miércoles, 6 de septiembre de 2017

Que un buen guión no te estropeé un buen espectáculo

Si podéis ver Game of Thrones verla; Y si podéis leer la saga de Canción de Hielo y Fuego, leerla y buscar en la wiki, así como deleitar otras obras del universo fantástico y medieval de George R. R. Martin.


Las series de televisión son el producto cultural de moda. En los últimos 15 años han asaltado el podium de prioridades en materia de ocio en todo el mundo. Se han convertido en un canal de comunicación de primer orden, pudiendo llegar a millones de personas que de manera recurrente y periódica se sientan delante de la televisión -y ya de otros dispositivos electrónicos- para seguir la marcha de su serie favorita.
Siempre han existido las series de televisión como una forma lógica de fidelizar a la audiencia a un canal y poder maximizar beneficios de éste por medio de la publicidad. Fue en los 90 cuando con fenómenos como "Los Simpsons", "Twin Peaks", "Expediente X" o "Friends", las ficciones saltaron las pantallas para convertirse en fenómenos sociales con claras influencias culturales y en la vida y expresión de la ciudadanía, particularmente en Occidente.
A principios de siglo esa tendencia fue al alza, hasta que llego el fenóneno "Pérdidos" (Lost) que durante 6 años, con claros y rotundos altibajos en el guión, aferró a una legión de seguidores mil millonaria por todo el planeta ávidos de conocer los secretos de la isla y la fortuna y destino de los supervivientes del 815 de Oceanic.
En los últimos años el asalto de propuestas ha sido constante. Con la llegada al gran público de grandes contenedores y generadores de contenidos como Netflix o HBO muchas de estas propuestas han crecido en impacto, sobretodo por la originalidad de temáticas, tramas, actrices y actores, guionistas y directores que participan, y también por la calidad en la exposición. Breaking Bad, Vikings, The Americans, The Wire, Mad Men, Broadwalk Empire, Borgen y House of Cards; Black Mirror y Stranger Things... Big Bang Theory en las sitcon; hasta españolas como el notable fenómeno de El Ministerio del Tiempo.
Pero si hay una que ha saltado todos los estándares, convirtiéndose en un fenómeno social y cultural, intergeneracional e internacional, es Juego de Tronos (Game of Thrones). Por cierto no está demás, recordar que en España sus dos primeras temporadas pasaron desapercibidas, maltratadas, como siempre por los canales de Televisión que en su butaca oligopolística ni quieren ni entienden la realidad de la televisión y su público hoy en día.


Para lograr esa trascendencia que marcará de manera inequívoca la cultura de esta segunda década del Siglo XXI, Game of Thrones se ha valido de varias herramientas.
La principal de ellas emplear el universo literario que George R. Martin creó hace más de 20 años con Canción de Hielo y Fuego. Una profusa saga en un mundo que es imaginario y real al mismo tiempo. Identificable tanto geográfica como temporalmente, pero que a la vez resulta extraño. Con una trama que puede ser contextualizada en la Baja Edad Media europea y que al mismo tiempo sorprende con la imaginación y la fantasía. Donde conviven personajes claramente referenciados en personas y acontecimientos históricos y elementos sobrenaturales como Dragones, caminantes blancos, "verdevidentes" y No-muertos.
Para aprovechar todo el potencial de la extensa, cuidada y vibrante literatura de Martin era imprescindible tratar la historia con respeto a la fuente original, cuidando cada detalle y otorgando a los diálogos la parte importante de desarrollo de la trama por encima de la acción (en un primer momento).
Pero fue asumir la crueldad propia del autor para con cualquier personaje lo que valió la fama de impecable para con la serie. Cualquiera podía ser víctima del filo del hacha o la espada o de la falta de escrúpulos de cualquier otro personaje, casi siempre más afilados, y muchas veces fue el detonante para enrevesar aún más la historia. Encontrar las localizaciones es otra de las potencialidades de Game of Thrones, como así acertar de lleno con el casting, donde a personajes de lo más diversos, le han puesto cara y voz, un elenco entregado a la causa. Si además aparece un novedoso tratamiento del sexo y las relaciones carnales, con sus versiones ya fueran incestuosas, homosexuales o incluso en orgías, tenemos todos los ingredientes para configurar una ensalada que enganche al público, tanto conocedor y amante de los libros, como del que cae delante de la televisión, sin distinguir entre niveles culturales, nacionalidades u otras distinciones.


Los creadores de la serie David Benioff y D. B. Weiss han elaborado todos estos años con meticulosidad y empeño un lenguaje narrativo basado en la obra de George R. R. Martin. En ese lenguaje estaban codificados también el uso de recursos estilísticos usando los propios de los libros (secuencias tomadas de la literalidad de los capítulos de los libros, siempre titulados con el nombre de uno de los personajes, desarrollo de una trama pausada, y sobretodo, uso de los diálogos de los personajes muchas veces capaces de esconder su segundas y terceras intenciones), y alguna vez empleando propios del canal audiovisual de la televisión.
Durante las 4 primeras temporadas se mantuvieron, salvo unas pocas licencias argumentales, pegados a lo publicado. Game of Thrones cubría episodios, siguiendo el ritmo de los capítulos de Canción de Hielo y Fuego.


Pero llegó el momento en el que la serie supera a la saga, sobrepasa el tiempo y agotadas las páginas toca ahí improvisar y tener capacidad, en principio con el conocimiento y asesoramiento de Martin, de llevar un camino propio y resolver las tramas sin el recurso de las novelas.
Con el número de temporadas, capítulos y si me apuras hasta las horas de duración de cada uno de ellos marcados se hace necesario acelerar el ritmo para solucionar la trama y ver quién y por qué se sienta al final en el Trono de Hierro.
Es cierto, que la tremenda complejidad de la serie, en su producción y post-producción ha traído y traerá esperas muy largas, y la concentración de todo lo qué se quiere, y más importante, lo qué se necesita contar, en menos episodios tanto para esta como para la próxima temporada (aunque esta con anuncio de que cada episodio durará más de 80 minutos).
Hasta aquí todo, vamos a decir, normal. La correspondencia interna de la serie se va manteniendo, y pese a la natural pérdida de frescura con el devenir de las temporadas, se ve una línea natural en el tiempo y el espacio coherente. Es verdad, que personajes que antes tardaban hasta una y dos temporadas enteras en recorrer una distancia concreta, ahora van y vienen en cuestión de capítulos, incluso dentro del mismo episodio. Pero también es justo decir que muchos espectadores, incluso los que hemos leído los libros de Canción de Hielo y Fuego, deseamos, ansíamos ver el final de la serie y el devenir de nuestros personajes favoritos y de cada uno de los Reinos que componen Westeros.

[AVISO: AQUÍ VIENEN LOS SPOILERS]

[AVISO: AQUÍ VIENEN LOS SPOILERS]

Pero eso es una cosa y otra acelerar todo sin sentido, en un capítulo, porque si, cayendo en la incongruencia con el resto de la historia y en el caos en los planteamientos mentales con los que nos han presentado durante años a los personajes, y de los que nosotros mismos nos hemos compuesto. El penúltimo capítulo de esta serie es el ejemplo de ello.
Acostumbrados desde el primer momento a alcanzar el clímax narrativo en ese penúltimo episodio de cada temporada, el de este año, Más Allá del Muro, no iba a ser una excepción.
Tras 5 capítulos muy vibrantes en el que se había producido el encuentro que todo fan ansiaba -el de Jon Snow con Daenerys Targaryen- se acelera la acción hasta límites estúpidos. En un sin sentido, el Rey en el Norte, elabora una suerte de plan suicida para tratar de convencer a Cercei Lannister de la conveniencia de alianzas frente al Rey de la Noche, como si tras 55 capítulos no supiéramos de la maldad y el egoísmo de la melliza.
Así y aliado con la práctica totalidad de majaras de Westeros, forman un Escuadrón Suicida, que se adentra Más allá del Muro, a pie, en plena ventisca. Snow camina junto a Ser Jorah, y un recuperado para la causa Gendry, y con la Hermandad Sin Estandartes formada por Thoros de Myr y Beric Dandarrion, junto a El Perro, Sandor Clegane. Por supuesto, no podía faltar Thormund “Mata-Gigantes”, y unos cuantos salvajes sin nombre que cubren el papel de carnaza para osos No-muertos, que así se nos descubre la capacidad del Rey de la Noche para resucitar cualquier cosa.
El motivo de tal paseo por el campo no puede ser más rocambolesco: Capturar “vivo” a un No-muerto, y llevarlo luego a Desembarco, para que Cercei se crea los cuentos de la Vieja Tata.
Sin provisiones. Sin caballos. Bajo una tormenta de nieve. Tienen que separar de algún modo a un No-muerto ya que suelen viajar en grupo, volver al Muro, y atravesarlo, confiando en que se nos haya olvidado que “el Muro no es sólo hielo y piedra. Antiguos hechizos fueron tallados en sus cimientos. Magia fuerte. Protege a los hombres de lo que hay mas allá. Y mientras permanezca los muertos no pueden pasar”.
Bueno, pues quien nos iba a decir que se iban a encontrar a una especie de avanzadilla liderados por un Caminante Blanco, por lo que se lanzan a la batalla, cayendo éste bajo el ácero valyrio de “Garra” la espada de Jon Snow. Aquí se nos demuestra que los “re-vividos” por un Caminante blanco desaparecen cuando éste “muere”. Pero la casualidad da para que uno de los no-muertos, presumimos transformado por otro caminante blanco, quede en pie y acorralado por nuestros héroes. El plan está saliendo a la perfección.


Pero claro, todo era demasiado bonito, así que poco tiempo tardan en verse cercados por las hordas de no-muertos comandadas por el mismísimo Rey de la Noche. Tras ordenar a Gendry, quien recordemos nunca había estado Más Allá del Muro a que volviera al Muro para mandar un cuervo, para que Khalessi, volará con sus dragones hacia donde nunca había estado, los encuentre y los rescate, los protagonistas pasan, creemos una noche en el centro de un lago que se ha ido congelando.
La rompedora de cadenas llega con su camada, con su modelito de invierno impoluto, como Deus ex machina, justo en el momento en el que el Escuadrón Suicida está a punto de caer bajo las roídas espadas de los No-muertos, para a continuación pasar a fuego todo el escenario de esta batalla improvisada.
Hay que decir, que como casi siempre la factura técnica de filmación es sublime. Antológica. Hasta aquí ni un pero a como está rodado el episodio, pleno de espectacularidad y acción, pese a que hayan volado los artesonados lógicos que todos los seguidores de la serie y la saga nos hemos compuesto durante todos estos años.
Y es que las elipsis temporales pasan de ser molestas a claramente grotescas, cuando tras, suponemos una noche o dos noches, bastardo de Baratheon, cuervo y Targaryen sobre Dragones cubren las distancias para salvar a los protagonistas.
Pero volviendo a la acción, aquí llega el momento clave, y ya falla también la edición del capítulo. El Rey de la Noche, como un Jan Zelezny cualquiera, blande una jabalina de hielo. En la siguiente toma, tiene en el punto de mira a escasos metros a Khalessi sobre Drogón, con el resto de personajes con nombre subiéndose a sus lomos, y con un Jon Snow despreocupado dando espadazos sobre unos cuantos no-muertos que no tienen importancia. ¡Es que ni siquiera podemos decir que estaba salvando a alguien!
Pero nuestro antagonista demuestra verdadera humanidad contraviniendo todo lo que nos han contado antes, y en vez de acabar con el dragón que tiene más cerca, y de paso con la serie al zumbarse al 50% de los protagonistas, afina puntería sobre Vyserion que vuela despreocupado y chamuscando no-muertos a, yo que sé, ¿300 metros?
El caso es que con un salvaje alarido que hiela el corazón de todos y descompone el bello rostro de su madre, el dragón “azul” cae y tras sus últimos estertores se hunde por una brecha en el hielo en el fondo del lago.
Pese al dolor Drogón y Rheagal emprenden el vuelo de huida con los personajes principales, menos con un Jon Snow perdido luchando todavía sin saber por qué con unos cuantos no-muertos que lo llevan también al fondo de lago.
Pero tranquilos, que el guaperas no va a caer tan fácil. Sin saber por qué y usando la misma argucia narrativa que nos mostraron un par de capítulos antes, Snow sale del agua helada, con armadura y abrigo de los caros, para cuando volvía a ser sometido por sus enemigos, surgir otro Deus Ex Machina, ya repetido también. Interviene, como la temporada anterior, el tio Benjen, convertido en “Manos Frías” para darle su caballo y devolverlo a Guardaoriente. Al pobre tío que le vayan dando que nunca cayó simpático.


Con esta rápida secuencia de spoilers se puede ver un desarrollo atropellado e irracional que rompe los esquemas de todos nosotros, al demostrar por primera vez una estupidez humana sin límite en personajes que por contra, hasta ese momento y dentro de sus propias carencias, se habían mostrado coherentes. Nada cuadra. Todo es como si un niño de corta edad hubiera jugado con sus muñecos, pese a que se pueda enviar el no-muerto a Desembarco del Rey, y el precio pagado es excesivo.
El guión es una demostración en la que se premia la espectacularidad por encima de la inteligencia y la coherencia interna de la obra. Parece como si se quisiera contentar a los espectadores que en los últimos dos años han llegado en tropel imponiendo unos ritmos que no pueden ir con lo que este proyecto necesita.
Aquí tengo que decir que me hace gracia porque hay quienes dicen que en una serie donde hay dragones, zombies y demás, preocuparse por estas cosas es absurdo. Pero estoy radicalmente en desacuerdo.
El contrato no verbal entre los creadores de una obra de ficción es que ellos ponen las reglas, sean las que sean, por fantásticas y absurdas que puedan ser. Lo que no es de recibo es que a la mitad del relato, estas se obvien para resolver algún conflicto. Y esto es exactamente lo que han hecho con este capítulo.
Para ofrecer lo que el gran público quiere no vale con traicionar los esquemas argumentales que has creado previamente, no porque falles a fans que llevan siguiéndote desde hace años, sino sobretodo porque quitas lógica y sentido a todo el resto de la obra, que se ve deteriorada por un capítulo, muy espectacular si, pero cojo en cuanto a coherencia y verosimilitud con todo lo visto anteriormente.
Pero no todo queda aquí. La traca final viene tras las escena en que Jon Snow y Khalessi hacen manitas sobre la cama. Los no-muertos tiran de unas enormes cadenas, que nadie sabe de dónde se han sacado, del cadaver de Vyserion, al que nadie sabe tampoco cómo lo han conseguido enganchar, para que ya emergido el Rey de la Noche, lo pueda resucitar.
Ya tenemos el leiv motiv, de todo el capítulo que no es otro que el de proporcionar herramientas para que se desarrolle la última temporada, que eso si, promete espectacular, pero que abogamos porque mantenga la verosimilitud, la intriga y la cohesión con el resto de la serie y también con la saga literaria, de la que también esperamos las dos últimas entregas.


[continuará...]





martes, 29 de agosto de 2017

Fernando Alonso: Talento, decisiones y las dos Españas

 Alonso en el último GP, el pasado domingo, en Spa Francorchamps

Hay una suerte de prejuicio, dicho popular o consigna frente al “catetismo” que viene a afirmar que para desmitificar ese espacio geográfico llamado España, con todo lo que supone a nivel social y cultural, es conveniente comenzar a viajar por el extranjero. Si se hace además, durante intervalos amplios mejor que mejor. Pues bien, para el tema que me ocupo en esta ocasión, tampoco está de más leer prensa extranjera (que para eso si es útil google translate) o ver y escuchar las retransmisiones deportivas de las carreras que se hacen en otros países.
En un país sin ningún tipo de tradición en el seguimiento de la Fórmula 1 surgió una estrella hace 15 años que iluminó con su presencia todo el panorama deportivo patrio. Un nuevo Quijote, un pionero más en eso de traer otras costumbres, otras prácticas y ampliar los horizontes acostumbrados a ser más bien cortos e introvertidos.
Aparecía un joven asturiano sonriente y con aires de seguridad al que le acompañaban no pocas loas del periodismo especializado por su desbordante talento, su capacidad de aprendizaje y su ambición sin límites. Ingredientes todos ellos que han cocinado una suerte de deportistas que han traído éxitos multi disciplinares a nuestro deporte. La famosa “Edad de oro del Deporte español” de cuyo lado más perverso hablaba ayer.
Era Fernando Alonso y en aquel momento iniciaba una carrera deportiva que atraía la atención de la prensa tanto generalista como deportiva, por lo que ya se vislumbraba el fenómeno social. Aquellos primeros pasos eran pausados y conscientes en quemar etapas en un mundo, la Fórmula 1, donde los contactos eran importantes pero el dinero lo es todo.
Así de la mano de Flavio Briatore, Alonso y su equipo personal junto a su familia asaltaba el status quo de una competición abocada al aburrimiento por la dictadura férrea del Ferrari de Michael Schumacher. Parecía que nadie podía aplacar la tiranía del Kaiser, pero un casi imberbe asturiano montado en un coche prometedor, pero no ganador como era aquel precioso Renault, en tan sólo tres años, era capaz de primero llegar al podio. Luego ganar una carrera. Y luego ya en 2005 ganar su primer título de Campeón del Mundo de Fórmula 1, logro que replicaría al siguiente año.


Pero el cuento de hadas torno en pesadilla. En un doloroso penar por las temporadas, los circuitos y las gorras de los equipos.
Como doble Campeón del Mundo, Alonso llegaba a McClaren en 2007. Todo parecía indicar que asomaba la época tiránica de Alonso, subido a las flechas plateadas que eran el equipo con el coche más dominante en aquel momento. Lo que sucedió después, todos lo sabemos, todos lo recordamos amargamente. McClaren y la FIA, trataban de allanar el camino del compañero de Alonso, un debutante inglés llamado Lewis Hamilton. La relación entre ambos era competitiva y explosiva. El espectáculo era tremendo y la polémica incendiaria porque el inglés dejaba notas de su gran calidad y también fallos propios de su edad, y Alonso se sobreponía a todas las zancadillas con exhibiciones y genialidades memorables como el fantástico Gran Premio de Europa en Nürburgring (para mi la mejor carrera de todos los tiempos), o en Hungría. Los lances de carrera hicieron que la superioridad manifiesta de los McClaren se disipará y los títulos fueran a parar a Ferrari, tras el famoso affaire del caso de espionaje, del que nunca se ha sabido a ciencia cierta el papel que jugó nuestro protagonista.
Aún con todo, acabado el año, Alonso tuvo las puertas para continuar en McClaren en un coche, que insisto era claramente el mejor (de hecho, al año siguiente Hamilton salió Campeón del Mundo). También fue tentado por Red Bull que trabajaba en un proyecto ganador y que años después amargó la estantería de trofeos del asturiano.
Y es que la parrilla, los directores técnicos, ingenieros, los medios especializados y los grandes aficionados coincidían, sin atender a banderas, que no había un piloto como Fernando. Por talento, carisma y aura de leyenda del indomable a imagen y semejanza del gran Senna del que se siempre se ha declarado admirador.
Pero Alonso a la espera del hueco en Ferrari eligió Renault. Un equipo ya en franca retirada, y casi sin competitividad pero que aún así nos dejó, tremendas actuaciones exprimiendo un coche que sería el quinto o sexto de la parrilla y con el que incluso llegó a ganar carreras (Singapur, primer Gran Premio nocturno en la historia con el “affaire” Nelsinho Piquet; y en Japón).
Aquel hueco en Ferrari llegó en 2010 cuando ya era evidente la llegada del Red Bull de Vettel y sobretodo Adrian Newey para construir uno de los coches más brillantes y competitivos de la historia. Que Alonso consiguiera llegar durante dos temporadas a la última carrera con opciones de victoria en el Campeonato del Mundo es un hecho que prueba la competitividad y habilidad del asturiano para sacar todo el jugo a lo que dispone. Mientras los medios británicos, absolutos expertos en automovilismo, destacaban el trabajo de Alonso y los tiffossi italianos disfrutaban con su talento, la relación entre piloto y directiva de los de Maranello se deterioraba, volviéndose insostenible en 2014 cuando las apuestas técnicas en aquel coche se mostraron horrendamente ineficaces, y los errores en estrategia y planificación de carrera habían dilapidado varias carreras, algunas decisivas, para nuestro piloto.
Así, Alonso, se volvía a ver en la tesitura de elegir una vez más un volante para competir, ya con clara intención de estar en la disputa del Mundial de Pilotos. Y que apareciera McClaren con Honda como motorista, rememorando la relación que ambos llevaron junto a Senna para ser dominadores del Mundial hace 25 años era un caramelo demasiado tentador.


Pero aquel caramelo ha sido un amargo veneno que ha matado las expectativas de Alonso, pero sobretodo de un público que se ha cansado o se toma a guasa esas “pretemporadas ilusionantes” o “ese coche tan competitivo en octubre” o “esas mejoras que vienen”. Honda no ha sabido propulsar el buen coche de McClaren y Alonso, no ha podido competir en ninguna carrera con la parte alta pese a dejar exhibiciones de pilotaje que le han hecho merecedor el apelativo del Mejor piloto con el peor coche de la historia. Con un coche que es claramente el peor de toda la parrilla, sin velocidad, y lo peor de todo sin fiabilidad, tras tres años de fallos y pruebas erradas.
Y aquí vuelvo al principio donde digo que leo y escucho alguna retransmisión en inglés, donde los locutores y los comentaristas como Brandle, Eddie Jordan, Coulthard o Hill coinciden en aplaudir el tesón y talento de Alonso que consigue llegar a los puntos cuando acaba la carrera con un coche lamentable que además duele en el corazón británico por todo lo que McClaren representa para ellos.
Pasado el ecuador de la presente temporada el trío amoroso entre McClaren, Honda y Alonso está roto. O bien el proveedor de motores, o bien el piloto, saldrán de la relación. En ambos casos el futuro inmediato no parece halagüeño para el asturiano, puesto que en caso de continuar en Woking se empezará de 0 con un nuevo motor, ya sea Renault o una versión siempre anticuada de Mercedes, que exigirá un replanteamiento del coche. Y saltar otra vez de escudería para llevar otra gorra, se antoja también difícil para conseguir pelear por el Mundial en un plazo corto, ya que los principales equipos están cerrados.
La realidad se torna dura y no sé si Fernando Alonso acabará ganando su tercer mundial algún día y poder retirarse alcanzando a su gran ídolo Ayrton Senna. Desde luego nada me gustaría más. Sería una vuelta a Itaca en la que nuestro Ulises en monoplaza volvería a la senda del éxito, ya remoto, alejado, casi olvidado y cuya trascendencia ya hemos visto esta en entredicho. Un final magnífico para un viaje épico cargado de tragedia, también de comedia y por supuesto de diversión.
Que Fernando Alonso es el mejor piloto, por talento, de la parrilla actual es indiscutible. Que es capaz de exprimir sus coches y sacarles hasta la última gota de rendimiento, nadie lo duda. Uno de los mejores de la historia, sin lugar a dudas. Pero que en ocasiones ha tomado decisiones deportivas que con el paso del tiempo se han demostrado como erróneas, bien por la explosión de otros competidores, bien por boicoteos propios o ajenos, o bien porque desprende un gafe, también parece evidente.
Pero lo más certero de todo es que tras inocular el veneno de la pasión por la Fórmula 1 en España, personaje y persona, son carne del tradicional maniqueísmo patrio. Las dos Españas, vuelven a aparecer como Anti-Alonsistas o Alonsistas, como quien menosprecia y minusvalora el legado e influencia del piloto asturiano, y quienes lo exacerbamos y quizás también disculpamos sin critica algunas de las cosas que le suceden, que además tratamos como afrenta nacional.
Es difícil que este país que con la misma facilidad sube al pedestal a alguien, para luego derribarlo en medio de un tumultuoso apedreamiento podamos sacar una imagen razonada y sosegada de Alonso, que no generé un debate visceral. Parece complicado que muchos aficionados, afincados en una u otra vertiente sentimental con respecto a su trabajo, talento y legado, consideremos a Alonso como lo que es, un excelente piloto de Formula 1, y que nos ha hecho disfrutar, y también cabrearnos, durante un buen número de años. Un mismo disfrute que parece es la última causa de la supervivencia de Alonso en el "Circo de la Fórmula 1".
Si sigue, es para divertirse, pasárselo bien, competir, intentar luchar por ese tercer título mundial... y los aficionados, al deporte, a la Fórmula 1 o a Fernando Alonso, en exclusiva, deberíamos acompañarle, también disfrutando y saboreando lo que van a ser los últimos años en la élite de un piloto que trasciende por talento e incidencia, habiendo otorgado al sentir polideportivo y cultural de este país, una pasión, a veces desmedida, por el automovilismo.

 Épica imagen tras el abandono del año pasado en Brasil

lunes, 28 de agosto de 2017

El dopaje y la Marca España


De esto no se habla. No es portada, ni noticia, ni siquiera reseña. No aparece en los relatos de los éxitos y heroicidades del deporte español, aunque puedan subyacer las dudas y los silencios incómodos de quienes saben más de lo que pueden contar. Y si no se tiene la costumbre de consultar prensa extranjera o ver eventos deportivos por canales foráneos se desconoce.
Creo con humildad que hay pocos aficionados que como yo hayan disfrutando tanto con las victorias que el deporte español ha ido cosechando los últimos 20 años. La épica y el talento y estilo en los títulos mundiales y europeos de fútbol, balonmano, baloncesto... las victorias de nuestros ciclistas, la leyenda de Nadal. El nivelazo del deporte femenino compitiendo internacionalmente con claras diferencias en recursos, visibilidad y por qué no decirlo, en aspectos culturales. Y así con tantas disciplinas deportivas y tantos y tantas deportistas. Pero como intento, contextualizar y aprender, componer un retrato real y completo de las situaciones que vivo y me apasionan, y como además, tengo la oportunidad, la necesidad y la capacidad de escuchar e interpretar más allá, es el momento, tras esta noticia, en el que dejar unas líneas sobre algo que por desgracia, empaña el trabajo y el talento de los y las deportistas españoles, y que además, supone una vez comprobados los hechos y acontecimientos, una lacra y una vergüenza para España.

Vamos a ser claros. La opinión pública internacional piensa desde hace 15 años que las principales estrellas de nuestro país se hallan entre las 211 bolsas de sangre requisadas en la Operación Puerto y que no tienen "dueño" tras las actuaciones de las autoridades tanto deportivas, como judiciales, españolas más preocupadas por cerrar en falso la causa que de llegar al fondo de la misma y depurar las responsabilidades tanto penales, como federativas pertinentes. Por lo tanto, la Edad de Oro del deporte español se encuentra cuestionada fuera de nuestras fronteras porque existe una percepción de tolerancia con el dopaje como cuestión nacional, como política gubernamental en materia deportiva. Aunque el sumario y las filtraciones apuntan a que los implicados proceden mayoritariamente del ciclismo y del atletismo, fuera están convencidos de que también aparecerían, sobretodo figuras del fútbol, del baloncesto, y hasta Rafa Nadal… Y tienen la seguridad de que esa es la razón, y no otra, por la que la justicia de España ha denegado repetidamente el acceso a las bolsas contraviniendo con ello las regulaciones de la Agendia Mundial AntiDopaje (AMA). Por contra, en Italia, a través de un requerimiento judicial, fuera de los cauces de la administración deportiva, sí lograron una muestra y descubrieron a Alejandro Valverde, un nombre que aquí no había trascendido. Eso apoya la tesis de quienes piensan en lo fraudulento de nuestros éxitos deportivos y en la existencia de una política deportiva en España que favorece y encubre el dopaje.
Y en esta sensación o creencia que se tiene fuera de nuestras fronteras sobre la limpieza de nuestro deporte, no ayudan el mejunje que tienen formado entre CSD, COE, Federaciones, medios de información e intervenciones de tipo políticas y mediáticas de fuerzas de seguridad y justicia ordinaria.
Se hace evidente que durante todos estos años y sobretodo desde el estallido de las mediáticas Operaciones anti dopaje, como la Operación Puerto y la posterior Operación Galgo, las autoridades gubernamentales y deportivas españolas no han sabido, por ineptitud o por interés, cerrar de una vez por todas y de forma clara la intromisión del dopaje en las practicas de los deportistas y entrenadores, con un compromiso inequívoco de lucha contra el dopaje como cuestión nacional.
La supervivencia de un personaje como Eufemiano Fuentes cuando quedo demostrada su participación en la Operación Puerto, vista hasta su aparición en la Operación Galgo, donde además se añadía el tráfico de sustancias, es decir la existencia de un negocio, con oferta y demanda de sustancias dopantes demuestra que no se han hecho las cosas nada bien en esta materia. Durante todos esos años Fuentes siguió trabajando como si tal cosa, con el único parón de acudir a un juzgado los lunes de cada semana. Siguió asesorando a deportistas individuales, clubes deportivos y federaciones como si nada hubiera pasado y como si su nombre no hiciera correr ríos de tinta fuera de nuestras fronteras. Y lo peor de todo es que las salpicaduras y el hedor llega hasta hoy, y hasta los éxitos de hoy, pero pueden llegar también a los de mañana, de deportistas que ahora en su proceso de formación y madurez se han visto inmersos, o se han introducido, en estas tramas.
Desde luego el deporte profesional, con todo el dinero que mueve, especialmente el fútbol masculino, es un negocio y a la vez una herramienta poderosa de manipulación de las gentes y explotación de los seres humanos con lo que abre la puerta por ese interés, a la entrada del dopaje, como fin para maximizar el espectáculo y mantener a la población absorta frente a la televisión. Poco importan aquí las graves consecuencias médicas que el dopaje deja en quienes recurren a estas sustancias para maximizar su rendimiento. Tampoco se tiene en cuenta la ética que se derrumba con estos comportamientos en la práctica deportiva.
Y no estamos hablando, únicamente, de mafias que favorecen el dopaje en gimnasios de barrio y entre deportistas amateurs, sino que denuncio la dejadez del gobierno (ojo, que no distingo colores, ya que esto se percibe como una práctica extendida en el tiempo, y como una política nacional de encubrimiento para favorecer resultados deportivos celebrados con exuberante vehemencia patriótica) para atajar el problema y castigar y repudiar a sus causantes, ya fueran deportistas, médicos o directivos y federativos de cualquier deporte. Que estructuras opacas y endogámicas como el COE y algunas federaciones (atletismo, ciclismo, tenis, fútbol, baloncesto,...) se han visto beneficiadas por una forma de legislar concreta y una forma de aplicar la justicia parece evidente. No es lo mismo que sea un organismo deportivo y unos laboratorios quienes cojan al culpable, le pidan explicaciones y se llegue a la verdad, a que miembros de la guardia civil, a través de la declaración de un topo, irrumpan en el domicilio de un deportista o de un médico deportivo. Lo primero si es compromiso por un deporte limpio. Lo segundo, parece más maquillaje que otra cosa, y eso se contrasta cuando empiezan a hacerse oídos sordos ante las peticiones de las Agencias anti dopaje internacionales.

Por todo esto, todos los aficionados al deporte, y más quienes estamos preocupados con los valores que se sacan de éste, de la superveniencia de la ética en nuestra educación, y también en la imagen exterior de nuestro país, reclamamos tolerancia cero con el dopaje, pero de verdad. Exigimos limpieza. Fuera el doping del deporte. Y una política deportiva y educativa que se tome en serio el delito, y sus consecuencias sanitarias y educativas. Y por supuesto deportivas, aplicando las resoluciones judiciales necesarias para castigar a los tramposos y disuadir a quienes puedan caer en la tentación.

En definitiva, resaltar el valor del deporte limpio. Recuperar su práctica sana y con aporte de valores éticos y educativos. Y expulsar estos comportamientos que ensucian el nombre de nuestro deporte, y de quienes consiguen éxitos o simplemente compiten sin recurrir al dopaje, y que además, quiero creer, suponen una mayoría.





martes, 22 de agosto de 2017

El Turismo como muestra del más irracional neoliberalismo


La patronal hotelera ejerciendo como lobby, ha elevado una petición al Gobierno de la nación para proceder a una regulación del sector turístico en nuestro país. Lo hace ante la avalancha no solo de turistas que corren desesperados por ocupar una hamaca en primera línea de playa o piscina, o de viajeros agolpados a los andenes y aeropuertos, sino también de protestas, individuales o colectivas, de ciudadanos hartos de ver sus entornos, naturales o urbanos, degradados y degenerados.

Y también lo hace ahora que empiezan a escocerle de verdad las pérdidas en el sector, fruto de la entrada del
intrusismo de particulares, que lejos de requisitos fiscales y administrativos, asaltan la tarta que la patronal creía, y quiere, conservar en su totalidad. También está resultando perjudicial para el sector las imágenes de borracheras y descontrol, desesperantes colas y bajada de la calidad que la masificación turística ha traído y que aleja paulatinamente a los turistas que planean vacaciones con mayor calidad. 

El turismo para España ha sido desde los años 60 su ventana internacional, el más reconocible aspecto de la manida "Marca España" y el único punto de entrada de divisas extranjeras en el balance nacional, además de suponer un porcentaje cada vez mayor tanto en el PIB como en las tasas de ocupación. Y ahora es la clave de bóveda que sustenta toda la política económica del gobierno del PP.

Es con el "
boom" actual del turismo (al que han favorecido la situación de inestabilidad e inseguridad internacional en otros destinos) la única tabla de salvación que avala los números que presenta Rajoy y su recua de maleantes, inmorales e ineptos. En éste sector donde se fomentan las bajadas de paro, claramente estacionales, dada las nulas políticas e inversiones en industria, desarrollo y tecnología. Sin el turismo, y sin la cuestión nacional quebrantada por Catalunya, quiero creer no se sostendría el gobierno actual, asaltado por la corrupción intrínseca del Partido Popular, por lo que entrar a valorar posibles regulaciones se hace más que dudoso.

Y no se trataría sólo de una situación ideológica, una defensa a ultranza del mercado y el liberalismo dentro de la
corriente ultra liberal que adereza sus políticas claramente reaccionarias de ultra derecha católica, sino que además vendría a enmendar una suerte de políticas y mandatos, unas veces más veladas que otras, en las que el núcleo duro de la por supuesto también, neoliberal UE ha asignado a nuestro país. Buscando diversificar la economía de la zona común a España le ha caído en desgracia ser el patio sórdido de recreo de los países del norte, con una oferta de sol y playa, y borracheras y descontrol. De este modo, al proceso de des industrialización de bienes de equipo y consumo que nuestra modesta economía de los 80 presentaba, le ha seguido una suerte de regulaciones algunas veces y des regularizaciones la mayoría de ellas que han alimentado una burbuja turística por la que parece que tiene que caminar la senda social y económica del país.

Una toma de decisiones que explota hasta la extenuación la masificación las costas especialmente del Mediterráneo y que olvida el rico y majestuoso patrimonio natural, cultural, etnográfico y paisajístico del interior del país. Así España acumula al mismo tiempo las zonas más atascadas de turistas y varias de las más olvidadas y con menor presencia en la lista de deseos de los viajeros.

Pero no nos equivoquemos y vayamos a pensar que el
lobby hotelero está muy preocupado por la sostenibilidad de nuestro turismo y su impacto medioambiental y social. No le preocupan las consecuencias del tipo de turismo que nos han impuesto en nuestras ciudades y pueblos, de los problemas que acarrean a los vecinos (acceso a la vivienda, violencia, actitudes incívicas, gasto sanitario, etc.). Y ni muchos menos que la buena labor profesional de sus trabajadores estén en la conciencia de los empresarios hoteleros.

Lo que a la patronal le preocupa es la entrada de viajeros a través de los canales que no controla en exclusividad. Mientras que estas personas han viajado a nuestro país de manera anónima, individual o en pequeños grupos, y sobretodo, gracias a Internet, de manera autónoma sin intermediarios locales, no les ha importado aplicarles esas plusvalías para beneficio propio. Pero cuando la cosa se ha vuelto en su contra con la aparición de los portales tipo “
Airbnb” y demás que han abierto la puerta a la competencia, desleal hay que decirlo, de particulares han clamado por control estatal e intervención gubernamental.

Un proteccionismo y una regulación que ha brillado por su ausencia cuando se han tratado las condiciones laborales de sus trabajadores, a los que esta misma
patronal hostelera ha explotado hasta la extenuación y el hartazgo, frente, otra vez la indiferencia, cuando no el rechazo, del conjunto de la sociedad, y de algunos agentes como sindicatos mayoritarios o partidos de izquierda simpáticos.

Ese
turismo barato de todo incluido, de bajo valor añadido, que ha atestado de visitantes determinados y concretos puntos de nuestra geografía, especialmente en la costa mediterránea, sólo ha sido posible mediante leyes, como la Ley de costas de 1988 y la infame Ley del suelo de 1998 que permitió que se pudiera construir, con toda la dosis de corrupción que ha traído consigo, en todo el territorio, sin distinción de protecciones y ordenaciones más elementales.

Pero han sido las reformas laborales, y en especial la de 2012, las que han acabado de apuntalar esta realidad. Al abrir la puerta a las subcontratas, los falsos autónomos y la constante degradación de los derechos laborales de los trabajadores cualificados lo que ha otorgado aún más poder a los patronos frente a los trabajadores que ahora componen
una clase trabajadora explotada, mal pagada, precaria y donde la profesionalidad en el sector de la hostelería, cada vez más brilla por su ausencia lo que ahonda cada vez más en el círculo pernicioso.

Sin ninguna duda,
para poder ofrecer ese turismo de todo incluido se han tenido que deteriorar las condiciones laborales y profesionales (salarios, derechos de huelga, a convenio, negociación colectiva, seguridad laboral) del conjunto de los trabajadores del sector de la hostelería, por lo que como primera intervención debe ser la recuperación de todos los derechos perdidos, los salarios, la estabilidad laboral y por supuesto la estimación de la dignidad y el respeto de quienes trabajan en la hostelería.

Al tiempo se comprueba una
nueva burbuja inmobiliaria en nuestras principales ciudades, con Madrid y Barcelona a la cabeza, pero también en los destinos turísticos de sol y playa masificados, especialmente en las Baleares. La proliferación de pisos turísticos ofertados en plataformas online, lejos de los registros administrativos y los requisitos fiscales ha hecho que el acceso a la vivienda de quienes viven y trabajan en estas zonas se vuelva prohibitivo, imposible. Existe de facto, una expulsión de los barrios céntricos de las personas, con sus usos y costumbres, de quienes han vivido o tienen interés en hacerlo de continuo, que se ven desplazados o cuando menos ven como se pierde su forma de vida.

Y es que tampoco hay que olvidar la pérdida del comercio y los recintos hosteleros tradicionales de las zonas de gran afluencia turística, sin distinción de que se trate de centros urbanos o zonas de costa. Miles de personas pierden su modo de vida y cientos de miles el acceso a las compras y el consumo tradicional. En cambio, se les ofrecen los productos y usos de franquicias y establecimientos que además de generar un empleo de menor calidad y en menor cantidad, que el que antes se encontraba en estas zonas, trae sus suministros de espacios geográfica y socialmente alejados lo que supone
un ataque a la sostenibilidad del modelo turístico, y sobretodo del modo de vida de la gente.

La sostenibilidad ambiental no puede ser olvidada y degradada como una cuestión adyacente a las actividades humanas. Ni mucho menos. La actual situación de
cambio climático manifiesto y drástico que está degenerando los ecosistemas y la vida de millones de personas exige respuestas de todos, tanto ciudadanos, como administraciones para regular nuestras actividades y que estas tengan el menor impacto posible. Y con el actual boom turístico eso no esta pasando.

La
gestión del agua, tanto potable, como residual, es manifiestamente mejorable, y más en un escenario de severa sequía y aumento de las temperaturas. Muchos hábitats costeros y fluviales se están viendo degradados de manera casi definitiva, debido a que no ha existido la más mínima planificación de la llegada de visitantes, haciendo que depuradoras y canalizaciones sean incapaces de soportar el volumen de agua usada para poder reutilizarla.

La gestión de los residuos sólidos tampoco soporta el impacto de las aglomeraciones turísticas. Las tasas de reciclaje en estas zonas masificadas caen dramáticamente mientras aumenta el consumo de plásticos de forma exponencial. Y tampoco el tráfico y el urbanismo es capaz de ordenar la afluencia de personas, por lo que se producen congestiones y aumentos en las emisiones de gases nocivos para la salud, normalmente en espacios naturales que ostentan cierta protección administrativa.
Por todo esto es necesario, vital, regular el turismo.

Un turismo que es una consecuencia, un éxito de la lucha de clases, de la consecución, con lucha y negociación de los trabajadores para tener descansos retribuidos en sus años trabajados. Con ello, y al calor de la proliferación también de vuelos baratos hace unos años en la gran crisis-estafa económica, aparece como perentoria la labor para analizar, regular y estructurar la llegada de visitantes, tanto extranjeros como nacionales, a los destinos turísticos, y por ende, a cualquier zona del país.

Como sociedad debemos exigir de nuestras instituciones que tengan la capacidad de legislar pro activamente para evitar situaciones como las arriba descritas y que han propiciado las
lógicas y legítimas protestas de los vecinos y colectivos que han visto como sus ciudades o los espacios naturales de todos se ven invadidos sin control ni responsabilidad.

Desde luego,
el derecho a viajar, a conocer nuevos destinos y disfrutar de su gastronomía, su folclore, cultura y su belleza paisajística es necesario cuidarlo y garantizarlo, pero para ello, para que no existan ciudadanos de segunda y tercera y cuarta categoría (los que no pueden irse de vacaciones) tenemos que regular el acceso turístico a estos lugares tan masificados y propiciar de una manera responsable que las visitas se espacien en el tiempo, y se hagan extensibles con naturalidad y sentido común, a otras zonas que no tienen tanto turismo. En definitiva, hacer que las visitas turísticas no se concentren en tan poco tiempo, en tan pocas zonas y con tantas personas.

Para evitar la masificación turística hay que plantearse ya, por qué no, una
limitación del número de turistas, y quizás por qué no, la creación de impuestos turísticos que vengan a sufragar los gastos ocasionados en materias como salud, seguridad o sostenibilidad ambiental, y que hoy en día, dentro de la jungla que ha convertido el neoliberalismo nuestras relaciones, quedan exentas y por lo tanto abiertas a la degradación paulatina de todos nuestros servicios y por ende de la calidad de vida de las clases populares.

Por todo esto,
por motivos medioambientales, laborales, habitacionales y sociales es legítimo exigir una regulación y una administración estatal sobre el turismo, como con otros aspectos de nuestra vida que sufren bajo las garras de los poderosos. Lo agradeceremos todos, por ende las clases trabajadoras, pero sobretodo lo agradecerán nuestras ciudades y pueblos, playas y montañas
 

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