jueves, 27 de marzo de 2025

Una vuelta utópica a la necesaria reducción de la jornada laboral


Como es ya habitual, fruto por una parte de la siempre exacerbada alta política en España, y por otra, de la aceleración de los tiempos, la actualidad se vuelve vertiginosa y los temas se crean, se transforman y diluyen. Los problemas se perpetúan. Las propuestas, escasas, se desvanecen y ni siquiera permean. Y las soluciones sobre el terreno acaban posponiéndose. Una de ellas, todas la que tienen que ver con la racionalización de los horarios, y en particular, con la reducción de la jornada laboral es un perfecto ejemplo.

Como radical y rebelde defensor de esta medida de dignidad, pero también de productividad, de la clase trabajadora ya he hablado en varias ocasiones de este tema. Aquí dejo ambos enlaces interrelacionados y sobre los que voy a partir para actualizar la propuesta:

- Reducción de la jornada laboral: Una quimera necesaria

- Una vuelta filosófica a la necesaria Reducción de la Jornada Laboral


Si vuelvo al tema en este momento es porque mientras entran y salen nuevos y viejos problemas, una de las medidas estrella del grupo político Sumar en el gobierno de coalición era la reducción de la jornada laboral, que ha quedado, parece, en el limbo, mientras se negocia con otras fuerzas y se trata de sacar unos más que necesarios presupuestos.

Hay quienes parten de ciertas evidencias y noticias sobre un futurible escenario de abundancia en el que planteamientos de reducción de la jornada laboral serían más que evidentes. Se habla de avances tecnológicos y científicos que abaratarian casi hasta el coste cero la producción de energía, que además serían limpias y renovables. Se apunta el progreso en materias de biotecnología, y en sus distintas ramas, que nos llevarían a un mundo de alimentación ilimitada, creada en laboratorio, que reduciría el impacto medioambiental y en el bienestar animal. Se pone como ejemplo el avance exponencial de la Inteligencia Artificial y la digitalización de la economía. Ejemplos todos estos y más, de que en teoría, nos vamos hacia una sociedad opulenta, en la que los límites económicos y ecosistémicos serían superados por el ingenio humano y la tecnología. En cualquier caso, me parece que plantear estas ensoñaciones de recursos ilimitados cuando es bien evidente la naturaleza finita del medio natural y de la propia vida, es, por lo pronto una utopía, cuando no una cháchara mentirosa y auto-complaciente.

Porque, a parte de la realidad de un mundo de necesidades permanentemente ilimitadas y satisfechas con recursos cada vez más escasos, existe una sobreponderancia del beneficio económico. No parece muy inteligente creer que porque se construya un mundo de abundancia infinita y eficiencia absoluta, el reparto de estos beneficios vaya a ser equitativo, o cuando menos social. Lo que nos enseña la Historia y la experiencia (y por ejemplo, no hace tanto de la pandemia de covid-19) es que todo avance económico y tecnológico ha devengado en un ejercicio especulativo colosal del que se han beneficiado las élites que ya estaban o que se creaban por su dominio previo de los condicionantes de tal beneficio.

Las utopías se volverán distopías, y la vida para el grueso de la población, decena de mil millones de personas al paso que vamos, se medira en dolor y en injusticia. Por ello las políticas activas que planteen modelos alternativos son la solución. Puede ser el Decrecimiento o la inclusión de sistemas de Renta Universal. Acciones en favor de derechos tangibles de ciudadanía (alimento, vestido, vivienda, cultura), y políticas de dignidad por las condiciones materiales de las clases trabajadoras (o bajas o populares) como pueda ser la reducción de la jornada laboral, y la puesta en marcha de políticas urbanísticas y de movilidad que devuelvan tiempo a las y los trabajadores.

Sin duda, la propuesta gubernamental actual es muy tímida, por no llamarla directamente cobarde o una estafa. Una reducción de apenas 30 minutos al día (total de 2.5 horas a la semana en la joranda máxima de 40 horas que pasaría a 37.5), al tiempo que en otra negociación planifican con la patronal y los sindicatos mayoritarios una ampliación de la edad de jubilación hasta los 72 años. Una vergüenza que partidos, y me da igual que sean nuevos, que ya no estén en el gobierno, o viejos se denominen "de izquierdas" y permitan tal atropello.

Esta no es la solución que se necesita y reclama. No. Todo lo contrario. En el contexto económico y productivo actual el camino es reducir agresivamente la duración de la jornada laboral, llevando la jornada laboral máxima diaria a 6 horas. La semanal a 30. Favoreciendo el establecimiento de semanas de 4 días laborables. Prohibiendo las horas extraordinarias y persiguiéndolas. Alentando una mayor creación de empleo y promoviendo las jornadas intensivas, incluidas las de los servicios nocturnos y de guardias, para que sean bien remuneradas. Favoreciendo con ello aspectos como la conciliación familiar y la satisfaccion vital. Y por supuesto, bajando la edad de jubilación para que las clases trabajadoras, productoras, puedan disfrutar de una vejez con salud y dignidad. Todo ello, por supuesto, sin disminuir los salarios y pensiones, es decir, las rentas del trabajo.

En conjunto, se trata no de regalar tiempo, ni tampoco dinero al grueso de la población, sino de devolver la dignidad que se han ganado, y aumentar la productividad. Sin olvidar, como decía ayer, el trabajo de las mujeres que se dedican a las labores de cuidados y mantenimiento de domicilios, incluidas las personas que llevan a cabo las tareas de su propio hogar.

Según diversos estudios actuales, de organizaciones poco-dudosas de pertenecer a sindicatos o partidos de izquierdas, como Cotec o Sigma2, hasta un 81% de la población apoyaría la reducción de la jornada laboral sin pérdida de salario. Han aparecido en estos meses en los que se ha planteado la reducción de la jornada laboral hasta los 37,5 horas a la semana, una reducción como digo muy tímida, consensuada con la patronal en ese infausto clima para las clases trabajadoras de falsa paz o diálogo social. Por lo que no han aparecido debates, ni oposiciones. Es decir, hay consenso.

En este sentido, es evidente pensar que propuestas más radicales y obreristas como las que planteó un par de párrafos arriba si generarían acaloradas respuestas y debates enconados. Permítame dudarlo.

Al mismo tiempo que millones de chinos viajan por Europa gracias a su jubilación a los 55 años, la reducción de la jornada laboral se está llevando a cabo en todo el mundo. Existen experiencias, tanto empresariales como gubernamentales que avalan el éxito y la necesidad de esta medida. En Islandia, en Finlandia, en Francia, en Alemania, en Irlanda, en Japón, en Australia o Nueva Zelanda. La normativa impulsada por el último gobierno socialista en Portugal hacia las 35 horas semanales o el año pasado la propuesta de Berni Sanders por una ley de las 32 horas semanales en Estados Unidos. Y todas estas experiencias demuestran la racionalidad en términos éticos y de justicia social, pero también productivos y económicos de esta medida.

Partamos por definir que es el tiempo de la jornada laboral:

En esencia, cada trabajador o trabajadora “vende” en el mercado laboral su tiempo, su “vida”, con un gradiente de valor añadido en base a la experiencia o la formación profesional o académica que posee. Es decir, la fuerza de trabajo es la capacidad individual de producir (en un entorno concreto) y se mide por el número de horas que nuestro cuerpo y nuestra mente, pueden ser productivos. Esta relación se formaliza en un contrato de trabajo y fomenta una retribución por el tiempo efectivo de trabajo (NO el dedicado en ir o venir al puesto de trabajo). Todo ello queda regulado en estatutos de los trabajadores, convenios profesionales, tablas salariales y reglamentaciones de seguridad laboral. En conjunto, lo que provoca es que el o la trabajadora se conviertan en factores de producción, como las máquinas, las herramientas, las materias primas o la energía. Suponen un coste para el empresario y por lo tanto, las personas que trabajan se convierten en “cosas” (cosificación de los trabajadores, en palabras del filósofo marxista Lukács).

En el afán por luchar contra esto, y en volver a ser más personas, más humanos, entran las luchas por la reducción de la jornada laboral (o la disminución de la edad de jubilación).

Llevamos ya más de 100 años con reglamentaciones que fijan en 40 horas semanales el tope de las jornadas laborales. Llegaron con tremendos sacrificios y dolor de las clases de trabajadoras conscientes de su situación de indignidad, pero también de su poder como fuerza productiva y también revolucionaria. Sabedores de su componente internacional. Su éxito se fraguó en normativas como la Ley de las 40 horas, impuesta en Estados Unidos en 1922, o la Ley del trabajo de las Cortes de la Segunda República en 1931 que fijaban en 40 horas el máximo y la obligación de devolución de las horas extraordinarias por parte del empresario.

Cien años después no hay que ser un marxista declarado, ni un comunista convencido para entender que vivimos una auténtica injusticia, que además, tiene un componente de irracionalidad y de crueldad. No se explica que trabajemos las mismas horas, o incluso más, o muchas más si incluimos los tiempos de traslado a los centros de trabajo, hoy en día, momento de la economía digitalizada y mecanizada, de la industria tecnológica y de los procesos mecanizados, que cuando la electricidad y los motores de explosión eran la novedad en las cadenas de producción. Aquí pareciera que los propietarios del siglo XIX que protestaban ante las huelgas de sus trabajadores para rebajar jornadas laborales de 14 o 16 horas diarias, hubieran acabado ganando el debate. Cuando llevan 200 años cacareando las mismas nefastas consecuencias, profecías, evidentemente desmentidas por la Historia y por la razón.

Vuelvo a citar aquí a Keynes quien en 1930, un año después del crack bursátil, ya aventuraba que para este momento histórico, para la actualidad, las jornadas laborales serían de 15 horas semanales, debido a la mejora tecnológica y en las formas de producir. Si parte de los trabajos, cuando no tareas productivas completas, son realizadas por máquinas o algoritmos informáticos, lo lógico es que las personas trabajen menos horas y puedan absorberse esos parados de más producidos por el avance tecnológico, con un reparto equitativo del volumen de horas de trabajo necesarias.

Sin embargo, el economista británico falló. Desgraciadamente no contó con otros factores históricos y sociales como la absoluta laminación de los tejidos reivindicativos laborales. La disolución cuasi plena de las clases trabajadoras, atomizadas por un consumismo enfermizo, enfrentadas entre ellas por país, por raza, por género, por sexo, por edad o por profesión, compitiendo entre ellas. Secuestrados en el miedo y en la cultura de masas de raíz burguesa. Individualizados los trabajadores, carentes de una ideología de clase que los ampare tras la desintegración del proyecto socialista de la Unión Soviética y de los sindicatos y partidos de clase, convertidos hoy en engranajes del régimen burgués.

Tampoco ha sido predicho o profetizado qué iba a ocurrir con el tiempo de las clases trabajadoras. Sólo así se entiende el actual ritmo de vida de las clases trabajadoras en Occidente, que lejos de frenarse va en aumento, añandiendo estrés, frustación y diversos problemas de salud. En su recomendable obra, La fábrica del Emprendedor, el sociólogo Jorge Moruno aporta los datos y hechos que explican la situación actual. Este párrafo es ilustrativo:

Vivimos en un país donde la Agencia de Seguridad Alimentaria está controlada por Coca-Cola; el ministro de Economía, Luis de Guindos, viene del Consejo Asesor de Lehman Brothers a nivel europeo y de ser director en España y Portugal; y la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, tiene una empresa denunciada por no pagar a sus trabajadores. Relax era un conocido tema de los años ochenta, relaxing cup of café con leche, de Ana Botella, es la consigna del esperpento posmoderno español. Según el Comité Español de Acreditación Medicina del Sueño (CEAMS), los españoles duermen de media una hora menos que el resto de ciudadanos europeos, y según la Organización Mundial de la Salud (OMS), dormimos 53 minutos menos al día que la media de la UE. El tiempo medio que tardamos en ir y venir del trabajo en España es de 57 minutos, en Barcelona asciende a 68 minutos, y en Madrid, a 71, como destaca un estudio de La Caixa. Otro estudio de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España afirma que se dan «jornadas interminables que inhabilitan a los trabajadores para conseguir una completa conciliación de su vida laboral con su vida personal y familiar». La Fundación Pfizer diagnosticaba en 2010 que un 44% de los españoles y las españolas sufría más estrés que en 2008. Esto se traduce en el consumo de 52 millones de tranquilizantes, colocándonos a la cabeza de los países de la OCDE. También aumenta con la crisis el consumo de hipnosedantes, pasando del 5,1% en 2005 a un 11,4% en 2011.

(Moruno, J. (2015), "Capítulo III. Proletarii". La fábrica del emprendedor. Ed. Akal. p. 33).

Duele encontrar un panfleto de 1998 de Izquierda Unida en el que abogaba por “trabajar menos para trabajar todos”, campaña por las 35 horas, y hoy, nos vayamos a dar un canto en los dientes si acabamos con una jornada de 37,5 horas.

Era el trabajar menos para trabajar todos, pero ya hoy es trabajar menos para vivir más.

Y es que la pandemia de covid de 2020 lo ha cambiado todo. Íbamos a salir mejores. Millones de personas han descubierto que quiere reducir su tiempo de trabajo y ampliar el de su vida, ganar trascendencia con ello. Llegan nuevas generaciones que están aprendiendo y deseando concebirse como personas, y no tanto como trabajadores. Definirse más por quiénes son o quieren ser, y no por a qué se dedican. No deja de ser una notificación de individualismo, alejada de los patrones de solidaridad obrera, pero puede ser la brecha con la que quienes sabemos de la importancia y del sentimiento de pertenencia obrera podamos penetrar y generar una mayor conciencia y articular procesos de lucha que de verdad cambien las cosas.

No se puede olvidar uno de que hoy en día el número de trabajadores, que en el estado español, pero también en todo Occidente, están condenados a la pobreza pese a tener un puesto de trabajo. Una década de crisis neoliberal, sumada a unas políticas criminales de adelgazamiento de los servicios públicos, más la citada pandemia, han legado legislaciones laborales abusivas por parte de una patronal crecida que ha impuesto marcos, sin negociación, sin diálogo y sin paz social, que no han sido contestados por las fuerzas obreras. Bien por inacción de sus teóricos representantes o por desánimo o desconocimiento de los propios trabajadores afectados.

Hoy y todos estos años, el ecosistema laboral es de la sub-contratación y los falsos autónomos, el de los becarios y contratos en prácticas, el de los contratos temporales y a tiempo parcial. El de la indefensión del trabajador frente al patrón. El de la falta de seguridad laboral. El de una precariedad laboral que se convierte en vital cuando hablamos de los jóvenes que se incorporan a un “mercado laboral”, que ya ha conseguido su objetivo: deshumanizar el trabajo y la economía productivas, para convertirlas en bienes especulativos y financieros. Es decir, en dinero.

Se lucha desde la élite contra las subidas del salario mínimo interprofesional o de las pensiones mínimas, pero no se entra en el fraude fiscal, en las excesivas plusvalías o en el capitalismo de amiguetes tan profundo y arraigado en el estado español. Quedan en suspenso las luchas contra los fraudes laborales, las agencias privadas de empleo (verdadero cáncer de las relaciones capital-trabajo) y contra las plataformas “colaborativas” de internet que han deslegitimado la organización obrera, aumentando la precariedad hasta niveles distópicos.

Por ello, hoy es vital que los trabajadores se organicen alrededor de un programa de lucha contra los despidos, contra el trabajo precario y contra el paro, que señale claramente que nuestras vidas valen más que sus ganancias. Hay que reducir la jornada laboral sin merma del salario ni de las cotizaciones, y también hay que disminuir la edad de jubilación. Sin medias tintas, ni concesiones.

 


miércoles, 26 de marzo de 2025

El trabajo doméstico: Dignidad, derechos y necesidad

Una imagen muy común en nuestras ciudades en la actualidad: Una mujer joven inmigrante, de origen latinoamericano, asistiendo a una persona mayor.

 

Según datos estadísticos recogidos por diversas instituciones (desde el INE hasta los Institutos autonómicos de estadística, Universidades, sindicatos y fundaciones, tanto privadas como públicas) y cruzados por investigadores o periodistas en 2016 existían en torno a 800.000 trabajadores dedicados a las tareas de cuidados, incluyendo tanto la asistencia a personas mayores, a menores, como al mantenimiento de los hogares domésticos. Una mayoría abrumadora, prácticamente del total, son mujeres, trabajadoras, de las que en un porcentaje del hasta 80% son inmigrantes. Estos datos, claramente, se han incrementado tras la pandemia de Covid de 2020 y 2021.

Es decir, la sociedad y la economía española se basan en el trabajo de estas mujeres, como digo muchas extranjeras que se ocupan de nuestros hijos, nuestros mayores y nuestras casas. Muchas lo hacen sin contrato, sin seguridad laboral ni social, por salarios de miseria y con horarios y condiciones abusivas. Estigmatizadas y discriminadas por asistentas, por pobres, por mujeres y por extranjeras.

Me parece muy importante el verbo “basar” porque la economía española (pero también cualquier economía), ese gigante o ese crucero que siempre marcha a buen ritmo según los distintos gobiernos, está cimentada sobre los hombros de mujeres que llevan a cabo las tareas cotidianas, de cuidados, limpieza y mantenimiento de personas y hogares, facilitando, cuando no haciendo posible, que otras fuerzas productivas puedan dedicarse a jornada completa en las excelencias de la economía regulada, monetizada y con valor.

Es evidente, que tras 50 años de democracia (pseudo), los últimos ya 7 (cuidado) con el gobierno más progresista de la Historia, con Ministerios de la igualdad y políticas feministas, el estado español, ningún gobierno de ningún partido ha tenido interés en regular las condiciones de trabajo de este sector, investigando, denunciando y multando los abusos de la patronal. Los desmanes diocechescos de señores y señoras sobre las chachas.

Quizás en esto tenga que ver el hecho de que se trata de un sector productivo y profesional extremadamente disperso, con un asociacionismo y activismo sindical prácticamente nulo en el que influyen tanto las propias condiciones de trabajo (jornadas eternas, duras, de personas que se ven solas frente a sus “empleadores” y sin contacto con “compañeras”). Para mi mucho más evidente es que los sindicatos mayoritarios (otros si que pueden levantar la cabeza con orgullo por estar en esta lucha) no han mirado a quienes han preparado desayunos, atendido a los abuelos y a los hijos, o limpiado la cocina del chalet, las escaleras del bloque o la oficina.

También me escuece, y mucho, la actitud en este tema de los partidos de la nueva izquierda, y también de la vieja, que jamás han planteado estas más que legítimas reclamaciones. Pareciera que desde los departamentos universitarios de sociología y ciencias políticas la vida y el trabajo de las asistentas y limpiadoras no importaba.

Se trata de un sector fundamental, básico, pero que como no genera una creación directa de riqueza y de valor monetario no son tenidas en cuenta sus condiciones de trabajo y vida. No se entiende, o mejor dicho, no se quiere entender que sin el trabajo de estas profesionales, otros, fundamentalmente hombres, no han podido crear la riqueza en los puestos de trabajo regulados y cotizados.

Lo cierto es que el sector de los cuidados, insisto, mal pagado, sin apenas protección y condenado a los abusos, el machismo, la xenofobia y la aporofobia, suple la falta del estado en la materia de cuidados. Si las distintas administraciones tienen la obligación constitucional de garantizar la igualdad entre ciudadanos, son estas mujeres las que cumplen ese mandato, y ni siquiera reciben una cotización que mejore sus condiciones llegada la jubiliación. Suplen y escamotean la responsabilidad de la sociedad, y en particular de las instituciones, en materia de guarderías (apenas el 8% de los niños de entre 0 y 3 años tienen plaza en una guardería pública), residencias y cuidado de mayores y dependientes (Según el Observatorio Estatal para la Dependencia a 30 de junio de 2017, el número de dependientes reconocidos por el Sistema de Autonomía personal y Atención a la Dependencia (SAAD) es de 1.217.355 y las personas atendidas son 898.243, por lo que 319.112 están a la espera de recibir las prestaciones a las que tienen derecho) y cientos de miles de estas mujeres se ocupan del bienestar en muchos domicilios españoles.

De hecho, si estas mujeres decidieran una huelga del servicio doméstico, más de la mitad de los trabajadores en el sector que si produce a ojos del estado español, no podrían acudir a su puesto de trabajo ese día.

Pongo el foco ahora en las trabajadores que asisten diariamente a las personas mayores, muchas de ellas dependientes y/o con enfermedades crónicas. España es uno de los países del mundo con una mayor esperanza de vida. Y también es uno de los que tiene unas tasas de fecundidad y nacimientos más bajos. Es así, bajo estos parámetros estadísticos con los que se fundamenta las abominables ampliaciones de la edad de jubilación. Sin embargo, en ningún momento se plantea que el trabajo de mujeres en el sector de los cuidados mejore en sus condiciones. Que pueda cotizar, esté regulado y asistido y sume en el conjunto de la riqueza del estado, cuando no cabe duda, son quienes están sujetando el manido estado del bienestar. Que las mujeres trabajadoras en este sector ganen los derechos, la dignidad y el reconocimiento que merecen, como parte imprescindible de la sociedad.

Lo que se hace desde partidos políticos, patronal y los medios de comunicación de masas es poner en el disparadero a los jubilados (que también tienen lo suyo, eh, porque van a dejar un mundo peor del que recibieron, y van a disfrutar de unos servicios que los demás ni vamos a oler). El problema del envejecimiento en España, y si, lo ponen como un problema el que “vivamos más” (no sé qué dirían si resultase que viviésemos menos…, bueno sí, ahí los tenemos con la escalada belicista y en armamento pa'alante), es el mantenimiento del sistema público de pensiones, porque cada vez hay menos trabajadores, menos cotizantes y sí, más beneficiarios con pensiones más altas. Este mensaje va calando en la población, poco a poco, cual gota malaya, para al final ofrecer en los seguros privados de pensiones la panacea.

Qué casualidad. La solución pasa por ser esa, pero no que lleguen más inmigrantes, ocupando nichos de producción que no satisfacen por diversos motivos los nacionales, como el sector de los cuidados, por ejemplo. Tampoco se ponen en cuestión el adelgazamiento hasta lo raquítico del sector público, pre-jubilando a los boomers, y amortizando todas sus plazas para que no accedan más trabajadores de recambio. Desmontando de esta manera todos los servicios públicos, impidiendo una mejor atención ciudadana, desde la administración local hasta la general del estado. No se discute la lucha contra el fraude laboral y las rebajas efectivas de las jornadas laborales, no vaya a ser que se pierda el volumen del “ejército laboral de reserva” con más gente trabajando, con un reparto de las horas cobradas y cotizadas, no vaya a ser que se acabe la amenaza del despido en el sector privado. Y por supuesto, queda fuera de todo tema el reconocimiento y la puesta como sector productivo fundamental el sector precarizado, feminizado, de los cuidados, añadiéndole de manera formal, impositiva y cotizante a los índices de productividad del estado.

Pero el problema son las pensiones y la sostenibilidad del sector público, apelando a las pasiones de los trabajadores, enfrentando a las clases trabajadoras entre si, para que no discutan la supremacía de las élites cleptómanas y neoliberales. Pensando en qué malos y egoístas son los jubilados, no entramos en los costes que tiene para el estado del bienestar prácticas como la corrupción, el fraude fiscal y laboral, o el tomar por productivos sectores como la industria militar, y no el sector de los cuidados.

No nos damos cuenta de que la pensión “moda”, la pensión más común en el estado español, es la mínima, inferior al salario mínimo interprofesional (SMI) y que ahora está en 765, 60 euros al mes, y que la cobran masivamente mujeres que durante años han trabajado en sectores como el de la limpieza o el de los cuidados. Pero el problema son los jubilados españoles (por cierto, no los jubilados blancos europeos que si que hacen un abuso del sistema sanitario patrio), los inmigrantes “que quitan puestos” de trabajo a los nacionales o las mujeres que han tenido la desfachatez de salir de casa a trabajar.

Por poner en perspectiva, los jubilados de hoy reciben su pensión a través de las cotizaciones de los que trabajamos hoy. Por eso es tan importante ampliar la base cotizante incluyendo más personas trabajando y repartiendo las horas de trabajo y ganando más productividad. Y por ello son tan reacios los gobiernos y bancos centrales a hacerlo. Para laminar esa solidaridad intergeneracional y para convertir este derecho en un privilegio.

Y en segundo lugar, las pensiones de las clases trabajadoras están exentas de tributación porque en su momento, trabajando, sus salarios ya estuvieron gravadas por el IRPF. Eso no quiere decir que hoy en día un jubilado no pague su IVA al adquirir un producto o un servicio, o no tenga que hacer frente a impuestos como el de sucesiones o plusvalías. Pero lo que no puede ser es que se les aplique una doble imposición del IRPF por lo que la pensión queda excluida.

Ni que decir tiene que hay muchos jubilados que se han ganado su derecho y siguen siendo productivos a día de hoy, precisamente en el sector de los cuidados, atendiendo a los nietos, mientras los padres trabajan multitud de horas al día, o haciéndose cargo de las personas más mayores debido al aumento de la esperanza de vida. Normalmente estas labores, sobretodo si son más penosas, las acaban asumiendo las mujeres. Nuevamente.

En general, ya sean mujeres mayores que dan a comer a sus nietos o limpian a sus padres ancianos, mujeres inmigrantes que acompañan y asisten como internas a personas mayores o dependientes, mujeres que limpian los domicilios, preparan comidas y supervisan a los menores en ausencia de los padres, o trabajadoras que ponen a punto espacios públicos y privados (como las kellys, camareras de hotel que cimentan con su esfuerzo malpagado la excelencia del sector turístico patrío), ejerciendo labores de limpieza estamos hablando de un sector básico en la economía y en la sociedad. Sin su labor nos pararíamos. Tendríamos que hacer frente a un problema nacional de una magnitud colosal. Solo pensemos en cuando a un compañero o compañera de trabajo le han fallado los abuelos o la chacha. O cuando la inmigrante que cuida a su padre ha enfermado o ha perdido el transporte público.

Se pierde un trabajo efectivo y positivo, que no entra en la productividad nacional, pero que sin él, ésta no podría ponerse en marcha. Por ello, es imprescindible y un deber inexorable de toda persona decente promover una mejora de las condiciones laborales y de vida de estas trabajadoras.

 

 

Hace unas semanas leí, y lo recomiendo de manera activísima, el ensayo Nunca delante de los criados de Frank Victor Dawes. La obra aparecida en versión original en 1973 fue traducida al castellano hace unos pocos años, pese a que desde su publicación fue un éxito de ventas. Dawes fue un periodista inglés con amplía experiencia en medios locales, antes de trabajar en el Daily Herald o en la radio de la BBC. Pero nunca olvidó sus modestos orígenes y cómo su madre se ganaba la vida sirviendo en casas hasta bien entrados los años 30. De hecho, en 1972 publicó un anuncio en el Daily Telegraph solicitando a cualquier persona que hubiese trabajado como personal doméstico que le enviase por correo sus experiencias. La avalancha de misivas fue impresionante y dieron forma a una obra fundamental de Historia Social y de Historia del trabajo.

Las experiencias de doncellas, mayordomos, cocineras, lacayos, institutrices, y también de algunos de los empleadores, así como el estudio de las normas, convenciones sociales y reglas nos dan el contexto del sector profesional de la asistencia doméstica en Inglaterra, desde la época Victoriana hasta los años 70 del siglo XX, y en como fueron cambiando las circunstancias debido a diversos factores.

De manera mucho más modesta, me veo reflejado en la situación del autor, puesto que mi madre, toda su vida, desde los 11 años, hasta hace apenas 5 años, ya con 60, ha trabajado en el sector de la asistencia doméstica, siempre sin contrato. Sin seguridad social, ni cotizaciones, ni derechos a prestaciones. Sujeta a los caprichos de los patrones y sin más recompensa que las “buenas palabras” y un falso cariño hacia ella que tenía más de propiedad sobre la servidumbre que otra cosa.

Por ello considero que sería un muy buen ejercicio y una labor muy interesante recopilar las experiencias de trabajadoras de ayer y de hoy en el sector de los cuidados y la asistencia domiciliaria. Qué temores tienen. Qué situaciones han vivido. Qué cambios han visto. Cuáles son los problemas y las posibles soluciones. Qué necesidades tienen estas trabajadoras.

 

lunes, 24 de marzo de 2025

Situación del Perfumerías Avenida de Salamanca

 

La imagen de la derrota. Visto en Ser Salamanca deportivos.

 

La Copa de la Reina de baloncesto 2025 ha sido un gran éxito. La ciudad de Zaragoza ha acogido una edición que será recordada por el gran nivel visto en la pista, y por lo que parece también, una gran sintonía y hermandad entre las ocho aficiones de los clubes participantes. Una comunión que debe de ser la norma en este tipo de eventos, y desde luego, compone un ejemplo magnífico para un mundo desquiciado que se va a la mierda a velocidad inusitada. El deporte profesional, dominado ya hasta el absurdo por el fútbol (eminentemente masculino) y otras disciplinas, en particular los deportes de motor, bien podían tomar nota y hacerlo a través de la transmisión ejercida por un periodismo deportivo profesional, ético y proactivo. Por desgracia, el gran ejemplo de este fin de semana quedará en lo anecdótico para ellos. Hagámoslo perenne todos los aficionados al baloncesto femenino en España.

Sobre el parquet también se ha producido un hecho histórico y en su primera participación, el Hozono Global Jairis, de la ciudad de Alcantarilla en la región de Murcia, se ha proclamado justo campeón, venciendo sucesivamente a tres de los cuatro grandes del baloncesto femenino español: Valencia Basket en cuartos. Girona en semifinales. Y ayer, en la final, a Perfumerías Avenida de Salamanca.

Además, lo han hecho con un baloncesto moderno y atractivo. Con una puesta en práctica cohesionada y con los roles muy bien repartidos. Con todas sus jugadoras bien dirigidas desde el banquillo y aportando en las distintas facetas. Y lideradas por dos jugadoras llamadas a cosas importantes: Aina Ayuso, MVP de la fase final y una jornalera de esto que va a dar ya el gran salto; y Lou López-Senechal, jugadora de talento descomunal y posibilidades casi infinitas, seleccionada para cuotas muy importantes. Espero que puedan mantener la estructura y unirse a la élite ya establecida para hacer de la liga femenina una mejor competición. Me recuerdan al Avenida de 2004-05. Enhorabuena y disfrutad.

Si me lanzo a escribir, y fundamentalmente por costumbre, a ordenar mis ideas es por cómo, y desde la distancia, estoy viviendo estos años de mi Perfumerías Avenida de Salamanca.

No están siendo años fáciles para la estructura dominadora del baloncesto femenino en España en este siglo XXI. Factores internos y externos explican unas dificultades mayores a la hora de conseguir títulos y de seguir agrandando una leyenda que ya es parte de la Historia del Deporte en nuestro país, tanto del baloncesto, como de la práctica femenina. Firmar 20 finales consecutivas de liga es un hito estratosférico que nunca se ha repetido y que se antoja muy complicado de repetir, a menos que alguna de las secciones de los transatlánticos del fútbol se caigan por el deporte femenino con mucho dinero mediante. En fútbol parece que el Barsa va en camino.

Entre los factores o causas externas que explican estos años de desazón con el club está la clara mejora del nivel medio de la liga, con proyectos propios del baloncesto femenino como el de Jairis, o los equipos vascos y gallegos. Pero también debido a la entrada con mucha fuerza de estructuras que vienen del baloncesto masculino. Valencia Basket y Zaragoza son la punta de lanza, a la que siguen los clásicos Estudiantes y Joventut, y donde no ha de tardar el desembarco de otros como Unicaja Málaga, Gran Canaria o quién sabe incluso el Real Madrid (no será la primera vez que se hable de un posible interés en la compra de la estructura de Avenida por estos últimos).

Ya no hay uno o dos presupuestos, Avenida y Girona, que puedan mediatizar toda la competición y que esta acabe en un mano a mano entre ambos por los títulos. De hecho parece evidente que Valencia y Zaragoza ya han reventado el mercado sobrepasando por la derecha a los dos primeros. Y aparecen estructuras que pueden igualar aún más la competición. Buenas noticias en cualquier caso.

Este contexto además, tiene que lidiar con un nuevo ecosistema en el baloncesto femenino internacional, con la ampliación tanto en número de equipos como en duración del campeonato de la WNBA. Los salarios para las jugadoras han subido mucho, así como las obligaciones de contrato en exclusividad con las franquicias americanas, por lo que el mercado europeo se vuelve incierto al quedar fuera las grandes jugadoras estadounidenses, que por lo general, daban el salto de calidad a los clubes europeos.

Por lo tanto, la planificación de los equipos es más complicada, por una mayor competencia a la hora de contratar jugadoras, y porque han desaparecido las estrellas, las 7 u 8 jugadoras por franquicia que en Europa daban un nivel top. En esta situación, los equipos se están reinventando. Muchos de Euroliga invierten en jugadoras europeas contrastadas o no tanto, por lo que el costo de las internacionales ha subido mucho. El resto trata de investigar más el mercado, con un ojo puesto en las ligas universitarias y el otro en las ligas menores de Europa y en las de Asia o Australia.

Y Perfumerías Avenida qué ha hecho en este contexto. Pues es una decisión, al menos para mi coherente, ha tratado de respirar, dar un paso corto y esperar a que se normalice la situación. Probablemente, vivamos un nuevo capítulo con una re-configuración de las competiciones europeas para adaptarse al ritmo de la WNBA, y las jugadoras élite americanas vuelvan a jugar en Europa. Quizás lo hagan cuando los equipos rusos vuelvan a las competiciones internacionales.

Como digo esto no parece una mala estrategia pero después de que jugadorazas como Lloyd, Hayes, las Samuelson o Copper, hayan pasado por Würzburg, el ver al equipo actual puede invadir la desilusión y el hastío. Pero hasta aquí están las causas externas. Las causas con las que puedes luchar y sobrellevar, pero que son comunes al resto de equipos. Por lo tanto, aquí no hay excusas, sino simplemente descripción de la situación. Son las causas internas las que han derivado en la situación que estamos viviendo.

Si escribo es para ordenarlas, como siempre es en primer lugar para consumo interno y referencia de mi propia hemeroteca. No es la primera vez que lo hago.

Hace tres años después de un doblete nacional y una nueva Final Four de la Euroliga, Perfumerías Avenida afrontaba una nueva temporada siguiendo esta política con un equipo quizás más modesto, sin grandes nombres de jugadoras WNBA, pero con una base sólida de jugadoras nacionales y valores europeos. Al frente, el vehemente Roberto Iñíguez, entrenador muy controvertido.

Abrimos un capítulo porque con este señor es preciso hacerlo. Sin ninguna duda su llegada en 2019 supuso una vuelta a ver un gran baloncesto, ofensivo y coral en Salamanca, eso si, no olvidemos, con una plantilla con tres y hasta cuatro jugadoras top WNBA. Al mismo tiempo, se hacía en dueño absoluto del éxito del equipo, llegando a dos final four de Euroliga consecutivas, y ganando ligas y copas nacionales. Exigía, y ojo, que creo que es normal y de recibo, que el club diera un salto adelante, ganará profesionalidad (no puede ser que en 2025 las jugadoras se sigan lavando la ropa de juego en su casa), así como llevar una estructura interna con personas duplicando funciones. Especialización y mayores recursos que pasaban también, por una mejora de las infraestructuras del club. Desde un despacho para los entrenadores (cosa normal), hasta una mejora que necesita como el comer el ya vetusto Würzburg. Hasta aquí poco que discutir.

El problema viene en que sus métodos, y sobretodo, sus formas dejan víctimas. Por un lado, la imagen del club, donde hemos pasado de caer, relativamente bien a que nos pintasen la cara, como en los medios valencianos he llegado yo a ver y leer (ojo, que no tengo ninguna duda de que Iñiguez acabará en Valencia Basket y habrá qué ver que dicen ciertas cabeceras) y en hilos de redes sociales y foros en los que he participado con aficionados de otros equipos. También, y después de tener la oportunidad de hablar con algunas jugadoras y en confianza, dentro del vestuario donde se marchó dejando un ambiente cargadísimo y muy tóxico. Y por último, reventando por dentro el club donde el presidente Jorge Recio tomaba partido por él, defenestrando hasta marcharse el director deportivo Carlos Méndez, con el que podemos discutir muchas cosas (algunas que sabemos y otras que intuimos) pero que ha hecho un gran trabajo todos estos años construyendo y reconstruyendo equipos.

Y es que la temporada 2022-23 era muy convulsa, con un equipo más limitado que ya sumaba más derrotas, sobrevino la marcha de Iñiguez (en teoría para descansar, pero apenas dos semanas después se sentaba en el proyecto millonario del Izmir turco) no ha traído la paz necesaria. De hecho, los siguientes entrenadores no han podido completar la reconstrucción de un equipo, que sigue compitiendo al más alto nivel, pero lejos de un juego medianamente decente y digno a la historia del club y al nivel de la afición.

Pepe Vázquez cogía las riendas de una plantilla que se reconstruía para con un sobre-esfuerzo que al final se pagó, meter al equipo en los playoffs de euroliga y llegar a las dos finales nacionales. El equipo naufragó en todos ellos. Año uno con cero títulos.

En el segundo de estos años, el entrenador gallego no acabó de construir un juego sólido y fue cesado tras varias derrotas. El testigo lo cogió a media temporada, Nacho Martínez, un hombre con gran experiencia, no como primer entrenador, pero cuya labor ayudó a encontrar un mejor juego, pero con severos altibajos y el equipo volvió a quedarse a medias según se apagaban las fuerzas.

Para esta tercera temporada se buscó en Anna Montañana, en su quinta vuelta al club, ahora como entrenadora a la persona que fuera capaz de construir un equipo sólido, que juegue bien y aporte frescura y alegría al público de Würzbug. Desgraciadamente está fracasando.

Desde el primer partido, ver a Perfumerías Avenida es un dolor. Un equipo que no aparece trabajado, con profundos bloqueos en ataque, su anotación vive de la calidad individual de las jugadoras que buscan su tiro en un una contra una, tras haber desperdiciado la mayor parte de la posesión sin generar una mínima ventaja. Comparar por ejemplo dónde y cómo reciben las pivots rivales, y dónde y cómo lo hacen Fasoula o Koné. Es un ejemplo.

En defensa, hay algo más de trabajo (parece). Pero se siguen recibiendo puntos en las mismas situaciones (triples en las esquinas, puntos tras rebote, o bajo canasta tras triangulación porque no llegan las ayudas) y el cierre del rebote defensivo es un drama.

En el partido de ayer se volvieron a ver muchas de las taras y problemas, algunos endémicos, que el equipo tiene. Y también algunas de sus más trascendentales señas de identidad. La principal de todas, la capacidad de competir hasta el último segundo, de no entregar la cuchara y lanzar la toalla, incluso cuando te arrasan y sacan de la pista a base de acierto y de baloncesto. La decisión de jugar con cuatro pequeñas fue el impulso táctico que si le reconozco a la entrenadora. Pero después, el rebote defensivo se hizo imposible cerrarlo. Lo bueno, que ayer y como casi siempre, Avenida se sobrepuso, y buscó la heroica en una remontada imposible más por coraje y espíritu que por argumentos baloncestísticos. Le añadió entrega para dotar de incertidumbre al final y regalar a las vencedoras una loa competitiva del más excelso nivel. En conjunto, ambos equipos dejaron un gran partido, con las cosas típicas de las finales (nervios, desacierto, imprecisiones, competitividad, talento y clase) y un justo y dignísimo campeón.

Llegados a este punto hay que entrar en la configuración de la plantilla y en la política comunicativa del club.

En el primer aspecto, podemos hablar de otro fracaso. El presidente y dueño del club pone el dinero y bien que se lo agradecemos, pero si algo tenía bueno este club, era una dirección técnica que acertaba más que fallaba. Una separación de personas y funciones que permitía afinar más en cada parcela y área de responsabilidad. Ahora estamos al contrario. Me parece un error.

El único fichaje remarcable estos años es el de Iyana Martín. Tiene todo el futuro por delante, es una jugadora especial, tocada por los ángeles del baloncesto y encima destila espíritu y ADN Avenida por los cuatro costados. Sin duda, la mejor noticia del club en estos tres años.

Para acompañarla al base estarían Silvia Domínguez (al final hablaré de las veteranas) y Cornelius. La holandesa ha durado dos meses en el club, y demasiado me parece. Una base solvente, que conoce la liga, buena defensora de bases rivales, buen tiro y buena lectura de juego, parecía lógico tener una jugadora así, si tus otras dos bases tienen una 18 años y la otra 40. Pues bien, no ha jugado casi nada, y cuando lo ha hecho, lógicamente estaba fuera de foco, con lo cual pidió salir.

Las dos fichajes que deberían dar puntos eran Guirantes y Harrigan. La primera, la alero puertorriqueña, me parecía un fichaje de extremo riesgo porque necesita mucho balón para producir. La “4” bahameña ha sido una lástima pero no acabó de entrar, y ambas, también marcharon del club durante el mes de diciembre.

Por recambios han llegado primero Jespersen, que junto a Jankovic (el único fichaje del verano que permanece pero apenas utilizada), ha estado funcionando en el “3”. Y hace apenas un mes llegaron Lekovic y Cahoun, que no han jugado en toda la Copa. Desde luego tener 12 profesionales, con jugadoras internacionales y fichas extranjeras para que no sumen es una gestión nefasta, tanto desde el punto de vista del banquillo como de los despachos.

Completan la plantilla Fasoula y Koné como pivots. Ambas con calidad desbordante y con futuro. La griega, también puro espíritu Avenida, recobrando su nivel previo a la grave lesión de la temporada pasada. La maliense haciendo estadísticas con facilidad pasmosa pero muy acelerada, en mi opinión, habiendo perdido lectura y calma tras un verano trabajando en la WNBA. Están también la alero belga Delaert, lastrada por una lesión y la escolta americana Arica Carter, muy desafortunada cara al aro en la final de ayer, ya víctima también de un excesivo cansancio por llevar ya 5 meses acaparando tiros decisivos para ganar cualquier partido.

Y las nacionales. Silvia Domínguez, Laura Gil y Andrea Vilaró. Patrimonio de este club. Y de Salamanca. Las vamos a echar de menos cuando acaben su periplo profesional. Como a Leo Rodríguez. Si el equipo volvió ayer en el último cuarto fue por su garra, por sus ganas y por su inteligencia y talento. Lo pusieron todo arrastrando al resto de las compañeras, y haciéndose una con una afición que creía posible la remontada. Poniendo sobre la pista el peso de una camiseta ya histórica del deporte español. Pero pese a ello, hubo justicia y Jairis pudo cerrar el partido y hacerse con el título, más que merecido.

Desde luego, no puede verse jugar una nueva final como un fracaso absoluto. En el deporte solo gana uno, y si se da todo lo que se tiene y se pone todo el empeño, pues solo quedar felicitar al rival y apretar los dientes por mejorar. Pero tampoco se puede desdeñar la realidad de un equipo que está compitiendo notoriamente peor de lo que los recursos y recuerdos nos permitían aventurar. Por lo tanto, es justo y respetable que haya aficionados, socios o no (yo ya no lo soy porque ya no resido en Salamanca) que exijamos un mejor juego (los resultados y títulos vendrán después) así como una comunicación del club mejor y más profesional.

Lo que está pasando estas temporadas ha llevado a que el presidente se erigiera también en portavoz, e incluso se sentase con aficionados para debatir sobre el equipo. Esto es muy beneficioso, y ojala hubiera podido hacerlo porque yo si exijo una mejor comunicación con la afición, que se nos expliqué lo qué pasa (siempre que no complique operaciones o afecte a terceros) como adultos que llevamos ya dos décadas siguiendo el baloncesto femenino. Pero es necesario hacerlo escuchando y respetando, sin aspavientos como mínimo exigible a ambos lados.

También se hace necesario explicar el proceso de apoyo al baloncesto masculino en Salamanca por parte de Perfumerías Avenida. Qué recursos se movilizan, con qué objetivos y cómo va a afectar al femenino, emblema del deporte en Salamanca y en Castilla y León. Aunque sus políticos no lo quieran ver.

Somos muchas las personas que seguimos a Perfumerías Avenida. Que ha supuesto cosas importantes para nosotros. Identificación, pertenencia, recuerdos, orgullo, etc. Y que no sabemos y tememos que ante esta deriva se acabe cerrando y perdamos el club y el equipo. No es la primera vez que temo por la situación de mi equipo.

Por ello es legítimo cualquier llamamiento para aclarar la situación y garantizar el apoyo de la afición. Este será incondicional para el equipo, y debe de ser vigilante y garantista con quiénes somos. Y por supuesto, esta afición también debemos madurar y cambiar. Ser más pacientes, respetuosos con rivales y árbitros y dejar atrás el paternalismo. Es necesario ya tratar a las jugadoras como lo que son: profesionales. Y por supuesto, hago un especial llamamiento a todas las basuras humanas que se dedican en redes sociales y bajo el anonimato de internet a insultar a jugadoras profesionales, personas afincadas y naturalizadas en Salamanca, y que han acostumbrado a defender, con sus palabras y sus actos, nuestra tierra más que los politicuchos que tenemos al mando. Por cierto, no está de más denunciar el nulo apoyo de los políticos del PP, en la Junta y en el ay-untamiento al club en esta época. La nefasta política y catadura de semejantes mastuerzos se completa con la imagen de Avenida solos ayer, sin apoyo institucional, que más necesario sería entre bambalinas para poder apoyar al club, tanto profesional como al proyecto educativo de cantera. Por desgracia, la nuestra y casi ya eterna, ya sabemos de que son capaces estos mangantes y corruptos.

Para mi es un orgullo que Silvia Domínguez, Andrea Vilaró y Laura Gil defiendan a Perfumerías Avenida y también a la ciudad de Salamanca. Son parte nuestra para siempre. Como también creo que podemos aspirar con Fasoula y sobretodo, con Iyana Martín. Es lo que nos hace especiales. Jugadoras comprometidas y una afición volcada, exigente y con saber, conocedora de baloncesto femenino. Por favor, no estropeemos entre todos, esto tan bonito y tan necesario en Salamanca.

El próximo sábado en Würzburg vuelven a verse Perfumerías Avenida de Salamanca y Hozono Global Jairis. Espero un gran partido. Y sobretodo, una ovación gigantesca para los dos equipos por parte de mi afición. Si puedo escaparme, muy difícil por la distancia, lo haré, y sino, desde casa, yo me pondré de pie y aplaudiré.

 

 

jueves, 20 de marzo de 2025

El poder del perro y la trilogía El cártel: Una saga contemporánea


 

Hay una saga de novelas que retrata con milimétrica perfección el mundo del narcotráfico a ambas fronteras del río Grande. Sus volúmenes sobrepasan las 700 páginas por título, llegando incluso a más de 1200, y sin embargo, ni se hacen pesadas, ni se vuelven densas. Al contrario, nos hacen viajar rápidos a través de vidas y muertes de quienes se ven involucrados en el tráfico de drogas con destino Estados Unidos. La violencia, la intriga, el terror, las mafias, la geopolítica, los intereses económicos y los recovecos culturales se entremezclan tras ser despedazados con acrítica eficacia. Las múltiples aristas del conflicto del narcotráfico y sus diversas y enrevesadas causas y consecuencias son expuestas con precisión histórica, y la narración se transforma en un informe detallado del estado de la cuestión. El lector es el encargado de extraer conclusiones y convertir, si así lo desea, investigando e informándose por su cuenta, la ficción en realidad. Esa trilogía tiene la firma de Don Winslow y se denomina El Cártel. La propia novela homónima es la segunda entrega (2015) y ha cerrado el conjunto, por el momento, La Frontera (2019). El poder del perro (2005) inició el camino tortuoso al infierno para una serie de personajes, mientras que los lectores nos montábamos a lomos de una narración vibrante, y al tiempo descriptiva y periodística, para llegar a un paraíso de la trascendencia y la calidad literaria.


Don Winslow nació en Nueva York en 1953. Su formación estuvo ligada al periodismo y la Historia de África, lo que le llevó a pasar parte de su vida en Sudáfrica. Allí comenzó una carrera como guionista y escritor, a la que sumaba sus propias experiencias como investigador, incluso llegando a trabajar como detective privado. Experiencias que le han permitido un extenso conocimiento sobre el crimen organizado y las motivaciones personales de los individuos y los grupos delictivos. Esto le llevo a ir desarrollando varios guiones televisivos y cinematográficos, que con más pena que gloria fueron apareciendo y desapareciendo, hasta que en 2005 conseguía publicar una auténtica Obra Maestra, El poder del perro.

En ella, Winslow pone el paisaje del narcotráfico que afecta a millones de personas tanto en América del Norte como América Latina. Da inicio a la acción en la década de los años 70, llegando en esta primera obra a los años 2000, en los albores de la Guerra contra el terror de la administración Bush Jr. tras los ataques del 11S. De hecho, como hilo conductor de las siguientes entregas, los pormenores de la política exterior estadounidense, contextualizados al nuevo escenario internacional, marcarán el devenir de los personajes y de la realidad del narcotráfico.

La dinámica del tráfico de drogas y la guerra contra el consumo y su comercialización se exponen siguiendo la línea de los acontecimientos reales e históricos, incluyendo las políticas y los personajes políticos, algunas veces de manera real y directa, y otras a través de inspiraciones más o menos veladas. De esta manera, el autor dopa de realismo, verosimilitud y urgencia el relato. La investigación exhaustiva de Winslow para construir su universo de drogadicción y violencia, es tan completa gracias a su inclusión tanto de las ambiciones y corrupciones de la alta política y las élites económicas, y en sus intereses concretos, como en la vida de dolor y penurias de las clases bajas. Y lo logra y lo traslada a ambos lados de la frontera.

La novela El poder del perro, escrita por Don Winslow, se sitúa en el cruce de caminos entre el narcotráfico, la violencia y la corrupción que asedia a México y Estados Unidos. A través de una narrativa intensa y compleja, Winslow nos ofrece un retrato desgarrador del fenómeno de las drogas y su inexorable conexión con las instituciones, la policía o el sistema judicial.

La trama de El poder del perro se desarrolla a lo largo de varias décadas, abarcando desde de 1970 hasta principios del siglo XXI. La historia es contada a través de diferentes personajes, entre los que destacan Art Keller, un agente de la DEA, y Adán Barerra, un poderoso narcotraficante mexicano. A medida que se desarrolla la narrativa, se exploran las vidas de estos hombres y el impacto que el narcotráfico tiene en la sociedad y en sus propias existencias.

La novela comienza con la entrada de Art Keller en el mundo de la lucha contra el tráfico de drogas. Desde el principio, queda claro que su misión no va a ser sencilla. Winslow presenta la DEA como un organismo plagado de conflictos internos, donde las decisiones son tomadas a menudo bajo presiones externas, debido a la complejidad del problema del narcotráfico. Keller, de este modo se convierte en un personaje trágico, imbuido en un desgaste físico y moral profundos, comprometido con su deber, pero constantemente enfrentado a una burocracia ineficaz y a la omnipresencia del dinero y el poder que proviene del negocio de las drogas.

Por otro lado, Adán Barerra representa la ambición desenfrenada y la brutalidad del mundo del narcotráfico. Su ascenso al poder es paralelo al debilitamiento de las instituciones que deberían detenerlo. A través de la figura de Barerra, Winslow pone de manifiesto cómo el narcotráfico se infiltra en todos los aspectos de la vida, desde las decisiones políticas hasta la vida cotidiana de los ciudadanos.

Uno de los elementos más destacados de la novela es el uso de la violencia y el miedo que genera como herramientas de control. La narrativa no escatima en detalles sobre la brutalidad que acompaña al narcotráfico, mostrando cómo las muertes, las traiciones y la manipulación son moneda corriente en este oscuro universo. A lo largo de las páginas, se observa una espiral descendente que afecta tanto a los traficantes como a aquellos que intentan detenerlos, creando un ciclo interminable de sufrimiento y destrucción.

Winslow también usa personajes secundarios para enriquecer la trama, dándole voz a los efectos colaterales del narcotráfico en la sociedad. Estos personajes reflejan la desesperanza, la adicción y la tragedia personal que resulta del consumo de drogas, así como sus repercusiones en el entorno familiar y social. Estas historias individuales se entrelazan con la narrativa principal, dando forma a una imagen nítida del complejo impacto del narcotráfico en la vida de muchas personas.

 

Si me centro en la forma de escribir de Don Winslow en El poder del perro, y en toda la saga, una de sus principales éxitos es la construcción del relato bajo una perspectiva múltiple. Siguiendo la línea del tiempo, salvo algunos pocos flashbacks, Winslow nos va presentando las vivencias y sensaciones de los distintos personajes, lo que consigue mostrar una visión completa de todo el ecosistema que rodea al narcotráfico en América. Desde agentes de la DEA, a narcotraficantes. De cultivadores a sicarios. De víctimas inocentes a drogodependientes.

Su prosa es directa, muy emotiva, y que no se corta en mostrarse honesta, hasta incluso la brutalidad o lo dantesco. Esto lleva al lector a hundirse de lleno en un mundo donde la moralidad es inexistente y todo se mide en base a la ambición, el dolor, la violencia y el miedo. Para ello ayuda el que Winslow no se frena en mostrar a los personajes tales y como son en diferentes situaciones, incluso llevándolos al terreno de la vulnerabilidad, para enseñar al lector las motivaciones más personales que impulsan las acciones. Describe la venganza, el deseo, la avaricia o el amor paterno-filial si sirve para discutir entre buenos, malos y muy malos.

Todo se completa con un estilo muy cinematográfico, ágil y generoso en la descripción tanto de ambientes como de estados mentales. Esto facilita de manera increíble la lectura voraz de los distintos libros. Lo siento amigos, pero cuando empieces con esta saga, no podrás parar hasta la última letra.

Y es que el tema, tan actual, apasionante y trascendente empuja la lectura hacia adelante. Este tema es, no puede ser de otra manera, el narcotráfico, así como las múltiples aristas de un problema social de amplísimo calado, con profundas raíces en la sociedad actual, tanto desde el punto de vista económico y moral, pero también político y cultural. Y a través del narcotráfico, Don Winslow aborda otro tema de amplio espectro: el desmoronamiento y ruptura del Sueño Americano.

La quiebra social y cultural que se está viviendo en Estados Unidos y en todo Occidente es ampliamente tratada, al ponerse en cuestión los distintos problemas interrelacionados que se generan en torno al tráfico y consumo de drogas, así como las profundas brechas sociales que se van abriendo debido a la corrupción, la violencia y el fracaso de respuestas políticas. Las incoherencias y contradicciones del modo de vida americano, así como las graves injerencias en la vida y política de millones de personas en el continente se muestran con toda la crudeza, invitando al lector a la reflexión, al tiempo, que le otorga la posibilidad de ampliar su conocimiento sobre los temas tratados en la saga El Cártel.

En esta línea se enmarca el contexto histórico sobre el que desarrolla toda la trilogía que empieza con El poder del perro. Don Winslow pone en cuestión el estado geopolítico en América, mostrando la fallida hegemonía estadounidense sobre el continente. Incapaz de frenar el flujo de drogas hacia sus ciudades, incluso planteando cómo se abren y cierran vías a conciencia, Estados Unidos fracasa al plantear soluciones drásticas (fumigación de cultivos, militarización, persecución e investigación policial o fiscal, presión diplomática, etc.) que además provocan severas disfunciones en los países afectados, en especial, y en primer lugar, en México donde los cárteles de la droga se convierten en entes cada vez más poderosos capaces de sustituir al débil estado mejicano allí donde éste no puede llegar.

Por si esto no fuera poco, las soluciones económicas y los tratados comerciales han abierto nuevas vías para que el tráfico de drogas se convierta en un sector económico de pleno derecho, con productores, comerciantes y distribuidores, altamente especializados, incluidos los grupos violentos en Guatemala o Nicaragua, o las columnas de abogados y financieros encargados de limpiar el dinero de la droga. En todo ello, el autor recoge el testigo de la monumental obra de Howard Zinn, La otra Historia de los Estados Unidos, para desentrañar los oscuros, ocultaciones y más profundas perversiones de la política estadounidense tanto dentro como fuera del país.

Las ramificaciones llegan a la selva colombiana, y las implicaciones políticas muestran lo errado del intervencionismo norteamericano en América Central y del Sur. Winslow muestra como bajo la lucha anti-comunista se favorecieron estructuras paramilitares y mafiosas que hoy dominan el comercio de droga en el hemisferio occidental, creando flujos de droga hacia el Norte y de dinero y armas hacia el Sur.

La globalización y la hegemonía neoliberal son abiertas y diseccionadas a lo largo de toda la trilogía, mostrando sus contradicciones, sus profundas taras y las brechas en las sociedades que parasita, tanto la propia estadounidense como otras. De hecho, personalmente llegué a El poder del perro gracias a la recomendación directa de Jaque a la Globalización, de la periodista Pepa Roma que ya en la reedición de 2008 de esta obra, la incluía una cita del trabajo de Winslow como muestra del negocio mil millonario de la droga y sus profundas insercciones en la vida y la sociedad de millones de personas.

Por lo tanto, este contexto histórico desarrollado por Don Winslow en toda la trilogía es fundamental para entender la crítica social que presenta su obra. Tanto a nivel de las implicaciones de los distintos estados, sus élites y las políticas, conscientes u ocultas que han llevado a cabo. Siguiendo el marcado de la geografía tal y como nos ha enseñado Robert D. Kaplan en La Venganza de la Geografía, Winslow muestra las causas y diversos efectos que el conflicto provoca en toda Latinoamérica. Además, señala los efectos devastadores de una guerra contra las drogas que deja víctimas por millones a ambos lados de la frontera sur. Y por último, traslada al lector la responsabilidad en la reflexión sobre la verdadera naturaleza de la lucha contra la droga, la obligación y necesidad de buscar soluciones más humanas y efectivas (el propio autor ha señalado en varias entrevistas la única vía útil para luchar contra este problema en la legalización de sustancias).


Sin duda, El poder del perro y toda la trilogía firmada por Don Winslow es una pieza clave sobre el narcotráfico. La relevancia del contexto presentado, el dinamismo de las situaciones narradas y la evolución de los personajes construidos componen un ejemplo válido y atrevido para afrontar el estudio de este problema tan grave. Además, componen unas novelas atractivas, que te revuelven al tiempo que consiguen que no pares de leer. La mezcla entre acción, violencia y sentimiento, y de entretenimiento con crítica social no solo supusieron una novedad, ya asentada, por no decir imitada, desde entonces, sino que consigue la implicación del publico en la reflexión y el dialogo sobre como la sociedad puede enfrentarse y superar problemas tan complejos.

El poder del perro y la saga El Cártel son un testimonio poderoso de la complejidad del narcotráfico. Una obra que merece ser leída y reflexionada por su profundidad, rigor y relevancia actual. Don Winslow logra crear una narrativa que invita a la empatía y la comprensión en un mundo donde la moralidad se desdibuja y la humanidad se enfrenta a sus peores instintos. Sin duda, es una lectura esencial para quienes buscan entender una de las problemáticas más acuciantes de nuestro tiempo, sin blanqueamientos, ni lugares comunes.


Por todo esto, amigas y amigos no puedo más que recomendaros El poder del perro, y toda la saga El Cártel de Don Winslow. Lo siento, os vais a enganchar y no vais a poder parar de devorar páginas hasta conocer qué ocurre con cada uno de los personajes Art Keller, Adam Barrera, su hermano Raúl, Nora Hayden, Sean Callan, … y tampoco vais a dejar de satisfacer ese ansía por conocer más y más sobre el mundo actual, y la tremenda problemática del narcotráfico y las graves implicaciones que tiene a nivel filosófico, económico, social, político y geopolítico, cultural y moral.

 

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