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martes, 17 de marzo de 2015

Irlanda. febrero de 2015

Decían en la imprescindible obra maestra de Clint Eastwood, Million Dollar Baby, que "hay irlandeses en todos los lugares del mundo; o al menos, personas que quieren ser irlandeses..."

con la residencia del Presidente de la República de Irlanda al fondo

Hace un mes, visite Dublin, la capital de Irlanda, en un viaje relámpago organizado por mi hermano lo que sumo al disfrute del hecho mismo de viajar, de la posibilidad de conocer aquellas tierras y lugares, la emoción del reencuentro en la isla esmeralda.

Nos estábamos abrazando en el aeropuerto de Dublin, cuando dos chicas bien guapas y simpáticas, ofrecían canapés en la puerta de salida de los vuelos de llegada, ataviadas una con el uniforme del "15 del trébol" y otra con la del "15 del gallo" y es que aunque no era nuestro principal motivo para venir, aprovechamos la coyuntura para coger entradas y poder asistir a un partido del VI Nations de rugby, en el impresionante Aviva Stadium, entre Irlanda (por la que siempre animamos) y Francia.

Y el ambiente de la ciudad fue magnífico. Una marea de franceses campaban por Dublin, con la máxima animación y respeto (palabra básica en el mundo del rugby) posible, maximizando el espectáculo deportivo y convirtiendo la ocasión en todo un acontecimiento social y dinamizador.

Acostumbrados en Españistan al cutre y rancio danzar de los energúmenos futboleros, casi siempre de extrema derecha, violentos, ofensivos e hirientes, disfrutar y compartir Dublin, con los oriundos, los turistas habituales y los "rugbiers" franceses fue toda una experiencia más que confirma el espíritu de fiesta, emoción y respeto que el rugby representa, y todo con unas notas de civismo irish y galo absolutamente ruborizadoras, puesto que te dejan, una vez más, fuera de lugar más allá de las fronteras de este perturbado y regido por borders line estado. Por supuesto que hubo cerveza y vino, alcohol, algarabía y se compartían las mismas fotos y lugares entre ambas aficiones, vecinos y turistas de Dublin, pero no hubo ni un sólo altercado; todo cordialidad y un fantástico ambiente que hizo de un sábado (y un viernes) especial e inolvidable. Comentarios jocosos, bromas y afrentas dialécticas de humor y disfrute fueron los terrenos en los que se embadurnaron las aficiones, casi siempre con una cerveza Guiness en la mano, y con Dublin como escenario.

Como digo todo el sábado fue una fiesta y el ambiente ante el evento deportivo era espectacular. Todos los pubs rendían tributo al torneo del rugby por excelencia. Las banderas y escudos copaban la decoración superpuesta sobre la arquitectura dublinesa, con preponderancia verde y del trébol, lógicamente, pero donde el gallo, el cardo, la rosa, la flor de lis y la tricolore también encontraban su espacio.

Así en los viajes de ida y vuelta desde el centro hacia el Aviva Stadium en el cercanías, como en en paseo hasta los tornos, subir hasta nuestras localidades en el tercer anfiteatro y disfrutar de una tarde de rugby, de VI Nations, de Irlanda vs Francia.

En el Aviva, con mi hermanito, disfrutando de unas birras, buen ambiente y buen rugby

El partido no fue gran cosa, la verdad. El oval fue muy disputado, y hacia de todos los rucks y meles un choque de desgaste y físico que dio privilegios al juego al pie, sobre el de mano y llevo el marcador a moverse de tres en tres, hasta que la calidad de Jonathan Sexton dio tal ventaja a Irlanda que ni tan siquiera el postrero ensayo francés hizo temer la derrota verde.

Pero aún así se convirtió en memorable y en un punto de recuerdo trascendente, espectacular y apasionado. Sólo por el momento himnos, con toda la afición gala coreando La Marsellesa, y luego con el Amhran na bhFiann (La canción del soldado) y el himno rugbístico verde, The Irlands Call (La llamada de Irlanda), ya sólo por eso mereció la pena y hace que busque revivirlo en más ocasiones, y me anime y os anime a viajar con el rugby como excusa.




Y en el impresionante Aviva Stadium ya el ambiente no decayó y la buena sintonía entre aficiones se mantuvo durante el juego y ya al final con al victoria irlandesa. Volver al centro de la ciudad fue otra experiencia dentro de esta experiencia de vivir un partido de rugby al máximo nivel, y por supuesto lo fue totalmente enriquecedora: Aficiones alegres, comentando el partido, disfrutando, riendo pese al resultado, bebiendo y compartiendo. Algo maravilloso, lo que debería ser el deporte profesional.

Volviendo a la realidad turística


Dublin e Irlanda no aparecen en un repaso somero de los principales destinos turísticos en Europa. Fácilmente se nos ocurren hasta 10 capitales o 10 regiones europeas antes de caer en Dublin y en Irlanda como destino de nuestras vacaciones y viajes. Pero sin duda alguna, el carácter irish resplandece y hace que visitar estas tierras, conocer sus historias y paladear sus sabores es un estímulo brillante para los sentidos y la mente.

La comunicación para el turista y visitante es clara y directa, facilitando mucho las cosas a los viajeros para poder llegar a su destino, incluso si ese está en pleno centro de la ciudad. Así tras un paseo y unos cuantos problemas con el hotel reservado, acabamos en el Adelphi Guesthouse (67-68 Lower Gardiner Street, D1), un céntrico hostal, con una aceptable relación entre calidad-precio en el que ofrecían desde el desayuno típico irlandés (y también el continental) a pequeñas (quizás demasiado) habitaciones económicas, con baño compartido. Salimos contentos de allí, y en nuestras próximas visitas puede ser un punto de partida fantástico para buscar y encontrar un alojamiento digno y justo.

Un paseo por Dublin, y más concretamente por el centro de la ciudad, es estimulante y vivo a partes iguales. La arquitectura y el urbanismo se conjugaron para construir en armonía, calles y avenidas, en las que es el peatón, el hombre y la mujer caminantes son los verdaderos protagonistas. No se confundan. No quiere decir que haya grandes espacios peatonales y el coche este reduciendo su espacio. Casi es al contrario. No hay muchos espacios sólo para caminantes, y el tráfico es continúo desde primera hora hasta las 10 de la noche, pero es a su vez fluido, los transportes públicos funcionan muy bien (y son económicos para el precio de la vida en Irlanda). Pero pese a ello, o a gracias a ello, la ciudad está hecha para el disfrute y la vida al aire libre (con lo que eso supone si pensamos en el clima húmedo de lluvias todo el año que disfrutan en Irlanda), y cada rincón, calle, esquina, se comprende como punto de avistamiento, lugar de observación y la toma fotográfica.

Un despreocupado Oscar Wilde viendo la vida pasar en su atalaya en Stephen's Gray

Dublin esta plagada de esculturas de personajes importantes en la historia, la cultura y los mitos irlandeses. Desde políticos y héroes nacionales como O'Connel o Wolfe Tone. Lugares para la memoria de la galáctica nómina de escritores irlandeses como James Joyce, Oscar Wilde, George Bernard Shaw, Samuel Beckett, Jonathan Swift, Bram Stoker, Seamus Heaney, William Butler Yeats o el más reciente John Boyne. Pero también hay espacios para otras leyendas, como el lugar de culto para todo buen aficionado al rock y el heavy, como es la escultura del cantante y alma mater de Thin Lizzy, Phil Lynott.
Flanqueando al celebérrimo Phil Lynott

Y por supuesto hay espacios para las leyendas como la de la exuberante Molly Malone, y también para la historia como el conjunto artístico cercano al puerto sobre el rio Liffey que recuerda a todos los emigrados por las hambres de los siglos XVIII y XIX, así como la de los combatientes en las dos Guerras Mundiales.

Sobando a Molly Malone con todo la mercancía expuesta

Además los edificios conjugan los clásicos estilos británicos, dejando un panorama pleno de diversidad y contenida belleza, con numerosos lugares singulares, en los que los edificios de viviendas con sus características puertas de colores y de ladrillo vista, o los edificios religiosos con esa húmeda piedra granítica gris, así como los edificios oficiales donde el neoclásico se hace fuerte para uso y disfrute tanto de dublineses como visitantes.

Listar una serie de lugares para visitar es fundamental y profuso, pero en toda ella nunca deberán faltar el Trinity Collegue, haciendo cola si fuera necesario para disfrutar de su majestuosa y única biblioteca así como de su icónico campanario (The Campanile); el City Hall también es imprescindible, con su fachada georgiana y su impresionante vestíbulo, como así también destacado son sus sotanos convertidos en museo de la historia de la ciudad. No hay que olvidar tampoco el Dublin Castle con las vistas desde el patio circular que mantiene impreso en su césped el símbolo gaélico de las anguilas; la sede del Bank of Ireland, el fantástico interior de la oficina de Correos en la calle O'Connell junto a "La Aguja de Dublin", oficialmente la escultura más grande del mundo, ya que a diferencia de otras (estoy pensando en la neoyorquina Estatua de la Libertad), no puede albergar a visitantes en su interior, y ni mucho menos los museos, destacando el edificio del Irish Museum of Modern Art (con el parque del Royal Hospital como antesala).



De entre los edificios religiosos destacan las dos catedrales, que se encuentran juntas, que no revueltas. Tanto The St. Patricks Cathedral como Christ Church Cathedral son magníficos ejemplos de la arquitectura religiosa británica, donde la contención y el silencio, no está exenta de belleza.

Hay mucho más que ver, como por ejemplo The Custom House, sede del parlamento irlandés, que aunque de singular belleza, trata de competir sin éxito asomado al Liffey con el Parlamento de Budapest asomado al Danubio. Los puentes son también característicos para unir las dos orillas separadas por el rio Liffey, destacando sobretodos The Half Penny Bridge. Impresionante resulta la visita a Kilmainham Gaol, la antigua prisión, donde la represión británica torturo y trato de encerrar las ansías independentistas y libertarias irlandeses, lo que la ha convertido hoy, con el pertinente trabajo de memoria histórica (hecho en los 50), y en una parada obligada, así como escuchar las terribles historias y algunas macabras anécdotas de los guías. La sensación indescriptible que te queda al contemplar el muro donde fueron fusilados los héroes de la patria irlandesa, merece lo pagado. Y eso que no pudimos ver (está siendo restaurada) la famosa galería de la prisión, por supuesto icónica y reconocible, puesto que en está cárcel se filmó la maravillosa "En el Nombre del Padre". Por lo tanto, otro recurso más para volver a Dublin.

 Patio de Kilmainham Gaol donde el imperio británico encerro, torturo y ejecuto a los padres de la independencia irlandesa

Todo ello sin obviar por supuesto los parques. Para los irlandeses es muy importante el descanso en la rutina del día a día, y así lo demuestran con la belleza, inmensidad y variedad de parques que surgen en el suelo de Dublin. Desde Stephens Green, verde hogar de un despreocupado Oscar Wilde, Merrion Square, los jardines del Dublin Castle o el Royal Hospital ya apartado del centro monumental, al inacabable y majestuoso Phoenix Park, el parque urbano más grande de Europa, y todo un ejemplo de como gestionar y reservar espacios de diversión y asueto para los vecinos y turistas. Un lugar absolutamente fantástico, para la práctica deportiva, los paseos, las carreras, la naturaleza y el esparcimiento.

Pero si hay algo que define a Irlanda es la música. No en vano, es el único país del mundo cuyo emblema nacional es un instrumento, el arpa, y la pasión y saber que demuestran con cada acorde produce a la vez envidia y placer. Sobretodo porque en 5 días, en 6 ó 7 pubs que entramos, había música en directo. O estaba sonando (a partir de las 6 de la tarde hora irlandesa, es lo más habitual) o se estaban preparando para tocar en vivo. Y daba igual que fuera domingo, daba igual que fuera lunes o que hubiera partido de "shempions" en la tv. Hace algún tiempo escuche a Wyoming decir que para él, un medidor de democracia en un país es la cantidad de música en directo que encontraba en los pubs y bares. Y viendo el páramo #Españistani y lo que pudimos disfrutar en los pubs y en instituciones públicas como la biblioteca local en la zona de Temple Bar (sábado noche), dos virtuosos en la calle tocando en batería y guitarra clásicos del rock, un cuarteto de música folk en un pub o un cantautor soltando canciones folclóricas irlandesas y grandes himnos de rock acelerándolas con su guitarra clásica, os puedo asegurar que existe un ambiente mucho más libertario, vivo, inquieto, respetuoso y democrático en Irlanda que en este avergonzante y cochambroso estado.

El alma del irlandés reside en el pub. Es el centro de la vida social y en torno a una Guiness (sobra decirlo, pero el sabor de una Guiness en Irlanda es una cosa y en otro lugar otra totalmente distinta; serán cosas del agua de las Wicklow Mountains) se confluye todos los rasgos típicos irlandeses. Desde la conversación, con el humor y el sarcasmo irish a relucir de piel, en las mediodías de aperitivo, tardes de café y cerveza, y ya disfrutando en la noche de los pubs. Y es que en torno a la barra de un pub, las mesas y taburetes altos se puede palpar, saborear y participar en ese espíritu irlandés que tanto nos gusta a muchos. Con la sempiterna Guiness cerca de la mano de uno (131 litros de cerveza consume un irlandés "medio" por año, siendo así el segundo país del mundo), puedes disfrutar de una buena hamburguesa, un Guiness Stew con patatas (guiso de carne típico del país) o ya directamente de las conversaciones más animadas y variopintas a imaginar, algunas fruto de la mezcolanza etílica. Y por supuesto de la música y el baile, siendo la cultura folk la absoluta dominadora. La guitarra, la mandolina, la gaita, el banjio, el acordeón o los autóctonos bodhrán (una especie de tambor), el fiddle (parecido a un violín), el tin whistle (un flauta muy aguda) dan calor con las animadas melodías de canciones populares y poemas cantados con los que los irlandeses disfrutan y bailan, con su espectacular, divertido y agotador baile tradicional (el Riverdance) como pudimos comprobar con una animada oriunda.

Aunque cualquier pub sirve para conocer el alma irlandesa, no está de más hacer unas cuantas recomendaciones. The Mizz Pub, uno de los pubs por antonomasia en lo que a música en directo se refiere sobretodo si buscamos rock; por supuesto el innegable Temple Bar. Y más que recomendable , imprescindible es la visita al The Brazen Head (20 Bridge Street Lower, Dublin 8), oficialmente el pub más antiguo del mundo, inaugurado en 1198, y que tiene de todo: desde una terracita, montones de barras donde te sirvan una pinta, una buena oferta gastronómica de comida rápida y platos típicos, así como una batería de músicos notable.




En Brazed Head disfrutando de la historia, las Guiness, la música en vivo y un ambiente espectacular

De entre la comida, lejos del estereotipo de comida británica, en Irlanda se puede degustar platos muy bien elaborados con rico gusto tanto en la presencia como en el sabor. Desde un muy bueno "fish and chips" en un pequeño italiano encima de The Patriots Inn junto a la cárcel de Kilmainham (por lo que lo recomiendo para la jornada en la que se visite aquella zona), a otro menú también en un italiano en el centro, así como muy buenas carnes. Los precios tanto para comer, como para cenar, son algo más bajos que los del centro de Madrid, por poner como ejemplo, y seguro que con experiencia, conocidos guías y paciencia se pueden encontrar verdaderos chollos.

Por último, y no menos importante, decir que también visitamos Galway, la capital atlántica irlandesa, al otro extremo de Dublin, y a la que llegamos madrugando el domingo para coger el tren. Fue otro momento para detestar #Españistan al comprobar un tren, que aquí encuadraríamos en un media distancia, con un buen precio para el billete, accesible, limpio, moderno, con un personal amable y servicial, y con nuestros nombres en el display que identificaba los asientos de la reserva . Todo ello disfrutando de cruzar campos y prados verdes, pueblos y pequeñas ciudades típicas de un imaginario colectivo sobre la "isla esmeralda". Y disfrutar de una jornada, de lluvia, y paseos por Galway otro rincón emblemático de Irlanda, que añade más motivos para visitar y recorrer todo el país.



Las calles de Galway

Cruzada por el rio Corrib que se abre en su desembocadura en estuario otorgando unas vistas del Atlántico preciosas, Galway funciona como una típica ciudad portuaria, pero española, en una suerte de pleitesía a la secular relación que está ciudad y notables puertos españoles mantuvieron en el pasado (donde desde el Spansih Arch, se ejercía el comercio de salmón y vino, así como la piratería contra el enemigo común Inglaterra) y en el presente y futuro puesto que Galway se presenta como una ciudad preferida para los Erasmus e intercambios españoles hacia la National University of Ireland.

Spanish Arch en Galway

Las calles de la capital de la región de Connatch se presentan animadas, llenas de pubs irlandeses, pero también de restaurantes con una variedad en estilos, precios y calidades estimulante. Los edificios muchos de ellos de piedra grisácea granítica al estilo victoriano adaptado a las raíces irlandesas muchas veces se pintan y decoran con fantásticos murales que convierten la visita a Galway en más que recomendable. En un imprescindible.

Algunas notas curiosas

    • El nombre de la ciudad de Dublin, capital de la provincia de Leinster, tiene su origen en los jardines del castillo (Dublin Castle). Actualmente en estos jardines tenemos una circunferencia de césped con unos dibujos que parecen un laberinto, pero que en realidad se trata de un símbolo celta que representa anguilas de río, y además hace función de helipuerto para visitas oficiales al castillo (en las cabezas de las anguilas, 6 en total, hay dos ojos que se iluminan por la noche ya que a su vez son focos). Pero antiguamente no había esos jardines, sino que muy cerca pasaba el río Poddle (hoy subterráneo), afluente del río Liffey, y una parte de este agua formaba un pequeño estanque, muy oscuro porque su fondo estaba lleno de lodo. Allí es donde amarraban sus drakkars los vikingos, y se le llamaba estanque negro, que en irlandés es Dubh Linn, así que el nombre de la ciudad significa literalmente "estanque negro". Ni que decir tiene que fueron los vikingos los fundadores de Dubh Linn.
    • El Trinity College, la universidad más antigua en activo y la más prestigiosa de Irlanda, tuvo el acceso restringido para las mujeres hasta la muerte del rector George Salmon en 1904. Este señor dijo que las mujeres entrarían en la universidad por encima de su cadáver, y así fue, lo que la convirtió en la primera universidad británica en aceptar mujeres en sus aulas. En su patio central, tenemos su campanario que reúne dos supersticiones: La primera hace referencia a los estudiantes a los que advierte que de pasar por debajo sin haber acabado la carrera traería dificultades en los exámenes, lo que hace que no pocos den la vuelta al patio para ganar confianza de cara a los exámenes. Otra superstición tiene como protagonistas a las mujeres, a las que en caso de pasar por debajo y siendo vírgenes traería un replicar de las campanas.
    • Destacable es sin duda la biblioteca del Trinity College. De una belleza y originalidad asombrosa guarda varios de los tesoros nacionales como el original de "El libro de Kells" (libro de oraciones y cantos religiosos del siglo IX), así como el arpa de Brian Burú, rey supremo irlandés. Así se constituye el arpa como símbolo nacional (por encima del trébol) y dejando a Irlanda como el único país del mundo cuyo símbolo nacional es un instrumento musical, toda una declaración de intenciones. Curioso fue que Guiness ya había adoptado el arpa como su emblema, y la República de Irlanda tuvo que registrar otra arpa, mirando hacia el otro lado para no tener que pagar "royalties". Esta biblioteca tiene el derecho y el deber de tener y preservar de una copia de todos los libros editados y publicados en Irlanda.
    • Las estatuas del patio del Dublin Castle. Hay dos estatuas, una referente a la fortaleza y otra a la justicia pero llena de la símbología sarcástica irlandesa. Todo el patio se construyó en época de dominación británica pero los artesanos irlandeses tiraron de ingenio para llevar su critica a la ocupación. Así la estatua de la fortaleza que representa a un hombre junto a un inusualmente enano león, emblema nacional inglés. Y la estatua de la justicia, aparece sin venda en los ojos (por lo tanto no es ciega), mirando a su mano derecha que blande espada (cuando normalmente aparece con la espada envainada, simbolizando el dominio militar y de la fuerza británico) y con la balanza desnivelada (en principio porque uno de los platos está debajo del brazo que sostiene la balanza y cuando llovía no recibía agua).
    • ¿Por qué las puertas de muchas de las casas del centro de Dublin son de vivos colores? Si habéis visitado Dublin, o lo haréis, os daréis cuenta de esto. ¿Y a qué se debe? Pues aunque la fama irlandesa de borrachos aporta una versión en la que se pintaban para diferenciar las distintas casas dentro de barrios industriales muy uniformes, y así evitar confusiones, la versión más fidedigna es que a la muerte del marido de la Reina Victoria de Inglaterra, esta pidió pintar de negro todas las puertas del imperio británico en señal de luto, pero a los libertarios irlandeses les pareció mejor pintarla de vivos colores porque así se sentían ellos.
    • O'Connell Bridge. Al final de O'Connel Street que se presenta como la calle más larga del mundo (si, con esa denominación de calle, no de avenida, etc.) aparece O'Connell Bridge que a su vez alardea de ser el puente con mayor longitud, cuya anchura supera esa misma longitud, en una relación de 50 metros por 45. Además, muestra en una de sus balaustradas una placa en conmemoración del Padre Pat Nose, como un clérigo que se ahogó en el rio Liffey tras llevar una vida de negocios turbios y sin que hubiera aparecido su cadáver. Pero lo cierto es que fue una broma en 2004 y que se ha quedado perenne en la decoración e imaginario dublines.
    • El puente de Ha'Penny Bridge. Llamado originariamente Wellington en honor a quien derrotó a Napoleón, este puente recibió su actual nominación que significa "medio penique", puesto que esa era la cantidad a pagar de peaje para poder cruzarlo en sus primeros 100 años de vida (se construyó en 1819). Como con muchos de los puentes históricos de hierro que tenemos en nuestras ciudades, esta lleno de candados que colocan los enamorados al calor de las novelas adolescentes.
    • Wolfe Tone. En una esquina de Stephen's Gray tenemos una inmensa estatua en honor a uno de los padres y héroes de guerra irlandeses, Wolfe Tone. Reúne dos curiosidades: la primera señala que tocar sus partes traería buena suerte (lo que hace que esa zona de la estatua esté bastante decolorada); y la otra ya macabra hace referencia a su muerte. Tone lideraba las rebeliones contra los británicos tras haber emigrado a Estados Unidos y ya desde Francia implorando al Directorio a que se lanzará en territorio británico. Como estos hicieron caso omiso, lidero un desembarco en Dublin, que no salió como él esperaba y fue capturado y condenado a la horca, suicidándose horas antes. El hecho radica en la altura de Tone, que superaba los dos metros, lo que le convertían en un gigante en el siglo XVIII, por lo que hacía imposible que entrará en un ataúd convencional, y ante la negativa británcia de construirle uno especial se decidió que le serrarán las piernas para que pudieran (mal) entrar en uno de los normales.
    Estatua de Wolfe Tone
    • Molley Malone. Una de las leyendas más reconocidas fuera de Irlanda es la de Molley Malone, la mejillonera que vendía sus productos por las calles de Dublin, carretilla en mano durante el día, y por la noche se prostituía por las mismas calles. Su poema pervivió durante los años hasta que The Dublinners lo retomaron y sonó en la Naranja Mecánica, para después darle un toque rock por los Thin Lizzy, hasta que sonará en conciertos de Metallica, etc. Tocar sus pechos trae buena suerte.
    • La cerveza Guiness. Sin duda la "Marca Irlanda" por excelencia. Lleva desde 1750 colaborando a la economía del país y especialmente a equilibrar la balanza comercial irish (en 2013 superávit de casi 37.000MILL de los que Guiness aportaba un 70%). Como dato curioso destacar la pírrica renta que la marca paga por su fabrica a tan sólo 1 km. del centro de Dublin. Y es que en 1759 sr Arthur Guiness firmó un contrato de arrendamiento de las 26 hectáreas que ocupa la factoría por 45 libras al año, durante ¡9000 años!. Y por supuesto, no dejéis de tomar una Guiness en Dublin o en Irlanda, porque es otra cosa. El sabor, el color y la consistencia en el paladar de Guiness cuya agua es 100% irlandesa, no tiene nada que ver con lo que tenemos por el resto del mundo.
    • Temple Bar. Efectivamente hay un pub llamado Temple Bar en esa zona, pero la realidad es que Temple Bar es un barrio de Dublin, viniendo la palabra "Bar" del gaélico "Barr" que significa muelle, y Temple del apellido de la familia que dominaban los muelles. También se habla de la prohibición ("bar" en inglés) para entrar en aquella zona de los judíos en el siglo XIX, pero lo cierto es que hoy en día, bajo Temple Bar, podemos fácilmente reconocer dos de las pasiones irlandesas, rezar y beber, el templo y el bar.
    • Los ciudadanos honoríficos de la ciudad de Dublin tienen el derecho de hacer pastar sus ovejas por el parque de St. Stephen's Green, pero como todo derecho tiene sus obligaciones, ellos están obligados a de disponer de una cota de malla, un casco, un escudo y una espada, y estar preparados para defender la ciudad ante un ataque invasor.
    • Phoenix Park. El parque urbano más grande de Europa. Más de 7 kilómetros cuadrados de superficie en los que se albergan desde el zoo de Dublin, la residencia del presidente de la República Irlandesa, el cuartel general de la "guarda" (policía irlandesa), jardines, huertos botánicos, estanques, un hipódromo, incontables y continuados campos de rugby y un obelisco, construido bajo el dominio británico y que recoge el nombre de Salamanca en su conmemoración como recuerdo de la victoria en Los Arapiles sobre el ejército de Napoleón (aquella batalla en los libros de historia británicos se presenta como La Batalla de Salamanca).

    Obelisco en Phoenix Park con el detalle de "Salamanca"
    • Los deportes en Irlanda. El deporte nacional es el Fútbol Gaélico, una mezcla entre fútbol y rugby, que es un compendio de intensidad física salvaje, y el Hurling, un deporte mezcla entre el hockey hierba y el cricket, aunque con disputa y también pletórico en cuanto al rendimiento y la intensidad. Ambos deportes se agrupan en la Asociación Atlética Gaélica (AAE) y aunque arremolinan en los estadios (en especial en el estado nacional de la AEE, Croke Park en Dublin) y en las televisiones de los pubs a cientos de miles de irlandeses, son deportes amateus, es decir, no profesionales, lo que otorga un encanto especial a su práctica y disfrute. No hace mucho el rugby tampoco era profesional, y como es sabido en mi blog, es también pasión irlandesa exacerbada cuando compite el 15 del trébol o alguno de los equipos profesionales representativos de las provincias (Leinster, Munster, Ulster y Connatch) pero también en los partidos de deportes de base de las colegios y academias. El fútbol no tiene seguimiento, si acaso la Premier League y la selección nacional, diciéndose que quedan un escalón por debajo junto al ciclismo, el golf y las carreras de caballos.

      Sucesión de campos de rugby en Phoenix Park

    • No se puede escribir sobre Irlanda y no hablar sobre eso mismo: sobre escribir, sobre literatura. Y es que la isla verde atesora una lista de literatos en la que predominan desde el humor y la socarronería, la imaginación y el terror, y la crítica social y política, nombres que en cualquier antología y listado deberían de aparecer. Nombres como los de Jonathan Swift, Laurence Sterne, Brendan Behan, Douglas Hyde, Flann O'Brien, Sheridan Le Fanu, Sean O'Casey, George Berkeley, James Joyce, George Bernard Shaw, Richard Brinsley Sheridan, Oliver Goldsmith, Oscar Wilde, Bram Stoker, W. B. Yeats, Samuel Beckett, Seamus Heaney, Herminie T. Kavanagh, C. S. Lewis, John Boyne, …
    • Decir por último que en Irlanda viven aproximadamente 4 millones y medio de personas, de las que un millón viven en Dublin y su área metropolitana; Esta divida en 4 provincias: Leinster (al este, capital Dublin), Munster (al sur, capital Cork), Connaght (al oeste, capital Galway) y Ulster (al norte, capital Belfast). La peculiaridad de Ulster es que está formada por 9 condados, 3 de ellos pertenecen a Irlanda y los otros 6 al Reino Unido. La bandera es verde, blanca y naranja a franjas iguales verticales, y aunque la versión oficial habla de esos colores en honor al verde de los campos, el naranja de la orden protestante predominante en la religión y al blanco de la paz entre bandos, a los irlandeses gusta hablar del verde de los ojos, lo blanco de la piel y el cabello naranja de un irlandés natural.
      Al final, llevo un mes, otra vez en #Españistan, y sigo mirando a la izquierda primero al cruzar la calle, quizás por tendencia ideológica personal, pero también como anhelo y metáfora de un lugar mejor donde vivir, una sociedad más plena, mayor dignidad en cada acción del hombre.

      Sin ninguna duda, volveré a Irlanda, con más tiempo, más planes y más recursos para hacer un tour como merece (ojo a la opción de hacerla a través del tren) y poder visitar tanto las costas del Sur, como Galway de nuevo, así como no, de llegar a Ulster y conocer su historia, así como las ciudades de Belfast o Londonderry. Y por supuesto Dublin, ciudad abierta y viva.

      Declaración de intenciones y aviso para turistas y despistados en general




      martes, 8 de junio de 2010

      El Boxeo no es una canción de amor...


      Una entrada de deportes, pero sin hablar de fútbol o de basket. Un reto con toda la amalgama y tormenta mediática con la que nos arrasan diariamente. El balón naranja inmerso en las finales. Barça y Tau en la de la ACB. El sempiterno duelo entre Lakers y Celtics en la NBA, con nuestro Gasol siendo virtual MVP pese a que no se den cuenta ni sus compañeros, entrenador y medios estadounidenses. En definitiva, apasionante. Tenemos el fútbol. Siempre el fútbol. Ahora con el mundial con sus dosis de ceguera y embobando a la peble. Llegan los fichajes, los rumores, el capitalista mercado en el que acabas mareado de las cifras e idiota total. No sabes que te cabrea más: los casi 5 millones de parados, lo que pagan a los futbolistas, la hipocresía de nuestros representantes (porque como dirigentes, ni a derecha ni izquierda tienen capacidad) o la de dinero que mueven para "entretener" a la peble.

      Podía hablar después de un finde casi polideportivo de Contador y su preparación para el Tour. De ese Campeonato de España de motoclicismo con invitados extranjeros y que se corre algunas veces más allá de nuestras fronteras, que se nos vende como un éxito de nuestro deporte. En el que la radio televisión pública se empeña en promocionar de una manera tan abusiva y discriminatoria para otros deportes en el que llegan a retransmitir por 2 de sus 5 canales lo mismo a la vez. No encuentro valor y emoción para hablar de la disputa entre Lorenzo y Pedrosa, o de las categorías menores de scooters venidas a más. Sí, que hago referencia al grande Rossi que sufrió en su casa, en Italia, la peor caída de su vida deportiva. ¿Soy menos español por aplaudir y desear más la victoria de Rossi que la de los españoles? No; lo que soy es mucho más deportivo, hedonista, soñador... La victoria de gente como Rossi es una alegría y reconocimiento al talento, la pasión y el auge de un estilo de vida que emociona y hace soñar.

      Es como una victoria de Federer en tenis. O de Rafa Nadal. El manacorí ganó su 5º Roland Garros (7º Grand Slam de su carrera) ante el sueco Soderling, cobrándose cumplida venganza de la derrota que sufrió el año pasado en octavos del torneo parisino y consiguió poner el asterisco a esa edición del torneo de los Mosqueteros. Nadal ganó en Paris sin perder un sólo set en todo el torneo y volviendo al número 1 de la lista de jugadores mundial con sus armas de siempre: Máxima implicación e intensidad. Concentración exhaustiva en cada juego, en cada bola. Cóctel de sacrificio y talento expuesto para anular el juego del rival, para vencerle animicamente durante el partido, tal y como antes durante la preparación fisicamente vence a todos sus rivales. Esta suma lleva inevitablemente a la victoria en el marcador. Después de un año muy doloroso a nivel fisico, por continúas lesiones y estados de baja forma; y sobretodo a nivel moral por problemas personales (divorcio de sus padres) Nadal ha vuelto, si es que se marcho alguna vez, para seguir agrandando su leyenda como mejor deportista de la historia del deporte español. Sus lágrimas al final de embadurnarse una vez más (y no la última) en la tierra batida son una demostración de humanidad, de que son más duras las heridas de la mente y el corazón que las que rasgan la piel. Sus declaraciones y presencia una demostración de humildad, saber estar y voluntad perpetúa de mejora. Es decir de verdadera alma de deportista.

      Pero mayoritariamente voy a hablar de boxeo. De boxeo femenino. Y si ya lo hice de Million Dollar Baby, de una de las 5 mejores películas que he visto, de ver el cine (y la vida) como lo ve Clint Eastwood. Hoy lo voy a hacer de realidad. De sueños y la lucha que conlleva el conseguirlos.

      El pasado viernes Soraya Sánchez, madrileña de 31 años se proclamo campeona de Europa de los pesos Gallo. Vencío a una francesa y valió todo el sacrificio y entrenamiento de los ultimos meses para lograr la victoria a los puntos tras 10 asaltos a 2 minutos. Su empeño y voluntad de muchos años dedicados al ring, al hacer guantes. Al coche y manta para ganar unos eurillos, adquierir experiencia, palmarés. También logro darle valor a todo su bagaje. A los trabajos de mil-eurista. En el sector de la limpieza, la seguridad, en un gimnasio. A los golpes que da la vida, mucho más duros que los que se reciben en un ring.

      La muerte de una hermana, los problemas que nos imponen e impactan hacen más daño que un directo, un gancho de izquierdas. En la vida el ligero tambaleo de piernas tras un puñetazo no vale, no tiene lugar; caemos y caes a la lona, tumbada, noqueada. Noqueados y tumbados solo cabe luchar. Enjugar las lagrimas, sacar las últimas fuerzas, dejar atrás la flaqueza y aunar en el ceño fruncido, apretar los dientes, armar el puño y dar el golpe para reafirmarnos para decir estamos aquí. No nos vamos a amilanar, ante nada ni ante nadie.

      El boxeo no es una canción de amor. Tampoco la vida. Ambas en la mayoría de las ocasiones estan mal pagadas. Tenemos el romanticismo y la sensibilidad como lujos para catar la vida, las experiencias; pero en el ring solo nos vale para aumentar el dolor, el daño de la batalla y la pelea. En la vida funciona igual, pero no por eso no son necesarias. Nuestra arma es la seguridad en nosotros mismos. Como la que destila Soraya.

      domingo, 3 de diciembre de 2006

      Enamorado de Maggie Fitzgerald

      Los domingos son días duros. Amaneces la mayoría de ellos con resaca, dolor de cabeza, la cartera vacía y el alma quebrada. Transcurre tortuosamente, con llamas que queman las paredes, y relojes que se deshacen en tu mente. Si no te propones darle vida, el domingo te la quita y la devora, como si se tratara de un pastel. El aburrimiento gana terreno y crece la desesperación de ver pasar los segundos como si se tratarán las horas, y entonces es cuando tenemos una idea.

      En este domingo, pleno de tedio y soledad (no como el de la semana pasada, del que sus mayores consecuencias hablé en la anterior entrada) encontré algo en lo que vencer al infesto día de descanso.

      Me senté en el salón y decidí volver a ver Million Dollar Baby, la excepcional película de Clint Eastwood, ganadora de 4 Oscars.



      La primera vez que la vi, fue en el cine. Creo que fue sobre enero de 2004. El impacto fue inmediato. Recuerdo que esperaba ver una gran película, pero lo que mis ojos vieron fueron, en mi opinión, la película más grande jamás filmada. No era una cinta sobre el boxeo, deporte plenamente integrado y habitual en el cine, ni tampoco sobre su acepción femenina. Era y es, porque siempre estará viva, una película sobre la vida, sobre como es esa lucha interior contra los fantasmas y los miedos, y de cómo la esperanza constituye el pegamento de nuestros días.

      Frankie Dunn, personaje interpretado por Clint Eastwood, es el padre que todos quisiéramos tener. Scrubs, al que da vida Morgan Freeman es el amigo que todos deberíamos ser. Pero el personaje principal y el alma del film, es Maggie Fitzgerald, encarnada por la mejor actriz del momento, y me arriesgo a decir, quizás la mejor de la historia: Hillary Swank.

      Tener un sueño es un tesoro. Y tener la valentía para llevarlo a cabo es la mayor fuerza que jamás correrá por la Tierra. Cada puñetazo al saco, cada golpe al puching, la acercaba a su sueño, a su plena vida. La lucha y el esfuerzo no son solo en el gimnasio. Para gente como Maggie, empiezan con el sonar del despertador, más aún desde el mismo momento en que nacen. No hay cansancio, no hay pesadumbre; el miedo no lo conoce y su sonrisa ilumina el día más negro dentro del lúgubre agujero en el que vive.

      Maggie Fitzgerald es de ese tipo de personas que caminando por la calle no las ves. Puedas olerlas, pero nunca las oirás porque jamás se quejan, jamás claman contra la injusticia que nos rodea. Simplemente buscan su oportunidad, y a alguien que les abra su corazón para poder cumplirlo.

      Imagino lo que se debe sentir al conocer a alguien así. Admito que es una película, un guión que quizás solo sea una quimera pero no puedo quitarme de la cabeza, lo afortunado que sería si en mi vida apareciera una persona que transmitiera esa vitalidad, esa fortaleza, y aunque suene paradójico, esas ganas de vivir.

      Quizás ya la conozca, y tal vez no haya sido capaz de escucharla y de comprenderla, en definitiva de conocerla. Estas ideas me turban y seguro que me quitarán el sueño, pero cuanto cambiaría el mundo si más personas así pisarán con sus pies el mundo, y fijarán más allá del horizonte sus objetivos sin importarle la dificultad, la vejez, la juventud, la fuerza o la flaqueza.

      Y si, digo enamorado, porque no conozco a nadie que no fuera capaz de amar y respetar a una persona como Maggie. La vida puede dar grandes cambios y deparar momentos insospechados que seguramente serán mejores que los que se nos sirven enlatados cada día, y que casi con total certeza los facilitarán este tipo de personas. Amaría con tal locura a alguien que me aportará felicidad, esperanza, fuerza y ganas de vivir, que me encerrarían bajo losas de hormigón; pero aún así, seguiría tan feliz que se me oiría gritar su nombre más allá de cualquier cemento o cualquier celda.

      Ya por último, amar sus ganas de vivir, que incluyen todos sus recuerdos, su pasado, porque cada segundo de la vida de alguien es lo más valioso que hay en el mundo. No hay nada que lo pueda comprar y más si este segundo es pleno en satisfacciones y alegrías. Y también su presente, y como no su futuro. Porque si un futuro no ofrece luz, y la esperanza se apaga, una vida ya no vale nada.

      Se dice que las lágrimas y las sonrisas son lo más caro que existe. Estoy de acuerdo. Pero cuando se siente lo que se siente viendo esta película, no importa derramar alguna de ellas en favor de una luchadora, de un alma de extrema fortaleza, tratada siempre desde la injusticia y cuyo final hace pensar en como podemos permitir un mundo con tanto sufrimiento.
      Pero parte de esas lágrimas también se vierten por Maggie, por darme esperanza cuando no la hay y por hacer que mi corazón sienta su llama.

      Amigos y amigas. Si no habéis visto Millon Dollar Baby, verla. Y si la habéis visto, volverla a ver. Con el corazón abierto y expuesto a sensaciones y sentimientos que apagados volverán a encenderse.

      Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

      Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...