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jueves, 1 de agosto de 2019

La EGB a los treinta



Hoy en día existe un momento en toda vida de un treinteañero (o treinteañera) en el que se hace imprescindible tomar una decisión que puede marcar su pasado y su futuro. Cuando en el whatsapp entra el mensaje de bienvenida de un nuevo grupo que viene a celebrar una reunión de los antiguos compañeros de clase. Ahí, en ese instante se toma diferencia entre los que mantienen su propia coherencia y los que deciden rememorar viejos laureles, más que nada para fardar y mostrar su nueva vida, con sus hijos, sus hijas, sus monovolúmenes y sus trabajos de mierda. Lo que interesa, no es tanto quedar y emprender o reemprender un camino de fraternidad con los viejos amigos y amigas del colegio, sino cotillear sobre la vida actual de cada uno y hacer apología del ombligo propio para luego exhibirlo entre las redes sociales -online y sobretodo offline- de cada uno, donde ahí si que hay personas que les interesan mucho más.
Del estupor del primer mensaje al momento de salir del grupo por la cabeza se te pasan imágenes dantescas en las que te ves compartiendo mesa y mantel con gente que puede que no veas desde hace 20 años. Que no te ha interesado en absoluto (hubiera sido muy fácil buscarlas) o a las que no has interesado jamás (a ellas les hubiera sido igual de fácil buscarte). O que cuando te has cruzado por la calle ha girado el cuello o incluso cambiado de acera para no saludarte. Y ojo que yo también lo he hecho y me avergüenza.
A mi no se me ha perdido nada en tal reunión. Deseo que lo disfruten y que saquen algo más que simples fotos para el facebook. Si se retoman viejas amistades, se ayudan y mejoran sus vidas, sería perfecto. Pero en mi caso, prefiero ser coherente y mantener mi camino que básicamente es ir viviendo y procurar hacer mejor la vida a las personas que me demuestran que les importo y que me importan. No tengo tiempo para perderlo, y menos aún hoy en día, con gente que ni me va ni me viene.
En cada década, cada generación, desde su madurez, fantasea e idealiza la época de su infancia y adolescencia. Pero es que además, hoy en día, vemos como al calor y el hedor de las redes sociales se hace más impostado ese interés que no viene a ser otra cosa que alimentar el propio ego. Unos cuantos “likes” en la foto de reencuentro para satisfacer el egoísmo de cada uno y cada una. Enseñar hasta la nausea ajena lo guay que éramos, lo bien que nos llevábamos y lo idílico que fueron aquellos nefastos años.
En los 90 se añoraban los 60. A principios de los 2000 gustaban los 70. De hace 10 años para acá es la moda los 80 y ahora empiezan a colarse esos años 90, horteras y mediocres, que amenazan con volver a vestirnos con pantalones anchos y abrigos de plumas. Vivimos en la época de la comercialización de la nostalgia.
Cuidado. No quiero caer en el efecto contrario y demonizar mi etapa escolar. Guardo un buen recuerdo de mi EGB. Me gustaba mi colegio, entonces rodeado por pastos de ganado bovino, con zonas de vegetación casi salvaje, pistas de tierra y grava donde rasparte las rodillas y bordillos peligrosos manchados de infantil sangre. De mis profesores el recuerdo es peor puesto que salvo a un par de educación física, al resto le importábamos menos que una mierda.
Un recuerdo claro que tengo era ver como aceleraban el Lancia al salir del pequeño aparcamiento a las 5 de la tarde cuando se montaba una pelea en la era de enfrente a la salida del colegio. También me acuerdo de botefadas, cachetones, tirones de patilla, reglazos y contestaciones inoportunas. Mi paupérrimo inglés nace de aquella época. Y mi bajo nivel en matemáticas lo mismo. Los chicos veíamos como nuestras notas y trabajos valían la mitad que el de las chicas, gracias a una feminista amargada que en vez de educar en igualdad, primaba la cursilería y el peloteo de mis compañeras de clase. Si me acuerdo de Sagrario, la logopeda que me ayudo para poder pronunciar bien y controlar lo que hoy se llama Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad y que en aquel entonces era que su hijo, señora, es un trasto.
De los niños y niñas que nos juntábamos ahí guardo un buen recuerdo matizado por lo que voy aprendiendo en cada momento. Me acuerdo mucho y con buen recuerdo de Javi, de David, de Gloria, de Nuria… Personas que he vuelto a ver estos años y que nos hemos saludado y conversado. Por estar con ellos, todavía me lo pensaba. También y casi cada día, recuerdo a Rubén, nuestro amigo fallecido hace 18 años en accidente de tráfico.
En aquel pequeño cosmos había de todo. Abusones, marginados, acosados, empollones, brutos, acomplejados y elitistas. Sobretodo esto último. Las marcas ya hacían de las suyas y llevar unas Paredes era poco menos que ser considerado un paria social -sobretodo por las niñas-. Contra más demostrabas que te afectaba, más se afanaban en humillarte y aprovecharse.
En aquel colegio había que cuidarse de que los gitanillos no te robaran el bocadillo o te pegaran una paliza de la que no te podías defender ante la amenaza de que te clavaran con una navajilla o un cúter. A los profesores todo esto les importaba un carajo. A los compañeros de clase menos todavía y hasta que no te atrevías a devolver un par de hostias y demostrar que los tenías bien plantados no te dejaban en paz. Entonces funcionaba el ascensor social y el gitano abusón se iba a tratar de amedrentar a otro y tu te quedabas en el limbo de la intrascendencia. Qué tranquilidad.
Yo me movía o al menos trataba de hacerlo en la media. Sin hacer ruido y sin querer destacar ni por arriba ni por abajo. Perfil bajo que se dice hoy en día. Me gustaba el recreo que era comerse un bollo de pan horneado por mi madre con cuatro onzas de chocolate negro dentro y ponerse a jugar al fútbol contra los de otro curso. Había hasta clasificación oficial de pichichi.
Por supuesto, tengo amigos de aquella época. Me atrevo a decir que seguramente de toda esa clase David, Miguel y yo, seamos los únicos que nos vemos con regularidad y nos sabemos el cumpleaños del otro. Es la demostración de estar con la gente que a uno le importa lo que hace trascendente el tiempo y el modo de pasar la vida.
Hace no tanto tiempo hablábamos de si se pudiera viajar en el tiempo a qué época o momento volveríamos. Y nosotros lo teníamos claro. A la época de la EGB ni de coña.
Así que por todo esto y alguna cosa más me borre de tan “magnífica” idea. Como he dicho antes espero que disfruten y saquen algo más en positivo que ver lo calvos, gordos o gilipollas que nos hemos vuelto. En mi caso prefiero mantener mi personalidad retraída y antisocial. O cualquier otra cosa que se les ocurra, porque realmente me importa un pito.

domingo, 31 de diciembre de 2017

Fin de año

Hoy acaba el año y es el momento de los balances y recuentos.
Tengo una sensación extraña. Reconozco haber vivido mucho, sentirlo todo en cada instante a flor de piel, extremando mis pulsaciones y albergando ya en mi memoria momentos y esencias únicas y vitales. Pero por otro lado, también siento haber perdido un año; haberme enfangado en mi propia inoperancia; haberme recostado cubierto por mi natural vagancia y una sucia auto complacencia.
Afirmo con rotundidad evitar car en la misma sensación dentro de 365 días y quiero sobreponerme a mis ritmos, para hacer mejores y sobretodo más cosas. Mantengo mi hoja de ruta, pero un cosquilleo mordaz sube por mi espina dorsal para tratar de hacerme creer, que no seré capaz, que me mantendré en una estulticia y parada, que hoy, aunque muchos me indican irreal o fingida, yo siento como auténtica y repetida.
Supongo que he madurado mucho éste año. Tanto que por primera vez las depresivas navidades me han hecho más mella que nunca. Los problemas e inquietudes me asaltan tras cada parpadeo; Noto una nostalgía de cuando no había tantas responsabilidades, todo era más fácil, se confiaba en poder con todo y los sueños casi casi se atrapaban con las manos. Ahora apesadumbrado me halló mientras añoró mi cama, mi almohada junto a la tuya; tu respirar a veces brusco y violento y otras sosegado y musical.
En la habitación donde he compuesto mi vida, me siento lejos de donde debo estar, aunque el entorno de mi refugio no me apoque menos que esta humillada y depauperada provincia.
Cada día añoró más a mi hermano víctima del éxodo del talento y del exilio económico. Mi preocupación por él sigue y aumenta, pero confío en que ya no está sólo y es mucho más fuerte y listo de lo que cree.
Aquí en unas horas dejo a mis padres en la maldita soledad de la cotidiano. Dolor del alma que toma físico en las lágrimas apiñándose en los ojos. Deseo que disfruten cada minuto de cada día, viviendo ahora, tranquilos por nosotros el resultado de tantos sacrificios, de tanto amor y educación empeñados, de lucha y sacrificio inhumano como siempre ha sido, es y será el del obrero y la trabajadora.
Pequeña voy a ti para en nuestra compañía hacer grandes nuestras vidas. Vivir, que nos dejen vivir, es nuestro anhelo y el motor de la lucha, y deseo y trabajo para ello para que en el devenir del próximo calendario, estén nuestra siguiente etapa y la certeza en la búsqueda de lo que ansiamos como justo y necesario.
Llega ya el 2018 y deseo que todas y todos tengamos más alegrías que penas; que toda búsqueda, incluso las no iniciadas, las latentes tengan el final deseado. Que lo compartamos con sidra y sonrisas como esta noche. Trabajo, dinero, amor para todos y todas, y sobretodo salud. Tiempo y ganas para disfrutar de todo lo que nos rodea, y también para mejorar el mundo en el que vivimos, el entorno en el que estamos. Nuestro barrio, pueblo o ciudad nos necesitan. Los mares y océanos, los bosques y montes. La sociedad y el sistema tienen que cambiar ya, y es el momento de hacer algo para paliar y erradicar el dolor de nuestro planeta, de ser más justos, sinceros y honrados. Qué sea el año en el que borramos la hipocresía, la corrupción, el robo, el hambre, las guerras... Que sea el año que todos soñamos.


¡¡¡Feliz 2018 y que sea mucho mejor que el 2017!!!





lunes, 27 de diciembre de 2010

En el mar de las sabanas

Hay días y noches más o menos especiales. Sobretodo noches raras y complejas en las que la oscuridad de la habitación se llena de recuerdos y la almohada de incipientes lágrimas porque no es tan fácil olvidar. Tantas son las sensaciones encontradas, el lamento por lo pérdido que me llego a bloquear. Noches de insomnio tan dolorosas como las mañanas o las tardes de ausencia en presencia. Momentos de evasión, en los que tropiezo y caigo en el baúl de los recuerdos.

Me atosigan las sabanas como lo hace tu recuerdo. Me acosan las palabras, las solicitudes y exigencias de los que me rodean, al igual que me sucede con los besos no dados, sembrados en la autopista; alejados muchos kilómetros tan cercanos y tan tiernos que se me sigue erizando la piel cuando los añoro, los recuerdo, o los pido.

Quise tiempo para reordenarme, y lo transforme en un sentimiento de revancha, vacío y sin sentido que me ha demostrado lo débil que soy, lo que me queda por recorrer. Esas noches prohibidas en el paraíso no quiero que sean olvidadas. Se las echa de menos, tanto como salvajes son las heridas que las ganas por revivirlas afloran en mis manos y mi corazón. Pero aquí estoy sin evitar querer recordarte y recordarlo, añorar cada segundo, y suspirar por los que han quedado desiertos de una mirada, una sonrisa, de la suavidad de esa piel gaditana. No es lo que merecimos, pero es lo que tenemos.

Hay días que al amanecer. En otros es al anochecer. Pero todos y cada uno de los días me embarga la emoción; tu recuerdo me roba la realidad para vivir y no morir; Me convenzo de la imposibilidad, de lo supuestamente idóneo, me disfrazo de derrotado, de convencido, pero no son más que vanos engaños de una certeza irremediable. De esa nostalgia que me abriga en las noches o en los fríos atardeceres a los que me vuelvo a acostumbrar en soledad. Son esos pasos caminados sin la compañía que quise eterna; momentos de mirar sin ver mi realidad con las pupilas fijadas en un destino y futuros rotos. Palabras, besos y abrazos que no nacerán, como tampoco lo harán aquellas costumbres tan nuestras de placer, calor y amor. Este recuerdo tiene ocasiones en las que me ahoga y aprisona, corta mis alas y entierra el sueño que tuve de ser eterno junto a ti.

Es la realidad y el momento lo que me tortura. Y aunque poco a poco y con lucha voy buscando el camino para continuar no puedo dejar de recordarte el segundo antes de dormir. A veces ese segundo creo que dura una hora o dos, y otras veces te mantienes presa en mi mente y atacas en sueños. Sueños de la que has sido la protagonista y que ahora te tienen como un recuerdo vivo y puro de lo que quiero en mi vida.

jueves, 13 de mayo de 2010

Ese Atleti




Muchos años de infortunio. De en noviembre utilizar apelativos como temporada nefasta, de transición. Coquetear con descensos y el transcurrir de años de monotonía sin altibajos y mucho menos con objetivos de gloria. Decisiones controvertidas. Emociones y esperanzas que en realidad eran errores y penurias disfrazadas de sueños. Apelar al espíritu, la raza o el orgullo a los distintos mercenarios que iban enfundados en colchones. Gestiones deportivas y económicas dantescas, irracionales, casi criminales. Y caminar cada día, cada domingo, por esa senda de los elefantes sin más compañía que una afición. ¡Y qué afición!. Cansados y amargados de derrotas pero cada vez más entusiasmados con el equipo. Gradas repletas, bares y peñas donde se unen nostálgicos y soñadores. La esperanza es lo último que se pierde. En el caso del Atlético de Madrid es eterna, inamovible, victoriosa frente al desaliento.

Idiosincrasia del pupas que te hace sufrir cuando gana, llorar con cada gol histórico y con el alzar de las copas cada vez más ajenas a vitrinas otrora asiduas. La piel de gallina y la voz resquebrajada. 14 años desde el doblete esperando otra alegría para visitar a Neptuno con algo que pueda hacerle sombra, que sea capaz de llegar a la altura del tridente. La pasión por una forma de vivir, siempre al limite paseando entre la desgracia y la victoria. Cuando más díficiles se ponen las cosas más coraje de su escudo saca, más altos son los gritos de la afición, mayor valentía aflora ese corazón rojiblanco.

El atleti de los fichajes sonrojantes (lista innumerable y grotesca), el de los jugadores que antes o después de su militancia colchonera desplegaron un fútbol de nivel... entrenadores de carácter y más que válidos que no triunfaron (Aguirre, Manzano, Sacchi, Luis Aragones, Menotti,...). Todo ello con el yugo de una familia dueña del club, una mano en la sombra que lo mueve todo. Todo menos el corazón y el orgullo de sentirse atlético. Una manera de vivir, de sentir y sufrir; un estilo para perder o ganar, un coraje y un orgullo ante la vida.

La fuente de Neptuno volvió, 14 años después, a albergar la celebración de un titulo por parte del Atlético de Madrid tras una agónica victoria en la prórroga ante el Fulham inglés. Como una guía para entender al club se desarrollo la final, en la que se pudo perder y ganar al mismo tiempo. Se enseño la calidad de los Aguero, Forlán, Simao, Reyes, Jurado, Ujfalusi, Domínguez o De Gea (estos dos últimos con los valores de la valerosa y siempre productiva cantera rojiblanca). Y también los errores inexplicables de gente que te hace pensar cómo es posible que juegen al fútbol (Assunçao y Perea) o por qué eres ahora tan malo (Raúl García, Salvio). Todo esto movido por un entrenador, Quique Sánchez Flores, que llegado al mes de comenzar la temporada ha sabido devolver la confianza a los jugadores, formar un equipo con pocas fisuras, aplicar sapiencia y paciencia y con una carestía de piezas alarmante, llegar a jugar más de 60 partidos esta temporada, con apenas 12 o 13 jugadores, que por una vez, mostraron apego, compromiso y orgullo.

El atleti vivió por momentos preso de la ansiedad, víctima propiciatoria de su historia y también de un rival sin peso ni talento; para al momento mostrarse dominador, grande, favorito, moviéndose como pez en el agua, cómo si jugara finales todos los días, como si fuera capaz de tener el nivel de su afición.

Fue Forlán, el uruguayo, el que encontro el camino del gol, siendo el segundo, el de la victoria, a 5 minutos del final de la prórroga, desatando toda la euforia y rabia contenida de años de maldiciones y lamentos. Forlán se asoció una vez más (y espero que no la última) con Aguero y entre ambos encontraron las llaves para abrir la puerta a la gloria y así, renovar un poco la sala de trofeos.

El mundo atlético esta inmerso en las celebraciones, cuando en una semana puede levantar la Copa del Rey y firmar un doblete histórico que debe pasar a una consolidación del proyecto a un punto de guía en el camino a seguir para volver a hacer, más o menos, habitual el paso por finales, la recolecta de títulos. Dejar atrás el apelativo, el estigma del pupas es el reto y aunque se presume la permanecia de buena parte de la plantilla, es la renovación del hombre que ha hecho posible la recuperación anímica y deportiva de estos hombres, lo que se antoja como calve. Quique Sánchez Flores es el artífice de la victoria de ayer y de devolver la esperanza y la alegría al Manzanares y tiene que ser él, y no otro el que lídere una plantilla, basada en la actual y con 2 ó 3 retoques de calidad, más la categoría de una de las mejores canteras del contienente, el asalto a cuotas mayores, a ser realmente y de manera continúa una alternativa a los dos grandes.

Para salir del yugo de los Gil todavía habrá que sudar más, a menos de que llegue algún foráneo forrado que decida apostar por este caballo, otrora Imprerioso, hasta hace poco perdedor y esperemos que a partir de ahora ganador.

Todo esto y mucho más es el atleti. Ese desgarrado sueño de victoria con las manos desnudas. La sensación de haber hecho lo imposible y sentir el estruendo de una nueva caída bajo las fuerzas ocultas, los poderes o la mala suerte. Las noches de vigilia, las colas de entrada al campo. Las horas de tedio deportivo y de espectáculo nulo. Sentir los colores rojo y blanco es en esencia un estilo de vida. Ser del atleti implica saber sufrir, llorar con las victorias y reir en las derrotas.



lunes, 18 de mayo de 2009

Murió Benedetti



Sin ti la poesía había fenecido,
Sin tu lucha la historia nos habría olvidado,
Pasados los años y los exilios,
Disfruto de tus versos,
porque ya son eternos...

Sin ti el coraje no habría tenido marco.
Sin ti una generación habría desonocido
como nombrar la belleza,
sujetar la certeza,
y amar con cabeza.

Tú nos regalastes versos,
de caliente juventud,
de amarga derrota y agridulce victoria.
Tú nos enseñastes a amar,
a la cercana mirada,
y la lejana ausencia.

No ha sido la mejor semana para la sensibilidad en el mundo. Dos de los grandes productores de la misma nos han dejado en menos de 7 días, y la muerte, la soledad o la injusticia que tantas veces clamaron en canciones y poemas, ahora se agiganta con la certeza de no vislumbrar ya más que epitafios sublimes, pero epitafios en definitiva. Mario Benedetti, el fantástico poeta e ideólogo uruguayo falleció anoche, víctima de fallos multiorgánicos, pero sobretodo de la soledad tras el amor, de la viudez sin su luz.

El poeta resistente, que vivió el exilio y la enfermedad (un asma pertinaz, obsesiva) le fueron rompiendo, pero él se mantuvo siempre "en defensa de la alegría". Finalmente, una agonía causada por un fallo intestinal, que hizo deprimentes sus últimos días, le rompieron del todo, y murió ayer a los 88 años, en su tierra, Montevideo. Nació en Paso de los Toros, pero esta urbe que parece un microcosmos literario fue el lugar al que volvió siempre, de todos los exilios. Era al final (y esta expresión la acuñó él) un desexiliado.

Su muerte se produjo semanas después de su última hospitalización por fallos multiorgánicos que al final le cegaron el humor y la vida; pero había empezado a morir mucho antes; hace tres años falleció su mujer, Luz, con la que vivió toda la vida, en la libertad y en el destierro; él creyó siempre que la enfermedad de Luz, que se olvidaba de apagar las luces de la casa, en Madrid, era una simple distracción, e incluso le compró artilugios con los que dominar las consecuencias de su sordera. El poeta del compromiso, del amor y de la alegría, sintió luego que, en efecto, esas ausencias eran debidas al alzhéimer que inundó la casa de desolación y de huida.

Se fue con ella, de nuevo, a Montevideo, y allí la cuidó hasta que le dejó del todo. Y le dejó malherido. Benedetti tuvo algunos momentos de alegría después, como cuando Hortensia Campanella, su biógrafa última, le entregó el manuscrito en el que se condensa la vida entera del escritor. Él ironizó ante tanto papel, y delante de Ariel, su fiel ayudante, dijo: "¿Tanto he hecho?".

Pero su alma estaba herida; seguía escribiendo, poemas, haikus, animado por su editor de poemas, Chus Visor; tenía la casa llena de literatura; en un tiempo fue política, sus poemas estaban al servicio de la rabia que le produjeron las dictaduras del sur, la suya, la uruguaya, que le persiguió a muerte, y la argentina, que también quiso matarle. Mató a un amigo suyo, el líder político Zelmar Michelini, y esta muerte fue un símbolo de las muertes que hubo antes y después en la vida acosada de hombres como él. Luz fue su bastón. Y Palma y Cuba y Lima sus lugares de exilio; a los tres les guardó siempre gratitud; fue un gran defensor de la Cuba de Fidel, por eso mismo, pero jamás utilizó esa afinidad para discutir, en los últimos tiempos sobre todo, lo que en esa revolución que él quiso se fue torciendo.

Era un hombre cordial, enteramente, pero era un tímido absoluto. Los que le conocieron en España le recuerdan, por ejemplo, en la Feria del Libro de Madrid, puntilloso, anotando con palotes los libros que firmaba; y le recuerdan rechazando el pescado con espinas y en general las tonterías; era un conversador tranquilo; llegaba a los sitios con su maletita marrón gastada, y dentro llevaba siempre poemas o cartas, en esos momentos en que cumplía compromisos parecía a la vez el escolar que fue y también el oficinista.

Su apariencia era la de un juez de paz, pero nunca hubo paz dentro de su alma, ni siquiera cuando se le vio feliz, con su mirada desvaída por las lentillas, con su bigote largo e invariable a lo largo de una vida en la que tantos se enamoraron con sus poemas o escuchaban las canciones que hicieron con sus versos su paisano Daniel Viglietti y Joan Manuel Serrat. Con Viglietti tiene una anécdota que se parece a algunas de las que le convertían también en un escolar huidizo al que le asustaba la fama, al tiempo que le agradaba que algunos, ante sus recitales multitudinarios, dijeran que parecía una estrella de rock.

Hubiera sido incapaz de cantar, pero un día se encontró con Viglietti en París, en un aeropuerto, y Daniel le dijo a Mario: "Estoy haciendo música para sus poemas". "Y yo estoy haciendo poemas". Entonces el poeta se quedó pensando, y añadió, riendo como reía, como para no molestar: "Tenemos que hacer algo con esta casualidad". De esa casualidad nacieron conciertos, libros; eran como dos en la carretera; cuando vimos a Viglietti en Montevideo, en el entierro de Idea Vilariño, a mediados de abril, la gran amiga generacional de Mario, el cantante nos dijo: "Y lo de Mario. Estamos tan mal, y vamos aún a lo peor".

Montevideo fue su último sitio, y fue casi el primero. Su largo recorrido por la vida conoció una interrupción terrible, cuando los médicos le detectaron tumores que aconsejaron operación, en el hospital 12 de Octubre de Madrid. Allí le atendió, entre otros, el doctor José Toledo, que le conocía, y todo el mundo se desvivió por él. Un día, poseído por el dramatismo al que a veces lo llevó su pesimismo, el que también está en su obra, Mario decidió abandonarse. Como hubiera dicho Idea, que le precedió en la muerte, empezó a decir para qué. Detrás de esa decisión de no seguir hay algunos versos, como éstos: "Me he ido quedando sin mis escogidos / los que me dieron vida / aliento / paso / de soledad con su llamita tenue / y el olfato para reconocer / cuánta poesía era de madera / y crecía en nosotros sin saberlo / Me he quedado sin Proust y sin Vallejo / sin Quiroga ni Onetti ni Pessoa / ni Pavese ni Walsh ni Paco Urondo / sin Eliseo Diego sin Alberti / sin Felisberto Hernández sin Neruda / se fueron despacito en fila india".

Con la enfermedad, Mario descuidó su aspecto, dejó de afeitarse, y alguien le dijo, una madrugada: "Así no puedes estar. Tú eres guapo, un hombre así parece enfermo. Ya no lo estás". Al día siguiente se rasuró del todo, se puso de limpio, y cuando este amigo le visitó y se hizo el distraído sobre su nuevo aspecto, el viejo poeta revivido le llamó la atención y le dijo:

-¿No te has fijado que hoy sí me afeité?

Era un hombre insobornable, el más comprometido de su tiempo. Su muerte deja en silencio mustio su época, su ejemplo y la raíz de sus versos. Pero los muchos que le cantan no lo dejarán, como él decía del verdadero amor, en lo oscuro.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan.

es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.

Mario Benedetti, Una mujer desnuda y en lo oscuro

domingo, 7 de octubre de 2007

Día a día

Llevo mucho sin escribir no por falta de ganas o de cosas que contar, sino más bien por la carencia de tiempo y la amalgama de sentimientos que vienen y van. Esta experiencia sigue su curso, y aunque cada día siento más la angustia de estar lejos de esta ciudad, cada vez me encuentro más acomodado en mi nuevo destino. El trabajo sigue su curso, sin más novedades que el desenmascaramiento de aquellos que engañan, aquellos que olvidan y aquellos que solo quieren su propio beneficio. En palabras limpias lo mismo que en todas las empresas. Multitud de jefecillos, jefes y aspirantes a jefecillos que se creen con cargo y nivel para discutirte algo, y encima hacerlo humillándote y demostrando su "gran" nivel. Sin embargo, conmigo van mal dados porque yo no callo ni me achanto ante nadie y aunque parezca otra cosa, no tengo resquemor de decir lo que pienso, a quien sea y tenga las consecuencias que tenga. Y es que cada vez estoy más seguro de que tengo menos que perder y adquiero ese sentimiento de seguridad y confianza, basado en no perder nada.

El piso tampoco es que sea la bomba, pero francamente podía sea peor. Pasan los días ahí sin ver y sin saber casi nada de nadie, y cierta desconfianza me llega de alguna pieza y sus allegados. Pero en fin, con el precio de la vivienda, los ya caros 200 euros por una habitación, son una bicoca comparado con otras "peticiones", así que hay que seguir con la lucha exterior, esta lucha nueva y activa que es mucho más simple que esa lucha interior que todos tenemos.

Cada finde que vuelvo a Salamanca la nostalgia aparece. No se puede comparar. Ni siquiera el centro de Madrid me pareció comparable a las mañanas de ayer y ante-ayer en las que el dorado de la piedra, las tiendas, los bares, los pinchos, las chicas, las personas, todo me hizo volver a repetirme qué esto es único, qué es lo que me gusta, y qué es lo que quiero.

El último intento de encontrar empleo de lo mio aquí en Salamanka, a expensas de contestación, me pareció frustrante. Metí el curriculum por una ETT, y me llamaron. Acudí a la entrevista, y a parte de estar en donde Cristo perdió las llaves. La entrevista fue extraña, y lo que más me jode [perdón] es esa eterna frase de que "tu trabajo no sólo sera de informático; harás tareas de administración, etc.". Joder, vaya mierda. Yo soy informático coño, y encima técnico, es decir, ya este es un trabajo (como informático) que me viene pequeño, pero que encima tenga que usurpar funciones de otros trabajadores ya es lo último. En fin, si me llaman es probable que venga, pero no me convence. Casi espero agotar un poco el tiempo en Madrid y luego ya veremos.

Por lo demás estar en Salamanka con mi familia, mis amigos, viendo esta ciudad, sintiéndola y viviéndola es un sentimiento fenomenal. Estoy encantado de estar aquí, y aunque me apesadumbra el tener que partir hacia allí, ya es un sentimiento algo menor que en semanas precedentes. Mis ganas y mi futuro están en Salamanka y esto es un medio, un triste medio, para conseguir iniciar ese proyecto de vida que pretendo sea el mio, único y fantástico.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...