Qué díficil se me ponen los viernes. Las ganas de viajar e ir a verte, estés donde estés, me han consumido pero no podía ponernos tanto en peligro. Y eso que la meta es la más bella, la más deseada, pero no podría resistir una vuelta de soledad y lejanía...
Eso me paso el otro día. El viaje más cómodo, el camino más corto para estar contigo, pero pensar en el sufrimiento de venirme sólo me iba a ahogar, me mataría, pese a la alegría y la felicidad de haber estado contigo. Ahora estas lejos, en la distancia como nunca, y como nunca te voy a dejar marcharte tanto; pero en el espíritu y en el alma estas conmigo, me acompañas a cada paso, me susurras al oído. Siento tu aliento, tu sonrisa junto a mi. Estoy tan feliz, con la certeza de que lo estare mucho más cuando empecemos a construir esto.
Claro que no podemos decir que somos novios. En el término estricto no lo somos, porque sentimos mucho más, estamos casi prometidos, joe qué fuerte!!!, pero es así. Y es que además son horas lo que hemos estado juntos. Nos conocemos, nos amamos, el fúturo es nuestra arma, y las barreras se van a derribar, porque no tienen capacidad para frenarnos.
Las ganas de sentir, de crecer bajo esto tan bello me superan. Ganas de construir toda una vida, con sus cosas buenas, las mejores y también las peores, pero todas ellas únicas e insustituibles. Todos esos sueños que siempre he tenido, han crecido ahora y han cogido número para poder hacerse realidad, desde que te conozco, y más desde que estuvimos juntos. El que se pueda llegar a disfrutarlo depende en gran medida de nosotros dos, de las ganas que nos tengamos y por eso estoy tan convencido, tan feliz. Hay un pequeño obstáculo que es la distancia, vidas casi hechas en la media construcción, pero que fácilmente se pueden modificar si se hacen bajo las sabanas y los párpados de tu mirada. También existe la posibilidad de cambio, de ruptura que se abraza al devenir de cada día, y que también porque no decirlo, provoca pavor y temor, por sufrir una vez más. Pero ahora la confianza me puede.
Te espero!
domingo, 13 de septiembre de 2009
viernes, 11 de septiembre de 2009
Retazos de alguien muy lejano

Tan alto y tan cierto,
- Nadie me puede ver
Dando vueltas, dándolas
La Puerta del Cielo está por cerrarse
Ante la noche, muchos aceptan con agrado
Volver al hogar para una vigilia nocturna,
Nuevamente junto a sus amores.
Oh, dónde el padre y la madre se sientan,
Hay un mar de hojas muertas ante la puerta,
Como el repiqueteo de unos pequeños pies
Que ya no volverán.
Sus pensamientos vagan por la noche y el frío,
Sus lágrimas son más densas que las rocas,
¿Pero quién es éste sobre el umbral,
Tan joven y alegre?
Han venido de la Tierra de la Juventud,
Han olvidado cómo llorar,
Palabras de consuelo sobre las lenguas,
Y un beso que atesorar.
Se sientan y se quedan por un tiempo,
Besos y comodidad no faltarán;
En la mañana se robarán una sonrisa
Y una larga mirada hacia atrás.
Viviendo en un silencioso orgasmo
y desapareciendo en una anécdota
Alguien muy extraño
- Allí, allí muy arriba estoy
Arriba, en la cúpula
- No lo sé, y nadie más lo sabe… Y me temo que no podré decir esto por mucho…
Mucho tiempo.
Mucho tiempo.
Ha pasado…
Así que muéstrame el lugar
Al que pertenezco…
Al que pertenezco…
Arriba
Allí muy arriba…
Donde seré feliz…
lunes, 7 de septiembre de 2009
Aprender a llorar
No había sido una gran noche. Pensó en la tarde que desplazarse a la gran ciudad le podría reportar una noche única. Lo que ignoraba era que lo supremo en belleza, vitalidad o importancia puede radicar en cualquier sitio. El beep-beep del cierre automático fue la señal que indicaba que la noche había terminado. 27 kilómetros hasta casa. Nada le iba a hacer recordar aquella noche, de manera especial. Había visto muchos cuerpos de niñas bonitas, pero ninguna fue lo suficientemente interesante para llenarle los oídos con cumplidos. Las embriagadas carcajadas de sus amigos no las sentía como propias, porque hacía mucho que sus vidas habían tornado a todos los sueños que él había sido incapaz de conseguir. Ni siquiera ya conservaba el zumbido de la indiferente música y la falta de alcohol en sangre, le había provocado tener en la cabeza, el vacío de su vida, la cansada rutina y los problemas diarios, y la vacía existencia que llevaba.
Entro en su reluciente coche negro, y al girar el contacto ya sonaban los acordes de viejos cantautores tarareando problemas eternos. No hizo falta mucha velocidad para que la luz de los xenón iluminará el asfalto más allá de los intervalos de sombra entre farola y farola. Llevaba 5 minutos al volante y enfocaba una amplía avenida cuyo final conocía pero no veía y que le sacaba directamente a la autopista. Inmerso en la conducción no había reparado en que apenas se había cruzado con algún coche, y mucho menos con un viandante, por eso se sorprendió al sentirse aminorando la velocidad al alcanzar a una joven que relucía una esbelta figura bajo la luz de una débil farola.
Casi sin consciencia y con la boca entreabierta se quedo perplejo al ver girarse a la muchacha. Su belleza era arrebatadora. La falda que a espaldas se intuía, se convirtió en un voluptoso y a la vez ceñido vestido blanco, con adornos bordados en la cintura. Partía tres dedos por encima de la desnuda rodilla y aunque no se intuía su final porque se resguardaba bajo una chaqueta negra de cuero, si pudo apreciar el cierre de un escote en V que marcaba su pecho y dibujaba el intermedio entre cordeles cruzados. Calzaba unos botines negros que le alzaban hasta poco más de la media pantorrilla, compaginados con el color de la chaqueta, el negro de su cabello y el brillo de sus ojos. De su rostro se sorprendió tener tanto detalle, pero los intensos ojos negros, enmarcados en unas cejas perfectas dejaban paso a una recta y proporcionada nariz, que te invitaba a besar su boca, dibujada en unos labios de perfecto volumen, intensa humedad y sútil color. Todo el rostro de blanca tez, resaltado por el negro color de su cabello. Una media melena abierta en el centro que encortinaba la ventana de su mirada.
El ya casi imperceptible rugir del motor acompañaba el viaje unos metros más en un baile ya de pasmosa lentitud, hasta el momento en el que clavo su mirada en el espejo retrovisor y la vió gritando, con la mano levantada. Paro el coche sin hacerlo forzadamente, puesto que llevaba frenando varios metros atrás, tal y como el que se apostilla ante cada opción para soñar. Durante breves segundos pensó en partir nuevamente, subir el volumén de la radio e intentar olvidar. Pero aquella imagen onírica ya la tenía clavada en su mente y le pudó más la curiosidad que el miedo o el pasotismo. Y eso era precisamente. Curiosidad. No había lujuria, ni violencia tras aquellos faros traseros de poderoso color rojo. Quiso pisar el embrague y dar marcha atrás, pero no tuvo tiempo, puesto que ya una frágil mano abria la puerta de acompañante.
"¡Hola!, -sonó en el habitáculo silenciando la música-, ¿tú eres de mi pueblo, no? Iba para la estación de autobuses a coger el primero a las 7 de la mañana, pero al verte me he dicho que quizás no te importaría llevarme, y por eso te salude".
La noche es imprevista y soñadora. Jamás se le hubiera ocurrido que una belleza tan atrayente se postrara ante su coche, pidiendo un favor, sin ninguna muestra de temor, quizás porqué ya estaba embaucado por sus cantos de sirena.
Agarrando con la mano izquierda el volante le dijo "¿Dónde Vives?", y ella le comento que en la urbanización a la entrada, en un pequeño chalet, en la calle Edimburgo. "Está bien; te llevo". Y sin perder más tiempo, el sonar del cierre de la puerta y un nuevo arrancar del coche, fueron todo en uno. Les esperaban un largo camino y una noche oscura, pero ambos tenían la certeza de que no lo hacían ya sólos.
"¿Y cómo te llamas?" Alba, me llamó Alba; "¡ahh, qué bonito! yo soy Esteban; ¿No recuerdo haberte visto pero si qué tu cara me suena?, no sé por qué." "Yo a ti si te he visto por allí, y tu coche también; es muy bonito" -replicó Alba. Consumían los últimos intervalos de luz artificial antes de inmiscuirse en la oscuridad de la autopista. La luz azulada que desprendía la ingeniería alemana iluminaba el asfalto, mientras ambos se acompañaban mutuamente. "¿Y cómo es que ibas sóla?" -le pregunto Esteban. La chica no se limitó a girar la cabeza o balbucear una respuesta de mala gana. Giro su cuerpo desde su cintura hacia la posición de Esteban, y con plena sensualidad junto sus muslos y separo a la vez sus pies, llenando el cuadro de inocencia y misterio. Su rostro jugaba con una media sonrisa de plena confianza, y una mirada viva y dulce que dieron dimensión eterna a la pregunta. Con confianza le contó que no estaba muy animada para continuar la "fiesta" y que pensaba en dar un paseo hasta la estación de autobuses. "¿No tienes miedo a la oscuridad?" -respondió en tono jocoso Esteban- "¡Qué va!; La noche es lo mejor. Poder salir y sentir la temperatura fría del ambiente, las almas que pululan en la noche... Es un lujazo, de verdad. Me encanta. Salir con mis amigas o pasear con mi perro... Se puede decir que soy un animal nocturno!!!". Divertida estalló en carcajadas, mientras Esteban fijamente se concentraba en la carretera y esbozaba una media sonrisa.
Pronto los kilómetros se empezaron a descontar del camino y a añadirse a la pesadez de los cuerpos que no de las mentes enfrascadas en tan placentera conversación. -¿Mi novia?, -preguntó sorprendido Esteban- Hace mucho que no tengo a nadie para decirle esa palabra, o dedicarle mi corazón. La pesadumbre, apareció en un rostro cansado de correrías sin destino y finales sin camino. -Cualquiera queria estar contigo, - si jeje, seguro. Tú si que puedes tener al que quieras, me sigue sorprendiendo que nadie se haya prestado esta noche para ir contigo. A la contestación de Esteban, no le siguieron palabras expulsadas de los labios de Alba. Fue su corazón el que dijo que hay caminos que inevitables se hacen por soledad, y un frío recorrió el habitáculo y helo los cuerpos.
El velocímetro por fin alcanzo los 120 km/h velocidad de crucero para el destino y para evitar sobresaltos. Y con la noche como testigo, hablaron de sueños. De cómo ser felices, de si alguna vez lo han sido, y ambos empezaron a soñar con hacerlo juntos. Así fue como Esteban descubrió entre miradas de intenso negro y latente curiosidad la simpatía que radiaba Alba, mientras ella a su vez dejo deslizar su chaqueta para quedarse con los hombros desnudos de nacar, y postrarse hacia el asiento trasero para dejar su prenda arrebatada.
Tal imagén mascullada con el rabillo del ojo provoco la turbación del conductor, que sin dejar de pensar en tan bella imagen, su cabeza sólo le hacia apreciar la inocencia y interés que despertaba la jovén Alba.
La soltura y la dinámica Alba sentenciaba al amor a un Esteban que a su vez conseguía en los oscuros ojos de su acompañante como conseguía él hacerse un hueco. Ambos reían y sentían crecer un sentimiento que casi siempre tarda mucho en hacerse fuerte, pero que en ocasiones puede abrazar dos almas gemelas, que sólo necesitan decirse una vez hola, para hacerse eternos.
De repente la niebla cerró la carretera y turbó el camino del que ya apenas quedaban unos 15 kilómetros. -Tengo unas ganas enormes de viajar -sentenció Alba. Siempre pensé en hacerlo con el chico que me gustará, en recorrer y conocer mundo, ir de aquí para allá, Italia, pero también España, América... Y ahora que no encuentro a nadie que quiera acompañarme me voy a tener que ir sola. Aquí comenzaron unas carcajadas mitad fruto de la ocurrencia, tres-cuartos de la frustación que Esteban no dudo en acompañar, con un rotundo, "yo voy a dónde tu quisieras". Así comenzaron a desengrañar destinos, playas vistas y oídas, pero jamás visitadas. Ciudades de indómita belleza tan sólo referenciadas en atlas y sueños. "Con un tio como tú, si que podría estar segura, jeje". "No iba a dejar que te pasará nada, en ningún sitio", soltó un ya confiado Esteban, mientras pensaba en cómo esta dulce criatura, había arañado su principal sueño de salir de esta misera provincia, de una paupérrima sociedad a nivel económico pero también moral.
Y así tomaron la salida 27. Era ideal para entrar en la urbanización de... Cinco o seis curvas, reviradas, a izquierdas y derechas, para enfilar una rotonda que daba el acceso a una retahíla de coquetos chalets unifamiliares, agrupados en unas 18 calles en forma de manzana. Calle Estocolmo. "No por aquí no, vete hasta el última calle y esa es", le dijo Alba. Esteban no pudo acelerar por el vaivén de los badenes, pero tampoco tardo en demasía para girar hacia la derecha. Coche de tan cuidado y preciso diseño, sumado a la pericia del conductor apenas provoco una turbación en el ambiente, pero eso no impidió que 3 o 4 casas adelante, se oyeran los ladridos de un perro. "Esté ya me ha olido" solto jocosa Alba, y señalaba su casa. "Mi perro siempre que dobló la esquina ya sabe que vengo".
Esteban aparco el coche, pero no quito el contacto. Las luces seguían iluminando el final de una calle, que se intuía pero desconocía, x la frondosidad de una niebla que nadie se habría atrevido a predecir. Ambos se miraron, y andaron el camino hacia un beso que deseaban más que nada. Pero Alba, no quiso encantar ya a su amado y deposito sus labios en la mejilla del jovén, para después pedirle que mañana viniera a buscarla, en un ruego, un susurro, que no consiguió silenciar el atronado ladrido del perro.
Alba, perdía una lágrima en la despedida que tenia su reflejo en la que resbalaba por el rostro de un Esteban, convencido de haber conocido al amor de su vida. La jovén abrió la puerta y salió del coche, para antes que Esteban la buscará atravesar la puerta, sólo pudiera encontrar el cierre de la valle del chalet. Hasta el perro había callado ante tal muestra de respeto y amor, e incluso la niebla abandonaba el lugar después de haber presenciado tan tierno espectáculo.
Esteban ya se disponía a buscar el camino a su cama, para quizás intentar continuar la noche con su nueva amada entre sueños, cuando se percató de que la chaqueta de Alba, estaba en su asiento trasero. Paró el coche, y pensó que hacer. No eran horas para ir a llamar a la puerta, pero vió que la luz de la entrada de la casa seguía encendida. Entonces agarró la prenda, y marcho con gran rapidez hacia la puerta que daba al jardín delantero. Allí de cuquillas, pudo ver al perro, un border coiler, echado, despierto pero con un rostro pleno de melancolía. Buscando la ecuanimidad entre gritos y susurros llamó a Alba, varias veces, hasta ver abrirse la puerta.
No fue la joven la que salió de la casa, sino una mujer ya mayor, que no vieja. De esas personas de belleza sutil e impulsiva, que sin duda era la madre de Alba. Rondaría unos 45 años, pero su rostro iluminado por la luz del recibidor, mostraba muchas más marcas, quizás no de edad y si de sufrimiento. "¿Qué quieres?", le expeto a un Esteban sorprendio y avergonzado. "Devolverle la chaqueta a Alba", y le mostró a la mujer la chaqueta de cuero negra, que lucía su hija. Está no pudo más que arrodillarse y comenzar a llorar, al darse cuenta de que era la prenda de su hija. De una hija que hacía ya mucho que no pasaba por casa, de una hija que ahora sólo puede llorar frente a una piedra. Una piedra que cayó en el ánimo de Esteban que enamorado y engañado por las ánimas sólo era capaz de encontrar el confort en la muerte.
Entro en su reluciente coche negro, y al girar el contacto ya sonaban los acordes de viejos cantautores tarareando problemas eternos. No hizo falta mucha velocidad para que la luz de los xenón iluminará el asfalto más allá de los intervalos de sombra entre farola y farola. Llevaba 5 minutos al volante y enfocaba una amplía avenida cuyo final conocía pero no veía y que le sacaba directamente a la autopista. Inmerso en la conducción no había reparado en que apenas se había cruzado con algún coche, y mucho menos con un viandante, por eso se sorprendió al sentirse aminorando la velocidad al alcanzar a una joven que relucía una esbelta figura bajo la luz de una débil farola.
Casi sin consciencia y con la boca entreabierta se quedo perplejo al ver girarse a la muchacha. Su belleza era arrebatadora. La falda que a espaldas se intuía, se convirtió en un voluptoso y a la vez ceñido vestido blanco, con adornos bordados en la cintura. Partía tres dedos por encima de la desnuda rodilla y aunque no se intuía su final porque se resguardaba bajo una chaqueta negra de cuero, si pudo apreciar el cierre de un escote en V que marcaba su pecho y dibujaba el intermedio entre cordeles cruzados. Calzaba unos botines negros que le alzaban hasta poco más de la media pantorrilla, compaginados con el color de la chaqueta, el negro de su cabello y el brillo de sus ojos. De su rostro se sorprendió tener tanto detalle, pero los intensos ojos negros, enmarcados en unas cejas perfectas dejaban paso a una recta y proporcionada nariz, que te invitaba a besar su boca, dibujada en unos labios de perfecto volumen, intensa humedad y sútil color. Todo el rostro de blanca tez, resaltado por el negro color de su cabello. Una media melena abierta en el centro que encortinaba la ventana de su mirada.
El ya casi imperceptible rugir del motor acompañaba el viaje unos metros más en un baile ya de pasmosa lentitud, hasta el momento en el que clavo su mirada en el espejo retrovisor y la vió gritando, con la mano levantada. Paro el coche sin hacerlo forzadamente, puesto que llevaba frenando varios metros atrás, tal y como el que se apostilla ante cada opción para soñar. Durante breves segundos pensó en partir nuevamente, subir el volumén de la radio e intentar olvidar. Pero aquella imagen onírica ya la tenía clavada en su mente y le pudó más la curiosidad que el miedo o el pasotismo. Y eso era precisamente. Curiosidad. No había lujuria, ni violencia tras aquellos faros traseros de poderoso color rojo. Quiso pisar el embrague y dar marcha atrás, pero no tuvo tiempo, puesto que ya una frágil mano abria la puerta de acompañante.
"¡Hola!, -sonó en el habitáculo silenciando la música-, ¿tú eres de mi pueblo, no? Iba para la estación de autobuses a coger el primero a las 7 de la mañana, pero al verte me he dicho que quizás no te importaría llevarme, y por eso te salude".
La noche es imprevista y soñadora. Jamás se le hubiera ocurrido que una belleza tan atrayente se postrara ante su coche, pidiendo un favor, sin ninguna muestra de temor, quizás porqué ya estaba embaucado por sus cantos de sirena.
Agarrando con la mano izquierda el volante le dijo "¿Dónde Vives?", y ella le comento que en la urbanización a la entrada, en un pequeño chalet, en la calle Edimburgo. "Está bien; te llevo". Y sin perder más tiempo, el sonar del cierre de la puerta y un nuevo arrancar del coche, fueron todo en uno. Les esperaban un largo camino y una noche oscura, pero ambos tenían la certeza de que no lo hacían ya sólos.
"¿Y cómo te llamas?" Alba, me llamó Alba; "¡ahh, qué bonito! yo soy Esteban; ¿No recuerdo haberte visto pero si qué tu cara me suena?, no sé por qué." "Yo a ti si te he visto por allí, y tu coche también; es muy bonito" -replicó Alba. Consumían los últimos intervalos de luz artificial antes de inmiscuirse en la oscuridad de la autopista. La luz azulada que desprendía la ingeniería alemana iluminaba el asfalto, mientras ambos se acompañaban mutuamente. "¿Y cómo es que ibas sóla?" -le pregunto Esteban. La chica no se limitó a girar la cabeza o balbucear una respuesta de mala gana. Giro su cuerpo desde su cintura hacia la posición de Esteban, y con plena sensualidad junto sus muslos y separo a la vez sus pies, llenando el cuadro de inocencia y misterio. Su rostro jugaba con una media sonrisa de plena confianza, y una mirada viva y dulce que dieron dimensión eterna a la pregunta. Con confianza le contó que no estaba muy animada para continuar la "fiesta" y que pensaba en dar un paseo hasta la estación de autobuses. "¿No tienes miedo a la oscuridad?" -respondió en tono jocoso Esteban- "¡Qué va!; La noche es lo mejor. Poder salir y sentir la temperatura fría del ambiente, las almas que pululan en la noche... Es un lujazo, de verdad. Me encanta. Salir con mis amigas o pasear con mi perro... Se puede decir que soy un animal nocturno!!!". Divertida estalló en carcajadas, mientras Esteban fijamente se concentraba en la carretera y esbozaba una media sonrisa.
Pronto los kilómetros se empezaron a descontar del camino y a añadirse a la pesadez de los cuerpos que no de las mentes enfrascadas en tan placentera conversación. -¿Mi novia?, -preguntó sorprendido Esteban- Hace mucho que no tengo a nadie para decirle esa palabra, o dedicarle mi corazón. La pesadumbre, apareció en un rostro cansado de correrías sin destino y finales sin camino. -Cualquiera queria estar contigo, - si jeje, seguro. Tú si que puedes tener al que quieras, me sigue sorprendiendo que nadie se haya prestado esta noche para ir contigo. A la contestación de Esteban, no le siguieron palabras expulsadas de los labios de Alba. Fue su corazón el que dijo que hay caminos que inevitables se hacen por soledad, y un frío recorrió el habitáculo y helo los cuerpos.
El velocímetro por fin alcanzo los 120 km/h velocidad de crucero para el destino y para evitar sobresaltos. Y con la noche como testigo, hablaron de sueños. De cómo ser felices, de si alguna vez lo han sido, y ambos empezaron a soñar con hacerlo juntos. Así fue como Esteban descubrió entre miradas de intenso negro y latente curiosidad la simpatía que radiaba Alba, mientras ella a su vez dejo deslizar su chaqueta para quedarse con los hombros desnudos de nacar, y postrarse hacia el asiento trasero para dejar su prenda arrebatada.
Tal imagén mascullada con el rabillo del ojo provoco la turbación del conductor, que sin dejar de pensar en tan bella imagen, su cabeza sólo le hacia apreciar la inocencia y interés que despertaba la jovén Alba.
La soltura y la dinámica Alba sentenciaba al amor a un Esteban que a su vez conseguía en los oscuros ojos de su acompañante como conseguía él hacerse un hueco. Ambos reían y sentían crecer un sentimiento que casi siempre tarda mucho en hacerse fuerte, pero que en ocasiones puede abrazar dos almas gemelas, que sólo necesitan decirse una vez hola, para hacerse eternos.
De repente la niebla cerró la carretera y turbó el camino del que ya apenas quedaban unos 15 kilómetros. -Tengo unas ganas enormes de viajar -sentenció Alba. Siempre pensé en hacerlo con el chico que me gustará, en recorrer y conocer mundo, ir de aquí para allá, Italia, pero también España, América... Y ahora que no encuentro a nadie que quiera acompañarme me voy a tener que ir sola. Aquí comenzaron unas carcajadas mitad fruto de la ocurrencia, tres-cuartos de la frustación que Esteban no dudo en acompañar, con un rotundo, "yo voy a dónde tu quisieras". Así comenzaron a desengrañar destinos, playas vistas y oídas, pero jamás visitadas. Ciudades de indómita belleza tan sólo referenciadas en atlas y sueños. "Con un tio como tú, si que podría estar segura, jeje". "No iba a dejar que te pasará nada, en ningún sitio", soltó un ya confiado Esteban, mientras pensaba en cómo esta dulce criatura, había arañado su principal sueño de salir de esta misera provincia, de una paupérrima sociedad a nivel económico pero también moral.
Y así tomaron la salida 27. Era ideal para entrar en la urbanización de... Cinco o seis curvas, reviradas, a izquierdas y derechas, para enfilar una rotonda que daba el acceso a una retahíla de coquetos chalets unifamiliares, agrupados en unas 18 calles en forma de manzana. Calle Estocolmo. "No por aquí no, vete hasta el última calle y esa es", le dijo Alba. Esteban no pudo acelerar por el vaivén de los badenes, pero tampoco tardo en demasía para girar hacia la derecha. Coche de tan cuidado y preciso diseño, sumado a la pericia del conductor apenas provoco una turbación en el ambiente, pero eso no impidió que 3 o 4 casas adelante, se oyeran los ladridos de un perro. "Esté ya me ha olido" solto jocosa Alba, y señalaba su casa. "Mi perro siempre que dobló la esquina ya sabe que vengo".
Esteban aparco el coche, pero no quito el contacto. Las luces seguían iluminando el final de una calle, que se intuía pero desconocía, x la frondosidad de una niebla que nadie se habría atrevido a predecir. Ambos se miraron, y andaron el camino hacia un beso que deseaban más que nada. Pero Alba, no quiso encantar ya a su amado y deposito sus labios en la mejilla del jovén, para después pedirle que mañana viniera a buscarla, en un ruego, un susurro, que no consiguió silenciar el atronado ladrido del perro.
Alba, perdía una lágrima en la despedida que tenia su reflejo en la que resbalaba por el rostro de un Esteban, convencido de haber conocido al amor de su vida. La jovén abrió la puerta y salió del coche, para antes que Esteban la buscará atravesar la puerta, sólo pudiera encontrar el cierre de la valle del chalet. Hasta el perro había callado ante tal muestra de respeto y amor, e incluso la niebla abandonaba el lugar después de haber presenciado tan tierno espectáculo.
Esteban ya se disponía a buscar el camino a su cama, para quizás intentar continuar la noche con su nueva amada entre sueños, cuando se percató de que la chaqueta de Alba, estaba en su asiento trasero. Paró el coche, y pensó que hacer. No eran horas para ir a llamar a la puerta, pero vió que la luz de la entrada de la casa seguía encendida. Entonces agarró la prenda, y marcho con gran rapidez hacia la puerta que daba al jardín delantero. Allí de cuquillas, pudo ver al perro, un border coiler, echado, despierto pero con un rostro pleno de melancolía. Buscando la ecuanimidad entre gritos y susurros llamó a Alba, varias veces, hasta ver abrirse la puerta.
No fue la joven la que salió de la casa, sino una mujer ya mayor, que no vieja. De esas personas de belleza sutil e impulsiva, que sin duda era la madre de Alba. Rondaría unos 45 años, pero su rostro iluminado por la luz del recibidor, mostraba muchas más marcas, quizás no de edad y si de sufrimiento. "¿Qué quieres?", le expeto a un Esteban sorprendio y avergonzado. "Devolverle la chaqueta a Alba", y le mostró a la mujer la chaqueta de cuero negra, que lucía su hija. Está no pudo más que arrodillarse y comenzar a llorar, al darse cuenta de que era la prenda de su hija. De una hija que hacía ya mucho que no pasaba por casa, de una hija que ahora sólo puede llorar frente a una piedra. Una piedra que cayó en el ánimo de Esteban que enamorado y engañado por las ánimas sólo era capaz de encontrar el confort en la muerte.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Destinos cruzados
El domingo por la noche me acoste pensando en este momento, en plantarme delante del ordenador y escribir lo que sentía o pensaba sentir. También en una semana de preparar las 3 o 4 cositas necesarias, para, para... Pero la magia se acabó, volvió la desazón... Ahora llevo aquí con 3 líneas escritas ni se sabe... la inspiración se ha tornado en violencia. Después de todo esto he escrito cosas bellas, he dibujado mis sentimientos y conozco los tuyos. También las imposibilidades y las dificultades. Y también por qué no decirlo, me he cagado en mi puta vida, y he intentado desmentir tus sentimientos, aunque extrañamente, y pese a mi natural pesimismo, la luz sigue brillando, aunque quebrada por mis gritos de angustia.
Sólo tú me miras con tanta pureza y belleza interior.
Sólo tú llenas de Alegría a mi Alma.
Sólo tú conoces mis secretos, deseos y anhelos.
Sólo tú me transmites calor con tus manos.
Sólo tú me das fuerzas para seguir viviendo.
Sólo tú me hablas con tanta dulzura.
Sólo tú me escuchas con tanta paciencia.
Sólo tú me acaricias con tanta delicadeza.
Sólo tú me besas con tanta ternura.
Sólo tú me comprendes con tanta sutileza.
Sólo tú haces que me sienta el Ser más Feliz del Universo.
Sólo tú me das tanta seguridad en mí mismo y en lo que siento.
Sólo tú me calmas y tranquilizas cuando estoy mal.
Sólo tú eres el que puede entrar en mi Corazón y en mi Ser.
Sólo tú me abrigas cuando tengo frío.
Sólo tú eres y serás la Dueña de mi Corazón.
Sólo tú eres mi Sueño hecho realidad.
Sólo tú eres y serás la que me ama y me amará siempre.
Sólo tú sabes mi destino, como yo sé el tuyo.
Sólo tú puedes soñar conmigo despierto.
Sólo tú tienes la fuerza para hacerme luchar.
Sólo tú eres capaz de hacerme llorar y reir, de reir y llorar, sucediéndose o a la vez,
risas y lágrimas de vida propia, nunca efímeras, siempre latentes.
Sólo tú me haces hablar del amor.
Sólo tú me has demuestrado lo que significa la sinceridad.
Sólo tú le das significado a todas las canciones.
Sólo tú mueves mis lápiceros, agitas mi mente,
Y sólo tú llevas puesto mi corazón de complemento.
Sólo tu recuerdo es más intenso que las caricias ajenas que no consiguen olvidarme de ti.
Sólo tú.
Sólo tú me distes el mejor momento de mi vida. (y el Palmar).
Sólo tú haces que me entregue.
Sólo por tus besos vale la pena luchar.
Sólo por verte despertar cada día, merece la pena vivir...
Sólo tú eres a la que amo y amaré eternamente!
Sin objetivo para estos días me he quedado, y aunque estoy muy confiado y seguro de mi mismo, no he dejado de tener ese impulso de ir a verte, de secuestrarte y quedarnos a vivir en cualquier parte; sin más necesidad que nosotros mismos. Conozco lo que sentimos y el por qué de no haber podido dormir juntos estas noches, y... sé que ambos queremos lo mismo...
Sin ninguna gana de fiesta, de disfrutar, de vivir. Pero no me resignó ni a luchar por ti, ni a intentar llevar mi vida, paso a paso, aunque sea sólo.
Sólo tú me miras con tanta pureza y belleza interior.
Sólo tú llenas de Alegría a mi Alma.
Sólo tú conoces mis secretos, deseos y anhelos.
Sólo tú me transmites calor con tus manos.
Sólo tú me das fuerzas para seguir viviendo.
Sólo tú me hablas con tanta dulzura.
Sólo tú me escuchas con tanta paciencia.
Sólo tú me acaricias con tanta delicadeza.
Sólo tú me besas con tanta ternura.
Sólo tú me comprendes con tanta sutileza.
Sólo tú haces que me sienta el Ser más Feliz del Universo.
Sólo tú me das tanta seguridad en mí mismo y en lo que siento.
Sólo tú me calmas y tranquilizas cuando estoy mal.
Sólo tú eres el que puede entrar en mi Corazón y en mi Ser.
Sólo tú me abrigas cuando tengo frío.
Sólo tú eres y serás la Dueña de mi Corazón.
Sólo tú eres mi Sueño hecho realidad.
Sólo tú eres y serás la que me ama y me amará siempre.
Sólo tú sabes mi destino, como yo sé el tuyo.
Sólo tú puedes soñar conmigo despierto.
Sólo tú tienes la fuerza para hacerme luchar.
Sólo tú eres capaz de hacerme llorar y reir, de reir y llorar, sucediéndose o a la vez,
risas y lágrimas de vida propia, nunca efímeras, siempre latentes.
Sólo tú me haces hablar del amor.
Sólo tú me has demuestrado lo que significa la sinceridad.
Sólo tú le das significado a todas las canciones.
Sólo tú mueves mis lápiceros, agitas mi mente,
Y sólo tú llevas puesto mi corazón de complemento.
Sólo tu recuerdo es más intenso que las caricias ajenas que no consiguen olvidarme de ti.
Sólo tú.
Sólo tú me distes el mejor momento de mi vida. (y el Palmar).
Sólo tú haces que me entregue.
Sólo por tus besos vale la pena luchar.
Sólo por verte despertar cada día, merece la pena vivir...
Sólo tú eres a la que amo y amaré eternamente!
viernes, 28 de agosto de 2009
Vacaciones 2009: Inolvidable y loco por volver
Esperar todo un año para disfrutar 15 días no se ajusta a la realidad. Ni tampoco para ver la playa y saborearla. La verdad es que se trabaja, sufre y lucha todos los días para poder sacarles partido, diariamente y también en el nocturno. Vivir, maximizar las experiencias y mejorar los momentos es el reto que se asume al levantarse y trabajar o ahorrar nos lo dan con más felicidad. Y llegar, anhelar el verano, para estas dos semanas de asueto y descanso (y también fiesta) son un premio más.
Han sido unas vacaciones estupendas, geniales y muy recomendables. Por supuesto que Cádiz me ha ganado para la causa y pronto volveré. Espero y quiero hacerlo con mi chica, para buscarla, conocer su tierra, su pueblo y su gente. Pero también lo haré porque sí. Porque soy yo el que decido y después de haber disfrutado como un enano con las playas, los mojitos, la gente, las chicas y la noche no hacerlo sobrepasaría la frontera con la locura.
Lo primero de todo es disculparse. En primer lugar por tardar tanto en relatar esta vivencia, pero es que ando con mil cosas en la cabeza, y una más en el corazón por lo que a mi habitual dispersión, he de añadir lo fulgurante de amar y sentirse amado. En segundo lugar, porque quizás se me pasen detalles, acontecimientos, nombres y lugares, pero a todos ellos pedirles disculpar mi estado, que poco tiene que ver con ese posible olvido, y si más con mi memoria, repleta de momentos inolvidables y siempre recordados, pero que quizás ahora, en este momento en el que me planto para escribir, tenga su ausencia como respuesta.
No fue fácil encontrar acomodo. La primigenia idea de alojarnos en Conil, fue en baldío dadas las condiciones económicas y la ausencia de la anteriormente vital piscina. Y es que nosotros, acostumbrados a los lujos baratos, eramos reacios a no tener la piscina al peldaño de la puerta o la vuelta de la esquina, y sumándose a lo caro del alquiler, emigramos a Chiclana como destino vacacional. Chiclana-Costa para ser más exactos, dónde consiguió Dani un coqueto apartamento, dentro del residencial Al-Andalus. Salón y 2 habitaciones, hasta 5 plazas para dormir sin recurrir al suelo, su terraza adornada con “motivos Haddock”, cocina repleta de utensilios para las labores culinarias y la hospitalidad de nuestro arrendatario, Manuel, y su mujer que nos aconsejaron como movernos por tan meridional provincia.
Y así en la madrugada del viernes 31 al sábado 1, Dani, Miguel y yo viajamos a Chiclana, con unas ganas tremendas de descansar y disfrutar que se han cumplido totalmente. No voy a dedicar más que dos líneas a la putada y el egoísmo de Miguel, porque no merece la pena; y como ya he tomado la decisión de empezar a mirar por mi, por mi hermano y mis padres, mi chica y por las pocas personas escogidas que me están demostrando como es realmente la amistad, con adelgazar la agenda de aprovechaos y tristes me vale. Conmigo ya no pueden contar.
“No me quites la arena de estos zapatos que es de la playa de La Barrosa”, dice El Barrio en una de sus canciones, y nos lo preludió Daniel en una de sus alusiones. Chiclana besa el mar con la fina arena de La Barrosa como labios y los bañistas como testigo de tanta belleza junta. La primera playa vista y ya nos tenía enamorados, perfecta para consumir las primeras horas de auténtico descanso tras el largo viaje. Viaje largo no solo en la distancia, sino también en el tiempo, porque por distintas circunstancias sólo tener una vez al año (o poco más) el privilegio de ver y vivir el mar, la playa y esa refrescante y sana sensación que nos deja a los “chicos” del Norte, que más bien somos del centro no tiene ninguna comparación y es el único motivo para atravesar media España, aguardar el fastidioso y caluroso verano “mesetario” en espera de momentos como estos.
Viajamos más aún los primeros días para vislumbrar en la lejanía el marino castillo de Santi Petri y también disfrutar de su playa extensa, airosa y relajante. Era el empezar a vislumbrar lo que estos 15 días iban a ser: llenar la neverita con cervezas, viajar a una playa paradisíaca, olvidarse de lo mundano y cotidiano y abrazar el descanso a vista de bellezas y salud marítima.
Los kilómetros se iban sumando a nuestra particular resta y el coche consumió varías veces el depósito avisándonos de nuestra imparable marcha. Así de día -de noche es otra cantar- llegamos a Cádiz una mediodía. En la ciudad isleña disfrutamos por este orden, primero de las refrescantes cervecitas y frituras, de la freiduría Las Flores (tremenda, clase del hombre tirando las cañas, y comidos los señores por 30 euros). Después un paseo para relajarnos con la dorada cúpula de la catedral gaditana como fin de nuestros pasos, rebordeando la playa de La Victoria. Y por fin, esta última para limpiarse y refrescarse del paseo, y tomar unos baños en una de estas múltiples costas gaditanas, kilométricas, de blanca arena, fresca mar y durante nuestra visita, insignificante Levante.
Otro de esos destinos era la playa de El Palmar, entre Conil y Vejer de la Frontera. Ni conocía su existencia, pero ahora ya no conozco el descanso sin poder ir de vez en cuando a ella. Desconocida, un tanto inaccesible y en muchos aspectos casi virginal. También larga y ancha, de arena fina si es bañada por el Atlántico y dura y espesa si no lo es, debido a la mucha concha con la que fue “replantada” no hace demasiado tiempo. Pasarela de madera mediante, sin paseo, sin agua corriente, ni duchas ni chiringuitos en la propia costa, sólo arena, mar y Sol. Por un lado Conil pueblo es el punto de inicio, el final quizás el Cabo de Trafalgar. Siempre con ambiente, nunca llena. Adornada con los chalets y exclusivas casas de estilo Mediterráneo, una de ellas donde trabaja Ricardo, ya amigo e inseparable en las corredurías y nocturnidades varias; tio de Daniel, no sólo nos dio agua, cerveza, un café genial o nos prestó sombrilla, tumbonas y sillas... Nos animó, nos hizo reír, y juntos disfrutamos de ello, de todas sus ocurrencias y de las continúas cacerías empezadas y nunca acabadas. Su humor y amistad fue un regalo más en estas vacaciones y un aspecto a no desestimar y jamás olvidar.
El Sol, la brisa y el mar y tampoco la compañía de Ricardo eran los únicos alicientes de esta recóndita playa. Poseía un chiringuito/bar especializado en mojitos, cócteles y puestas de Sol para quitar el sentido. La decoración feng-shui invitaba al misticismo del ambiente, y la amalgama de sabores y olores a disfrutar de tantos brebajes y pociones para enervar los sentidos. La simpatía de camareros y camareras (sumemos también su belleza) fue otro gran descubrimiento, así como la sucesión de espectáculos, ya fueran traga-fuegos, malabaristas de estrellas, batutas y capoehiras mediante. Mojitos, daikiris, soberbios cafés o ya las más mundanas copas regaron las bocas secas e intentaron turbar sin piedad nuestros sentidos, pero ante tanta belleza, espiritualidad y trascendencia, quedaron en infructuosos intentos y jocosos comentarios.
Con olfato y gusto ocupados el vislumbrar el atardecer bajo en la playa era un regalo más imposible de cegarse en mi memoria. Sentarme en la arena y rodearte con mis brazos, para ver como moría un día, es algo que ya deseo hacer toda mi vida, de continúo, a la carrera. Estemos donde estemos, aunque con menos belleza paisajística, apoyaré mi cabeza sobre tu hombre, y mi rostro en el tuyo, para sin palabras decir que te amo, siendo el Sol el que escriba mis poemas, con fuego y azufre sobre el tapiz del horizonte.
Más playas albergaron nuestros días como Punta Paloma en Tarifa, donde a la ya cotidiana belleza gaditana del paisaje nos sumo la novedad de embadurnarse en barro, volviendo a aquellas funestas tardes de otoño y juegos infantiles. Conil también nos regalo momentos plenos de descanso y pasión por el día, igual que nos sumo fiesta y cansancio en la noche, dentro de un pequeño pueblo costero y pesquero en sus orígenes, pero ahora mudado al turismo cuidado y respetable con entorno, tradiciones, descansos y residentes. La fiesta, la noche, el ambiente es genial, y se podía vivir desde los botellones a ras de playa, hasta los tugurios de pachangueo del centro, enclavados en casas tradicionales, que con su patio interior daban ese toque pintoresco y a la vez “cool”, para ir terminando en las discotecas más puras donde re-escuchar una y otra vez, cada noche, los mismos temas musicales aburridos y convencionales. Por todas ellas viajamos, sólos o en compañía, puesto que por nuestra “morada” llegaron la amiga de Dani, que con su atropellada marcha nos asustó, para luego tranquilizarnos y por último maldecir el que no pudiera disfrutar más días. También pasaron la sofi y su prima, como tiene que ser, y también llego mi vida, mi amor, Mo cuishle…
Y Cádiz me enamoro. Lo hizo lentamente pero seguro. Aplicó sus armas más contundentes. Su playa, su clima, el calor de sus gentes, su ambiente, y utilizó la bala más preciada de su bello arsenal. Volveré, no una ni dos, muchísimas veces. Sueño hacerlo contigo Ana, pero si tengo que hacerlo solo me conformaré con acompañarme de tu recuerdo. Hasta pronto, Cái!!!
Han sido unas vacaciones estupendas, geniales y muy recomendables. Por supuesto que Cádiz me ha ganado para la causa y pronto volveré. Espero y quiero hacerlo con mi chica, para buscarla, conocer su tierra, su pueblo y su gente. Pero también lo haré porque sí. Porque soy yo el que decido y después de haber disfrutado como un enano con las playas, los mojitos, la gente, las chicas y la noche no hacerlo sobrepasaría la frontera con la locura.
Lo primero de todo es disculparse. En primer lugar por tardar tanto en relatar esta vivencia, pero es que ando con mil cosas en la cabeza, y una más en el corazón por lo que a mi habitual dispersión, he de añadir lo fulgurante de amar y sentirse amado. En segundo lugar, porque quizás se me pasen detalles, acontecimientos, nombres y lugares, pero a todos ellos pedirles disculpar mi estado, que poco tiene que ver con ese posible olvido, y si más con mi memoria, repleta de momentos inolvidables y siempre recordados, pero que quizás ahora, en este momento en el que me planto para escribir, tenga su ausencia como respuesta.
No fue fácil encontrar acomodo. La primigenia idea de alojarnos en Conil, fue en baldío dadas las condiciones económicas y la ausencia de la anteriormente vital piscina. Y es que nosotros, acostumbrados a los lujos baratos, eramos reacios a no tener la piscina al peldaño de la puerta o la vuelta de la esquina, y sumándose a lo caro del alquiler, emigramos a Chiclana como destino vacacional. Chiclana-Costa para ser más exactos, dónde consiguió Dani un coqueto apartamento, dentro del residencial Al-Andalus. Salón y 2 habitaciones, hasta 5 plazas para dormir sin recurrir al suelo, su terraza adornada con “motivos Haddock”, cocina repleta de utensilios para las labores culinarias y la hospitalidad de nuestro arrendatario, Manuel, y su mujer que nos aconsejaron como movernos por tan meridional provincia.
Y así en la madrugada del viernes 31 al sábado 1, Dani, Miguel y yo viajamos a Chiclana, con unas ganas tremendas de descansar y disfrutar que se han cumplido totalmente. No voy a dedicar más que dos líneas a la putada y el egoísmo de Miguel, porque no merece la pena; y como ya he tomado la decisión de empezar a mirar por mi, por mi hermano y mis padres, mi chica y por las pocas personas escogidas que me están demostrando como es realmente la amistad, con adelgazar la agenda de aprovechaos y tristes me vale. Conmigo ya no pueden contar.
“No me quites la arena de estos zapatos que es de la playa de La Barrosa”, dice El Barrio en una de sus canciones, y nos lo preludió Daniel en una de sus alusiones. Chiclana besa el mar con la fina arena de La Barrosa como labios y los bañistas como testigo de tanta belleza junta. La primera playa vista y ya nos tenía enamorados, perfecta para consumir las primeras horas de auténtico descanso tras el largo viaje. Viaje largo no solo en la distancia, sino también en el tiempo, porque por distintas circunstancias sólo tener una vez al año (o poco más) el privilegio de ver y vivir el mar, la playa y esa refrescante y sana sensación que nos deja a los “chicos” del Norte, que más bien somos del centro no tiene ninguna comparación y es el único motivo para atravesar media España, aguardar el fastidioso y caluroso verano “mesetario” en espera de momentos como estos.
Viajamos más aún los primeros días para vislumbrar en la lejanía el marino castillo de Santi Petri y también disfrutar de su playa extensa, airosa y relajante. Era el empezar a vislumbrar lo que estos 15 días iban a ser: llenar la neverita con cervezas, viajar a una playa paradisíaca, olvidarse de lo mundano y cotidiano y abrazar el descanso a vista de bellezas y salud marítima.
Los kilómetros se iban sumando a nuestra particular resta y el coche consumió varías veces el depósito avisándonos de nuestra imparable marcha. Así de día -de noche es otra cantar- llegamos a Cádiz una mediodía. En la ciudad isleña disfrutamos por este orden, primero de las refrescantes cervecitas y frituras, de la freiduría Las Flores (tremenda, clase del hombre tirando las cañas, y comidos los señores por 30 euros). Después un paseo para relajarnos con la dorada cúpula de la catedral gaditana como fin de nuestros pasos, rebordeando la playa de La Victoria. Y por fin, esta última para limpiarse y refrescarse del paseo, y tomar unos baños en una de estas múltiples costas gaditanas, kilométricas, de blanca arena, fresca mar y durante nuestra visita, insignificante Levante.
Otro de esos destinos era la playa de El Palmar, entre Conil y Vejer de la Frontera. Ni conocía su existencia, pero ahora ya no conozco el descanso sin poder ir de vez en cuando a ella. Desconocida, un tanto inaccesible y en muchos aspectos casi virginal. También larga y ancha, de arena fina si es bañada por el Atlántico y dura y espesa si no lo es, debido a la mucha concha con la que fue “replantada” no hace demasiado tiempo. Pasarela de madera mediante, sin paseo, sin agua corriente, ni duchas ni chiringuitos en la propia costa, sólo arena, mar y Sol. Por un lado Conil pueblo es el punto de inicio, el final quizás el Cabo de Trafalgar. Siempre con ambiente, nunca llena. Adornada con los chalets y exclusivas casas de estilo Mediterráneo, una de ellas donde trabaja Ricardo, ya amigo e inseparable en las corredurías y nocturnidades varias; tio de Daniel, no sólo nos dio agua, cerveza, un café genial o nos prestó sombrilla, tumbonas y sillas... Nos animó, nos hizo reír, y juntos disfrutamos de ello, de todas sus ocurrencias y de las continúas cacerías empezadas y nunca acabadas. Su humor y amistad fue un regalo más en estas vacaciones y un aspecto a no desestimar y jamás olvidar.
El Sol, la brisa y el mar y tampoco la compañía de Ricardo eran los únicos alicientes de esta recóndita playa. Poseía un chiringuito/bar especializado en mojitos, cócteles y puestas de Sol para quitar el sentido. La decoración feng-shui invitaba al misticismo del ambiente, y la amalgama de sabores y olores a disfrutar de tantos brebajes y pociones para enervar los sentidos. La simpatía de camareros y camareras (sumemos también su belleza) fue otro gran descubrimiento, así como la sucesión de espectáculos, ya fueran traga-fuegos, malabaristas de estrellas, batutas y capoehiras mediante. Mojitos, daikiris, soberbios cafés o ya las más mundanas copas regaron las bocas secas e intentaron turbar sin piedad nuestros sentidos, pero ante tanta belleza, espiritualidad y trascendencia, quedaron en infructuosos intentos y jocosos comentarios.
Con olfato y gusto ocupados el vislumbrar el atardecer bajo en la playa era un regalo más imposible de cegarse en mi memoria. Sentarme en la arena y rodearte con mis brazos, para ver como moría un día, es algo que ya deseo hacer toda mi vida, de continúo, a la carrera. Estemos donde estemos, aunque con menos belleza paisajística, apoyaré mi cabeza sobre tu hombre, y mi rostro en el tuyo, para sin palabras decir que te amo, siendo el Sol el que escriba mis poemas, con fuego y azufre sobre el tapiz del horizonte.
Más playas albergaron nuestros días como Punta Paloma en Tarifa, donde a la ya cotidiana belleza gaditana del paisaje nos sumo la novedad de embadurnarse en barro, volviendo a aquellas funestas tardes de otoño y juegos infantiles. Conil también nos regalo momentos plenos de descanso y pasión por el día, igual que nos sumo fiesta y cansancio en la noche, dentro de un pequeño pueblo costero y pesquero en sus orígenes, pero ahora mudado al turismo cuidado y respetable con entorno, tradiciones, descansos y residentes. La fiesta, la noche, el ambiente es genial, y se podía vivir desde los botellones a ras de playa, hasta los tugurios de pachangueo del centro, enclavados en casas tradicionales, que con su patio interior daban ese toque pintoresco y a la vez “cool”, para ir terminando en las discotecas más puras donde re-escuchar una y otra vez, cada noche, los mismos temas musicales aburridos y convencionales. Por todas ellas viajamos, sólos o en compañía, puesto que por nuestra “morada” llegaron la amiga de Dani, que con su atropellada marcha nos asustó, para luego tranquilizarnos y por último maldecir el que no pudiera disfrutar más días. También pasaron la sofi y su prima, como tiene que ser, y también llego mi vida, mi amor, Mo cuishle…
Y Cádiz me enamoro. Lo hizo lentamente pero seguro. Aplicó sus armas más contundentes. Su playa, su clima, el calor de sus gentes, su ambiente, y utilizó la bala más preciada de su bello arsenal. Volveré, no una ni dos, muchísimas veces. Sueño hacerlo contigo Ana, pero si tengo que hacerlo solo me conformaré con acompañarme de tu recuerdo. Hasta pronto, Cái!!!
miércoles, 19 de agosto de 2009
Te amo, Anabel
Más felicidad imposible. O sí; Si claro que sí. Si ya estuvieras aquí conmigo o yo contigo viviéndonos no me faltaría nada. Y es que, qué más voy a pedir a mi vida o al destino, si no es que estemos juntos, porque eso ya haría plena la alegría, la felicidad.
Nos vimos y al momento nos amamos. Todo el nerviosismo de esos días en los que queríamos estar juntos, sin saber yo si tú, y tú si yo de verdad que lo queríamos. Y claro que lo queríamos. Después de 600 Km otro 30 para verte. Pasar a tu lado en una efímera imagen me atacó los nervios. Te vi de espaldas, hablando por teléfono, también nerviosa. Quizás pensabas que estabas haciendo, si merecía la pena, si estabas loca. Y si que lo estás, tanto como yo, que ya soy capaz de todo por hilvanar tus besos. Aparque con los ya tradicionales problemas. Y empine la calle para abrazarte. Cumplir mi palabra y mi deseo de abrazarte. 9 meses después lo conseguí; y no sé quien de los dos pusimos más fuerza, ni a cuál de nosotros nos vibraba más el corazón. Tu risa nerviosa, mis miedos ya vencidos. Y allí nos sentamos, nos miramos, en un segundo nos amamos. El impulso por besarte fue mayor que el decoro o el respeto a tu decisión, necesitaba amarte; lo llevaba necesitando mucho tiempo y ahora sigo necesitándolo.
Pero pronto te fuístes de mis brazos. Tus planes se entrometían en el camino de 15 días de amor, y tuve que esperar otra semana para amarte, convencerme totalmente de que te quiero y necesito. Qué agobio de Chiclana, pasando por calles, buscándote para al final encontrarte y amarte atado por el cinturón de seguridad.
Y en ese paraíso que es la playa de El Palmar, retome el cuento por donde lo deje. En la palabra amarte, que convencido ando se repetirá incansablemente hasta el final de mis días. Y allí, con la puesta de Sol como escenario y contigo como protagonista absoluta, decidí enseñarte aquella mítica escena de De Aquí a la eternidad, y siendo tu mi Deborah Kerr y yo tu Burt Lancaster, dibujamos el amor con la arena y la espuma del agua como lápices. Tantas películas para verlas juntos, pero sobretodo vivirlas.
Y juntar noches y días con tu piel como mi vestido es a lo máximo a lo que aspiro. Acariciarte en el frío de la noche o tenerte en mis brazos. Protegerte del viento en la playa o del frío agua de tu mar. Momentos ya históricos en mi vida, donde jamás fui tan feliz.
Días que jamás había vivido y que me hacen esperar nuevos. La distancia es nuestro enemigo pero con tanto amor, no tiene capacidad para paliarnos ni en un rasguño. Y ahora que no te veo más que en fotos que no logran mantener viva nuestra imagen, porque está ya irradia vitalidad en mi mente y mi corazón, sigo pensando en ti, en esto, en que eres lo mejor que me ha pasado y qué mereces mucho la pena. Tanto para luchar, blandirme ante hierros y ante palos, y también para reemplazar sueños actuales, por los originales, como siempre fueron, el vivir y ser feliz junto a alguien excepcional.
El mañana no lo sé. Si que sé el hoy, y lo que siento es algo nuevo, inaudito en el ayer. Pienso en la lejanía, en que mi Sol se pone media hora antes que el tuyo cada día, y lloro. Lágrimas que caen mi rostro hasta mi boca, donde encuentran colina que no pueden atravesar. Porque al momento sonrió, rió incluso. Se apaga la tristeza de mi alma y surge la satisfacción y la alegría, por conocerte, quererte y que me quieras. Por estar juntos. Con esta fuerza no hay rival, ni muro, ni distancia que nos separé. Me estoy acostando contigo todas estas noches, y aunque me levanto y echo en falta tu mano en mi pecho, tu carita angelical durmiendo y tu despertar sonriéndome, salgo más convencido aún de lo que quiero y cuánto lo quiero.
Te amo Anabel; Un beso.
Nos vimos y al momento nos amamos. Todo el nerviosismo de esos días en los que queríamos estar juntos, sin saber yo si tú, y tú si yo de verdad que lo queríamos. Y claro que lo queríamos. Después de 600 Km otro 30 para verte. Pasar a tu lado en una efímera imagen me atacó los nervios. Te vi de espaldas, hablando por teléfono, también nerviosa. Quizás pensabas que estabas haciendo, si merecía la pena, si estabas loca. Y si que lo estás, tanto como yo, que ya soy capaz de todo por hilvanar tus besos. Aparque con los ya tradicionales problemas. Y empine la calle para abrazarte. Cumplir mi palabra y mi deseo de abrazarte. 9 meses después lo conseguí; y no sé quien de los dos pusimos más fuerza, ni a cuál de nosotros nos vibraba más el corazón. Tu risa nerviosa, mis miedos ya vencidos. Y allí nos sentamos, nos miramos, en un segundo nos amamos. El impulso por besarte fue mayor que el decoro o el respeto a tu decisión, necesitaba amarte; lo llevaba necesitando mucho tiempo y ahora sigo necesitándolo.
Pero pronto te fuístes de mis brazos. Tus planes se entrometían en el camino de 15 días de amor, y tuve que esperar otra semana para amarte, convencerme totalmente de que te quiero y necesito. Qué agobio de Chiclana, pasando por calles, buscándote para al final encontrarte y amarte atado por el cinturón de seguridad.
Y en ese paraíso que es la playa de El Palmar, retome el cuento por donde lo deje. En la palabra amarte, que convencido ando se repetirá incansablemente hasta el final de mis días. Y allí, con la puesta de Sol como escenario y contigo como protagonista absoluta, decidí enseñarte aquella mítica escena de De Aquí a la eternidad, y siendo tu mi Deborah Kerr y yo tu Burt Lancaster, dibujamos el amor con la arena y la espuma del agua como lápices. Tantas películas para verlas juntos, pero sobretodo vivirlas.
Y juntar noches y días con tu piel como mi vestido es a lo máximo a lo que aspiro. Acariciarte en el frío de la noche o tenerte en mis brazos. Protegerte del viento en la playa o del frío agua de tu mar. Momentos ya históricos en mi vida, donde jamás fui tan feliz.
Días que jamás había vivido y que me hacen esperar nuevos. La distancia es nuestro enemigo pero con tanto amor, no tiene capacidad para paliarnos ni en un rasguño. Y ahora que no te veo más que en fotos que no logran mantener viva nuestra imagen, porque está ya irradia vitalidad en mi mente y mi corazón, sigo pensando en ti, en esto, en que eres lo mejor que me ha pasado y qué mereces mucho la pena. Tanto para luchar, blandirme ante hierros y ante palos, y también para reemplazar sueños actuales, por los originales, como siempre fueron, el vivir y ser feliz junto a alguien excepcional.
El mañana no lo sé. Si que sé el hoy, y lo que siento es algo nuevo, inaudito en el ayer. Pienso en la lejanía, en que mi Sol se pone media hora antes que el tuyo cada día, y lloro. Lágrimas que caen mi rostro hasta mi boca, donde encuentran colina que no pueden atravesar. Porque al momento sonrió, rió incluso. Se apaga la tristeza de mi alma y surge la satisfacción y la alegría, por conocerte, quererte y que me quieras. Por estar juntos. Con esta fuerza no hay rival, ni muro, ni distancia que nos separé. Me estoy acostando contigo todas estas noches, y aunque me levanto y echo en falta tu mano en mi pecho, tu carita angelical durmiendo y tu despertar sonriéndome, salgo más convencido aún de lo que quiero y cuánto lo quiero.
Te amo Anabel; Un beso.
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