Ayer
con el apagado de la llama olímpica se ponían fin a los Juegos
Olímpicos París 2024. Los Juegos de la XXXIII Olimpiada se
desvanecieron como el fuego alojado en la pequeña lámpara,
consumida bajo el aliento del nadador francés León Marchand y de
otros deportistas olímpicos. Pero van a conseguir guardar en el
recuerdo una buena retahíla de grandes momentos de diversa
índole, que durante los últimos 16 días han dejado los atletas y
naciones participantes. Hombres y mujeres que han competido en pos
del éxito deportivo, pero que sobretodo han convivido en la capital
francesa mostrando un ejemplo de todo lo bueno que el ser humano es
capaz de construir, en palabras del Presidente del COI en su discurso
para clausurar los juegos.
Sin
embargo, omitió Thomas Bach la incapacidad del movimiento
institucional olímpico para imponer treguas en los conflictos
armados y guerras que se están sucediendo por todo el mundo. Su
fracaso es el de todos, el de una sociedad y una comunidad internacional en absolutos conmovidos por las matanzas
indiscriminadas del sionismo israelí en la franja de Gaza,
comandados por el criminal de guerra Nethanyahu que mientras sus
atletas competían en París, se ha dedicado a bombardear escuelas
asesinando a niños y niñas, mientras ejecutaba una operación
quirúrgica para asesinar al líder de Hamás, exiliado en Irán,
involucrando de esta manera al estado fundamentalista de los
ayátolas.
Si
la ausencia de medidas de presión como podían ser los boicots a sus
deportistas no ha servido para nada en el caso de Israel, la guerra
entre Rusia y Ucrania ha continuado pese a que los atletas rusos (y
bielorrusos) se han quedado en casa (salvo una mínima
participación). El resto de conflictos en África o en la península
Arábiga han seguido como si nada. No era tolerable una tregua
olímpica que pudiera romper los mecanismos de hegemonía
estadounidense en el mundo, y sobretodo, la influencia que sus
corporaciones y conglomerados empresariales (militar, minero,
financiero, petrolífero) empeñados fundamentalmente, en ganar
dinero. Todo el dinero posible, sin importar las muertes y el dolor y
el sufrimiento causados.
Pero quedándonos en la celebración de los Juegos Olímpicos no puede uno más que
celebrar la excelente imagen que París y Francia han mostrado al
mundo. Cimentados en la tremenda belleza de la capital gala,
sumada a una gestión por el ciudadano de a pie, y no del coche o del
turista, París se ha presentado como el escenario perfecto e idóneo
para albergar los Juegos. Y no es que este evento no esté trufado de
corrupciones, caciquismos, nepotismos, y en definitiva, el más bajo
capitalismo de burbuja.
Algunos
hay, seguro, que al calor del olimpismo se han forrado en París.
Empezando por el Comité organizador y el propio COI que pueden
colocar los inmensos dineros cobrados por los patrocinios y los paquetes de retransmisiones, sin apenas soltar un euro por el trabajo
imprescindible que es llevado bajo la figura de los voluntarios.
Tiene mucho mérito sí, pero a uno, marxista y materialista
histórico al fin y al cabo, le chirrían que un evento de esta
magnitud genere tal volumen de horas y dedicación de trabajo para
satisfacer las necesidades de deportistas, periodistas y visitantes,
y sin embargo, estos trabajadores no reciban ni un euro. Me parece una absoluta
vergüenza que ya es coronada con la prestación de servicios de
personas de mayores de 60 años, movidas si, por un espíritu
olímpico, pero muy equivocadas, en pleno proceso de negociación y
presión colectiva ante la voluntad del gobierno francés de subir la
edad de jubilación a los 65 años. Si a los 65 años, que aquí nos acaba de colar el gobierno más progrsista de la historia una jubilación disimulada a los 70.
Pero,
a priori, parece que el compromiso por una mejor sostenibilidad
económica y medioambiental han acabado por cumplirse en unos
juegos, cuya organización, tendrá ahora que hacer frente a las
críticas surgidas, a la responsabilidad por los problemas causados,
y lo más importante: Ahora que se han ido los periodistas y los
deportistas, cumplir con las promesas de regeneración y legado de
los juegos en los barrios marginales de la capital parísina,
para cumplir así, con ese afán de mayor inclusión a varios niveles, económica, racial, entre sexos y entre religiones.
Con los Juegos ya desarrollándose la polémica y la incoherencia del COI y la comunidad internacional continuaba con la participación de los atletas israelíes, pero no impidió que aparecieran otras. La más importante la que tiene que ver con el deporte femenino y la salud de las mujeres.
La ultraderecha italiana lanzaba el bulo contra la boxeadora argelina Imane Khelif a la que acusaban, sin pruebas y falsamente, de ser una mujer transexual. Muchos nos comíamos el bulo en primera instancia, empezando por las organizaciones de mujeres que legítimamente y con razón, quieren defender la practica deportiva de las mujeres que se ven relegadas y usurpadas por hombres que artificialmente cambian de sexo para ganar a mujeres en competiciones regladas. Pero este no era el caso.
Khelif ha pasado todos los controles tanto de su federación, como de la internacional y el COI y lleva desde 2013 pudiendo competir sin ningún tipo de cuestionamiento. Es verdad que presenta una cuestión genética de asimilación de hormonas, pero este tipo de casos sólo saltan a la palestra cuando se trata de atletas de razas distintas a la blanca, y fundamentalmente cuando se trata de países pobres. Caster Semenya es un buen ejemplo de ello, a la que no se le permitió llevar una carrera deportiva normal. Sin embargo, las prestaciones de las estadounidenses Athing Mu o Brittany Griner, por poner unos ejemplos rápidos que se me vienen a la cabeza, no se discuten. En todos estos casos se trata de mujeres que presentan volumenes de masa muscular y de androgenía parecidos a los de un hombre, pero siguen siendo biológica y genéticamente mujeres y tienen todo el derecho del mundo a competir.
Otro tema, y en este si que hay que ir claro y de frente, es el de impedir que hombres transexuales compitan con mujeres biológicas. Lo siento. En esto no soy ecúanime. Es una cosa muy seria un cambio de sexo, con todas las implicaciones y sufrimientos personales, para que haya hombres que cambien de sexo e inmediatamente vayan a practicar el deporte que practicaban (mediocre ante otros competidores) antes del cambio. En esto las federaciones, los gobiernos y las instituciones internacionales tienen que posicionarse ya y dejarlo bien claro. No puede dificultarse aún más la práctica deportiva de las mujeres, que es un espacio suyo, de empoderamiento y participación, contribuyendo a un borrado sistemático de las mujeres, a través de la inclusión artificial de mujeres transgénero. Porque estas presentan las capacidades de los hombres, con lo cual la competencia, ni sería justa, ni partiría de unos mínimos, y porque el deporte femenino es un altavoz de las justas reclamaciones por la igualdad de todas las mujeres.
Por último, una cuestión que quiero comentar también ahora tiene que ver con la propia vestimenta de las mujeres a la hora de competir en sus respectivos deportes. Desde Occidente, hombres se quejan de los rigores que el Corán ponen a las mujeres musulmanas para poder practicar deporte. Como tienen que cubrirse el pelo y también su piel. Sin embargo, ven totalmente normal que otras deportistas aparezcan con tops y braguitas, cada vez más escuálidas para poder competir. Vestimentas que se amparan en reglamentos internacionales de inspiración machista y patriarcal, de maromos esmegmáticos que parece que sólo quieren el deporte femenino para ponerse cachondos. No es ni medio normal que atletas que entrenan con un pantalón corto durante todo el año tengan que competir en bragas, como nos muestran sus muslos al aire a distintos tonos de bronceado. Tan cosificadas y producto machista es una imposición como la otra. El uso del hiyab, amparado por un código moral y religoso, o de la braguita, sustentados en reglamentos deportivos y capitalistas, es tan inapropiado. Incluso más en las deportistas occidentales que parece que para que sean tomadas en consideración tienen que enseñar mucho más que su destreza deportiva. Lamentable y a reflexionar.
Volviendo al Olimpismo, en
cuatro años nos veremos, si el mundo no se desquicia
definitivamente, en Los Ángeles, en los Juegos de la XXXIV
Olimpiada. Será la tercera vez que la ciudad californiana acoja
la llama olímpica, y ante si tienen un reto mayúsculo para tan solo
acercarse a la imagen ofrecida por París estas dos semanas. En un
contexto de decadencia de la nación estadounidense cuyo uno de los
efectos más visibles es la degradación en las grandes urbes, como
Los Ángeles, cabría esperar que las inversiones se destinarán
únicamente a dar auxilio a la emergencia social y económica de las
gentes de sus barrios, por lo general, ya condicionados por el color
de su piel. No en dotarse de infraestructuras megalómanas para
cobijar un espectáculo deportivo. Si como cabe esperar, las
inversiones de índole privada van para maximizar los beneficios que
estos grandes patrocinadores saquen, los siguientes Juegos serán un
fracaso, cuya imagen será la de esconder a los yonkis y pobres
durante los días de competición.
No
dudo de que en París se haya hecho un acopio para resguardar a los
sin techo, y garantizar la seguridad de los visitantes, pero no me
negarán que la situación de partida entre ambas ciudades es bien
distinta.
Pero
aprovechando el majestuoso espectáculo que es el urbanismo de
París, los organizadores nos han regalado unas imágenes
icónicas de la urbe que ya desde el primer día, con la
inauguración, han embriagado nuestros sentidos. En una decisión
acertadísima, y pese a la lluvia, los organizadores abrieron los
Juegos Olímpicos a través del rio Sena, por donde fueron
presentadas las distintas delegaciones nacionales con sus abanderados
y abanderadas. La coreografía urbana del recorrido de la llama
olímpica, se alternó con representaciones de la Historia de
Francia y de París, así como algunas de sus tradiciones e
identidades más propias, alternando las actuaciones musicales (de
mucho mejor gusto y calidad en esta ceremonia de inauguración con
respecto a la de clausura) de Lady Gaga o Celine Dion. Hasta el
momento sublime con la interpretación de Gojira sobre los
balcones del palacio de la Conciergerie de París, prisión
durante la época del Terror en la Revolución Francesa. Con un tema
compuesto para la ocasión, evolucionando de la canción popular
durante la Revolución “Ah, ça ira”, que nos habla del
afán por la libertad, la igualdad y el progreso de las gentes de
París. En un dueto con la mezzosoprano suiza Marina Viotti, Gojira
descerrajaba su composición (en playback de la batería de Mario
Duplantier dada y disculpadas las circunstancias) para así cobrarse
una deuda histórica, de estos acontecimientos para la música heavy.
Si en 2012, en Londres, ante la propuesta musical británica las
omisiones al género fueron insultantes (ni Black Sabbath, ni Iron
Maiden aparecieron) en 2024 Gojira pasó factura y colocó al heavy
metal, y a su death melódico como el ejemplo de la música
más pasional, artesana y auténtica de la actualidad.
Centrándonos
en lo deportivo los Juegos Olímpicos de París han supuesto
la confirmación de un momento estelar en la Historia del deporte con
marcas y pruebas que demuestran el avance en las técnicas de
entrenamiento y preparación (alimentación, descanso, salud mental y
avances tecnológicos). Se han batido multitud de récords, algunos
de ellos de otras épocas, y otros confirmando a la pléyade de
deportistas actuales.
China
y Estados Unidos trasladaban al medallero su geoestragégico y
cultural enfrentamiento en pos de la hegemonía mundial. Más
medallas para los americanos que igualaron a última hora en número
de oros gracias por un lado, a su colección de metales en
atletismo, en una demostración de poder, y también de lo complicado
que puede ser competir contra el modelo universitario americano
(donde hay que recordar o descubrir a algunos que están permitidas
las sustancias dopantes). Y fundamentalmente al baloncesto, tanto
masculino como femenino, donde compiten con reglamentos más laxos
que potencian sus cualidades físicas, su talento también y por
supuesto su soberbia y mezquindad.
China
por su parte copó todos los podios de los saltos y sumó
multitud de medallas en deportes minoritarios pero sin ser
suficientes para desbancar por primera vez a Estados Unidos. Ambas
potencias se vieron beneficiadas de la exclusión de Rusia.
En
la piscina, Estados Unidos volvió a sucumbir al poderío
australiano, y aún sumando muchos metales, Canadá y sobretodo
Francia con el fenómeno Leon Marchand (cuatro oros del chico
maravilla francés) eclipsó la tradicional presencia yankee.
En
gimnasia artística, Estados Unidos recuperó a la mejor Simon Biles y con ella el cetro por equipos, mientras que en masculino
Japón y China compitieron hasta la última prueba por el oro
quedándoselo los nipones gracias a la sobresaliente actuación de su
joven valor Shinosuke Oka, también campeón individual.
En
deportes de equipo Francia abría el melón con un emocionante Oro ante Fidji en Rugby7, con un Antonie Dupont
espectacular. Si bien en balonmano masculino, les experts,
fracasaban al caer en cuartos ante Alemania (uno de los mejores
partidos de la Historia), allanando el camino para que Dinamarca
arrasará hasta recuperar su cetro, si que en otras disciplinas los anfitriones han
respondido: Oro en voleibol masculino, plata en balonmano femenino,
ante las incombustibles noruegas, plata en fútbol, y finalistas en
los dos torneos de baloncesto. En suma, Francia ocupaba el tercer puesto en el medallero y en la práctica totalidad de disciplinas, deportistas franceses han aparecido por los podios con el frenesí de un público entregado y docto.
En
ciclismo en ruta, Remco Evenepoel aprovechó su momento de forma tras el Tour de Francia y ganó el Oro en Ruta y en contrarreloj,
rompiendo un muro que no se había roto desde hacía 50 años. En la Mountain bike Pidcock revalidaba su Oro de hace 3 años, mientras la heroína francesa Prevot hacía lo propio. El velódromo ha sido un espectáculo con sorpresas como el Oro portugués en Madison masculina y pronósticos cumplidos como el del francés Benjamin Thomas en Omnium.
Duplantis
añadió un centímetro más a la épica del salto con pértiga,
mientras en la carrera de los juegos, Sidney McLaughin batía el
récord del mundo de los 400 vallas para doblegar a Femke Bol, quien,
unos días antes remontaba a Estados Unidos en el relevo mixto para
Países Bajos. En el tartán, Canada asaltaba el dominio polaco en el martillo, al tiempo que la belga Nafissatou Thiam
ganaba su tercer oro consecutivo en Heptalón y Fatih Kipyegon lo hacía en el
1500 femenino. Las
pruebas del medio fondo y el fondo, tanto en masculino como en
femenino, resultaron apasionantes, batiendo récords olímpicos y
alternando tanto las sorpresas como la consagración de hombres y
mujeres dominadores de sus pruebas.
Pero
si de oros consecutivos hay que hablar hay que hacerlo del
cubano Mijaín López Núñez, luchador grecorromano que
es el primero en ganar cinco oros individuales consecutivos
en los Juegos
Olímpicos.
Su éxito, talante, talento y compromiso es el de la Revolución,
aunque silenciado por los medios occidentalistas,
ha sido tan colosal su demostración que hasta el COI ha tenido
que arrodillarse
ante él.
Países
Bajos, pero también Uzbekistán, Hungría, Italia o Brasil daban una
sensación magnífica de éxito deportivo. Todos los resultados aquí.
Para
la participación española nos volvemos a repetir. Vuelven a
quedarse lejos del número de medallistas de Barcelona 92, y ni
siquiera se suman 20. Multitud de deportistas han quedado como
finalistas, especialmente en las posiciones cuarta y quinta de sus
competiciones. Dramático es en las artes marciales, donde nuestros
representantes, que llegaban entre los 3 primeros del ránking, ante
la competencia olímpica se han bloqueado de una manera alarmante. La
estadística dice que nuestros judokas y taekwondistas han disputado hasta 18 combates por medalla (acceso a
semifinales y después bronce por repesca) sólo ganando 1. Esto nos
habla de la terrible presión a la que se ven sometidos, de cómo
afrontar el reto para sumar una medalla que puede cambiar sus vidas.
Esta
presión la empieza poniendo el propio COE en las palabras
del impresentable de su presidente, Alejandro Blanco, pero que no se
apresta a conseguir más financiación y profesionalización de
nuestros deportistas, pero se llena la boca con los éxitos que
tienen que sumar los demás pese a su inoperancia e incapacidad.
Deberá dimitir hoy mismo y no empezar a anunciar medallas en Los
Ángeles, el cara dura.
Es
lo de siempre. No hay inversión para las escuelas de deporte,
para detectar el talento joven y para crearlo. Si obviamos Madrid, y tampoco con las necesidades que tiene pese a expropiar toda la riqueza del estado, y Catalunya para quien el deporte es una forma de crear identidad nacional, el resto del estado español es un páramo a la hora de la práctica deportiva. ¿Cuántas piscinas cubiertas hay por cada 10.000 habitantes? ¿Cuántas horas quedan para enseñar deporte? ¿Cuántas pistas de atletismo y velódromos homologados por provincia y por comarca tenemos? ¿Cuántas horas están los pabellones disponibles para escuelas de formación deportiva? ¿Cuántos entrenadores y formadores, de distintas especialidades, pueden vivir de esta actividad y cotizar por ello? Hablemos de árbitros y jueces, imprescindibles y sin embargo, ninguneados.
Todo esto es necesario, clave, para hacer cantidad, y
de la cantidad extraer la calidad. Y luego ya en edad adulta para
acompañar a las y los atletas satisfaciendo sus necesidades para
competir: Viajes, entrenadores, preparadores físicos, fisios,
medicina deportiva, psicología, equipamientos, instalaciones, etc.
Si uno piensa en todas estas carencias fehacientes de nuestros
representantes no podemos más que quedarnos en pie y aplaudiendo
hagan lo que hagan, simplemente por el hecho de competir.
Pero el mono-cultivo del fútbol en este país ahoga cualquier inversión para el resto de deportes, que ya sea pública, siempre baja y condicionada a la voluble voluntad de los electorados y la más que siniestra de muchos de los políticos, y la privada, escasísima por el nulo retorno que se obtiene.
Con estos mimbres vamos a unos los Juegos son un escaparate monumental para cada uno de
los países, y todos ellos aprietan en la preparación. Incluso ningueando la participación en mundiales o europeos para competir con todo en los Juegos. Nosotros
llegamos con muy buen nivel, bien posicionados en muchas disciplinas
y en ambos sexos, pero ante el umbral olímpico nos vemos rebasados
por las propuestas y disposiciones de los demás competidores. Toca
reflexión, una vez más, y la puesta en práctica de una política
deportiva estatal (en consonancia con las administraciones
regionales y locales para fomentar la práctica deportiva
multidisciplinar, como garantía de vidas más saludables y de unas
mejores convivencias y asociacionismos), y después para
modernizar los programas ADO y legar e invertir mejores recursos
en el trabajo y pasión de nuestros deportistas. En esto, evidentemente entra una gestión directiva y administrativa profesionalizada y que dé información y transparencia sobre su actividad. Basta ya de las endogamias y corrupciones que se ven en las federaciones y en el COE. Supongo, que al
igual que pedir a RTVE que con Teledeporte haga una buena gestión de
las retransmisiones deportivas, será como predicar en el desierto.
Por lo tanto, es fundamental una voluntad política y social en nuestro país para hacer del deporte una cuestión básica, que mejorará la salud de la población, y encima nos unirá más y nos reconfortará. Evidentemente, esto es una quimera porque ya sabemos como está el asunto.
Pero
lo cierto es que aún con todo, hubo grandiosos momentos para la participación
española. Destaco dos: Por un lado el Oro en relevo mixto de
marcha con María Pérez (plata en la prueba individual) y Álvaro
Martín (también bronce en su prueba individual). Un éxito
colosal de la marcha española, que tiene al enemigo en casa, pero
que es una prueba en la que somos potencia dominadora gracias al
desempeño de nuestros formadores, entrenadores y marchadores.
Además, que el éxito lo protagonicen dos atletas de provincias, de
clase trabajadora, que han superado a sus rivales, sus lesiones y
antes a las trabas de clase, otro ejemplo.
El
Oro olímpico de la femenina de waterpolo también ha sido
colosal. Firmando un torneo completísimo la unión de dos
generaciones distintas de jugadoras, bajo la dirección del ya
legendario Miki Oca, ha acabado con la persecución de este éxito
que completa el palmarés de uno de los mejores equipos de la
historia de nuestro deporte.
Jordán
Díaz ganaba el Oro en triple salto olímpico en un podio de
atletas cubanos nacionalizados. En atletismo el nivel general ha
sido muy bueno, pero nos falta un paso para aspirar a más medallas,
aparte de solventar las lagunas en velocidad o lanzamientos, especialmente
masculinos, ya históricas en nuestro deporte.
Entre
los fiascos el mayor el de la femenina de fútbol, quizás demasiado
presionada, también ya quemada tras un último año de sobreexposición mediática. Mientras la masculina (de categoría
sub23) conseguía el Oro y lo sumaba a la Eurocopa absoluta (hito que
sólo antes había cumplido la Francia de Platini en 1984), y la de
balonmano masculina, lograba otro bronce (el quinto) en otra
demostración de resistencia y tenacidad. Fracaso total de la
femenina de balonmano inmersa en un relevo generacional con una
brecha muy profunda y que fue incapaz ni de empatar un partido. En
baloncesto, cumplieron objetivamente ambas selecciones que cierran ciclo
con un cambio inminente ya a realizar, que puede ser traumático en
la masculina (ya definitivamente y a la que objetivamente no se le podía pedir más), algo más
sosegado en la femenina (que llegó a cuartos y sucumbió ante una
muy superior Bélgica), pero ambos irrenunciables.
El
momento más dramático se vivió en bádminton donde una
renacida Carolina Marín estaba a 10 puntos de meterse en la
final olímpica cuando volvía a romperse los ligamentos de su
rodilla derecha. Una pena tremenda y un injusto broche a la carrera
de una deportista hecha así misma y que ha descubierto su deporte al
gran público en nuestro país. Por desgracia, su presencia no ha
servido para dinamizarlo y dar al bádminton la importancia que
tiene.
Hubo
un Oro en vela. Alcaraz tenía que contentarse con la plata ante un
superior Djokovic, mientras Nadal iba peor que justo por las pistas.
La pareja de dobles femenina, Sorribes-Bucsa, conseguía un bronce.
Medallas en remo empezando por el bronce, la sexta de Saúl
Craviotto en unos juegos con su embarcación del 4x1000, a parte
de otro en remo y un tercero en piraguismo de aguas bravas. Como siempre la natación artística (antes sincronizada) demostró su gran nivel con un bronce. Mientras que otro bronce
en yudo abrió el medallero muy escuálido hasta mediada la segunda
semana, mientras se iban acumulando cuartos puestos finales (hasta 9
en el equipo olímpico español, más 11 quintos). De los pesos grande del boxeo han
venido esta vez las sorpresas, con plata y bronce de los puños de un
hijo de inmigrantes magrebíes y de otro nacionalizado cubano, como
también la muy emocionante el baloncesto 3x3 femenino donde España
se colgó una plata más que meritoria.
Capítulo
aparte merecen estos deportes “urbanos” como el baloncesto 3x3, la BMX,
pero sobretodo el skate o el breakdance. No existe
fenómeno cultural más alineante, homogenizador y eliminador de las
expresiones culturales e identitarias que todo aquello que engloba bajo eso que llaman
cultura urbana. Aquel arte (desde el graffiti, su
música trucada de voces por ordenador y arreglos electrónicos, el
abochornante rap), las vestimentas, las formas de desplazarse, la incomunicación, etc., todo un movimiento cultural que de Occidente a
Oriente y de Norte a Sur hace sucumbir las genuinas formas de sentir
e identificarse de las poblaciones, vivan o no en un entorno urbano, bajo la patina globalizadora que el American style
way nos ha dejado. Unas formas de comportarse, y de dejar de
hacerlo de ciertas maneras, que fomentan claro esta, el
consumismo y que han sido exportadas por las élites occidentalistas
desde los años 80, para conseguir un control mental, global y
total, al que aspiraron y no pudieron alcanzar en el pasado, las
religiones y las ideologías de clase. Por esto que en el programa
olímpico se incluyan este tipo de pseudo deportes refrenda esa
sensación de nos quieran homogenizar como copias baratas de los
americanos. Yo me pregunto: ¿Por qué el breakdance y no en tango? ¿O los
bailes de salón? ¿Por qué el skate y se discute presencia de la marcha atlética en el programa?
Y
todo ello en un momento en el que el movimiento olímpico está en un
momento de encrucijada donde la supervivencia económica de las
ciudades que alojan los eventos comienzan a cuestionar la idoneidad
para postularse o no a ser sede olímpica. Mientras todavía
persisten los locos desvaríos de los politicastros de Madrid, otras
ciudades reculan y reflexionan en períodos largos (después de
quedar excluida en beneficio de Barcelona en 1992, París tardó 24
años en volver a presentar una candidatura) puesto que en un
contexto de escasos recursos, infinidad de demandas sociales y en un
momento de cisma en el urbanismo actual.
Y
es que, les guste o no, las ciudades en todo el mundo tienen que
afrontar ya, y están llegando tarde, un giro en su concepción y
disposición para volver al ciudadano y ciudadana. A la persona que
se desplaza a pie o sin contaminar, en circuitos cortos tanto en el
espacio como en sus pretensiones, prescindiendo del vehículo
privado. Urgen ciudades menos contaminantes, menos ruidosas, con
menos estrés, que dejen de estar concebidas para el coche y que
recuperen el asociacionismo vecinal, la concordia entre personas y la
tranquilidad. Y ante este escenario, común para cualquier núcleo
de población, las grandes megaurbes, que son las únicas que pueden
albergar un evento de la magnitud de unos Juegos Olímpicos, antes
tendrán que poner todo su ingenio y sus recursos en solventar este
giro, garantizando el bienestar y el futuro de sus ciudadanos.
Sobretodo, porque no se van a ver movidos por una lógica en pos del
bien común, sino más bien por la presión económica en un
escenario de agotamiento de los combustibles fósiles y de las
materias primas. Por todo ello, el ejemplo de París aparece tan
vislumbrante, como modelo a seguir, y al tiempo, el de Los Ángeles, tan poco claro y con
muchas dudas.