lunes, 15 de abril de 2019

Santa semana



Hoy, lunes santo, España ya está sumergida en Semana Santa. Las procesiones ya se suceden, sean en las calles en las que no entra en la memoria histórica, o en las autovías, andenes o terminales aeroportuarias.
No dudo de que haya personas, católicas, cristianas, que lleguen a esta semana con ganas de vivir el fervor religioso, en proceso de recogimiento, introspección y propósito de enmienda en su vida diaria. Vamos, ser mejor persona, con los otros y con el mundo. Acaso, ¿no era ese el sentido del sacrificio de Jesucristo en la cruz?
Otros incluso puede que disfruten, les interese y guste el acto cultural de la Semana Santa en España, con sus diferencias en sentimiento, escenografía y carácter dependiendo de las zonas de esta vejada piel de toro. Mantillas, capirotes, cirios, incienso, pero también alcohol y droga correrán estos días por nuestras nunca laicas calles, y las fotos de procesiones se compartirán sin filtro por redes sociales y sistemas de mensajería instantánea.
Por ahí también vendrán las imágenes de quienes marcan la fecha de hoy en el calendario como lanzamiento a unas vacaciones primaverales. Una huida de la gran ciudad y la pesada rutina, hacia playas y montañas que se convierten en esa gran ciudad y esa misma pesada rutina, atestadas de un turismo sin control, ni ordenación que supone otra grave tara del capitalismo ultraliberal que vivimos. También los pueblos recibirán gente por unos días. Bien descendientes de antiguos moradores, bien amantes del turismo rural, será un poco de vida durante unos pocos días para millones de hectáreas físicas y millones de vetas de patrimonio que languidecen el resto de días en el más despreciable olvido de urbanitas, políticos y medios del capital.
Los turistas podrán llevarse a los niños desde el primer momento, puesto que el sistema educativo prima sobrecargar horas lectivas en un mismo día (de hasta cinco o seis dependiendo de la edad, más dos o tres de actividades extraescolares) y quitar jornadas lectivas, llevando las vacaciones de semana santa, que en mi época eran de nueve o diez días, a más de dieciocho en esta ocasión, sin contar con el festivo de turno que otorgue la liberal autonomía de cada uno. Todo sea por facilitar la conciliación familiar, sin trastocar las reducciones de jornada laboral, es decir, sin trastocar las ganancias del empresauriado.
Por último, otros millones (es más la mayoría de la población) sufrirán las consecuencias de esta semana de excelencia y la sobrellevarán con mejor o peor ánimo, tratando de convivir con la campaña electoral.
Ver telediarios, escuchar radios, leer periódicos en papel o por internet, o tratar de interactuar por redes sociales está resultando ser una verdadera penitencia. Mira que tiene problemas #Españistan para plantear debates serios con propuestas -de distinto signo político- y tratar de convencer al votante de la idoneidad de la candidatura para articular un proyecto que mejore la vida de la gente. Sin embargo, y no es la primera vez, la campaña electoral duplica la dosis de fango e insidias de la política convencional y convertido todo en marketing resulta bochornoso y nauseabundo hasta donde han llevado los políticos profesionales, lo que antiguamente era el arte de la oratoria y la noble motivación política de participación.
Gracias a la moción de censura no habrá banderas a media asta por la muerte de Cristo, como el corrupto e inmoral gobierno del PP nos imponía. El mismo partido que lidero la Europa de los recortes y la injusticia social, el empobrecimiento de niños y ancianos. Católicas políticas basada en oprimir a los ya oprimidos para goce de los opresores.
Las conexiones en directo con procesiones o playas apestadas de gente servirán de perfecta tapadera a las cloacas del estado que están supurando hedor como nunca hubiéramos imaginado.
Un guión que en House of Cards, nos hubiera parecido fantasioso y espeluznante se ha deslizado con puntual precisión todos estos años para atacar, para dañar a un rival político, que con fuerza irrumpía en el escenario parlamentario.
Que esas fuerzas armadas y judiciales que jamás hicieron una transición desde la dictadura fascista a la democracia, más medios de comunicación, partidos, nobleza, clero y alta burguesía urdieran una trama para lanzar bulos y noticias falsas contra un partido como Podemos -que nunca ha discutido el sistema capitalismo, sino si unos pocos privilegios de las élites- es aterrador. Da que pensar que harían si resultará que un partido -o sindicato- de base, asambleario y que planteará la propiedad de los medios de producción o una mayor justicia social, adquiriera con fuerza el impulso revolucionario para llevarlo a cabo. Es evidente que el fantasma del golpismo y la guerra civil no se ha apagado.
Es asqueroso como los partidos, medios y élites que si se han beneficiado del Watergate español, callan, miran para otro lado y pasan de puntillas entre mítines en pabellones semi vacíos. El olor a mierda espanta incluso a los pocos correligionarios que van quedando, y los que quedan y aparecen, me parecen de poco fiar porque no tienen ni siquiera la vergüenza torera de esconderse.
Hoy seguimos sufriendo lanceados y flagelados por eléctricas y bancos. Alquilar, o comprar, una casa es un disparate, con unos precios inflados hasta lo absurdo. Los suministros -electricidad, agua, gas y telecomunicaciones- siguen con los precios más altos de Europa, mientras unas míseras subidas en salario mínimo o pensiones se ponen en discusión por una derecha fascista y elitista que se muestra sin vergüenza.
Mientras las calles se llenarán de -supuesto- fervor religioso, millones de conciudadanos, vecinos, hombres y mujeres sufren en situaciones delicadísimas de pobreza, con un paro endémico, a punto de ser desahuciados, al borde de la exclusión social, de la depresión, incluso del suicidio. Quizás deberíamos también pensar en ellos, en esas situaciones, que no son fruto del azar o de no haberse esforzado tanto como el neoliberalismo quiere hacernos creer. La desigualdad social no es fruto exclusivo del esfuerzo y el trabajo, ni mucho menos. Al contrario son yugos y cadenas puestos por quienes detentan el poder por los siglos de los siglos frente a los que han formado las levas desde el principio de los tiempos. Es por eso, que en cuanto llegan al poder, la ultra derecha y la derecha liberal que te dice que eres libre para esforzarte al máximo, emprender y conseguir tu mejora social, lo primero que hacen, es eliminar el impuesto de sucesiones y el impuesto de patrimonio. Son así de hipócritas. Y con esa falsa y cínica sonrisa los ves al frente de pasos y comitivas en procesión.
La Iglesia católica española es punta de lanza en defensa permanencia del dictador fascista Franco en su mausoleo construido por el trabajo esclavo de decenas de miles de represaliados y presos de guerra. A su vez, mira para otro lado, cuando no dificulta sin disimulo, los procesos de exhumación e identificación de las fosas comunes que no sólo se encuentran en cunetas de carreteras comarcales, sino en muchos cementerios cuya titularidad (o cuando menos gestión) les pertenece. Saben que más allá de dar sepultura a los muertos y descanso a sus familiares, se trata en esencia de judicializar el franquismo, saber qué paso, por qué, dónde, cuándo, cómo y quién. De poner negro sobre blanco para que todos lo sepan y poder crecer como país, que la iglesia y muchas familias se beneficiaron, se lucraron con la masacre de otros españoles. Robaron sus pertenencias, su trabajo, su vida y todavía hoy 80 años terminada la Guerra Civil disfrutan de su poder e influencia conseguida con la usurpación de la dignidad de las clases trabajadoras y de la revolución que éste país todavía tiene pendiente.

A mi, como ateo, tengo que decir que siempre me gustó desde que me la explicaron la parábola en que Jesús, lleno del muy pecado capital de la ira, vacío el templo de fariseos y mercaderes. Me parece la enseñanza que recoge la Biblia más decisiva y útil en los tiempos que corren. Sacar de nuestras vidas a los mentirosos, a los vividores, a los corruptos y a quienes han demostrado por actos u omisión su hipocresía, su falta de valentía. Echar de nuestras instituciones, incluso de los propios partidos o de los medios, a los profesionales que rinden pleitesía y servicio al diabólico poder por el vil dinero. Limpiar nuestras casas, desde el palacio real, hasta el último ay-untamiento, para que así podamos creer en nuestro país y en nosotros mismos.
Construir una convivencia en la que el respeto, la mesura, el bien común y la dignidad de la gente sean las columnas que levanten la casa hacia el cielo debe de ser nuestro propósito de enmienda como país y sociedad, y como ya he dicho, tenemos la oportunidad de hacerlo. Aprovechemos este tiempo entre pasos y saetas, paellas y mojitos, torrijas y buñuelos, para reflexionar sobre cómo podemos transformar #Españistan, en España.

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