martes, 5 de mayo de 2020

Día 52 de confinamiento: De responsabilidades y españas


Los días y semanas de confinamiento van pasando al tiempo que las temperaturas primaverales se tornan en veraniegas. El calor sube mientras los datos económicos se desploman y en España “nos” afanamos en demostrar nuestras más verdaderas señas de identidad.
Por supuesto, como en todo y como siempre, el Gobierno de la nación tiene que ser y puede ser llevado a critica. Pero antes de poner la lupa sobre los que están tomando decisiones colectivas debemos ser nosotros mismos quienes desde una responsabilidad individual nos comportemos con civismo, respeto y solidaridad por un beneficio colectivo. Aunque sea el acérrimo rival quien gobierne.
En España cuando se pone una normativa no se ve como una cuestión a cumplir y respetar, sino como un reto que superar. Con las fases de desescalada del Estado de alarma se está comprobando una vez más.
Que ante los primeros días en los que se permiten salidas controladas de niños y adultos para pasear y hacer deporte, veamos como se llenan las calles, los caminos, las playas. Se hacen botellones y se comienzan a llenar terrazas y bares por encima del límite de las recomendaciones de distanciamiento social y de prevención sanitaria. Las caceroladas para mostrar disconformidad con los rojos y las banderas y crespones negros son la seña de una de las dos Españas. Y los aplausos el hito diario para mostrar al mundo, básicamente a los vecinos, el postureo más rancio y el compromiso con principio y final en nuestro ombligo.
Ojo, que no quiero decir que esto no pase fuera de nuestras fronteras, pero a mi lo que me preocupa es lo que pasa dentro de ellas y estas actitudes, a parte de parecer imposibles de cambiar, nos definen en demasía. Nos hacen carne de escarnio y lo más importante: Ponen en riesgo a toda la sociedad en una situación de pandemia grave y de colapso, creo que definitivo, del sistema neoliberal-capitalista y político liberal.
Al tiempo, el Gobierno va al Congreso a buscar una nueva prórroga del Estado de Alarma justo cuando los datos de contagiados y fallecidos van bajando gracias, indudablemente, primero por el trabajo honesto y arrollador del personal sanitario y de todos los y las trabajadores que han mantenido el sistema de cuidados y la distribución de alimentos y bienes y servicios básicos. Pero también, gracias a esas medidas impopulares pero que nos han protegido confinados en nuestros hogares. Pues bien, justo ahora, cuando doblegamos la curva y más importante es mantener unas semanas más la precaución y el cuidado los distintos grupos políticos miran su interés particular por encima del general.
Las derechas de este país, cainitas, corruptas e insolidarias aprietan discurso de oposición por definición, sin ningún tipo de alternativa y lo que es peor, desdiciéndose de lo que decían hace 10 días, simplemente por el hecho de que conciben mayorías a su favor por llevar la contraria al gobierno. Incluso en uno de los momentos más graves de nuestra historia.
Lo hacen también, porque no pueden permitirse que nos demos cuenta de que somos nosotros, la clase trabajadora, la verdadera fuerza del país. El sustento de los beneficios empresariales por supuesto, pero además, la argamasa y los ladrillos que construyen el país. Hay que reactivar la economía, no sea que los poderosos a los que se deben dejen de ganar dinero. Qué más da si nos morimos los obreros y las obreras.
Por primera vez en la historia a una crisis social tan colosal como la que tenemos delante se le están dando respuestas económicas y sociales que empatizan con los más desfavorecidos. Se está legislando y actuando en materia económica y social para intentar no dejar a nadie atrás y para que la crisis no la acabemos pagando los mismos de siempre.
Frente al gobierno se posicionan quienes solo saben utilizar todo en beneficio político privado. Una tragedia, una crisis, unos muertos. Los que despiden médicos y enfermeros. Los que se quejan porque les han quitado competencias en esta situación extrema para mejorar la gestión y respuesta y no acabar con diecisiete mandos para luchar frente a un ataque al nivel nacional (y también por supuesto global). Insolidarios y vomitivos. Una clase política, la derecha de este país y de los múltiples países dentro del país, que me provoca vergüenza y náusea y sobretodo afila mi puesta en vanguardia para derrotarlos siempre.
Si mañana no apoyan la prórroga del Estado de Alarma y acaba llegando un rebrote o un repunte de los infectados y fallecidos deberíamos saber ya a quien aplicar las cuentas. Nuestros médicos, enfermeros y todo el personal que ha trabajado estos meses no se ha jugado la vida para que políticos mediocres e iletrados traten de sacar rédito electoral tratando de hacer que nada cambie. El PP no ha propuesto nada todavía en ninguno de los plenos anteriores, frente al resto de grupos (incluida la extrema extrema derecha) pero cada día, los irresponsables mezquinos e idiotas congénitos como Ayuso y Casado han llenado de ruido toda una situación que nos debería rearmar como país y sociedad.
No podemos perder en perspectiva de que no sólo se trata del mando único para luchar contra la pandemia. No se trata de un problema de comunicación. Ni tampoco a nivel sanitario y científico porque frente a otras experiencias están siendo técnicos y personal cualificado los que van marcando las pautas que sigue el gobierno. El tema es que la factura total caiga en las espaldas de la clase trabajadora, de los oprimidos, mientras los opresores especulan y sacan beneficio y no quieren que la justicia social se conjugue de una vez por todas en el estado español.
Para finalizar no puedo más que contaros como pienso pasar las próximas semanas. Seguiré confinado. Sólo saldremos al trabajo y a hacer las compras, tratando de concentrarlas en una hora un sólo día. El desinfectante hidro-alcóholico será la primera rutina al entrar en casa y los guantes desechables y mascarilla parte del atuendo imprescindible. Todo seguirá igual durante el mes de mayo y dependiendo de la situación veremos ir retornando vida normal ya en junio. Incluso para nosotros, emigrados en otra ciudad, la posibilidad de ir a ver nuestros padres y hermanos a nuestros pueblos y provincias de origen, dolorosamente la llevamos más lejos aún. Por responsabilidad.
Y no hace falta ningún gobierno, ni oposición, que me lo diga. Soy yo y el sentido común quienes me hacen tener responsabilidad, primero por mi salud, luego, indisoluble, ya por la de todos.
Por eso os pido a todas y todos, por muchas ganas que tengamos de una cerveza en una terraza, de una ruta de bici, o de un paseo por la ciudad, la playa o la montaña que seamos responsables. Empaticemos, nos dejemos guiar por las recomendaciones de las administraciones y sobretodo por nuestro sentido común.
Cuidaros mucho.

jueves, 30 de abril de 2020

Día 46 de confinamiento: El café Alcaraván


Hay una idea, una forma de llevar un negocio y una cafetería, que me parece sublime y preferible a lo habitual hoy en día. Hay un sitio donde paso las horas alternando cafés con cervezas y conversaciones con risas. Hay un lugar en el que me siento como en mi propia casa. Ese es el café Alcaraván, en Salamanca (calle de la Compañía, 12).
En estos tiempos que corren lo normal son los bares de quita y pon. Los pastiches de trampantojo y postureo. Las decoraciones presuntosas que pagan una pasta por la firma de diseño y una miseria por los mismos azulejos o la misma vajilla del IKEA o el Leroy Merlin que ves clonada en cualquier establecimiento. Las elaboraciones de producto y marca artificiales, globalizadas. Franquicias con las mismas mesas, los mismos manteles, las mismas propuestas, los mismos proveedores, la misma opresión sobre trabajadores precarios y mal pagados.
Sin embargo, frente a eso, a mi y a muchos nos tiene enamorados el Alcaraván. Porque es un café de los de antes. Mejor aún, de los de toda la vida. Donde la decoración es auténtica, propia y convierte el ambiente del local en un lugar único y reconocible. Y porque sirven el mejor café de la ciudad.
Son incontables las tardes, las mañanas, las noches (algunas menos) que con mi hermano, mis amigos, mi pareja, compañeros de trabajo, de lucha y barricada, o solo, he pasado en el Alcaraván, conociendo y conociéndome. Pero es especialmente junto a mi hermano con quien más rato y más memorable he vivido en esas paredes, en esa primera mesa a la izquierda junto a la entrada a los baños de la sala tras la barra en la planta baja.
En esos bancos y esas mesas de mármol sobre la estructura de una máquina de coser he sido un joven y ahora soy un hombre. Ahí nos hemos conocido y querido y compuesto un armazón de fraternidad. Arriba, en las mesas de mimbre hemos asistido a charlas. De ciencia, de historia, de sexualidad, de revolución. De presentaciones de libros. Hemos visto exposiciones de pintura y fotografía y escuchado conciertos y recitales de poesía. Y nos hemos enfrentado entre nosotros y con otros en la dialéctica y el discurso. Y al parchís, el ajedrez o incluso los dardos. Un lugar donde leer, donde trabajar con un portátil si lo necesitas.
El jazz era el aderezo a nuestras conversaciones, mientras disfrutamos un café vienés, un café sólo doble. O una cerveza nacional (dios, qué buena está allí la Estrella Galicia) o de importación. Una copa. Tras la comida en casa de mis padres; desayunando, el café de media mañana. La copa por la noche o la cerveza antes de ir de fiesta.
Bohemio, universitario, libertario, auténtico. Un clásico donde huir de la modernidad y la pos-modernidad. Donde abrigarse en su sensible decadencia que le añade más encanto, más interés, siempre asistido por sus dueños y trabajadores ejemplo de amabilidad y profesionalidad.
Si de normal, viviendo emigrado en otra ciudad, otra provincia, junto a mi chica ya echo de menos el café Alcaraván, en esta situación de confinamiento no os puedo decir más. Porque a esta nostalgia, a esa falta diaria que cuando voy a mis raíces, más o menos una vez al mes, le pongo remedio y cuento allí a Ángel o a Raúl, ahora se le añade un temor. La duda de que la cafetería no pueda sobrevivir y se vea cerrada y convertida en otra trapa candada de esta Salamanca que me duele, o lo que es peor, en uno más de esos locales pretenciosos, totalmente prescindibles.
Por eso, en la medida que podáis, con la seguridad que necesitáis, vosotros y ellos, pasad en cuanto se pueda por el Alcaraván. Tomad un buen café, conversad, sed libres y ayudarles como se pueda para que siga vigente una seña de identidad de nuestra ciudad tan notable y auténtica, que forma parte del patrimonio de Salamanca. Yo en cuanto pueda desplazarme lo haré.

miércoles, 15 de abril de 2020

Día 32 de confinamiento: Ayreon y la ópera rock



Avanzando en el confinamiento ha llegado la hora de recomendar algo de música y descubrir -quizás peque de osadía pero éste no es un grupo muy conocido- a una nueva banda de heavy metal. Y no una cualquiera, sino una muy peculiar, nacida de la desbordante mente de un hombre que tenía en su cabeza recuperar o adaptar una forma de presentar la música, como es la ópera, al mundo del metal. Así con ese ímpetu nacía Ayreon.
En 1995 cansado por no poder dar rienda suelta a su creatividad en sus bandas anteriores Arjen Lucassen emprendía un nuevo camino. Éste compositor y multi-instrumentista holandés deseaba por aquel entonces navegar su música hacia el metal progresivo y la experimentación donde dentro de una propuesta claramente de metal-sinfónico había lugar para la música electrónica y el folk. Así además de los instrumentos habituales de toda buena banda de metal se introducía el uso de sintetizadores, órganos eléctricos mezclados con mandolinas, violines, violas, cellos, flautas, cítaras, etc.
The Final Experiment era el nombre de la primera obra de Lucassen en su nuevo camino y cumplía de maravilla su propósito. El autor probaba su nivel compositivo y su capacidad de llamada para reunir a notables músicos de la escena holandesa para grabar con él. Se empezaban a tejer las redes de algo nuevo, de una forma novedosa y apasionada de presentar la música heavy. Nacía así la ópera rock con temas que seguían un orden e hilo argumental, con personajes, interpretados por los mismos cantantes e instrumentistas durante todo el disco.
Por regla general, en cada uno de los discos de Ayreon, Lucassen compone toda la obra, tanto música, como letra, graba todas las guitarras y se reserva un personaje de la obra para cantar acompañado de las figuras del metal que invita y aceptan gustosamente la colaboración con él. Tanto cantantes (en sus diversos registros de voz) como músicos se involucran en la ejecución de la obra poniendo énfasis a narrar historias de la prolífica mente del autor, alimentada desde su infancia con cuentos y leyendas folclóricas, historia tanto de Holanda como del Norte de Europa y también de la ciencia ficción, por lo que acaba mezclando unas cosas con otras para ofrecer historias plenas de belleza y sorpresa que hacen que te claves hasta que escuchas y descifras el final.
Into the Electric Castle fue el siguiente álbum y continuaba la historia de The Final Experiment. Ocho personajes, cada uno o una interpretados por una voz distinta, desarrollan una historia en la que cada uno viene de una época histórica distinta y comparten un futuro distópico y ultra tecnológico en el que deben vivir (y luchar) basándose en su intuición y sobretodo en los saberes y costumbres de sus épocas originarias. Así vemos a un romano, una india norteamericana, una egipcia, un escocés o un caballero medieval tratando de sobrevivir en un tiempo extraño y caótico. Con nombres tan reconocibles como los de Sharon den Adel (Within Temptation) o Anneke van Giersbergen (The Gathering, banda en mi opinión infravalorada) es una pieza memorable.



Quizás sea la obra más redonda de Ayreon y sobretodo la primera que fijo un sonido reconocible. Un caleidoscopio sonoro donde tienen cabida guitarras eléctricas, dobles bombos, liras, zanfonas, secciones de cuerda y de viento metal sinfónica. Metal progresivo de indudable virtuosismo y capacidad técnica que con facilidad construye y nos sumerge en universos propios plenos en tanto detalle y belleza.
Pero ahí no paró la imaginación de Lucassen y siguió experimentando y dejándose acompañar por algunas de las más celebres voces y artistas del metal. Así el disco 01011001, le servía de catarsis para superar la depresión tras su separación con su mujer, con composiciones más oscuras, más propias del doom metal, y que deja canciones espectaculares tanto por la composición por el talento reunido en su interpretación.
Después tras varios años de silencio e introspección Lucassen volvió a los orígenes musicales de Ayreon con The Theory of Everything (2013) donde acompañado por Cristina Scabbia (Lacuna Coil), JB (Grand Magus), Tommy Karevik (Kamelot) o Marko Hietala (bajista y compositor de Nightwish) por primera vez nos dibuja el mundo actual y real, tan dramático como lo reconocemos y cruel como lo intuímos.



Su última publicación hasta la fecha es The source (2017) donde vuelve a dar rienda suelta a su imaginación y nos traslada a un mundo imaginario de planetas extraños y donde bailarán las épocas históricas. Lo hace con un elenco asombroso donde destacan James Labrie (Dream Theather), Tobias Sammet (Avantasia y Edguy), Hansi Kürsh (Blind Guardian), Simone Simmons (Épica) o Floor Jansen (After Forever y Nightwish). Durante cuatro actos descifrará el universo onírico del autor dejándonos un mensaje de optimismo tras las sombras y de positivismo si sabemos luchar para preservar el conocimiento, su acceso universal y la salud de todos los seres de la galaxia.


Pero esto no podía quedarse ahí y debía llevarse al escenario. Así que con ese empeño y durante casi 3 años Lucassen trabajo para crear el evento total, la representación de una ópera rock con sus composiciones y universo como protagonistas. Y fue en 2017, más de veintidós años después de su nacimiento en 1995, cuando Ayreon dio su primer concierto.
En realidad tres, porque a los dos previstos, le tuvo que dar un tercero también de aforo completo ya que la demanda de entradas desde todo el mundo fue colosal, agotándose para cada día en apenas 10 minutos. Fue en Tilburg, en Holanda, donde pudo reunir en la sala 013 (probablemente la mejor sala de conciertos de Europa) toda la escenografía necesaria, pantalla gigante y decorados para dar rienda suelta a la máquina de los sueños que es su mente y de esa manera, tras lograr reunir a la pléyade de estrellas del metal para la actuación (cosa que no tuvo que ser fácil) poder por fin, no sólo dar gusto y satisfacción al sueño de miles de fans, sino también y muy importante, tomar satisfacción de ver su obra representada y con un acogida tan colosal. Espero que se siga animando a representarla y aunque haya que viajar fuera de estas fronteras, cuando se pueda, ir a paladear el mejor metal sinfónico posible. El de Ayreon




Al tiempo Lucassen se adelantaba varios años al confinamiento y creaba el universo de Stream of Passion, banda compuesta por varios músicos de distintas partes del globo que se ponían de acuerdo para ensayar y grabar a través de internet en sesiones de video conferencia.



Espero que gustéis de probar las mieles de Ayreon y de la fantástica capacidad e imaginación de Arje Lucassen y usando un poco youtube y con esta modesta entrada, haceros algo más amenos los ratos de encierro.




martes, 14 de abril de 2020

Día 31 de confinamiento: Resistiré. Si pero con Barón Rojo



Las 8 de la tarde es la hora de los aplausos. Y también de atronar al vecindario con himno y canciones inocuas que fortalezcan nuestro espíritu y nos auto-refuercen durante el confinamiento. La más usada es el Resistiré del Dúo dinámico. Verdaderamente una canción de radio fórmula añeja, bien intencionada y fácilmente coreable, que no provoca más reacción que una leve sonrisa y un rato de desapego de la realidad. Poco vas a pensar, ni durante, ni tras la escucha, y puedes volver a cerrar la ventana, bajar la persiana y continuar con el encierro otras 24 horas más.
Pero hay otro Resistiré. Hay otra canción que apela al sentimiento de supervivencia y de no rendirse jamás. Hay una letra que denuncia el estado de las cosas, que pone palabras a la sensación de hartazgo, desazón y miedo. Y que lanza un mensaje de revolución y dignidad por encima de lo que nos quieren hacer creer, empezando por la aceptación sumisa de la situación que vivimos.
Es Barón Rojo quien la firma y el grupo madrileño, una de las grandes bandas -si no, la que más- del metal español, la ha llevado a concierto durante sus 40 años de vida. Dentro del Volumen brutal, segundo álbum del grupo publicado en 1982, se incluía una canción que con su letra de rebeldía y activación frente a la resignación se plasmaba como un himno también ante la situación del país en aquella época, con también, y cuando no, una amenaza fascista de por medio.
Todo el disco fue un gran éxito tanto en España como en Reino Unido y ayudó no sólo a dar a conocer al grupo, sino al metal hecho en castellano, lo que abrió las puertas de los grandes conciertos europeos a la música heavy hecha en nuestro país.
Propongo, hoy 14 de abril, y de hoy en adelante, colocar en el vecindario el Resistiré de Barón Rojo.


domingo, 12 de abril de 2020

Día 29 de confinamiento: El día menos pensado. Un Gran Hermano de ciclismo



Ayer escribía sobre lo patentes que quedan las diferencias sociales a la hora de aprovechar (o no) el tiempo en casa, el tiempo en confinamiento. Pues hoy voy a mostrar parte de mi estatus y del privilegio que tengo. Porque ayer sin quererlo disfrutamos de una serie documental que me ha puesto en la obligación de hacer mínima reseña. Anoche a través de netflix veíamos la serie del Team Movistar ciclismo.
El Día menos pensado fue estrenado el pasado 27 de marzo y compuesta por 6 capítulos de aproximadamente media hora cada uno fue rodada el año pasado durante más de 8 meses. Venía a narrar el año del arco iris, el año de Campeón del Mundo de Alejandro Valverde. Y también, y hecho no menos importante y trascendente, los 40 años en competición que la estructura del equipo (aunque con diferentes nombres) lleva en el pelotón profesional.
Es de alabar y de agradecer que Movistar nos haya abierto las puertas de su casa. De su concentración de pre-temporada; del despacho del director general; del autobús del equipo, antes y después de cada etapa. De los coches de equipo donde se ve la pasión y la intensidad máxima de cada momento, de cada decisión. De las habitaciones de hoteles en momentos de masajes y descanso. Y de los comedores de esos mismos hoteles durante desayunos y cenas. Haber podido conocer a los ciclistas y directores y auxiliares. En su vida íntima. En sus orígenes. Un lujo y un regalo que cualquier aficionado al ciclismo no puede perderse.
Pero es que además han compuesto una obra tremenda. Un ejercicio de Gran Hermano deportivo en el que se narran con crudeza todas las emociones y sensaciones. Todas las disputas. Todas las polémicas. Valiéndose de un despliegue tecnológico amplio nos han regalado grandes momentos dentro de los coches en carrera, con la tensión máxima oyendo las conversaciones privadas y la emisora (el tan denostado pinganillo) del equipo.


Esos 8 meses siguiendo, dentro del autobús del equipo por Lieja, italia, Francia o España han compuesto un documental precioso, un regalo televisivo para todo aficionado y que nos ayuda a contextualizar y conocer este maravilloso deporte. Además lo han hecho a calzón quitado con lo dicho en cada momento del año, explicando cada decisión, desde las deportivas hasta las comunicativas, y también, en las entrevistas tras la temporada, las sensaciones vividas. Para ello ha sido muy importante el montaje final en el que han tratado de salvaguardar la imagen del equipo ya sabiendo quien si y quien no iba a continuar la siguiente temporada, pero a la vez, y esto es muy de alabar, sin censurar ninguna de las decisiones pésimas que toma el equipo y que a muchos aficionados nos cabrea. Y nos divierte también.
Vemos a un Movistar Team muy potente. Una estructura asentada que reúne a muchos ciclistas y personal de talento y calidad incuestionable y con unas herramientas de primer nivel. Nos enseñan como preparan y reconocen las cronos y las etapas de montaña. Pero también nos enseñan que van al Tour con intención de ganarlo y no duelen prendas en admitir que no habían entrenado ni un mísero día la crono por equipos donde ya sufrieron un escalabro colosal que tiñó el objetivo de imposible.
La lucha de egos entre líderes son la salsa que adereza el nutritivo guiso de la vida de un equipo profesional de ciclismo hasta componer un plato excelente en gusto y presentación. Valverde, Quintana y Landa con las invitaciones de Carapaz y Marc Soler se presentan y quedan retratados a cada momento por sus palabras, pero sobretodo por su actitud.
Un Alejandro Valverde honesto y siempre incisivo tanto en el planteamiento de la carrera como en sus sentimientos. Primero dolido por su bajo nivel en la primera parte de la temporada y al final feliz por su podio en la Vuelta.
En el Giro con un Richard Carapaz campeón incontestable mientras Landa que iba de líder se plegaba a trabajar para el ecuatoriano, formando con todo el equipo una piña que funcionaba magnífica en la carretera y sobresaliente fuera de ella. Y donde el liderato ejercido desde los coches por Sciandri y Chente configuró un ciclismo ofensivo y dominador.
Y el Tour. ¡Ay el Tour!. Con problemas desde el principio. Estrategias que saltaban por los aires por un combate constante por quien tiene razón. Quien es el líder y quien no. Algo que durante la Vuelta también fue una constante pese a que al final, como el mismo decía, “el Balica siempre está ahí para sacar las castañas del fuego”.
Que el ciclo de Quintana en el Movistar estaba acabado eso lo sabíamos todos desde hace un año y medio por lo menos. Su actitud, egoísta y de enfrentamiento rompía a la escuadra y generaba un mal ambiente que pese al disimulo y las disculpas era evidente para todo aquel que viera las carreras.


En la Vuelta acontecimiento siempre especial para el Movistar hubo muchas más polémicas. Se demuestra que en la polémica etapa de Toledo el equipo ya llevaba una hoja de ruta para atacar en el punto donde luego hubo la montonera con el líder. Las palabras de Valverde sobre como Roglic se lo agradeció en privado y dijo que no tenían que haber parado que los que se habían caído eran ellos, son reveladoras.
Y luego lo de Marc Soler perdiendo una victoria de etapa ya ganada para ayudar a Quintana en los dos últimos kilómetros. Para mi sigue siendo injustificable. La victoria era de Soler y si un líder necesita que a dos kilómetros de la meta le tengan que llevar a la meta no es mucho líder que digamos. Y me da igual que fuera Quintana, Landa, Froome, Indurain o el santo papa.
Las explicaciones de Unzúe, patrón histórico del equipo, Lastras o Arrieta muestran su mayor conservadurismo con respecto a las tácticas de sus compañeros en el Giro, además de lanzar afilados mensajes -sobretodo en el caso de Lastras- que no sé muy bien como pueden ser tomados.
No quiero dejar muchos más espoilers, ni tramas descubiertas. Al final y esto es lo que importa disfrutamos muchísimo mi chica y yo viendo el documental y recuperando en la memoria el curso ciclista 2019. Como digo, y si tenéis la posibilidad, ver El día menos pensado. Documental, deporte, relaciones personales, reallity show y televisión de calidad al máximo.


sábado, 11 de abril de 2020

Día 28 de confinamiento: Gozar de estar en casa o sentirse encerrado en el hogar


Pasan los días y como era de esperar esto se hace cada vez más duro. En mi caso, no poder salir a hacer deporte se torna en algo crítico y sólo la responsabilidad para con mi salud y la de los demás me impide buscar ingeniosas formas de saltarme el confinamiento. Desde que lo descubrí hace ya 8 años, siempre he sentido esa necesidad de activarme desde la mañana con ejercicio. Gimnasio, salir a correr o con la bici (joder, cuánto echo de menos el poder rodar con mi bici de montaña) o por la tarde echar alguna carrera o unas canastas… Intuía la importancia de esa rutina para darme estabilidad en esta época de mi vida tan llena de cambios y a la vez estática, de empleos precarios, rebotando de uno a otro, de mala gana, con insatisfacciones. Ahora sin esa posibilidad le doy aún más valor mientras trato de encontrar alternativas entre el encierro de las cuatro paredes.
Buscando esas opciones inevitablemente acabo pensando en lo que esta situación está mostrando sin ningún rubor. Y sin que ningún medio tradicional lo indique y le dedique tiempo y recursos para explicar con antecedentes y consecuencias la siguiente realidad: La cada vez mayor desigualdad social.
No hay compañía importante de éste país que no haya dedicado recursos a hacer una campaña publicitaria para pedirnos #QuédateEnCasa y para loar que están ahí, que han estado y que estarán. Se destila un aroma de auto-ayuda para sacar una sonrisa y completar el mensaje de las administraciones en el Estado de Alarma. Añaden positivismo al momento de las palmas y los balcones -ya mucho más estridente que los primeros días- y darnos a entender que tenemos libertad aún encerrados y que podemos elegir como vivir estos momentos tan difíciles.
Probablemente no les falte razón ya que los avances tecnológicos, internet, abre una ventana al mundo que antes no estaba disponible. A nosotros. Porque hay muchos en el mundo que siguen sin tener acceso. Incluso más cerca de lo que creemos hay familias que no pueden pagar una conexión o tener un ordenador personal en el domicilio. No puedo pensar en familias con niños y niñas, o adolescentes, donde los padres, tienen que hacer de padre y educador al mismo tiempo. Y también entretener a su prole para que no se les vaya la cabeza.
Y es que considerar el confinamiento como una oportunidad de aprovechamiento del tiempo plasma las diferencias de clase. Los videos de gente haciendo deporte, música, actividades artesanales o artísticas o las recomendaciones de lectura o series en plataformas de pago por visión dibujan con precisión las desigualdades existentes.
Las opciones para desarrollar una actividad dentro del hogar muestran la distribución de los recursos materiales, de espacio, condiciones, sociales y culturales que se determinan en razón a la clase social.
Aunque nos pinten como iguales a la hora de vivir el encierro, la realidad es que hay muchas maneras de vivirlo en grados, separados por techos de cristal que añaden mayor desesperación y sentimiento de asfixia a los más desfavorecidos. Sé por desgracia que están repuntando los suicidios.
Sin ser de los peores, vamos no me puedo quejar y siempre me ha gustado pasar tiempo en mi casa, echo en falta tener más espacio. Haber podido llenar mi casa de material de ejercicio. Poder tener una terraza o un jardín. Y una habitación más para separar las funciones de los habitáculos y no pasar tanto tiempo siempre en el mismo. Pero hay en esta escala personas que tienen que compartir un espacio similar o incluso más pequeño entre cuatro, cinco o seis personas. A veces con problemas de movilidad y de salud añadidos. Hay quienes carecen de herramientas culturales y audiovisuales para desconectar de esta realidad y del hecho de estar encerrados en casa.
Están los que pueden “tele-trabajar” que pertenecen a una realidad social bien distinta a los que tienen que salir a trabajar porque mantienen servicios básicos. Y dentro de ellos están los peor pagados y las profesiones quizás más estigmatizadas, precarias y en continuo abuso (limpiadoras, reponedores, transportistas, tenderos,...)
En definitiva, hay quienes gozan de estar en su casa y quienes se sienten encerrados en su hogar.
Y no interesa que esa idea se propague. Que nos demos cuenta de nuestras desigualdades. Bastante tenemos con comprobar como algunos hemos tenido siempre razón y llevan más de 30 años desmontando nuestros servicios básicos, convirtiendo la sanidad en un negocio privado.
Para ello y como parte de todo el juego en la lucha contra el coronavirus se lanzan mensajes y ruedas de prensa con el lenguaje bélico predominando. Se habla de enemigo -hay uno evidente, la enfermedad y otro latente, el neoliberalismo y el capitalismo de amiguetes-. Buscan reafirmarnos y uniformarnos como héroes, por quedarnos en casa o por cumplir con las obligaciones que nuestros trabajos atesoran. Nos dan un rol de protagonista pero desde la pasividad de estar en casa -no podemos hacer otra cosa-.
Los aplausos ya no son, o cuando menos no son sólo, de agradecimiento a los sanitarios y trabajadores de éste país. Ya son un alegato hacia nosotros mismos como resistencia y algunas veces una muestra execrable de ombliguismo del cuñado de turno que bombardea con himno, resistiré o i will survive y sirenas y bocinas que tenga a mano.
Me da miedo el día que esto acabe. Ya tengo decidido que aguardaré tres o cuatro días antes de empezar a hacer vida normal. No quiero ser participe de la locura colectiva que se desatará. Que tomaré dos o tres semanas antes de ir a visitar a mis padres o a los de mi novia. Queremos cuidarlos hasta el mimo pero minimizando riesgos. Pero me da miedo el día después. Que quedemos en un estado de semi-confinamiento. Con las actividades de ocio y esparcimiento censuradas. Con imposiciones administrativas que coarten nuestra libertad. Que aprovechando que el coronavirus pasa por nuestras vidas nos metan más mordazas, nos hagan más sumisos, más pacientes, más controlados, más esclavos. Puede que no haga falta y directamente todos esos que aplauden tantísimo den una mayoría absoluta a los patrioteros que no disimulan su afán de hacer negocio con nuestras vidas. A mi no me engañan. Ni unos, ni otros.
Ya nos conocemos todos y sé que cuando esto pase en las Marchas de la dignidad, las mareas, la defensa de la sanidad pública y el sindicato alternativo nos veremos los mismos. O menos porque hayamos perdido compañeros y compañeras por el camino.
Tengo ganas de que acabe ya todo esto pero a la vez me da miedo comprobar como veraz y hasta en que grado, esta sensación de opresión que nos están metiendo.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...