martes, 8 de junio de 2010

El Boxeo no es una canción de amor...


Una entrada de deportes, pero sin hablar de fútbol o de basket. Un reto con toda la amalgama y tormenta mediática con la que nos arrasan diariamente. El balón naranja inmerso en las finales. Barça y Tau en la de la ACB. El sempiterno duelo entre Lakers y Celtics en la NBA, con nuestro Gasol siendo virtual MVP pese a que no se den cuenta ni sus compañeros, entrenador y medios estadounidenses. En definitiva, apasionante. Tenemos el fútbol. Siempre el fútbol. Ahora con el mundial con sus dosis de ceguera y embobando a la peble. Llegan los fichajes, los rumores, el capitalista mercado en el que acabas mareado de las cifras e idiota total. No sabes que te cabrea más: los casi 5 millones de parados, lo que pagan a los futbolistas, la hipocresía de nuestros representantes (porque como dirigentes, ni a derecha ni izquierda tienen capacidad) o la de dinero que mueven para "entretener" a la peble.

Podía hablar después de un finde casi polideportivo de Contador y su preparación para el Tour. De ese Campeonato de España de motoclicismo con invitados extranjeros y que se corre algunas veces más allá de nuestras fronteras, que se nos vende como un éxito de nuestro deporte. En el que la radio televisión pública se empeña en promocionar de una manera tan abusiva y discriminatoria para otros deportes en el que llegan a retransmitir por 2 de sus 5 canales lo mismo a la vez. No encuentro valor y emoción para hablar de la disputa entre Lorenzo y Pedrosa, o de las categorías menores de scooters venidas a más. Sí, que hago referencia al grande Rossi que sufrió en su casa, en Italia, la peor caída de su vida deportiva. ¿Soy menos español por aplaudir y desear más la victoria de Rossi que la de los españoles? No; lo que soy es mucho más deportivo, hedonista, soñador... La victoria de gente como Rossi es una alegría y reconocimiento al talento, la pasión y el auge de un estilo de vida que emociona y hace soñar.

Es como una victoria de Federer en tenis. O de Rafa Nadal. El manacorí ganó su 5º Roland Garros (7º Grand Slam de su carrera) ante el sueco Soderling, cobrándose cumplida venganza de la derrota que sufrió el año pasado en octavos del torneo parisino y consiguió poner el asterisco a esa edición del torneo de los Mosqueteros. Nadal ganó en Paris sin perder un sólo set en todo el torneo y volviendo al número 1 de la lista de jugadores mundial con sus armas de siempre: Máxima implicación e intensidad. Concentración exhaustiva en cada juego, en cada bola. Cóctel de sacrificio y talento expuesto para anular el juego del rival, para vencerle animicamente durante el partido, tal y como antes durante la preparación fisicamente vence a todos sus rivales. Esta suma lleva inevitablemente a la victoria en el marcador. Después de un año muy doloroso a nivel fisico, por continúas lesiones y estados de baja forma; y sobretodo a nivel moral por problemas personales (divorcio de sus padres) Nadal ha vuelto, si es que se marcho alguna vez, para seguir agrandando su leyenda como mejor deportista de la historia del deporte español. Sus lágrimas al final de embadurnarse una vez más (y no la última) en la tierra batida son una demostración de humanidad, de que son más duras las heridas de la mente y el corazón que las que rasgan la piel. Sus declaraciones y presencia una demostración de humildad, saber estar y voluntad perpetúa de mejora. Es decir de verdadera alma de deportista.

Pero mayoritariamente voy a hablar de boxeo. De boxeo femenino. Y si ya lo hice de Million Dollar Baby, de una de las 5 mejores películas que he visto, de ver el cine (y la vida) como lo ve Clint Eastwood. Hoy lo voy a hacer de realidad. De sueños y la lucha que conlleva el conseguirlos.

El pasado viernes Soraya Sánchez, madrileña de 31 años se proclamo campeona de Europa de los pesos Gallo. Vencío a una francesa y valió todo el sacrificio y entrenamiento de los ultimos meses para lograr la victoria a los puntos tras 10 asaltos a 2 minutos. Su empeño y voluntad de muchos años dedicados al ring, al hacer guantes. Al coche y manta para ganar unos eurillos, adquierir experiencia, palmarés. También logro darle valor a todo su bagaje. A los trabajos de mil-eurista. En el sector de la limpieza, la seguridad, en un gimnasio. A los golpes que da la vida, mucho más duros que los que se reciben en un ring.

La muerte de una hermana, los problemas que nos imponen e impactan hacen más daño que un directo, un gancho de izquierdas. En la vida el ligero tambaleo de piernas tras un puñetazo no vale, no tiene lugar; caemos y caes a la lona, tumbada, noqueada. Noqueados y tumbados solo cabe luchar. Enjugar las lagrimas, sacar las últimas fuerzas, dejar atrás la flaqueza y aunar en el ceño fruncido, apretar los dientes, armar el puño y dar el golpe para reafirmarnos para decir estamos aquí. No nos vamos a amilanar, ante nada ni ante nadie.

El boxeo no es una canción de amor. Tampoco la vida. Ambas en la mayoría de las ocasiones estan mal pagadas. Tenemos el romanticismo y la sensibilidad como lujos para catar la vida, las experiencias; pero en el ring solo nos vale para aumentar el dolor, el daño de la batalla y la pelea. En la vida funciona igual, pero no por eso no son necesarias. Nuestra arma es la seguridad en nosotros mismos. Como la que destila Soraya.

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