miércoles, 24 de abril de 2019

Ante las elecciones generales



Ya han pasado los dos debates televisados entre los cuatro candidatos a presidente del Gobierno en las Elecciones Generales del próximo domingo, 28 de abril. Quizás hicieran como un servidor, y se hayan refugiado en la literatura, la cocina, hacer algo de deporte o el imprescindible Cachitos de anoche. Si es así, les felicito. Han ganado en salud y en cordura, visto lo revisado en las crónicas que la prensa lanza hoy y lanzó ayer.
Dicen las malas lenguas de las estadísticas que hay un 41% de indecisos y que la doble confrontación de lunes y martes podría desnivelar la balanza derecha vs centro-izquierda. Me cuesta creer que a estas alturas de la película haya un español o española que no ha perfilado el sentido del voto. Si es en el eje centro-izquierda, incluso la dicotomia entre PSOE y Unidas Podemos estará decidida.
En la derecha si es probable que haya un alto porcentaje de individuos tentados a volver al corrupto redil del PP o apostar por el neo-franquismo de cubata y chabacanería que resulta ser VOX. En ambos casos parece que Ciudadanos pierde el paso. La resolución el próximo domingo a eso de las 10 de la noche.


Leídas una docena de crónicas de distintos medios del espectro ideológico sobre los debates de ayer y anteayer, me permito el atrevimiento de sacar unas pocas conclusiones:
  1. La primera es la terrible deriva a la necedad que los medios tradicionales llevan. Convertidos en repositorios de fanáticos y hooligans, los análisis y las opiniones se convierten en furibundos ataques personales al oponente y en un ensalzamiento sin medida al favorito. La distorsión de la realidad es tan asombrosa como espeluznante la influencia que puedan seguir ejerciendo en ciertos sectores de población.
  2. Para la derecha los debates han servido única y exclusivamente para plasmar un enfrentamiento por su elector. Pedro Sánchez -y Pablo Iglesias- han sido espectadores de lujo del rifirrafe entre Casado y Rivera disputándose las migajas de la bandera para atraer a un electorado que les permita continuar en su puesto. Por primera vez parece que la derecha pueda verse influida por el voto útil y de la conjunción que este tenga con el voto oculto saldrán más o menos opciones de que la presidencia de Gobierno caiga en el PP. La derecha nunca ha necesitado aportar buenos oradores, mejores discursos y propuestas que muestren su implacable neoliberalismo y su fanático franquismo. En el juego de las emociones estaba su ventaja. Pero el espectáculo mostrado por estos dos personajes avergüenza más que empatiza. Las mentiras y la búsqueda del zasca y de la imagen ha estado por encima de cualquier plan de gobierno por muy descabellado, retrógrado y anti social que tengan.
  3. En cuanto a la izquierda, sale notoriamente mejor parada y ambos candidatos se han presentado como los más serios, responsables y atractivos de cara a la gente normal, que lo que quiere es que se solucionen los problemas del país. Son los únicos que han dado propuestas y alternativas a esos problemas, y aunque sea sin atacar el pactismo de la transición o el estado del capitalismo, con eso les debería valer para gobernar -en coalición- un país normal.
Pero España, no es un país normal. Si lo fuera, como decía hace unos párrafos, no se entendería ese porcentaje tan alto de indecisos teniendo en cuenta la que ha caído en los últimos 8 años. O los últimos 11. O los últimos 40. O los últimos 80 años.
Entre éste 28 de abril y el próximo 26 de mayo en el que se celebrarán elecciones municipales, autonómicas y europeas, celebraremos el octavo aniversario del 15M. La estafa económica de 2008 en la que se limpiaban con los servicios públicos las deudas privadas de la especulación y des regulación financiera impulsaba un movimiento indignado que pedía justicia social y llenaba de ilusión nuestras vidas. Arrancaba una revolución -más bien un conato de ella- en la que también se ponía en solfa a la corrupción, a la oligarquía, al estado de las cosas, a los pactos antisociales y anti democráticos de la transición y reivindicaba la memoria de lucha anti-fascista.
En un movimiento juvenil y urbano las generaciones que veían, veíamos, nuestras perspectivas de futuro irse al sumidero salíamos a llenar las plazas, no sólo de lemas, sino también de propuestas. Se denunciaba un estado del malestar, opresor y demagogo, que necesitaba ser cambiado, erradicado, pero que aún hoy languidece y se muestra intratable e incluso violento.
Hoy las grietas sociales se agrandan. Los privilegiados cada vez lo son más y oprimen con mayor fuerza a los oprimidos, que ahora somos precarios y un montón de cosas más, gracias a la neolengua. La reacción ofensiva del machismo ante la justa reclamación de igualdad de las mujeres. La situación de Catalunya y el verdadero drama territorial de un mundo rural condenado a la extinción. Y una extrema derecha lanzando soflamas incendiarias con altas perspectivas de voto.
La política y los políticos son un quebradero de cabeza para el ciudadano de a pie y lejos de ofrecer confianza, son cada vez más detestados. La corrupción, las puertas giratorias, las medidas antisociales, las políticas desilusionantes son paradigmas en los que reconocemos a los principales colores que hoy ocupan administraciones, parlamentos y medios de comunicación.
Se mueven en las arenas movedizas y tras el 26 de mayo cualquier cosa puede pasar. Especialmente en Cs que ya cumplió con su papel de paracaídas de un corrupto PP y que lejos de presentarse como una derecha moderada ha incendiado el ambiente disparando al polvorín de Catalunya. Y también en Unidas Podemos, cuya idoneidad como coalición está en permanente discusión, en lamentable desafección, insoportable desunión y en franca oposición tanto dentro de Podemos, como dentro de Izquierda Unida.
En 2016 la mayoría absoluta fue de la abstención. Más de 10 millones y medio de habitantes no ejercieron su derecho al voto. Muchos de ellos por desidia pero también muchos porque la desilusión y el hartazgo son intrínsecos al clima político nacional.
Hoy parece que ninguno de los partidos en liza los tiene en cuenta, y tratan de atacar al rival para rascarles los votos directamente, porque parece más rentable en el reparto que las circunscripciones provinciales otorgan.
Esto se ve en cómo está siendo la campaña y la pre-campaña: Insultos, acusaciones, exabruptos, mentiras y los fichajes de personajes de nula preparación, dudosa reputación y que con cada declaración crispan más que unen. La endogamia de los partidos, especialmente del PSOE y sobretodo del PP, con toda esa recua de niños y niñas bien que han crecido bajo las faldas del partido se antojan como inútiles para sacar al país de los problemas que tiene.


Evidentemente estamos peor que antes y la cosa no parece que vaya a mejorar en un futuro próximo. Más bien al contrario. Frente a la necesidad que tiene éste país de afrontar la crisis institucional y de confianza en la política que lo asola, continuamos inmersos en la patada adelante de un sistema que se resiste a morir, porque sabe que hay muchos privilegios y mucho dinero que perder y alguna pena de cárcel que tendrá que cumplirse.
España ha de afrontar un cambio profundo en su política y en su sociedad. Hay que reformar esa Constitución, pero antes hay que cumplir todos los puntos sociales que son salvajemente pisoteados desde hace 40 años, empezando por eliminar ese artículo 135 que hace 8 años sublimó toda riqueza nacional a las apetencias de los bancos alemanes.
Hay que formalizar esa transición a la democracia primero limpiando de fascistas tanto el poder judicial como el ejército, eliminado sus privilegios y prebendas, y haciendo posteriormente el ejercicio de memoria democrática que clama la libertad desde hace 80 y 40 años. Hay que limpiar esas cloacas del estado que infectan la palabra democracia.
Hay que cultivar la memoria democrática y en esa memoria tiene que estar la imagen de una España, diversa, y que se construye no bajo un monarca o una bandera, sino ante unos servicios públicos de calidad, eficientes y respaldados por el trabajo, la pasión y la vocación de millones de personas que merecen nuestro reconocimiento y respeto. Construir España es dotarnos de una sanidad, una educación, unos servicios sociales de calidad, amplios y que no hagan distinciones ni por procedencia, ni tampoco por capacidad adquisitiva.
Hay que hablar seriamente del papel internacional de España, como comparsa de los deseos del país más belicista del mundo, Estados Unidos. Y formando parte de una Unión Europea de los mercaderes construida únicamente para hacer mucho más ricos a los ya muy ricos, y más pobres al resto.
Hay que hablar de nuestro modelo económico. De nuestro modelo energético que tiene que pasar por las energías renovables de las que deberíamos ser ya líder mundial, de no ser por el detestable Rajoy, su cohorte y por los chantajes de eléctricas y bancos. Hay que hablar de por qué hoy, millones de personas caen bajo las umbrales de la pobreza, incluso trabajando. Por qué tenemos un paro endémico de más de 4 millones de personas y cómo solucionarlo. Hay que hablar de porque nuestras viviendas son espacio para la especulación y no un derecho, no un lugar donde vivir para millones de personas. Hay que hablar de cambio climático y de como proteger nuestro entorno y a nosotros mismos.
Hay muchas cosas de las que hablar y tras la revolución frustrada que termino siendo el 15M y en medio de éste macro proceso electoral que vivimos en 2019, no va a cambiar nada. Y no lo va a hacer porque desde nuestros sofás y nuestros móviles de 4G no inquietamos el poder de la oligarquía que nos oprime y detesta.
Esta en nuestras manos, y en nuestras cabezas y corazones, cambiar, mejorar España.


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