El soldado Bradley Manning aún no ha sido juzgado, pero ya paga su condena. El hombre que supuestamente filtró toneladas de documentos secretos a Wikileaks lleva más de 250 días encerrado en una celda de 3,6 metros de largo por 1,8 metros de ancho; pruebe a calcular el espacio sobre el suelo, es un cuarto mas pequeño que una plaza de garaje. Manning está obligado a dormir completamente desnudo. No tiene sábanas, no tiene almohada. Sólo una manta, con la que tiene prohibido taparse la cabeza. No tiene intimidad, una cámara lo vigila permanentemente. La luz de la celda nunca se apaga, no hay gran diferencia entre el día y la noche, pero el prisionero no tiene permiso para dormir de cinco de la mañana a ocho de la tarde. Si se duerme a deshora, los vigilantes tienen órdenes de entrar para despertarlo. A las cinco de la mañana, suena una sirena y Manning tiene que permanecer desnudo frente a la puerta de la celda, con las piernas separas y las manos en la espalda, hasta que los guardias hacen el recuento. Sólo sale de su celda una hora al día. Puede andar por el patio de la prisión, pero tiene prohibido correr.
El argumento oficial es que Manning tiene tendencias suicidas, lo que por alguna razón que se me escapa justifica esta especie de tortura. “Lo que le está sucediendo a Manning es ridículo, contraproducente y estúpido”, aseguró hace unos días, P. J. Crowley, el portavoz del Departamento de Estado de EEUU. La crítica le ha costado el puesto, Crowley ha sido forzado a dimitir. Y Obama, el mismo Obama que prometió y no cumplió el cierre de Guantánamo, ahora justifica este maltrato.
El soldado Manning, Guantánamo, Bagram, Abu Ghraib, las innumerables cárceles secretas, los bombardeos en Pakistán, la gran masacre de Iraq, los bombardeos en Afganistán, los desmanes de los marines en Haití, etc., etc., etc. ¿Por qué creen, entonces, que EE.UU. se niega a acatar la autoridad del Tribunal Penal Internacional salvo cuando éste dicta alguna resolución contra otros que no son sus aliados?
Manning no se lo merece. Pero no sólo porque sea tremendamente injusto que el hombre que permitió que el mundo conociese los abusos del ejército estadounidense en Irak o Afganistán pueda ser condenado a cadena perpetua, mientras que aquellos soldados que perpetraron esos crímenes ni siquiera vayan a ser juzgados. Nadie, ni siquiera el peor criminal, se merece la tortura. Los inocentes, aún menos.
A continuación un artículo de El País del 20 de marzo de 2011 en el que se relatan las condiciones en las que está siendo encarcelado y sometido Manning:
Bajo las condiciones actuales, además de dejarme desnudo por las noches, se me mantiene en régimen de aislamiento. Durante 23 horas al día me siento a solas en mi celda. Los guardias me controlan cada cinco minutos durante el día, preguntándome si estoy bien. Debo responder con algún gesto afirmativo. Por la noche, si los guardias no pueden verme con claridad, porque me he cubierto con una manta o estoy acurrucado contra la pared, me despiertan para asegurarse de que estoy bien. No puedo tener sábanas o almohada. No puedo tener mis enseres personales en mi celda. Solo puedo tener un libro o una revista a la vez para leer algo. El libro o la revista se me quitan por la noche, antes de dormir. Tampoco puedo hacer ejercicio en mi celda. Si intento hacer flexiones, sentadillas o cualquier otro tipo de ejercicio físico, los guardias me obligan a detenerme. Finalmente, solo puedo hacer una hora de ejercicio fuera de mi celda cada día. Ese ejercicio consiste en caminar en círculos, haciendo ochos, en una habitación vacía".
Héroe para algunos, villano para otros, en esa monotonía pasa sus días de encierro el soldado raso Bradley Manning, de 23 años, en una cárcel militar de máxima seguridad en Virginia, acusado de entregarle al portal WikiLeaks cientos de miles de informes clasificados sobre las guerras de Afganistán e Irak y cables secretos del Departamento de Estado. EL PAÍS ha obtenido una carta de 11 folios que el soldado envió el 10 de marzo al coronel Daniel J. Choike, jefe de la base de Quantico, en Virginia, donde se halla encerrado. En ella relata interminables días de soledad, confusión y desesperación.
El 18 de enero de 2011, y durante tres días, se puso a Manning en observación por riesgo de suicidio, por recomendación de un capitán y un psiquiatra. Perdió los pocos privilegios que tenía. "Se me obligó a quedarme en mi celda durante 24 horas al día. Se me quitó toda la ropa, a excepción de los calzoncillos. Se me quitaron las gafas, por lo que me tuve que quedar, básicamente, en una ceguera total".
El día anterior, unas 50 personas habían acudido a las puertas de la base militar de Quantico, a 45 kilómetros de Washington, cubiertas con máscaras que reproducían la cara del soldado y luciendo camisetas en las que se leía "Yo soy Bradley Manning". Se enfrentaron verbalmente con los guardias de seguridad, que tuvieron que pedir refuerzos. "Creo que el modo en que me trataron aquel día obedece a aquella protesta", asegura Manning. Las muestras de apoyo al soldado son ya un rito habitual, aunque meramente testimonial, en la capital norteamericana. Un simpatizante, Tighe Barry, aparece de vez en cuando ante el Departamento de Estado, ataviado solo con calzoncillos, para protestar con el mismo atuendo con el que Manning pasa sus noches en prisión preventiva.
El día después de aquella concentración en la base militar de Quantico, el Ejército tomó represalias. Sostiene Manning: "Ese día se me llevó fuera de mi celda para mi hora diaria de recreo. Cuando los guardias llegaron a mi celda, noté una diferencia respecto a su actitud habitual. En lugar de estar tranquilos y ser respetuosos, parecían nerviosos y agresivos. Además, en lugar de los habituales dos o tres guardias, había cuatro. Inmediatamente comenzaron a acosarme. El primero me dijo: 'Gírate a la izquierda'. Cuando le hice caso, el segundo me dijo: 'No gires a la izquierda'. Cuando intenté hacerle caso, el primero me repitió: 'He dicho que gires a la izquierda".
Desorientado, el soldado dejó que le pusieran los grilletes que suele llevar para ir de una celda a otra dentro de la cárcel. "Cuando me quitaron los grilletes, di un paso atrás para distanciarme de los guardias. Mi corazón latía con fuerza y me sentía mareado. Me senté para evitar caerme. Cuando lo hice, los guardias se me acercaron. Instintivamente, me alejé de ellos. En el momento en que me alejé vi en sus caras que me iban a volver a atar. Inmediatamente puse mis manos en el aire y dije que no iba a hacer nada, que solo quería cumplir órdenes".
Le dejaron en paz durante una hora. Cuando regresó a su celda, comenzó a leer un libro. Entonces le visitó brevemente el comandante James Averhart, que está al mando del calabozo en Quantico. "Me preguntó qué había pasado durante mi recreo. Mientras trataba de explicárselo, el comandante Averhart me detuvo y dijo: 'Yo soy el comandante' y 'nadie me dice lo que tengo que hacer'. Me dijo que era, a efectos prácticos, 'dios'. Yo le dije que, aun así, debía seguir las reglas del calabozo. También le dije que todos aquí tienen un jefe ante el que responder. Fue entonces cuando decidió ponerme bajo control por riesgo de suicidio".
Manning, soldado de formación, ya aislado desde julio, sabía lo que eso significaba -las dificultades para ver, la desnudez, el confinamiento absoluto- y se desesperó. Comenzó a tirarse del pelo, en un arrebato de rabia. "¿Por qué me hacéis esto? ¿Por qué me castigáis? ¡No he hecho nada malo! ¿Qué hice para merecer este tipo de trato?".
El caso del soldado Manning ha causado dos reacciones bien distintas. Para algunos, activistas cibernéticos en la era de Internet, simpatizantes anónimos del movimiento encarnado por WikiLeaks, el soldado es un héroe. Para la Casa Blanca y el Pentágono, sin embargo, Manning es un traidor que ha asistido servilmente al enemigo.
El soldado, en unas presuntas conversaciones mantenidas en mayo de 2010, a través de Internet, con el hacker norteamericano Adrian Lamo, admitió que sustrajo y entregó a WikiLeaks cientos de miles de documentos secretos, con la voluntad manifiesta de cambiar el mundo. Lamo filtró estos chats inicialmente a la revista Wired y delató a Manning ante el FBI y el Ejército. Tomó esa decisión, según dijo, por temor a que el soldado pusiera en riesgo la seguridad nacional norteamericana. Estas supuestas conversaciones son ahora un indicio que obra en manos de la fiscalía militar, que además ha seguido el rastro de Manning en los ordenadores portátiles de la base de Hammer, en Irak. El equipo de abogados de Manning no ha confirmado ni desmentido la autenticidad de esos contactos.
En esos chats, Manning se manifiesta como una persona profundamente decepcionada con su vida y con su país, alguien con ganas de cambiar el mundo y de ser reconocido por ello. "Se me crió católico, pero nunca creí una palabra de lo que me contaban. No tengo dios, creo que sigo valores humanistas. De hecho, llevo placas hechas especialmente para mí donde se lee: 'humanista", dijo. "Quiero que la gente vea la verdad, independientemente de quienes sean, porque sin información no podemos tomar decisiones serias como ciudadanos. Si hubiera sabido hace tiempo lo que sé ahora... o a lo mejor solo soy joven, inocente y estúpido".
¿Tenía la intención de ayudar al enemigo? "Si yo hubiera sido alguien más malicioso, podría haberle vendido esto a Rusia o China, y haberme hecho rico. Pero es algo que pertenece al dominio público. La información debería ser libre. Otra nación se hubiera aprovechado de la información para adquirir una ventaja. Pero si la información se expone, se convierte en un bien público".
Junto con esas ansias de cambiar el mundo, Manning demuestra una vulnerabilidad casi autodestructiva, admitida en supuestas confesiones como estas: "He estado aislado durante mucho tiempo. Solo quería ser buena gente, vivir una vida normal. Pero los eventos me obligaron a encontrar formas de sobrevivir, a ser lo suficientemente listo para darme cuenta de las cosas que pasan, pero incapaz de hacer nada al respecto. Nadie se fijaba en mí".
Alistado en el Ejército de Tierra desde 2007, formado como analista de inteligencia, Manning fue destinado en octubre de 2009 a la Segunda Brigada de Combate de la Décima División de Montaña, en la base de operaciones Hammer, al este de Bagdad. Tenía acceso a SIPRNet, una red secreta del Departamento de Defensa, y JWICS, otra red utilizada conjuntamente por Defensa y el Departamento de Estado para transmitir información clasificada. La fiscalía militar mantiene que Manning comenzó a descargarse documentos y a entregarlos a WikiLeaks un mes después de llegar a Irak.
Nacido en 1987 en Crescent, una localidad de 1.281 habitantes de Oklahoma, Manning vivió su infancia en lo que en Estados Unidos se conoce como el Cinturón de la Biblia, una franja de condados conservadores extremadamente religiosos que va de la costa atlántica a Tejas. Fue un ateo a la deriva en un océano de fe. Sus padres, que no pasaban mucho tiempo con él, se divorciaron cuando tenía 13 años. Él se mudó a Haverfordwest (Inglaterra) con su madre, que era galesa de nacimiento. Allí estudió la enseñanza secundaria y, tras terminarla, regresó a Oklahoma. Amigos suyos dicen que el padre le echó de casa a los pocos meses, vinculando ese hecho a que Bradley Manning había manifestado su homosexualidad.
Todo lo que Manning dice ser en sus supuestas conversaciones con Lamo -su inadaptación social, sus ganas de cambiar el mundo, sus ansias de aceptación- surge de aquellos oscuros años adolescentes en los que rompió lazos con su familia. Buscó algunos trabajos. Encontró empleos con pagas ínfimas. Llegó a dormir en un coche, sin hogar al que acudir. Pasó por Tulsa, luego por Chicago, y acabó en Potomac, en la zona metropolitana de Washington, la capital federal.
A los 20 años, el Ejército parecía un medio sencillo de obtener ingresos y alojamiento, además de formación. Así acabó alistándose Bradley Manning, a pesar de que entonces todavía imperaba en el Pentágono la ley que prohibía a los gais de uniforme manifestar abiertamente su sexualidad. Cuando se hallaba a la espera de ser enviado al frente de batalla, Manning conoció e inició una relación sentimental con Tyler Watkins, alguien que se definía en su blog como músico, experto en mercadotecnia y estudiante de psicología. En sus días de permiso, el soldado visitaba a su novio en Boston, donde este residía y estudiaba, en la Universidad de Brandeis. Allí conoció a su red de amigos, entre ellos un nutrido grupo de piratas informáticos, quienes le hicieron sentirse acogido, reconfortado, útil. Compartía con ellos una visión de la vida, una rebeldía contra el sistema, unas ganas de liberar a la sociedad haciendo de la información un bien público. Entonces, por primera y última vez, Bradley Manning fue feliz. Y, de repente, llegó Irak.
En el frente bélico, aislado de nuevo, Manning buscó pronto la aceptación de los demás. Desde luego, no la encontró en la disciplina castrense de los barracones en medio del desierto. Según las supuestas conversaciones con Adrian Lamo, en sus horas muertas contactó con Julian Assange, el misterioso y carismático líder de WikiLeaks, un portal de Internet que aspiraba en sí mismo a ser un movimiento de liberación cibernética.
"Entablé una relación con Assange", dijo. "No sé mucho más que lo que él me cuenta, que es muy poco. Me llevó cuatro meses confirmar que la persona con la que hablaba era, de hecho, el propio Assange". Lo que el Ejército quiere demostrar ahora es que Manning filtró los documentos. Además investiga si pudo no haber actuado solo y si sustrajo la información de las redes secretas al dictado de Assange, lo que convertiría al gestor de WikiLeaks en cómplice. Ninguna otra persona ha sido acusada hasta el momento. Assange nunca ha admitido ninguna de las acusaciones.
El 18 de febrero de 2010, WikiLeaks publicó la primera entrega de la gran saga de filtraciones, un mero prólogo a lo que había de llegar: un cable clasificado del Departamento de Estado redactado el 13 de enero de 2010 por oficiales de la embajada norteamericana en Islandia, en el que se narra una reunión con líderes locales y con un asesor del embajador británico. "Después de expresar pesimismo sobre el futuro de Islandia, los dos oficiales pidieron ayuda a Estados Unidos", decía el documento de referencia.
El 15 de marzo se publicó un informe secreto de la diplomacia estadounidense sobre WikiLeaks, y el 29 del mismo mes, una serie de perfiles críticos elaborados por la embajada en Islandia sobre políticos de aquel país. El 5 de abril se publicó en el portal de WikiLeaks un vídeo, que Assange tituló Asesinato colateral, en el que se veía la grabación editada, tomada desde un helicóptero del Ejército de EE UU, de tres ataques aéreos contra objetivos iraquíes en Bagdad en 2007. En aquella operación habían muerto 12 personas, dos de ellas periodistas de la agencia Reuters. Dos niños resultaron heridos. "Culpa suya, por traer niños al campo de batalla", se oye decir a un soldado no identificado.
En julio, WikiLeaks entregó 92.000 documentos sobre la guerra de Afganistán a dos diarios, el norteamericano The New York Times y el británico The Guardian, y a la revista alemana Der Spiegel. En octubre cedió otros 400.000 documentos sobre la guerra de Irak a los mismos medios, al diario francés Le Monde y a la televisión catarí Al Yazira. Finalmente, en noviembre, cedió 250.000 cables secretos del Departamento de Estado, que dejaron a la Diplomacia norteamericana al desnudo; en este caso lo hizo a otro grupo de medios, entre ellos EL PAÍS.
Para entonces, Manning ya llevaba aislado seis meses, en la situación de detención preventiva. El Ejército de Tierra le arrestó el 29 de mayo de 2010, acusándole de dos cargos -desobediencia a la autoridad y falta de disciplina- por filtrar el vídeo del ataque a Bagdad y el cable de la embajada en Islandia y por sustraer lo que entonces se estimaba que eran 150.000 cables diplomáticos secretos. Washington intuía ya desde entonces cuál podía ser la magnitud de las filtraciones que le atribuye al soldado Manning.
El Pentágono ha presentado este mes otros 22 cargos contra el soldado. Uno de ellos es el de "asistencia al enemigo". Entienden los fiscales de Defensa que, con sus supuestas filtraciones, ha facilitado información suficiente a los talibanes y a Al Qaeda para que tomen represalias contra informantes del Ejército norteamericano. Resuena en las páginas de la denuncia contra Manning la frase pronunciada por el secretario de Defensa, Robert Gates, en el verano pasado: WikiLeaks y sus colaboradores tienen "las manos manchadas de sangre" por las venganzas rebeldes en Afganistán.
La asistencia al enemigo se castiga normalmente con la pena capital. El Pentágono ha dicho que no la solicitará en el caso de Manning, pero el equipo de ayuda jurídica al soldado ha asegurado a EL PAÍS que, en última instancia, depende del juez y no de la fiscalía decidir si aplica esa pena en un veredicto de culpabilidad.
Sin una fecha concreta para su juicio, Manning se siente, según allegados suyos, desesperado. Una vez liberado de la supervisión por riesgo de suicidio, recobró el privilegio de dormir con algo de ropa y pasar una hora al día en una celda distinta de aquella en la que vive, que es de seis metros cuadrados. Pero el 2 de marzo cometió un grave error. Tratando de que se le concediera cierta rebaja en las medidas de seguridad aplicadas, se reunió con el oficial de operaciones del calabozo. "Se le considera en riesgo de poder dañarse", le dijo este. Manning respondió, con ironía: "Si quisiera dañarme, podría hacerlo con la goma elástica de mis calzoncillos o con mis sandalias".
"Sin consultar a ningún médico psicológico del calabozo, el oficial usó mi comentario sarcástico como justificación para incrementar las restricciones que se imponían sobre mí bajo la excusa de que le preocupaba que hubiera en mí riesgo de suicidio", explica Manning en su carta. "Desde el 2 de marzo de 2011 se me quita toda mi ropa por la noche. Se me ha dicho que el comandante tiene la intención de mantenerme así de forma indefinida". Desde hace unos días se le entrega por las noches un babero con velcros para que lo use para dormir.
Aunque oficialmente Manning ya no se encuentra ahora bajo control por riesgo de suicidio, se le trata como si lo estuviera. Él mismo narra cómo se sintió el primer día de su nueva rutina: "Al principio, después de entregar mi ropa a los guardias, no tuve más opción que acostarme desnudo en mi fría celda hasta la mañana siguiente. Por la mañana, se me hizo salir de la celda para la inspección matutina del supervisor de guardia del calabozo. No se me dio la ropa de vuelta. Salí de la cama e inmediatamente comencé a sufrir temblores por el frío en mi celda. Caminé hacia la puerta de la celda con las manos cubriendo mis genitales. El guardia me dijo que me colocara en posición de firme, lo que implicaba que debía estar erguido con las manos tras la espalda. Me mantuve en firme durante tres minutos. Cuando llegó el supervisor, llamó a los demás guardias. Todos me miraron".
El Departamento de Defensa de Estados Unidos ha rechazado las acusaciones de maltrato al soldado Manning. "Las afirmaciones por parte de blogueros de izquierda, periodistas y otros de que no se le trata adecuadamente, o de que se le trata de modo distinto de los demás, o de que está aislado, no son correctas", dijo el portavoz del Pentágono, Geoff Morrell, en rueda de prensa el 26 de enero. "Está en una celda, a solas. Pero es que así es como están todos los presos que aguardan juicio en el calabozo. Ese calabozo está diseñado para que cada preso se mantenga siempre en su celda... Puede ver televisión. Puede leer periódicos. Puede hacer una hora de ejercicio".
Sin embargo, Amnistía Internacional ha denunciado que las condiciones de reclusión de Bradley Manning suponen una violación de sus derechos humanos. El representante demócrata por Ohio, Dennis Kucinich, a quien se le ha prohibido visitar al soldado en la cárcel, lo ha comparado con los abusos en la prisión iraquí de Abu Ghraib. Incluso el portavoz de Hillary Clinton en el Departamento de Estado, P. J. Crowley, dijo en una conferencia ante estudiantes el 10 de marzo que el trato del Pentágono a Manning era "ridículo, contraproducente y estúpido". Tuvo que dimitir tres días después.
A las 4 de la pasada madrugada, hora española, el presidente estadounidense, Barack Obama anunciaba la muerte del terroristma más buscado del planeta, Osama Bin Laden, a manos de comandos especiales norteamericanos en una operación de unos 40 minutos de duración sobre el bunker-mansión (así está siendo descrito por los todos los medios) en una localidad pakistaní cercana a Islamabad. Sin disfrazar mis preferencias a que este individuo estuviera fuera de la circulación, como demócrata sin duda alguna, lo prefería juzgado. Quiero ser bueno y suponer que si lo han abatido es porque no ha habido más remedio. Porque el líder de Al Qaeda no cedió y no hubo otra manera que pegarle un tiro en la cabeza.
Tampoco me importa en demasía. Es más, me parece bien la decisión que han tomado con su cuerpo (si es que todo es verdad y no es más que una farsa). El mundo no necesita otro santuario religioso al que ir en procesión y o barra excursión, y menos por un personaje con una larga cuenta de muerte y destrucción a sus espaldas. Por fortuna, creó que poco a poco vamos dejando atrás la edad media, pese a espectáculos tan lamentables como el de este pasado fin de semana en Roma.
Pero no quiero desviarme del tema. En primer lugar, mantener que no me creó nada. A muy pocos inocentes, les pillaría de sorpresa una revelación tipo Wikileaks que hablará de una realidad del 11-S que por encima del islamismo hable del neoliberalismo y de la convenencia de tener una excusa para quedarse con el petroóleo y la reconstrucción de varios países, sino enemigos, por lo menos no amigos. Que el precio fueran la vida de miles de estadounidenses es una idea que apesta por si sola, pero las cloacas del capitalismo están podridas cuando un sistema económico se mueve en base a crear y regenerar destrucción y desigualdades por el mundo. Bendita globalización.
Los yankees lo celebran. Muchos en el resto del mundo también y entre ellos me incluyó porque cuanto menos fundamentalistas haya en el mundo más sana sera la convivencia. Ojalá también se apliaquen igual contra los fundamentalistas del capitalismo y el liberalismo exarcebado. También nuestros políticos, los europeos en general digo, lo celebran con entusiasmo no se vaya a enfadar el líder. Pero hay un lado oscuro, en el que todos aquellos hermanos musulmanes y discípulos de Bin Laden, claman y con nocturnidad y maldad tratarán de buscarse su justicia, honrar a su mártir. Nos darán más dosis de violencia, guerra e injusticia, porque seremos el pueblo, los curritos, la clase media baja los que lloraremos a nuestros muertos. Por lo tanto alegría, pero a medias. Esta guerra no está ganada aunque sin Bin Laden y sin armas de destrucción masiva no haya justificación para mantener la ocupación de Afganistán o de Irak.
Pero quedán tantas preguntas en el aire... Estados Unidos ha puesto toda su maquinaria y precisión para aniquilar a Bin Laden, ¿por qué no hacen lo mismo con Gadaffi? ¿Con los de El Congo o Costa de Marfil?. ¿Qué pasa con Pakistán? aliado que ha ayudado, aliado que no ha molestado ¿y acambio de qué? o simplemente traidores que también sustentan y alojan terroristas. Tienen la bomba nuclear. No como en Irán. Es ahora casual o era el momento señalado (Obama se ha asegurado en su momento más bajo de popularidad desde que llego a la Casa Blanca su reelección). Va a haber fotos y documentos feacientes de la veracidad de la operación y su resultado o todo van a ser fotomontajes. La legalidad ha perdido en favor de la legitimidad que USA, como primera nación del planeta, potencia en primacía decadente y animal herido desde hace 10 años. No han usado la lógica, sino la ira alimentada por el dolor de más de 3000 muertos el 11-S, y por los incontables que la Guerra contra el terror, ha traído muchos ellos en las filas del puelbo estadounidense. ¿Hasta cuando seguirá siendo el terrorrismo un arma política?; soy un soñador, o a este tío no hubiera sido mejor, más justo y democrático, enjuciarlo y encacerlarlo, a pan y agua, toda la vida al sol, pero darle un juicio, antes que matarlo. Por qué permanecer al lado de la violencia e igualar nuestro sistema de valores y eso que llamamos democracia, al mismo nivel que el islamismo radical y medieval que tanto detestamos y al que combatimos. Se ha perdido una oportunidad para ganar la guerra.
No dejo de oír, ver y leer en los medios alabanzas a la perfección de la democracia estadounidense tras la aprobación de la reforma sanitaria de Obama. Periodistas de toda categoría jalean las bonanzas de un sistema que ha sabido dar un nuevo sistema de salud para los Estados Unidos. Tal vez yo sea demasiado cínico, pero yo no quiero esta democracia para mí.
Ayer, viendo el debate previo a la decisiva votación los argumentos utilizados por los representantes, especialmente los republicanos, pero no exclusivamente, no podía reprimir cierto sentimiento de vergüenza. De forma vehemente sus señorías enarbolaban un discurso rancio y apolillado que siquiera las facciones más ultras en Europa se atreverían a usar. Entre muchas perlas, se oyó cómo un representante afirmaba de forma categórica que la aprobación de esta ley suponía la muerte moral de Estados Unidos y el fin de la libertad de este país. No contento con sus exageraciones, echó mano del miedo y afirmó que los viejos fantasmas del pasado se levantaban de nuevo: el comunismo volvía a suponer un desafío para los USA, ahora ya desde su interior. No merece la pena dar el nombre del político autor de estas afirmaciones, pues seguro que eso es lo que a él le gustaría. No creo que estos argumentos puedan ser considerados propios de un verdadero debate político e intelectual.
Por el contrario, los discursos a favor marcaron las carencias que el sistema democrático posee aún en el año 2010. ¿Cómo se puede permitir que la mayor potencia mundial no reconozca el derecho a la salud como un derecho universal? Porque no lo olvidemos, en los Estados Unidos, la salud ha sido y seguirá siendo un lujo, algo por lo que hay que pagar. Y esta nueva ley no lo modifica.
Entre los llamamientos a un voto positivo se escuchó la voz de una representante que criticaba las "pre-existent conditions", es decir, la fórmula por la que las grandes compañías de seguros podían rechazar a un enfermo si por sus condiciones -una enfermedad crónica, por ejemplo- no se alcanzara ningún beneficio. El problema había llegado a tal extremo que algunos seguros excluían a mujeres maltratadas, puesla violencia de género se consideraba como una "pre-existent condition", negando así el derecho a una atención médica adecuada a las víctimas de violencia familiar.
No, puedo pasar por la rueda de molino que afirma que debemos aprender de los Estados Unidos. Este país ha tenido en el limbo a más de 45 millones de personas, a los que se les ha negado de forma continuada un derecho humano. Esta nueva ley viene a paliar en cierta medida este agravio, pero eso no significa en absoluto que la sanidad pase a ser considerado un derecho público y universal, tal como lo es en Europa. La sanidad seguirá estando en manos privadas y, por si fuera poco, seguirá dejando en la indigencia sanitaria a los indocumentados, cerca de 15 millones de individuos que seguirán siendo no ciudadanos de segunda, sino de tercera o cuarta categoría a los que se estarán cercenando sus derechos más elementales.
Además, no entiendo esas jaculatorias que sostienen que ese gran debate es la expresión máxima de la democracia: los representantes de los Estados sirviendo a sus electores y defendiendo sus intereses por encima de la disciplina de partido. Cierto, muchos representantes demócratas han votado en contra de una ley que su propio líder había presentado. Pero, ¿ciertamente estos representantes defienden a sus electores? Uno puede dudarlo si analiza someramente cómo funciona este país.
La mayoría de la población hace caso omiso a los procesos electorales, que no hay que olvidar son muy costosos. Más bien, muchos políticos miraban a su bolsillo: no hay nada más que ver las cantidades desembolsadas por la industria farmacéutica y de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos que financian muchas de esas campañas y que, lógicamente, se habían posicionado contra esta reforma. Para perderse en los datos, se puede echar un ojo a la CNN. Además, el 21 de enero de este año, la Corte Suprema abrió la veda a que las grandes corporaciones financien libremente y sin límites dichas campañas y gastos electorales. Como afirma Chomsky, esto supone poner, como mínimo, en un brete los fundamentos del sistema democrático.
Y es que no puedo comulgar con estas afirmaciones de alabanza continua. Lo repito: la democracia estadounidense ni es perfecta ni es la mejor ni es un ejemplo que se debe seguir. Otro dato que parecen olvidar estos nuevos conversos: el sistema político en este país no es que fomente el bipartidismo, es que está basado en él. Si en España nos quejamos de que la ley electoral favorece a los grandes partidos y discrimina a los pequeños, ¿qué sería de éstos en Estados Unidos?
Sí, la reforma sanitaria es un hito, pero no porque sea perfecta sino porque arregla un desaguisado que en nuestro tiempo es difícil de enterder que aún exista. Por si fuera poco, este cambio legislativo no entrará en vigor hasta 2014. Pues eso, que esta democracia no es para mí.
Visto el interés por la reforma del sistema de salud en los Estados Unidos intentaré explicar el debate de la siguiente manera: Yo podría estar contra la reforma del sistema. Yo podría estar contra la reforma porque el status quo me va bien. Porque tengo un buen -y caro- seguro médico que me paga la empresa para la que trabajo. Yo podría estar contra la reforma porque hasta ahora noto poco en mi bolsillo la buena atención que recibo.Tengo un copago obligatorio por consulta razonable, de 10 o 15 dólares, unos médicos que llaman al día siguiente de cualquier tipo de intervención para saber cómo me encuentro y me dejan su dirección de e-mail para que les consulte las dudas que tenga en mi recuperación. Yo podría estar contra la reforma porque cuando los gastos de un año llevan a un aumento de la póliza del año siguiente, mi empresa lo asume. Yo podría estar contra la reforma por miedo a que, si de repente hay una opción pública, mi empresa puede plantearse abandonar ese plan privado y dejarme en manos de la "seguridad social". Y, de hecho, puede que cuando yo esté en el Reino Unido a merced del NHS eche de menos el seguro privado que tengo en los EEUU. Puede.
Yo podría estar en contra de la reforma, si fuera un congresista que tiene garantizada una cobertura de primera y cuyas campañas de reelección dependen en parte de las contribuciones de los lobbies farmacéuticos, médicos, hospitalarios... Yo podría estar en contra, si fuera uno de esos lobbies y la reforma alterara mi volumen de negocio. Estaría a favor, si encontráramos un consenso que me beneficiara (y ése es el consenso que busca Obama).
Pero, como dice el Presidente Obama, this is not about me. No se trata de mí.
Se trata de los 47 millones de personas que no tienen seguro médico y que si no entran en la categoría de pobre o mayor de 65 años, es casi seguro que tendrán que pagar de su bolsillo la atención médica, si es que pueden. Se trata de los millones de personas que tienen un seguro que no cubre la mayoría de tratamientos. La lista de ejemplos es inagotable: seguros que no cubren un parto, que cubren la hospitalización (la cama), pero no el tratamiento que se reciba en el hospital, que no cubren un tratamiento contra el cáncer, contra el Sida...y que tienen que renunciar a ello o hipotecarse, gastarse el fondo de pensiones, endeudarse hasta las cejas... Se trata de las miles de personas que tienen un seguro -bueno, regular o malo- y viven con el miedo de quedarse sin, si cambian de empresa o se quedan en el paro. Se trata de los empresarios, sobre todo los pequeños empresarios, para quienes contratar un seguro médico a sus empleados es cada vez una carga más pesada y ello les lleva a no contratarlos, dejarlos sin seguro o no subirles el sueldo.
Pero es que sí se trata de mí. Sí se trata de mí, si un día necesito un tratamiento cuyo coste supera lo que mi seguro está dispuesto a pagar. Y se trata de mí, si un día mi empresa deja de pagar ese seguro porque le resulta demasiado caro. Y sí se trata de mí, si un día me quedo sin trabajo...
Lo que más me molesta del debate es el simplismo y falta de veracidad de algunos argumentos. Quienes están en contra hablan a veces como si ahora el sistema actual no le costara nada al contribuyente, cuando, según algunas fuentes -entre ellas el presidente Obama-, el contribuyente estadounidense está pagando al año unos 6.000$ más que un contribuyente de otros países desarrollados y, a cambio, recibe peor cobertura. Ese dinero sale de los impuestos y va a parar a la mínima red pública que hay y a subvencionar los hospitales y seguros privados. Y quienes defienden la reforma a veces presentan los modelos de Canadá o de Europa como idílicos, como si no hubiese listas de espera, ni saturación, falta de camas... No hay más que comparar dos películas, por ejemplo, "Sicko" de Michael Moore y "L'invasion des Barbares" de Denis Arcand.
Sobre el anuncio que comenta un bloguero denunciando el sistema público de Canadá (una señora dice que si se llega a esperar su turno en la sanidad pública, el tumor cerebral la habría matado y que, en cambio, en los EEUU tuvo una atención de primera) mi pregunta es ¿quién lo pagó? Porque aquí nadie discute que la calidad de la medicina en los EEUU sea muy buena, lo que está encima de la mesa es que, como tantas cosas, está sólo al alcance de quien pueda pagarlo.
Por citar de nuevo a Obama, si el problema fuera fácil de resolver, ya lo habrían hecho hace tiempo.
Ante la situación planteada en Estados Unidos en el que la supuesta primera economía del planeta basa uno de sus pilares financieros en un sistema que denigra los mastiles de la moralidad, solidaridad o igualdad entre compatriotas, en España tenemos multitud de particularidades (bondades del sistema autonómico) pero que básicamente responden a dos sistemas.
Por un lado las Autonomías gobernadas por el PSOE de manera tradicional tienen implantado un sistema muy socializado, bastante accesible para todos y con especial interés en la atención primaria y rural. En Extremadura, Andalucía y Castilla La Mancha, existe una buena organización, y aunque perduran las listas de espera, si que se tramitan las urgencias correctamente y se dan accesos necesarios para los pacientes. Las infrastructuras son buenas en los hospitales y centros médicos públicos, ya que prácticamente nada va destinado a la sanidad privada. Y ya por último los trabajadores, médicos, ATS, enfermeros y personal de mantenimiento, pese a cierta masificación en algunos servicios y carencia en otros, reciben correctamente tanto sus derechos como deberes y prácticamente no existe conflictividad laboral.
En el otro lado de la baraja, las CCAA gobernadas por la derecha y más con un caso más especial: Madrid. Por un lado en las CCAA más pequeñas en población, se mantiene aunque con carencias graves en muchos sentidos la atención primaria y la supremacia de la sanidad pública, dada la tremenda dificultad que podría entrever ejercer un sistema sanitario como el madrileño en una comunidad como Castilla y León, bastante anciana y con poblaciones muy dispersas. En Madrid si que buscan la privatización del sistema sanitario y lo logran con todos los hospitales de nueva creación que quedan muy bien para arañar unos votos con esas fotos y merendolas, pero que son también fuente de ataque a la conciencia colectiva por parte del trabajador sanitario, masacrado, vejado y agotado en el mundo de la sanidad pública, y que ve como los hospitales y seguros privados se llevan todas las viandas presupuestarias.
Y así estan planteadas las posiciones en un debate que parece no interesar pero que es necesario. El modelo europeo parece consolidado y modélico para Obama, pero la derecha, sin embargo, está ávida de encontrar una vez más en el sufrimiento humano, la posibilidad de aumentar sus réditos bursátiles, y mantienen la intención, cada vez más velada, de implantar el modelo yanki contra el que el presidente afroamericano trata de luchar dada las carestías sanitarias y sociales que la actual crisis económica ha provocado, y que la privacidad y avaricia de los emporios económicos y de seguros han provocado.
Ahora hay que hacer que la defensa de la sanidad pública sea algo primordial, y se pueda no sólo conseguir asegurar el sistema actual, que por lo menos mantiene la asistencia para toda la población aunque no la igualdad, y si luchar por la permanencia total de la sanidad pública, su supremacía como una fuente de igualdad, empleo y derechos sociales.
A continuación voy a publicar unos estractos de un par de obras del filósofo y lingüista norteamericano Noam Chomsky, escritos uno de ellos en 1997 (El Nuevo orden mundial y el viejo) y el otro en 2005 (La propaganda y la Opinión pública). Ensayos y conferencias en las que la voz más vehemente y autorizada de la izquierda en norteamérica repasa los últimos 25 años del siglo XX y las ilusiones, problemas y tragedias que han dejado para este nuevo milenio.
Disfruto muchísimo leyendo ensayo político, y más cuando es gente tan preparada, con una visión a la vez globalizadora y única, intrínseca y extrapolable la que vierte sus opiniones, sus acertados dardos a la realidad de un mundo complejo y perverso en el que el bien final es la riqueza absoluta, y poco valen si en el camino la bajeza moral o el pisoteo al resto de habitantes del planeta no sólo son un resultado, sino que se convierten en armas e instrumentos para conseguir maximizar los beneficios y las cuentas de los ya archi-millonarios. La voz de Chomsky es autorizada y reveladora. Desde su cátedra de lingüistica en el MIT lleva 40 años desmontando las políticas internacionalistas y globalizadoras del imperio y las multinacionales. Temido y marginado en su país, es hasta censurado, y tanto demócratas como republicanos le ven como un bolchevique que no sólo perjudica la visión de los Estados Unidos en el mundo, sino que además hace apología del anarquismo, del comunismo, de la revolución proletaria frente a la burguesia, la gerontocracia, las oligarquías monopolísticas y las instuticiones establecidas. En un país en el que todo a lo que huele a socialismo es tachado de pasado, revolucionario o traidor, las ideas, discursos y opiniones de Chomsky adquieren cada vez más notoriedad y se confirman como letras sagradas y profecías de lo que viene aconteciendo por el despilfarro, la ausencia de moral y el nepotismo de los neo-cons.
Leer y comprender a Chomsky es aprender a conocer la realidad de este mundo cada vez más politizado, mediatizado y permisivo con el fraude. Su conocimiento debe ser un pilar para la izquierda mundial. Aquí dejo algunos extractos de estas dos obras, que me han parecido, personalmente, reveladores: (y para ilustrarlo un video de Audioslave)
La propaganda y la Opinión pública
¿Qué explicación le encuentra usted? A los periodistas les gusta considerarse paladines de los pueblos; a quienes hacen investigación periodística les gusta revelar cómo funcionan en realidad las cosas, sacar los trapos sucios a la luz y demás. Y, sin embargo, no hablan de esas cosas, ¿Por qué? Se debe en parte a la falta de capacidad para asumir determinados valores. Quiero decir que no se tiene en cuenta lo que se les hace a los demás. Y no son sólo los periodistas. Pasa por ejemplo con los eruditos… Con los círculos intelectuales en general.
El conflicto Palestina vs. Israel Es la primera vez que lo veo en Estos Unidos. Bennet cuenta lo que se sabía muy bien en Israel hace veinte años y lo que ustedes pueden haber leído en la literatura disidente durante los últimos veinte años, basado en fuentes israelíes: que la guerra se libró sólo por razones políticas. Era una guerra por Cisjordania. La idea era eliminar la amenaza de negociaciones que procedía de los palestinos. Es verdad. Durante veinte años lo ha sabido muy bien todo el mundo excepto la población de Estados Unidos. Ahora aparece un párrafo que cuenta la verdad, de modo que pueden citar al New York Times para refrendarla. Figurar en el New York Times la convierte en versión oficial. La documentación sobre el asunto es abrumadora desde los primeros días de la invasión. De manera que algo llevamos ganado. Con paciencia se gana el cielo.
Terrorismo y América Current History también habla del año 1985 en Oriente Próximo. Los investigadores lo asocian con el período cumbre del terrorismo. Y dan un par de ejemplos pero, naturalmente, no los que he dado yo. De ésos no se puede hablar. Los ejemplos mencionados para explicar por qué 1985 es la cumbre del terrorismo son dos incidentes, en cada uno de los cuales murió una persona, un estadounidense. Uno es un secuestro en el cual fue muerto un oficial militar de Estados Unidos. Otro es el del Achille Lauro, el incidente más famoso, en el cual fue asesinada otra persona: Leon Klinghoffer, un lisiado. Los dos hechos son, sin la menor duda, actos de terrorismo. En los dos casos hubo un muerto. No tienen comparación con las acciones que he narrado antes, pero son actos de terrorismo. La muerte de Leon Klinghoffer, que es bien conocida, es comparable por ejemplo con un incidente que acaba de producirse en Jenín, cuando un hombre en silla de ruedas trataba de apartarse del camino de un tanque israelí. El tanque lo aplastó y su cuerpo quedo hecho trizas. Lo mismo ocurrió hace dos días, cuando una mujer joven que intentaba dirigirse al hospital para recibir tratamiento de diálisis quedó bloqueada y no pudo llegar. También iba en silla de ruedas y murió. Hay otros incidentes comparables con éstos. Es fácil seguir dando ejemplos, sólo para demostrar su continuidad. Pero desde luego nada de esto cuenta como terrorismo.
Sigamos. Los actos de terrorismo que he descrito en América Central, Oriente Próximo, Sudáfrica, etc., no cuentan como terrorismo. No entran en los anales de la literatura erudita sobre terrorismo. Se habla de ellos, pero no como de actos terroristas. Son “contraterrorismo” o “guerras justas”. El principio es que si alguien comete un acto terrorista contra nosotros o nuestros aliados practicamos el terrorismo –y puede ser mucho peor- contra cualquier otro, esto no es terrorismo. Es contraterrorismo o guerra justa.
Estoy apropiándome del término terrorismo de Estado, tomado de distintas fuentes. Una de ellas es la del conocido sociólogo turco Ismail Besikci, que en 1991 escribió un libro titulado Terrorismo de Estado en Oriente Próximo, incluido el terrorismo turco en zonas kurdas. De inmediato fue encarcelado. Hasta donde sé, sigue en prisión. Ya había pasado quince años en la cárcel por informar de hechos de la represión turca contra los kurdos, despiadadamente reprimidos durante décadas. La U.S. Fund for Freedom Expressión [Fundación Estadounidense por la Libertad de Expresión] otorgó a Besikci un premio de diez mil dólares. Él rechazó el premio como forma de repudiar el decisivo apoyo de Estados Unidos al terrorismo de Estado turco. No podía aceptar una recompensa de Estados Unidos, mientras éste participaba en el terrorismo de estado turco. Escritores, eruditos y parlamentarios británicos protestaron enérgicamente por su segundo encarcelamiento. Pero nadie protestó en Estados Unidos. Y la razón no era el terrorismo en sí, sino que lo estábamos practicando nosotros. Por lo tanto lo que él contaba no podía ser terrorismo y no teníamos motivo para protestar.
Globalización y economía Pasé un par de horas escuchando testimonios de pobres paisanos y hablaron del terror. El peor de los terrores sufridos –según los testimonios que escuché- fue el que impone directamente Estados Unidos, en concreto, la fumigación. La fumigación destroza por completo sus vidas. Destruye sus cosechas, mata a sus animales. Los niños se están muriendo. Puede vérselos con pústulas por todo el cuerpo y otras plagas semejantes. La mayoría son cafetaleros pobres. El cultivo del café es complicado, los precios son bajos. Pero habían conseguido abrirse un hueco en los mercados internacionales para producir de forma organizada café de alta calidad, que vendían a Alemania y otros países. Eso se acabó. Una vez que las plantas de café han sido destruidas y la tierra fumigada y envenenada se acabó el cultivo. Las tierras están envenenadas para siempre. No sólo se han destruido las vidas y las cosechas. También la biodiversidad y, de manera definitiva, la tradición de la agricultura campesina. Es una tradición muy rica en todas partes del mundo. Por eso produce rendimientos tan altos. Exige mucha capacidad de entendimiento y mucha sabiduría popular. Cuando se han perdido no es posible recuperarlas. La fumigación está oficialmente justificada como guerra contra las drogas. Es un concepto difícil de tomar en serio, excepto como tapadera para el programa de contra-insurgencia y la otra fase de la larga historia de arrancar a los campesinos sus tierras, en beneficio de las élites ricas y de la extracción de recursos por parte de inversores extranjeros. La consecuencia es que si esa zona volviera alguna vez a la agricultura, lo haría al monocultivo para exportadores agrícolas con semillas producidas en laboratorio, compradas a Monsanto. No hay ninguna otra alternativa. Pero lo más importante es que, una vez que la población haya sido arrastrada por Estados Unidos a la guerra química y a la destrucción de las cosechas, puede ser la oportunidad de que las corporaciones extranjeras se dediquen a la explotación minera a cielo abierto –por lo visto hay campos ricos en carbón en los alrededores-, a las represas, la energía hidroeléctrica y demás. De modo que ese proceso también se considera un éxito.
Neocolonialismo Eso es parte de lo que Sen escribió. La parte ampliamente divulgada, conocida en todos lados. Pero luego continúa. Aquí está el resto, sacado de los mismos artículos y de los mismos libros; lo que no se conoce. Sen añade: comparemos los índices de mortalidad de China e India desde 1947 hasta la época en que escribí la obra. Los índices de mortalidad eran aproximadamente los mismos alrededor de 1947; los países y circunstancias, similares. El índice de mortalidad en China empezó a bajar bruscamente; en India siguió siendo el mismo. Y también considera que se trata de un crimen ideológico. Dice que la diferencia se debe a que China ha instalado consultas sanitarias rurales, organizando medicina preventiva para los más necesitados, etc. Y que esas medidas han llevado a una notable mejora de la asistencia médica en general, lo cual ha permitido reducir el índice de mortalidad. En India no se ha reducido. Era un país democrático capitalista, donde no se ha hecho nada por los pobres. Y luego insistes en que si se echa una ojeada a la diferencia entre las curvas de esos índices… Permítame citarlo: “India parece arreglárselas para llenar sus alacenas cada ocho años de más esqueletos, de los que China ha acumulado en sus años de ignominia (1958-1961)”.
Terrorismo y contra-terrorrismo Todo esto revela un hecho notable sobre la ocupación militar. Dura ya treinta y cuatro años. Desde el principio la represión ha sido dura, brutal. Les han robado la tierra y los recursos. Pero no ha habido represalias en los territorios ocupados. Israel era inmune a los ataques dentro de los territorios. Hubo algunos desde fuera, atrocidades incluidas, aunque hayan sido sólo en mínima cantidad comparadas con las atrocidades de Israel. Y cuando me refiero a Israel, quiero decir Estados Unidos e Israel. Porque todo lo que hace Israel llega a los límites de lo que Estados Unidos apoya y autoriza. De manera que son atrocidades cometidas por los dos Estados en conjunto. Por eso produjeron los acontecimientos del año pasado tan tremenda sorpresa. Estados Unidos e Israel han perdido el monopolio total de la violencia. Todavía tienen una superioridad abrumadora, pero ya no el monopolio. Eso es pavoroso. El 11 de septiembre provocó exactamente el mismo pavor, pero a escala global. El 11 de septiembre fue una atrocidad horrorosa, pero no era nueva. Hay cantidad de atrocidades como ésa. La única diferencia es que ocurren en otras partes del mundo.
Ser estadounidense no sólo no le impide juzgar la política y moral de su país con los mismos ojos con los que Estados Unidos juzga a otras naciones, sino que lo empuja a insistir en la necesidad de atacar las causas y defender soluciones pacíficas. Chomsky analiza lo que ha sido la política exterior de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial –Vietnam, América Central, Oriente Medio…-, habla de los crímenes de guerra, de la impunidad del poder, de la manipulación de la información y nos recuerda que jamás debe ignorarse “el terrorismo de los poderosos contra los débiles”. Un claro discurso por la paz, la justicia social y la democracia.
El Nuevo orden mundial (y el viejo)
El modelo persiste con pocos cambios. Un ejemplo revelador es la actual interpretación estándar de la campaña de asesinatos, tortura y destrucción que los Estados Unidos organizaron y dirigieron en América Central durante los años 80 para aniquilar las organizaciones populares que se estaban formando, en parte, bajo los auspicios de la Iglesia. Estas organizaciones amenazaban con crear una base para una democracia operativa, que quizá hubiera permitido a los pueblos de esa mísera región, tanto tiempo sometida a los Estados Unidos, lograr algún control sobre sus vidas; por tanto, tenían que ser destruidas. Este vergonzoso episodio de violencia imperialista se describe hoy en día como un ejemplo de nuestros altos ideales y de nuestro éxito al llevar la democracia y el respeto a los derechos humanos a esa primitiva región. Y aunque se admitan algunos excesos, éstos se atribuyen a las tensiones de la Guerra Fría en los que la región estaba inmersa. Pese a lo absurdo de tal planteamiento, siempre está sobre el tapete, listo para ser desempolvado cuando sea preciso. Ha sido curioso observar la desesperada búsqueda de algún nuevo enemigo cuando en los años ochenta se desvaneció la amenaza rusa. se ha recurrido al terrorismo internacional, a los narcotraficantes hispanos, al fundamentalismo islámico o a la “inestabilidad” y depravación del tercer mundo. El proyecto se dirigía con la delicadeza acostumbrada: así, la categoría de “terrorismo internacional” no incluye ninguna referencia a las contribuciones de los Estados Unidos y de sus clientes, que aunque baten todos los récords siguen siendo un tema tabú para los medios de comunicación y para los expertos dignos de crédito; el frenesí de la guerra antidroga eludió el papel determinante de la CIA a la hora de crear y mantener el negocio ilegal de los narcóticos posterior a la segunda guerra mundial, así como el papel del estado, que permitía que los bancos y las grandes empresas estadounidenses obtuviesen pingues beneficios procedentes de la venta de drogas letales, y así sucesivamente.
El mundo tras el fin de la URSS La misión de las democracias neo-liberales tras la caída del muro y el fin de la era soviética: “Ayudar a construir y mantener un orden mundial lo suficientemente estable como para permitir que las economías avanzadas del mundo funcionen sin tener que hacer frente a constantes interrupciones y amenazas procedentes del tercer mundo”; tarea que exigirá “intervenciones instantáneas de las naciones avanzadas y quizás, acciones preventivas”.
Podemos apreciar la naturaleza de esos “tremendos infortunios” contemplando a una de sus primeras víctimas, Haití y Bengala, que los conquistadores europeos describieron como zonas prósperas, con grandes recursos naturales y gran densidad de población, que posteriormente se convirtieron en una enorme fuente de riqueza para los expoliadores franceses y británicos, y que en la actualidad son auténticos símbolos de la miseria y la desesperación. La realidad histórica queda confirmada si echamos un vistazo al único país del Sur que fue capaz de resistir la colonización. Japón, el único representante del Sur en el club de los ricos, con algunas de sus antiguas colonias a remolque, todas las cuales rechazaron tajantemente las prescripciones para el “desarrollo” dictadas por el poder occidental. Y aún aprenderemos más si consideramos el caso de “la primera colonia del mundo moderno”, Irlanda, des-industrializada (como otras muchas colonias, especialmente la India) y radicalmente despoblada, en parte gracias a la rígida aplicación de las sagradas “leyes de la economía política”, que vetaron toda ayuda significativa e incuso el fin de las exportaciones de alimentos de Irlanda durante la devastadora hambruna de la década de 1840, cuyos efectos aún hoy se dejan sentir en el país, cuya “actividad económica ha sido la menos destacada de la Europa Occidental, o incluso de toda Europa, a lo largo del siglo XX”. Las lecciones que ya estaban claras para Adam Smith en la actualidad resultan mucho más obvias para todos aquellos que las quieran ver.
La situación de Irak tras la primera guerra del Golfo Tam Dalyell, parlamentario británico perteneciente al Partido Laborista, y Tim Llewellyn, corresponsal en Oriente Medio, informaron a su regreso de Irak en mayo de 1993, de que la cifra de muertes infantiles “superaba las 100.000”, según datos proporcionados por el ministro de Sanidad iraquí (de etnia kurda). UNICEF confirmó las cifras y los análisis proporcionados por el ministro, destacando hechos como los siguientes: el acusado aumento de la desnutrición, unos índices de natalidad peligrosamente bajos y una mortalidad infantil provocada por enfermedades que se podían evitar con vacunas y el consumo de agua potable; el aumento de los casos de paludismo y de otras enfermedades erradicadas desde hacía tiempo; el colapso de los hospitales que sufrían la prohibición de importar camas pediátricas o sustancias vitales para la cirugía porque tales elementos podían emplearse para la construcción de armamento. En los hospitales pediátricos, Dalyell y Llewellyn pudieron contemplar cómo las criaturas morían a causa de la desnutrición y la carencia de medicamentos y, como otros, constataron que el apoyo a Saddam aumentaba entre una población que empezaba a percibir que los gobernantes del mundo estaban intentando castigarles a ellos, no a su criminal dirigente. La veracidad de esta percepción queda confirmada por las políticas aplicadas por los Estados Unidos a todos aquellos que han intentado enfrentárseles, como pueden atestiguar las víctimas de tales políticas en todas las partes del mundo.
Según informo Nora Boustany desde Bagdad, hubo ocho muertos y decenas de heridos. Entre los muertos se encontraban la conocida artista Layla al-Attar y un hombre con su hijo en brazos. Ya se sabe que un ataque con misiles inevitablemente tendrá fallos técnicos, pero su principal “ventaja”, según explicó el secretario de Defensa Les Aspin, es que “los pilotos estadounidenses no corren ningún riesgo”, como sería el caso de un bombardeo más preciso. Sólo corren riesgo los civiles iraquíes, de los que se pueden prescindir.
Los especialistas en relaciones públicas de Clinton tomaban el pulso a la nación. Sabían que la gente se sentía enormemente desilusionada, escéptica y preocupada por la situación de sus vidas su aparente pérdida de poder y el declive de las instituciones democráticas; sentimientos intensificados por una década de reaganismo. Por tanto, no resulta sorprendente que Reagan figure, junto a Nixon, como el ex presidente vivo más impopular, especialmente rechazado por los trabajadores y los “demócratas de Reagan”. Los asesores de imagen sabían también que la administración Clinton no afrontaría los problemas de la gente corriente; cualquier medida significativa en ese sentido infringiría las prerrogativas de su electorado básico y, por tanto, no se tomó ninguna. Para lo ejecutivos de laguna multinacional, para los profesionales vinculados con la estructura de poder y otros sectores privilegiados es importante que el mundo siga una disciplina adecuada, a fin de que la industria avanzada vea garantizados sus enormes subsidios y para que los poderosos tengan garantizada su seguridad. No importa demasiado que la educación y la sanidad pública se deterioren, que la población inadapta se pudra en suburbios y prisiones, y que las bases para una sociedad aceptable se desmoronen para la mayor parte de la población. Al adoptar estas directrices a la hora de elaborar su política, la administración actual sigue los pasos de sus predecesores.
“Los Estados Unidos siguen siendo un estado violento y sin ley”
Durante la guerra fría, se tejieron todos los hilos necesarios para exigir la supremacía, nuestro derecho y nuestra necesidad: nuestro derecho en virtud de la nobleza que nos es propia por definición; nuestra necesidad, habida cuenta de la inminente amenaza de destrucción a manos del diabólico enemigo. El término convencional que se emplea como pantalla o pretexto es “seguridad”.
La hipocresía yanki Como parte de su política de contención de la amenaza soviética, los Estados Unidos prestaron un vigoroso apoyo a Mussolini desde su marcha sobre Roma en 1922, una “buena y oven revolución”, según describió el embajador estadounidense la imposición del fascismo. Una década más tarde, el presidente Roosvelt alabó al “admirable gentleman italiano” que había abolido el sistema parlamentario y que con mano dura mantenía a raya al movimiento obrero, los socialistas moderados y los comunistas. El Departamento de Estado explicó que las atrocidades fascistas eran legítimas porque bloqueaban la amenaza de una segunda Rusia. Por las mismas premisas de moderación también se apoyó a Hitler. En 1937 el Departamento de Estado consideró que el fascismo era la reacción natural de las “clases altas y medias en defensa propia”, cuando las “masas insatisfechas, con el ejemplo de la revolución rusa ante sí, se escoraban hacía la izquierda”. Por tanto, el nazismo y el fascismo “debían vencer en todas partes, o las masas, esta vez reforzadas por las desilusionadas clases medias, se decantarían otra vez hacía la izquierda”. Al mismo tiempo, lord Halifax, enviado especial británico a Alemania, alabó a Hitler por impedir la difusión del comunismo, logro que hizo que Inglaterra “entendiera mucho mejor que antes lo que estaban haciendo”. Tales fueron las palabras de Halifax al canciller alemán mientras éste desencadenaba su reino del terror. El mundo financiero estadounidense estuvo de acuerdo. La Italia fascista era una de las grandes favoritas de los inversores, y las grandes empresas estadounidenses pronto tuvieron gran vinculación con la industria de guerra nazi, enriqueciéndose muchas veces con el saqueo de los bienes de los judíos del programa de “arianización” de Hitler. Según un estudio reciente de Christopher Simpson, “las inversiones estadounidenses en Alemania incrementaron rápidamente tras la llegada de Hitler al poder”, aumentando en “un 458.5 por 100 entre 1929 y 1940, mientras experimentaban un fuerte descenso en el resto de la Europa Continental y apenas se mantenían estables en el Reino Unido”.
El mundo en conflicto En primer lugar, el nacionalismo independentista (“ultranacionalismo”, “nacionalismo económico”, “nacionalismo radical”), es inaceptable, sea cual sea su color político. La “función” del tercer mundo es proporcionar servicios a los ricos, ofreciendo salarios bajos, recursos, mercados, oportunidades para la inversión, y (posteriormente) exportar la contaminación, así como otros atractivos (paraísos para el blanqueo de dinero procedente de las drogas y otras operaciones financieras des-reguladas, turismo, y así sucesivamente).
Oeste-Este vs. Norte-Sur La visión es totalitaria: nada puede escapar a nuestro control. Asimismo, la doctrina ha logrado una casi total aquiescencia. En el extremo menos intervencionista, Robert Pastor, asesor de Carter en temas latinoamericanos y reputado experto, escribió que “los Estados Unidos no desean controlar Nicaragua u otras naciones de la región, pero tampoco quieren permitir avances incontrolados. Desean que los nicaragüenses actúen con independencia, excepto cuando ello tenga un efecto pernicioso para los intereses estadounidenses” (la cursiva es suya). Queremos que todo el mundo sea libre; libre para actuar según nuestros designios. Estos sentimientos no provocan comentario alguno, ya que la opinión ilustrada no los considera dignos de mención. Y también, con la mayor naturalidad, encuentran su lugar en el nuevo consenso entre los historiadores de la guerra fría de los que ya hemos hablado. En no pequeña medida, la propia guerra fría puede entenderse en similares términos: como una fase de la confrontación Norte-Sur, cuya escala alcanzó unas dimensiones tan inusuales que llegó a cobrar vida propia, aunque estuviera arraigada en la lógica habitual. Europa del Este fue el “tercer mundo” primigenio, distinto de Occidente ya en la época pre-colombina, que se extendía, a grandes rasgos, a lo largo de una línea que atravesaba Alemania: Occidente empezaba su desarrollo; el Este empezaba a ser su área de servicios. A principios del siglo XX, gran parte de la región era prácticamente una posesión casi colonial de Occidente. A la toma del poder por parte de los bolcheviques se la calificó rápidamente de “ultra nacionalista” y por tanto inaceptable. Además, era un “virus”, que ejercía una considerable atractivo en el tercer mundo. La invasión occidental de la Unión Soviética en respuesta “al reto que planteaba la revolución… a la supervivencia del orden capitalista” (Gaddis) quedó así inmersa en un contexto mucho más amplio, como lo hicieron las consiguientes políticas de “contención” y de roll back después de que la invasión no lograse restablecer el viejo orden.
Uno de los cambios cruciales se produjo con la Segunda Guerra Mundial: por primera vez un único estado tenía una riqueza y un poder tan abrumadores que sus planificadores podían diseñar y ejecutar, de manera realista, una visión global. Al final de la guerra, los Estados Unidos poseían casi la mitad de la riqueza del mundo y eran la mayor potencia militar, disfrutando de una seguridad sin precedentes; no tenían ningún enemigo cerca, dominaban los océanos y las regiones más ricas y desarrolladas allende los mares, y controlaban las principales reservas mundiales de energía y otros recursos cruciales. Durante mucho tiempo los Estados Unidos han sido la potencial industrial más importante del mundo.
Publicidad y comunicación Harold Lasswelln: “La propaganda es más importante en las sociedades libres y democráticas en las que al público no se le puede mantener a raya a base de latigazos.”
Las bases del capitalismo Es “antiliberal e inmoral” enseñar a los niños a trabajar “no de una manera libre e inteligente, sino en virtud del trabajo ganado”, en cuyo caso su actividad “no es libre porque no participa libremente en él”. Por tanto, la industria debe cambiar “de un orden feudal a un orden social democrático”, basado en el control de los trabajadores y en organizaciones federales al estilo del socialismo guildista de G.D.H. Cole y de gran parte del pensamiento anarquista y marxista de izquierdas. Por lo que se refiere a la producción, su “fin último” no es producir bienes, sino “la producción de seres humanos libres asociados unos con otros en términos de igualdad”, concepción inconsistente con el industrialismo moderno en sus variedades de capitalismo de estado o de socialismo de estado, y también enraizada en los ideales liberales clásicos.
Asimismo el público tiene que cargar con los costes de las deudas incobrables en las que incurrieron los bancos comerciales en el tercer mundo. Susan George, que ha intentado calcular estos costes públicos, concluye que Japón “parece ser el único país verdaderamente capitalista en el grupo de la OCDE”, ya que mantiene el principio capitalista de que el contribuyente no tiene la responsabilidad de pagar los errores de los bancos comerciales. Sin embargo, quienes con mayor entusiasmo proclaman las maravillas del “capitalismo libre de mercado” consideran que, en la medida de lo posible, los que no deben correr riesgos son quienes tienen más poder.
“La venga de pegamento para zapatos se ha convertido en un lucrativo negocio”, y las importaciones procedentes de proveedores multinacionales han experimentando un notable aumento, dado que “los tenderos de las comunidades deprimidas hacen un próspero negocio rellenando semanalmente los botes de los niños” que inhalan el pegamento “para ahuyentar el hambre”. El milagro del mercado ya está otra vez en marcha.
En su discurso como presidente saliente del Grupo de los 77 (que representa a más de 100 de los países menos desarrollados), el colombiano Luis Fernando Jaramillo condenó duramente las prácticas occidentales, señalando especialmente que los países del Sur “no llegan a entender por qué la comunidad internacional no toma las medidas ni asigna los recursos necesarios para ayudar a los países africanos a afrontar la grave crisis que están padeciendo”, crisis de la que Occidente “es en gran parte responsable” en África, donde el “sufrimiento humano ha alcanzado unas dimensiones nunca vistas en otras partes del mundo”. La cuestión tiene la misma respuesta sencilla de siempre. La condonación de la deuda a Polonia ayuda a los ricos en Occidente; la condonación de la deuda en África, no. Y la ayuda se rige según los mismos principios. Los fondos de los contribuyentes se dirigen fundamentalmente a las necesidades de los ricos empresarios, inversores y profesionales de los donantes occidentales; las necesidades de los niños que mueren de hambre son evidentemente secundarias. Este es el “espíritu de la libre empresa” que los funcionarios del gobierno estadounidense ofrecen a los “entusiastas contratistas” a quienes, por otra parte, poco les pueden enseñar.
Los trabajadores estadounidenses deben aprender las mismas lecciones: El Wall Street Journal se apresuró a calificar su progresivo avance hacia una situación tercermundista como “un esperado progreso de trascendental importancia”, como ya hemos visto. Esta situación deja a los estados del sureste de los Estados Unidos con unos sindicatos débiles como los del caso polaco. Daimler-Benz tiene prevista la creación de una fabrica de automóviles en Alabama, con un coste de 300 millones de dólares, para producir vehículos de lujo para el mercado estadounidense, pero sólo después de que el gobierno del estado accediese a proporcionarle enormes subvenciones y exenciones fiscales, por las cuales “Alabama pagará un alto precio”, según una información del Wall Street Journal en la que se comentaban las declaraciones del jefe de un grupo de desarrollo económico de Carolina del norte, que describió la victoria de Alabama en su competencia con otros estados como “una victoria pírrica”: “con un planteamiento de este tipo no se puede levantar una economía prácticamente moribunda. Ese estado tiene una economía tercermundista. Están perdiendo un dinero que deberían invertir en la gente, en las carreteras, en el estado en general. Este es un problema para Alabama, que necesita dinero para la educación”. Para su gente, efectivamente, pero a los inversores internacionales las políticas que implantan un modelo tercermundista en las propias sociedades ricas les trae sin cuidado.
Se podría aducir que la preocupación por los derechos humanos es injustamente selectiva, ya que el esquema es el acostumbrado en los milagros del libre mercado. Examinemos el caso de Tailandia uno de los más alabados, donde unos 240 trabajadores jóvenes, encerrados por los guardias de seguridad, murieron abrasados y 500 más resultaron heridos en un incendio de la fábrica de juguetes Kader el 10 de mayo de 1993, del que se dijo que fue el peor incendio sufrido por una fábrica en todo el mundo. La empresa, con sede en Hong Kong y con poderosos inversores tailandeses y taiwaneses, daba empleo básicamente a mujeres jóvenes de las zonas rurales, que preferían esta opción a la floreciente industria del sexo, uno de los principales triunfos del libre mercado. La fabrica era una “trampa mortal” que ya anteriormente había sufrido tres incendios de los que no se dio noticia alguna, según declaró Lena Kirkland, presidente de la AFL-CIO, en un comunicado de prensa para los editores financieros, extranjeros y laborales. Esta fábrica en concreto suministraba a más de diez de las principales empresas estadounidenses, entre las que se contaban Tyco, Fisher Price, J.C. Penney y Hasbro; a su vez, otras más de 20 empresas estadounidenses –incluyendo Toys “R” Us y Wal-Mart- compraban artículos fabricados en las factorías Kader en Tailandia, donde las condiciones eran similares. Kirkland señaló que “estas empresas no podían alegar desconocimiento ni negar su responsabilidad por las infrahumanas condiciones de trabajo existentes en las fábricas donde se producen sus artículos”. “De hecho, estas condiciones son la razón fundamental por la cual han situado su producción en Tailandia. Literalmente, hacen que la gente se mate trabajando” para lo que los ejecutivos estadounidenses denominan… “mantener la competitividad en la economía mundial”. Tampoco la prensa ni el gobierno pueden alegar desconocimiento. Pero parece ser que los principales periódicos estadounidenses no publicaron ninguna información al respecto.
Cabe subrayar un elemento básico: las normas permiten que los Estados Unidos exporten los productos elaborados en las cárceles, aunque les esté vedada la entrada en el mercado estadounidense. Las cárceles de California y Oregón exportan a Asia ropas confeccionadas en sus talleres, especialmente tejanos, camisetas y una línea de pantalones cortos sagazmente denominada “Prison Blues”. El sueldo de los prisioneros es muy inferior al salario mínimo, y según afirman los activistas a favor de los derechos de los prisioneros, se trabaja en unas condiciones de esclavitud. Pero sus productos no interfieren con los derechos que verdaderamente cuentan; por tanto, no hay ningún problema.
Friedman informó que la administración Clinton, con el propósito de que los chinos modificasen su actitud, “comunicó discretamente a Pekín que si cumplía las exigencias mínimas de Washington en materia de derechos humanos, los Estados Unidos podrían considerar poner fin a la amenaza anual de sanciones comerciales”. La razón es que la antigua política de derechos humanos impuesta por las presiones del Congreso (fundamentalmente como respuesta a las presiones populares) “está pasada de moda y debe ser sustituida”. Este es un “gran cambio político que refleja la creciente importancia del comercio para la economía estadounidense”. La política de derechos humanos “según otros funcionarios, también está anticuada, porque en la actualidad el comercio es un instrumento de gran importancia para la apertura de la sociedad china, para promover el imperio de la ley y la libertad de movimientos en el país y para estimular” la propiedad privada. El mecanismo que finalmente se aplicó fue “una retirada selectiva del actual status comercial a las empresas estatales chinas, en lugar de una penalización generalizada si Pekín no hace suficientes progresos en la cuestión de los derechos humanos”. Según una información recogida por Steven Greenhouse, el subsecretario de Estado Winston Lord explicó en la Cámara de Comercio estadounidense que 2esta es una buena idea, porque ayudará a mantener la empresa privada en China y protegerá las inversiones estadounidenses en ese país”. Incluso podría 2servir de estímulo para que las empresas estatales se convirtieran en privadas”, con mayores beneficios para los inversores occidentales. La hipocresía es asombrosa, aunque no mucho más que la política de “derechos humanos” ya “pasada de moda”, que siempre ha sido cuidadosamente pensada para evitar poner en peligro los beneficios y para “no ver” las tremendas atrocidades cometidas por los clientes de los Estados Unidos con el patrocinio de Washington. Sin embargo, la preocupación por los derechos humanos llegó a convertirse en pasión en el caso de Nicaragua y Cuba, sometidas a un embargo y a un terror estremecedores. Los criminales tienen que volver a su papel de servicios, si la postura cínica sobre los derechos humanos contribuye a este fin, tanto mejor. Naturalmente, las atrocidades bastante peores que los Estados Unidos organizaron y apoyaron en países vecinos nunca fueron candidatas a sanción algunas. Lo mismo puede decirse del imperio soviético. Hasta que fue devuelto a su tradicional papel tercermundista el comercio no fue “un instrumento” que ayudase a abrir las cadenas. Igual pasó con China, hasta que empezó a abrir sus puertas al control y a las investigaciones extranjeras, ofreciendo prodigiosas oportunidades para obtener beneficios.
Los perfiles del nuevo orden mundial Las estructuras de gobierno tienden a fundirse en torno a las estructuras de poder internas que, en los últimos siglos, representan el poder económico. El proceso continúa. En el Financial Times, el corresponsal en temas económicos de la BBC, James Morgan, describe “el gobierno mundial de facto” que está tomando carta de naturaleza: el FMI, el Banco Mundial, el G7, el GATT y otras estructuras diseñadas para servir a los intereses de las empresas transnacionales, los bancos y las empresas inversoras en una “nueva era imperial”. En el reverso de la moneda, la Comisión Sur señaló que “los países más poderosos del Norte se han convertido, de facto, en una junta de gobierno de la economía mundial, protegiendo sus intereses e imponiendo su voluntad en el Sur”, donde los gobiernos “tienen que afrontar la cólera, e incluso la violencia, de su propio pueblo, cuyos niveles de vida se ven deteriorados por tener que mantener los parámetros con los que opera la economía mundial”; es decir, la actual estructura de riqueza y poder. Una característica especialmente valiosa de las emergentes instituciones de gobierno de facto es su inmunidad ante la influencia popular que, muchas veces, ni siquiera es consciente de su existencia. Actúan en secreto, creando un mundo subordinado a los intereses de los inversores y, con el público “puesto en su lugar”, la amenaza a la democracia es menor. Este retroceso de la expansión de la democracia durante los siglos pasados es asunto de no poca importancia, al igual que las nuevas formas de perversión de la doctrina liberal clásica en la economía internacional.
La naturaleza de este experimento queda ilustrada gráficamente en un informe de la Organización Internacional del Trabajo, que estima que enero de 1994 el 30 por 100 de la mano de obra estaba sin trabajo, sin posibilidad de ganar lo necesario para mantener un mínimo nivel de vida. Según la OIT, este “desempleo persistente a largo plazo” es una crisis de una magnitud semejante a la Gran Depresión. Este vasto desempleo coexiste con las enormes demandas de trabajo. En cualquier lugar que miremos hay trabajo por hacer de gran valor social y humano y hay multitud de gente dispuesta a hacerlo. Pero el sistema económico no puede reconciliar el trabajo necesario y las manos ociosas de las gentes que lo sufren. Su concepto de “salud económica” está vinculado a las exigencias del beneficio, no a las necesidades del pueblo. En resumen, el sistema económico es un fracaso catastrófico. Naturalmente, ha sido alabado como un gran éxito y, de hecho, lo es para un pequeño sector de gentes privilegiadas, entre las que se cuentan quienes alaban sus virtudes y triunfos.
En cuanto al nuevo orden mundial, se parece demasiado al viejo, aunque con un nuevo disfraz. Se producen fenómenos importantes, especialmente la creciente internacionalización de la economía con todas su consecuencias, incluyendo el agudizamiento de las diferencias de clase a escala global y a la extensión de este sistema a los antiguos dominios soviéticos. Pero no hay cambios sustanciales, ni se necesitan “nuevos paradigmas” para entender lo que está sucediendo. Las reglas básicas del orden mundial son como han sido siempre: el imperio de la ley para el débil, el de la fuerza para el fuerte; los principios de “racionalidad económica” para los débiles, el poder y la intervención del estado para los fuertes. Al igual que en el pasado, el privilegio y el poder no se someten voluntariamente al control popular o a la disciplina del mercado y, por tanto, procuran debilitar la verdadera democracia y ajustar los principios del mercado a sus necesidades específicas. La cultura de la respetabilidad sigue desempeñando su papel tradicional: rehacer la historia pasada y presente según los intereses del poder, exaltar los altos principios que nos impulsan, a nosotros y a nuestros dirigentes, y disimular los desperfectos de la historia calificándolos de buenas intenciones equivocadas, de cureles disyuntivas ante las que nos coloca algún enemiogo perverso o cualquier otra de las categorías que tan bien conocen las personas convenientemente educadas. Quienes no estén dispuestos a aceptar este papel, también tienen un papel tradicional a desempeñar: desafiar y desenmascarar la autoridad ilegítima y trabajar codo con codo para debilitarla
La ilusión y el optimismo que la elección de Barack Obama provocó sigue vigente. Su fantástica oratoria, su gestión en temas medioambientales, económicos, en la solución de una crisis fruto del capitalismo exarcebado y ahora la declaración internacional más necesaria. Un discurso para la historia, un discurso para cambiar el mundo y las relaciones entre las religiones y los distintos países que las profesan. Una mano tendida a la cordialidad y colaboración entre la "primera" democracia del mundo y el mundo islámico. El mundo cambia con las ideas, no con los hechos. Los grandes avances en la historia de la humanidad, surgieron de las ideas que fueron las que impulsaron los hechos, revolucionarios, pacíficos o consecuentes. El discurso pronunicado en el día de hoy por el presidente estadounidense es la plasmación de un nuevo orden mundial. De una nueva situación que esperemos cierre por fin el neo-conservadurismo y sepa poner coto a la extrema derecha. Se ha dibujado un mapa de infinitas posibilidades, que pasan por encontrar la paz entre israelíes y palestinos, algo mucho más cerca, porque por primera vez un presidente americano (USA principal valedor internacional de Israel había vetado en la ONU 57 resoluciones en contra de los intereses hebreos) admite la necesidad y veracidad de la existencia de dos estados, uno Israel, el otro Palestina.
La luz llega a la vida de todos los seres a través de la poderosa voz de Obama, y un sinfin de posibilidades de mejora en las condiciones de vida de todos los seres humanos se hace plausible. El trabajo ha empezado, la esperanza sigue alimentada. No es un camino fácil, y a la declaración y sus posteriores adhesiones le tienen que seguir los hechos, las políticas efectivas que hagan de el planeta un hábitat saludable para todos, un mundo de igualdad de derechos, deberes y riquezas, un mundo más social, más justo. Sólo esperemos que no sea papel mojado; tampoco que esta voz se apague bajo las armas, las locuras o los sobornos...
Barack Obama se había dirigido antes de El Cairo al mundo musulmán. Habló en Estambul el pasado abril, en el marco de la Alianza de Civilizaciones, y su primera entrevista como presidente fue para la televisión Al Yasira. Pero su vigoroso y milimetrado discurso de ayer a más de mil millones de creyentes aúna la solemnidad del escenario, en el corazón del mundo árabe, con el propio carisma presidencial y el énfasis de un mensaje que se resume en que Estados Unidos puede y quiere ser su amigo. Desde la universidad cairota, Obama ha predicado un nuevo comienzo en las relaciones entre esos dos mundos presidido por el respeto mutuo y orientado por los intereses comunes. El ciclo de la desconfianza y la discordia debe acabar, ha dicho. Un desafío.
La gira de Obama por Oriente Próximo, abierta con una significativa visita a Arabia Saudí concretada a última hora, es tan potencialmente rompedora como arriesgada en sus resultados. De lo primero ilustra bien la contraprogramación de Osama Bin Laden. De lo segundo, el optimismo escéptico que reflejan las primeras reacciones al discurso. Porque al margen de la persuasión oratoria del presidente de EE UU, los destinatarios de su mensaje, árabes y musulmanes en general, esperan que su convicción argumental se transforme en opciones políticas concretas y reconocibles respecto de algunos de los conflictos más intratables de nuestro tiempo. Obama no ha esquivado ninguna referencia directa a los temas de enfrentamiento más candentes, se trate de Irak, las ambiciones nucleares iraníes -que Teherán ha descalificado- o la guerra de Afganistán. Su punto de vista salpicado de citas coránicas (el padre de Obama era musulmán) está en las antípodas del patrioterismo unidimensional de su predecesor en la Casa Blanca. Se echan de menos menciones directas a la falta de democracia del mundo árabe o su falta de respeto por los derechos humanos, pero es ingenuamente alentador escuchar que EE UU pretende que sus Gobiernos se pronuncien en público sobre las realidades de la zona en sintonía con lo que afirman en privado. Supondría una revolución de inimaginables consecuencias.
La apuesta más prometedora de Obama, y más comprometida para su credibilidad, apunta a Israel y los palestinos. Que un carismático presidente de Estados Unidos al comienzo de su mandato considere en ese escenario intolerable y humillante la situación palestina e indispensable para la paz un Estado propio representa una crudeza diplomática histórica. Es cierto que a la vez ha refrendado el férreo vínculo entre su país e Israel, pero por primera vez esa relación privilegiada aparenta estar acotada por la aceptación por el Gobierno judío de una serie de condiciones, entre ellas el fin de los asentamientos. Netanyahu se ha congratulado forzadamente por la seguridad que Washington le renueva, pero guarda un ominoso silencio sobre un eventual Estado palestino o el cese de la colonización israelí.
Comienza el fin de la pesadilla, aunque nos quede aún mucho camino por recorrer. La toma de posesión como presidente de los Estados Unidos de América de Barack Hussein Obama tras las elecciones presidenciales del pasado noviembre ha de poner punto final a uno de los periodos más tenebrosos de la historia del mundo, en donde la gobernación de los necios, cuando no la de los canallas, se ha impuesto por doquier.
El balance final de la gestión de George W. Bush al frente de los destinos de su país no puede resultar más desastroso. Ha empobrecido la economía mundial; ha generado dos terribles contiendas armadas para las que no se ve solución inminente y que han provocado innumerables víctimas; ha canonizado la tortura y la corrupción; ha vulnerado repetidamente la legalidad internacional y ha destruido el prestigio de América. El mundo es peor después de Bush, es decir, por culpa de Bush. Nos deja un legado tan miserable moral y materialmente que pasará al menos una década antes de que podamos recuperarnos de la postración actual al que el "príncipe" del neo-conservadurismo y sus secuaces nos han sometido. Ésa es la dura tarea que le aguarda al primer afroamericano titular de la Casa Blanca.
Los errores del presidente Bush no resultan sólo de sus parvas condiciones para el ejercicio del poder, sino, sobre todo, de la reiterada aplicación de una doctrina injustamente apellidada de liberal que ha subvertido los principios dela democracia en nombre de su defensa. Desde la ideología neoconservadora se ha intentado imponer la democracía a sangre y fuego; se ha debilitado el papel de las instituciones; se han agudizado las diferencias sociales;se ha multiplicado la división y crispación interna; se ha abdicado del diálogo y se ha renunciado al multilateralismo. Finalmente se han arruinado a millones de familias trabajadoras y se ha permitido que un puñado de banqueros rapaces pusiera en peligro el sistema de pagos mundial, ante la impasibilidad, o gracias la complicidad, de muchos gobernantes. La tarea de Naciones Unidas ha sido boicoteada, mientras en sus tribunas los representantes de Bush mentían descaradamente para justificar la agresión armada contra Irak, un país regido por una detestable dictadura pero que no constituía amenaza alguna para la paz mundial. Si finalmente se lograra instalar allí un régimen estable y democrático, habría sido a costa de las vidas de cientos de miles de ciudadanos inocentes y de varios miles de soldados estadounidenses. Éste es el balance del que son directamente responsables los señores Bush, Blair y Aznar, y por el que todavía esperemos que muestren arrepentimiento.
La victoria de Obama se produce en momentos de extraordinaria gravedad para la gobernanza mundial. Lo que comenzó como una crisis de la banca norteamericana, producida por el uso y el abuso de productos derivados sin ningún tipo de control, ha terminado por convertirse en algo muy cercano a una depresión económica. Millones de desempleados se incorporan a las filas del paro mientras cierran miles de empresas, la banca es nacionalizada en muchos países y el dinero de los contribuyentes corre a salvar el sistema financiero. Ni una sola de las instituciones encargadas de que la catástrofe no se hubiera llegado a producir -¿para qué hablar de quienes las dirigen?- supo evitarla, ni tampoco ha sabido reaccionar en forma y tiempo ante la tormenta que se nos venía encima.
Algunos pueden suponer que esta acumulación de problemas políticos y económicos es solamente casual, o fruto de una coincidencia. Responde sin embargo a un hecho fácilmente constatable: la globalización, impulsada a la velocidad de la luz por las nuevas tecnologías, se ha impuesto de manera descontrolada y, cuando se la ha querido gobernar, se intentó hacerlo desde una mentalidad imperial y un poco histriónica. La actual no es una de las clásicas crisis cíclicas del capitalismo, sino un nuevo aviso, el más serio de todos hasta el momento, de que asistimos a un cambio de paradigma en el que los problemas planetarios no pueden ser resueltos por las instituciones nacionales o locales, y en el que el embeleco del unilateralismo ha fenecido estrepitosamente. El Estado ha recuperado un inesperado protagonismo como apagafuegos de la situación, pero los Estados por sí solos, por grandes y poderosos que sean, no bastarán para poner orden en la convivencia mundial si no se reforma e impulsa el papel de las agencias globales (Fondo Monetario, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio) y el sistema de las Naciones Unidas. La emergencia de nuevos actores (China, India, Brasil,...), la decadencia del liderazgo de Occidente, el creciente desconcierto en la Unión Europea, la irrisión qu eprovocan tantos expertos económicos, incapaces de predecir o evitar los descalabros y absortos a la hora de buscar soluciones, son cuestiones que agitan hoy las opiniones públicas de muchos países. El desprestigio del modelo de crecimiento y de los estándares morales impuestos por los neocons americanos es total. Deberían aprenderlo los neoconcitos españoles que todavía pululan por los aledaños a la oposición al Gobierno.
La elección de Barack Obama responde a un sentimiento de hartazgo y desconsuelo de la población americana que comparten muchas sociedades en otros continentes. Es, también, una respuesta generacional, una protesta de los jóvenes contra la autosatisfacción culpable de las clases dirigentes. La construcción de algo parecido a un modelo de gobernanza mundial no puede dedicarse sólo, ni principalmente, a la ordenación del sistema financiero. Los poderosos del mundo han de hacer algo para superar las desigualdades y desiquilibrios sociales crecientes, tanto en el interior de los países como en la escena internacional, so pena de condenar nuestras democracias a la inestabilidad y la inseguridad.
Es tan grande la desilusión de las poblaciones y resultan tan desmesuradas las esperanzas puestas en el todavía joven senador que acaba de alzarse con la presidencia americana, que conviene poner sordina a las expectativas de una pronta mejoría de la situación. La reconstrucción tomará tiempo. No me refiero sólo a la económica, que no será más que el reflejo y la consecuencia del esfuerzo y el emprendimiento humanos, sino sobre todo a la recuperación moral, al restablecimiento del concepto de ciudadanía, a la limpieza de la vida pública y al rescate del compromiso intelectual. Es la hora de la política y ésta reclama líderes, gente con visión, con determinación y con coraje. Obama tiene todo el aspecto de ser uno de ellos. Su elección marca un hito histórico en el devenir mundial y es el fin de los clichés sobre la democracia americana, pionera tantas veces en la defensa de las libertades y en la búsqueda de la modernidad, pero subyugada durante décadas a las manías y las conspiraciones de un puñado de fundamentalistas reaccionarios. Langston Hughes, poeta afromericano en Let America be America again, que América fuera América de nuevo, era la ambición y el destino de este memorable escritor, que deberia haber vivido para ver cumplida su visión. Con la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, América puede volver, por fin, a sus raíces y redescubrir lo mejor del legado de los padres fundadores, allí donde residen el aliento de la libertad y la pasión por la solidaridad. Ésta es condición indispensable para que el mundo salga del agujero en que se ha hundido. Ya se encargará la realidad de poner límites al sueño.