Mostrando entradas con la etiqueta lejanía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta lejanía. Mostrar todas las entradas

domingo, 13 de septiembre de 2009

Cuánto te puedo echar de menos

Qué díficil se me ponen los viernes. Las ganas de viajar e ir a verte, estés donde estés, me han consumido pero no podía ponernos tanto en peligro. Y eso que la meta es la más bella, la más deseada, pero no podría resistir una vuelta de soledad y lejanía...

Eso me paso el otro día. El viaje más cómodo, el camino más corto para estar contigo, pero pensar en el sufrimiento de venirme sólo me iba a ahogar, me mataría, pese a la alegría y la felicidad de haber estado contigo. Ahora estas lejos, en la distancia como nunca, y como nunca te voy a dejar marcharte tanto; pero en el espíritu y en el alma estas conmigo, me acompañas a cada paso, me susurras al oído. Siento tu aliento, tu sonrisa junto a mi. Estoy tan feliz, con la certeza de que lo estare mucho más cuando empecemos a construir esto.

Claro que no podemos decir que somos novios. En el término estricto no lo somos, porque sentimos mucho más, estamos casi prometidos, joe qué fuerte!!!, pero es así. Y es que además son horas lo que hemos estado juntos. Nos conocemos, nos amamos, el fúturo es nuestra arma, y las barreras se van a derribar, porque no tienen capacidad para frenarnos.

Las ganas de sentir, de crecer bajo esto tan bello me superan. Ganas de construir toda una vida, con sus cosas buenas, las mejores y también las peores, pero todas ellas únicas e insustituibles. Todos esos sueños que siempre he tenido, han crecido ahora y han cogido número para poder hacerse realidad, desde que te conozco, y más desde que estuvimos juntos. El que se pueda llegar a disfrutarlo depende en gran medida de nosotros dos, de las ganas que nos tengamos y por eso estoy tan convencido, tan feliz. Hay un pequeño obstáculo que es la distancia, vidas casi hechas en la media construcción, pero que fácilmente se pueden modificar si se hacen bajo las sabanas y los párpados de tu mirada. También existe la posibilidad de cambio, de ruptura que se abraza al devenir de cada día, y que también porque no decirlo, provoca pavor y temor, por sufrir una vez más. Pero ahora la confianza me puede.

Te espero!

miércoles, 19 de agosto de 2009

Te amo, Anabel

Más felicidad imposible. O sí; Si claro que sí. Si ya estuvieras aquí conmigo o yo contigo viviéndonos no me faltaría nada. Y es que, qué más voy a pedir a mi vida o al destino, si no es que estemos juntos, porque eso ya haría plena la alegría, la felicidad.

Nos vimos y al momento nos amamos. Todo el nerviosismo de esos días en los que queríamos estar juntos, sin saber yo si tú, y tú si yo de verdad que lo queríamos. Y claro que lo queríamos. Después de 600 Km otro 30 para verte. Pasar a tu lado en una efímera imagen me atacó los nervios. Te vi de espaldas, hablando por teléfono, también nerviosa. Quizás pensabas que estabas haciendo, si merecía la pena, si estabas loca. Y si que lo estás, tanto como yo, que ya soy capaz de todo por hilvanar tus besos. Aparque con los ya tradicionales problemas. Y empine la calle para abrazarte. Cumplir mi palabra y mi deseo de abrazarte. 9 meses después lo conseguí; y no sé quien de los dos pusimos más fuerza, ni a cuál de nosotros nos vibraba más el corazón. Tu risa nerviosa, mis miedos ya vencidos. Y allí nos sentamos, nos miramos, en un segundo nos amamos. El impulso por besarte fue mayor que el decoro o el respeto a tu decisión, necesitaba amarte; lo llevaba necesitando mucho tiempo y ahora sigo necesitándolo.

Pero pronto te fuístes de mis brazos. Tus planes se entrometían en el camino de 15 días de amor, y tuve que esperar otra semana para amarte, convencerme totalmente de que te quiero y necesito. Qué agobio de Chiclana, pasando por calles, buscándote para al final encontrarte y amarte atado por el cinturón de seguridad.

Y en ese paraíso que es la playa de El Palmar, retome el cuento por donde lo deje. En la palabra amarte, que convencido ando se repetirá incansablemente hasta el final de mis días. Y allí, con la puesta de Sol como escenario y contigo como protagonista absoluta, decidí enseñarte aquella mítica escena de De Aquí a la eternidad, y siendo tu mi Deborah Kerr y yo tu Burt Lancaster, dibujamos el amor con la arena y la espuma del agua como lápices. Tantas películas para verlas juntos, pero sobretodo vivirlas.

Y juntar noches y días con tu piel como mi vestido es a lo máximo a lo que aspiro. Acariciarte en el frío de la noche o tenerte en mis brazos. Protegerte del viento en la playa o del frío agua de tu mar. Momentos ya históricos en mi vida, donde jamás fui tan feliz.

Días que jamás había vivido y que me hacen esperar nuevos. La distancia es nuestro enemigo pero con tanto amor, no tiene capacidad para paliarnos ni en un rasguño. Y ahora que no te veo más que en fotos que no logran mantener viva nuestra imagen, porque está ya irradia vitalidad en mi mente y mi corazón, sigo pensando en ti, en esto, en que eres lo mejor que me ha pasado y qué mereces mucho la pena. Tanto para luchar, blandirme ante hierros y ante palos, y también para reemplazar sueños actuales, por los originales, como siempre fueron, el vivir y ser feliz junto a alguien excepcional.

El mañana no lo sé. Si que sé el hoy, y lo que siento es algo nuevo, inaudito en el ayer. Pienso en la lejanía, en que mi Sol se pone media hora antes que el tuyo cada día, y lloro. Lágrimas que caen mi rostro hasta mi boca, donde encuentran colina que no pueden atravesar. Porque al momento sonrió, rió incluso. Se apaga la tristeza de mi alma y surge la satisfacción y la alegría, por conocerte, quererte y que me quieras. Por estar juntos. Con esta fuerza no hay rival, ni muro, ni distancia que nos separé. Me estoy acostando contigo todas estas noches, y aunque me levanto y echo en falta tu mano en mi pecho, tu carita angelical durmiendo y tu despertar sonriéndome, salgo más convencido aún de lo que quiero y cuánto lo quiero.

Te amo Anabel; Un beso.

lunes, 11 de mayo de 2009

Mis amores





Hoy han vuelto.
Por todos los senderos de la noche han venido
a llorar en mi lecho.
¡Fueron tantos, son tantos!
Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha muerto.
Me lloraré a m mismo para llorarlos todos.
La noche bebe el llanto como un pañuelo negro.
Hay cabezas doradas al sol, como maduras...
Hay cabezas tocadas de sombra y de misterio,
cabezas coronadas de una espina invisible,
cabezas que sonrosa la rosa del ensueño,
cabezas que se doblan a cojines de abismo,
cabezas que quisieran descansar en el cielo,
algunas que no alcanzan a oler a primavera,
y muchas que trascienden a las flores de invierno.
Todas esas cabezas me duelen como llagas...
Me duelen como muertos...
¡Ah!... y los ojos... los ojos me duelen más: ¡son dobles...!
Indefinidos, verdes, grises, azules, negros,
abrasan si fulguran,
son caricias, dolor, constelación, infierno.
Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas,
se iluminó mi alma y se templó mi cuerpo.
Ellos me dieron sed de todas esas bocas...
de todas estas bocas que florecen mi lecho:
vasos rojos o pálidos de miel o de amargura
con lises de armonía o rosas de silencio,
de todos estos vasos donde bebí la vida,
De todos estos vasos donde la muerte bebo...
El jardín de sus bocas venenoso, embriagante,
en donde respiraba sus almas y sus cuerpos,
Humedecido en lágrimas
ha rodeado mi lecho...
Y las manos, las manos colmadas de destinos
secretos y alhajadas de anillos de misterio...
Hay manos que nacieron con guantes de caricia;
manos que están colmadas de la flor del deseo,
manos en que se siente un puñal nunca visto,
manos en que se ve un intangible cetro;
pálidas o morenas, voluptuosas o fuertes,
en todas, todas ellas, puede engarzar un sueño.
Con tristeza de alma,
se doblegan los cuerpos
sin velos, santamente
vestidos de deseo.
Imanes de mis brazos, panales de mi entraña
como a invisible abismo se inclinan a mi lecho...
¡Ah, entre todas las manos yo he buscado tus manos!
Tu boca entre las bocas, tu cuerpo entre los cuerpos,
de todas las cabezas yo quiero tu cabeza,
de todos esos ojos, ¡tus ojos solos quiero!
Tú eres el más triste, por ser el más querido,
tú has llegado el primero por venir de más lejos...
¡Ah, la cabeza dorada que no he tocado nunca
y las oscuras pupilas que miré tanto tiempo sin darle nombre!
Las ojeras que ahondamos la tarde y yo inconscientes,
la palidez extraña que doblé sin saberlo,
ven a mí: mente a mente;
ven a mí: ¡cuerpo a cuerpo!
Tú me dirás qué has hecho de mi primer suspiro,
Tú me dirás qué has hecho del sueño de aquel beso...
Me dirás si lloraste cuando te dejé sola...
¡Y me dirás si has muerto...!
Si has muerto,
mi pena enlutará la alcoba lentamente,
y estrecharé tu sombra hasta apagar mi cuerpo,
Y en el silencio ahondado de tiniebla,
y en la tiniebla ahondada de silencio,
nos velará llorando, llorando hasta morirse
nuestro hijo: el sueño.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...