jueves, 13 de mayo de 2010

Ese Atleti




Muchos años de infortunio. De en noviembre utilizar apelativos como temporada nefasta, de transición. Coquetear con descensos y el transcurrir de años de monotonía sin altibajos y mucho menos con objetivos de gloria. Decisiones controvertidas. Emociones y esperanzas que en realidad eran errores y penurias disfrazadas de sueños. Apelar al espíritu, la raza o el orgullo a los distintos mercenarios que iban enfundados en colchones. Gestiones deportivas y económicas dantescas, irracionales, casi criminales. Y caminar cada día, cada domingo, por esa senda de los elefantes sin más compañía que una afición. ¡Y qué afición!. Cansados y amargados de derrotas pero cada vez más entusiasmados con el equipo. Gradas repletas, bares y peñas donde se unen nostálgicos y soñadores. La esperanza es lo último que se pierde. En el caso del Atlético de Madrid es eterna, inamovible, victoriosa frente al desaliento.

Idiosincrasia del pupas que te hace sufrir cuando gana, llorar con cada gol histórico y con el alzar de las copas cada vez más ajenas a vitrinas otrora asiduas. La piel de gallina y la voz resquebrajada. 14 años desde el doblete esperando otra alegría para visitar a Neptuno con algo que pueda hacerle sombra, que sea capaz de llegar a la altura del tridente. La pasión por una forma de vivir, siempre al limite paseando entre la desgracia y la victoria. Cuando más díficiles se ponen las cosas más coraje de su escudo saca, más altos son los gritos de la afición, mayor valentía aflora ese corazón rojiblanco.

El atleti de los fichajes sonrojantes (lista innumerable y grotesca), el de los jugadores que antes o después de su militancia colchonera desplegaron un fútbol de nivel... entrenadores de carácter y más que válidos que no triunfaron (Aguirre, Manzano, Sacchi, Luis Aragones, Menotti,...). Todo ello con el yugo de una familia dueña del club, una mano en la sombra que lo mueve todo. Todo menos el corazón y el orgullo de sentirse atlético. Una manera de vivir, de sentir y sufrir; un estilo para perder o ganar, un coraje y un orgullo ante la vida.

La fuente de Neptuno volvió, 14 años después, a albergar la celebración de un titulo por parte del Atlético de Madrid tras una agónica victoria en la prórroga ante el Fulham inglés. Como una guía para entender al club se desarrollo la final, en la que se pudo perder y ganar al mismo tiempo. Se enseño la calidad de los Aguero, Forlán, Simao, Reyes, Jurado, Ujfalusi, Domínguez o De Gea (estos dos últimos con los valores de la valerosa y siempre productiva cantera rojiblanca). Y también los errores inexplicables de gente que te hace pensar cómo es posible que juegen al fútbol (Assunçao y Perea) o por qué eres ahora tan malo (Raúl García, Salvio). Todo esto movido por un entrenador, Quique Sánchez Flores, que llegado al mes de comenzar la temporada ha sabido devolver la confianza a los jugadores, formar un equipo con pocas fisuras, aplicar sapiencia y paciencia y con una carestía de piezas alarmante, llegar a jugar más de 60 partidos esta temporada, con apenas 12 o 13 jugadores, que por una vez, mostraron apego, compromiso y orgullo.

El atleti vivió por momentos preso de la ansiedad, víctima propiciatoria de su historia y también de un rival sin peso ni talento; para al momento mostrarse dominador, grande, favorito, moviéndose como pez en el agua, cómo si jugara finales todos los días, como si fuera capaz de tener el nivel de su afición.

Fue Forlán, el uruguayo, el que encontro el camino del gol, siendo el segundo, el de la victoria, a 5 minutos del final de la prórroga, desatando toda la euforia y rabia contenida de años de maldiciones y lamentos. Forlán se asoció una vez más (y espero que no la última) con Aguero y entre ambos encontraron las llaves para abrir la puerta a la gloria y así, renovar un poco la sala de trofeos.

El mundo atlético esta inmerso en las celebraciones, cuando en una semana puede levantar la Copa del Rey y firmar un doblete histórico que debe pasar a una consolidación del proyecto a un punto de guía en el camino a seguir para volver a hacer, más o menos, habitual el paso por finales, la recolecta de títulos. Dejar atrás el apelativo, el estigma del pupas es el reto y aunque se presume la permanecia de buena parte de la plantilla, es la renovación del hombre que ha hecho posible la recuperación anímica y deportiva de estos hombres, lo que se antoja como calve. Quique Sánchez Flores es el artífice de la victoria de ayer y de devolver la esperanza y la alegría al Manzanares y tiene que ser él, y no otro el que lídere una plantilla, basada en la actual y con 2 ó 3 retoques de calidad, más la categoría de una de las mejores canteras del contienente, el asalto a cuotas mayores, a ser realmente y de manera continúa una alternativa a los dos grandes.

Para salir del yugo de los Gil todavía habrá que sudar más, a menos de que llegue algún foráneo forrado que decida apostar por este caballo, otrora Imprerioso, hasta hace poco perdedor y esperemos que a partir de ahora ganador.

Todo esto y mucho más es el atleti. Ese desgarrado sueño de victoria con las manos desnudas. La sensación de haber hecho lo imposible y sentir el estruendo de una nueva caída bajo las fuerzas ocultas, los poderes o la mala suerte. Las noches de vigilia, las colas de entrada al campo. Las horas de tedio deportivo y de espectáculo nulo. Sentir los colores rojo y blanco es en esencia un estilo de vida. Ser del atleti implica saber sufrir, llorar con las victorias y reir en las derrotas.



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