miércoles, 22 de febrero de 2023

Western rural y cine en clave de mujer: As Bestas


 

As Bestas es la película española, y si me apuras universal, del año. La gran triunfadora de los premios Goya. Una obra hispano-francesa dirigida magistralmente por Rodrigo Sorogoyen en el que el western como territorio de última frontera es reinterpretado en la Galicia profunda y contemporánea.

As Bestas está basada en la historia real de un matrimonio holandés que emigró a la Galicia de interior buscando establecer su proyecto de vida dedicándose a la agricultura ecológica. La modélica instalación y el entorno maravilloso se convirtieron en pesadilla cuando emergieron los conflictos con algunos de los vecinos a causa de la intromisión de la especulación sobre el territorio que la ciudad ejerce sobre lo rural. Cuando había que poner el monte al servicio de aerogeneradores para la energía que se iba a consumir en las ciudades la buena vecindad desapareció, al chocar distintas formas de ver el paisaje y el arraigo, pero también al enfrentarse posturas ideológicas y vitales opuestas e irreconciliables. El dolorosísimo final no empaña la trascendencia de la historia, y esta se transmite a la película a través de un guión, que con las necesarias licencias, algunas más visuales y otras más circunstanciales (aquí el matrimonio inmigrante es francés) hace que te pegues a la butaca y con máxima atención te involucres en la historia, sufriendo a sus protagonistas y admirando a quien lo merece.

Rodrigo Sorogoyen construye de esta manera un relato trascendente, inolvidable y de total actualidad en todo aquello que es la España Vaciada. Se vale de todos los recursos que el lenguaje cinematográfico ofrece, empezando por una ambientación espectacular. Los paisajes, los bosques, los caminos, las casas y las granjas se muestran tal y como son y se palpa la realidad sensitiva de cada ambiente y momento.

El trabajo de cámara es espectacular. Convierte a la montaña gallega en un personaje más. Un protagonista inasequible en su empeño de proporcionar al hombre belleza y recursos que han de ser trabajados en duras condiciones. La climatología y la orografía juegan su papel modulando, no sólo el paisaje, sino también los caracteres de las personas que habitan el entorno.

Las escenas en plano secuencia nos dejan varios momentos culmen que explican toda la película: por supuesto el clímax dramático en un bosque de castaños con el suelo alfombrado por la caída de la hoja otoñal; una conversación intensa entre los dos protagonistas masculinos en la barra del bar del pueblo; el brutal diálogo entre madre e hija que podemos disfrutar en francés con las dos actrices en estado de gracia. En todas estas escenas, y en realidad, durante toda la película, la ambientación y la iluminación añaden dureza y realidad a toda la trama.

El tiro de cámara y montaje también muestra una precisa maestría en los planos de interiores. El juego de luz dentro de las sombrías casas de piedra, de granito: se palpa la calidez del hogar al fuego vivo mientras las conversaciones, las miradas y los silencios marcan la intensidad del metraje y la trascendencia de todo el mensaje.

Pero es en el trabajo actoral donde descata As Bestas. Los dos personajes masculinos principales, interpretados por Luis Zahera y el francés Denis Menochet (señor LaPadite, y brutal y terrorífico padre en Jusqu'à la garde, que alguien llamó aquí Custodía compartida) están sobresalientes y así se ha traducido en los parabienes de la prensa y de los premios. Pero, para mi, destaca sobremanera el papel protagonista absoluto de Olga, interpretada por la actriz francesa Marina Foïs, que hace una interpretación sublime del personaje real de Margot, a quién la película está dedicada. En este sentido, otro punto a destacar de Sorogoyen es la labor con los actores y actrices que sacan todo de lo que son capaces y no es poco.

Uno de los principales aciertos de la producción es el desarrollo de la trama a través de la imagen pero también de la palabra hablada. Los diálogos en francés, castellano y gallego se suceden y son un delicia descubrir todos las facetas de las interpretaciones de actores y actrices a través de sus distintas lenguas maternas. Muy de alabar por necesario y valioso es el haber dejado los diálogos entre personajes en su idioma más cercano, utilizando el subtítulo. No estamos acostumbrados en el cine de #Españistan a emplear este recurso y se pierden muchos matices de las interpretaciones que en este caso, se conservan y añaden mucho mayor dramatismo.

El choque entre culturas se hace así tangible, palpable y en un requisito fundamental para comprender la amplia fractura que desencadena la trama y las múltiples aristas que presenta: el choque campo-ciudad, lo rural como recurso de lo urbano, el choque intergeneracional, la despoblación, la masculinización del mundo rural, el patriarcado, los modos de producción y de vida tradicionales y los que tratan de recuperar usos más naturales, la conservación versus explotación, etc., etc.

Y es que el aprendizaje y el tesón de Margot, encarnado en Olga, nos dan unas lecciones tremendas: De empoderamiento y determinación ante las dificultades, el dolor y el miedo. De convencimiento en la verdad. De esfuerzo físico y mental por encima de todos los impedimentos y zancadillas. A través de las palabras que Olga pronuncia, y muy especialmente de sus silencios y de su mirada, As Bestas reluce y gana una trascendencia mucho más amplia que la simple pelea y conflicto entre dos (o tres) hombres.

Frente a la violencia y la amenaza masculinas brilla la paciencia y el tesón femeninas como columnas de dignidad para seguir luchando. Incluso cuando las cosas más difíciles se ponen. Por eso es más importante este personaje femenino, porque nos presenta otra forma de funcionar, de vencer en el conflicto con la palabra y los actos que una misma puede ejercer, sin rehuir el choque y sin ceder un ápice.

Volviendo a la trascendencia social, cultural y política de As Bestas hay que hablar de la situación de la mujer del ámbito rural y en algunos de los efectos que sobre la conservación del territorio, medioambiental y del patrimonio tiene. Casi siempre la mujer es la gran olvidada a la hora de tratar los temas y en el caso de la España Vaciada no lo es menos. La película lo transmite y pone el foco en la emigración femenina del campo español, que dejó “sin mujeres” a los hombres que se quedaron en un proceso de masculinización del mundo rural. Es decir, la falta de equilibrio entre el número de hombres y mujeres en las poblaciones rurales. Un mal endémico que dificulta el desarrollo de estas poblaciones y se añade a la lista de hándicaps que ponen en peligro su conservación y la de todo el patrimonio que atesoran. Pero también ancló a las mujeres que se quedaron a un rol tradicional de trabajo en el hogar y cuidado de familiares (niños, dependientes, mayores). En un círculo pernicioso esa propia asignación de comportamientos y tareas favoreció la marcha de las mujeres. Y lo sigue haciendo hoy en día.

Se pone de manifiesto así la ruptura generacional que se enmarca en los procesos de nueva ruralidad. El espacio rural ya no es un espacio agrario de producción y si un espacio de consumo, y aunque en el entorno de As Bestas, claramente podemos identificarlo como rural, las fronteras entre lo urbano y lo rural se diluyen y confunden. Así estas realidades sociales, auténticos dramas para el patrimonio, el conservacionismo y la demografía no van a revertir, sino más bien agravarse, mientras los tradicionales roles de género no cambien para que mejore la consideración y perspectivas de vida de la mujer rural.

Por otro lado la película pone en cuestión el mito del idilio rural. La vuelta a lo agro, a lo rural, al campo y a la naturaleza como búsqueda de una vida más saludable y sencilla está sobre el papel para muchas personas que buscamos unos modos de vida más satisfactorios. Pero la realidad del día a día en un entorno rural puede ser bien distinta, debido a las propias dificultades intrínsecas del entorno y de la sociedad rural, empezando por la propia naturaleza conservadora en los pueblos y comarcas.

La película también pone el acento al fenómeno de la agroecología y las prácticas agrarias respetables con el medio ambiente y el consumo de cercanía. Si bien, de manera somera, porque no podía entrar en tanto tema con total profundidad, quedan marcadas las dificultades que los nuevos modos y técnicas de producción (en realidad antiguos, porque se trata de recuperar lo que se hacía hasta hace 40 o 50 años) chocan y son fuente de conflictos con las formas que se emplean actualmente y a la que están acomodados los productores, que por lo general, también presentan unas edades altas. Por lo tanto, se traslada a un choque generacional, lo que ya es de por si un choque entre lo rural y lo impuesto o sugerido por lo urbano.

Por último y como fuente directa del conflicto, As Bestas reflexiona sobre la la apropiación de la Naturaleza por parte del capitalismo en su búsqueda incesante del lucro. Una apropiación de la Naturaleza, el patrimonio y la vida de los habitantes del territorio que se convierten en varias fases en productos demandados por lo urbano. Y tal demanda tiene que ser satisfecha. Esto ha generado una serie de consecuencias negativas tanto para los habitantes del mundo rural, en sus roles de productores, consumidores, vecinos, etc., así como para la conservación del medio ambiente y de las tradiciones agrarias y culturales.

Llegados a este punto sólo decir que aprovechéis la reposición en cines de As Bestas tras su éxito en los Premios Goya. Vedla y volverla a ver. Si tenéis algo de suerte al ir al cine la disfrutaréis en su profunda totalidad. Y si no va a merecer la pena tenerla en casa siempre disponible y visitarla periódicamente. Seguro que se ganarán matices.

Yo ya tengo ganas de volverla a ver y disfrutar en casa.


lunes, 20 de febrero de 2023

Ir al cine: Un suplicio


 

Ayer decidimos ir al cine a ver As Bestas la formidable y más que recomendable película de Rodrigo Sorogoyen. Y si ahora tengo que ponerme a la tarea de juntar unas letras con un poco de coherencia y sentido, no es por comentar y dar trascendencia a la película, que claramente me ha impactado y sugerido muchas cosas, y sí dar salida al notable cabreo que llevo encima.

Ir al cine ha sido el acto social más común por el que la cultura de masas, pero también el arte, se han acercado a las clases trabajadoras. Al menos desde finales de los años 50 para acá, hasta hace un puñado de años. Normalmente era el acontecimiento semanal de esparcimiento y socialización más importante para las familias, pero también para las parejas, de cualquier edad y la forma de acercarse a mundos distintos al de la rutina.

Sin embargo, hoy en día esa función se ha disipado totalmente. No debería ser malo per se, porque hay que ser consciente de que las sociedades cambian, sus ritmos varían y la naturaleza y el sentido de las cosas, ni se transmiten, ni perduran del mismo modo según pasa el tiempo y las generaciones. El problema estalla cuando el acto de ir al cine se convierte en un tormento que desluce el buen desempeño que una película en concreto pueda tener. Esto aunque no nos pasó anoche y As Bestas reluce por encima de todo lo demás, de mala gana nos quitó parte del disfrute de la obra.

Cada vez voy menos al cine. Y no de ahora. Y no sólo yo. Muchos de mis conocidos y desde hace algunos años pasamos a contar con los dedos de una mano las veces que vamos al cine al año. A veces ni alzamos dedos. Habrá que analizar por qué.

Lo primero de todo es el mero de hecho de encontrar una película que sea atractiva para poder ser vista ante el estreno y en formato grande, de cine. Para rescatar una obra que me pueda siquiera medio seducir, antes hay que descartar cientos de pelis instranscendentes. La película clónica de superheroes de cada semana. El mismo guión sobre el mismo croma verde, con efectos digitales y de sonido pensados para idiotizar al personal. El shump estalla tras los bufles en nuestros oídos, aturdiéndonos con la única intención de evitar que reflexionemos sobre la inconsistencia de la historieta que estamos viendo y el absurdo del planteamiento manido y ya trillado hasta la saciedad. También hay que evitar la comedia bobalicona y la comedia de gracietas con el famoso de televisión. Bochorno en cantidades industriales. Y por último, no menos evitables son la catarata de películas pretenciosas que lo que realmente buscan es facturar ego, y principalmente beneficios a costa de otra sarta de posturetas que se creen la quinta esencia del arte.

Si se encuentra la película que a priori reúne las condiciones necesarias como para molestarse a ir al cine el siguiente paso es desplazarse hasta la sala. Se trata de ir al lugar donde han quedado ya la práctica totalidad de cines en nuestras ciudades. Alojados en los asquerosos centros comerciales, monumentos al consumo masivo y a la irracionalidad del capitalismo a la que se han sumado como buen rebaño, la mayoría de la población. En ese espacio la transmutación del hecho cultural de ver cine se escenifica a la transacción económica que es para lo que han quedado las películas. La socialización ni se busca, ni se desea, menos aún se la espera, porque toda confraternización es susceptible de provocar algaradas y tumultos. La liturgia previo paso por caja es hacer cola. Hacer cola al coger la salida y rotondas al dichoso centro comercial. Hacer cola al aparcar. Hacer cola al coger la entrada, ir al baño y si quieres una botella de agua.

En este punto, no está de más indicar que ya estoy hasta las narices, y ya me ha pasado en otros tipos de establecimientos, de tener que esperar a que el dependiente termine de actualizar sus privadas comunicaciones sociales de su móvil. Si tan ocupado está, en la cola del paro tendrá tiempo de sobra para atender al pedulante whatsapp entrante, la actualización que no puede esperar o a la interacción que parece tiene segundo de caducidad. Pero en el trabajo no, cojones.

Pasemos a la sala. De acuerdo que vi As Bestas en una sala de un multicine de una pequeña ciudad no capital de provincia, pero ¿en serio crees qué es buena idea poner esta película, inmediatamente después de la proyección de una película infantil? ¿te parece normal juntar en el mismo espacio y casi en el mismo tiempo a los dos tipos de público más distinto que se te van a juntar? Sin ni tan siquiera tener 5 minutos para limpiar la sala.

Esa es otra. A ver, gente que vais a los cines: Palomitas no. Jamás. Nunca.

Ya lo he dicho. El alimento o aperitivo más sobre valorado de la historia. No es ya que tengan un sabor repulsivo, que lo tienen, o que sea un atraco pagar por semejante bazofia. Es lo que atenta al resto que tienen que sufriros, joder. Me importa un huevo de escarabajo lo que os metáis en la boca, pero por qué coño si voy a ver una película tengo que aguantar el murmullo de la mano hurgando en el vaso de cartón, el ruido de masticar papel revenido, de tragar manteca rancia. Qué ya es un drama tener que soportar el hedor del aliento palomitero (si va regado con refrescos azucarados la cosa induce al vómito), contra más no poder disfrutar del sonido de la película, diálogos incluidos, porque haya unos gañanes deglutiendo una basura cuqui. O notar como los zapatos se pegan al suelo ante las pisadas grasientas, o como las manos quedan embadurnadas al entrar en contacto con las butacas, los pasamanos y manillares de las puertas Y eso por no hablar de cuando las viandas son patatas en bolsa, nachos con queso, gominolas y otra sarta de guarrerías que por salud deberían estar prohibidas, pero que por buen gusto y vivir en sociedad tendrían que llevaros a la tortura medieval.

A un cine debería de valerle con la película para ser rentable y pagar a sus trabajadores decentemente, incluido aquel personal que vele por la seguridad y el disfrute de los que van a ver una película.

Para continuar metiéndome con el populacho podemos hablar de las pintas en bambas, en chándals y con gorras, que dan auténtico asco, premios compartidos al mal gusto y la chabacanería. Por supuesto, que no se trata en ir al cine de gala, pero entre ir al gimnasio e ir al cine, un armario que se precie debería tener varios separadores, y su dueño o dueña o dueñe, ser capaz de deducir qué atuendo es más acorde a la situación social que va a vivir.

Y el puto móvil qué. Vuelvo al tema del smartphone del que se ve que no sois capaces de despegaros ni dos putas horas. Estoy hasta los huevos de ir al cine y tener que sufrir cada dos por tres, el timbrecito de la notificación entrante. Que pongáis la luz para leer la chorrada que ha llegado o para iluminar el suelo y la butaca porque habéis perdido una lentilla, el himen o un diente de cremallera.

Cuando los teléfonos estaban atados los libres éramos nosotros, no como ahora que no podéis pasar sin mirar la pantalla por si os ha escrito algún miserable como vosotros. Y cuando los móviles eran zapatofonos el aviso a la entrada de la sala era contundente y tajante: Teléfonos apagados. Y se respetaba coño. Y si no puedes ir a ver una película porque necesitas, por vicio, necesidad o imbecilidad, estar constantemente pegado al teléfono te quedas en tu casa, que telemierda y antenabazofia siempre maquinan una programación ajustada para tu gusto.

Y qué me decís de los comentaristas durante la película. Que está claro, ¡faltaría más!, que todo el mundo hace un comentario o una broma con la persona que le acompaña, pero a un volumen adecuado, lindando con el susurro y de forma muy esporádica. Nadie va al cine y pide que le conecten la pista con los comentarios del director para cada escena y cada diálogo. Si no me interesa lo que pueda querer decirme directamente el realizador, cómo me va a importar lo que opine un matao cualquiera.

Qué no estáis solos en el cine, cojones. Qué compartís un espacio con más personas, y que vuestra libertad, termina donde empieza la mía, y viceversa, y en ambos casos, el umbral lo marca el disfrute de todo lo que ofrece la película y la experiencia de verla en el cine.

No puedo tampoco olvidar el hecho de ver una película fantástica con una ambientación sobresaliente y donde el audio, tanto con los silencios, los tonos en los diálogos, la música y el propio sonido ambiente, es parte decisiva del entendimiento y disfrute de la obra en su totalidad. Para que tuviéramos una peor sensación también ayudó el tener una sala indebidamente insonorizada y que se fuera colando el audio de la sala de al lado. Para coronar la proyección, encender las luces justo en la escena final pretendía hacerme rabiar con la película de Sorogoyen. Por fortuna no lo consiguieron.

Está claro que el mundo cambia y las costumbres y rutinas lo hacen a través del tiempo y de las generaciones. No sé en qué punto se ha borrado la educación, el respeto y el saber estar de las interacciones sociales. Cuando estos comportamientos que facilitaban vivir en sociedad y garantizaban que podías salir de casa, cambiar la rutina y disfrutar de las cosas buenas de la vida se cambiaron y se esfumaron.

Tengo claro que el individualismo exacerbado en el que vivimos, en este ultraliberalismo depredador y egoísta y en un capitalismo atroz funciona eliminando lo que nos convierte en seres sociales, los comportamientos más intrínsecos del ser humano, para tenernos atomizados e idiotizados. Con miedo y más y más necesidades continuas, imposibles de satisfacer. Pero que ya no puedas ir al cine a ver una película sin que te molesten me parece el colmo de una pseudo sociedad que se va a la basura. De esto en parte también habla As Bestas.

Hoy en día, los cines están condenados. Van a ser un espacio del pasado. Una sala de un museo, físico o virtual, donde antiguamente se reunía la gente para ver películas. ¿Quién va a querer ir a un cine a pasar un mal rato?

Ahora tienes casi, instantáneamente las películas de estreno (o estrenos directamente) en las plataformas al acceso en tu casa gracias a la línea de internet. Ya no hay que descargarlas (bien han hecho en cargarse millones de servidores que permitían aquel añorado lujo) y las puedes ver con las mejores calidades que la tecnología digital -y poder pagárselo- pueden permitir. Si quieres tumbarte en el sofá de tu casa puedes hacerlo. Si apetece taparse con una manta y meterse mano con tu pareja no hay problema. Si queremos cenar guarrerías o picotear frutos secos viendo la película no pasa nada porque es mi sofá, mi casa y yo limpiaré mi mierda. Y si tenemos que parar la película para ir al baño, contestar al móvil o lo que sea, lo hacemos y no molestamos a nadie. Contra esto es muy difícil que los cines puedan competir, más aún, en el caso de personas que quizás buscamos películas buenas, originales, que nos diviertan y que nos hagan pensar un poquito. Son dos formas de consumir cine totalmente distintas que coinciden en el mismo producto (el cine, y más una película concreta) y que no pueden competir. Porque las comodidades de estar en tu casa sin que nadie te moleste bien valen el hecho de esperar a que el ansiado estreno llegué a casa o a que lo tengamos que ver en un salón pequeño y en una televisión convencional.

Frente a esto, las empresas que poseen los cines (un oligopolio) han decidido apostar todo a una carta: el consumo. Junto a las productoras y distribuidoras tienes una batería semanal de películas infantiles y de blockbusteres de superheroes para aburrir. Ahí tenéis las dos categorías principales del cine hoy en día. Si te sales de estos márgenes vas a tener problemas. Y si reclamas unas condiciones mínimas, que en el caso de las personas con las que he hablado este tema van en que no te estorben el resto de espectadores para poder disfrutar una película te puedes dar por jodido (o jodida, o jodide).

Por cierto, una última cosa. Antes de que alguien salga con el manido paternalismo y el choque generacional de andar por casa, decirle que en la sala en la que se proyectó As Bestas anoche en Alcoy, éramos 12 o 15 personas. Y las dos más jóvenes éramos mi chica y yo que rondamos los 40. Ahí había una buena sarta de boomers dando por culo y comportándose como críos de parvulario y como cerdos de cochiquera.

jueves, 9 de febrero de 2023

Rascacielos en el aire

Ser parte del exilio económico de la ciudad y provincia de origen es un trauma. Más si cuando en la distancia uno tiene que ver como su patria chica aparece asimilada a personajes, comportamientos, proyectos e ideas absolutamente disparatadas, vergonzosas y que apestan a estafa a 600 kilómetros. Por lo menos.

La última semana Salamanca es noticia nacional porque al concejal de Cs (parece que la muerte y descomposición de este engendro nos va a dar grandes momentos) del equipo de gobierno, responsable de Turismo (y de macrobotellones, despedidas y sobretodo de dar buenos fajos a sus amigotes hosteleros -los mismos de Mañueco, no olvidemos-), se ha corrido una juerga a costa del presupuesto local. Fernando Castaño que así se llama el sujeto trajo a la milenaria urbe un congreso con jeques y empresas de “medio Oriente y Asia” que en principio, estarían interesados en invertir (¡hasta 15.000 millones indicaron en un primer momento!) para hacer de Salamanca una nueva Dubai.

El tal Castaño va a tener que demostrar, primero ante los medios, después ante el pleno del Ay-untamiento, y probablemente más adelante ante los tribunales, su conveniencia o no con esta trama que ha resultado ser una estafa colosal al erario público y de malversación de la imagen de una ciudad que es Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Con el transcurrir de los días ante la sorpresa de los oriundos de unos supuestos jeques ataviados con galabiyas y thawbs paseando por la Plaza Mayor, sin hablar una sola palabra de castellano o inglés, con la celebración de un congreso “multitudinario” en el Palacio de Congresos, de la noche a la mañana y sin previo aviso, con nombre rimbonbante (Peace City World) y de unas primeras noticias que escandalizaban se va destapando la verdad.

Hasta este momento podemos certificar dos cosas: La primera es que el mega proyecto urbanístico no es que haya sido agua de borrajas: es que ni siquiera ha dado para tomar el camino hacia el bancal. Todo parece un timo de la más burda y baja estofa. No hay nada, ni nadie detrás. Las supuestas empresas no lo son. Los supuestos jeques tampoco. Los currículums, hinchados y falsos, y los historiales en internet y dominios borrados a prisa y corriendo.

La segunda es que las salmantinas y salmantinos han pagado el convite. Como punto de partida “llevamos” casi 4 años pagando un sueldazo a un amigo personal de Castaño, que no tiene ni oficio, pero si beneficio por “captar inversores”. Una tomadura de pelo y una vergüenza que debería acabar con estos dos sujetos compartiendo celda como buenos amigos. Por otro lado, el legar un edificio de todas y todos como es el Palacio de Congresos no es moco de pavo. Es un recurso público al que ya estamos acostumbrados sea usado y manoseado por el PP, pero esto ya clama el cielo. Se ha puesto pasta para pagar traductores y los ágapes de mitad de jornada. Si se sigue escarbando van a aparecer facturas de hoteles y restaurantes, taxis y hasta de los vicios que facturan en “B”.

No habría ningún problema en poner estos recursos a disposición de la posibilidad de que llegasen proyectos e inversión a estas tierras. Sin embargo, estamos más que acostumbrados, a que “nuestros políticos” malvendan lo de todos, sin tener un mínimo de decencia y orgullo patrio, para saber cuál es la esencia a proteger.

Todo esto lo sabemos gracias, y de manera fundamental, a uno de esos pequeños diarios digitales de provincias, que al contrario que otros más mediáticos, no recibe la ingente cantidad de publicidad institucional y parece que todavía no le debe nada a nadie. ¿Verdad 24horas?

La crónica de Salamanca empezó a tirar del hilo y con sus investigaciones ya sabemos una buena parte de la verdad. A los pocos días recogiendo el testigo (por no decir usurpando el trabajo de unos compañeros) una TV nacional volvía a hacer chistes con Salamanca.

Tampoco había que ser un lince. Cualquier proyecto que cambie aspectos paisajísticos, de movilidad o de impacto medioambiental en la ciudad de Salamanca y su alfoz debe recibir la aprobación del Consejo de Estado a través de la subsecretaría de Patrimonio, como representantes de la UNESCO, amén de una certificación de idoneidad por parte de la propia UNESCO, del Ministerio de Turismo y del de Cultura. Así que poca broma. Y esto sólo para empezar. Y esto lo sabe un tío que fue concejal en su pueblo durante menos de dos años.

El caso es que el mega proyecto extranjero busca, en principio, un lugar donde invertir y crear una “Nueva Dubai”. Todo estos rascacielos, tranvías, y hasta ¡un telesilla! por el aire, apestaba a magufada, y a cualquiera debería haberle puesto las orejas tiesas, denunciarlo y huir como de la peste.

Sin embargo, en la clase política gerencial de nuestra querida Salamanca, acostumbrados a malvender el patrimonio de todos, para su beneficio privativo, no sólo no lo vieron mal, sino que pagaron las costas de todo el tinglado, que evidentemente, es más falso que el patrioterismo de la monarquía.

No sólo se trata del impresentable de Ciudadanos. Es que la alta cúpula del PP provincial se bañó en champán con lo supuestos jeques y promotores, a plena luz del día, con luz, taquígrafos y cámaras. De un corrupto como el presidente de la Diputación no sorprende pese a que este en pleno ojo del huracán de la trama corrupta de las Primarias del PP en Castilla y León. Qué el alcalde de Salamanca se haya prestado, por más que ahora se quiera hacer el digno, debería de ir acompañado con su renuncia a ni siquiera presentarse a vicepresidente de una escalera de vecinos. Es que es más: El propio PP de Salamanca, Castilla y León o nacional, tendrían que sacar a todos los sujetos que se han adosado a esta supuesta iniciativa y defenestrarlos. Por su bien. Pero sobretodo, y lo que a mi más me interesa, por el bien de mi tierra y sus gentes.

Un punto interesante en todo este asunto es ver a estos políticos de derecha, tan orgullosa y patriótica, recibiendo con pleitesía y servilismo a los mahometanos, porque, esta vez, son amigos árabes, con la chilaba bien cargada de petrodólares. Supuestamente.

No salen tampoco muy bien parados toda la oposición. Evidentemente según salen las noticias todos van haciendo su labor de vigilancia y exigencia de responsabilidades, pero mientras se perpetraba tal abuso, nadie lo vio venir. Quizás demasiado ocupados en cuadrar sus próximas candidaturas no pudieron hacer hasta una mínima comprobación. Deberíamos de aprender de una vez, pero parece imposible. Creo que algún día tendré que poner en su sitio a la izquierda salmantina.

La indignación y el bochorno es tremendo. Creo que toda Salamanca debería estar en la calle pidiendo la dimisión de todo el equipo de gobierno del ayuntamiento y de la diputación. Y por supuesto, pasarles la factura dentro de 4 meses en las elecciones. Salamanca no aguanta ya más indignidad y más olvido aprovechado. Es que no va ni de Catalunya, ni de Perro Chanche, ni nada de eso. Esto va de nuestra dignidad, patrimonio, esencia y futuro. Va de que están destrozando nuestra ciudad y nuestra tierra. De que no queda futuro, y que siguen robándolo y malversando. Tirando por la borda nuestro patrimonio y las ganas de la gente. No se puede soportar más que nos echen a todos de allí.

Desde luego este intenso cabreo que llevo tomó varios impulsos cuando, hablando con gente del lugar donde vivo que saben que soy de Salamanca, me preguntaron sobre tal cuestión. Aquí unas fruteras ya lo veían como la estafa que es, pero sin embargo, allí tenemos a unos inútiles y corruptos que cegados por su beneficio e interés se tragan la estampita aunque sea a costa de destrozar todo lo que nos hace únicos y especiales. Aunque sea destrozando Salamanca. Tampoco ayuda tener una población electoral tan reaccionaria y convencida "de los suyos" aunque estos sean unos ladrones, unos inútiles o unos sin vergüenzas. O las tres cosas juntas.

Y todo esto justo cuando la Unión Deportiva Salamanca, tal día como hoy, hubiera cumplido 100 años. ¿Casualidad? Ya no sé ni qué pensar.


viernes, 25 de noviembre de 2022

Breve Historia de la Izquierda Salmantina

 

No cabe ni la más mínima duda de que Salamanca es uno de los lugares, provincias, más complicadas para que un partido de izquierdas tenga éxito. Hay muchos factores geográficos y culturales que lo explican en conjunto, bajo la responsabilidad propia de cada parte: razones demográficas como el envejecimiento de la población, la histórica falta de tejido productivo en el sector industrial; la emigración de los jóvenes, colosal y ampliada a todos los estratos educativos y de capacidad, pero significativa de los más preparados y emprendedores; también el vacío de los pueblos y áreas rurales. Y en el aspecto cultural, como un conservadurismo autóctono, basado en la importancia de la religión y de la iglesia católica como institución, además de una estructura social encabezada con grandes propietarios de latifundios que desde hace muchos años controlan las opiniones públicas en los medios de comunicación locales; o el carácter, quizás avinagrado por el frío del invierno, más seco, quizás hasta hosco que hace que cada uno se preocupe de lo suyo, o de negarse a las innovaciones. Y sin obviar, por supuesto, los errores pasados que la propia izquierda ha tenido. Pero no por todo ello, un movimiento de izquierdas es menos necesario (en realidad es cada vez más urgente), y por lo tanto, ante el estado actual en la izquierda salmantina me apetece por un lado pasar factura, y por el otro, hacer una Crítica a la Izquierda Salmantina.

En realidad lo que voy a hacer es una disección de mi experiencia política en Salamanca entre 2002 y 2017, año este último en el que tras dimitir como concejal de Santa Marta de Tormes por Izquierda Unida – Los Verdes, durante dos años, al tener que emigrar y me fue imposible -hasta cierto punto me lo negaron-, seguir participando. En ese tiempo, viví la deriva de una organización poliédrica que pretendía servir a la ciudadanía salmantina bajo una ideología progresista que garantizase mayores capas de bienestar social, centrándose en aspectos tales como la vivienda, el trabajo, el estado y defensa de los servicios sociales y públicos, así como la conservación del patrimonio natural y cultural y las luchas por la igualdad de género.

En todos estos años lo que viví como simpatizante, militante, expulsado, de nuevo iniciando el ciclo y participando en Salamanca ciudad, como cargo electo y finalmente, dejando de interesarme por simple salud mental personal, fue la continua disputa entre la facción del Partido Comunista de Salamanca y de Izquierda Abierta en la ciudad y provincia. Ambas tendencias compartían muchas cosas, empezando por el deseo de una Salamanca mejor, más digna, justa y habitable, así como indudables capacidades, inteligencia, experiencia y voluntad para llevarlo a cabo. Sin embargo, prevalecían las diferencias que disfrazadas en lo discursivo, en las formas de explicar cómo se hacen las cosas, que en realidad, ocultaban los intereses personales de algunos de los imbuidos en tales dinámicas tenían.

Mi primera militancia resultó muy intermitente entre estudios, trabajos, primera emigración y dispersiones varias. Pero entre 2002 y 2009 y visto con perspectiva y experiencia, lo que sucedió fue que estaba en un partido que estaba dirigido por un grupo que no tenía el respaldo, que era contrario a la corriente que dominaba el federal y el autonómico. También tenía oposición interna por parte de lugares muy potentes como Santa Marta o Ciudad Rodrigo. Esto hacía que practicamente no hubiese actividad, desde luego ninguna de manera proactiva, y simplemente se reaccionaba ante los acontecimientos mediáticos y se iba a rebufo de lo que el PP o el PSOE hacían. De hecho, recuerdo que toda la actividad se encaminaba a las elecciones municipales, en especial las de 2007 que resultaron un fiasco en Salamanca. Ni siquiera en las de 2008 con las crisis ya galopando nos hizo movernos y salir de la asamblea.

El problema estaba en que antes de mayo de 2011 dentro de la Izquierda de Salamanca, lo que se dirimía, lo que se decidía, era quién era la persona que iba a ocupar cargo político y cobrar su sueldo correspondiente. Lo siento, es muy duro decirlo así pero es lo que sentía y siento, y lo que vivíamos y comentamos en aquellos años muchas de las personas que formábamos parte de Izquierda Unida en Salamanca.

Todo el trabajo, toda la responsabilidad y todos los esfuerzos de los simpatizantes y militantes durante estos años versaba en posicionarse en torno a esta disputa interna. Entre las posiciones a tomar, estaba por supuesto, la de ser indiferente, la de no querer inmiscuirse ahí, si no estar en el partido, en el conflicto para trabajar por Salamanca. Lamentablemente las propias inercias provocaban que tuviéramos que tomar partido aunque fuera a regañadientes.

Al final, todo quedaba reducido a una batalla entre quién ganaba el nº1 en la lista electoral a la ciudad de Salamanca por parte de Izquierda Unida. Que si Gorka Esparza. Que si Virginia Carrera. Que si Izquierda Abierta. Que si el PC. No había más. Insisto. Es muy duro y siento decirlo, pero durante muchos años la movilización, la activación y el trabajo asambleario, sobretodo formando parte de las juventudes como estuve hasta 2009, dominadas por el Partido Comunista en la mano de “Chencho”, estaba involucrado en esta guerra interna, y el objetivo era tener una candidatura lo suficientemente fuerte para que Carrera ganará.

En el bando contrario, y lo sé porque mis mejores amigos que me han quedado de IU Salamanca, pasado el tiempo estuvieron en Izquierda Abierta apostaban por la opción de Gorka y no tuvieron ningún reparo en usar todas las armas posibles para conseguirlo.

El episodio más sangrante fue sin duda la expulsión de juventudes de IU de la Asamblea de Salamanca. En ese momento, como digo yo estaba en IU Salamanca, aunque llevaba ya más de medio año viviendo y trabajando en Madrid. Me convocaron para la asamblea que iba a celebrarse en mi pueblo, en Santa Marta aquel sábado de octubre, y allí me presenté junto al resto de compañeros para, digámoslo claro reventarla. No es que no pudiéramos participar, y ojo, que no nos negaron la palabra en un principio, pero cuando se plasmó la intención de votar y poder así proceder a la expulsión de los órganos colegiados de Gorka y su camarilla se lió la trifulca, en todo momento verbal, que terminó con la llegada de 4 coches de la guardia civil y nuestros dnis intervenidos.

De aquellos lodos y de una lacerante falta de actividad en la ciudad de Salamanca vino el descuelgüe de muchas personas, que con buena voluntad, intentaron poner en marcha un proyecto nuevo para la capital que les permitiera ser proactivos y tener un ecosistema participativo más amigable y menos tóxico. En las siguientes elecciones municipales en 2011 no tuvieron ni el más mínimo eco en campaña, se vieron arrastrados por la emergencia del 15M y en las urnas apenas juntaron un par de puñados de votos.

Del mismo modo, otras propuestas se han intentando levantar en estos años en municipios como Alba de Tormes, Guijuelo y en el Campo Charro, o incluso en el alfoz. También en Santa Marta. Pero todas ellas no pudieron crecer y acabaron fagocitadas y reducidas al redil de Izquierda Unida, lo que les ha llevado a poder participar en el caso de Santa Marta y en el resto a la nada absoluta. Una pena que no se haya podido o querido recoger a aquellas personas.

Sin embargo, todo esto nunca valió para nada porque no se consiguió representación en el Ay-untamiento de Salamanca hasta 2015 cuando entró la agrupación de electores de “Ganemos”, con ya impulso fuerte por parte de Podemos. No olvidemos que en aquel Podemos de Salamanca que apenas tuvo una vida útil de 3 o 4 años, participaban y lideraban ex-militantes y ex-afiliados de Izquierda Unida que en 2013 habían salido derrotados en el Consejo Político. Muchos de ellos estaban conmigo en las juventudes.

Pero como digo, en todos estos años, y particularmente centrándonos en los últimos, entre 2011 y 2017, Izquierda Unida Salamanca y todas las personas bienintencionadas y motivadas por luchar por Salamanca desde la izquierda, nos hemos visto arrastrados en la dinámica de aquella intestina lucha, y en sus consecuencias, siendo la mayor y más funesta, el agotamiento y desesperación de las bases.

Si, desde luego, como decía al principio el rancio conservadurismo de Salamanca no ayudaba en nada, pero poco se podía hacer ante la continua dispersión de las personas. Porque mientras emigraban de Salamanca hasta 6 jóvenes al día (incluido yo, y mi hermano, y otros cinco amigos más, y un par de compañeros de fp, y otro más adelante, …) la ideología y el proyecto político alternativo que pretendía revertir esta situación, y muchas otras, quedaban en stand by por parte de las personas que participando debíamos ponerlo en marcha.

Porque teniendo que pasar el tiempo de trabajo político, de militancia, en tener que desentrañar las intenciones de los cargos y asambleas, las razones que había detrás de cada comunicación y cada acción, poca energía y menos entusiasmo quedaban para hacer política en el conflicto.

Mi caso particular era el de una persona, en el paro desde enero de 2015, que me impliqué en IU Santa Marta a través de mi hermano y de una asociación local que pusimos en marcha para tratar de mejorar el transporte metropolitano. Lo hicimos con ganas de trabajar y participar, pero pronto tuve que aprender a separar los correos de Izquierda Unida Salamanca, si venían de Santa Marta o de la capital. Si quien lo firmaba era del PC o de IzAbierta. Si era Maria Asun, o Polo, o Domingo, o Rodero. De hecho, también tuve que hacer de intermediario (era natural porque en el fondo yo no estaba adscrito a ninguna corriente interna, yo era y soy un numerario de Izquierda Unida) ante encontronazos, desacuerdos y malentendidos entre ambas partes. También a separar los federales y los de Castilla y León, en momento de cambio cogiendo las riendas en aquel entonces José Sarrión que también era archi-enemigo de Gorka. Y todo esto agota.

Síntoma de esta situación es toda la organización política de IU durante estos años que cambio en dos ocasiones de mayoría entre el PC e IzAbierta. En ambas ocasiones, los liderazgos que ejercían Virginia y Gorka respectivamente, pensaron que "alejar" de la capital al coordinador provincial traería ventajas. Por un lado, daría una pátina de apertura y "democracia" al devenir de los órganos internos, por el otro reducirían el foco mediático sobre ellos mismos al colocar a marionetas al servicio, que además estaban "lejos y dificílmente accesibles" de los medios de comunicación de masas. Y por último ganarían visibilidad en las áreas y localidades de los usados ante las votaciones internas sucesivas. Este último punto radicaba su importancia porque Domingo Benito en Ciudad Rodrigo, junto a buenas personas como Manu Choya o Elena y la gente de su asociación cultural "La Aldea", y después Miguel Rodero, junto al partido en Béjar y Sierra de Béjar, habían hecho un buen trabajo para movilizar y hacer política en aquellos territorios. Habían acercado más personas, más votos internos, al partido.

Sin embargo, lo beneficioso de la iniciativa quedó ahí, puesto que la toma de decisiones se volvió lenta y farragosa, al tiempo que Salamanca, particularmente el barrio de Garrido desaparecía de las prioridades de IU, así como también el alfoz, en un momento que tras el 15M estaba haciendo crecer la sensibilidad de las personas de izquierdas residentes en todos estos pueblos alrededor de Salamanca. Quizás si Benito hubiera sabido delegar (o lo hubiera visto venir Gorka y su madre, muy empeñados en enclaustrarse en sus taifas), se podría haber articulado todo aquello en beneficio del partido y de la sociedad. De hecho, la asamblea del alfoz que se constituyó en aquellos tiempos, lejos de generar una mesa de trabajo común de pueblos que compartiamos mucho, sólo tenía como finalidad que la camarilla de Gorka ganará un voto más en el consejo político, lo que llevó, lógicamente, a un nuevo conflicto interno con tintes y amenazas judiciales. Mientras chocaba contra esta realidad y mi trabajo, aportaciones y voluntad de mover todos los pueblos del alfoz se iba al carajo, el Consejo Político del Partido Comunista en Salamanca la echaba abajo con los estatutos en la mano.

Por otro lado, no se podía obviar que esas candidaturas a coordinador provincial u a miembros del consejo, eran lanzadas de manera interna, decididas en camarilla y presentadas para su aval, a la carrera y de manera improvisada. No era extraño ir a una asamblea en la que ibas a hablar del transporte metropolitano, y te pasaban una hoja para firmar la candidatura de "fulanito de tal" sin avisarte y sin saber de qué pie cojeaba. Bueno si que lo sabíamos. Por lo tanto, de democrático tenía poco.

Al final y en general, lo que acontecieron fueron unos años con una sensación profunda de oportunidad perdida que laceró dolorosamente las expectativas y éxitos futuros. En esa percepción se enquistó el cansancio físico y mental y el hartazgo emocional en muchos militantes de tener que luchar batallas internas frente al enemigo común que destroza Salamanca cada día y que sigue rampante. Conozco y he hablado de todo esto con un par de décenas de militantes pero seguramente acaben siendo centenares si hablará (si tuviera acceso en realidad) con más simpatizantes y votantes.

Pero si esta situación se hubiera quedado en Izquierda Unida Salamanca, pues bueno, pues vale, pues muy bien. Sería un drama importante en el principal partido de izquierdas de la ciudad y provincia. Pero no, esto pasaba también en Podemos y las otras fuerzas o movimientos que aparecieron al calor del 15M, porque como decía unos párrafos más arriba no se trataban más que de personas que ya habían formado parte de IU y habían bebido esa forma, profundamente brusca y de trinchera de hacer política y de hacer partido. Llegaban a intentar mover algo nuevo o a ocupar un espacio distinto con el bagaje, experiencias y formas de hacer ejercidas, vistas o aprendidas en IU Salamanca.

Con estos mimbres construir algo en Salamanca es muy difícil por no decir imposible. Quizás es que ahora esté en un momento vital más bien pesimista, tras el reciente cambio de domicilio y de provincia, o de que en la actual vorágine mediática y de ola reaccionaria estemos así.

No sé si en un tiempo próximo, a medio o largo plazo, vuelva a Salamanca y si lo hago, desde luego intentaría reconstruir algo. Recoger los escombros y las cenizas, y de ahí, plantear consensos para generar ilusión y un programa que Salamanca y sus gentes necesitan como el comer.

En cualquier caso, para lograr el destino, es preciso conocer el camino. Y para andarlo es bueno saber quién y cómo lo transitó en el pasado.

 

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