lunes, 28 de agosto de 2017

El dopaje y la Marca España


De esto no se habla. No es portada, ni noticia, ni siquiera reseña. No aparece en los relatos de los éxitos y heroicidades del deporte español, aunque puedan subyacer las dudas y los silencios incómodos de quienes saben más de lo que pueden contar. Y si no se tiene la costumbre de consultar prensa extranjera o ver eventos deportivos por canales foráneos se desconoce.
Creo con humildad que hay pocos aficionados que como yo hayan disfrutando tanto con las victorias que el deporte español ha ido cosechando los últimos 20 años. La épica y el talento y estilo en los títulos mundiales y europeos de fútbol, balonmano, baloncesto... las victorias de nuestros ciclistas, la leyenda de Nadal. El nivelazo del deporte femenino compitiendo internacionalmente con claras diferencias en recursos, visibilidad y por qué no decirlo, en aspectos culturales. Y así con tantas disciplinas deportivas y tantos y tantas deportistas. Pero como intento, contextualizar y aprender, componer un retrato real y completo de las situaciones que vivo y me apasionan, y como además, tengo la oportunidad, la necesidad y la capacidad de escuchar e interpretar más allá, es el momento, tras esta noticia, en el que dejar unas líneas sobre algo que por desgracia, empaña el trabajo y el talento de los y las deportistas españoles, y que además, supone una vez comprobados los hechos y acontecimientos, una lacra y una vergüenza para España.

Vamos a ser claros. La opinión pública internacional piensa desde hace 15 años que las principales estrellas de nuestro país se hallan entre las 211 bolsas de sangre requisadas en la Operación Puerto y que no tienen "dueño" tras las actuaciones de las autoridades tanto deportivas, como judiciales, españolas más preocupadas por cerrar en falso la causa que de llegar al fondo de la misma y depurar las responsabilidades tanto penales, como federativas pertinentes. Por lo tanto, la Edad de Oro del deporte español se encuentra cuestionada fuera de nuestras fronteras porque existe una percepción de tolerancia con el dopaje como cuestión nacional, como política gubernamental en materia deportiva. Aunque el sumario y las filtraciones apuntan a que los implicados proceden mayoritariamente del ciclismo y del atletismo, fuera están convencidos de que también aparecerían, sobretodo figuras del fútbol, del baloncesto, y hasta Rafa Nadal… Y tienen la seguridad de que esa es la razón, y no otra, por la que la justicia de España ha denegado repetidamente el acceso a las bolsas contraviniendo con ello las regulaciones de la Agendia Mundial AntiDopaje (AMA). Por contra, en Italia, a través de un requerimiento judicial, fuera de los cauces de la administración deportiva, sí lograron una muestra y descubrieron a Alejandro Valverde, un nombre que aquí no había trascendido. Eso apoya la tesis de quienes piensan en lo fraudulento de nuestros éxitos deportivos y en la existencia de una política deportiva en España que favorece y encubre el dopaje.
Y en esta sensación o creencia que se tiene fuera de nuestras fronteras sobre la limpieza de nuestro deporte, no ayudan el mejunje que tienen formado entre CSD, COE, Federaciones, medios de información e intervenciones de tipo políticas y mediáticas de fuerzas de seguridad y justicia ordinaria.
Se hace evidente que durante todos estos años y sobretodo desde el estallido de las mediáticas Operaciones anti dopaje, como la Operación Puerto y la posterior Operación Galgo, las autoridades gubernamentales y deportivas españolas no han sabido, por ineptitud o por interés, cerrar de una vez por todas y de forma clara la intromisión del dopaje en las practicas de los deportistas y entrenadores, con un compromiso inequívoco de lucha contra el dopaje como cuestión nacional.
La supervivencia de un personaje como Eufemiano Fuentes cuando quedo demostrada su participación en la Operación Puerto, vista hasta su aparición en la Operación Galgo, donde además se añadía el tráfico de sustancias, es decir la existencia de un negocio, con oferta y demanda de sustancias dopantes demuestra que no se han hecho las cosas nada bien en esta materia. Durante todos esos años Fuentes siguió trabajando como si tal cosa, con el único parón de acudir a un juzgado los lunes de cada semana. Siguió asesorando a deportistas individuales, clubes deportivos y federaciones como si nada hubiera pasado y como si su nombre no hiciera correr ríos de tinta fuera de nuestras fronteras. Y lo peor de todo es que las salpicaduras y el hedor llega hasta hoy, y hasta los éxitos de hoy, pero pueden llegar también a los de mañana, de deportistas que ahora en su proceso de formación y madurez se han visto inmersos, o se han introducido, en estas tramas.
Desde luego el deporte profesional, con todo el dinero que mueve, especialmente el fútbol masculino, es un negocio y a la vez una herramienta poderosa de manipulación de las gentes y explotación de los seres humanos con lo que abre la puerta por ese interés, a la entrada del dopaje, como fin para maximizar el espectáculo y mantener a la población absorta frente a la televisión. Poco importan aquí las graves consecuencias médicas que el dopaje deja en quienes recurren a estas sustancias para maximizar su rendimiento. Tampoco se tiene en cuenta la ética que se derrumba con estos comportamientos en la práctica deportiva.
Y no estamos hablando, únicamente, de mafias que favorecen el dopaje en gimnasios de barrio y entre deportistas amateurs, sino que denuncio la dejadez del gobierno (ojo, que no distingo colores, ya que esto se percibe como una práctica extendida en el tiempo, y como una política nacional de encubrimiento para favorecer resultados deportivos celebrados con exuberante vehemencia patriótica) para atajar el problema y castigar y repudiar a sus causantes, ya fueran deportistas, médicos o directivos y federativos de cualquier deporte. Que estructuras opacas y endogámicas como el COE y algunas federaciones (atletismo, ciclismo, tenis, fútbol, baloncesto,...) se han visto beneficiadas por una forma de legislar concreta y una forma de aplicar la justicia parece evidente. No es lo mismo que sea un organismo deportivo y unos laboratorios quienes cojan al culpable, le pidan explicaciones y se llegue a la verdad, a que miembros de la guardia civil, a través de la declaración de un topo, irrumpan en el domicilio de un deportista o de un médico deportivo. Lo primero si es compromiso por un deporte limpio. Lo segundo, parece más maquillaje que otra cosa, y eso se contrasta cuando empiezan a hacerse oídos sordos ante las peticiones de las Agencias anti dopaje internacionales.

Por todo esto, todos los aficionados al deporte, y más quienes estamos preocupados con los valores que se sacan de éste, de la superveniencia de la ética en nuestra educación, y también en la imagen exterior de nuestro país, reclamamos tolerancia cero con el dopaje, pero de verdad. Exigimos limpieza. Fuera el doping del deporte. Y una política deportiva y educativa que se tome en serio el delito, y sus consecuencias sanitarias y educativas. Y por supuesto deportivas, aplicando las resoluciones judiciales necesarias para castigar a los tramposos y disuadir a quienes puedan caer en la tentación.

En definitiva, resaltar el valor del deporte limpio. Recuperar su práctica sana y con aporte de valores éticos y educativos. Y expulsar estos comportamientos que ensucian el nombre de nuestro deporte, y de quienes consiguen éxitos o simplemente compiten sin recurrir al dopaje, y que además, quiero creer, suponen una mayoría.





martes, 22 de agosto de 2017

El Turismo como muestra del más irracional neoliberalismo


La patronal hotelera ejerciendo como lobby, ha elevado una petición al Gobierno de la nación para proceder a una regulación del sector turístico en nuestro país. Lo hace ante la avalancha no solo de turistas que corren desesperados por ocupar una hamaca en primera línea de playa o piscina, o de viajeros agolpados a los andenes y aeropuertos, sino también de protestas, individuales o colectivas, de ciudadanos hartos de ver sus entornos, naturales o urbanos, degradados y degenerados.

Y también lo hace ahora que empiezan a escocerle de verdad las pérdidas en el sector, fruto de la entrada del
intrusismo de particulares, que lejos de requisitos fiscales y administrativos, asaltan la tarta que la patronal creía, y quiere, conservar en su totalidad. También está resultando perjudicial para el sector las imágenes de borracheras y descontrol, desesperantes colas y bajada de la calidad que la masificación turística ha traído y que aleja paulatinamente a los turistas que planean vacaciones con mayor calidad. 

El turismo para España ha sido desde los años 60 su ventana internacional, el más reconocible aspecto de la manida "Marca España" y el único punto de entrada de divisas extranjeras en el balance nacional, además de suponer un porcentaje cada vez mayor tanto en el PIB como en las tasas de ocupación. Y ahora es la clave de bóveda que sustenta toda la política económica del gobierno del PP.

Es con el "
boom" actual del turismo (al que han favorecido la situación de inestabilidad e inseguridad internacional en otros destinos) la única tabla de salvación que avala los números que presenta Rajoy y su recua de maleantes, inmorales e ineptos. En éste sector donde se fomentan las bajadas de paro, claramente estacionales, dada las nulas políticas e inversiones en industria, desarrollo y tecnología. Sin el turismo, y sin la cuestión nacional quebrantada por Catalunya, quiero creer no se sostendría el gobierno actual, asaltado por la corrupción intrínseca del Partido Popular, por lo que entrar a valorar posibles regulaciones se hace más que dudoso.

Y no se trataría sólo de una situación ideológica, una defensa a ultranza del mercado y el liberalismo dentro de la
corriente ultra liberal que adereza sus políticas claramente reaccionarias de ultra derecha católica, sino que además vendría a enmendar una suerte de políticas y mandatos, unas veces más veladas que otras, en las que el núcleo duro de la por supuesto también, neoliberal UE ha asignado a nuestro país. Buscando diversificar la economía de la zona común a España le ha caído en desgracia ser el patio sórdido de recreo de los países del norte, con una oferta de sol y playa, y borracheras y descontrol. De este modo, al proceso de des industrialización de bienes de equipo y consumo que nuestra modesta economía de los 80 presentaba, le ha seguido una suerte de regulaciones algunas veces y des regularizaciones la mayoría de ellas que han alimentado una burbuja turística por la que parece que tiene que caminar la senda social y económica del país.

Una toma de decisiones que explota hasta la extenuación la masificación las costas especialmente del Mediterráneo y que olvida el rico y majestuoso patrimonio natural, cultural, etnográfico y paisajístico del interior del país. Así España acumula al mismo tiempo las zonas más atascadas de turistas y varias de las más olvidadas y con menor presencia en la lista de deseos de los viajeros.

Pero no nos equivoquemos y vayamos a pensar que el
lobby hotelero está muy preocupado por la sostenibilidad de nuestro turismo y su impacto medioambiental y social. No le preocupan las consecuencias del tipo de turismo que nos han impuesto en nuestras ciudades y pueblos, de los problemas que acarrean a los vecinos (acceso a la vivienda, violencia, actitudes incívicas, gasto sanitario, etc.). Y ni muchos menos que la buena labor profesional de sus trabajadores estén en la conciencia de los empresarios hoteleros.

Lo que a la patronal le preocupa es la entrada de viajeros a través de los canales que no controla en exclusividad. Mientras que estas personas han viajado a nuestro país de manera anónima, individual o en pequeños grupos, y sobretodo, gracias a Internet, de manera autónoma sin intermediarios locales, no les ha importado aplicarles esas plusvalías para beneficio propio. Pero cuando la cosa se ha vuelto en su contra con la aparición de los portales tipo “
Airbnb” y demás que han abierto la puerta a la competencia, desleal hay que decirlo, de particulares han clamado por control estatal e intervención gubernamental.

Un proteccionismo y una regulación que ha brillado por su ausencia cuando se han tratado las condiciones laborales de sus trabajadores, a los que esta misma
patronal hostelera ha explotado hasta la extenuación y el hartazgo, frente, otra vez la indiferencia, cuando no el rechazo, del conjunto de la sociedad, y de algunos agentes como sindicatos mayoritarios o partidos de izquierda simpáticos.

Ese
turismo barato de todo incluido, de bajo valor añadido, que ha atestado de visitantes determinados y concretos puntos de nuestra geografía, especialmente en la costa mediterránea, sólo ha sido posible mediante leyes, como la Ley de costas de 1988 y la infame Ley del suelo de 1998 que permitió que se pudiera construir, con toda la dosis de corrupción que ha traído consigo, en todo el territorio, sin distinción de protecciones y ordenaciones más elementales.

Pero han sido las reformas laborales, y en especial la de 2012, las que han acabado de apuntalar esta realidad. Al abrir la puerta a las subcontratas, los falsos autónomos y la constante degradación de los derechos laborales de los trabajadores cualificados lo que ha otorgado aún más poder a los patronos frente a los trabajadores que ahora componen
una clase trabajadora explotada, mal pagada, precaria y donde la profesionalidad en el sector de la hostelería, cada vez más brilla por su ausencia lo que ahonda cada vez más en el círculo pernicioso.

Sin ninguna duda,
para poder ofrecer ese turismo de todo incluido se han tenido que deteriorar las condiciones laborales y profesionales (salarios, derechos de huelga, a convenio, negociación colectiva, seguridad laboral) del conjunto de los trabajadores del sector de la hostelería, por lo que como primera intervención debe ser la recuperación de todos los derechos perdidos, los salarios, la estabilidad laboral y por supuesto la estimación de la dignidad y el respeto de quienes trabajan en la hostelería.

Al tiempo se comprueba una
nueva burbuja inmobiliaria en nuestras principales ciudades, con Madrid y Barcelona a la cabeza, pero también en los destinos turísticos de sol y playa masificados, especialmente en las Baleares. La proliferación de pisos turísticos ofertados en plataformas online, lejos de los registros administrativos y los requisitos fiscales ha hecho que el acceso a la vivienda de quienes viven y trabajan en estas zonas se vuelva prohibitivo, imposible. Existe de facto, una expulsión de los barrios céntricos de las personas, con sus usos y costumbres, de quienes han vivido o tienen interés en hacerlo de continuo, que se ven desplazados o cuando menos ven como se pierde su forma de vida.

Y es que tampoco hay que olvidar la pérdida del comercio y los recintos hosteleros tradicionales de las zonas de gran afluencia turística, sin distinción de que se trate de centros urbanos o zonas de costa. Miles de personas pierden su modo de vida y cientos de miles el acceso a las compras y el consumo tradicional. En cambio, se les ofrecen los productos y usos de franquicias y establecimientos que además de generar un empleo de menor calidad y en menor cantidad, que el que antes se encontraba en estas zonas, trae sus suministros de espacios geográfica y socialmente alejados lo que supone
un ataque a la sostenibilidad del modelo turístico, y sobretodo del modo de vida de la gente.

La sostenibilidad ambiental no puede ser olvidada y degradada como una cuestión adyacente a las actividades humanas. Ni mucho menos. La actual situación de
cambio climático manifiesto y drástico que está degenerando los ecosistemas y la vida de millones de personas exige respuestas de todos, tanto ciudadanos, como administraciones para regular nuestras actividades y que estas tengan el menor impacto posible. Y con el actual boom turístico eso no esta pasando.

La
gestión del agua, tanto potable, como residual, es manifiestamente mejorable, y más en un escenario de severa sequía y aumento de las temperaturas. Muchos hábitats costeros y fluviales se están viendo degradados de manera casi definitiva, debido a que no ha existido la más mínima planificación de la llegada de visitantes, haciendo que depuradoras y canalizaciones sean incapaces de soportar el volumen de agua usada para poder reutilizarla.

La gestión de los residuos sólidos tampoco soporta el impacto de las aglomeraciones turísticas. Las tasas de reciclaje en estas zonas masificadas caen dramáticamente mientras aumenta el consumo de plásticos de forma exponencial. Y tampoco el tráfico y el urbanismo es capaz de ordenar la afluencia de personas, por lo que se producen congestiones y aumentos en las emisiones de gases nocivos para la salud, normalmente en espacios naturales que ostentan cierta protección administrativa.
Por todo esto es necesario, vital, regular el turismo.

Un turismo que es una consecuencia, un éxito de la lucha de clases, de la consecución, con lucha y negociación de los trabajadores para tener descansos retribuidos en sus años trabajados. Con ello, y al calor de la proliferación también de vuelos baratos hace unos años en la gran crisis-estafa económica, aparece como perentoria la labor para analizar, regular y estructurar la llegada de visitantes, tanto extranjeros como nacionales, a los destinos turísticos, y por ende, a cualquier zona del país.

Como sociedad debemos exigir de nuestras instituciones que tengan la capacidad de legislar pro activamente para evitar situaciones como las arriba descritas y que han propiciado las
lógicas y legítimas protestas de los vecinos y colectivos que han visto como sus ciudades o los espacios naturales de todos se ven invadidos sin control ni responsabilidad.

Desde luego,
el derecho a viajar, a conocer nuevos destinos y disfrutar de su gastronomía, su folclore, cultura y su belleza paisajística es necesario cuidarlo y garantizarlo, pero para ello, para que no existan ciudadanos de segunda y tercera y cuarta categoría (los que no pueden irse de vacaciones) tenemos que regular el acceso turístico a estos lugares tan masificados y propiciar de una manera responsable que las visitas se espacien en el tiempo, y se hagan extensibles con naturalidad y sentido común, a otras zonas que no tienen tanto turismo. En definitiva, hacer que las visitas turísticas no se concentren en tan poco tiempo, en tan pocas zonas y con tantas personas.

Para evitar la masificación turística hay que plantearse ya, por qué no, una
limitación del número de turistas, y quizás por qué no, la creación de impuestos turísticos que vengan a sufragar los gastos ocasionados en materias como salud, seguridad o sostenibilidad ambiental, y que hoy en día, dentro de la jungla que ha convertido el neoliberalismo nuestras relaciones, quedan exentas y por lo tanto abiertas a la degradación paulatina de todos nuestros servicios y por ende de la calidad de vida de las clases populares.

Por todo esto,
por motivos medioambientales, laborales, habitacionales y sociales es legítimo exigir una regulación y una administración estatal sobre el turismo, como con otros aspectos de nuestra vida que sufren bajo las garras de los poderosos. Lo agradeceremos todos, por ende las clases trabajadoras, pero sobretodo lo agradecerán nuestras ciudades y pueblos, playas y montañas
 

viernes, 18 de agosto de 2017

Condena a la barbarie





Las Ramblas, esta mañana del 18 de agosto, el día después del atentado. Foto: @OlmoCalvo #NoTenemosMiedo
Una breves líneas cargadas de dolor, indignación y rabia. Una condena, una repulsa de un nuevo atentado terrorista. Otra masacre indiscriminada, injusta y atroz. Esta especialmente cercana, en Barcelona.
Mi solidaridad, apoyo y ánimo a todas las víctimas, sus familias y amigos... A toda la ciudadanía de Barcelona, la sociedad catalana, española y europea en su conjunto y a todas las personas bien intencionadas, que con independencia de su origen, creencias e ideologías, rechazan la violencia y lloran, lloramos, con consternación y dolor por lo sucedido.
Conviene usar estas letras para recordar a las víctimas también del resto de atrocidades terroristas perpetradas por Daesh que en el último mes están sucediendo por todo el mundo (Afganistán, Camerún, Egipto, Filipinas, India, Irak, Kenya, Nigeria, Pakistán, Siria, Somalia, Yemen, etc.) y que por razones que no voy a relatar aquí ahora, pero que en otras ocasiones ya lo he hecho, no llegan a nuestros oídos y no parecen merecer los minutos de silencio, las condolencias y condenas.
Por último, un llamamiento y lamento, y no es el primero que hago, para que seamos más humanos, más sensibles y ante situaciones como estas, o ya cualquier otra, no saquemos el móvil para grabar y "compartir" imágenes que hieren la intimidad de las víctimas, su seguridad y suponen además un atentado, otro, al sentido común.
Si estas ante un atentado, un atropello, alguien está a punto de morir, herido o con un ataque de ansiedad, y pasas a su lado, te quedas junto a esa persona, dándole apoyo, protegiéndola, pides ayuda, aportas esa ayuda en la medida de tus posibilidades y conocimientos, con responsabilidad y humanidad. No le grabas. No lo pones en las redes. Porque haciendo eso demuestras tu inhumanidad, tu egoísmo y tu imbecilidad congénita y la adquirida con el mal uso de las redes sociales y las nuevas tecnologías.
Debemos y nos mostraremos unidos ante la barbarie y la cerrazón de cualquier tipo y cualquier sentido. Dejemos trabajar a las fuerzas de seguridad e inteligencia. Frente al terrorismo y el fascismo, sólo vale una defensa de la legalidad, la democracia, la libertad, la paz y la valentía.

martes, 25 de julio de 2017

El día de Noam Chomsky



"Si asumes que no hay esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, entonces aún hay posibilidades de cambiar las cosas".

Esta cita de Noam Chomsky es la declaración de intenciones con la que se plantea Captain Fantastic. Y no sólo con la trascendencia de la frase, sino con la figura del personaje, sin duda, el pensador más influyente de la izquierda contemporánea estadounidense, que aparece constante en una película pretendidamente familiar, con tonos de humor, y que se mueve bajo alguno de los lugares comunes más propios del cine indie americano (trastorno, familias desestructuradas y problemas mentales). Pero que además pretende ser un blockbuster capaz de competir, y con éxito, con las películas de super héroes que parece ser la propuesta única de Hollywood hoy en día.

Esta declaración filosófica sirve para abordar muchos de los problemas de la sociedad norteamericana, imbuida en un capitalismo y un conservadurismo extremos. Así, se hace una presentación de no pocos problemas que esta corriente está provocando en Estados Unidos y en su sociedad: obesidad, adicción a la tecnología, la pereza intelectual y cultural, los problemas del sistema educativo, el desarraigo social y con el entorno... Todo ello dentro de una composición que pasa con éxito por ser una película (producto capitalista cada vez más exento de arte) de entretenimiento abierta a un público de masas, habitualmente ajeno a debates políticos y filosóficos, lo que supone en si misma, un hecho revolucionario, coronado lógicamente por el discurso critico y alternativo que contiene.

La película plantea un viaje, como una road movie, físico pero sobre todo existencial, de la familia. Desde el bosque, como lugar de partida, hasta una inevitable vuelta a la "sociedad", con los conflictos e interacciones que provoca en cada uno de los personajes. Todo ello producto de las respuestas y distintos estados emocionales que los miembros de la familia protagonista tienen ante una dolorosa tragedia.
El conductor del autobús y de la línea argumental de la película es el personaje de Viggo Mortensen que ha de enfrentarse a las interacciones sociales impuestas por la sociedad actual y sobre todo estadounidense y de las que huyo en el pasado, harto y extenuado. Ya sea en una autopista, un supermercado o en un funeral en una iglesia, su personaje, Ben Cash tiene que hacer de tripas corazón para soportar el estado de las cosas donde el extremo individualismo y el consumismo, como pilares de la fase ultra liberal del capitalismo, y la angustiosa hipocresía que el exceso de puritanismo exhibe en el catolicismo, han convertido el mundo y a las personas, sin importar la ética y la naturaleza, en un lugar detestable del que es imprescindible huir.

Y para colmo, el enfrentamiento ante el autoritarismo y el oficialismo, encarnados en el personaje de su suegro, con gran interpretación del veterano Frank Langella. Éste, un ex militar de alta graduación es la antítesis del personaje principal con una respuesta en valores y ética diametralmente opuesta, lo que provocará, como es lógico, el enfrentamiento.

Frente a la autarquía de la familia, sostenible y responsable con su entorno, donde lo más importante es el crecimiento filosófico y el entrenamiento físico de todos los integrantes, ya sean adultos, adolescentes o niños, sin ningún tipo de distinción tampoco en el género, aparece la voz altisonante del abuelo, machista y acaudalado que juega con su posición social para presionar e imponer su razón.


Con este planteamiento es importante observar los debates morales y éticos que Viggo Mortensen tiene para tratar de ser coherente con su forma de vida (decisión lógica ante el asqueo que le produce el "estado de las cosas") y su responsabilidad como padre.
Es un choque generacional, pero ante todo es un choque político entre el anarquismo y las posiciones más ultras del conservadurismo americano (religión, bandera, machismo, supremacía blanca y por encima de todo esto, el capitalismo y el estatus social que genera).


También es importante destacar el tratamiento que la película hace de dos temas que son tabú en nuestro día a día y que aquí funcionan como desencadenantes de la historia: Las enfermedades mentales y el suicidio.
Con el personaje latente, de la madre, y su trastorno bipolar y posterior suicidio se contrasta la naturalidad con la que la familia, desde su retiro y exilio, los abordan, frente a la respuesta plagada de vergüenza y estigmatización con la que su familia que sigue en el mundo convencional lo trata.
Impacta ver como se habla con naturalidad tanto la enfermedad mental que sufre la madre de la familia, como sobre todo, su suicidio, una lacra social absolutamente tapiada por los medios de comunicación de masas y la religión, incapaces quizás por interés, de tratar abiertamente este tema que está mostrándose como una respuesta, a la que se está abocando a cada vez más personas debido al extremo individualismo y soledad en el que nos movemos.
Encontrar en una película supuestamente comercial, un tratamiento tan abierto y natural del suicidio, nos debe servir a todos para hacer nuestra composición mental ante el hecho, y así exigir un cambio en nuestra respuesta como individuos y como sociedad, fundamentalmente para evitar que alguien cercano a nosotros, tome ese camino, pero también si se produce finalmente para analizarlo y tratarlo con respeto, solidaridad y veracidad.


El guionista y director, Mark Ross compone una fábula moral que critica el mundo occidental actual y que expone una alternativa, quizás la más subversiva posible: Abandonar la sociedad, refugiarse en el bosque como vuelta física y espiritual a la naturaleza y crear una familia, criar a tus hijos al margen de la ciudadanía, fuera de espacios y comodidades urbanas así como de relaciones con semejantes, aislándolos; enseñarles por ti mismo, cultura, filosofía e historia, ciencias y matemáticas; supervivencia física e intelectual y recuperando el libro como elemento físico de empoderamiento. Una renuncia al capitalismo y una llamada al otro gran pensador de izquierdas americano, siempre presente con su Desobediencia civil y su Walden, Henry David Thoreau.

Así con recursos estéticos como el autobús en el que inician el viaje a la ciudad, o la estética hippie con la que entran en el funeral; con una maravillosa fotografía que sobresale, especialmente en las escenas en el vivo y salvaje bosque de Oregón; y también narrativos, como los entrenos físicos y el aprendizaje, el rito iniciático del hijo mayor, o el relato de la aventura sexual de éste (que sobraba a mi juicio del metraje) Ross plantea en tu cabeza la reflexión y el análisis sobre la sociedad actual (occidental), su sistema de valores y prioridades, y sobre todo nos invita a imaginar y por qué no, a abordar nuestra propia emancipación.
Mención especial a las interpretaciones con un solvente Viggo Mortensen que dota de dureza y fragilidad a todos sus personajes, pero que aquí es capaz de trasladar el conflicto moral entre su coherencia y su responsabilidad. También, como decía más arriba, Frank Langella. Y por supuesto los niños, la prole de Ben Cash, donde a mi juicio destacan George Mackay interpretando al mayor y las dos hijas adolescentes, Annalise Basso en un papel con mucha exigencia física, y Samantha Isler, que expone una prodigiosa voz en el climax narrativo de la cinta: la versión "a capella" del Sweet Child O'Mine con el que despiden a la madre.

Y es que la música, es otro personaje más con una banda sonora primorosa que funciona como un sutil repaso a alguno de los himnos del rock americano de los 60, 70 y 80 y también a temas de la música barroca de Bach y que dejó aquí para vuestro disfrute.



Todo este retrato genera una joya que inexorablemente se va a convertir en una película de culto; una obra de referencia del cine social, reivindicativo y alternativo: Captain Fantastic. Una película dura por el impacto emocional que propone que termina inevitablemente por la reflexión del espectador ante su propio mundo, su concepción de la libertad y el libre albedrío, así como el abandono de la naturaleza más intrínseca del hombre que la sociedad capitalista nos ha impuesto.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...