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martes, 1 de julio de 2025

Y otra ola de calor

 


Si. Voy a continuar escribiendo sobre las condiciones de vida y de trabajo de la clase trabajadora. Y también del asqueroso verano y las cada vez más recurrentes, agresivas e insoportables olas de calor que provoca el cambio climático de origen antropocéntrico. O como me gusta señalar como hacen muchas científicas, provocado por el capitalismo: el capitaloceno.

Junio ha terminado como el mes récord de temperatura media superando los 24 grados, incluyendo máximas y mínimas. La práctica totalidad de las estaciones meteorológicas de la Península han sobrepasado marcas de temperaturas máximas, tanto de día y de noche, y los fenómenos de noches tropicales, calimas y polvo africano en suspensión han sido habituales de Sur a Norte. Esto también ha provocado tormentas de extrema violencia, con lluvias torrenciales y granizo, que han sido reiterativas en el interior del Este peninsular, sobretodo en la franja entre Teruel y la cuenca del Segura.

En general, día a día la temperatura y la sensación agobiante de bochorno y calor asfixiante ha ido creciendo, hasta una última semana (y comienzos de julio) con una ola de calor declarada. Aprovecho para indicar que como ola de calor se entiende el período de tiempo en el que la previsión de temperaturas máximas, de al menos 3 días consecutivos en un 75% de las estaciones de una región o espacio determinado, supera el percentil del 95% de la temperatura media.

¿Y cómo sobrevivimos a esto?

En mi caso, y en mi casa, viviendo en la penumbra. Por la mañana marchamos de casa dejándola ya con las persianas bajadas, las ventanas cerradas. En oscuridad intentando controlar la temperatura del interior, aislándola y cerrándola a la entrada del calor extremo del exterior. Antes, desde que nos levantamos y hasta que nos vamos mantenemos abierta la vivienda para tratar de que se siga aireando aprovechando el frescor de las horas del amanecer que son las más frescas del día. Desde la noche, con ventanas abiertas, persianas levantadas y puertas libres tratando de que corra el aire y se recambie, con la intención de poder conciliar el sueño. Que ese es el principal damnificado que tenemos en esta situación: el descanso.

Y por supuesto, con el aire acondicionado, portátil, a pleno funcionamiento desde que llegamos hasta que nos acostamos. En fin de semana, todo el día. Una inversión necesaria y puede que hasta contraproducente en eso de generar más cambio climático, más consumo energético y provocar el fenómeno de las islas de calor. Pero también un privilegio que nos permite sobrellevar una vida normal durante los meses de verano. Y casi todas las noches, con el ventilador echándonos aire, removiéndolo. Una práctica desde luego y acertadamente no recomendada por las molestias musculares que puede llegar a causar. Pero que es imprescindible si queremos dormir “algo”.

Y no somos en esto unos bichos raros. Con quien hables es la rutina diaria durante todo el verano (y buena parte de la primavera) por millones de personas, que aunque les guste “el veranito” tienen que rendirse a la evidencia de que en invierno se vive mucho mejor, porque se puede hacer vida. Qué llegado el estío, este verano tórrido y saharauí la única opción es refugiarse en la vivienda (quien la tiene, claro), y si se puede, tratar de refrescarse cuando ya anochece. E incluso esta rutina es muy difícil en las ciudades españolas, cementadas, alicatadas y asfaltadas hasta el absurdo. Con plazas y calles hostiles, sin sombras naturales, sin parques donde la tierra respire porque está tapiada por el cemento que ahoga los pocos árboles que malviven en los entornos urbanos españistaníes.

El clima ha cambiado. Es un hecho. Tenemos una temperatura media superior a los registros que tenemos de los lustros y décadas anteriores. Y con este clima los ecosistemas y biotipos también están cambiando. Se agotan los humedales, mueren los bosques y se extienden las zonas desérticas. Especies, sobretodo y en primer lugar, de insectos se hacen habituales en estas latitudes provocando las molestias e incidencias que son la antesala de las emergencias sanitarias.

¡Qué bonito es el verano!”, “¡Qué alegría ya el calorcito!”, “¡Por fin llegan las terracitas!” Y qué bien que funciona el turismo. Llegan los visitantes, sobretodo bienvenidos son los extranjeros que llenan los hoteles y hacen que el paro baje estacionalmente. Se vienen a divertir, a ponerse morenos. A emborracharse, a ensuciar nuestro entorno y a comportarse como animales aquí, porque en sus países y sociedades, durante el resto del año no pueden hacerlo. Aquí los aceptamos y les damos cálida, tórrida, acogida, porque claro, “es una bendición vivir en un país con tanto y tan bueno sol”.

El domingo fallecía una mujer trabajadora del servicio de limpieza viaria de Barcelona. Y esto no es mala suerte, o que sus condiciones de salud se agravaron por un episodio de calor extremo. No. Esto no se puede tolerar sin más. Es una muerte absolutamente evitable, pero eso si, cuestionando el modelo económico que exige que la ciudad este limpia y sea un decorado para los turistas.

Habrá que ver cuánto van a aguantar los turistas europeos viniendo a España, si sigue esta alza de temperaturas que impide dormir y que imposibilita la vida normal durante el día. Mientras nosotros somos incapaces de replantearnos el urbanismo, los horarios de trabajo y el calendario y las jornadas en los colegios o institutos, ya hay güiris que marchan de Españistan, vendiendo sus propiedades y buscando acomodo más al Norte. Galicia, Asturias, pero también la Costa Azul francesa, las Landas, o incluso el Sur de Inglaterra.

Pero, ¿y nosotros?. ¿Y los trabajadores?. Las muertes y enfermedades en el trabajo debidas a jornadas laborales bajo esta ola de calor, por qué no se tratan como homicidios. No son accidentes laborales sin más. No son episodios de mala suerte. Son genocidios sobre la clase trabajadora perpetrados por la avaricia empresarial y la desconsideración de las instituciones para con su propio pueblo. Nos han dejado cautivos e indefensos ante una adversidad climática cada vez más insoportable, que nos atenta, que nos limita. Que impide el desarrollo de la vida. No proponen nada, no luchan contra el cambio climático y contra las condiciones, la avaricia del capitalismo, que nos ha llevado a esta situación ya (casi) irremediable mientras nos morimos de calor. A veces literalmente.

El cambio climático se ha convertido en uno de los desafíos más apremiantes del siglo XXI, impactando de diversas formas en amplios sectores de la sociedad. En el contexto español, este fenómeno no solo repercute en el medio ambiente, sino que también tiene efectos significativos en las condiciones de trabajo, especialmente en lo que respecta a la seguridad laboral, la prevención de riesgos y las condiciones de vida de las clases trabajadoras.

España es uno de los países más vulnerables al cambio climático en Europa debido a su geografía, su clima y, especialmente, a las actividades económicas que componen su productividad. Las proyecciones climáticas sugieren un aumento de las temperaturas medias, con un incremento notable en la frecuencia e intensidad de las olas de calor. Estos cambios no solo afectan a los ecosistemas, sino que también alteran las dinámicas laborales, especialmente en sectores como la agricultura, la construcción y el turismo, donde los trabajadores están expuestos a condiciones climáticas extremas.

Las olas de calor son periodos de temperaturas anómalamente altas que pueden tener consecuencias severas para la salud de los trabajadores. En España, el verano de 2022 registró temperaturas récord, superando los 45 grados centígrados en algunas regiones. Estas condiciones pueden provocar deshidratación, agotamiento por calor e incluso golpes de calor, que pueden ser mortales si no se toman las precauciones adecuadas.

Sin duda, los trabajadores al aire libre son los más afectados, enfrentándose a un mayor riesgo de enfermedades relacionadas con el calor. Además, llevan a cabo las tareas más penosas en sectores como la limpieza viaria, la construcción, el transporte, pero también la agricultura o el turismo. La falta de medidas adecuadas de prevención puede resultar en un aumento de la morbilidad y mortalidad laboral, lo que pone de manifiesto la necesidad de una regulación más estricta en materia de salud y seguridad ocupacional.

La seguridad laboral es un aspecto crítico que debe ser reevaluado en el contexto del cambio climático. Las normativas actuales a menudo no contemplan específicamente las condiciones extremas provocadas por fenómenos climáticos como las olas de calor. Es imperativo que las empresas implementen políticas de prevención de riesgos que aborden de manera efectiva estas nuevas realidades climáticas.

Esto incluye la planificación de horarios de trabajo que eviten las horas pico de calor, la provisión de acceso a agua potable y sombra, así como la formación y concienciación de los trabajadores sobre los riesgos asociados al calor extremo. Además, es fundamental realizar evaluaciones de riesgo que consideren el impacto del cambio climático en el entorno laboral. Pero también en el tiempo libre de las clases trabajadoras, con especial énfasis en las viviendas y el urbanismo.

Las administraciones deben tomar cartas ya en el asunto y ser intensas y proactivas en vigilar los entornos de trabajo y de vida. Inspecciones y castigos, vigilancia y cambios legislativos que nos ayuden a poder vivir con dignidad y seguridad en este nuevo clima que el orgasmo capitalista ha provocado.

Y es que el cambio climático no solo afecta las condiciones de trabajo, sino que también repercute directamente en las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Los trabajadores que laboran en condiciones de calor extremo suelen tener salarios bajos, lo que limita su capacidad para acceder a recursos que les permitan mitigar los efectos del calor, como el aire acondicionado o una vivienda adecuada.

Asimismo, las familias trabajadoras que habitan en zonas vulnerables a olas de calor pueden enfrentarse a estrés adicional debido a la inseguridad energética y la necesidad de adaptarse a viviendas que no están diseñadas para soportar temperaturas extremas. Esta situación puede generar un ciclo de pobreza y desigualdad que se ve exacerbado por el cambio climático.

Las políticas públicas deben ser reforzadas para proteger la salud y el bienestar de los trabajadores en el contexto del cambio climático. Esto incluye la creación de estándares específicos para la protección contra el calor, la promoción de tecnologías sostenibles en el lugar de trabajo y el fomento de la investigación sobre los efectos del cambio climático en la salud laboral.

Son vitales ya los cambios en nuestro modo de vida, y deberían de ser las administraciones las que tanto en el entorno del trabajo, como en el de la vivienda y en el urbanismo promover alternativas que impidan que lo que ya es un problema, no se convierta en un drama. Deshacer los discursos ignorantes y falsos que promueven los fascistas y sus lacayos mediáticos. Está en juego la salud de millones de personas, como también con el tema de las vacunas, y si no se garantiza la igualdad y equidad de acceso a recursos, la inestabilidad social será el siguiente paso.

Y mientras tanto en mi casa. Otra botella de agua fría. Bebiendo una pareja entre 5 y 6 litros diarios. Más helados y otras formas de refrescarse. Con el pingüino echando horas extra (ya verás la factura). No quiero ni pensar cómo sobrevivir si ahora viniera el apagón. Y esta noche, “¿podremos dormir?”.

 

jueves, 17 de febrero de 2011

Kid Rock: All summer long

Después de una semanita de solete primaveral que invitaba a salir, patear la Salamanca de piedra y oro, y gozar de una temperatura más o menos agradable, ahora que hemos vuelto al tradicional invierno charro que los telediarios se empeñan constantemente en renombrar como ciclogénesis o temporales que atestan el mapa de simbolos de terror y alertas metereológicas y que nos invitan, muy sutilmente, a quedarnos en casa, por lo que pueda pasar, y no fuera a ser que nos diera por protestar... Pues en este momento me ha dado por saborear constantemente una canción veraniega y de estilo festivo que ha llegado a mis oídos últimamente.


El metalcore o ñu metal de Kid Rock no es de mis favoritos, más por desconocimiento y desafección del estilo después del 2004 que por la calidad compositora e interpretativa del de Detroit. Y es este All summer long una canción calida que invita al optimismo y la alegría y que sirve como homenaje a los que yo ya rendí homenaje hace unos meses, Lynyrd Skynird, y a un tema mítico del rock sureño y de toda fiesta veraniega: el Sweet Home Alabama.

Tomando la melodía del tema de los hermanos Van Zaant y el buen rollo, flower power, de la letra del himno del rock sureño, Kid Rock produce un alegato de la fiesta y la amistad; un recuerdo afectuoso y un sueño sonoro de aquellos veranos pre-adolescentes, a los que ya casi es imposible volver. Pero el tema no deja lugar a la nostalgia y sirve de exaltación de un periodo de la vida trascendental y vertiginoso en la formación de la persona, y del que anhelamos pasar inmediatamente cuando lo sufrimos, y el que añoramos continuamente. Esta dualidad sentimental expresada con gran acierto en este ya clasicazo de las fiestas de amigotes, el sirvió a Kid Rock como gran éxito de su carrera, curiosamente con el tema más alejado y el album más díscolo de su carrera musical, bastante lejos del metal-core del que hizo gala y se convirtió en uno de sus padres.

viernes, 28 de agosto de 2009

Vacaciones 2009: Inolvidable y loco por volver

Esperar todo un año para disfrutar 15 días no se ajusta a la realidad. Ni tampoco para ver la playa y saborearla. La verdad es que se trabaja, sufre y lucha todos los días para poder sacarles partido, diariamente y también en el nocturno. Vivir, maximizar las experiencias y mejorar los momentos es el reto que se asume al levantarse y trabajar o ahorrar nos lo dan con más felicidad. Y llegar, anhelar el verano, para estas dos semanas de asueto y descanso (y también fiesta) son un premio más.

Han sido unas vacaciones estupendas, geniales y muy recomendables. Por supuesto que Cádiz me ha ganado para la causa y pronto volveré. Espero y quiero hacerlo con mi chica, para buscarla, conocer su tierra, su pueblo y su gente. Pero también lo haré porque sí. Porque soy yo el que decido y después de haber disfrutado como un enano con las playas, los mojitos, la gente, las chicas y la noche no hacerlo sobrepasaría la frontera con la locura.

Lo primero de todo es disculparse. En primer lugar por tardar tanto en relatar esta vivencia, pero es que ando con mil cosas en la cabeza, y una más en el corazón por lo que a mi habitual dispersión, he de añadir lo fulgurante de amar y sentirse amado. En segundo lugar, porque quizás se me pasen detalles, acontecimientos, nombres y lugares, pero a todos ellos pedirles disculpar mi estado, que poco tiene que ver con ese posible olvido, y si más con mi memoria, repleta de momentos inolvidables y siempre recordados, pero que quizás ahora, en este momento en el que me planto para escribir, tenga su ausencia como respuesta.

No fue fácil encontrar acomodo. La primigenia idea de alojarnos en Conil, fue en baldío dadas las condiciones económicas y la ausencia de la anteriormente vital piscina. Y es que nosotros, acostumbrados a los lujos baratos, eramos reacios a no tener la piscina al peldaño de la puerta o la vuelta de la esquina, y sumándose a lo caro del alquiler, emigramos a Chiclana como destino vacacional. Chiclana-Costa para ser más exactos, dónde consiguió Dani un coqueto apartamento, dentro del residencial Al-Andalus. Salón y 2 habitaciones, hasta 5 plazas para dormir sin recurrir al suelo, su terraza adornada con “motivos Haddock”, cocina repleta de utensilios para las labores culinarias y la hospitalidad de nuestro arrendatario, Manuel, y su mujer que nos aconsejaron como movernos por tan meridional provincia.

Y así en la madrugada del viernes 31 al sábado 1, Dani, Miguel y yo viajamos a Chiclana, con unas ganas tremendas de descansar y disfrutar que se han cumplido totalmente. No voy a dedicar más que dos líneas a la putada y el egoísmo de Miguel, porque no merece la pena; y como ya he tomado la decisión de empezar a mirar por mi, por mi hermano y mis padres, mi chica y por las pocas personas escogidas que me están demostrando como es realmente la amistad, con adelgazar la agenda de aprovechaos y tristes me vale. Conmigo ya no pueden contar.

“No me quites la arena de estos zapatos que es de la playa de La Barrosa”, dice El Barrio en una de sus canciones, y nos lo preludió Daniel en una de sus alusiones. Chiclana besa el mar con la fina arena de La Barrosa como labios y los bañistas como testigo de tanta belleza junta. La primera playa vista y ya nos tenía enamorados, perfecta para consumir las primeras horas de auténtico descanso tras el largo viaje. Viaje largo no solo en la distancia, sino también en el tiempo, porque por distintas circunstancias sólo tener una vez al año (o poco más) el privilegio de ver y vivir el mar, la playa y esa refrescante y sana sensación que nos deja a los “chicos” del Norte, que más bien somos del centro no tiene ninguna comparación y es el único motivo para atravesar media España, aguardar el fastidioso y caluroso verano “mesetario” en espera de momentos como estos.

Viajamos más aún los primeros días para vislumbrar en la lejanía el marino castillo de Santi Petri y también disfrutar de su playa extensa, airosa y relajante. Era el empezar a vislumbrar lo que estos 15 días iban a ser: llenar la neverita con cervezas, viajar a una playa paradisíaca, olvidarse de lo mundano y cotidiano y abrazar el descanso a vista de bellezas y salud marítima.

Los kilómetros se iban sumando a nuestra particular resta y el coche consumió varías veces el depósito avisándonos de nuestra imparable marcha. Así de día -de noche es otra cantar- llegamos a Cádiz una mediodía. En la ciudad isleña disfrutamos por este orden, primero de las refrescantes cervecitas y frituras, de la freiduría Las Flores (tremenda, clase del hombre tirando las cañas, y comidos los señores por 30 euros). Después un paseo para relajarnos con la dorada cúpula de la catedral gaditana como fin de nuestros pasos, rebordeando la playa de La Victoria. Y por fin, esta última para limpiarse y refrescarse del paseo, y tomar unos baños en una de estas múltiples costas gaditanas, kilométricas, de blanca arena, fresca mar y durante nuestra visita, insignificante Levante.

Otro de esos destinos era la playa de El Palmar, entre Conil y Vejer de la Frontera. Ni conocía su existencia, pero ahora ya no conozco el descanso sin poder ir de vez en cuando a ella. Desconocida, un tanto inaccesible y en muchos aspectos casi virginal. También larga y ancha, de arena fina si es bañada por el Atlántico y dura y espesa si no lo es, debido a la mucha concha con la que fue “replantada” no hace demasiado tiempo. Pasarela de madera mediante, sin paseo, sin agua corriente, ni duchas ni chiringuitos en la propia costa, sólo arena, mar y Sol. Por un lado Conil pueblo es el punto de inicio, el final quizás el Cabo de Trafalgar. Siempre con ambiente, nunca llena. Adornada con los chalets y exclusivas casas de estilo Mediterráneo, una de ellas donde trabaja Ricardo, ya amigo e inseparable en las corredurías y nocturnidades varias; tio de Daniel, no sólo nos dio agua, cerveza, un café genial o nos prestó sombrilla, tumbonas y sillas... Nos animó, nos hizo reír, y juntos disfrutamos de ello, de todas sus ocurrencias y de las continúas cacerías empezadas y nunca acabadas. Su humor y amistad fue un regalo más en estas vacaciones y un aspecto a no desestimar y jamás olvidar.

El Sol, la brisa y el mar y tampoco la compañía de Ricardo eran los únicos alicientes de esta recóndita playa. Poseía un chiringuito/bar especializado en mojitos, cócteles y puestas de Sol para quitar el sentido. La decoración feng-shui invitaba al misticismo del ambiente, y la amalgama de sabores y olores a disfrutar de tantos brebajes y pociones para enervar los sentidos. La simpatía de camareros y camareras (sumemos también su belleza) fue otro gran descubrimiento, así como la sucesión de espectáculos, ya fueran traga-fuegos, malabaristas de estrellas, batutas y capoehiras mediante. Mojitos, daikiris, soberbios cafés o ya las más mundanas copas regaron las bocas secas e intentaron turbar sin piedad nuestros sentidos, pero ante tanta belleza, espiritualidad y trascendencia, quedaron en infructuosos intentos y jocosos comentarios.

Con olfato y gusto ocupados el vislumbrar el atardecer bajo en la playa era un regalo más imposible de cegarse en mi memoria. Sentarme en la arena y rodearte con mis brazos, para ver como moría un día, es algo que ya deseo hacer toda mi vida, de continúo, a la carrera. Estemos donde estemos, aunque con menos belleza paisajística, apoyaré mi cabeza sobre tu hombre, y mi rostro en el tuyo, para sin palabras decir que te amo, siendo el Sol el que escriba mis poemas, con fuego y azufre sobre el tapiz del horizonte.

Más playas albergaron nuestros días como Punta Paloma en Tarifa, donde a la ya cotidiana belleza gaditana del paisaje nos sumo la novedad de embadurnarse en barro, volviendo a aquellas funestas tardes de otoño y juegos infantiles. Conil también nos regalo momentos plenos de descanso y pasión por el día, igual que nos sumo fiesta y cansancio en la noche, dentro de un pequeño pueblo costero y pesquero en sus orígenes, pero ahora mudado al turismo cuidado y respetable con entorno, tradiciones, descansos y residentes. La fiesta, la noche, el ambiente es genial, y se podía vivir desde los botellones a ras de playa, hasta los tugurios de pachangueo del centro, enclavados en casas tradicionales, que con su patio interior daban ese toque pintoresco y a la vez “cool”, para ir terminando en las discotecas más puras donde re-escuchar una y otra vez, cada noche, los mismos temas musicales aburridos y convencionales. Por todas ellas viajamos, sólos o en compañía, puesto que por nuestra “morada” llegaron la amiga de Dani, que con su atropellada marcha nos asustó, para luego tranquilizarnos y por último maldecir el que no pudiera disfrutar más días. También pasaron la sofi y su prima, como tiene que ser, y también llego mi vida, mi amor, Mo cuishle…

Y Cádiz me enamoro. Lo hizo lentamente pero seguro. Aplicó sus armas más contundentes. Su playa, su clima, el calor de sus gentes, su ambiente, y utilizó la bala más preciada de su bello arsenal. Volveré, no una ni dos, muchísimas veces. Sueño hacerlo contigo Ana, pero si tengo que hacerlo solo me conformaré con acompañarme de tu recuerdo. Hasta pronto, Cái!!!

lunes, 4 de agosto de 2008

Ya llegamos

Y ya estamos aquí. Costo lo suyo porque salir de esta Salamanca deprimida y depauperada aunque sólo sea para unos días es una odisea. Entre las carreteras y lo díficil que se hace ahorrar 4 "duros" para disfrutarlos 15 días se hace utópico pensar en las vacaciones y el veraneo. Pero conduciendo por la Ruta de la Plata, que es algo así como la Ruta 66 en España conseguimos llegar a nuestro apartamento de Málaga, mejor dicho Benálmadena o no sé si Torremolinos porque pese a la belleza del paisaje, no les bastaron a alcaldes, constructores y corruptos esquilmar estos parajes por hoteles y bloques cada vez más altos, cada vez más cercanos a la playa, más colapsados y hacinados en una suerte de dudoso gusto y consecuencias fatales de mezcla entre la ciudad o pueblo tradicional mediterráneo y la búsqueda del skyline.

Dani, Miguel, fio y el que escribe tenemos la intención de disfrutar para olvidar, revitalizar las arrugas, maximizar las experiencias y tornar por inolvidable cada minuto y anécdota. Entre las risas, la fiesta, las mujeres, el alcohol y las labores típicas transcurre nuestro tiempo con no menos notables horas dedicadas al sueño y el descanso.

De momento el mejor descubrimiento es el Botellón en la playa, aquí en Benálmadena. Bárato, sano y un acto de socialización clave e inmejorable. El mejor sitio para ligar, conocer gente y también tomar nota de cuáles son las opciones que se nos pueden presentar en el devinir de estas dos semanas.

Y aquí recordatorio para la conciencia que me ataca por ser gracioso, inteligente y ocurrente, aunque se convierte en insoportable cuando uno se deja llevar por el interés. No os preocupeis que os lo recompensaré. Esta es mi declaración y tiraremos de inventiva para poder hacerlo.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...