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lunes, 15 de junio de 2020

Isabel. Serie de historia y política para el confinamiento


Captura del Capítulo final de la segunda temporada de Isabel. 
Recreación en la serie del cuadro La Rendición de Granada de Francisco Pradilla

 

Como por responsabilidad seguimos en confinamiento, no dejándonos llevar por la euforia de los cambios de fase, mi chica y yo, hemos hecho maratón de serie este último mes y medio tirando de Isabel, la ficción histórica de RTVE emitida por televisión entre septiembre de 2012 y diciembre de 2014.
Volvemos a la costumbre de ver series ya concluidas. Dejarnos de seguir ficciones que estiran el chicle o porque no nos llaman la atención las tramas desde su planteamiento o bien por el desarrollo del mismo. Isabel, además con su estructura de tres temporadas (trece capítulos por temporada) tiene una coherencia notable. Aunque eso sí, mi mayor critica es la duración de los capítulos, extremadamente largos (entre una hora y diez y una hora y viente), fruto del medio, el prime time de la televisión en España, para el que se destinó la obra.
Como apasionado de la historia y de la política tengo que decir que he disfrutado muchísimo con Isabel. La serie ha resultado una agradable sorpresa porque ha conjugado con maestría la veracidad histórica, con el ritmo narrativo; buenísimas interpretaciones, con buena disposición de decorados (interiores y exteriores); el carácter de servicio público del ente público, divulgado cultura y divirtiendo a los espectadores.
Lo primero que llama la atención, no puede ser de otra manera, es Michelle Jenner como Reina Isabel de Castilla. La joven actriz esta sublime en el papel. Sorprende y engancha a la par demostrando mucha versatilidad para interpretar a tal poliédrico personaje. Ayudada por el maquillaje para ir envejeciendo junto a su personaje le dota de mucha expresividad y afectación. El dolor como esposa, madre y reina; las dudas ante las tomas de decisiones; el miedo al destino. Jenner siempre está muy cómoda con el personaje dándole la humanidad necesaria. Un acierto. No desentona Rodolfo Sancho como Fernando de Aragón al que también se muestra con sus múltiples caras, incluso aunque algunas no gusten tanto. Y toda la corte de secundarios se sube al listón dotando a la serie, con tan notables interpretaciones, de mayor verosimilitud, trasladando al espectador al salón de recepciones, a la alcoba real o al palacio de la Alhambra recién conquistado.
Pedro Casablanc como obispo Carrillo, Peris Mencheta como el Gran Capitán, Ginés García Millán como Pacheco el Marqués de Villena, Julio Manrique como Cristobal Colón y sobretodo Pablo Derqui como Enrique IV, Irene Escolar como Juana la Loca, Raúl Mérida como Felipe El Hermoso, Ramon Madaula como Gonzalo Chacón -único amigo y principal asesor de Isabel durante toda su vida- y Eusebio Poncela como el Cardenal Cisneros, sobresalen en un elenco que actuó sin fisuras, envolviéndose en el maquillaje y ambientación de finales del siglo XV y de un vestuario que se acaba convirtiendo en un personaje más, al uso de la narración y el remarcado de las personalidades y los momentos vividos para cada actor y actriz.
Isabel resultó una súper producción dentro de las series españolas, pero sin dejar de ser modesta comparada con la producción internacional. Es por eso donde los escenarios -pese al notable esfuerzo y trabajo realizado- flojean algo, produciéndose re aprovechamientos, algo mitigado con la muy buena fotografía y dirección de la serie en la que jugando con la luz natural y la luz de los candiles otorgan el ambiente lúgubre, intimo o claustrofóbico según convenga, pero siempre sobrio dentro de la Castilla (y de las cortes europeas) y más luminoso para la ambientación en el Reino de Granada. Son notables los encuadres de momentos históricos al uso de la pintura histórica del XIX y además una invitación para indagar en aquel movimiento y en sus artistas.
Sin duda donde más puede cojear está falta de dinero sea en la recreación de las batallas, sobretodo si comparamos, con Juego de Tronos con la que las comparaciones eran inevitables ya que se emitían al mismo tiempo, y porque la superproducción de HBO ha trascendido de maneras insospechadas. No hay apenas escenas del fragor de la batalla (si de inicios de ofensivas, planteamientos y sobretodo consecuencias con campos trufados de muertos y moribundos) y por eso Isabel tiene que refugiarse en algo más económico, pero que sin embargo resulta un manjar exquisito: política e historia.
Si en Juego de Tronos vemos un camino marcado, sobretodo a raíz de que la ficción siguiera su historia alejada de los libros de George R.R. Martin, en el que la política, los diálogos, fueron paulatinamente dejando paso a épicas batallas, a vuelos sobre dragones, emboscadas por tierra y por mar o a huidas y persecuciones. En Isabel se puede decir que mantiene una coherencia en el que los diálogos entre personajes con escenas de confidencias entre reyes, príncipes, consejeros, vasallos y enemigos, se suceden durante las tres temporadas poniendo en imagen lo recogido por las crónicas e historias.
Esa fidelidad histórica acaba imponiéndose al mito y a la leyenda, por más que estas licencias se empleen para dar mayor empaque a lo que nos quieren contar. Así al final se puede decir que a través de la1 de Televisión española nos han enseñado historia, con sus claros y sus oscuros, sus aciertos y errores de manera rigurosa y ofreciendo una ventana abierta para explorar más sobre aquel período histórico tan decisivo en nuestra identidad nacional.
Así tenemos por encima de todos los personajes a los que se pone a contraste (qué bien queda reflejado el mezquino Obispo Fonseca o el siempre leal a Castilla, Beltrán de la Cueva) a los dos principales puesto a la lupa de la historia por sus actos y su trascendencia.
Se dice con acierto, que Isabel y Fernando unieron el germen de lo que hoy es España tras el proceso de Reconquista iniciado en Covadonga en el 722. Pasaron de “las Españas” a “España” (pasarían más de medio siglo hasta que si identificará la Hispania romana o la Hispania visigoda con la España, digamos actual). Y también se dice, con no menos acierto pese a que es obviado, que Isabel y Fernando pusieron sus reinos bajo dominio de reyes extranjeros. Si, eran de su familia y Felipe II fue criado en España, pero es evidente que las noblezas y proto burguesías de Castilla y Aragón se vieron sustituidas por las de la familia Habsburgo que velarían sin dudar por sus intereses en Flandes.
La influencia que no cambió, sino que es más, se afianzó fue la de la jerarquía de la iglesia católica española que vio como durante el reinado de Isabel de Castilla su poder aumentó y sus riquezas se multiplicaron con la llegada del oro de las Indias que muchas veces pasaba de Sevilla directamente a Roma y sus prelados en territorio hispano.
Durante la serie, Isabel es retratada con verosimilitud como reaccionaria y sobretodo fundamentalista. Implanta la Inquisición y ante sus primeros desmanes aumenta su autoridad. Episodios como la expulsión de los judíos, de los árabes del Reino de Granada y la persecución sobre los conversos se enmarcan dentro de la época de las cruzadas, pero evitaron que toda la capacidad e ingenio de estos colectivos beneficiará a su reino, continuando un Renacimiento marcado por el descubrimiento del “Nuevo Mundo” y de lo que sucedía en las ciudades estado de la península itálica.
Como aficionado a la Historia no quiero cometer el error de mirar la vida y obra de Isabel de Castilla, una mujer noble de finales del siglo XV y principios del XVI, con ojos del siglo XXI. Es de alabar y reseñar la implicación con la política de su reino y de su familia que Isabel tuvo desde el primer momento. Pero tenemos que entender y contar también como sus acciones resultaron una apuesta por la jerarquía eclesiástica más reaccionaria frente a los mitos de la convivencia y las tres culturas.
Europa estaba recién salida de la época de las Cruzadas, se temía al enemigo musulmán de Oriente y todavía había un reino de domino árabe sobre la península. Había una quiebra social dentro del estado por la posición privilegiada de judíos y conversos frente al vulgo plenamente católico, que en muchas diócesis, a través de los púlpitos, recibía odio e incomprensión hacia los distintos. Su distinción como sus católicas majestades creció con el impulso de evangelizar (antes eso que alfabetizar) a los indígenas “descubiertos” por Colón.
Isabel, como cualquier rey o reina de la época, se consideraba elegida por derecho divino. Herramienta de la voluntad de dios y llamada a un fin superior, en su caso la expulsión del último infiel sobre los antiguos reinos visigodos. Y ella siguió su dictado al pie de la letra y sin apenas titubeos incluso cuando supo de la violencia contra judíos, moriscos y conversos.
Sus acciones también bebieron de la hipocresía. Por un lado dio alas a la Inquisición incluso para perseguir a prestamistas y aliados de la corona. Pactó matrimonios de conveniencia con todos sus hijos que se mostraron casi en totalidad fallidos, cuando ella desestimó varios pretendientes para poder decidir su marido, lo que provoco no pocos enfrentamientos con muertos en el campo de batalla. Estos matrimonios de conveniencia por las casas reales de la Europa occidental fueron fracasando. Unos por la escasa salud de su prole (recordemos que Isabel y Fernando eran primos, y que es clara la enfermedad -cáncer de útero-, la causa de la muerte de la reina), otros por el desatino en el acierto o no de los pretendientes y en la voluntad que moldeaban sobre sus hijas. Y otros por pura mala suerte, lo cierto es que al final de sus reinados Castilla se quedó al borde de una nueva Guerra Civil, Guerra por la sucesión.
Es importante también valorar la política sucesoria de los Reyes Católicos en cuanto a Portugal y una hipotética unión ibérica. Desde luego a la hora de plantear los matrimonios de sus hijos esta idea estuvo sobre la mesa, pero parece claro que el hecho de que tuvieran que casar con una hija al príncipe de Portugal y que éste fuera el hombre de la casa en la corte de Castilla desestimo este plan -después sería un príncipe “holandés” el que estuvo sentado en el trono como consorte de la hija Juana-. Siguió planeando esa posibilidad sobre las tres coronas, más aún con la muerte del rey Juan de Portugal y la subida al trono de Manuel I que era hijo de la prima segunda de Isabel, Maria de Braganza. Lo cierto es que la historia es como es y las muertes de la primogénita Isabel y su hijo Miguel, Príncipe de la Paz, cerraron aquella posibilidad por lo que, lo que se podría haber cerrado en dos generaciones un reino ibérico con dominio absoluto sobre lo descubierto por Colón y Vasco de Gama (dejando el Tratado de Tordesillas en papel mojado), control absoluto del Mediterráneo occidental y con importantes asentamientos coloniales tanto en el golfo de Guinea como en la costa africana del Índico, jamás se produjo. ¿Cómo hubiera sido la historia? Nunca lo sabremos.
Es importante citar como hace la serie, la consideración que buena parte de la nobleza tuvo para con Isabel como usurpadora del trono. Fallecido su primo Enrique IV (y también su hermano, el que habría sido Alfonso XII de Castila) Isabel se auto proclamo Reina por encima de la vástago de su primo, la siempre sospechosa Juana la Beltraneja. A la guerra de sucesión que le siguió, le continuó un reinado de relativa calma en cuanto a las intrigas internas de palacio, pero que a la muerte de Isabel y debido al escaso tino en su pronóstico de descendencia añadió notable inestabilidad al reino.
Isabel de Castilla es presentada y con verosimilitud como la principal valedora que tuvo Cristóbal Colón en su aventura buscando una ruta alternativa a las Indias. Frente al desdén con el que no pocos de sus consejeros, y su propio marido, trataron al genovés (en la serie no hay ninguna duda sobre el origen del Almirante), Isabel siempre vislumbró la conveniencia de tan magna aventura y mantuvo las promesas y la inversión en el viaje de 1492 enfrascados como estaban los reinos tanto en la conquista de Granada como en las campañas en Napolés y el Rosellón.
Pero también hay que hablar de la figura de Fernando de Aragón, rey consorte de Castilla, principal consejero de Isabel cuando no decisivo en la toma de decisiones, y una figura que históricamente quizás, haya quedado enterrada bajo la imagen de una mujer decidiendo sobre la vida de los hombres en el siglo XV.
Fernando de Aragón es un personaje que me interesa desde las primeras líneas de El Príncipe de Maquiavelo. Para el filósofo florentino el rey de Aragón era el modelo y tipo de rey que Italia (lo que era Italia en aquel entonces) necesitaba.
Un rey capaz de mandar sus ejércitos en el campo de batalla y mancharse de sangre, pero sobretodo un rey capaz de jugar las partidas diplomáticas jugando con las alianzas, los ejércitos y situaciones, propias y ajenas. Un rey capaz de interpretar las intenciones de sus enemigos y anticiparse a ellas, modulando su respuesta ante el carácter de sus contendientes. En definitiva, un rey que con política consigue sus fines. Incluso cuando esa política se convierte en guerra y violencia pero siempre haciéndolo en situaciones de ventaja porque la partida previa la ha ganado.
Muchas criticas de El Príncipe y hasta el propio Maquiavelo reconocen en la figura de Fernando de Aragón la inspiración para relatar las funciones y cualidades del buen gobernante y muchos episodios de la vida y obra de Fernando en la corte de Aragón y Castilla y sobretodo en relación a sus disputas con Francia y con los Estados Pontificios, son relatados en la magna obra de Maquiavelo (también en Del Arte de la Guerra de 1520) y reflejados en el discurrir de la serie de televisión, Isabel. Son ejemplos del hacer maquiavélico, no como algo malvado y tremebundo como ha trascendido por algún interés oscuro, sino como una cualidad generosa y conveniente para el buen gobierno.
Por todo esto y más, mucho más, como los castillos que se ven (Oropesa, Castillo de la Mota, Arévalo, Madrigal, Alcázar de Segovia), las calles de Plasencia, Trujillo o Toledo. El fabuloso vestuario, siempre bien asesorado. La música, primero puesta por la Orquesta de Hungría y después por la orquesta de RTVE y unas geniales interpretaciones no puedo deciros más que veáis o reviséis Isabel. La encontraréis en la web de rtve.


viernes, 29 de abril de 2011

La historia más absurda jamás contada


Soy un ateo convencido. No agnóstico, sino ateo. Niego la existencia de dios. Qué barbaridad, ¿cómo puedes negar la existencia de dios? Demuéstramelo. Parafraseando al gran Richard Dawkins en su legendaria charla de TED de 2002, respondo: no me corresponde a mí demostrar la no-existencia de dios. Sois vosotros, los creyentes, los que tenéis que probar que dios efectivamente existe. Personalmente, yo también niego la existencia de los unicornios, de los centauros y de los concejales de urbanismo honrados. Dios es simplemente una cosa más en la que no creo. Por qué no, yo podría defender la existencia de una cafetera orbitando alrededor de Marte, fundar una religión en torno a eso, acusar de hereje a todo aquél que lo niegue, y además pedirle que justifique esa no creencia con algún tipo de prueba so pena de quemarle en la hoguera. Es curioso que lo de la cafetera sideral le resulte un despropósito a cualquiera con dos dedos de frente, y lo de la religión no. Conozco a unos cuantos eminentes científicos e ingenieros que además son profundamente religiosos. Gente que sabe de la eficiencia del método científico y que le confían a ese método la construcción de aviones, barcos y puentes de los que dependen vidas humanas. Y nunca les falla. Lo sorprendente es que esa misma gente luego trague con las inmensas ruedas de molinos de los dogmas religiosos. Si yo le digo a un físico teórico que he construido una máquina que contradice cualquiera de los principios de la termodinámica, me dirá que es imposible, me lo demostrará en un papel, y ni siquiera me dará la oportunidad de enseñarle mi diseño. Sin embargo si ese físico teórico es además católico en algún momento habrá tenido que tragar y asumir como ciertas cosas como que Jesús de Nazaret nació de una virgen, que hizo milagros que contradecían a la vez varios principios de la termodinámica y que resucitó y ascendió a los cielos, entre otras perlas. Me sorprende tanto rigor para unas cosas y tan poco para otras. Tan meticulosos en unas cosas y tan relajados y permisivos en otras. Sobre todo cuando unas cosas y otras son contradictorias, porque la multiplicación de los panes y los peces y la ley de conservación de la masa no parecen, así a primera vista, demasiado compatibles. Al principio pensaba que estos científicos creyentes eran capaces de distinguir entre mito y realidad, pero me temo que estaba profundamente equivocado. Un creyente no piensa que su religión es un mito. Yo sí que pienso que su religión es un mito, pero ellos no, porque creen en ella. Creo que es muy importante poder distinguir entre mito, parábola y realidad. Poder discernir entre hecho histórico contrastado, ley física probada empíricamente y personaje mitológico más o menos inventado con el objetivo de contar una historieta con moraleja. Se pueden extraer buenos hábitos y buenas enseñanzas de las religiones, incluso sin ser creyente. También se pueden extraer buenas enseñanzas de la trilogía de El Señor de los Anillos, y sin embargo saber que lo que se cuenta ahí realmente no sucedió. Si esto se toma demasiado en serio, se corre el peligro de que alguien llegue a creer de verdad que Gandalf fue un personaje histórico, que Sam, el hobbit, derrotó heroicamente a una araña gigante en la legendaria batalla de Torech Ungol durante su peregrinación anual a Módor, y acabar vendiendo estampitas conmemorando los triunfos de Sam, el hobbit, frente al reino de los artrópodos.

Hace no mucho que regresé de un viaje por Siria y Líbano, los dos países que me quedaban por conocer de Oriente Medio. Hay algo de esa zona del mundo que me atrae enormemente. Posiblemente el mar de contradicciones en el que viven todos y cada uno de sus habitantes. Unas contradicciones que resultarían muy divertidas de no ser por las demoledoras consecuencias políticas y sociales que están teniendo en la zona.

Hay 2 tipos de musulmanes en este mundo: los suníes, que representan al 90% del Islam y los chiíes que son el otro 10%. La principal diferencia entre ambos radica en un sobrino de Mahoma llamado Alí. Los chiíes creían que Alí era el sucesor legítimo de Mahoma, y los suníes no. ¿Ah, no? Pues me escindo. Y ya no te adjunto en Facebook. Desde el año 632 en el que sucedió esto hasta la fecha, no sólo no se han puesto de acuerdo, sino que se han ido distanciando cada vez más hasta el punto de haber provocado guerras por un “quítame de aquí a este sobrino”. Muy parecido a la rivalidad entre el Frente Judáico Popular y el Frente Popular de Judea de La Vida de Brian, pero en macabro. En 1948, la ONU metió con calzador al estado de Israel en lo que los británicos conocían como Palestina. En una especie de Principio de Arquímedes religioso, la entrada de los judíos desplazó a los palestinos (musulmanes suníes en su totalidad) fuera de su recipiente, y muchos de ellos fueron a caer a la cacerola del Líbano. Allí se encontraron con unos simpáticos falangistas cristianos y se lió la de dios es cristo (nunca mejor dicho) desencadenando la guerra civil del Líbano (1975-1990). Moros contra cristianos. Sólo hacía falta soltar una vaquilla por el pueblo. Y esa vaquilla se llamó Israel, que aprovechó la confusión para meter unos pocos tanques en su país vecino con la excusa de ayudar a los cristianos. No es que los judíos se hayan llevado históricamente bien con los cristianos (fueron los judíos los que condenaron a Jesucristo a la cruz e hicieron rico a Mel Gibson), pero entre cristianos y palestinos, la verdad, no parecía haber mucho color. ¿Y los chiíes? Pues ahí está lo sorprendente: en lugar de tomar partido por los suníes (musulmanes como ellos, al fin y al cabo), salieron a la calle a jalear la entrada de los tanques Israelíes, simplemente porque iban a apoyar a los cristianos que iban en contra de los suníes. Están locos estos asirios. Estos mismos chiíes son los que en la actualidad forman Hezbolá, una ONG de carácter ecologista que recoge escombros del Líbano, los mete en un cohete y se los lanza al país vecino para que los recicle. Y vive dios que los reciclan. Los reciclan y los devuelven multiplicados por mil.

Hay una mezquita impresionante en la ciudad vieja de Damasco, la mezquita omeya (los omeyas fueron precisamente los que se cargaron a aquel famoso sobrino de Mahoma, Alí, al que siguen los chiíes). Al lado de esa mezquita hay varios carteles en los que sale Bashar Al-Assad (el cacique local Sirio y posiblemente el tipo más fotografiado del planeta) abrazando a Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbolah, chií de pro, y por lo tanto seguidor acérrimo de Alí, al que, repito, se cargaron precisamente los omeyas. Es como si en la plaza de San Pedro hubiese una foto del Papa jugando al parchís con Lutero. Hemos perdido el norte.

Y no se puede decir que al otro lado del río Jordán estén mucho mejor de la cabeza. Es probable que no sea un hecho demasiado conocido, pero cuando David Ben Gurión fundó el estado de Israel en 1948 con el beneplácito de la ONU, encontró sus más rebeldes opositores en…los judíos ortodoxos. ¿Por qué? Siéntense que ésta es de traca. Según la versión de El Señor de los Anillos de los judíos, el estado de Israel se debe refundar sólo después de la llegada del mesías. ¿Y cómo nos enteraremos de la llegada del mesías? Pues muy sencillo: cuando llegue el mesías, se levantarán los muertos que hay enterrados en el Monte de los Olivos (actualmente un cementerio judío), que tras lavarse los dientes entrarán en Jerusalén por la Puerta Dorada, arrasarán la ciudad y, junto con el mesías, reconstruirán el Templo de David donde ahora mismo hay una mezquita refundando así el estado de Israel. Y no ahora, Ben Gurión, que no te enteras. Manda huevos. Con lo sencillo que sería que el mesías se apareciese en Twitter anunciando su buena nueva. Lo cachondo es que los árabes se han tomado en serio esta majadería y, no se lo pierdan, han tapiado la Puerta Dorada de Jerusalén, porque oye, con el jet-lag que van a tener los muertos cuando se levanten, no creo que se pongan a trepar muros. Eso y construir un cementerio árabe al lado del Monte de los Olivos, que muy mal se nos tiene que dar para que llegue el salvador, despierte a los muertos judíos y deje a los árabes durmiendo. Desde luego, cuando llegue el mesías en cuestión, se va a montar la de Puerto Hurraco. En versión zombi. Esto y sólo esto (su oposición a la formación del estado de Israel en el 48) es la razón por la que los ortodoxos son los únicos judíos Israelíes que están exentos de hacer la mili, y que, además, reciben una subvención del estado por pasarse la vida golpeándose la cabeza contra un muro. Hay un estado que paga a sus ciudadanos para que se den cabezazos contra un muro mientras esperan la rebelión de los zombis. Muy fuerte.

Estos chiflados, que resultarían entrañables encerrados en cualquier manicomio, son los responsables de decenas de miles de muertos que se ha cobrado conflicto de Israel con Palestina y que dura ya más de 60 años. Estos tipos se llevan pegando tanto tiempo básicamente por culpa de una piedra. Una piedra que, según El Señor de los Anillos judío, fue donde Abraham intentó sacrificar a su único hijo Isaac como prueba de fe hacia dios, y donde un arcángel sin identificar (sospecho del Juez Garzón) le paró la mano y le puso un cordero donde antes estaba Isaac, porque oye, el caso era matar algo, y es de muy mala educación dejar a Abraham con el hacha en la mano. Encima de esa piedra Salomón construyó su templo, Nabuconodosor lo destruyó y David lo recalificó para que finalmente fueran los romanos los que pusiesen fin a tanta locura especulatoria. Ya es mala suerte que esa misma piedra figure en El Señor de los Anillos islámico como el sitio en el que Mahoma ascendió a los cielos. La misma piedra, no la de al lado. Así que los árabes aprovecharon su paso por la zona para construir una templo islámico encima de la piedra en cuestión y lo rodearon de la famosa esplanada de las mezquitas, de forma que en la actualidad los musulmanes rezan justo encima de donde los judíos se golpean la cabeza. Y todo eso con el beneplácito de la comunidad internacional. Yo personalmente soy partidario de poner esa piedra en órbita y mandarlos a todos a pegarse por ella a la Estación Espacial Internacional.

La religión es una herramienta inventada por el hombre, y que en su día servía para morir más tranquilos, explicar lo inexplicable y dotarnos de cierta transcendencia. La humanidad ha ido evolucionando y la religión no. Su papel se ha ido reduciendo gracias al avance de la ciencia y aunque sigue siendo una herramienta útil para mucha gente hay que saber acotarla para que no se convierta en un boomerang y te acabe partiendo una ceja. Hay que educar muy bien a la gente en las artes profanas y tener mucho cuidado con lo que se cuenta sobre las religiones, porque es muy fácil mezclar a Jesucristo con los elfos, pensar que Gandalf es tan real como Sócrates o Julio César y estropear una sociedad entera cuya única obsesión será encontrar el anillo de poder y llevarlo a Mórdor para destruirlo.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...