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jueves, 1 de agosto de 2019

La EGB a los treinta



Hoy en día existe un momento en toda vida de un treinteañero (o treinteañera) en el que se hace imprescindible tomar una decisión que puede marcar su pasado y su futuro. Cuando en el whatsapp entra el mensaje de bienvenida de un nuevo grupo que viene a celebrar una reunión de los antiguos compañeros de clase. Ahí, en ese instante se toma diferencia entre los que mantienen su propia coherencia y los que deciden rememorar viejos laureles, más que nada para fardar y mostrar su nueva vida, con sus hijos, sus hijas, sus monovolúmenes y sus trabajos de mierda. Lo que interesa, no es tanto quedar y emprender o reemprender un camino de fraternidad con los viejos amigos y amigas del colegio, sino cotillear sobre la vida actual de cada uno y hacer apología del ombligo propio para luego exhibirlo entre las redes sociales -online y sobretodo offline- de cada uno, donde ahí si que hay personas que les interesan mucho más.
Del estupor del primer mensaje al momento de salir del grupo por la cabeza se te pasan imágenes dantescas en las que te ves compartiendo mesa y mantel con gente que puede que no veas desde hace 20 años. Que no te ha interesado en absoluto (hubiera sido muy fácil buscarlas) o a las que no has interesado jamás (a ellas les hubiera sido igual de fácil buscarte). O que cuando te has cruzado por la calle ha girado el cuello o incluso cambiado de acera para no saludarte. Y ojo que yo también lo he hecho y me avergüenza.
A mi no se me ha perdido nada en tal reunión. Deseo que lo disfruten y que saquen algo más que simples fotos para el facebook. Si se retoman viejas amistades, se ayudan y mejoran sus vidas, sería perfecto. Pero en mi caso, prefiero ser coherente y mantener mi camino que básicamente es ir viviendo y procurar hacer mejor la vida a las personas que me demuestran que les importo y que me importan. No tengo tiempo para perderlo, y menos aún hoy en día, con gente que ni me va ni me viene.
En cada década, cada generación, desde su madurez, fantasea e idealiza la época de su infancia y adolescencia. Pero es que además, hoy en día, vemos como al calor y el hedor de las redes sociales se hace más impostado ese interés que no viene a ser otra cosa que alimentar el propio ego. Unos cuantos “likes” en la foto de reencuentro para satisfacer el egoísmo de cada uno y cada una. Enseñar hasta la nausea ajena lo guay que éramos, lo bien que nos llevábamos y lo idílico que fueron aquellos nefastos años.
En los 90 se añoraban los 60. A principios de los 2000 gustaban los 70. De hace 10 años para acá es la moda los 80 y ahora empiezan a colarse esos años 90, horteras y mediocres, que amenazan con volver a vestirnos con pantalones anchos y abrigos de plumas. Vivimos en la época de la comercialización de la nostalgia.
Cuidado. No quiero caer en el efecto contrario y demonizar mi etapa escolar. Guardo un buen recuerdo de mi EGB. Me gustaba mi colegio, entonces rodeado por pastos de ganado bovino, con zonas de vegetación casi salvaje, pistas de tierra y grava donde rasparte las rodillas y bordillos peligrosos manchados de infantil sangre. De mis profesores el recuerdo es peor puesto que salvo a un par de educación física, al resto le importábamos menos que una mierda.
Un recuerdo claro que tengo era ver como aceleraban el Lancia al salir del pequeño aparcamiento a las 5 de la tarde cuando se montaba una pelea en la era de enfrente a la salida del colegio. También me acuerdo de botefadas, cachetones, tirones de patilla, reglazos y contestaciones inoportunas. Mi paupérrimo inglés nace de aquella época. Y mi bajo nivel en matemáticas lo mismo. Los chicos veíamos como nuestras notas y trabajos valían la mitad que el de las chicas, gracias a una feminista amargada que en vez de educar en igualdad, primaba la cursilería y el peloteo de mis compañeras de clase. Si me acuerdo de Sagrario, la logopeda que me ayudo para poder pronunciar bien y controlar lo que hoy se llama Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad y que en aquel entonces era que su hijo, señora, es un trasto.
De los niños y niñas que nos juntábamos ahí guardo un buen recuerdo matizado por lo que voy aprendiendo en cada momento. Me acuerdo mucho y con buen recuerdo de Javi, de David, de Gloria, de Nuria… Personas que he vuelto a ver estos años y que nos hemos saludado y conversado. Por estar con ellos, todavía me lo pensaba. También y casi cada día, recuerdo a Rubén, nuestro amigo fallecido hace 18 años en accidente de tráfico.
En aquel pequeño cosmos había de todo. Abusones, marginados, acosados, empollones, brutos, acomplejados y elitistas. Sobretodo esto último. Las marcas ya hacían de las suyas y llevar unas Paredes era poco menos que ser considerado un paria social -sobretodo por las niñas-. Contra más demostrabas que te afectaba, más se afanaban en humillarte y aprovecharse.
En aquel colegio había que cuidarse de que los gitanillos no te robaran el bocadillo o te pegaran una paliza de la que no te podías defender ante la amenaza de que te clavaran con una navajilla o un cúter. A los profesores todo esto les importaba un carajo. A los compañeros de clase menos todavía y hasta que no te atrevías a devolver un par de hostias y demostrar que los tenías bien plantados no te dejaban en paz. Entonces funcionaba el ascensor social y el gitano abusón se iba a tratar de amedrentar a otro y tu te quedabas en el limbo de la intrascendencia. Qué tranquilidad.
Yo me movía o al menos trataba de hacerlo en la media. Sin hacer ruido y sin querer destacar ni por arriba ni por abajo. Perfil bajo que se dice hoy en día. Me gustaba el recreo que era comerse un bollo de pan horneado por mi madre con cuatro onzas de chocolate negro dentro y ponerse a jugar al fútbol contra los de otro curso. Había hasta clasificación oficial de pichichi.
Por supuesto, tengo amigos de aquella época. Me atrevo a decir que seguramente de toda esa clase David, Miguel y yo, seamos los únicos que nos vemos con regularidad y nos sabemos el cumpleaños del otro. Es la demostración de estar con la gente que a uno le importa lo que hace trascendente el tiempo y el modo de pasar la vida.
Hace no tanto tiempo hablábamos de si se pudiera viajar en el tiempo a qué época o momento volveríamos. Y nosotros lo teníamos claro. A la época de la EGB ni de coña.
Así que por todo esto y alguna cosa más me borre de tan “magnífica” idea. Como he dicho antes espero que disfruten y saquen algo más en positivo que ver lo calvos, gordos o gilipollas que nos hemos vuelto. En mi caso prefiero mantener mi personalidad retraída y antisocial. O cualquier otra cosa que se les ocurra, porque realmente me importa un pito.

miércoles, 17 de junio de 2009

Aquellas mañanas de sabado

Era una época de sueños, de vivir sin preocupaciones. Era tiempo de juegos, de desconocer las responsabilidades. Había mucha ilusión y empeño por conseguir la victoria, pero era similar al de disfrutar, de vivir experiencias y estar con la gente. Pasaba los sábados por la mañana. No había por aquel entonces noches de viernes, salvo alguna contada en la que firtreábamos con el alcohol y ni nos atrevíamos a buscar compañía femenina. No era necesario. Si que lo era y lo es, la cercanía de los iguales, de los que siempre compartimos una visión de la vida sin saberlo, y un balón en un 40x20, más de 1000 veces.

Sabíamos que éramos buenos. Jóvenes e ilusionados recogíamos la equipación cada mes de septiembre. No agradaba compartir equipo con otros. Habíamos estado juntos toda la vida. Nos conocíamos, compenetrábamos. Sabíamos donde mandar el pase, hacia donde iniciar la carrera, en que punto dejar el balón regalado para el compañero que llegaba. También eran claras nuestras deficiencias. Sabíamos de lo que eramos capaces, como equipo y como individuo. A quién, cuándo y cómo ayudar. Pero a los compañeros se les aceptaban, algo que no siempre nos sucedió. Llegaron así que me acuerde, Oscar, Dani, otros chavales no tan agraciados a nivel calidad y fichamos para nuestras vidas a Fio, Cifu que era nuestro portero y “erse” Dani. Y así hicimos equipos. Los aburridos entrenos de Toñin se alternaban con los más amenos, más de juego con Fai. Entrenando menos de dos horas y medía por semana no podíamos pensar en asimilar muchos conocimientos y rutinas tácticas para el juego ofensivo. Siempre es más costoso en tiempo y esfuerzo explotar el talento y el juego de ataque, por lo que decidimos asimilar el fútbol “vasco” de férrea defensa, dureza impenetrable y solidaridad atrás. Difícil era superar la primera línea y en la segunda esperaban con el cuchillo entre los dientes para robar o por lo menos forzar.

No éramos por aquel entonces los más dignos representantes del tiki-taka. El ataque era contra-ataque, y poco duraba el balón en nuestros pies. Eso sí no especulábamos. Se buscaba la rápida opción de ataque; el tio desmarcado, a jugársela en uno x uno, el balón largo a la espalda... transiciones rápidas que dejaban al rival sin aliento y en el que dependiendo de quien la llevara, o de las posibles oleadas se exponenciaban las alternativas de marcar. David era fuerza y potencia; capaz de llevarse varios defensas para dejar espacios y llegar como un trailer al remate; yo soy la velocidad, el individualismo. Realizo lo imposible y a veces fallo lo fácil. Podía irme de cuantos hiciera falta y juntos formábamos una primera línea defensiva brutal. Atrás Miguel, jugó con nosotros 2 años. Su energía, su anticipación era el sinónimo de guardaespaldas para todos nosotros. Borre, ponía su salida de balón y su disparo, y con mucha entrega olvidaba sus carencias físicas. Fio, es clase, llevarse la bola como acompañante, como un apéndice más de su cuerpo. Dani, el ausente, desaparecido, como si la cosa no fuera con él, su forma de ser alimentaba nuestro compañerismo y sus gotas de genialidad hacen nuestro juego espectacular. En la portería teníamos a Raúl, el Cifu; el hombre no era lo mejor del mundo para hacer un saque, pero si juntaba el día... Y así, todos juntos y sin revolver nos convertimos en equipo, gracias al Tari.

A vosotras que nos acompañáis al Torero y véis como saludamos a un tio que hay por ahí. Es nuestro mister, nuestro mister. Nos dió confianza, nos dejo volar libres, y a la vez nos enseñó responsabilidad. Nos hizo jóvenes. Éramos niños y acabamos siendo casi hombres. Nos puso al albor de la pubertad. Los primeros alcoholes le tuvieron como cómplice, ahora le reconpensamos con nuestro cariño y unas dosis enfrascadas.

Aquellas mañanas de autobús, de esperar a la puerta del banco; de viajar por esa Kansas que a veces me parece esta provincia. De subir al pabellón, quitar el agua de las goteras... Rivales a los que se cogía y coge sin miedo, los otros paquetes de Santa Marta, Armenteros, La Fuente... Goles inólvidables, partidos jugados hace 10 años que no se olvidan. Los sueños se vaciaron pero quedo el resultado de trabajar bien, poner pasión y estar orgulloso de cumplir. Sigo teniendo en la mente todo aquel partido del 5-3 contra Armenteros. Nos calzábamos las zapatillas más baratas de la tienda, porque el talento no lo daba la marca sino nosotros. Calentar con el chandal húmedo de frío. El Recinto ferial, el frontón, el pabellón de Alba, Peñaranda, aquel horrendo año jugando al aire libre con un equipo de 16 fulanos... Esquivar las alcantarillas, las goteras y los rivales. Sentir fluir la sangre, escapar el sudor y conseguir marcar. Buscábamos la victoria con ahínco, pero con respeto, coherencia y buen trabajo; ahora lo seguimos haciendo, pero con el lamento de no poder hacerlo con gente que nos llegué.

Lo que hicimos, lo que sentíamos. Deporte y amistad inseparables en un vínculo eterno. Todas esas mañanas de sábado; días de entreno, partidos... torneos, pachangas entre amigos que acaban en el vacío vaso de cerveza, o con enemigos que tienen el mismo final con la soberbía inflando ego. En definitiva, amistad y ser como somos, gracias a algo que es un placer.

lunes, 26 de noviembre de 2007

La Televisión: Cáncer para la juventud

El pasado fin de semana fallecía la víctima número 69 de la violencia de género. Su caso tenía una peculiaridad. 5 días antes había pasado por un "programa de TV" (de telebasura mejor dicho) engañada por la producción del programa quien se había puesto a disposición de su ex-pareja, maltratador y condenado por ello, en busca de una futura reconciliación. El resultado ante la negativa de la mujer ya ha quedado comentado.

Y justo ayer se celebró el día contra la Violencia de Género en el que todo el país, incluidos mujeres y muchos hombres, se echaron a la calle para en actos llenos de simbolismo y respulsa, denunciar el machismo intransigente del Siglo XXI que corroe nuestra sociedad. Desde aquí mi más enérgica repulsa a estos desalmados manipuladores e imbéciles dictadores de sala de estar.

Pero es la TV lo que ocupa mi odio hoy. Ignorando sus labores y responsabilidades sociales solo busca el "share" más alto, para ver como su tiempo publicitario cotiza más caro y poder maximizar los beneficios. No existen series ni programas específicos para público infantil o adolescente. Salvo honrosas excepciones (La2 y no siempre) los únicos dibujos animados en horario protegido (de 16 a 21) son propios para adultos ("Padre de Familia"), y las series, las que no siguen una temática escabrosa y violenta propias para horarios nocturnos de prime time, las propiamente citadas como juveniles, proclaman unos valores que nunca deberían llegar a oídos de jovenes y niños. Pero el peor ejemplo lo aportan las TVs nacionales con sus programas de producción propia. Todos siguen la temática del "corazón". Personajes con pocos valores culturales o sociales que ofrecer, lenguaje obsceno e inapropiado, situaciones plenas de humillación, violencia o intolerancia, realitys que denigran las libertades, los derechos y obligaciones... Este es el panorama con el que los niños y jovenes pueden encontrarse si deciden encender la TV en horario de ""supuesta protección". Gracias a este fenomenal trabajo de El País, se ponen de manifiesto las iregularidades que cumplen no solo las TVs, sino también las autoridades, ya que pese a existir un texto legal competente, sigue sin cumplirse una normativa que si hace 4 años era necesaria, hoy por hoy es imprescindible.


Como siempre es el dinero, el afán de lucro lo que mueve a las empresas en este país y en este sistema capitalista, sin atender a sus responsabilidades tanto sociales como formativas. Tal y como esta "montado" el asunto, resulta que una familia standard (esa de dos cónyuges y al menos 1'5 hijos), resulta que para poder llegar a fin de mes, y cumplir como buenos consumidores, esa pareja con hijos se ve obligada a permanecer fuera del hogar un elevado tiempo, suficiente sin duda para que la educación familiar (muy importante en valores de responsabilidad, respeto y tolerancia) quede damnificada. Y pese a la inestimable ayuda de abuelos, abuelas, guarderías, etc.; lo único cierto es que la infancia española tiene ante sí la "oportunidad" de languidecer horas viendo la TV con contenidos más que inapropiados. Mientras que en Internet existen sistemas de control parental, en la TV, y sobretodo en los canales generalistas de la TV analógica los contenidos rayan el esperpento buscando maximizar la audiencia en aras de unos eurillos a razón de anuncio publicitario emitido.

En definitiva, va siendo hora de que las autoridades competentes (Ministerio de Educación, defensor del menor, defensor del pueblo) tomen las medidas oportunas para remediar ese terrorismo en ondas hertzianas que invade las mentes y corazones de nuestros infantes e infantas.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...