martes, 23 de julio de 2024

Semana de la Historiografía. 1. La Historia antes de la Historia


  

En este ensayo, de manera breve y concisa, se busca dar respuesta a algunas cuestiones clave a la hora de entender cómo y por qué comenzó el estudio de la Historia. Qué motivaciones empujaron a los historiadores a ejercer su labor ya desde la antigüedad, y cuál fue la evolución del relato histórico como arte y herramienta para dar a conocer el pasado e interpretar el presente.

La necesidad, primero de conocer el pasado y después de transmitir ese relato de manera efectiva, ha sido una constante en la historia de la humanidad que no ha entendido de diferencias culturales, geográficas o temporales. El objetivo principal ha sido entender mejor la realidad del tiempo presente para lo que resultaba clave comprender el pasado. Y esta necesidad se convirtió en trascendente con los primeros hitos civilizatorios de la humanidad tales como la construcción de sociedades cada vez más complejas o el nacimiento de la escritura, consecuencia material de la cultura y de la que bebe principalmente la Historia (Moradiellos 2010: 43).

Diversas civilizaciones de la antigüedad, como las desarrolladas en Mesopotamia, en la cuenca del río Nilo o en los pueblos en torno al Levante mediterráneo, se vieron empujadas a idear una forma de registrar los hechos cotidianos y excepcionales de su tiempo, que fueron los primeros registros que acabaron construyendo su propio relato histórico. Este relato abarcaba lugares, cronologías, sociedades, hitos, colectivos e individuos que a través de su propia tradición cultural ayudaban a construir la identidad de sus comunidades. Y esta identidad colectiva servía a un orden social que necesitaba justificarse (Fontana 2001: 19). De esta manera, no sólo surgía una necesidad de registrar los hechos por razones de índole organizativa y económica, sino que estos tenían que poder ser transmitidos a las siguientes generaciones. Se hacía necesario pues, preservar la memoria y dar a conocer la propia identidad a través de la transmisión de los mitos e historias propios.

Por lo tanto, se hizo fundamental conocer el pasado y poder transmitirlo, como hicieron los hebreos ya durante la Edad de Hierro. Más tarde, entre los siglos VI y V a. C. en la Grecia clásica se dieron una serie de evoluciones políticas, sociales, económicas y culturales de amplio calado, propias de civilizaciones cada vez más complejas, donde nacieron nuevos saberes (la aritmética, la geometría, la filosofía, una perfección de las artes, los géneros literarios de la comedia o la tragedia, etc.) (Moradiellos 2010: 43) y donde la propia Historia dio un salto hacia adelante.

El nacimiento de la historiografía griega es considerada un hito singular de la cultura europea, ya que surgió alejada de los marcos propios de Oriente. Fue a partir del siglo V a. C., cuando se dieron una serie de cambios, tanto metodológicos como también en su finalidad, que son propios y todavía hoy vigentes del relato histórico (Fontana 2001: 26). Nombres como los de Heródoto (ca. 480-425 a. C.), quien en su magna Historia construyó un relato razonado y estructurado en base a sus viajes y entrevistas con testigos (Bartolomé 2006: 4), o Tucídides (ca. 460-400 a. C.) quien se sentía motivado a contar los acontecimientos que vivió, separando su propia opinión del relato sobre los hechos históricos. De este modo se configuró un método griego de ejercitar la Historia, cimentado en tres aspectos: el análisis de las fuentes documentales (eminentemente escritas), la investigación crítica, es decir, alejada de las valoraciones y opiniones personales, y la búsqueda y recolección de testimonios precisos y objetivos de los hechos del pasado (Fontana 2001: 33).

Esta metodología era la base para la construcción del relato histórico que tenía como finalidad esencial la comprensión del pasado y su transmisión de forma objetiva, coherente y organizada, como base para legitimar la identidad propia de la comunidad y garantizar la prosperidad presente y futura. De este modo, y como herencia directa, durante la época de dominio romano, bajo la República o el Imperio, historiadores como Salustio (86-35 a. C.) mantuvieron formas similares para recopilar la historia, dotándola eso sí, de una utilidad como sustento de los intereses políticos y sociales de las élites (Fontana 2001, 39). Esta tradición estuvo vigente hasta el último de los grandes historiadores romanos, como fue Amiano Marcelino (ca. 330-395 d. C) (Fontana 2001: 42).

La influencia de la historiografía romana se extendió en el tiempo y el espacio a través de la continuación Oriental del Imperio, Bizancio, donde resultó clave su conocimiento del griego y el acceso a toda la producción literaria de la Antigua Grecia. De hecho la labor de historiadores bizantinos como Miguel Psellos (1018-ca. 1078) resultó fundamental a la hora de completar la escasa producción medieval (Fontana 2001: 50). También es destacable la influencia romana sobre la producción historiográfica de otras civilizaciones, como se puede ver en el caso de la India, con las crónicas y dinastías escritas en sánscrito del siglo XII (vamsavalis, textos escritos provenientes de recopilaciones orales de hechos históricos y mitológicos propios del subcontinente indio. Estas crónicas se fueron recopilando a partir del siglo XII de nuestra era y constituyen la principal fuente primaria de las civilizaciones hindúes tanto del Nepal, como del medieval indio (Sardesai 2008: 546)) (Burke 2013: 183).

Esta tradición historiográfica estuvo casi un siglo vigente, y sólo tras la caída del Imperio Romano y la emergencia del cristianismo y su coronación como religión y filosofía moral se cambia el modo de recopilar, trabajar y contar la Historia (Moradiellos 2010: 45). El ascenso de la iglesia católica como centro de poder durante la Edad Media propicia un nuevo modelo de historiografía universal, basado en las fuentes y cronologías propias del cristianismo. A partir de entonces, la finalidad será converger el tiempo histórico con los textos bíblicos (Fontana 2001: 52).

En contraste con esta forma de ejercitar la Historia, la cultura musulmana bebió de su propia herencia para construir su relato histórico particular. Frente a tradiciones occidentales como la clásica grecolatina, o la cristiana que dominaba Europa, surge una forma nueva basado en los hadith (dichos del Profeta o relatos de sucesos de su vida contados de forma oral. Sirven para orientar a los musulmanes en su vida diaria) (Burke 2013: 184) y donde destaca la figura de Ibn Khaldun (1332–1406). También contrasta el desarrollo de la Historia en la China medieval donde los historiadores eran funcionarios al servicio de las élites y se insuflaba al relato histórico una fuerte carga moral (Burke 2013: 190).

A partir del siglo XV diversos acontecimientos trascendentales e interrelacionados como la incipiente formación de las ciudades-estado italianas, la invención y expansión de la imprenta o el auge económico o el crecimiento de las ciudades (entre otros) da lugar a un período histórico que recupera el ideal civilizatorio clásico de las antiguas Grecia y Roma. Es el Renacimiento en la Europa Occidental y discutirá el poder de la Iglesia a través de un nuevo desarrollo filosófico conocido como Humanismo (Fontana 2001: 62). Bajo este nuevo paradigma, los humanistas, no sólo recuperan los métodos de hacer Historia de los clásicos, sino que van más allá con la inclusión de otras disciplinas y de nuevas técnicas que incluyen el análisis de fuentes grecolatinas y el aporte de los primeros trabajos arqueológicos modernos. Su transmisión también mejora gracias a la imprenta y la mayor difusión que consiguen los libros, más baratos de producir y adquirir, que salen a la luz en lenguas vernáculas por lo que escapan del restringido círculo de las élites. La finalidad será construir comunidades cívicas a través de la ética explicada en la Historia (Fontana 2001: 66). Ejemplos de esta nueva actitud del historiador son la obra de Jean Bodin (1530-1596) considerado el historiador más influyente de la época (Fontana 2001: 74) o el trabajo de Maquiavelo (1469-1527) y Guicciardini (1483-1540). En general, la renovación de la historiografía dada durante el Renacimiento europeo puso las bases para una nueva historiografía europea.

Y es que esta base del estudio histórico continuará con la renovación intelectual y científica que supuso la Ilustración a partir de mediados del siglo XVIII, con el desarrollo de los métodos científicos de Descartes, Galileo, Spinoza o Newton, la aparición de las teorías del pensamiento alemán de Leibniz y Kant, o francés con pensadores como Voltaire o Turgot (Moradiellos 2010: 50). Tal evolución amplia los campos de estudio y las aptitudes y actitudes de los historiadores, dando origen a la historia científica propia del siglo XIX cuyo fruto principal será una re-escritura de la Historia desde la Antigüedad hasta la Modernidad (Moradiellos 2010: 48).



En general, las distintas tradiciones culturales han elaborado sus propios relatos históricos en base a sus raíces culturales. Si bien, todas las formas de hacer y transmitir Historia comparten la intención de conservar la memoria sobre su pasado y darla a conocer como fuente de identidad para entender el presente, la principal causa que alentó el establecimiento de una historiografía ha sido siempre afianzar la legitimidad de los sistemas políticos y sociales de cada momento.




BIBLIOGRAFÍA

BARTOLOMÉ, P. (2006) “Prólogo del traductor”. En: HERODOTO. Los Nueve Libros de la Historia de Herodoto de Halicarnaso. Madrid: editorial elapeth (edición eBook).

BURKE, P. (2013). "Más allá de Occidente: Islam y China", (pp. 183-198). En: AURELL, J., BALMACEDA C., BURKE P., SOZA, F. Comprender el pasado. Una historia del pensamiento histórico. Madrid: Akal.

FONTANA, J. (2001) “Capítulo 1. Los orígenes: la historiografía de la antigüedad clásica”. En: FONTANA J. La evolución de la historiografía desde los orígenes hasta la actualidad. Barcelona: Crítica. p. 19-43.

FONTANA, J. (2001). “Capítulo 2. La ruptura de la tradición clásica”. En: FONTANA J. La evolución de la historiografía desde los orígenes hasta la actualidad. Barcelona: Crítica. p. 44-62.

FONTANA, J. (2001). “Capítulo 3. Renacimiento y renovación de la historia". En: FONTANA J. La evolución de la historiografía desde los orígenes hasta la actualidad. Barcelona: Crítica. p. 63-79.

MORADIELLOS, E. (2010). “La evolución de la historiografía desde los orígenes hasta la actualidad". En: MORADIELLOS, E. El oficio de historiador. Madrid: Siglo Veintiuno. p. 44-51.

SARDESAI, D. R. (2008). India: La Historia definitiva. Trad. Noriega Hedrich, Luis. Barcelona: Ed. Belacqua.


lunes, 22 de julio de 2024

Tadej Pogačar: Un ciclista de leyenda


 

Tadej Pogačar ha ganado el Tour de France 2024. Es su tercer mallot amarillo final en la ronda gala tras los dos primeros en 2020 y 2021. Se suma a un selecto grupo de ciclistas ganadores de Tres Tours, al tiempo que entra en uno más exclusivo aún: El de ganadores el mismo año del Giro de Italia y el Tour de Francia, relevando al mítico Marco Pantani, el último en conseguirlo hace casi ya 30 años.

En ambas carreras por etapas de tres semanas, el ciclista esloveno ha exhibido un poderío indiscutible, firmando en las dos hasta seis victorias de etapa (más 5 segundos puestos en el Giro y otros 4 en el Tour), con victorias contra el crono, en etapas de alta montaña y en algunas de media montaña o similares a clásicas de un día. También ha sido el jefe de la carrera y el aspirante máximo a la victoria parcial en cada jornada. En este Tour de Francia en concreto, ante una batería de rivales completa (por primera vez coincidían en la misma carrera todos los dominadores actuales y además llamados a dominar el ciclismo muchos años, como el propio Poggi, Vingegaard, Evenenpoel, Roglic, Van Aert, Van der Poel, etc.), el esloveno ha estado sublime. Recordad aquí el curioso caso de Eslovenia que presenta una batería de ciclistas de primer nivel, un país que hace 10 o 15 años era la nación con más jugadores NBA en relación a su población. Desde luego las montañas eslovenas, que ya aparecen en la propia bandera del estado balcánico, han legado otra generación sobresaliente de deportistas.

Pogacar conecta fácil con el público. Su estilo desenfadado, demostrando que se divierte sobre la bicicleta, atacando y mostrándose ofensivo, tanto para ganar etapas como para liderar la general hasta la victoria final, comulga con los gustos de aficionados de todo el mundo, incluidos los de los países clásicos en esto del ciclismo como Francia, España, Italia, Bélgica o Países Bajos. Solo el volumen de victorias es afeado por su voracidad y su ansía competitiva porque realmente no deja una para un rival, compañero al fin y al cabo sobre la bicicleta, lo cual puede ya empezar a cansar o a aburrir a algunos aficionados. Frente a unos años en los que el poderío de estructuras deportivas como el antiguo Sky (hoy INEOS) dominaba a su antojo la carrera hasta la victoria de un ciclista británico (Wiggins, Froome o Thomas) como en su día puso de moda el americano US Postal, Pogacar ha demostrado determinación, talento y una forma de rodar ofensiva, buscando siempre la victoria,

Este párrafo anterior no resta mérito a los tours por ejemplo de Froome, o sus victorias en Giro o Vuelta, donde ante una carrera más abierta no existía tanto control y tenía que mostrarse más ofensivo. También en el Tour lanzó ataques, pero en comparación con Tadej, lo del británico nacido en Nairobi son pequeñas aceleraciones. Y tampoco sería justo no considerar al equipo de Pogacar, el UAE (la estructura del antiguo y clásico equipo Lampre refundada al calor de los petrodólares y las estrategias de sportswashing de regímenes turbios y dictatoriales) un equipo menor y sin potencial. Lo cierto es que acompañando al rey del ciclismo actual se ha configurado una plantilla millonaria con ciclistas de éxito y perfiles variados que les permiten controlar la carrera y preparársela para el demoledor ataque de Pogačar.

En cualquier caso hemos disfrutado de un gran Tour. Muy divertido. Salvo 4 etapas verdaderamente soporíferas y abochornantes en las que el pelotón, ante el recorrido, la climatología, la dureza o el control de los equipos por y para sprinters impuso el tedio en el transcurrir de los kilómetros.

Pero obviadas estas cuatro etapas, la carrera ha sido vertiginosa (se vuelve a batir el récord de velocidad media final), con alternativas cada día, quizás no tanto en la clasificación general, donde el favoritismo de Pogacar se ha confirmado con un dominio absoluto. Pero si en las etapas y en algunos hitos bien merecedores de mención. Biniam Girmay el sprinter eritreo sumaba hasta tres victorias en este Tour y alzaba para África por primera vez el mallot verde de la regularidad en un bonito duelo con la estructura del también triple ganador de etapa, el belga Phillipsen.

Otro sprinter, Mark Cavendish, pasaba a la historia del Tour y del ciclismo al sumar su trigesimoquinta victoria de etapa en la ronda gala, desde su primeros triunfos en 2008, hasta ayer que culminó su carrera deportiva acabando el Tour 2024. Supera de este modo al Canibal, Eddie Merckx, quien había colocado un listón que parecía insuperable. No hay que quitar ningún mérito a las hazañas del todoterreno belga, ni tampoco, mucho menos al ciclista de la isla de Man, que ha sumado todas sus victorias en llegadas al sprint, una especialidad, muy compleja y donde la confianza, el sentirse arropado por compañeros que trabajan para ti, y el golpe final de riñones da y quita muchas victorias.

En cualquier caso estos registros pueden quedar sobrepasados en un espacio corto de tiempo si el tren Pogacar sigue devorando etapas del mismo modo que hasta ahora. Desde su debut en el Tour en 2020 hasta hoy, Pogacar lleva 16 victorias de etapa. A este ritmo, y dado el dominio mostrado este año, puede que en 5 o 6 años el esloveno este en situación de batir este récord.

En ello dependerá la salud, el hambre y la constancia del esloveno, como también la calidad y el tesón de sus máximos rivales. Jonas Vingegaard, el danes que llegaba como doble campeón, pero muy mermado por la terrible caída en abril en la Itzulia del País Vasco, ha dado todo lo que tenía pero ha sido insuficiente. Su preparación muy recortada, y sus facultades muy mermadas por la gravedad de las heridas y lesiones, ha mediatizado su respuesta en la carrera, pero aún así ha firmado un tour sobresaliente para acabar en segundo de la general y sumar una etapa.

En la misma caída se vio implicado el tercero de la general final, el chico maravilla del ciclismo belga, Remco Evenepoel. Muchos lustros lleva Bélgica buscando un ciclista capaz de recordar el legado de Merckx en el Tour y ganar la carrera, y ante su primera aproximación, Remco ha rendido a un gran nivel, superando las expectativas de muchos expertos que lo veían sucumbiendo en los grandes puertos de leyenda del Tour de Francia. Sin embargo, con una gran ayuda del mejor español en el Tour, Mikel Landa, como compañero (y de todo su equipo), Evenepoel ha podido competir. Para el recuerdo los ataques sobre las etapas más bonitas de esta edición, las del sterrato por los caminos entre viñedos en las postrimeras de Troyes, o la segunda etapa llegando a Bolonia, en Italia. Y también, el espectáculo de ver a Remco compitiendo en contrarreloj.

Se vienen unos años maravillosos de ciclismo y ya llevamos unos cuantos. A quienes como yo disfrutamos todo el año con el ciclismo, y en especial con las carreras de primavera, nos podemos dar por felicitados y agradecidos. El nivel medio es espectacular y en este momento hay una élite verdaderamente de leyenda que hace que cada carrera aumente en interés. Quizás la incertidumbre del resultado final pueda quedar tocada si Pogacar sigue exhibiendo este dominio, esta fuerza y si se muestra imbatible, pero desde luego los retos y la entidad de los rivales hacen que podamos estar, como el mismo dijo ayer al acabar el Tour, ante una época dorada e histórica del ciclismo.

Parece que uno de los retos más inhumanos, el ganar las tres grandes por etapas en un solo año, o mejor dicho, en una sola temporada, no va a afrontarlo Pogacar. Yo, personalmente, si estuviera en su situación y si me veo bien y con fuerzas, lo intentaría. Ya solo con eso, estaría haciendo historia, por tener la voluntad y la capacidad para enfrentarse a un reto así, pero es que después del dominio en Giro y Tour (12 victorias de etapa, más de 6 minutos de distancia final con el segundo, 38 de 42 días con el mallot de líder), la posibilidad de erigirse en un ciclista de leyenda colosal este mismo año está ahí. De momento, Pogačar y muchos de los ciclistas están ante nuevos retos como los inminentes JJOO, los Mundiales en septiembre, y especialmente en el caso del esloveno, la Paris-Roubaix.

Por último, no olvidar que existe esa larga sombra sobre el ciclismo por un pasado lleno de desilusiones y mentiras, debido al dopaje. No ayuda en despejar sospechas, de momento infundadas, que el máximo patrón del UAE sea Matxin, quien ya conoció las mieles del éxito y del repudio con casos de dopaje sistémico en ciclistas bajo sus órdenes en el pasado. Sin embargo, de momento quien quiera ver algo ahí, aquí se equivoca, porque de entrada lo que se está viendo a nuevas generaciones de deportistas, que en todas las disciplinas, en esta Olimpiada entre Tokio 2020 (21) y Paris 2024 ha pulverizado récords y rendimientos en muchas de las disciplinas. Ha mejorado la genética, los entrenamientos, las preparaciones, la alimentación, el descanso, la salud. También los equipamientos y la tecnología para poder preparar las pruebas. Y los resultados están ahí.

Pero aquí estamos en la primera tarde sin Tour, huérfanos de sus paseos por Francia, por sus carreteras, bosques, montañas, pueblos y ciudades, preciosos y cuidados hasta el mimo. Y tristes porque ha acabado una edición inolvidable donde hemos disfrutado, una vez más, junto a los ciclistas. Si todos merecen, por su compromiso, esfuerzo y voluntad la máxima de la atención y el respeto, cuando se junta una generación con tanto talento, y que ve el ciclismo como un deporte de ataque, no podemos más que celebrarlo. Y por encima de ellos, Tadej Pogačar, un ciclista que está reescribiendo la historia del deporte.

 

viernes, 12 de julio de 2024

Golazo al racismo y la xenofobia

Lamine Yamal, haciendo con las manos el 304 relativo al código postal de su barrio de nacimiento y crianza, Rocafonda en Barcelona.

 

Existe un relato malicioso, manipulador y embustero basado en traspasar a las clases populares una cierta nostalgia beatificadora sobre las negras décadas de los 80 y 90 en España. Los embaucadores y manipuladores de la memoria son las voces de la cultura de aquella época. Niños y niñas pijos, descendientes directos de los regidores políticos, económicos y culturales de la dictadura y la transición. En la Movida casi nadie provenía del Arroyo. Hoy se quejan de que “no puede decirse nada”, como si no estuviera en prime time de televisión soltando sus desvaríos ideológicos, y no fueran los demás, desde obreros, raperos, humoristas o tirititeros a los que se les aplican censuras. También alegan que en los 80 y 90 existía un ambiente cultural de progreso y dinamismo basado en un clima de "absoluta libertad", y otras sandeces de tomo y lomo, imbricando estos mensajes con la visión ultraliberal de la libertad que proclaman personajes como Ayuso. Como si no hubiera habido en aquella época inseguridad ciudadana y terrorismo de uno y otro bando. Especialmente, ¡oh casualidad! del de extrema derecha que ha quedado, igual que con los crímenes de la dictadura, sin esclarecer y judicializar.

Lo cierto es que en los barrios obreros de las ciudades españolas durante los años 80 y 90 lo que existía era pobreza, drogadicción y marginalidad. Empezaban a verse las costuras de un tiempo nuevo que iba a romper, o incluso ya había roto, los encajes sociales del tardofranquismo y de la respuesta antifascista. La desindustrialización, demanda inflexible de la Comunidad Económica Europea para con España ante su entrada en selecto club, era ya un hecho, y el paro era una amenaza constante para los hijos de la clase trabajadora que se quedaban sin acceso al sustento tras haberse constituido como la generación mejor preparada de nuestra historia. Las jóvenes y las mujeres también habían participado con éxito en tal proceso pero su situación seguía (sigue hoy en día por los abusos de los retrógrados) amenazada por un machismo social, alineante e intrínseco a la esencia de la España de aquellos tiempos. Su incorporación al mercado laboral no había acabado de producirse de manera efectiva y asentada y ya eran víctimas de despidos, traslados, precariedad y heteropatriarcado.

Al tiempo que salían los puestos de trabajo de la industria, sustituidos por menos en cantidad y calidad de un esquelético sector servicios, a los barrios obreros llegaba la droga. Sobretodo la vertiente más económica y más depredadora de la heroína. Siempre se ha sabido que esnifar coca era cosa de pijos y yuppies y para el lumpen quedaban las jeringuillas, los mecheros y el papel de plata. Las enfermedades de transmisión sexual, así como las tuberculosis y hepatitis, por prácticas insalubres durante el consumo de drogas o las relaciones sexuales, se hicieron pronto comunes en los consultorios de barrio de las periferias de las grandes ciudades, por parte de jóvenes a los que les habían robado sus expectativas de futuro y dignidad. La marginalidad y la delincuencia eran el siguiente paso, junto a la degradación de la convivencia, la desconfianza para con los iguales, así como la laminación del tejido social de aquellas ciudades de los 90 y 80.

De hecho, antes de que llegasen los millones de ayudas a la convergencia de la Comunidad Económica Europea, o mejor dicho, después de que esas ayudas las filtrarán para su lucro incesante las élites cleptómanas del estado españistaní, las ciudades españolas eran una porquería. Feas, sucias, escasamente acondicionadas para los desplazamientos del vecino (mucho menos para el turista que ni se soñaba en aquella época) y peor dotadas de servicios como escuelas, bibliotecas, centros sociales o parques de juegos infantiles. Animo al lector a buscar cómo eran estas ciudades a través de los programas de memoria de las televisiones autonómicas. Muchos están en youtube.

Otra de las realidades del estado español en aquella época, y sobre la que pasan de soslayo los indigentes mentales que se han alzado como portavoz de la ensoñación, era el racismo y la xenofobia. Sigue siéndolo hoy, y sobre eso voy a entrar a hablar, pero en aquella época, en Españistan se juntaban grupos de jovenzuelos neonazis y de talluditos nostálgicos del franquismo que acosaban, atacaban e incluso mataban a todo el que pensara y a los diferentes de colectivos LGTB, personas y colectivos de izquierdas y sindicales, y fundamentalmente a las personas racializadas. Esto lo conozco gracias a las charlas con compañeros más veteranos que corrieron delante y detrás de las basuras humanas fascistas durante sus cacerías.

De hecho, especialmente crudos en esta vertiente de xenofobia y odio fueron los primeros años 90. Mientras el país se abría internacionalmente, con las Olimpiadas de Barcelona, la Expo de Sevilla o la siempre olvidada capitalidad cultural europea de Madrid (qué gusto que esto se haya olvidado y pueda contarse como un fracaso del madrileñismo) en el año 92, grupos de extrema derecha acosaban a los colectivos de extranjeros. Migrantes y refugiados que malvivían en chabolas y edificios abandonados pero con su sudor y esfuerzo ya empezaban a lubricar la terciaria economía españistaní basada en el turismo, el sector servicios y la especulación inmobiliaria.

Una de las primeras víctimas fue Lucrecia Pérez, joven dominicana asesinada por neonazis en Aravaca en el año 92 tras una campaña pública de señalamiento y acoso. Pero no fue la única y hubo más víctimas mortales, así que se puede decir abiertamente, que no hubo colectivo racializado que no fuera denigrado y marginado en aquellas, tan “plácidos años” según los amnésicos de la movida madrileña.

Aquel acoso y campañas, con la parte imprescindible de deshumanización de los objetivos ha vuelto en nuestros días con fuerza. En un contexto de clara crisis total del modelo capitalista y liberal, las voces del fascismo han crecido en número y resonancia con el objetivo de aplacar las alternativas más sociales, solidarias y sostenibles. Se han financiado a partidos ultras, panfletos reaccionarios y personajes canallas para que calienten las débiles mentes y generen polémicas artificiales que sirvan a sus intereses. Se han buscado objetivos fáciles contra los que desviar la atención y cargar las culpas, exonerando a los verdaderos responsables de la tragedia económica y social de Occidente tras la crisis de 2007, la Gran Recesión y la salida de la crisis que ha llevado a mayores desigualdades, opresiones y dolor.

Nuevamente, y sin haber dejado de serlo en todos estos años desde los 90, son los inmigrantes quienes reciben el odio y el racismo, de otras clases trabajadoras, igual de degradadas y usurpadas. Y es que, ¿qué trabajador español no tiene un familiar o un conocido que ha tenido que emigrar fuera de nuestras fronteras por la lacerante falta de oportunidades y perspectiva de bienestar en este estado fallido?.

Pues aquí tienes de nuevo a la ultra derecha poniendo las dianas y esperando a que sus huestes ejecuten las acciones contra el diferente, por su color de piel, pero fundamentalmente por ser pobre.

Para que estas cacerías tengan éxito y solivianten a las masas que puedan auparles a base de votos desnaturalizados, son necesarios cómplices. Por supuesto, y en primer lugar, quienes han financiado a tales sanguijuelas. Alguien ha puesto los recursos y dado los altavoces para que los discursos de odio se normalicen, tolerando la xenofobia y presentando a los intransigentes como sujetos normales en el estado derecho, con los que hay que ser tolerantes. Los propios medios de comunicación de masas tienen mucho que ver. Primero porque, salvo honrosas excepciones, no han cortado estas declaraciones fascistas y violentas. Y después, porque las han asimilado como parte del transcurrir cotidiano al mismo nivel que las propuestas que pueda hacer la tibia socialdemocracia que es representada en los medios. En su afán por obedecer los designios del patrón, han dejado como extremismos a la ultra derecha y a una timorata centro-izquierda que apenas discute los mecanismos socio-económicos de un estado que funciona como una profunda maquina extractora de riqueza y porvenir de las clases trabajadoras y de los territorios que sufren al agujero negro que es la región de Madrid.

No voy a obviar la responsabilidad de las policías y cuerpos de opresión del estado, tan prestos a castigar y aplicar violencia institucional sobre las gentes de izquierdas y los trabajadores que piden dignidad, techo, comida y futuro, y tan panchos y dóciles con cayetanos y pijos, ultras del fútbol, y fascistas de todo pelaje que envueltos en banderas (tanto en las adornadas con pollo, como con la que se supone, es de todas y todos) que se dedican con ahínco a insultar la inteligencia, laminar la democracia y querer oprimir a las clases trabajadoras.

Por supuesto, los votantes de estos disparates xenófobos y fascistas tienen que hacérselo mirar. Y no me vale lo de la falta de perspectiva de los partidos de izquierda y cosas así. Porque antes que votar a racistas, machistas y vagos redomados como todos estos mequetrefes ultras se corta uno la mano. Como decía unos párrafos más arriba todos tenemos a conocidos muy cercanos trabajando o viviendo fuera, y comportarse así de la mano de esta gentuza de la ultraderecha, es alentar que en los países de destino de nuestros allegados también se articulen cacerías contra el extranjero “qué nos roba el trabajo”. Por cierto, esta frase absurda es absolutamente irreal, puesto que los trabajos a los que se dedican los migrantes son rechazados por los nacionales.

Y por último, esa derecha institucional, del PP, que si bien al menos es en algo coherente al mantener ese apego a sus raíces franquistas, toda vez que desligados de ellos, si los han necesitado para usurpar instituciones al pueblo, se han lanzado a brazos de los fascistas sin titubeo alguno.

Por lo tanto, en la normalización de los discursos de odio existen muchos responsables directos. Algunos aducen su racismo natural y genético fruto de estulticia profunda y falta de luces. Otros exprimen el mantra dividiendo las clases trabajadoras para seguir oprimiéndolas sin que se trastoquen sus plusvalías.

Pero es curioso cómo funciona esto del racismo y la xenofobia. Cómo de enfermas están las mentes y espíritus de quien comulga con semejantes ruedas de molino.

Se quejan de los inmigrantes racializados, magrebíes, latinoamericanas, africanos, etc., pero eran bienvenidas las mujeres jóvenes ucranianas, así como las jóvenes latinoamericanas que acaban en prostíbulos. Los negros que recogen fruta en la huerta murciana, o en los invernaderos de Almería o Lleida nos roban el trabajo. Las mujeres de Marruecos o Polonia que doblan el espinazo para sacar fresas en Huelva destruyen el país. Quizás las kellys, mujeres invisibles que limpian a la carrera decenas de habitaciones de hotel, oficinas o escaleras de propietarios, muchas de ellas en situación de vulnerabilidad (por mujeres, por acosadas, por extranjeras, por pobres) no se esfuerzan demasiado. Los obreros de la construcción provenientes de Europa del Este, África o Perú, que conocen el oficio y son obligados a jornadas extenuantes de trabajo por salarios de subsistencia con los claros culpables de las burbujas inmobiliarias. Esto es una invasión, una teoría del gran remplazo, de la que aviones diarios llenos de MENAS (acrónimo referente a los menores extranjeros no acompañados ya normalizado en tono despectivo) impiden que tu abuela tenga una pensión digna. Hacen campaña con ello, se niegan a asumir sus responsabilidades legales y la más mínima humanidad. La ultraderecha hace chantaje por unos cuantos chavales y amenaza tumbar gobiernos. Ojo, que esta actitud y falta de humanidad y altura de miras lamentablemente les daría más votos.

Pero es que todos estos son trabajadores. Son pobres. No como los millones de turistas que llegan sin control ni regulación alguno, gentrifican los centros de las ciudades, expulsan a los vecinos y a los negocios locales que son sustituidos por pisos turísticos y franquicias de comida rápida donde trabajan mayoritariamente gente joven y descendientes de inmigrantes. Se desahucian a ancianas o se cierran espacios culturales para que haya más pisos turísticos y franquicias extranjeras. Es que hay manifestaciones de vecinos ya hartos de verse expulsados del centro de sus ciudades que hay que castigar y reprimir con esa aberración democrática de la Ley Mordaza en la mano (imperdonable que esto no llevé derogado 6 añazos ya).

Los trabajadores que llegan de Marruecos, Ecuador, Bolivia, Nigeria, Moldavia o Senegal son tan extranjeros como los jubilados de Inglaterra, Países Bajos o Noruega que compran urbanizaciones enteras en pueblos de Málaga, Alicante o las Baleares. Se pasan años en nuestro país pero no aprenden ni una sola palabra de castellano, ni siquiera cuando les van a operar de cataratas, de prótesis de rodilla o de cadera en la sanidad pública española donde no han cotizado en su puta vida. Pero el problema es que a un mena se le haga una prueba óptica y se le donen unas gafas.

El que te ha llevado una basura de hamburguesa a casa con una mochila amarilla, o la señora que ha limpiado la oficina esta mañana es inmigrante y trabajadora en nuestro país, como el futbolista mil milmillonario que jaleas cada miércoles-domingo.

De hecho el fútbol profesional es un muestrario clarísimo de las profundas inconsistencias mentales de quienes se niegan a admitir la realidad de un mundo construido a base de movimientos de personas que buscan un mejor lugar para vivir.

En plena Eurocopa, con lo que supone de exaltación patriotética del rojo y gualda (vaya lavados de cerebro se ven por estos días, con gente envuelta en la bandera) la máxima estrella de la selección nacional es Lamine Yamal, un adolescente de 16 años, de ascendía africana (marroquí por parte de padre, ecuatoguineana por parte de madre), nacido y criando en un pueblo obrero de la periferia de Barcelona. Su desempeño y maestría en el campo se plasma en el magnífico gol con el que firmó el pase de la roja a la gran final. Pero su mejor contribución a mvp es sin duda, es demostrar la incoherencia de un mundo que nos separa por razas y el color de nuestra piel, pero fundamentalmente por la cantidad de dinero que tenemos, o nuestro código postal.

Un caso similar al de la atleta Ana Peleteiro también objetivo de las huestes fascistas por su posicionamiento abiertamente de izquierdas y antifascista, y contra la que se postulan por ser mujer, por tener éxito, por ser gallega, de izquierdas, madre y persona racializada. Otro ejemplo.

Celebrar con las manos, acordándose de su origen, de su clase social, de cómo el código postal nos determina mucho más que el código genético y por qué es tan importante no perder esa perspectiva. Su ejemplo, junto al de otros afro-descendientes en esta Eurocopa, que dan talento y emoción al fútbol, y que se han posicionado contra el racismo, la xenofobia, el odio y la ultraderecha es muy valioso. En primer lugar porque se alejan de la impostada neutralidad, cuando no del abierto clasismo y pertenencia a la ultra derecha con los que otros futbolistas funcionan en su día a día. Aunque no lo parezca en una actividad que practica todo el mundo y donde el talento tendría tanta importancia, y al igual que con muchos de los "artistas", la procedencia social dictamina en gran medida las posibilidades de llegar a ser futbolista profesional. Otra vez salir del Arroyo se hace imposible. Después, porque en un contexto donde la banalidad y el individualismo de las megaestrellas y los galácticos que a tantos nos ha alejado del fútbol, un recién llegado se acuerda de sus orígenes, de su barrio y de su clase social. Con honor y con orgullo.

De hecho, en estos días, la selección y Lamine Yamal comparte espacio en primera plana, con uno de esos pijos asquerosos de la movida madrileña. El tal Nacho Cano, perpetrador de esa abominación musical llamada "mecano" hoy ha salido como noticia porque ha sido acusado y detenido por tener sin contrato y sin las más mínimas condiciones legales a trabajadores extranjeros que utilizaba en un supuesto espectáculo escénico, alojado en un solar regalado por la Comunidad de Madrid. De hecho, la tarada de su presidenta ya ha hecho causa común con su amigo y alimenta la maquina de fango y bulos.

La inmoralidad del racismo y la xenofobia es un problema muy grave dentro de una sociedad occidental en una crisis muy seria a todos los niveles. Una crisis política, social, económica y cultural que adelanta un tiempo nuevo, que no acaba de llegar como decía Gramsci, y que produce terribles monstruos que hay que afanarse en vencer y erradicar. Por ello el antifascismo es una obligación moral y una posición justa y de porvenir frente a quienes solo ven odio y opresión. Un ingrediente básico e imprescindible para transformar esta realidad de débil democracia en un país con dignidad, futuro e igualdad de oportunidades.


miércoles, 10 de julio de 2024

Un autor y un personaje: Santiago Lorenzo

Captura de pantalla de su entrevista en Pagina2 con motivo de la publicación de su última novela, Tostonazo. (Canal de Youtube de la2)

 

Más que un fenómeno literario, que lo fue y de una manera apabullante, Los asquerosos de Santiago Lorenzo, para mi fue un descubrimiento personal que me hizo crecer y reflexionar, a la par que divertirme, a través de las páginas de una novela generacional, irreverente y descriptivamente certera del estado de las cosas. En particular sobre las que rondan mi cabeza desde hace unos años.

Yo no voy a ser un pedante de pega, que reniega de Los Asquerosos, la califica de la “peor novela de Lorenzo” porque, “¡oh!” resulta que afirma haber descubierto al más castellano de los autores actuales con algunas de sus obras anteriores. A Los millones, Los huerfanitos, Las ganas yo llegué a través de las páginas de Los Asquerosos, y de las recomendaciones más mainstream posible que enmarcaba en Zarzahurdiel, una Arcadia convertida en espacio vital de Manuel, del autor y de todos nosotros. Antes para mi, como para la mayoría, pues estamos hablando de unas novelas cuyas primeras ediciones estuvieron sobre los 4.000 ejemplares vendidos, Santiago Lorenzo no existía. Y apareció y se convirtió en referencia cuando me convertí en uno de esos que atesora una primera edición de Los Asquerosos, a parte de media docena más de adquisiciones para regalar de esos 200.000 libros que ha vendido hasta ahora de esta magnífica novela.

Ni que decir tiene que no puedo más que recomendar todos los trabajos de Santiago Lorenzo. En Los millones, del año 2010, la trama transcurre en torno “uno del G.R.A.P.O. al que le toca la Lotería Primitiva y no puede cobrar el premio porque no tiene DNI”. En Los huerfanitos, de 2012, los protagonistas son unos hermanos que se han quedado tirados por los desfalcos de su padre putativo, y en cómo tienen que ingeniárselas para echar hacia adelante un proyecto escénico que permita aliviar las deudas del progenitor y la caradura de todos los que pululan por el teatro heredado. Con Las ganas, de 2014, Santiago Lorenzo nos habla con su habitual sorna y lucidez de la soledad y la falta de oportunidades de un desgraciado cualquiera para poder catar el sexo complementario. Sobre Los asquerosos ya os hablé. Y en cuanto a su última novela (a parte de un libro de relatos breves), Tostonazo, el autor vuelve sobre su pasado en torno al mundo del cine con las vicisitudes de un joven sin oficio ni beneficio, que le pega al anís y que primero acaba de meritorio en una productora chusca, y después como acompañante de un viejo malencarado de una pequeña capital de provincias.

Antes de su particular exilio al mundo rural y al de la escritura como profesión a tiempo parcial, Santiago Lorenzo presenta una etapa inmerso en el mundo del cine, tanto como productor, guionista (de hecho alguna de sus novelas han sido guiones de cine reconvertidos) y director. Fruto su idilio con las películas es una sólida carrera en cortos y mediometrajes, así como dos obras. La última, una prescindible comedia facilona de la que reniega y le mando directo al mundo de las letras. Y su ópera prima, Mama es boba, una comedia personalísima, del año 1997, en la que el escenario, la Palencia de antes del siglo XXI es un personaje más a través del asfixiante, verdulero y metomentodo ambiente que recrea sobre la familia protagonista. El niño nos hace de narrador dándose cuenta de que todo el clan es víctima de la chanza de sus convecinos, cuando no de su escarnio y acoso público y notorio, verbal e incluso violento (cuidado con como presenta Lorenzo en sociedad el acoso escolar hace ya más de 25 añazos), al calor de las ocurrencias, vagancias y malajes venidos de la capital del reino a hacer eso precisamente: un buen capital y a reinar a costa de los provincianos. Los padres son unos auténticos desgraciados, cuya bondad y simpatía es tomada a guasa, junto a una calamitosa incapacidad social y unas luces más bien cortas, tirando a inexistentes. Por eso al final, la resolución -que os dejo a vuestro descubrimiento- se hace la única y coherente para continuar con sus vidas.

Fruto de esta etapa vital en el mundo del cine Santiago Lorenzo ha heredado su profundo conocimiento sobre el medio, así como su gran pasión en la construcción de escenografías y maquetas, actividad que hace para goce propio, pero en la que había destacado en su pequeña productora cuando trataba de arrancarla. De casa ya venía con un humor muy propio y un ingenio capaz de dotar a sus escritos de mucha frescura y agilidad. Su prosa es directa, en cascada y llena de humor. Y sus personajes resultan muy singulares, con profundos claro-oscuros, donde las miserias y las genialidades se combinan de azarosa forma sobre situaciones cotidianas que se resuelven de forma inesperada, pero no carente de realismo.

Otro aspecto fundamental en la obra de Lorenzo es la creación y desarrollo de los personajes, tanto protagonistas, como secundarios, que se convierten en inolvidables al destilar unas personalidades complejas, a veces contradictorias, y con matices reales que los hace al lector reconocibles y cercanos. Hombres y mujeres con los que empatizar, o a los que directamente detestar.

Con todo ello, parecen subyacer notas autobiográficas del propio autor en personajes, situaciones, causas y consecuencias, que combinadas con la propia originalidad de los planteamientos de Santiago Lorenzo, hacen que se acerque a realidades sociales y políticas de forma sutil, pero sin hacer amigos. Despieza este mundo que nos ha tocado vivir en las crueles, incoherentes y marcianas conductas que provoca, al tiempo que lo despoja de cualquier matiz aleatorio y natural, para presentarlo en su relación clara e inequívoca con el comportamiento del ser humano actual, tan entregado al individualismo y al placer inmediato. De este modo, consigue una crítica a la par certera y divertida de la actualidad contemporánea ofreciendo una mirada lúcida de la realidad que nos invade.

De esta forma, llegamos al punto que define la forma de escribir de Santiago Lorenzo que es esa fina línea que separa lo trágico y lo cómico, lo cruel de lo divertido, el drama de la risa, o en definitiva, lo positivo de lo negativo. Temas universales como el amor, el sexo, la amistad, la soledad, la aceptación, y la búsqueda de la felicidad sirven para hacernos pasar unas horas divertidísimas leyendo, a la vez que podemos reflexionar sobre nuestras propias miserias y existencias.

En general, solo puedo decir que os acerquéis a la obra de Santiago Lorenzo porque os va a hacer mejores personas y os va a hacer divertiros. Un autor diferente, hecho así mismo (manida frase hecha, pero que en este caso es totalmente definitoria), con sus propias contradicciones, miserias y aciertos, y que presenta un relato trascendente, profundo y revelador.


Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...