No cabe ni la más mínima duda de que Salamanca es uno de los lugares, provincias, más complicadas para que un partido de izquierdas tenga éxito. Hay muchos factores geográficos y culturales que lo explican en conjunto, bajo la responsabilidad propia de cada parte: razones demográficas como el envejecimiento de la población, la histórica falta de tejido productivo en el sector industrial; la emigración de los jóvenes, colosal y ampliada a todos los estratos educativos y de capacidad, pero significativa de los más preparados y emprendedores; también el vacío de los pueblos y áreas rurales. Y en el aspecto cultural, como un conservadurismo autóctono, basado en la importancia de la religión y de la iglesia católica como institución, además de una estructura social encabezada con grandes propietarios de latifundios que desde hace muchos años controlan las opiniones públicas en los medios de comunicación locales; o el carácter, quizás avinagrado por el frío del invierno, más seco, quizás hasta hosco que hace que cada uno se preocupe de lo suyo, o de negarse a las innovaciones. Y sin obviar, por supuesto, los errores pasados que la propia izquierda ha tenido. Pero no por todo ello, un movimiento de izquierdas es menos necesario (en realidad es cada vez más urgente), y por lo tanto, ante el estado actual en la izquierda salmantina me apetece por un lado pasar factura, y por el otro, hacer una Crítica a la Izquierda Salmantina.
En realidad lo que voy a hacer es una disección de mi experiencia política en Salamanca entre 2002 y 2017, año este último en el que tras dimitir como concejal de Santa Marta de Tormes por Izquierda Unida – Los Verdes, durante dos años, al tener que emigrar y me fue imposible -hasta cierto punto me lo negaron-, seguir participando. En ese tiempo, viví la deriva de una organización poliédrica que pretendía servir a la ciudadanía salmantina bajo una ideología progresista que garantizase mayores capas de bienestar social, centrándose en aspectos tales como la vivienda, el trabajo, el estado y defensa de los servicios sociales y públicos, así como la conservación del patrimonio natural y cultural y las luchas por la igualdad de género.
En todos estos años lo que viví como simpatizante, militante, expulsado, de nuevo iniciando el ciclo y participando en Salamanca ciudad, como cargo electo y finalmente, dejando de interesarme por simple salud mental personal, fue la continua disputa entre la facción del Partido Comunista de Salamanca y de Izquierda Abierta en la ciudad y provincia. Ambas tendencias compartían muchas cosas, empezando por el deseo de una Salamanca mejor, más digna, justa y habitable, así como indudables capacidades, inteligencia, experiencia y voluntad para llevarlo a cabo. Sin embargo, prevalecían las diferencias que disfrazadas en lo discursivo, en las formas de explicar cómo se hacen las cosas, que en realidad, ocultaban los intereses personales de algunos de los imbuidos en tales dinámicas.
Mi primera militancia resultó muy intermitente entre estudios, trabajos, primera emigración y dispersiones varias. Pero entre 2002 y 2009 y visto con perspectiva y experiencia, lo que sucedió fue que estaba en un partido que estaba dirigido por un grupo que no tenía el respaldo, que era contrario a la corriente que dominaba el federal y el autonómico. También tenía oposición interna por parte de lugares muy potentes como Santa Marta o Ciudad Rodrigo. Esto hacía que practicamente no hubiese actividad, desde luego ninguna de manera proactiva, y simplemente se reaccionaba ante los acontecimientos mediáticos y se iba a rebufo de lo que el PP o el PSOE hacían. De hecho, recuerdo que toda la actividad se encaminaba a las elecciones municipales, en especial las de 2007 que resultaron un fiasco en Salamanca. Ni siquiera en las de 2008 con las crisis ya galopando nos hizo movernos y salir de la asamblea.
El problema estaba en que antes de mayo de 2011 dentro de la Izquierda de Salamanca, lo que se dirimía, lo que se decidía, era quién era la persona que iba a ocupar cargo político y cobrar su sueldo correspondiente. Lo siento, es muy duro, decirlo así pero es lo que sentía y siento, y lo que vivíamos y comentamos en aquellos años muchas de las personas que formábamos parte de Izquierda Unida en Salamanca.
Todo el trabajo, toda la responsabilidad y todos los esfuerzos de los simpatizantes y militantes durante estos años versaba en posicionarse en torno a esta disputa interna. Entre las posiciones a tomar, estaba por supuesto, la de ser indiferente, la de no querer inmiscuirse ahí, si no estar en el partido, en el conflicto para trabajar por Salamanca. Lamentablemente las propias inercias provocaban que tuviéramos que tomar partido aunque fuera a regañadientes.
Al final, todo quedaba reducido a una batalla entre quién ganaba el nº1 en la lista electoral a la ciudad de Salamanca por parte de Izquierda Unida. Que si Gorka Esparza. Que si Virginia Carrera. Que si Izquierda Abierta. Que si el PC. No había más. Insisto. Es muy duro y siento decirlo, pero durante muchos años la movilización, la activación y el trabajo asambleario, sobretodo formando parte de las juventudes como estuve hasta 2009, dominadas por el Partido Comunista en la mano de “Chencho”, estaba involucrado en esta guerra interna, y el objetivo era tener una candidatura lo suficientemente fuerte para que Carrera ganará.
En el bando contrario, y lo sé porque mis mejores amigos que me han quedado de IU Salamanca, pasado el tiempo estuvieron en Izquierda Abierta apostaban por la opción de Gorka y no tuvieron ningún reparo en usar todas las armas posibles para conseguirlo.
El episodio más sangrante fue sin duda la expulsión de juventudes de IU de la Asamblea de Salamanca. En ese momento, como digo yo estaba en IU Salamanca, aunque llevaba ya más de medio año viviendo y trabajando en Madrid. Me convocaron para la asamblea que iba a celebrarse en mi pueblo, en Santa Marta aquel sábado de octubre, y allí me presenté junto al resto de compañeros para, digámoslo claro reventarla. No es que no pudiéramos participar, y ojo, que no nos negaron la palabra en un principio, pero cuando se plasmó la intención de votar y poder así proceder a la expulsión de los órganos colegiados de Gorka y su camarilla se lió la trifulca, en todo momento verbal, que terminó con la llegada de 4 coches de la guardia civil y nuestros dnis intervenidos.
De aquellos lodos y de una lacerante falta de actividad en la ciudad de Salamanca vino el descuelgüe de muchas personas, que con buena voluntad, intentaron poner en marcha un proyecto nuevo para la capital que les permitiera ser proactivos y tener un ecosistema participativo más amigable y menos tóxico. En las siguientes elecciones municipales en 2011 no tuvieron ni el más mínimo eco en campaña, se vieron arrastrados por la emergencia del 15M y en las urnas apenas juntaron un par de puñados de votos.
Del mismo modo, otras propuestas se han intentando levantar en estos años en municipios como Alba de Tormes, Guijuelo y en el Campo Charro, o incluso en el alfoz. También en Santa Marta. Pero todas ellas no pudieron crecer y acabaron fagocitadas y reducidas al redil de Izquierda Unida, lo que les ha llevado a poder participar en el caso de Santa Marta y en el resto a la nada absoluta. Una pena que no se haya podido o querido recoger a aquellas personas.
Sin
embargo, todo esto nunca valió para nada porque no se consiguió
representación en el Ay-untamiento de Salamanca hasta 2015 cuando
entró la agrupación de electores de “Ganemos”, con ya impulso
fuerte por parte de Podemos. No olvidemos que en aquel Podemos de
Salamanca que apenas tuvo una vida útil de 3 o 4 años, participaban y
lideraban ex-militantes y ex-afiliados de Izquierda Unida que en 2013
habían salido derrotados en el Consejo Político. Muchos de ellos estaban conmigo en las juventudes.
Pero como digo, en todos estos años, y particularmente centrándonos en los últimos, entre 2011 y 2017, Izquierda Unida Salamanca y todas las personas bienintencionadas y motivadas por luchar por Salamanca desde la izquierda, nos hemos visto arrastrados en la dinámica de aquella intestina lucha, y en sus consecuencias, siendo la mayor y más funesta, el agotamiento y desesperación de las bases.
Si, desde luego, como decía al principio el rancio conservadurismo de Salamanca no ayudaba en nada, pero poco se podía hacer ante la continua dispersión de las personas. Porque mientras emigraban de Salamanca hasta 6 jóvenes al día (incluido yo, y mi hermano, y otros cinco amigos más, y un par de compañeros de fp, y otro más adelante, …) la ideología y el proyecto político alternativo que pretendía revertir esta situación, y muchas otras, quedaban en stand by por parte de las personas que participando debíamos ponerlo en marcha.
Porque teniendo que pasar el tiempo de trabajo político, de militancia, en tener que desentrañar las intenciones de los cargos y asambleas, las razones que había detrás de cada comunicación y cada acción, poca energía y menos entusiasmo quedaban para hacer política en el conflicto.
Mi caso particular era el de una persona, en el paro desde enero de 2015, que me impliqué en IU Santa Marta a través de mi hermano y de una asociación local que pusimos en marcha para tratar de mejorar el transporte metropolitano. Lo hicimos con ganas de trabajar y participar, pero pronto tuve que aprender a separar los correos de Izquierda Unida Salamanca, si venían de Santa Marta o de la capital. Si quien lo firmaba era del PC o de IzAbierta. Si era Maria Asun, o Polo, o Domingo, o Rodero. De hecho, también tuve que hacer de intermediario (era natural porque en el fondo yo no estaba adscrito a ninguna corriente interna, yo era y soy un numerario de Izquierda Unida) ante encontronazos, desacuerdos y malentendidos entre ambas partes. También a separar los federales y los de Castilla y León, en momento de cambio cogiendo las riendas en aquel entonces José Sarrión que también era archi-enemigo de Gorka. Y todo esto agota.
Síntoma de esta situación es toda la organización política de IU durante estos años que cambio en dos ocasiones de mayoría entre el PC e IzAbierta. En ambas ocasiones, los liderazgos que ejercían Virginia y Gorka respectivamente, pensaron que "alejar" de la capital al coordinador provincial traería ventajas. Por un lado, daría una pátina de apertura y "democracia" al devenir de los órganos internos, por el otro reducirían el foco mediático sobre ellos mismos al colocar a marionetas al servicio. Y por último ganarían visibilidad en las áreas y localidades de los usados ante las votaciones internas sucesivas. Este último punto radicaba su importancia porque Domingo Benito en Ciudad Rodrigo, junto a buenas personas como Manu Choya o Elena y la gente de su asociación cultural "La Aldea", y después Miguel Rodero, junto al partido en Béjar y Sierra de Béjar, habían hecho un buen trabajo para movilizar y hacer política en aquellos territorios. Habían acercado más personas, más votos internos, al partido.
Sin embargo, lo beneficioso de la iniciativa quedó ahí, puesto que la toma de decisiones se volvió lenta y farragosa, al tiempo que Salamanca, particularmente el barrio de Garrido desaparecía de las prioridades de IU, así como también el alfoz, en un momento que tras el 15M estaba haciendo crecer la sensibilidad de las personas de izquierdas residentes en todos estos pueblos alrededor de Salamanca. Quizás si Benito hubiera sabido delegar (o lo hubiera visto venir Gorka y su madre, muy empeñados en enclaustrarse en sus taifas), se podría haber articulado todo aquello en beneficio del partido y de la sociedad. De hecho, la asamblea del alfoz que se constituyó en aquellos tiempos, lejos de generar una mesa de trabajo común de pueblos que compartiamos mucho, sólo tenía como finalidad que la camarilla de Gorka ganará un voto más en el consejo político. Mientras chocaba contra esta realidad y mi trabajo, aportaciones y voluntad de mover todos los pueblos del alfoz se iba al carajo, el Consejo Político del Partido Comunista en Salamanca la echaba abajo con los estatutos en la mano.
Por otro lado, no se podía obviar que esas candidaturas a coordinador provincial u a miembros del consejo, eran lanzadas de manera interna, decididas en camarilla y presentadas para su aval, a la carrera y de manera improvisada. No era extraño ir a una asamblea en la que ibas a hablar del transporte metropolitano, y te pasaban una hoja para firmar la candidatura de "fulanito de tal" sin avisarte y sin saber de qué pie cojeaba. Bueno si que lo sabíamos. Por lo tanto, de democrático tenía poco.
Al final y en general, lo que acontecieron fueron unos años con una sensación profunda de oportunidad perdida que laceró dolorosamente las expectativas y éxitos futuros. En esa percepción se enquistó el cansancio físico y mental y el hartazgo emocional en muchos militantes de tener que luchar batallas internas frente al enemigo común que destroza Salamanca cada día y que sigue rampante. Conozco y he hablado de todo esto con un par de décenas de militantes pero seguramente acaben siendo centenares si hablará con más simpatizantes y votantes.
Pero si esta situación se hubiera quedado en Izquierda Unida Salamanca, pues bueno, pues vale, pues muy bien. Sería un drama importante en el principal partido de izquierdas de la ciudad y provincia. Pero no, esto pasaba también en Podemos y las otras fuerzas o movimientos que aparecieron al calor del 15M, porque como decía unos párrafos más arriba no se trataban más que de personas que ya habían formado parte de IU y habían bebido esa forma, profundamente brusca y de trinchera de hacer política y de hacer partido.
Con estos mimbres construir algo en Salamanca es muy difícil por no decir imposible. Quizás es que ahora esté en un momento vital más bien pesimista, tras el reciente cambio de domicilio y de provincia, o de que en la actual vorágine mediática y de ola reaccionaria estemos así.
No sé si en un tiempo próximo, a medio o largo plazo, vuelva a Salamanca y si lo hago, desde luego intentaría reconstruir algo. Recoger los escombros y las cenizas, y de ahí, plantear consensos para generar ilusión y un programa que Salamanca y sus gentes necesitan como el comer.
En cualquier caso, para lograr el destino, es preciso conocer el camino. Y para andarlo es bueno saber quién y cómo lo transitó en el pasado.
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