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lunes, 2 de mayo de 2011

Justicia a la americana


A las 4 de la pasada madrugada, hora española, el presidente estadounidense, Barack Obama anunciaba la muerte del terroristma más buscado del planeta, Osama Bin Laden, a manos de comandos especiales norteamericanos en una operación de unos 40 minutos de duración sobre el bunker-mansión (así está siendo descrito por los todos los medios) en una localidad pakistaní cercana a Islamabad. Sin disfrazar mis preferencias a que este individuo estuviera fuera de la circulación, como demócrata sin duda alguna, lo prefería juzgado. Quiero ser bueno y suponer que si lo han abatido es porque no ha habido más remedio. Porque el líder de Al Qaeda no cedió y no hubo otra manera que pegarle un tiro en la cabeza.

Tampoco me importa en demasía. Es más, me parece bien la decisión que han tomado con su cuerpo (si es que todo es verdad y no es más que una farsa). El mundo no necesita otro santuario religioso al que ir en procesión y o barra excursión, y menos por un personaje con una larga cuenta de muerte y destrucción a sus espaldas. Por fortuna, creó que poco a poco vamos dejando atrás la edad media, pese a espectáculos tan lamentables como el de este pasado fin de semana en Roma.

Pero no quiero desviarme del tema. En primer lugar, mantener que no me creó nada. A muy pocos inocentes, les pillaría de sorpresa una revelación tipo Wikileaks que hablará de una realidad del 11-S que por encima del islamismo hable del neoliberalismo y de la convenencia de tener una excusa para quedarse con el petroóleo y la reconstrucción de varios países, sino enemigos, por lo menos no amigos. Que el precio fueran la vida de miles de estadounidenses es una idea que apesta por si sola, pero las cloacas del capitalismo están podridas cuando un sistema económico se mueve en base a crear y regenerar destrucción y desigualdades por el mundo. Bendita globalización.

Los yankees lo celebran. Muchos en el resto del mundo también y entre ellos me incluyó porque cuanto menos fundamentalistas haya en el mundo más sana sera la convivencia. Ojalá también se apliaquen igual contra los fundamentalistas del capitalismo y el liberalismo exarcebado. También nuestros políticos, los europeos en general digo, lo celebran con entusiasmo no se vaya a enfadar el líder. Pero hay un lado oscuro, en el que todos aquellos hermanos musulmanes y discípulos de Bin Laden, claman y con nocturnidad y maldad tratarán de buscarse su justicia, honrar a su mártir. Nos darán más dosis de violencia, guerra e injusticia, porque seremos el pueblo, los curritos, la clase media baja los que lloraremos a nuestros muertos. Por lo tanto alegría, pero a medias. Esta guerra no está ganada aunque sin Bin Laden y sin armas de destrucción masiva no haya justificación para mantener la ocupación de Afganistán o de Irak.

Pero quedán tantas preguntas en el aire... Estados Unidos ha puesto toda su maquinaria y precisión para aniquilar a Bin Laden, ¿por qué no hacen lo mismo con Gadaffi? ¿Con los de El Congo o Costa de Marfil?. ¿Qué pasa con Pakistán? aliado que ha ayudado, aliado que no ha molestado ¿y acambio de qué? o simplemente traidores que también sustentan y alojan terroristas. Tienen la bomba nuclear. No como en Irán. Es ahora casual o era el momento señalado (Obama se ha asegurado en su momento más bajo de popularidad desde que llego a la Casa Blanca su reelección). Va a haber fotos y documentos feacientes de la veracidad de la operación y su resultado o todo van a ser fotomontajes. La legalidad ha perdido en favor de la legitimidad que USA, como primera nación del planeta, potencia en primacía decadente y animal herido desde hace 10 años. No han usado la lógica, sino la ira alimentada por el dolor de más de 3000 muertos el 11-S, y por los incontables que la Guerra contra el terror, ha traído muchos ellos en las filas del puelbo estadounidense. ¿Hasta cuando seguirá siendo el terrorrismo un arma política?; soy un soñador, o a este tío no hubiera sido mejor, más justo y democrático, enjuciarlo y encacerlarlo, a pan y agua, toda la vida al sol, pero darle un juicio, antes que matarlo. Por qué permanecer al lado de la violencia e igualar nuestro sistema de valores y eso que llamamos democracia, al mismo nivel que el islamismo radical y medieval que tanto detestamos y al que combatimos. Se ha perdido una oportunidad para ganar la guerra.

miércoles, 7 de abril de 2010

Yo no quiero esta democracia para mi



No dejo de oír, ver y leer en los medios alabanzas a la perfección de la democracia estadounidense tras la aprobación de la reforma sanitaria de Obama. Periodistas de toda categoría jalean las bonanzas de un sistema que ha sabido dar un nuevo sistema de salud para los Estados Unidos. Tal vez yo sea demasiado cínico, pero yo no quiero esta democracia para mí.

Ayer, viendo el debate previo a la decisiva votación los argumentos utilizados por los representantes, especialmente los republicanos, pero no exclusivamente, no podía reprimir cierto sentimiento de vergüenza. De forma vehemente sus señorías enarbolaban un discurso rancio y apolillado que siquiera las facciones más ultras en Europa se atreverían a usar. Entre muchas perlas, se oyó cómo un representante afirmaba de forma categórica que la aprobación de esta ley suponía la muerte moral de Estados Unidos y el fin de la libertad de este país. No contento con sus exageraciones, echó mano del miedo y afirmó que los viejos fantasmas del pasado se levantaban de nuevo: el comunismo volvía a suponer un desafío para los USA, ahora ya desde su interior. No merece la pena dar el nombre del político autor de estas afirmaciones, pues seguro que eso es lo que a él le gustaría. No creo que estos argumentos puedan ser considerados propios de un verdadero debate político e intelectual.

Por el contrario, los discursos a favor marcaron las carencias que el sistema democrático posee aún en el año 2010. ¿Cómo se puede permitir que la mayor potencia mundial no reconozca el derecho a la salud como un derecho universal? Porque no lo olvidemos, en los Estados Unidos, la salud ha sido y seguirá siendo un lujo, algo por lo que hay que pagar. Y esta nueva ley no lo modifica.

Entre los llamamientos a un voto positivo se escuchó la voz de una representante que criticaba las "pre-existent conditions", es decir, la fórmula por la que las grandes compañías de seguros podían rechazar a un enfermo si por sus condiciones -una enfermedad crónica, por ejemplo- no se alcanzara ningún beneficio. El problema había llegado a tal extremo que algunos seguros excluían a mujeres maltratadas, puesla violencia de género se consideraba como una "pre-existent condition", negando así el derecho a una atención médica adecuada a las víctimas de violencia familiar.

No, puedo pasar por la rueda de molino que afirma que debemos aprender de los Estados Unidos. Este país ha tenido en el limbo a más de 45 millones de personas, a los que se les ha negado de forma continuada un derecho humano. Esta nueva ley viene a paliar en cierta medida este agravio, pero eso no significa en absoluto que la sanidad pase a ser considerado un derecho público y universal, tal como lo es en Europa. La sanidad seguirá estando en manos privadas y, por si fuera poco, seguirá dejando en la indigencia sanitaria a los indocumentados, cerca de 15 millones de individuos que seguirán siendo no ciudadanos de segunda, sino de tercera o cuarta categoría a los que se estarán cercenando sus derechos más elementales.

Además, no entiendo esas jaculatorias que sostienen que ese gran debate es la expresión máxima de la democracia: los representantes de los Estados sirviendo a sus electores y defendiendo sus intereses por encima de la disciplina de partido. Cierto, muchos representantes demócratas han votado en contra de una ley que su propio líder había presentado. Pero, ¿ciertamente estos representantes defienden a sus electores? Uno puede dudarlo si analiza someramente cómo funciona este país.

La mayoría de la población hace caso omiso a los procesos electorales, que no hay que olvidar son muy costosos. Más bien, muchos políticos miraban a su bolsillo: no hay nada más que ver las cantidades desembolsadas por la industria farmacéutica y de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos que financian muchas de esas campañas y que, lógicamente, se habían posicionado contra esta reforma. Para perderse en los datos, se puede echar un ojo a la CNN.
Además, el 21 de enero de este año, la Corte Suprema abrió la veda a que las grandes corporaciones financien libremente y sin límites dichas campañas y gastos electorales. Como afirma Chomsky, esto supone poner, como mínimo, en un brete los fundamentos del sistema democrático.

Y es que no puedo comulgar con estas afirmaciones de alabanza continua. Lo repito: la democracia estadounidense ni es perfecta ni es la mejor ni es un ejemplo que se debe seguir. Otro dato que parecen olvidar estos nuevos conversos: el sistema político en este país no es que fomente el bipartidismo, es que está basado en él. Si en España nos quejamos de que la ley electoral favorece a los grandes partidos y discrimina a los pequeños, ¿qué sería de éstos en Estados Unidos?

Sí, la reforma sanitaria es un hito, pero no porque sea perfecta sino porque arregla un desaguisado que en nuestro tiempo es difícil de enterder que aún exista. Por si fuera poco, este cambio legislativo no entrará en vigor hasta 2014. Pues eso, que esta democracia no es para mí.

jueves, 4 de junio de 2009

Mensaje al Islam


La ilusión y el optimismo que la elección de Barack Obama provocó sigue vigente. Su fantástica oratoria, su gestión en temas medioambientales, económicos, en la solución de una crisis fruto del capitalismo exarcebado y ahora la declaración internacional más necesaria. Un discurso para la historia, un discurso para cambiar el mundo y las relaciones entre las religiones y los distintos países que las profesan. Una mano tendida a la cordialidad y colaboración entre la "primera" democracia del mundo y el mundo islámico. El mundo cambia con las ideas, no con los hechos. Los grandes avances en la historia de la humanidad, surgieron de las ideas que fueron las que impulsaron los hechos, revolucionarios, pacíficos o consecuentes. El discurso pronunicado en el día de hoy por el presidente estadounidense es la plasmación de un nuevo orden mundial. De una nueva situación que esperemos cierre por fin el neo-conservadurismo y sepa poner coto a la extrema derecha. Se ha dibujado un mapa de infinitas posibilidades, que pasan por encontrar la paz entre israelíes y palestinos, algo mucho más cerca, porque por primera vez un presidente americano (USA principal valedor internacional de Israel había vetado en la ONU 57 resoluciones en contra de los intereses hebreos) admite la necesidad y veracidad de la existencia de dos estados, uno Israel, el otro Palestina.

La luz llega a la vida de todos los seres a través de la poderosa voz de Obama, y un sinfin de posibilidades de mejora en las condiciones de vida de todos los seres humanos se hace plausible. El trabajo ha empezado, la esperanza sigue alimentada. No es un camino fácil, y a la declaración y sus posteriores adhesiones le tienen que seguir los hechos, las políticas efectivas que hagan de el planeta un hábitat saludable para todos, un mundo de igualdad de derechos, deberes y riquezas, un mundo más social, más justo. Sólo esperemos que no sea papel mojado; tampoco que esta voz se apague bajo las armas, las locuras o los sobornos...

Barack Obama se había dirigido antes de El Cairo al mundo musulmán. Habló en Estambul el pasado abril, en el marco de la Alianza de Civilizaciones, y su primera entrevista como presidente fue para la televisión Al Yasira. Pero su vigoroso y milimetrado discurso de ayer a más de mil millones de creyentes aúna la solemnidad del escenario, en el corazón del mundo árabe, con el propio carisma presidencial y el énfasis de un mensaje que se resume en que Estados Unidos puede y quiere ser su amigo. Desde la universidad cairota, Obama ha predicado un nuevo comienzo en las relaciones entre esos dos mundos presidido por el respeto mutuo y orientado por los intereses comunes. El ciclo de la desconfianza y la discordia debe acabar, ha dicho. Un desafío.

La gira de Obama por Oriente Próximo, abierta con una significativa visita a Arabia Saudí concretada a última hora, es tan potencialmente rompedora como arriesgada en sus resultados. De lo primero ilustra bien la contraprogramación de Osama Bin Laden. De lo segundo, el optimismo escéptico que reflejan las primeras reacciones al discurso. Porque al margen de la persuasión oratoria del presidente de EE UU, los destinatarios de su mensaje, árabes y musulmanes en general, esperan que su convicción argumental se transforme en opciones políticas concretas y reconocibles respecto de algunos de los conflictos más intratables de nuestro tiempo. Obama no ha esquivado ninguna referencia directa a los temas de enfrentamiento más candentes, se trate de Irak, las ambiciones nucleares iraníes -que Teherán ha descalificado- o la guerra de Afganistán. Su punto de vista salpicado de citas coránicas (el padre de Obama era musulmán) está en las antípodas del patrioterismo unidimensional de su predecesor en la Casa Blanca. Se echan de menos menciones directas a la falta de democracia del mundo árabe o su falta de respeto por los derechos humanos, pero es ingenuamente alentador escuchar que EE UU pretende que sus Gobiernos se pronuncien en público sobre las realidades de la zona en sintonía con lo que afirman en privado. Supondría una revolución de inimaginables consecuencias.

La apuesta más prometedora de Obama, y más comprometida para su credibilidad, apunta a Israel y los palestinos. Que un carismático presidente de Estados Unidos al comienzo de su mandato considere en ese escenario intolerable y humillante la situación palestina e indispensable para la paz un Estado propio representa una crudeza diplomática histórica. Es cierto que a la vez ha refrendado el férreo vínculo entre su país e Israel, pero por primera vez esa relación privilegiada aparenta estar acotada por la aceptación por el Gobierno judío de una serie de condiciones, entre ellas el fin de los asentamientos. Netanyahu se ha congratulado forzadamente por la seguridad que Washington le renueva, pero guarda un ominoso silencio sobre un eventual Estado palestino o el cese de la colonización israelí.

martes, 20 de enero de 2009

América vuelve a ser América


Comienza el fin de la pesadilla, aunque nos quede aún mucho camino por recorrer. La toma de posesión como presidente de los Estados Unidos de América de Barack Hussein Obama tras las elecciones presidenciales del pasado noviembre ha de poner punto final a uno de los periodos más tenebrosos de la historia del mundo, en donde la gobernación de los necios, cuando no la de los canallas, se ha impuesto por doquier.

El balance final de la gestión de George W. Bush al frente de los destinos de su país no puede resultar más desastroso. Ha empobrecido la economía mundial; ha generado dos terribles contiendas armadas para las que no se ve solución inminente y que han provocado innumerables víctimas; ha canonizado la tortura y la corrupción; ha vulnerado repetidamente la legalidad internacional y ha destruido el prestigio de América. El mundo es peor después de Bush, es decir, por culpa de Bush. Nos deja un legado tan miserable moral y materialmente que pasará al menos una década antes de que podamos recuperarnos de la postración actual al que el "príncipe" del neo-conservadurismo y sus secuaces nos han sometido. Ésa es la dura tarea que le aguarda al primer afroamericano titular de la Casa Blanca.

Los errores del presidente Bush no resultan sólo de sus parvas condiciones para el ejercicio del poder, sino, sobre todo, de la reiterada aplicación de una doctrina injustamente apellidada de liberal que ha subvertido los principios dela democracia en nombre de su defensa. Desde la ideología neoconservadora se ha intentado imponer la democracía a sangre y fuego; se ha debilitado el papel de las instituciones; se han agudizado las diferencias sociales;se ha multiplicado la división y crispación interna; se ha abdicado del diálogo y se ha renunciado al multilateralismo. Finalmente se han arruinado a millones de familias trabajadoras y se ha permitido que un puñado de banqueros rapaces pusiera en peligro el sistema de pagos mundial, ante la impasibilidad, o gracias la complicidad, de muchos gobernantes. La tarea de Naciones Unidas ha sido boicoteada, mientras en sus tribunas los representantes de Bush mentían descaradamente para justificar la agresión armada contra Irak, un país regido por una detestable dictadura pero que no constituía amenaza alguna para la paz mundial. Si finalmente se lograra instalar allí un régimen estable y democrático, habría sido a costa de las vidas de cientos de miles de ciudadanos inocentes y de varios miles de soldados estadounidenses. Éste es el balance del que son directamente responsables los señores Bush, Blair y Aznar, y por el que todavía esperemos que muestren arrepentimiento.

La victoria de Obama se produce en momentos de extraordinaria gravedad para la gobernanza mundial. Lo que comenzó como una crisis de la banca norteamericana, producida por el uso y el abuso de productos derivados sin ningún tipo de control, ha terminado por convertirse en algo muy cercano a una depresión económica. Millones de desempleados se incorporan a las filas del paro mientras cierran miles de empresas, la banca es nacionalizada en muchos países y el dinero de los contribuyentes corre a salvar el sistema financiero. Ni una sola de las instituciones encargadas de que la catástrofe no se hubiera llegado a producir -¿para qué hablar de quienes las dirigen?- supo evitarla, ni tampoco ha sabido reaccionar en forma y tiempo ante la tormenta que se nos venía encima.

Algunos pueden suponer que esta acumulación de problemas políticos y económicos es solamente casual, o fruto de una coincidencia. Responde sin embargo a un hecho fácilmente constatable: la globalización, impulsada a la velocidad de la luz por las nuevas tecnologías, se ha impuesto de manera descontrolada y, cuando se la ha querido gobernar, se intentó hacerlo desde una mentalidad imperial y un poco histriónica. La actual no es una de las clásicas crisis cíclicas del capitalismo, sino un nuevo aviso, el más serio de todos hasta el momento, de que asistimos a un cambio de paradigma en el que los problemas planetarios no pueden ser resueltos por las instituciones nacionales o locales, y en el que el embeleco del unilateralismo ha fenecido estrepitosamente. El Estado ha recuperado un inesperado protagonismo como apagafuegos de la situación, pero los Estados por sí solos, por grandes y poderosos que sean, no bastarán para poner orden en la convivencia mundial si no se reforma e impulsa el papel de las agencias globales (Fondo Monetario, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio) y el sistema de las Naciones Unidas. La emergencia de nuevos actores (China, India, Brasil,...), la decadencia del liderazgo de Occidente, el creciente desconcierto en la Unión Europea, la irrisión qu eprovocan tantos expertos económicos, incapaces de predecir o evitar los descalabros y absortos a la hora de buscar soluciones, son cuestiones que agitan hoy las opiniones públicas de muchos países. El desprestigio del modelo de crecimiento y de los estándares morales impuestos por los neocons americanos es total. Deberían aprenderlo los neoconcitos españoles que todavía pululan por los aledaños a la oposición al Gobierno.

La elección de Barack Obama responde a un sentimiento de hartazgo y desconsuelo de la población americana que comparten muchas sociedades en otros continentes. Es, también, una respuesta generacional, una protesta de los jóvenes contra la autosatisfacción culpable de las clases dirigentes. La construcción de algo parecido a un modelo de gobernanza mundial no puede dedicarse sólo, ni principalmente, a la ordenación del sistema financiero. Los poderosos del mundo han de hacer algo para superar las desigualdades y desiquilibrios sociales crecientes, tanto en el interior de los países como en la escena internacional, so pena de condenar nuestras democracias a la inestabilidad y la inseguridad.

Es tan grande la desilusión de las poblaciones y resultan tan desmesuradas las esperanzas puestas en el todavía joven senador que acaba de alzarse con la presidencia americana, que conviene poner sordina a las expectativas de una pronta mejoría de la situación. La reconstrucción tomará tiempo. No me refiero sólo a la económica, que no será más que el reflejo y la consecuencia del esfuerzo y el emprendimiento humanos, sino sobre todo a la recuperación moral, al restablecimiento del concepto de ciudadanía, a la limpieza de la vida pública y al rescate del compromiso intelectual. Es la hora de la política y ésta reclama líderes, gente con visión, con determinación y con coraje. Obama tiene todo el aspecto de ser uno de ellos. Su elección marca un hito histórico en el devenir mundial y es el fin de los clichés sobre la democracia americana, pionera tantas veces en la defensa de las libertades y en la búsqueda de la modernidad, pero subyugada durante décadas a las manías y las conspiraciones de un puñado de fundamentalistas reaccionarios. Langston Hughes, poeta afromericano en Let America be America again, que América fuera América de nuevo, era la ambición y el destino de este memorable escritor, que deberia haber vivido para ver cumplida su visión. Con la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, América puede volver, por fin, a sus raíces y redescubrir lo mejor del legado de los padres fundadores, allí donde residen el aliento de la libertad y la pasión por la solidaridad. Ésta es condición indispensable para que el mundo salga del agujero en que se ha hundido. Ya se encargará la realidad de poner límites al sueño.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Yes We Could


"Un hombre llegó a la luna, un muro cayó en Berlín y un mundo se interconectó a través de nuestra ciencia e imaginación. Y este año, en estas elecciones, ella tocó una pantalla con el dedo y votó, porque después de 106 años en Estados Unidos, en los buenos tiempos y en las horas más negras, ella sabe cómo Estados Unidos puede cambiar".
Barack Obama, en su discurso victorioso en el Grant Park de Chicago tras ganar las elecciones presidenciales (4 de noviembre de 2008)

En un contexto de apatía, desconfianza y terror el acto humano reflejo es la esperanza, el coraje y la imaginación. Todo ello se ha atribuido Barack Obama (gracias a su equipo de campaña) para atraer el voto a la causa demócrata en un ejercicio de catarsis colectiva y global que representa en estas horas, y las que vendran hasta su proclamación como presidente, y quizás sus primeros 100 días en el 1600 de la Avenida Pensylvania. En una campaña electoral, bestial, cuantiosa y pesada la historia fue recibiendo los logros de la candidatura de este senador por el estado de Illinois; durante 21 meses, primero en la dura pugna en las primarias democrátas (maravilloso ejemplo de salud democrática, aunque siempre oscurecido por la ingente cantidad de dinero y su dudoso origen); después ya enzarzado en la batalla para suceder a George W. Bush, con John McCain, veterano y prisionero de guerra como rival, dentro de un partido republicano bastante fraccionado, por el carácter vehemente, populista y social del senador por Arizona así como el legado del actual presidente. Así desde el pasado mes de agosto se lanzaron ambos a la lucha, mitín, tras mitín, debate sobre debate y golpe de efecto por golpe de efecto.

La idea del cambio político tras la nefasta presidencia de Bush Jr. estaba cuajada y Obama sólo tenía que hacerla propia. Su equipo de campaña ideó una imagen plasmada en chapas y camisetas, recibió el apoyo de insignes nombres de la cultura norteamericana y consiguió la cifra récord de 58 millones de dólares en donaciones para la campaña, que le permitió costear entre otros, un anuncio-documental de 30 minutos a una semana de la elecciones en las televisiones nacionales para plasmar su vida, ideales, sueños y anhelos rescantando del recuerdo a los líderes muertos por las armas como JFK, Martin Luther King, u otros ejemplos de convivencia y unidad como Gandhi o incluso Mandela. Obama se ha convertido por obra y gracia del merchandasing en el primer icono del siglo XXI, en el primer gran personaje político capaz de agrupar su imagen como propia e intransferible en la nueva centuria.

Así la candidatura Obama-Biden (Joe Biden va como vicepresidente siendo un reconocido político norteamericano curtido en las batallas del senado y con experiencia exterior) luchó enconadamente para plasmar la esperanza en las urnas y borrar los prejuicios que la raza, la inexperiencia o los supuestos ideales socialistas podían menoscabar su fuerza en el electorado. La inexperiencia con la decisión de nombrar a Biden como vicepresidente quedó borrada, y más aún cuando McCain eligió a Sarah Palin para el mismo cargo por parte republicana, sin haber salido esta jamás de su país, y casi de su Alaska natal. Fueron las ansías de ganarse las bases del partido republicano lo que forzo esta decisión por parte de McCain dada la personalidad religiosa, conservadora, tradicional y familiar de Palin. Esto atrayó votos a la causa republicana, pero también los esquilmo dada la visceridad en los arcaicos planteamientos de Palin, continuamente caricaturada en los medios, además de su propia y ya lanzada carrera para las presidenciales del 2012.

En cuanto a la raza, Estados Unidos este 4 de noviembre asumió por fin la Declaración de Emancipación, la décimo-cuarta enmienda y la victoria del movimiento por los derechos civiles. Parafraseando a Jesse Jackson, Estados Unidos voto por la razón y no contra la raza. Tampoco es que Obama sea un afroamericano habitual (es mulato, educado entre Indonesia, Hawai y Kansas; que tuvo la posibilidad de estudiar en las mejores universidades de Los Angeles, New York, dar clase en Hardvard). Pronto viajo por Europa y la Kenia natal de su padre para comenzar con proyectos social y religiosos en los barrios más desfavorecidos de Chicago. Esta solidaridad y curriculum le han dado una buena base social que ha exponenciado en votos. Su nombre que significa Afortunado también quedo borrado del subconsciente americano cansado de los desmanes del neo-conservadurismo y necesario de una imagén nueva. Obama no es el negro de los barrios marginales, de Harlem, de Coney Island o Compton. Nunca tuvo necesidad de acercarse a los comedores sociales ni pasar por debajo del arco de seguridad de su instituto aunque se acerco a ellos para conocer los agravios y necesidades de las clases más desfavorecidas. La izquierda en USA es minoritaria (por el pasado de la Guerra Fría), y su imagen como político europeo sería de centro/centro-derecha.Tampoco siendo famoso ha representado el arquetipo de negro triunfador, enjoyado, prepotente y con esos aires de despotismo y chuleria madrileña que la estética "Rap" inunda. Pero Obama ha sabido construirse a si mismo y representar eficazmente el sueño americano.

Barack Obama representa lo que los padres fundadores plasmaron en su declaración de Independencia del 4 de julio de 1776. Su trabajo y sus ideales le han dado la oportunidad de vivir su sueño, y con él, ahora contagia a todo un país (y también un mundo) hartado de la corrupción real y moral que el imperio nos ha impuesto. El presidente electo ha cautivado a los jóvenes, a las clases pobres y medias, a latinos, negros, homosexuales, discapacitados e incluso ecologistas. Todos abrazan el cambio, el podemos, en la tierra de las oportunidades, para otorgar la posibilidad de subsistir y realizarse a todo el mundo que hasta el momento se ahoga, se atraganta, o estornuda según les apriete el nudo el opresor yankee.

Centrándome en las elecciones, en la noche electoral americana, se presenta como un espectáculo televisivo abrumador, gigantesco y entusiasta, pero también abasallador, mezquino y denigrante a ojos del espectador aunque todos estemos interesados aunque siempre expuestos a las mentiras de los diferentes grupos de presión y opinión. Los diferentes husos horarios, las horas de cierre de colegios en estados y condados se van sucediendo durante 5 horas, y mientras todavía quedan horas para cerrar los colegios en California, Oregon o Hawai, la carrera presidencial ya esta virtualmente ganada por Obama, ya que Florida, Ohio, Virginia, Pensylvania o Indiana han dado su voto al demócrata. En unas elecciones en las que un sólo voto (o una resolución del Supremo previo maniqueismo de los medios afines) puede definir el candidato, los estados del Este y Medio-Este (sobretodo la región de los Grandes Lagos) ya había concedido la mudanza a la familia Obama. Estados poblados, industrializados, con gran masa de población jovén e inmigrante alegan por el cambio. El rancio y todavía racista sur no, pero también con escaso margen. El mapa se va pintando en rojo y azul y así a las 1 de la mañana hora local de Chicago, Obama puede salir con su esposa e hijas y dar el discurso de la victoria, un alegato que pasa a la posterioridad, como la primera respuesta que Occidente y la razón le dan al Terrorismo, el neo-conservadurismo, la avaricia, el miedo y el rencor.



No va a ser fácil la tarea a la que se va a enfrentar Barack Obama, presidente número 44 de los Estados Unidos. Recuperar la imagen internacional de los USA es un reto que pasa por clausurar el parque temático de la vergüenza como es Guantánamo, un Auschwitz o Maathausen del siglo XXI. Cerrar las Guerras de Afganistán o Irak, las Guerras no emitidas en TV de África o lidiar entre palestinos y el opresor y belicoso pueblo israelí. Todo ello en un contexto de crisis económica global, nacida del despilfarro, la codicia y el descontrol del capitalismo exacerbado sin pautas de comportamiento por los inexistentes gobiernos en tiempos de bonanza, pero a los que se implora ayudas en momentos de caída. Hablan de refundar el Capitalismo, la ONU, el protocolo de Kioto o la solidaridad con los más pobres. Ya se tienen que acabar las palabras y ejercitarse los hechos en un contexto de toma de decisiones mundial, con múltiples interlocutores válidos para la hasta ahora única potencia. Europa, Rusia, China, Brasil, México, India, África,... todos tienen derecho a opinar y ser escuchados y tenidos en cuenta es el primer paso para recuperarnos de la Administración y el líder político más nefasto de la historia de Occidente (si incluso por encima de Hitler, y si esperamos a Bush, Blair, Aznar y Barroso en el Tribunal de Justicia Internacional de la Haya).

El desprestigio de los estándares morales impuestos por los "neocons" es total. Ahora ya parece que muchos se dan cuenta de lo innacesible moral y espiritualmente de los preceptos de la clase dirigente de un mundo que ha oprimido hasta la extenuación la inmensa mayor parte del mismo sólo para el beneficio de los jerarcas de la economía mundial, ya tremendamente ricos y verdugos de un mundo horripilantemente paupérrimo.

Tiene que haber una recuperación económica, internacional, pacifista, solidaria y ecológica. El mundo tiene que mirar más allá del 11-S. Los retos son múltiples y todos tienen que se tratados. Y también tiene que cumplir sus promesas "interiores" de extender el seguro médico a millones de personas desfavorecidas en la primera economía mundial, de potenciar y mantener la escuela y enseñanzas públicas, de controlar más la expedición de armas en el país, no en guerra, con más muertes por arma de fuego del mundo... muchos retos a los que también se enfrenta con el apoyo de Congreso y Senado con mayoría demócrata.

Sólo deseamos que tantos muros y trabas sumados a tantas esperanzas y deseos no se frusten por las balas de un loco o por el propio peso de algo tan grande.

"¡Hoy tengo un sueño! Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá su verdadero credo. Sueño con un día en el que los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños se puedan sentar en una mesa de hermandad"
Martin Luther King, discurso de la marcha de un millón de hombres sobre Washington D.C. (28 de agosto de 1963)



Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...