martes, 14 de julio de 2020

De derrotas y porques



En esta sucesión de campañas electorales y veranos cada vez más tórridos e insoportables la irrupción del coronavirus ha trastocado las rutinas de todas y todos. Menos la de los políticos que tratan de mantener el pulso narrativo para hacerse valer y mantenerse en el cargo aunque sea agarrándose con uñas, dientes y hasta con las pestañas.
El pasado domingo se abría -si es que ha estado cerrada en algún momento en éste país- la rueda electoral de la legislatura que debería, confío y salvo hecatombe irracional va a ser así, terminar en las generales de otoño de 2023. Galizia y Euskadi elegían nuevo parlamento y gobierno sin importarles a penas, la incidencia que la pandemia ha tenido en la sociedad, en sus propios pueblos y si todos estábamos preparados para acudir a las urnas con las garantías sanitarias y de salubridad democrática que se necesitan.
De hecho, tanto énfasis en el adelanto electoral -les tocaba en septiembre- me hace temer de qué se esconde por debajo, qué conocen Urkullu y Feijoo. Qué suponen que puede pasar con una segunda oleada de la COVID o con el proceso electoral abierto en Catalunya para final de año. ¿Todo era una estrategia para garantizar una baja participación, algo que siempre viene bien a la derecha? Tanta vehemencia pusieron para que las elecciones se celebrarán antes de fecha que ya se comportaron como mosca cojonera tratando de llevarlas a abril, y ahora han tirado para adelante, aún impidiendo el voto a ciudadanos confinados por los rebrotes, saltándose así la Constitución, tan nuestra, tan violada y tan usada como un despojo a conveniencia por los que mandan.
El hecho es que tras el escrutinio podemos decir que sin apenas sorpresas a lo esperado, pareciera como si el electorado saliera clamando por gobiernos de centro-derecha y con costumbre de búsqueda de pactos con el centro izquierda.
Cuidémonos de esos análisis que tiran por esta opción extrapolando a los electorados vasco y gallego un disfraz de Prometeo que adelante el fuego de los dioses en forma de moderación y pactismo. En alguna ocasión ya he hablado de Euskadi como la zona de éste país con una mentalidad más abierta y pro europea y no cabe duda que viendo como se ha movido Galicia estos 40 años de pseudo-democracia compone como un electorado conservador y tranquilo, eso sí, imagen impuesta por una interpretación de la ley electoral que Fraga trabajó con ahínco para sobrerrepresentar el voto rural por encima del voto urbano.
No. No ha cambiado el sentir general pese a la situación sufrida y la que estamos viviendo y la que amenaza con venir. La crispación está instalada en la sociedad patria, y lo hace desde la alta política donde incendiarios han lanzado todo el odio y el terror hacia abajo, hacia los ayuntamientos, los más pequeños incluso y por último a los ciudadanos, cada vez más irascibles, irracionales y egoístas. Esa es la realidad.
En Galizia, Feijoo revalida su cuarta mayoría absoluta frente a la inoperancia del PSOE gallego y de las fuerzas de izquierdas integradas todavía en los restos humeantes de lo que fueron las Mareas. Sólo el BNG recuperando un discurso más social, frente al identitario ha crecido y lo hace hasta posicionarse como principal fuerza de oposición y como agente de cambio ante lo que pueda pasar.
La victoria de Feijoo es a la vez la severa derrota de Casado y toda su política de crispación y acercamiento hasta lo pornográfico con la extrema derecha. Mientras a Feijoo le perdonan sus fotos intimando con un narcotraficante o dejar Verín sin paritorio (ojo, que sólo 4 meses después de aquello, el PP fue la fuerza más votada con el 41%), Casado ve como desde Galizia le amenaza un discurso más moderado y central de un líder que cuenta sus presencias electorales por sonoras victorias, incluso sin mostrar la marca en toda la publicidad electoral.
Feijoo mostraba talante conciliador y moderación en frente de un Casado que apostaba por un ultra como Iturgaiz en Euskadi y apretando un discurso de odio y fuerte marchamo ultranacionalista. Sus óperas bufa en el estruendo y el odio se hacen indisolubles de la ultra derecha de Vox (a qué espera la fiscalía para entrar contra los que solo van a provocar) y los resultados tanto en Galizia como en Euskadi suponen una derrota total de Casado que ya está arrinconado.
Frente a los más de 12 de años de gestión en gobierno de Feijoo está la abochornante inutilidad de Casado, sus mentiras, sus corruptelas, sus másteres y formaciones regalados y su pleitesía al ala más dura. Si a Pedro Sánchez fueron unas elecciones en Galicia y en Euskadi las que lo sacaron por las orejas de la secretaría general, a Casado pueden ser tras las catalanas, pero con este espadazo, el que haga pasar por amortizado un líder sin carisma y del que ya recelan las élites. Todo se decidirá tras Catalunya y habrá que ver la actitud que toma Feijoo en asaltar o no la política nacional, bien dejando Galicia a su segundo, o quedándose en Santiago, y cambiando por una vez el epicentro político nacional de la sempiterna Madrid.
En Euskadi, Urkullu y el PNV celebran una victoria en la que necesitarán el pacto de los socialistas vascos para gobernar, lo que a la postre añade más estabilidad al gobierno central. Existe la posibilidad numérica de un pacto entre socialistas, EH-Bildu y la marca de Podemos para dar con otro gobierno en Euskalherria, pero es precisamente la situación precaria del gobierno nacional, la que hace más factible la continuidad de Urkullu en Ajurianea.
El PNV va a seguir liderando la política vasca cuatro años más, ejercitando la normalización democrática en el territorio, con las ansías independentistas, todo ello ahora en el conjunto de una profunda crisis económica debido al coronavirus que ya apuntaba maneras antes del coronavirus y ahora se agrava, y con Bildu como principal partido de la oposición, también adoptando un discurso mucho más social y de representación de la clase trabajadora, por encima de las cuestiones nacionalistas.
BNG y Bildu han sabido apropiarse de las puertas que Unidas Podemos ha abierto en el debate socio económico del estado para hacer mucho más atractivas sus propuestas electorales. No les ha costado, en primer lugar porque en su propia cultura como partido ya existe un acervo mucho más cercano, incluso íntimo, con el sentir de las clases trabajadoras de Galizia y Euskadi. Después también aprovechando los fallos estructurales de la coalición Unidas Podemos en ambos territorios.
No es nuevo el hecho de que la izquierda española tiene serias disfunciones a la hora de lidiar con los nacionalismos de las españas. Sobretodo si tiene que competir electoralmente con partidos que desde posiciones nacionalistas escuchan y comprenden a las masas obreras de su nación estado, como ocurre con el BNG en Galizia y con EH-Bildu en Euskadi. De momento para el próximo combate electoral en Catalunya no parece que ni Esquerra (partido de notable tradición burguesa), ni la CUP (en su mundo) anden preocupados por los problemas reales de la gente corriente.
La derrota sin paliativos de Unidas Podemos en Galizia y Euskadi es una más en la retahíla de fracasos electorales de la coalición y deja tocados, y mucho, a sus líderes. La continua división interna, además cacareada por los medios tradicionales y en las cuentas personales de los implicados. La falta de estructura de partido en los territorios, ya se sabe, militancia activa, con cuotas, sedes, bolígrafos y folios, para estar en el conflicto y en la respuesta a los problemas de la gente. La falta de autonomía de las direcciones regionales que son el quita y pon del círculo de la complutense. El desgaste de una fuerza de renovación de la política nacional que ha pasado de la dirección horizontal en forma de círculos representativos, al ordeno y mando de una camadita en la cúspide de una pirámide cada vez más estrecha.
Todas estas y más son causas de un desplome del poder electoral de Podemos, que no se ha frenado con su entrada en el gobierno de coalición, y que resulta tan acusado como fue su vertiginoso ascenso pero que se ajusta a la realidad de un partido sin implantación y sin liderazgos firmes, probados que ayuden en la suma de voluntades y no queden a merced de los arribistas que han hecho y deshecho a su antojo.
Si algo está quedando claro y además a una velocidad pasmosa es que si la coalición Unidas Podemos no quiere desaparecer, y con ella sus dos principales agentes, Podemos e Izquierda Unida, ambas fuerzas tienen que renovarse. Los liderazgos tiránicos de Pablo Iglesias y el círculo de la complutense y de Alberto Garzón están ya en su tiempo de descuento, y si lo saben ver y abrir y cerrar una transferencia de poder a nuevos rostros, se podrá articular un trabajo para construir partidos (sobretodo en el caso de Podemos) y coalición. Es paso previo ineludible ante el reto de ganar espacio electoral y mediático a nivel nacional, en las distintas españas, pero sobretodo, estando en el conflicto a nivel local y regional. Podemos -e IU que se ha sumado alegremente a esta tendencia como si fuera parte indisoluble de la coalición- tienen que entender de una vez por todas que el país y los problemas de la gente no empiezan y acaban en Madrid. Ni en el Parlamento nacional, ni en las tertulias de los medios nacionales, ni mucho menos en la Tuerka. El conflicto exige presencia y respuestas de las direcciones locales y regionales de la confluencia de izquierdas, con autonomía y respeto y por supuesto, sin tutelas ni directorios marcados por Madrid. Se necesita representatividad de agentes locales de la izquierda, que puedan tener autonomía y valentía para posicionarse claramente con los oprimidos y los que sufren los continuos desvarios de un capitalismo ultraliberal y un fascismo trasnochado. Y esto era ya antes de la era COVID.
Pablo Iglesias y su cohorte están quemados. Desde luego por el abrasador marcaje de la derecha mediática que tiene pavor a todo lo que huela a un reparto de la riqueza y a mayor justicia social. Cloacas, bulos y hedor a mierda sin importar hacer saltar la ética y la verdad. Justo cuando desde el palacio, el vicepresidente puede por un lado hacer política social y presentar a Unidas Podemos como un factor de representación de las clases trabajadoras y de respuesta y solución a sus problemas. Y por el otro, abrir con honestidad el proceso de transición necesaria para una nueva dirección de Podemos que debe quedar clara y diáfana, libre de injerencias del círculo de la complutense. Lo mismo puede aplicarse a Alberto Garzón en Izquierda Unida y la influencia del PC.
Como decía al principio, pareciera con este resultado, sumado a la deriva a la nada de Ciudadanos, que la nueva política que sacudió el tablero en 2014 y 2015, no haya servido para nada y volvamos peor que antes: al bipartidismo con las burguesías por lo menos la vasca, dando llaves de gobierno y con un fantasma franquista, que eso sí, mientras éste presente aglutinando votos hará imposibles gobiernos de centro derecha. Quizás es demasiado pronto para un análisis así.
Como vengo diciendo desde hace años a la izquierda del PSOE y de Podemos, hay un espacio electoral, político y social, enorme donde una izquierda valiente y capacitada puede trabajar y dar respuesta y solución a los problemas de la gente, dentro de un capitalismo ultraliberal que va de crisis en crisis, dinamitando vidas y que azuza el fuego del odio con el fascismo cuando se siente en peligro de perder sus criminales privilegios.
Toca trabajar.

sábado, 20 de junio de 2020

Fin del Estado de Alarma y confinamiento. La nueva normalidad



Mañana domingo, 21 de junio, termina el Estado de Alarma impuesto por el Gobierno de la nación desde el pasado 14 de marzo ante el avance de la pandemia del coronavirus.
Durante todo este tiempo de confinamiento un mantra se ha ido deslizando como una serpiente tratando de restituirnos el optimismo, de salvarnos de la depresión. La neolengua ha hecho horas extra durante el confinamiento. Primero con un lenguaje bélico frente al enemigo invisible. Después con el chute de buenismo y que maravillosos todos. Y después para hablarnos de una nueva normalidad que apesta a indignidad.

Ahora se lanzan campañas, primero en teoría “anónimas” y populares, después ya a través de los anuncios en medios de comunicación de esas empresas “que siempre han estado contigo”. La idea era directa, clara y sencilla: De está vamos a salir siendo más y mejores personas.
Qué cara más grande. Qué farsa. Qué mentira. De esta, como de aquella o de la otra, salen siendo buenas personas los que ya lo eran. Y probablemente menos porque algunos o algunas que se movían con la bondad y la fraternidad, ante la situación de zozobra, de peligro y de empeoramiento directo de las condiciones de vida se hayan hecho más egoístas y violentas.
El que era un hijo de puta antes de la COVID-19 lo va a ser después. Y ya veníamos con una letanía de gilipollas y miserables bastante amplía antes de encerrarnos en casa y escondernos tras las mascarillas. Un infantilismo instalado en la sociedad que además en España se vuelve dantesco ante esa actitud tan nuestra de ver cualquier norma que nos pongan, como un listón que saltar y no como una medida a respetar. Pocos ejemplos, los menos, hay de personas y grupos que se han auto organizado y procurado una vida mejor para todos. Al contrario hemos perdido a muchas personas algunas insustituibles, en eso mismo.
La sociedad se iba al sumidero aumentando velocidad e inercia hacia un precipicio de distópicas consecuencias. Individualismo, egoísmo, exhibicionismo, zafiedad, falta de empatía, de solidaridad, de fraternidad...
El tema de los aplausos a las 8 de la tarde me sirve para ahondar en esta idea. Por lo que he visto donde vivo -y lo hago en un barrio donde viven muchos médicos y personal sanitario- y lo que me han contado mis familiares y amigos de sus lugares de residencia, la quedada de aplausos desde los balcones sirvió de homenaje al personal sanitario el primer día. A partir de ahí, se convirtió en un exhibicionismo del ombligo propio. No culpo a nadie de ello. Casi hasta me parece natural por la situación pasada. Atronar con música y hacer performance de disfraces y looks poco tienen que ver con dar sentido homenaje a quiénes nos han cuidado. A la clase trabajadora Pero vamos, que no me lo vengan a vender como una cosa cuando es evidente que se trata de otra bien distinta. Sólo hay que ver como han vuelto a los centros de salud a tratar a los trabajadores del sistema sanitario.
En mi calle, por la ventana, antes y ahora cuando veo cantidades de repartidores ir de un lado para otro cargando bultos y llevando las cenas a las casas. Estábamos en casa pero no hemos dejado de consumir. Y quiénes han traído esos bienes y servicios hasta las puertas de los hogares son una clase trabajadora, nueva, precaria, dolorosamente débil y vulnerable. Se ha gastado dinero que al final no repercutía en esos trabajadores, sino que las plusvalías se evaporaban en la nube de internet hasta verter cantidades en paraísos fiscales. Esa ha sido la normalidad durante el confinamiento, acelerando la normalidad impuesta por el austercidio antes.
La normalidad era la crisis. Era la estafa económica. El neoliberalismo como sistema de opresión y nuevo feudalismo. El capitalismo de amiguetes que socializó las pérdidas de unos pocos especuladores y corruptos denigrando la forma de vida y las expectativas de futuro de toda la población. Desde 2008 la respuesta al colapso financiero y especulativo que en el mundo real provocó mucho dolor, despidos, desahucios y deudas, han sido recortes de gasto público, de trabajadores públicos, limitación de nuestros derechos. Privatizaciones. Cierre de hospitales y despido de sus trabajadores. Falta de material y colapso ya antes de la pandemia. Una brutal austeridad para pagar las deudas de los especuladores y corruptos que ha desnudado nuestros sistemas públicos de salud, educación y servicios sociales, dejándolos esqueléticos y sin capacidad de respuesta ante una situación como la sufrida estos meses.
Las mega transnacionales, las patronales y los privilegiados se ven con un poder inusitado en la historia de la humanidad. Se pueden permitir el lujo de decir abiertamente que no se paré la economía, que se pueden morir los viejos, pero que no podemos dejar de ganar dinero. Un nuevo colonialismo el que ha impuesto la recesión tras la estafa económica de 2008. Ahora no hace falta circundar el globo o navegar océanos; simplemente se trata de oprimir a las clases populares y trabajadoras, incluso las del mismo país, que se encuentran timoratas, sin sentido de pertenencia, ni fuerza por la que rebelarse y luchar. Se garantiza, por ley y por opresión, los intereses minoritarios de grupos económicos y financieros por encima del bien común.
La crisis del coronavirus y la situación de cambio climático que padecemos debían habernos puesto en alerta -ya duele que no lo hayamos hecho antes-, para cambiar un sistema que nos condena a la extinción. Porque la llegada del COVID-19 al organismo del ser humano tiene su causa en el calentamiento global, y en como, cada vez más, especies animales salvajes se acercan e interactúan en los entornos humanos.
Pero lejos de eso “hemos” acelerado en un modelo impersonal en el que las baratijas inservibles, llegan con un gasto abusivo en combustibles fósiles y en opresión a otros de nuestros congéneres. En vez de ir a tratar de salir de esa rueda de consumismo global que ha globalizado la opresión, nos hundimos más en ella. Ahora es el momento de volver a la economía circular de proximidad. A los tenderos de cercanía. A reflexionar antes de comprar, sobre la necesidad en si misma y sobre el producto y servicio que vamos a adquirir. Sus condiciones de fabricación, transporte e impacto medio ambiental. Si como sociedad obráramos ese cambio entonces si podíamos pensar que salíamos del coronavirus (de su primera oleada) siendo mejores.
Por eso ahora que se habla de la nueva normalidad es necesario recordar que la normalidad era el colapso medioambiental del planeta. Las catástrofes naturales (incendios, riadas, sequías). Las guerras por los recursos y por el privilegio a seguir alimentando el hiper consumismo de occidente. La opresión a millones de personas. A millones de mujeres. La enorme desigualdad entre personas, clases sociales y territorios. La precariedad instalada en nuestras vidas en favor de un capitalismo, del dinero, en contra de garantizar un sistema que nos protegiera. Que garantizará nuestras vidas su seguridad, por encima de cualquier ganancia económica.
Y sin embargo sólo hay que ver las prioridades que durante la pandemia tenemos como individuos, como sociedad y también como gobierno.
En plena pandemia no se han adoptado planes para subir los sueldos y mejorar las condiciones del personal sanitario y científico de éste país. Al contrario, se ha aprobado una mil millonaria subida de salario para la policía y la Guardia Civil. Ambos cuerpos de in-seguridad del estado, más allá del loable y bienintencionado trabajo de algunos de sus agentes mantiene instalado un gen fascista y franquista que enfanga sus actuaciones, que encima, muchas de ellas quedan trufadas de errores e intenciones políticas claras. Algo que no debería permitirse jamás un cuerpo policial en democracia. Pero supongo que premiar a unos e ignorar a otros es una cuestión de prioridades.
Todo ha sido parte de una enorme trifulca política. Ruido, bulos y algaradas de la ultra derecha reaccionaria que siempre estará más preocupada de garantizar sus privilegios (en este caso ir al bar o a jugar al golf) por encima de los derechos de todos los demás (que somos tan españoles o más que ellos, porque por mucha bandera con la que se envuelvan, el patriotismo empieza y acaba en la declaración de impuestos de cada uno).
Somos un país que es el jodido bar de Europa. Ya están abiertas las fronteras exteriores con la UE para que lleguen los turistas. Se ha protocolizado la convivencia en bares y terrazas -y muchos de los compatriotas alegremente se han sumado a la euforia-, mientras no sabemos como volverá la rutina en ese igualador social que es la escuela pública. En vez de dotar al país de estructuras que garanticen bien común, nos han convertido en Las Vegas para los del norte de Europa. Y mientras los millones de emigrados no podemos tan siquiera ir a abrazar a nuestros padres.
Se habla mucho de la nueva normalidad, pero se hace desde parámetros grotescamente conservadores e irreales. La nueva normalidad son medidas y directrices para que nada cambie. Para que se garantice la misma transmisión hacia arriba del dinero y el poder y hacia abajo de la opresión y la precariedad. La nueva normalidad es profundizar en las brechas sociales, ya sean de género, de clase o de raza. La nueva normalidad es que nada cambie. Si, tendrás que llevar mascarilla y los bares tendrán que estar menos atestados de gente, pero en esencia no cambia nada de las causas que nos han traído a esta situación. No quieren que pensemos. Es más, tenernos en casa, atemorizados por una pandemia, es ideal. Controlados por la televisión y por internet y con el miedo mediatizando todas nuestras acciones, somos la carne de cañón, precisa, perfecta y preciosa para poder apretarnos las cadenas. Ni siquiera está en el debate la preparación de la sociedad para un rebrote de la COVID-19 o para la llegada de otra pandemia. O de un suceso catastrófico que hiciera peligrar vidas humanas contadas por miles.
La nueva normalidad es una patada hacia adelante del sistema sin replantearnos no ya sólo su idoneidad, sino si quiera unos mínimos retoques para garantizar la democracia, la salud y el futuro de las personas. Seguir manteniendo una vida de mierda para millones de personas, sólo para garantizar distintos grados de bienestar e hipocresía..
La nueva normalidad es la vieja normalidad de capitalismo y barbarie por encima del bien común.

Hace nueve años las calles y plazas de éste país se llenaron de gente indignada que clamaba por una democracia, una economía y una sociedad más justas y en las que nadie, a pesar de su condición, quedará atrás. Millones de personas en España y en todo el mundo que veían como tras la crisis, perdón estafa, económica de 2008, la factura de tanta especulación, inmoralidad y corrupción la pagaban con sus vidas. Con precariedad e inseguridad en el trabajo. Con servicios sociales privatizados, denigrados y recortados. Con derechos usurpados. Con más autoritarismo. Con un liberalismo económico que convertían en cautiva la libertad, la igualdad y la fraternidad. Éramos y somos los que no teníamos casa, los que no podíamos pagarla, no teníamos trabajo y nuestro futuro y perspectivas de vida se iban al carajo. Era el 15M y allí hablábamos entre otras cosas de que no se podía recortar en la salud pública y en la educación pública. Que se apostará por ciencia y por medidas que revirtieran el cambio climático. Que no hay democracia si no hay justicia social. Que no hay democracia si hay corrupción e impunidad de los corruptos. No nos escucharon y una vez más, se demuestra que teníamos razón. Qué tenemos razón.

Nada de eso ha cambiado. Hemos avanzado muy poco o casi nada en justicia social. Y la COVID-19 va a apretar más las clavijas a los desfavorecidos. Y nos quieren cautivos y aislados en nuestras casas, despistados y dispersos. Con miedo e individualizados.

Hasta que no pueda darle un beso a mi madre que no lo llamen normalidad.

lunes, 15 de junio de 2020

Isabel. Serie de historia y política para el confinamiento


Captura del Capítulo final de la segunda temporada de Isabel. 
Recreación en la serie del cuadro La Rendición de Granada de Francisco Pradilla

 

Como por responsabilidad seguimos en confinamiento, no dejándonos llevar por la euforia de los cambios de fase, mi chica y yo, hemos hecho maratón de serie este último mes y medio tirando de Isabel, la ficción histórica de RTVE emitida por televisión entre septiembre de 2012 y diciembre de 2014.
Volvemos a la costumbre de ver series ya concluidas. Dejarnos de seguir ficciones que estiran el chicle o porque no nos llaman la atención las tramas desde su planteamiento o bien por el desarrollo del mismo. Isabel, además con su estructura de tres temporadas (trece capítulos por temporada) tiene una coherencia notable. Aunque eso sí, mi mayor critica es la duración de los capítulos, extremadamente largos (entre una hora y diez y una hora y viente), fruto del medio, el prime time de la televisión en España, para el que se destinó la obra.
Como apasionado de la historia y de la política tengo que decir que he disfrutado muchísimo con Isabel. La serie ha resultado una agradable sorpresa porque ha conjugado con maestría la veracidad histórica, con el ritmo narrativo; buenísimas interpretaciones, con buena disposición de decorados (interiores y exteriores); el carácter de servicio público del ente público, divulgado cultura y divirtiendo a los espectadores.
Lo primero que llama la atención, no puede ser de otra manera, es Michelle Jenner como Reina Isabel de Castilla. La joven actriz esta sublime en el papel. Sorprende y engancha a la par demostrando mucha versatilidad para interpretar a tal poliédrico personaje. Ayudada por el maquillaje para ir envejeciendo junto a su personaje le dota de mucha expresividad y afectación. El dolor como esposa, madre y reina; las dudas ante las tomas de decisiones; el miedo al destino. Jenner siempre está muy cómoda con el personaje dándole la humanidad necesaria. Un acierto. No desentona Rodolfo Sancho como Fernando de Aragón al que también se muestra con sus múltiples caras, incluso aunque algunas no gusten tanto. Y toda la corte de secundarios se sube al listón dotando a la serie, con tan notables interpretaciones, de mayor verosimilitud, trasladando al espectador al salón de recepciones, a la alcoba real o al palacio de la Alhambra recién conquistado.
Pedro Casablanc como obispo Carrillo, Peris Mencheta como el Gran Capitán, Ginés García Millán como Pacheco el Marqués de Villena, Julio Manrique como Cristobal Colón y sobretodo Pablo Derqui como Enrique IV, Irene Escolar como Juana la Loca, Raúl Mérida como Felipe El Hermoso, Ramon Madaula como Gonzalo Chacón -único amigo y principal asesor de Isabel durante toda su vida- y Eusebio Poncela como el Cardenal Cisneros, sobresalen en un elenco que actuó sin fisuras, envolviéndose en el maquillaje y ambientación de finales del siglo XV y de un vestuario que se acaba convirtiendo en un personaje más, al uso de la narración y el remarcado de las personalidades y los momentos vividos para cada actor y actriz.
Isabel resultó una súper producción dentro de las series españolas, pero sin dejar de ser modesta comparada con la producción internacional. Es por eso donde los escenarios -pese al notable esfuerzo y trabajo realizado- flojean algo, produciéndose re aprovechamientos, algo mitigado con la muy buena fotografía y dirección de la serie en la que jugando con la luz natural y la luz de los candiles otorgan el ambiente lúgubre, intimo o claustrofóbico según convenga, pero siempre sobrio dentro de la Castilla (y de las cortes europeas) y más luminoso para la ambientación en el Reino de Granada. Son notables los encuadres de momentos históricos al uso de la pintura histórica del XIX y además una invitación para indagar en aquel movimiento y en sus artistas.
Sin duda donde más puede cojear está falta de dinero sea en la recreación de las batallas, sobretodo si comparamos, con Juego de Tronos con la que las comparaciones eran inevitables ya que se emitían al mismo tiempo, y porque la superproducción de HBO ha trascendido de maneras insospechadas. No hay apenas escenas del fragor de la batalla (si de inicios de ofensivas, planteamientos y sobretodo consecuencias con campos trufados de muertos y moribundos) y por eso Isabel tiene que refugiarse en algo más económico, pero que sin embargo resulta un manjar exquisito: política e historia.
Si en Juego de Tronos vemos un camino marcado, sobretodo a raíz de que la ficción siguiera su historia alejada de los libros de George R.R. Martin, en el que la política, los diálogos, fueron paulatinamente dejando paso a épicas batallas, a vuelos sobre dragones, emboscadas por tierra y por mar o a huidas y persecuciones. En Isabel se puede decir que mantiene una coherencia en el que los diálogos entre personajes con escenas de confidencias entre reyes, príncipes, consejeros, vasallos y enemigos, se suceden durante las tres temporadas poniendo en imagen lo recogido por las crónicas e historias.
Esa fidelidad histórica acaba imponiéndose al mito y a la leyenda, por más que estas licencias se empleen para dar mayor empaque a lo que nos quieren contar. Así al final se puede decir que a través de la1 de Televisión española nos han enseñado historia, con sus claros y sus oscuros, sus aciertos y errores de manera rigurosa y ofreciendo una ventana abierta para explorar más sobre aquel período histórico tan decisivo en nuestra identidad nacional.
Así tenemos por encima de todos los personajes a los que se pone a contraste (qué bien queda reflejado el mezquino Obispo Fonseca o el siempre leal a Castilla, Beltrán de la Cueva) a los dos principales puesto a la lupa de la historia por sus actos y su trascendencia.
Se dice con acierto, que Isabel y Fernando unieron el germen de lo que hoy es España tras el proceso de Reconquista iniciado en Covadonga en el 722. Pasaron de “las Españas” a “España” (pasarían más de medio siglo hasta que si identificará la Hispania romana o la Hispania visigoda con la España, digamos actual). Y también se dice, con no menos acierto pese a que es obviado, que Isabel y Fernando pusieron sus reinos bajo dominio de reyes extranjeros. Si, eran de su familia y Felipe II fue criado en España, pero es evidente que las noblezas y proto burguesías de Castilla y Aragón se vieron sustituidas por las de la familia Habsburgo que velarían sin dudar por sus intereses en Flandes.
La influencia que no cambió, sino que es más, se afianzó fue la de la jerarquía de la iglesia católica española que vio como durante el reinado de Isabel de Castilla su poder aumentó y sus riquezas se multiplicaron con la llegada del oro de las Indias que muchas veces pasaba de Sevilla directamente a Roma y sus prelados en territorio hispano.
Durante la serie, Isabel es retratada con verosimilitud como reaccionaria y sobretodo fundamentalista. Implanta la Inquisición y ante sus primeros desmanes aumenta su autoridad. Episodios como la expulsión de los judíos, de los árabes del Reino de Granada y la persecución sobre los conversos se enmarcan dentro de la época de las cruzadas, pero evitaron que toda la capacidad e ingenio de estos colectivos beneficiará a su reino, continuando un Renacimiento marcado por el descubrimiento del “Nuevo Mundo” y de lo que sucedía en las ciudades estado de la península itálica.
Como aficionado a la Historia no quiero cometer el error de mirar la vida y obra de Isabel de Castilla, una mujer noble de finales del siglo XV y principios del XVI, con ojos del siglo XXI. Es de alabar y reseñar la implicación con la política de su reino y de su familia que Isabel tuvo desde el primer momento. Pero tenemos que entender y contar también como sus acciones resultaron una apuesta por la jerarquía eclesiástica más reaccionaria frente a los mitos de la convivencia y las tres culturas.
Europa estaba recién salida de la época de las Cruzadas, se temía al enemigo musulmán de Oriente y todavía había un reino de domino árabe sobre la península. Había una quiebra social dentro del estado por la posición privilegiada de judíos y conversos frente al vulgo plenamente católico, que en muchas diócesis, a través de los púlpitos, recibía odio e incomprensión hacia los distintos. Su distinción como sus católicas majestades creció con el impulso de evangelizar (antes eso que alfabetizar) a los indígenas “descubiertos” por Colón.
Isabel, como cualquier rey o reina de la época, se consideraba elegida por derecho divino. Herramienta de la voluntad de dios y llamada a un fin superior, en su caso la expulsión del último infiel sobre los antiguos reinos visigodos. Y ella siguió su dictado al pie de la letra y sin apenas titubeos incluso cuando supo de la violencia contra judíos, moriscos y conversos.
Sus acciones también bebieron de la hipocresía. Por un lado dio alas a la Inquisición incluso para perseguir a prestamistas y aliados de la corona. Pactó matrimonios de conveniencia con todos sus hijos que se mostraron casi en totalidad fallidos, cuando ella desestimó varios pretendientes para poder decidir su marido, lo que provoco no pocos enfrentamientos con muertos en el campo de batalla. Estos matrimonios de conveniencia por las casas reales de la Europa occidental fueron fracasando. Unos por la escasa salud de su prole (recordemos que Isabel y Fernando eran primos, y que es clara la enfermedad -cáncer de útero-, la causa de la muerte de la reina), otros por el desatino en el acierto o no de los pretendientes y en la voluntad que moldeaban sobre sus hijas. Y otros por pura mala suerte, lo cierto es que al final de sus reinados Castilla se quedó al borde de una nueva Guerra Civil, Guerra por la sucesión.
Es importante también valorar la política sucesoria de los Reyes Católicos en cuanto a Portugal y una hipotética unión ibérica. Desde luego a la hora de plantear los matrimonios de sus hijos esta idea estuvo sobre la mesa, pero parece claro que el hecho de que tuvieran que casar con una hija al príncipe de Portugal y que éste fuera el hombre de la casa en la corte de Castilla desestimo este plan -después sería un príncipe “holandés” el que estuvo sentado en el trono como consorte de la hija Juana-. Siguió planeando esa posibilidad sobre las tres coronas, más aún con la muerte del rey Juan de Portugal y la subida al trono de Manuel I que era hijo de la prima segunda de Isabel, Maria de Braganza. Lo cierto es que la historia es como es y las muertes de la primogénita Isabel y su hijo Miguel, Príncipe de la Paz, cerraron aquella posibilidad por lo que, lo que se podría haber cerrado en dos generaciones un reino ibérico con dominio absoluto sobre lo descubierto por Colón y Vasco de Gama (dejando el Tratado de Tordesillas en papel mojado), control absoluto del Mediterráneo occidental y con importantes asentamientos coloniales tanto en el golfo de Guinea como en la costa africana del Índico, jamás se produjo. ¿Cómo hubiera sido la historia? Nunca lo sabremos.
Es importante citar como hace la serie, la consideración que buena parte de la nobleza tuvo para con Isabel como usurpadora del trono. Fallecido su primo Enrique IV (y también su hermano, el que habría sido Alfonso XII de Castila) Isabel se auto proclamo Reina por encima de la vástago de su primo, la siempre sospechosa Juana la Beltraneja. A la guerra de sucesión que le siguió, le continuó un reinado de relativa calma en cuanto a las intrigas internas de palacio, pero que a la muerte de Isabel y debido al escaso tino en su pronóstico de descendencia añadió notable inestabilidad al reino.
Isabel de Castilla es presentada y con verosimilitud como la principal valedora que tuvo Cristóbal Colón en su aventura buscando una ruta alternativa a las Indias. Frente al desdén con el que no pocos de sus consejeros, y su propio marido, trataron al genovés (en la serie no hay ninguna duda sobre el origen del Almirante), Isabel siempre vislumbró la conveniencia de tan magna aventura y mantuvo las promesas y la inversión en el viaje de 1492 enfrascados como estaban los reinos tanto en la conquista de Granada como en las campañas en Napolés y el Rosellón.
Pero también hay que hablar de la figura de Fernando de Aragón, rey consorte de Castilla, principal consejero de Isabel cuando no decisivo en la toma de decisiones, y una figura que históricamente quizás, haya quedado enterrada bajo la imagen de una mujer decidiendo sobre la vida de los hombres en el siglo XV.
Fernando de Aragón es un personaje que me interesa desde las primeras líneas de El Príncipe de Maquiavelo. Para el filósofo florentino el rey de Aragón era el modelo y tipo de rey que Italia (lo que era Italia en aquel entonces) necesitaba.
Un rey capaz de mandar sus ejércitos en el campo de batalla y mancharse de sangre, pero sobretodo un rey capaz de jugar las partidas diplomáticas jugando con las alianzas, los ejércitos y situaciones, propias y ajenas. Un rey capaz de interpretar las intenciones de sus enemigos y anticiparse a ellas, modulando su respuesta ante el carácter de sus contendientes. En definitiva, un rey que con política consigue sus fines. Incluso cuando esa política se convierte en guerra y violencia pero siempre haciéndolo en situaciones de ventaja porque la partida previa la ha ganado.
Muchas criticas de El Príncipe y hasta el propio Maquiavelo reconocen en la figura de Fernando de Aragón la inspiración para relatar las funciones y cualidades del buen gobernante y muchos episodios de la vida y obra de Fernando en la corte de Aragón y Castilla y sobretodo en relación a sus disputas con Francia y con los Estados Pontificios, son relatados en la magna obra de Maquiavelo (también en Del Arte de la Guerra de 1520) y reflejados en el discurrir de la serie de televisión, Isabel. Son ejemplos del hacer maquiavélico, no como algo malvado y tremebundo como ha trascendido por algún interés oscuro, sino como una cualidad generosa y conveniente para el buen gobierno.
Por todo esto y más, mucho más, como los castillos que se ven (Oropesa, Castillo de la Mota, Arévalo, Madrigal, Alcázar de Segovia), las calles de Plasencia, Trujillo o Toledo. El fabuloso vestuario, siempre bien asesorado. La música, primero puesta por la Orquesta de Hungría y después por la orquesta de RTVE y unas geniales interpretaciones no puedo deciros más que veáis o reviséis Isabel. La encontraréis en la web de rtve.


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