propia trascendencia de un movimiento social que debe provocar el alzamiento
de todas las buenas personas que llevamos años pidiendo salidas más
democráticas y justas al caos social e internacional. Y si, también
en lo referente al perenne conflicto en Oriente Próximo.
El
paripé de Trump ha dado con el fin de los bombardeos y las matanzas
de gazatíes pero no ha cerrado en absoluto las ansías colonialistas
de la élite sionista israelí. Ni siquiera ha puesto en solfa a la
opinión pública hebrea, salvo escasas excepciones, y pese a un
desgaste colosal tampoco saca a Netanyahu del poder ni mucho menos lo
sienta ante un Tribunal Internacional de Derechos Humanos por delitos
de genocidio y lesa humanidad.
Evidentemente
muchos respiran aliviados y celebran un tibio alto el fuego, por
supuesto empezando por los supervivientes de dos años de invasión
militar y ofensiva y un horror de múltiples caras entre las que
destacan las torturas, el hambre, los bombardeos sobre hospitales y
la matanza indiscriminada de civiles y selectiva de periodistas. Las
víctimas de tanta barbarie (67.507 según cifras oficiales, me temo que muchas más) siguen sepultadas en los escombros,
marcadas de por vida los heridos y mutilados, y contando por decenas
de miles el número de refugiados. No parece que todas estas
personas, estos seres humanos, hayan sido tenidos en cuenta en el
besamanos a Trump -y a Netanyahu y al sionismo-, del pasado lunes en
Egipto, por parte de todos sus aliados en la zona y algunos
individuos o países concretos como Noruega, Bélgica, Irlanda o
España, cuyos mandatarios fueron expresamente invitados por el
anfitrión por su paso al frente en el reconocimiento del estado
palestino. El silencio y complicidad de la Unión Europea
ultra liberal clama el cielo.
Trump
en su auto-proclamación al Nobel de la Paz (tan indigno premiado
hubiera sido como el que lo haya sido una fascista reconocida que
aboga por una invasión militar a su propio país) ha promovido en
conveniencia con Netanyahu este acuerdo de paz firmado con Hamás,
por el alto al fuego y la liberación de los rehenes del 7 de octubre
-y entrega de cadáveres-. También se incluyen el desalojo de miles
de palestinos encarcelados, muchos niños y adolescentes, todos sin
juicio en las prisiones y campos de detención israelíes.
En
general, se trata de un alto al fuego que quiere presentarse como una victoria de
Israel, pero que en realidad constata su más horripilante fracaso.
Presentado como un estado expansionista, genocida y militarista,
incapaz de acabar no sólo con la loable resistencia del pueblo
palestino, sino incluso de liberar por su cuenta, de manera
unilateral y por la fuerza a los rehenes, que han sonado más a
excusa para seguir manteniendo el carácter judío del estado de
Israel, a base de matanzas indiscriminadas, ante el aumento de los ciudadanos árabes dentro de sus
fronteras. Sin obviar, por supuesto, los intereses pecunarios de los fabricantes de armas de Occidente.
Desprestigiado
y visto como el principal escollo para la paz y el progreso de
Oriente Próximo, Israel ha aceptado la presión de Trump por
un alto al fuego que tampoco vale para dotar de estabilidad política
al país, a su sistema autoritario y a su primer ministro, acuciado
por la corrupción. Un Netanyahu enclaustrado en el gobierno y con un
parlamento de derechas y extrema derecha que aún así, ya cuestiona
su idoneidad.
Desde
luego el plan firmado pronto va a quedar en nada. Primero por la
propia intención de Israel de seguir perpetrando el
genocidio, estableciendo más asentamientos ilegales según el
derecho internacional, y negándose a la solución de los dos estados planteada ya en 1947 y de la que Estados Unidos ha sido,
y con cada uno de los episodios de violencia de manera palmaria,
cómplice en su negativa. El plan expansionista con la erradicación
genocida de la presencia árabe de Palestina para convertirla en el
Gran Israel, sigue intacta y las intenciones de los líderes
sionistas es continuar en la senda de la guerra, el apartheid
y el genocidio.
Pero
el alto el fuego, como no, es celebrado por la resistencia
palestina, tanto en Gaza y Cisjordania, en el mundo árabe, como
en el resto del planeta, primero, porque pone fin a las matanzas, y
después porque demuestra lo fallido de los objetivos israelíes y
del sionismo.
Sólo
la resistencia del pueblo palestino y su ejemplo como expresión
máxima de la dignidad humana ha dado alas a que en el resto de sociedades del mundo se alzasen las protestas e indignación
de millones de ciudadanos, escandalizados ante este genocidio y por
la impunidad y aliento que se ha dado a Israel para cometerlo, por
parte de los representantes políticos occidentales. También, y por
fin, se ha puesto en solfa los apoyos económicos y comerciales a
Israel, en especial, el sustento tecnológico y militar. Quiero en
este punto recordar que fueron los estibadores y el personal de los
puertos españoles, los primeros en negarse en colaborar con el
estado genocida israelí.
Y
por supuesto, también se está discutiendo y plasmando el rechazo a
las políticas de blanqueamiento del estado israelí, tanto en
el plano cultural, con Eurovisión como símbolo, y también en el
deportivo con la presencia de participantes israelíes en las
competiciones internacionales. Las protestas en la Vuelta ciclista a
España han sido la catarsis de un impulso ciudadano, que en muchos países puede imbricar con un malestar generalizado con el
estado de las cosas y articular de ese modo, los cambios y
revoluciones pendientes.
Pero
esta paz que muchos celebramos no nos puede hacer olvidar. La paz
nunca puede ser una renuncia a la dignidad ni a la memoria. No puede
significar legitimar las tropelías del imperialismo sionista de los
últimos dos años, pero tampoco la tierra quemada por guerras de
piedras contra misiles de desde hace 70 años. La paz exige
justicia, dignidad y reparación. Que Israel reconstruya con sus
propios recursos lo destrozado en Palestina. Las infraestructuras y
recursos materiales. Que los refugiados puedan volver a sus casas, a
sus campos y recuperar su vida para progresar. Aún con todo, no
podrá reparar el dolor causado a la población. Ni siquiera con el
necesario y justo enjuiciamiento de los responsables del genocidio,
tanto a nivel político como militar, así como de los propios
soldados que apretaron gatillos y lo celebraron en sus redes
sociales.
La
paz tiene que ser respetar la dignidad y los derechos de
autodeterminación del pueblo palestino. Hacer valer la legalidad
internacional y los acuerdos entre iguales. Y romper en definitiva,
la sumisión de millones de personas ante unas élites genocidas y
supremacistas que desde demasiado tiempo ya han sido defendidas y
sostenidas por las élites políticas de Occidente.
Imagina
mezclar la potencia visual y espiritual de una haka maorí,
como las que vemos antes de los partidos de los All Blacks (atentos
ahora a las de las Black Fermns), o de cualquier equipo
polinesio de rugby, con un metal vigoroso, contundente y que suena
original. Añade la presencia física de 5 tiarrones polinesios, que
perfectamente podían pasar por la tercera línea de cualquiera de
las selecciones de rugby del Pacífico Sur. No te olvides de sumar
unas letras muy dinámicas con un contenido más que interesante de
reivindicación de la identidad de los pueblos polinesios y de
ascendencia indígena, y de la necesidad de justicia y reparación de
los agravios cometidos durante la época colonial. Agita la coctelera
tras añadir unas influencias musicales muy concretas del más puro
trash americano, en especial las referencias a Anthrax, Sepultura o Pantera, por
supuesto Metallica, pero también del metal-core de
grupos como Slipknot, Saliva, Drowning Pool o
incluso P.O.D.No olvidarse de la influencia manifiesta de
Gojira y de las propias que atesora la banda francesa. El
resultado no podía ser más intenso y estimulante.
Pero
esto que acabo de relatar no es una imaginación de un fan del metal
y el rugby, ni tampoco la idea comercial de un gurú del marketing musical ávido de exprimir unos talentos para cubrir a muy buen
precio un nicho de mercado. O fabricarlo directamente. Al menos yo no
he encontrado esa posibilidad. No. Esto que presento en el párrafo anterior es
real. Ya existe esa banda de metal procedente del Pacífico. Son
Sherpherds Reign.
Esta
banda proviene de la ciudad de Auckland, en la isla Norte de Nueva
Zelanda. Su ascendencia es maorí, y concretamente samoana. Sus
integrantes son Filiva'a James (cantante y a los teclados), Oliver
Leupolu y Gideon Voon como guitarras, Joseph Oti-George al bajo y en
la batería Shaymen Rameka.
La
banda surgió entre 2010 y 2015 fruto de la amistad entre Filiva'a
James y Oliver Leupolu quienes se conocieron en su aula de piano
clásico, y que compartían una afición al metal desde la más
tierna infancia. Poco a poco fueron añadiendo referencias del género
a sus gustos musicales y a sus experiencias y flirteos con la música
clásica, para en los años referidos, convencerse de la posibilidad
y gusto de hacer una banda de metal para hacer versiones de grupos de
metal americano y tocar sus propias composiciones. Para ello fueron
añadiendo al resto de integrantes y a constituirse como agrupación
hacia 2013.
Pero
no sería hasta 2018 cuando presentaron su primera demo con la
composición Concrete Walls, que les generó el dinero
suficiente a través de tocar en garitos para poder autoeditarse su
debut homónimo. Llamaron rápidamente la atención tanto del
periodismo especializado, como de los medios generalistas, puesto que
el primer single, Le Manú, fue significada por la prensa como
la primera canción de Heavy Metal en lengua samoana.Este
reconocimiento, y fundamentalmente el seguimiento de los fans del
género, les abrió las puertas para firmar con una discográfica y
lanzarse a una gira por Australia, Nueva Zelanda y Japón, y después
poder sacar el álbum Alai Mai, en 2023.
El
estilo de Shepherds
Reign
se basa en canciones muy potentes dentro del sub-género del
groove-metal
y recuerda a bandas como Machine
Head
o Rod
Zombie,
a parte de las citadas al principio de esta entrada. De hecho, las
intros de sus canciones me parecen muy brillantes sustentadas en la
potencia de una base rítmica muy propia del trash,
a la que añaden timbales y sonidos de percusiones propias del folclore índigena, para después acoplar las guitarras, y fundamentalmente la voz de
Filiva´a que se conjuga de maravilla para añadir más dureza e intensidad a las
composiciones. Todo esto cobra especial significación con las
letras, puesto que el grupo está muy comprometido con sus raíces y
con la historia de su pueblo, así como con las problemáticas a las
que se tienen que enfrentar. De hecho el cantar en samoano compone una novedad en el mundo de la música, y más concretamente en el metal, pero demuestra su compromiso con su origen y su conciencia como maorís. Muchas de esas problemáticas tienen que ver con la relación con los descendientes europeos en la propia Nueva Zelanda o
en Samoa y en otras islas del Pacífico, pero también destacan los
problemas medio-ambientales que castigan a estas comunidades o la
pérdida del patrimonio y el folclore autóctonos. En este sentido,
Ala
Mai, como
digo su segundo trabajo y que se traduciría como una voz en samoano
que dice “¡Despierta!”,
es una llamada tanto a los vivos como a los antepasados de los pueblos maoríes para que todos unidos puedan superar esas adversidades y mantener su patrimonio y la identidad de no solo a los samoanos, sino de toda la comunidad
polinesia.
Afortunadamente,
y de las cosas buenas que ya muy raramente te ofrece Youtube,
la banda se va abriendo hueco y ya han empezado a llegar a Europa.
Particularmente, su propuesta me resulta muy estimulante, tanto a
nivel visual, como musical, así como la originalidad de sumar el
samoano y la estética polinesia (no faltan las hachas, mazas y otros
elementos tribales en su presentación) al Heavy
Metal.
En
este sentido, radica un profundo orgullo por cómo el Heavy
es capaz, de en el contexto de la globalización cultural reinante,
sumar a otras experiencias culturales e identitarias, dándoles su
espacio, haciendo que se hagan propias y que no copien sin más lo
que ya se ha hecho, o lo que ya se ha impuesto, sino que ofrezcan su propia visión, plena de compromiso y autenticidad. Contrasta con la
homogenización hegemónica actual que ha expulsado cualquier otra
expresión musical de los medios de comunicación de masas, y por lo
tanto, del grueso de la población.
Por
ello, por esa suma de un estilo propio y original y por la propia
trascendencia de su música y trabajo os recomiendo que os sumerjáis
en el trabajo de Sherpherds
Reign
(en la actualidad están preparando su tercer disco con la intención
de empezar a sonar con regularidad en Europa y Estados Unidos).
Seguro que os pasará como a mi y les añadiremos a nuestra lista de
intereses, para ver si llegan por aquí y se les puede disfrutar en
directo. Ganas ya hay, eh.