Si, es verdad. Si miras las entradas más recientes de este blog vas a ver, que sí, que estoy escribiendo mucho, últimamente, sobre las condiciones de la clase trabajadora. Y este post que estás leyendo también va en esa línea. Para no perderte te enlazó a continuación los últimos textos que se han centrado en la vida y el trabajo de miles de millones de personas en el mundo:
- Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal
- Una vuelta utópica a la necesaria reducción de la jornada laboral
No estamos acostumbrados, o incluso se puede decir que ha existido un interés por “des-acostumbrarnos”, a que desde el arte y la creación, desde la Literatura, el cine o las series, se refleje el mundo laboral más básico. La capa de trabajadores manuales, con o sin formación profesional específica, es decir, con oficio y maestría, y los avatares de su día a día no aparecen en estos productos culturales de consumo masivo. Mucho menos a que se centren en cómo el trabajo afecta a sus vidas. Cómo la profesión elegida o impuesta modifica sus valores, su forma de pensar, su propia identificación y las expectativas de futuro que tienen.
Por esto se me hace muy celebrado el hecho de encontrar una novela que directamente interpela a la clase trabajadora manual, por lo general, precaria y atomizada, y sin obviar, ignorada y silenciada por otras expresiones culturales. Con La mano invisible Isaac Rosa (Sevilla 1974, autor, periodista y columnista habitual de eldiario.es, Público y otros medios) escribe sobre un personaje que hemos conocido siempre aunque ahora podamos sentirnos más o menos cercanos a él: la clase trabajadora.
Con este trabajo de 2011 Rosa conseguía desdeñar el mundo laboral en el entorno urbano de la sociedad capitalista, en un momento en el que se habían hecho ya patentes las desigualdades, abusos y fracasos que las políticas de desregulación económica y social propias del neoliberalismo habían provocado. Al tiempo que se caldeaba y organizaban respuestas emancipadoras, igualitarias y libertarias, La mano invisible podía servir como una guía de como ese pretendido mecanismo automático y espontáneo había legado un mundo deshumanizado, a cambio de hacer avanzar la economía y la sociedad en la senda del crecimiento perpetuo. Cómo se habían creado universos personales llenos de frustración y apatía, al haber hecho el trabajo fin último de la vida humana.
Por lo tanto, la novela presenta una profunda crítica social, además de un análisis acertado de las causas y consecuencias que las políticas económicas de talante neoliberal, con sus burbujas y crisis, habían provocado. Meritorio en esta línea es el trabajo del autor en la investigación y documentación de las propias condiciones laborales de cada trabajador o trabajadora, en los pormenores del oficio y la rutina del puesto, y también de las consecuencias vitales y en el día a día de su existencia, que el trabajo y el capitalismo desregulados han provocado.
Para hacerlo, Isaac Rosa parte de un planteamiento original: el de una nave que contiene un espectáculo teatralizado que presenta a varios trabajadores llevando a cabo sus oficios, ante un “público” que acude a ver cómo trabajan esas personas. Y el experimento, del que se desconocen en todo momento origen y fines del proyecto, se convierte en viral. Los lectores descubrimos con los propios personajes algunas de las condiciones de lo que ocurre detrás del escenario de la nave de un polígono cualquiera de una indefinida ciudad. Los cambios imprevistos y obligatorios en los ritmos de trabajo. Las penalizaciones y la ausencia de recompensas o gratificaciones. En cada página vemos como cada personaje, cada trabajador, es sometido a condiciones laborales precarias y a un mayor grado de explotación. Y vemos con él o ella, cómo el trabajo se convierte en alienante, se deshumaniza y roba dignidad a la persona que lo desarrolla. El hecho de que trabajen desconociendo el objetivo mismo de su trabajo, el valor de su productividad, compone una parte de la crítica al capitalismo, al trabajo especializado y a la globalización y a los valores que apelan al trabajo como fuente de virtud y definición del ser humano.
El propio simbolismo que implica La mano invisible como fuerza que los controla y transforma, les hace sentir impotentes e insignificantes. Incapaces de retomar su propio destino y dignidad, porque han sido despojados del valor de su trabajo, al convertirlos en engranajes intercambiables del sistema de producción capitalista. Isaac Rosa pues nos presenta a trabajadores oprimidos y denigrados, atrapados en un sistema que no pueden cambiar porque apenas lo conocen, y que ha constituido una sociedad contemporánea alienante y centrada en el lucro.
En La mano invisible no hay nombres propios. O mejor dicho hay un nombre propio que sobresale por encima de todos los demás: la clase trabajadora. Hay personajes pero desconocemos sus nombres propios, y el autor los presenta a través de su oficio. Hay así un albañil, un carnicero, una operaria de línea de producción de fábrica, un mecánico, un mozo de carga, una tele-operadora, una costurera, una limpiadora, un camarero, un informático, un guarda de seguridad. Incluso una prostituta que denigrada, invisible y violentada, si, también es clase trabajadora. Aunque no estemos de acuerdo con el abuso al que ellas son sometidas.
El autor nos los presenta de uno en uno en su capítulo propio, dispuestos en orden cronológico, tejiendo de este modo relaciones que se hacen cada vez más complejas entre compañeros, los intereses que unos y otros pueden llegar a tener, así como las actitudes con las que aparecen y desarrollan, desde la rebeldía y el hartazgo del albañil o la tele-operadora, hasta el matonismo y el lameculos del carnicero, o el interés egoísta del informático.
Si bien la lectura de la novela se vuelve por momentos demasiado monótona, y no acaban de desencadenarse las acciones a las que los distintos personajes son, irremediablemente, llevados a tomar, puedo decir que La mano invisible es una lectura entretenida que tiene como principal valor el poner de nuevo a la clase trabajadora, la clase más común de todas, en el proceso de creación cultural. La ironía es el recurso básico del que Isaac Rosa se vale para presentarnos las profundas contradicciones del sistema capitalista y las brechas sociales que genera y mantiene. De este modo y de manera fundamental, la novela ejerce una crítica total al modelo económico-social imperante, impuesto por las élites, gracias a la publicidad, el consumismo, el individualismo y a una educación teledirigida en la consecución de la satisfacción personal a través del trabajo.
Para ello resulta acertada el centrarse, una vez presentados los pormenores de cada oficio, en las sensaciones y sentimientos que esta experiencia profesional, comparada con las anteriores del o la trabajadora, tienen. Y en ver cómo estás van cambiando, al tiempo que se modifican las funciones, cargas. Vemos como las frustraciones, las emociones, los deseos y anhelos se transforman en espirales de constante retorno que nos hablan de la insatisfacción profesional, y fundamentalmente de la personal. De cómo el trabajo no nos ha hecho libres bajo la presión capitalista y competitiva. Sino, al contrario, nos ha subyugado, atomizado y dominado hasta perder nuestra dignidad, tanto individual, como colectiva.
Por todo ello, recomiendo la lectura de La mano invisible Isaac Rosa, así como que sigamos profundizando en obras que nos habla en tan acertadamente de nosotros mismos. Que nos planteen espejos sin deformación que saquen nuestras ojeras, nuestros callos en las manos y los cortes y heridas de la piel, hechos en la cotidianidad de la rutina y el trabajo. Puedes si quieres por continuar en este blog en los enlaces del principio.
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