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jueves, 7 de enero de 2016

Muchas Ciudades en una sóla Ciudad

Barcelona y el Mediterráneo desde el Parque Güell

Si existe una ciudad en nuestro país (o como sea la relación que tenemos entre unos y otros) que es referencia turística internacional. Cuyos emblemas y postales son automáticamente reconocidos. Con el que la mente del extranjero asocia las palabras España y progreso o siglo XXI. Esa ciudad es Barcelona.
Y a Barcelona tuve a bien encaminarme en noviembre en lo que iba a ser una escapada perfecta de fin de semana, en la que conocer tan magnífica ciudad en la previa, con la excusa de disfrutar de buena música en directo y de la compañía de mi pareja.
Pero lamentablemente la barbarie terrorista trajo el daño colateral de la suspensión de la gira de Foo Fighters donde el concierto de Barcelona se encuadraba. Hago aquí un alto para decir que aunque respetable, ¿no deberíamos como sociedades occidentales, avanzadas y sobretodo experimentadas ya en la lucha contra los fascismos, no parar nuestras expresiones culturales, no frenar el ritmo de nuestro modo de vida, más allá del luto debido y la seguridad necesaria? Es una reflexión que dejo ahí, abierta a vuestra participación vía comentario.
Por fortuna Barcelona supo hacerse valer y dejarnos unos días fantásticos en los que poder olvidarse de todo. Y es que es fácil hacerlo al caminar y disfrutar de una urbe poliédrica que por cada zona y barrio que visites se descubre ante ti como un espacio auténtico y propio, inseparable del conjunto de la capital catalana, pero que saben trasladarte más allá de la guía de viaje y el destino del billete de ida.
Estos barrios y distritos por si solos merecen la visita a Barcelona, y la preparación del viaje sabiendo dejar tiempo y espacio para su disfrute y comprensión. Su vislumbre y reflexión te hace empezar a comprender la cultura catalana y propia barcelonesa, además de acabar con la certeza de ver como natural la distinción de Barcelona como punta de lanza del turismo español (destino más visitado) así como de polo turístico mundial.
Con Barcelona no es fácil la tarea de decidir por donde empezar. Pero una vez llegados por el AVE a la Estación de Sants y alojados en el Hotel Sant Angelo (Consell de Cent, 74, Eixample; muy buen hotel por situación, servicios y precio), todo fue uno para deslizarse por el Metro y visitar el corazón de la ciudad, La Plaza Catalunya, lugar de encuentro e inicio de los paseos turísticos de las grandes tour-operadoras. Allí tras degustar unas hamburguesas en la Hamburguesería Bacoa (prometo informarme y escribir en un futuro sobre este negocio) iniciamos camino por el Paseo de Gracià, una avenida que perfectamente se podía confundir con las avenidas de las grandes capitales europeas, construida para el caminante a quien se guarda respeto por encima de la congestión de tráfico que padece. También tiene su espacio entre las innumerables terrazas y puestos el ciclista, todo ello jalonado por una arboleda que no puede competir con la belleza del bulevar salpicado por edificios modernistas de tremenda belleza, entre los que destacan como no podía ser de otra manera, por su imaginativa funcionalidad tanto la Casa Batló y la Casa Mila de Gaudí, Casa Lleó i Morera de Montaner y la Casa Amatller de Cadafalch (esta adosada a la Casa Batló, y particularmente me pareció de gran belleza y originalidad).


Arriba, Casa Milà de Gaudí; Abajo Casa Amatller de -Cdafalch a la izquierda y al a derecha la Casa Batló de Gaudí
 
Pero está serie de paseos reconocibles y nombradísimos no pueden o no deberían cerrar la visita a otras zonas como el distrito de Ciutat Vella donde reside en buena medida el espíritu barcelonés. Quizás tuve la inmensa fortuna de compartir este viaje con una persona que conoce y ama Barcelona, y que por supuesto buena parte de ese amor y cariño viene por conocer los rincones, me atrevo a decir más auténticos de la ciudad y sus establecimientos y calles más singulares.
Y en esa singularidad sobrevive centro histórico de la ciudad, recogido en este distrito de Ciutat Vella. En él conviven los barrios El Raval y el Barrio Gótico, el Born y la Barceloneta todos ellos con personalidad propia. Puedes perderte por las intrincadas calles del gótico, que igual que si estuvieras disfrutando del centro histórico de cualquier ciudad. Allí puedes pararte a vislumbra la gótica fachada de La Catedral de Barcelona, pero que fue construida en 1913, o bien puedes deleitarte con la belleza neoclásica del centro político de Catalunya, la Plaza Sant Jaume, con su maravilloso puente neo-gótico entre el Palacio de la Generalitat y la Casa dels Canonges, y continuar camino hasta llegar a los edificios históricos de la Universidad de Barcelona, pasando por una buena maraña de conventos, casa nobiliares y pequeñas plazuelas y fuentes jalonado siempre con estimulantes comercios.
El lugar de avituallamiento obligado debe ser la tetería Salterio (Carrer de Sant Domènec del Call, 4), un pequeño rincón de paz y misticismo donde se mezclan en el ambiente y en los sentidos la extrema amabilidad y delicadeza de su regente, con los mil y un sabores que las especias y productos naturales dotan a las riquísimas pócimas que en forma de infusiones y pastas y salados árabes ofrecen al cliente. Si vas una vez, casi seguro gestionarás tu agenda por Barcelona para volver una y otra vez.
Para empezar bien un día en el que quieres conocer hasta cuatro particularidades de este totum que es Barcelona, lo mejor que puedes hacer es acercarte a una de “Las Granjas”. Este tipo de establecimientos funcionan como el auténtico bar de desayunos, tradicional y castizo donde las principales armas son la sencillez en el trato y el arte de preparar los productos, la naturaleza y frescura de los mismos, así como el raigambre del espíritu histórico y popular del emplazamiento en el que se encuentra. Destaca La Granja Palleresa (Calle Petritxol, 11, en pleno Barrio Gótico), donde a un cuidado y servicio tradicional, le suman unos productos fantásticos, como un impresionante chocolate a la taza, así como artesanales ejemplos de repostería que van desde los churros y porras (con un mínimo toque grasiento) a magdalenas, ensaimadas y croissantes de producción propia. Y ni que decir tiene que los no menos artesanales flanes, arroz con leche o cremas catalanas son una invitación a pecar con la gula de aliada.
Bajando por La Rambla hasta caer al Born, donde en una suerte de “La Latina” barcelonesa se construye un barrio vivo y luminoso aspectos que se disfrutan al dialogar con los vecinos y los comerciantes y restauradores. Antes de llegar allí se puede disfrutar de la impresionante e imaginativa fachada del Palau de la Música, así del conjunto arquitectónico donde se engloba el Museo de Picasso en Barcelona. Y justo en la entrada de este barrio la Iglesia de Santa María del Mar, realmente bella e imponente, para posteriormente en otra plaza encontrarte con el moderno edificio del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA).
Un lugar de avituallamiento de obligado cumplimiento es El Xampanyet (Carrer de Montcada, 22) para degustar un vermut casero envidiable, así como la especialidad que da nombre al local (una suerte de vino blanco espumoso). Sus tapas son copiosas, destacando las anchoas. El precio me resulto algo caro, para ser el típico bar de toda la vida (lleva abierto más de 80 años), pero supongo que es lo que sucede cuando un local tradicional se lanza hacia el cliente extranjero y se convierte en referencia en las guías y recomendaciones.
Ya que se está por la zona no se puede dejar de visitar el parque de La Ciutadella, un lugar verde excepcional, fresco y acogedor, sobre el que descansar y huir del ruido de una urbe del tamaño de Barcelona. A la hora de comer más que recomendable resultó ser La Llavor dels Origens, cocina catalana en un ambiente juvenil y desenfadado. Un gran lugar para disfrutar de productos ecológicos con una gran presentación. Y todo para terminar la jornada por el entorno de La Barceloneta, que representa otra singularidad de Barcelona, que se presenta ahora como una ciudad marítima, abiertamente mediterránea, con bien diferenciados una peculiar y encantadora zona pesquera, con otra más turística y delimitada por el puerto deportivo. Tan destacable era disfrutar de la arena y el agua junto al sol de noviembre, como elevar la vista hacia las cumbres que dejan la ciudad entre la montaña y el mar.
Para descubrir otra personalidad de Barcelona se puede emplear una mañana para acudir al mercado Els Encants, en el barrio del Eixample. Lo que hoy podía pasar por un rastro de una ciudad cualquiera, es en realidad lo que queda de uno de los mercados de artesanía más antiguos de Europa (data del Siglo XIV) y en el conviven en su parte baja los puestos de venta ambulante, con la parte de arriba ya en el nuevo edificio diseñado para tal fin, con los puestos estables. En estos, para mi lo más interesante, puedes encontrar de todo entre los artículos de segunda mano y antigüedades. Desde música, tanto vinilos, cds, como tocadiscos y demás aparatos de reproducción. Productos artesanales, libros, decoración para el hogar, ropa, accesorios, juguetes, armas de colección... Especialmente estimulante encontré una tienda dedicada al mundo del coleccionismo en general y el frikismo en particular, donde encontrar desde muñecos de acción de cualquier cómic, peli o serie de tv, a posters de cine e incluso réplicas de los coches trabajados en Fast n'Loud. El establecimiento se llama Dacasa, y si hubiera estado currando unos 500€ no dudo que me habría dejado en ella. En definitiva, un lugar donde perderse, aprender y disfrutar comprando.

 Sagrada Familia de Gaudí
Desde allí es un agradable paseo por El Ensanche Barcelonés acercarse hasta la Sagrada Familia. Para que os hagáis a la idea es recorrer entre las imágenes del skyline barcelonés de la Torre Agbar (al lado del mercado Els Encants) hasta las torres de la póstuma composición de Gaudí. Por supuesto inacabada, abarrotada de gente y con una entrada a su interior insultantemente cara y abusiva es la foto más elemental de la capital catalana, pero no por ello, al menos en mi opinión la más bella. Ni siquiera como obra de Gaudí, puesto que considero sus casas nobles del paseo de Gracia así como los edificios que legó en León o Astorga de mucha mayor belleza y más aún indudable funcionalidad. Supongo que como se suele decir habrá que esperar a verla a acabada, valorando como se comporta con el entorno (encuadrada en un parque pero a la vez encerrada entre calles de tráfico rodado) así como la monstruosidad en cuanto a tamaños y exigencias técnicas.
No se puede decir que has visitado Barcelona si no se lleva a cabo un paseo para paladear el Barrio de Gracià. Sin duda alguna elemento del ensanche barcelonés donde se asentaron las clases trabajadoras y hoy sus vástagos, se empeñan en considerarse clase media. Pese a todo cabe indicar que hablamos de calles de inusitada belleza, compuesta por la racionalidad con la que se buscó maximizar la funcionalidad en el espacio, con plazas y parques que invitan a la vida en la calle, así como viviendas con amplias ventanas y coquetos balcones, donde colgar la estelada.
Mi incursión en Gracià fue pequeña, pero bastó para descubrir un magnífico lugar para vivir dentro de Barcelona, toda vez, que los precios de la vivienda sean razonables, ya que aunque con problemas de movilidad y tráfico si que ofrece al vecino y vecina todo lo necesario en cuanto a servicios para vivir.
El recorrido terminaba en otra muestra del genio de Gaudí, el Parc Güell, platea perfecta donde vislumbrar el Mar Mediterráneo con toda Barcelona expuesta a él. Un lugar mágico, como bosque de piedra, en el que perderse y encontrarse en la ruleta de un tiempo que detiene y arranca Gaudí expresión máxima del modernismo donde la búsqueda de belleza y utilidad se conjugan para crear espacios ideales. Si con la Sagrada Familia, en mi opinión pecó de opulento, aquí clavo un diseño que regala a Barcelona observar su propia imagen.
Para terminar esta primera experiencia por las calles de Barcelona, dejamos Montjuic y la Plaza de Espanya, en el distrito de Sants-Montjuic. Desde la Plaza Espanya y el Parc Joan Miró, dejando de la lado la antigua Plaza de Toros hoy convertida en multicentro comercial ascendemos por la montaña de Montjuic hasta el impresionante Edificio del Museo de Arte Nacional de Catalunya que va salvando la ascensión a través de terrazas coronadas con fuentes ornamentales. Ya en él se hace imprescindible rodearlo a través de los Jardines de Joan Maragall, donde además si uno se gira puede comtemplar la réplica a la panorámica desde el Parc Güell, volviendo a ver Barcelona en este caso, recorrer la línea de playa y extenderse hacía las montañas. Ya allí el paseo por la zona olímpica, con el Estadio, el Palau Sant Jordi, las piscinas Picornell y demás equipamientos deportivos legados por los Juegos Olímpicos del 92 enriquecen aún más el cóctel que Barcelona puede ofrecer.

Estadio Olímpico de Montjuic
Como me viene pasando de un tiempo a esta parte, no disfrute en demasía de la noche barcelonesa en su componente de fiesta. Aún así unos pequeños apuntes: El bar del museo de cera es un lugar fantástico para quedar y tomar una cerveza echando una gran conversación; en cuanto a baretos y pubs heavys, quizás fruto de mi desidia con el mundo nocturno, no había hecho una selección previa, pero aconsejado por mi cicerone particular acabamos (toda la noche) en El Tequila, con el detalle de tener auriculares colgados sobre la barra para poder escuchar la música a todo trapo, que le pedías al pincha, mientras el resto de la gente la escucha a un volumen que permite conversar. Quizás sabiendo que mi cultura musical es vasta, sólo nos concedieron un tema de Arch Enemy y otro de Foo Fighters, pero mientras sonaba Airbourne, Sober, Sepultura, Iron Maiden, Muse o Metallica no tuvimos a mal desgallitarnos, luchando por las mierdeces que colaba el resto de la peña y luchando por mantener nuestro espacio en la barra ante las avalanchas de guiris con invitaciones a chupitos que parece que es a lo que se dedica más el bar. Decir que estuvimos hasta el cierre del local y echando un parlao con unos finlandeses y con algunos que flipaban con tal ímpetu de demostración heavy. Después tras el cierre, continuar la fiesta exigía grandes desplazamientos, por lo que desistimos. Prometo volver, y si vuelvo, prometo llevar una agenda nocturna más aseadita.
Pero antes de todo esto, como parte del contrato con mi compinche en este viaje era visitar un tugurio muy especial. Otra peculiaridad de Barcelona, quizás la más singular y petarda. De travestido castizo envuelve un local donde lo decadente y lo sublime se tocan hasta lo pornográfico. Hablo de El Cangrejo (Carrer Montserrat, 9 bajos, en El Rabal).

Momento de la Actuación en El Cangrejo

Para entrar hay que echarle valor. La calle en la que está no te otorga esa seguridad que buscas habitualmente. Ya dentro, la decoración te lleva a través de una colección caledoiscópica que mezcla un museo de los horrores con el escenario low cost de Cuéntame. Pero lo mejor es aprovisionarte al escenario y disfrutar de lo que en él va a acontecer.
Y es que de un momento a otro se van a subir las diferentes drags, algunas incluso septuagenarias, residentes del local que cantan, bailan y se mofan sanamente de la actualidad, de su trasnochada y ajada vida con sus anécdotas más picantes y cachondas, así como de los espectadores con los que interactuán, lucrándose con la vida sexual de cada uno. Antes te habrán soplado 10€ por un tercio, pero con las carcajadas y el buen ambiente te habrás olvidado del precio hasta escribir tu reseña del local en Internet.
Para terminar con mi aproximación a Barcelona, un hecho a destacar es la comparativa. Quizás porque vengo de una ciudad que languidece apasos agigantados, donde su cultura y saber desfallecen ante lo zafio, cutre y rancio. Esa Salamanca abominable en la inmovilidad comparada frente a Barcelona que por el contrario se muestra abierta, orgullosa de su legado cultural y guardián de su intrínseco costumbrismo, pero sabedora de ser un potencial que forma parte de ese mismo carácter mediterráneo acogedor y atento a todo lo que puede ser beneficioso para si mismo y el conjunto de la sociedad.
Si ya de por si pierde la ciudad y perdemos todos los que deseamos un modelo social, de turismo y de ocio y cultura con unos mínimos estándares de calidad, con por ejemplo, Toledo, la cual ya bien conozco, que decir con una Barcelona que no tiene ningún problema es saber recibir oleadas de turistas de perfil bajo y a la vez saber cuidar y ganarse a esos turistas que no les importa gastarse “algo más de 10€”.
No es, por tanto, anecdótica la ya clásica disputa castellana versus catalana, que de un punto grotesco deriva a una disputa entre una Salamanca, cerrada, donde vencieron y convencieron, frente a una Barcelona, que lejos de clamar lo que es suyo (y de todos, personas e instituciones indistintamente), se toma con cierta guasa el affaire de los “Papeles de Salamanca”; es un ejemplo diáfano de dos caracteres enfrentados, que mal conviven en un estado y sociedad que de parte castellana, lejos de reconocer sus limitaciones y anquilosamientos se niega a abrirse a lo que Catalunya (y Euskadi) pueden ofrecerle, y donde por el otro lado, Catalunya lucha por desligarse incluso culturalmente de la influencia y riqueza de un pasado y presente común con Castilla y la vieja España.
Y lo mejor de todo es compartir estos momentos y estos espacios con alguien especial. Una persona que además ejerce de Cicerone asombrosa, descubriéndote esas otras ciudades escondidas. Barrios ajenos a los bullicios de tour-operadores y los agobios de las guías de viajes. Locales y rincones donde poder huir de todo, hasta de los problemas de la vida. Y sobretodo capaz de hacerme vivir en perenne sonrisa, reflejo de la suya propia.
Me quedan muchas “Barcelonas” por descubrir dentro de Barcelona, y no tengo ninguna duda de que volveré a hacerlo y a revivir y recordar en la piel y los sentidos lo experimentado por estos pocos días de noviembre en los que disfrute, aprendí y visite la capital condal.

 La Playa de la Barceloneta

viernes, 14 de agosto de 2015

Un verano por Galicia

 Playa de las Catedrales, Ribadeo, Lugo

Esta siendo este un verano ardiente, extremadamente caluroso, sofocante, agobiante, en definitiva, para alguien como yo, quien repudia el calor, y más si es excesivo, un infierno. Por eso recoger la idea, hacer la maleta y salir hacia Galicia, fue todo en uno.

Y fue con la meta de disfrutar de la anhelada compañía, de la benévola y saludable climatología gallega, la gastronomía variada y exuberante y el disfrute de paisajes que ya cogían polvo en mi agenda de pendientes de la geografía hispana y mundial.

Así salimos de madrugada camino del Norte, por la A-66 cuyo tramo recién inaugurado entre Zamora y Benavente además de bienvenido era necesario en aras de la seguridad y la calidad del viaje en las comunicaciones por la antigua Ruta de la Plata.

De esta forma llegamos a Ribadeo, y más concretamente al parking de la Playa de las Catedrales (nombre turístico de la Playa de Aguas Santas). Un paraje espectacular y fantástico el que ha dejado la acción de las olas y el mar sobre los acantilados de pizarra y esquisto durante miles de años. Localizada sobre el término de Ribadeo en Lugo (más concretamente en la parroquia de A Devesa) sobre la misma raya limítrofe de Galicia con Asturias, siempre me había atraído el paraje y ahora vivido y recordado al ordenador no puedo más que emplazar mi deseo de volver y animaros a todos y todas a acercaros allí y disfrutarlo como lo hice yo.

Los arcos naturales que recuerdan a los arbotantes de las Catedrales góticas; las inmensas moles de piedra de hasta 30 metros que se abren en grutas y pasadizos, como si fueran deambulatorios. El lago interior y las pequeñas lagunas que se quedan al retirarse el mar. Los escarpados acantilados y bloques de roca serpenteados por fina arena, todo ello construido por el viento, las olas y el impacto del agua marina.

Deciros que el disfrute del paraje no es libre como tal, puesto que es necesario inscribirse en la lista diaria para controlar el acceso y no deteriorar en la medida de lo posible este Monumento Natural, decretado por la Consejería de Medio Ambiente de la Xunta de Galicia y Patrimonio paisajístico de todos y todas. Éste acceso es gratuito y no supone más que una pequeña cola para confirmar la entrada. Aún así y con todo, nos pareció excesivo el número de personas que deambulábamos por aquella, eso sí en agosto.

Para disfrutar de todas las vertientes del paraje humildemente recomiendo cerciorarse de las horas y períodos de bajamar y pleamar, para así en caso de la primera poder disfrutar bajando a la arena del paseo entre las formaciones rocosas que la Naturaleza ha creado y que en ese momento el mar deja ver, para luego ya en el momento de marea alta, realizar el paseo (delimitado por la pasarela de madera habilitada) por la parte de arriba de la cornisa y poder también desde ahí ver el empuje de las olas, así como oler la mezcla de aromas entre el agua marina, y la vegetación de esta parte superior compuesta por jazmines y otras aromáticas.

Además indicar que hay bastante zonas de aparcamiento habilitados, y que también se pueden vislumbrar restos de un asentamiento romano e incluso una mina romana (existe la teoría de que el paraje no es obra de la naturaleza indómita, sino fruto de la prospección de una antigua mina romana).

Panorámica de la Playa de las Catedrales

Y para comer, ¿qué? Pues os recomiendo el Mario, un bar-restaurante pegado a la estrecha carretera que te lleva a la Playa de las Catedrales dirección a un par de kilómetros. Tiene una carpa como comedor y espacio para aparcar. Y sobretodo una especialidad: El pulpo a la gallega que les queda espectacular. Y eso que no desmerecen las carnes y pescados, así como la afabilidad de los camareros que por lo menos en nuestro caso nos sugirieron bien y quedamos más que satisfechos.

El siguiente destino ya fue ir en busca de nuestro alojamiento. La finca O Bizarro, a la que llegamos gracias sin duda al GPS, puesto que conducir y buscar algo concreto dentro del caos de pedanías, caminos, parroquias y carreteras de Galicia es imposible a menos que seas oriundo habituado o dispongas de la asistencia satelital. Pero aún así, pese a las dificultades en llegar, no puedo más que recomendar esta casa rural, antigua y típica casa de labor galega, reformada para ser un orgulloso y coqueto hotel, así como todo su paraje con ermita y pozo en medio del monte lucense.

Si a la espectacularidad del entorno, la calidad de las habitaciones (espectacular baño y más que confortable cama) y espacios comunes, le sumas la afabilidad y campechanía de José, el dueño y promotor de la idea se saca un lugar donde el descanso es parte activa de la experiencia del viaje haciendo todo ello, sobra decir, parte indispensable para próximas visitas.

De la costa lucense tuvimos tiempo para acercarnos a Foz, Viveiro y Burela. Todos municipios pesqueros que han virado en mayor o menor grado hacia el turismo, destacando por encima de ellos el centro histórico de Viveiro con más de 300 años de antigüedad y que crea un lugar fantástico para perderse de lo exterior y encontrarse en el interior. Y no haría bien si no os dejo otra recomendación culinaria. Ya de vuelta a Ribadeo para cenar paramos en el Mesón O Pepe, y fue más que genial la idea, todo dicho sea de paso, sugerida por una conocida app de viajes que no me paga para publicitarla. Pero lo cierto es que cenamos fantásticamente bien, destacando un plato de cecina de León maravilloso que sirvió de entrante para un bacalao y un solomillo de ternera respectivamente de impresionante sabor y contundencia necesaria. Si a eso le sumas unos postres deliciosos, un buen café y un surtido de licores por cortesía de la casa. Vamos para volver y no salir del O Pepe en Ribadeo.

Estos fueron los primeros días de nuestra experiencia Galicia agosto 2015, y ya ahí marchamos hacia la segunda parte de esta aproximación a aquellas tierras a las que sin duda volveremos. Volveremos por lo fantástico de lo comprobado, por la parte sur que dejamos para otra ocasión, pero también por la imposibilidad material de llegar a otros puntos que planeábamos visitar como Lugo, la zona de Estaca de Bares, A Coruña, Muxia o Finisterra. Y es que he de decir que para poder visitar y paladear todos estos parajes urbanos y marítimos y sin olvidarnos de la montaña y el interior gallego hay que dejar tiempo para la causa. Atravesar Galicia en coche es tortuoso. Las distancias se hacen más largas de lo que parece porque todo fluye a través de montañas y el camino está salpicado de concelos y pequeños núcleos urbanos y las autovías lógicamente (y en función de preservar la naturaleza de la zona) no llega a todas partes.

 Plaza del Obradoiro, Fachada de la Catedral de Santiago de Compostela

Pero con todo llegamos a Santiago de Compostela, segunda parte, como digo de nuestra incursión, para poder vislumbrar la meta del camino. Y así, con multitud de peregrinos (agosto es el mes más numeroso en cuanto a la llegada de los mismos) disfrutamos del centro histórico y cultural de una ciudad, Santiago, típicamente universitaria al modelo español. Las calles de este centro destilan el ambiente juvenil propio, dentro de un marcado entorno medieval, pero al uso gallego, cuya arquitectura típica se cuida en materiales y técnicas de la humedad incesante de la zona.

Desde que se entra en este centro histórico (nuestro hotel se encontraba en las afueras) vivimos las calles estrechas de paredes graníticas, edificios palaciegos altos y la confluencia multitud de ocasiones en pequeñas plazas, para ir, según nos acercamos al lugar céntrico del municipio, de plazas de mayor tamaño, toda vez que alguno o varios de sus laterales lo componen iglesias y conventos. Destaca en mi opinión por su singular belleza resaltada por las alturas salvadas por escalinatas la Plaza de las Platerías.

El primer paseo como era inevitable y siguiendo los últimos metros de la última etapa del Camino de Santiago acabo en la Plaza del Obradoiro. Decir en primer lugar, que esta plaza rectangular, me sorprendió sobre todo por su tamaño ya que la esperaba de mayor tamaño, al igual que la famosa fachada del Obradoiro, que lastimosamente estaba parcialmente cubierta por andamios y telas ya que está en proceso (y parece que va para largo) de restauración y limpieza.

Pero no se deja de estar en un lugar especial por su simbolismo cultural y por su historia relatada en la belleza de las 4 fachadas de los edificios que la circundan, cada uno de un estilo arquitectónico diferente pero que guardan la armonía suficiente para dotar al espacio de una atmósfera única, atemporal y que como pudimos comprobar en la última de nuestras visitas recurrentes durante estos dos días y ya de noche, te lleva a la reflexión, todo ello en un marco declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Al este, la fachada barroca de la Catedral flanqueada por el Museo a su derecha y el Palacio de Gelmírez a su izquierda. Al oeste de la plaza, se encuentra el Palacio de Rajoy, levantado por el arzobispo Bartolomé de Rajoy para dar cabida al ayuntamiento. Al norte, el Hostal de los Reyes Católicos, obra cumbre del estilo plateresco que servía antiguamente de cobijo a los peregrinos. Al sur, el colegio de San Jerónimo, que pasó de ser un hospital de peregrinos a una residencia de jóvenes estudiantes sin recursos. Actualmente alberga el Rectorado de la Universidad de Santiago de Compostela.

Punto de unión y llegada, de marcha y espera, de partida y despedida la Plaza del Obradoiro es el centro de la vida de Santiago. Y en torno a ella de noche y de día se desarrolla una ciudad, y una región, que se muestran acogedoras y estimulantes. No en vano, durante los dos días que estuvimos allí, fueron constantes las actuaciones musicales en las plazas adyacentes, tanto de jazz, rock o música folk celta, y los establecimientos de venta al por menor, se muestran afables y agradecidos de acogerte y aconsejarte cual puede ser tu próxima parada.

Santiago de Compostela, Ribadeo y Galicia, toda Galicia componen un paisaje entre lo real y lo imaginario, lo tangible y lo místico, donde la naturaleza es parte importante. La supremacía de los bosques y montes gallegos frente a la bravura del mar disputan por mostrarse a través del carácter de los oriundos.

Como aviso final, diré que volveré; Y como consejo a seguir por yo mismo en primer lugar, es preparar exhaustivamente el recorrido por Galicia, porque lo merece y es necesario.

martes, 17 de marzo de 2015

Irlanda. febrero de 2015

Decían en la imprescindible obra maestra de Clint Eastwood, Million Dollar Baby, que "hay irlandeses en todos los lugares del mundo; o al menos, personas que quieren ser irlandeses..."

con la residencia del Presidente de la República de Irlanda al fondo

Hace un mes, visite Dublin, la capital de Irlanda, en un viaje relámpago organizado por mi hermano lo que sumo al disfrute del hecho mismo de viajar, de la posibilidad de conocer aquellas tierras y lugares, la emoción del reencuentro en la isla esmeralda.

Nos estábamos abrazando en el aeropuerto de Dublin, cuando dos chicas bien guapas y simpáticas, ofrecían canapés en la puerta de salida de los vuelos de llegada, ataviadas una con el uniforme del "15 del trébol" y otra con la del "15 del gallo" y es que aunque no era nuestro principal motivo para venir, aprovechamos la coyuntura para coger entradas y poder asistir a un partido del VI Nations de rugby, en el impresionante Aviva Stadium, entre Irlanda (por la que siempre animamos) y Francia.

Y el ambiente de la ciudad fue magnífico. Una marea de franceses campaban por Dublin, con la máxima animación y respeto (palabra básica en el mundo del rugby) posible, maximizando el espectáculo deportivo y convirtiendo la ocasión en todo un acontecimiento social y dinamizador.

Acostumbrados en Españistan al cutre y rancio danzar de los energúmenos futboleros, casi siempre de extrema derecha, violentos, ofensivos e hirientes, disfrutar y compartir Dublin, con los oriundos, los turistas habituales y los "rugbiers" franceses fue toda una experiencia más que confirma el espíritu de fiesta, emoción y respeto que el rugby representa, y todo con unas notas de civismo irish y galo absolutamente ruborizadoras, puesto que te dejan, una vez más, fuera de lugar más allá de las fronteras de este perturbado y regido por borders line estado. Por supuesto que hubo cerveza y vino, alcohol, algarabía y se compartían las mismas fotos y lugares entre ambas aficiones, vecinos y turistas de Dublin, pero no hubo ni un sólo altercado; todo cordialidad y un fantástico ambiente que hizo de un sábado (y un viernes) especial e inolvidable. Comentarios jocosos, bromas y afrentas dialécticas de humor y disfrute fueron los terrenos en los que se embadurnaron las aficiones, casi siempre con una cerveza Guiness en la mano, y con Dublin como escenario.

Como digo todo el sábado fue una fiesta y el ambiente ante el evento deportivo era espectacular. Todos los pubs rendían tributo al torneo del rugby por excelencia. Las banderas y escudos copaban la decoración superpuesta sobre la arquitectura dublinesa, con preponderancia verde y del trébol, lógicamente, pero donde el gallo, el cardo, la rosa, la flor de lis y la tricolore también encontraban su espacio.

Así en los viajes de ida y vuelta desde el centro hacia el Aviva Stadium en el cercanías, como en en paseo hasta los tornos, subir hasta nuestras localidades en el tercer anfiteatro y disfrutar de una tarde de rugby, de VI Nations, de Irlanda vs Francia.

En el Aviva, con mi hermanito, disfrutando de unas birras, buen ambiente y buen rugby

El partido no fue gran cosa, la verdad. El oval fue muy disputado, y hacia de todos los rucks y meles un choque de desgaste y físico que dio privilegios al juego al pie, sobre el de mano y llevo el marcador a moverse de tres en tres, hasta que la calidad de Jonathan Sexton dio tal ventaja a Irlanda que ni tan siquiera el postrero ensayo francés hizo temer la derrota verde.

Pero aún así se convirtió en memorable y en un punto de recuerdo trascendente, espectacular y apasionado. Sólo por el momento himnos, con toda la afición gala coreando La Marsellesa, y luego con el Amhran na bhFiann (La canción del soldado) y el himno rugbístico verde, The Irlands Call (La llamada de Irlanda), ya sólo por eso mereció la pena y hace que busque revivirlo en más ocasiones, y me anime y os anime a viajar con el rugby como excusa.




Y en el impresionante Aviva Stadium ya el ambiente no decayó y la buena sintonía entre aficiones se mantuvo durante el juego y ya al final con al victoria irlandesa. Volver al centro de la ciudad fue otra experiencia dentro de esta experiencia de vivir un partido de rugby al máximo nivel, y por supuesto lo fue totalmente enriquecedora: Aficiones alegres, comentando el partido, disfrutando, riendo pese al resultado, bebiendo y compartiendo. Algo maravilloso, lo que debería ser el deporte profesional.

Volviendo a la realidad turística


Dublin e Irlanda no aparecen en un repaso somero de los principales destinos turísticos en Europa. Fácilmente se nos ocurren hasta 10 capitales o 10 regiones europeas antes de caer en Dublin y en Irlanda como destino de nuestras vacaciones y viajes. Pero sin duda alguna, el carácter irish resplandece y hace que visitar estas tierras, conocer sus historias y paladear sus sabores es un estímulo brillante para los sentidos y la mente.

La comunicación para el turista y visitante es clara y directa, facilitando mucho las cosas a los viajeros para poder llegar a su destino, incluso si ese está en pleno centro de la ciudad. Así tras un paseo y unos cuantos problemas con el hotel reservado, acabamos en el Adelphi Guesthouse (67-68 Lower Gardiner Street, D1), un céntrico hostal, con una aceptable relación entre calidad-precio en el que ofrecían desde el desayuno típico irlandés (y también el continental) a pequeñas (quizás demasiado) habitaciones económicas, con baño compartido. Salimos contentos de allí, y en nuestras próximas visitas puede ser un punto de partida fantástico para buscar y encontrar un alojamiento digno y justo.

Un paseo por Dublin, y más concretamente por el centro de la ciudad, es estimulante y vivo a partes iguales. La arquitectura y el urbanismo se conjugaron para construir en armonía, calles y avenidas, en las que es el peatón, el hombre y la mujer caminantes son los verdaderos protagonistas. No se confundan. No quiere decir que haya grandes espacios peatonales y el coche este reduciendo su espacio. Casi es al contrario. No hay muchos espacios sólo para caminantes, y el tráfico es continúo desde primera hora hasta las 10 de la noche, pero es a su vez fluido, los transportes públicos funcionan muy bien (y son económicos para el precio de la vida en Irlanda). Pero pese a ello, o a gracias a ello, la ciudad está hecha para el disfrute y la vida al aire libre (con lo que eso supone si pensamos en el clima húmedo de lluvias todo el año que disfrutan en Irlanda), y cada rincón, calle, esquina, se comprende como punto de avistamiento, lugar de observación y la toma fotográfica.

Un despreocupado Oscar Wilde viendo la vida pasar en su atalaya en Stephen's Gray

Dublin esta plagada de esculturas de personajes importantes en la historia, la cultura y los mitos irlandeses. Desde políticos y héroes nacionales como O'Connel o Wolfe Tone. Lugares para la memoria de la galáctica nómina de escritores irlandeses como James Joyce, Oscar Wilde, George Bernard Shaw, Samuel Beckett, Jonathan Swift, Bram Stoker, Seamus Heaney, William Butler Yeats o el más reciente John Boyne. Pero también hay espacios para otras leyendas, como el lugar de culto para todo buen aficionado al rock y el heavy, como es la escultura del cantante y alma mater de Thin Lizzy, Phil Lynott.
Flanqueando al celebérrimo Phil Lynott

Y por supuesto hay espacios para las leyendas como la de la exuberante Molly Malone, y también para la historia como el conjunto artístico cercano al puerto sobre el rio Liffey que recuerda a todos los emigrados por las hambres de los siglos XVIII y XIX, así como la de los combatientes en las dos Guerras Mundiales.

Sobando a Molly Malone con todo la mercancía expuesta

Además los edificios conjugan los clásicos estilos británicos, dejando un panorama pleno de diversidad y contenida belleza, con numerosos lugares singulares, en los que los edificios de viviendas con sus características puertas de colores y de ladrillo vista, o los edificios religiosos con esa húmeda piedra granítica gris, así como los edificios oficiales donde el neoclásico se hace fuerte para uso y disfrute tanto de dublineses como visitantes.

Listar una serie de lugares para visitar es fundamental y profuso, pero en toda ella nunca deberán faltar el Trinity Collegue, haciendo cola si fuera necesario para disfrutar de su majestuosa y única biblioteca así como de su icónico campanario (The Campanile); el City Hall también es imprescindible, con su fachada georgiana y su impresionante vestíbulo, como así también destacado son sus sotanos convertidos en museo de la historia de la ciudad. No hay que olvidar tampoco el Dublin Castle con las vistas desde el patio circular que mantiene impreso en su césped el símbolo gaélico de las anguilas; la sede del Bank of Ireland, el fantástico interior de la oficina de Correos en la calle O'Connell junto a "La Aguja de Dublin", oficialmente la escultura más grande del mundo, ya que a diferencia de otras (estoy pensando en la neoyorquina Estatua de la Libertad), no puede albergar a visitantes en su interior, y ni mucho menos los museos, destacando el edificio del Irish Museum of Modern Art (con el parque del Royal Hospital como antesala).



De entre los edificios religiosos destacan las dos catedrales, que se encuentran juntas, que no revueltas. Tanto The St. Patricks Cathedral como Christ Church Cathedral son magníficos ejemplos de la arquitectura religiosa británica, donde la contención y el silencio, no está exenta de belleza.

Hay mucho más que ver, como por ejemplo The Custom House, sede del parlamento irlandés, que aunque de singular belleza, trata de competir sin éxito asomado al Liffey con el Parlamento de Budapest asomado al Danubio. Los puentes son también característicos para unir las dos orillas separadas por el rio Liffey, destacando sobretodos The Half Penny Bridge. Impresionante resulta la visita a Kilmainham Gaol, la antigua prisión, donde la represión británica torturo y trato de encerrar las ansías independentistas y libertarias irlandeses, lo que la ha convertido hoy, con el pertinente trabajo de memoria histórica (hecho en los 50), y en una parada obligada, así como escuchar las terribles historias y algunas macabras anécdotas de los guías. La sensación indescriptible que te queda al contemplar el muro donde fueron fusilados los héroes de la patria irlandesa, merece lo pagado. Y eso que no pudimos ver (está siendo restaurada) la famosa galería de la prisión, por supuesto icónica y reconocible, puesto que en está cárcel se filmó la maravillosa "En el Nombre del Padre". Por lo tanto, otro recurso más para volver a Dublin.

 Patio de Kilmainham Gaol donde el imperio británico encerro, torturo y ejecuto a los padres de la independencia irlandesa

Todo ello sin obviar por supuesto los parques. Para los irlandeses es muy importante el descanso en la rutina del día a día, y así lo demuestran con la belleza, inmensidad y variedad de parques que surgen en el suelo de Dublin. Desde Stephens Green, verde hogar de un despreocupado Oscar Wilde, Merrion Square, los jardines del Dublin Castle o el Royal Hospital ya apartado del centro monumental, al inacabable y majestuoso Phoenix Park, el parque urbano más grande de Europa, y todo un ejemplo de como gestionar y reservar espacios de diversión y asueto para los vecinos y turistas. Un lugar absolutamente fantástico, para la práctica deportiva, los paseos, las carreras, la naturaleza y el esparcimiento.

Pero si hay algo que define a Irlanda es la música. No en vano, es el único país del mundo cuyo emblema nacional es un instrumento, el arpa, y la pasión y saber que demuestran con cada acorde produce a la vez envidia y placer. Sobretodo porque en 5 días, en 6 ó 7 pubs que entramos, había música en directo. O estaba sonando (a partir de las 6 de la tarde hora irlandesa, es lo más habitual) o se estaban preparando para tocar en vivo. Y daba igual que fuera domingo, daba igual que fuera lunes o que hubiera partido de "shempions" en la tv. Hace algún tiempo escuche a Wyoming decir que para él, un medidor de democracia en un país es la cantidad de música en directo que encontraba en los pubs y bares. Y viendo el páramo #Españistani y lo que pudimos disfrutar en los pubs y en instituciones públicas como la biblioteca local en la zona de Temple Bar (sábado noche), dos virtuosos en la calle tocando en batería y guitarra clásicos del rock, un cuarteto de música folk en un pub o un cantautor soltando canciones folclóricas irlandesas y grandes himnos de rock acelerándolas con su guitarra clásica, os puedo asegurar que existe un ambiente mucho más libertario, vivo, inquieto, respetuoso y democrático en Irlanda que en este avergonzante y cochambroso estado.

El alma del irlandés reside en el pub. Es el centro de la vida social y en torno a una Guiness (sobra decirlo, pero el sabor de una Guiness en Irlanda es una cosa y en otro lugar otra totalmente distinta; serán cosas del agua de las Wicklow Mountains) se confluye todos los rasgos típicos irlandeses. Desde la conversación, con el humor y el sarcasmo irish a relucir de piel, en las mediodías de aperitivo, tardes de café y cerveza, y ya disfrutando en la noche de los pubs. Y es que en torno a la barra de un pub, las mesas y taburetes altos se puede palpar, saborear y participar en ese espíritu irlandés que tanto nos gusta a muchos. Con la sempiterna Guiness cerca de la mano de uno (131 litros de cerveza consume un irlandés "medio" por año, siendo así el segundo país del mundo), puedes disfrutar de una buena hamburguesa, un Guiness Stew con patatas (guiso de carne típico del país) o ya directamente de las conversaciones más animadas y variopintas a imaginar, algunas fruto de la mezcolanza etílica. Y por supuesto de la música y el baile, siendo la cultura folk la absoluta dominadora. La guitarra, la mandolina, la gaita, el banjio, el acordeón o los autóctonos bodhrán (una especie de tambor), el fiddle (parecido a un violín), el tin whistle (un flauta muy aguda) dan calor con las animadas melodías de canciones populares y poemas cantados con los que los irlandeses disfrutan y bailan, con su espectacular, divertido y agotador baile tradicional (el Riverdance) como pudimos comprobar con una animada oriunda.

Aunque cualquier pub sirve para conocer el alma irlandesa, no está de más hacer unas cuantas recomendaciones. The Mizz Pub, uno de los pubs por antonomasia en lo que a música en directo se refiere sobretodo si buscamos rock; por supuesto el innegable Temple Bar. Y más que recomendable , imprescindible es la visita al The Brazen Head (20 Bridge Street Lower, Dublin 8), oficialmente el pub más antiguo del mundo, inaugurado en 1198, y que tiene de todo: desde una terracita, montones de barras donde te sirvan una pinta, una buena oferta gastronómica de comida rápida y platos típicos, así como una batería de músicos notable.




En Brazed Head disfrutando de la historia, las Guiness, la música en vivo y un ambiente espectacular

De entre la comida, lejos del estereotipo de comida británica, en Irlanda se puede degustar platos muy bien elaborados con rico gusto tanto en la presencia como en el sabor. Desde un muy bueno "fish and chips" en un pequeño italiano encima de The Patriots Inn junto a la cárcel de Kilmainham (por lo que lo recomiendo para la jornada en la que se visite aquella zona), a otro menú también en un italiano en el centro, así como muy buenas carnes. Los precios tanto para comer, como para cenar, son algo más bajos que los del centro de Madrid, por poner como ejemplo, y seguro que con experiencia, conocidos guías y paciencia se pueden encontrar verdaderos chollos.

Por último, y no menos importante, decir que también visitamos Galway, la capital atlántica irlandesa, al otro extremo de Dublin, y a la que llegamos madrugando el domingo para coger el tren. Fue otro momento para detestar #Españistan al comprobar un tren, que aquí encuadraríamos en un media distancia, con un buen precio para el billete, accesible, limpio, moderno, con un personal amable y servicial, y con nuestros nombres en el display que identificaba los asientos de la reserva . Todo ello disfrutando de cruzar campos y prados verdes, pueblos y pequeñas ciudades típicas de un imaginario colectivo sobre la "isla esmeralda". Y disfrutar de una jornada, de lluvia, y paseos por Galway otro rincón emblemático de Irlanda, que añade más motivos para visitar y recorrer todo el país.



Las calles de Galway

Cruzada por el rio Corrib que se abre en su desembocadura en estuario otorgando unas vistas del Atlántico preciosas, Galway funciona como una típica ciudad portuaria, pero española, en una suerte de pleitesía a la secular relación que está ciudad y notables puertos españoles mantuvieron en el pasado (donde desde el Spansih Arch, se ejercía el comercio de salmón y vino, así como la piratería contra el enemigo común Inglaterra) y en el presente y futuro puesto que Galway se presenta como una ciudad preferida para los Erasmus e intercambios españoles hacia la National University of Ireland.

Spanish Arch en Galway

Las calles de la capital de la región de Connatch se presentan animadas, llenas de pubs irlandeses, pero también de restaurantes con una variedad en estilos, precios y calidades estimulante. Los edificios muchos de ellos de piedra grisácea granítica al estilo victoriano adaptado a las raíces irlandesas muchas veces se pintan y decoran con fantásticos murales que convierten la visita a Galway en más que recomendable. En un imprescindible.

Algunas notas curiosas

    • El nombre de la ciudad de Dublin, capital de la provincia de Leinster, tiene su origen en los jardines del castillo (Dublin Castle). Actualmente en estos jardines tenemos una circunferencia de césped con unos dibujos que parecen un laberinto, pero que en realidad se trata de un símbolo celta que representa anguilas de río, y además hace función de helipuerto para visitas oficiales al castillo (en las cabezas de las anguilas, 6 en total, hay dos ojos que se iluminan por la noche ya que a su vez son focos). Pero antiguamente no había esos jardines, sino que muy cerca pasaba el río Poddle (hoy subterráneo), afluente del río Liffey, y una parte de este agua formaba un pequeño estanque, muy oscuro porque su fondo estaba lleno de lodo. Allí es donde amarraban sus drakkars los vikingos, y se le llamaba estanque negro, que en irlandés es Dubh Linn, así que el nombre de la ciudad significa literalmente "estanque negro". Ni que decir tiene que fueron los vikingos los fundadores de Dubh Linn.
    • El Trinity College, la universidad más antigua en activo y la más prestigiosa de Irlanda, tuvo el acceso restringido para las mujeres hasta la muerte del rector George Salmon en 1904. Este señor dijo que las mujeres entrarían en la universidad por encima de su cadáver, y así fue, lo que la convirtió en la primera universidad británica en aceptar mujeres en sus aulas. En su patio central, tenemos su campanario que reúne dos supersticiones: La primera hace referencia a los estudiantes a los que advierte que de pasar por debajo sin haber acabado la carrera traería dificultades en los exámenes, lo que hace que no pocos den la vuelta al patio para ganar confianza de cara a los exámenes. Otra superstición tiene como protagonistas a las mujeres, a las que en caso de pasar por debajo y siendo vírgenes traería un replicar de las campanas.
    • Destacable es sin duda la biblioteca del Trinity College. De una belleza y originalidad asombrosa guarda varios de los tesoros nacionales como el original de "El libro de Kells" (libro de oraciones y cantos religiosos del siglo IX), así como el arpa de Brian Burú, rey supremo irlandés. Así se constituye el arpa como símbolo nacional (por encima del trébol) y dejando a Irlanda como el único país del mundo cuyo símbolo nacional es un instrumento musical, toda una declaración de intenciones. Curioso fue que Guiness ya había adoptado el arpa como su emblema, y la República de Irlanda tuvo que registrar otra arpa, mirando hacia el otro lado para no tener que pagar "royalties". Esta biblioteca tiene el derecho y el deber de tener y preservar de una copia de todos los libros editados y publicados en Irlanda.
    • Las estatuas del patio del Dublin Castle. Hay dos estatuas, una referente a la fortaleza y otra a la justicia pero llena de la símbología sarcástica irlandesa. Todo el patio se construyó en época de dominación británica pero los artesanos irlandeses tiraron de ingenio para llevar su critica a la ocupación. Así la estatua de la fortaleza que representa a un hombre junto a un inusualmente enano león, emblema nacional inglés. Y la estatua de la justicia, aparece sin venda en los ojos (por lo tanto no es ciega), mirando a su mano derecha que blande espada (cuando normalmente aparece con la espada envainada, simbolizando el dominio militar y de la fuerza británico) y con la balanza desnivelada (en principio porque uno de los platos está debajo del brazo que sostiene la balanza y cuando llovía no recibía agua).
    • ¿Por qué las puertas de muchas de las casas del centro de Dublin son de vivos colores? Si habéis visitado Dublin, o lo haréis, os daréis cuenta de esto. ¿Y a qué se debe? Pues aunque la fama irlandesa de borrachos aporta una versión en la que se pintaban para diferenciar las distintas casas dentro de barrios industriales muy uniformes, y así evitar confusiones, la versión más fidedigna es que a la muerte del marido de la Reina Victoria de Inglaterra, esta pidió pintar de negro todas las puertas del imperio británico en señal de luto, pero a los libertarios irlandeses les pareció mejor pintarla de vivos colores porque así se sentían ellos.
    • O'Connell Bridge. Al final de O'Connel Street que se presenta como la calle más larga del mundo (si, con esa denominación de calle, no de avenida, etc.) aparece O'Connell Bridge que a su vez alardea de ser el puente con mayor longitud, cuya anchura supera esa misma longitud, en una relación de 50 metros por 45. Además, muestra en una de sus balaustradas una placa en conmemoración del Padre Pat Nose, como un clérigo que se ahogó en el rio Liffey tras llevar una vida de negocios turbios y sin que hubiera aparecido su cadáver. Pero lo cierto es que fue una broma en 2004 y que se ha quedado perenne en la decoración e imaginario dublines.
    • El puente de Ha'Penny Bridge. Llamado originariamente Wellington en honor a quien derrotó a Napoleón, este puente recibió su actual nominación que significa "medio penique", puesto que esa era la cantidad a pagar de peaje para poder cruzarlo en sus primeros 100 años de vida (se construyó en 1819). Como con muchos de los puentes históricos de hierro que tenemos en nuestras ciudades, esta lleno de candados que colocan los enamorados al calor de las novelas adolescentes.
    • Wolfe Tone. En una esquina de Stephen's Gray tenemos una inmensa estatua en honor a uno de los padres y héroes de guerra irlandeses, Wolfe Tone. Reúne dos curiosidades: la primera señala que tocar sus partes traería buena suerte (lo que hace que esa zona de la estatua esté bastante decolorada); y la otra ya macabra hace referencia a su muerte. Tone lideraba las rebeliones contra los británicos tras haber emigrado a Estados Unidos y ya desde Francia implorando al Directorio a que se lanzará en territorio británico. Como estos hicieron caso omiso, lidero un desembarco en Dublin, que no salió como él esperaba y fue capturado y condenado a la horca, suicidándose horas antes. El hecho radica en la altura de Tone, que superaba los dos metros, lo que le convertían en un gigante en el siglo XVIII, por lo que hacía imposible que entrará en un ataúd convencional, y ante la negativa británcia de construirle uno especial se decidió que le serrarán las piernas para que pudieran (mal) entrar en uno de los normales.
    Estatua de Wolfe Tone
    • Molley Malone. Una de las leyendas más reconocidas fuera de Irlanda es la de Molley Malone, la mejillonera que vendía sus productos por las calles de Dublin, carretilla en mano durante el día, y por la noche se prostituía por las mismas calles. Su poema pervivió durante los años hasta que The Dublinners lo retomaron y sonó en la Naranja Mecánica, para después darle un toque rock por los Thin Lizzy, hasta que sonará en conciertos de Metallica, etc. Tocar sus pechos trae buena suerte.
    • La cerveza Guiness. Sin duda la "Marca Irlanda" por excelencia. Lleva desde 1750 colaborando a la economía del país y especialmente a equilibrar la balanza comercial irish (en 2013 superávit de casi 37.000MILL de los que Guiness aportaba un 70%). Como dato curioso destacar la pírrica renta que la marca paga por su fabrica a tan sólo 1 km. del centro de Dublin. Y es que en 1759 sr Arthur Guiness firmó un contrato de arrendamiento de las 26 hectáreas que ocupa la factoría por 45 libras al año, durante ¡9000 años!. Y por supuesto, no dejéis de tomar una Guiness en Dublin o en Irlanda, porque es otra cosa. El sabor, el color y la consistencia en el paladar de Guiness cuya agua es 100% irlandesa, no tiene nada que ver con lo que tenemos por el resto del mundo.
    • Temple Bar. Efectivamente hay un pub llamado Temple Bar en esa zona, pero la realidad es que Temple Bar es un barrio de Dublin, viniendo la palabra "Bar" del gaélico "Barr" que significa muelle, y Temple del apellido de la familia que dominaban los muelles. También se habla de la prohibición ("bar" en inglés) para entrar en aquella zona de los judíos en el siglo XIX, pero lo cierto es que hoy en día, bajo Temple Bar, podemos fácilmente reconocer dos de las pasiones irlandesas, rezar y beber, el templo y el bar.
    • Los ciudadanos honoríficos de la ciudad de Dublin tienen el derecho de hacer pastar sus ovejas por el parque de St. Stephen's Green, pero como todo derecho tiene sus obligaciones, ellos están obligados a de disponer de una cota de malla, un casco, un escudo y una espada, y estar preparados para defender la ciudad ante un ataque invasor.
    • Phoenix Park. El parque urbano más grande de Europa. Más de 7 kilómetros cuadrados de superficie en los que se albergan desde el zoo de Dublin, la residencia del presidente de la República Irlandesa, el cuartel general de la "guarda" (policía irlandesa), jardines, huertos botánicos, estanques, un hipódromo, incontables y continuados campos de rugby y un obelisco, construido bajo el dominio británico y que recoge el nombre de Salamanca en su conmemoración como recuerdo de la victoria en Los Arapiles sobre el ejército de Napoleón (aquella batalla en los libros de historia británicos se presenta como La Batalla de Salamanca).

    Obelisco en Phoenix Park con el detalle de "Salamanca"
    • Los deportes en Irlanda. El deporte nacional es el Fútbol Gaélico, una mezcla entre fútbol y rugby, que es un compendio de intensidad física salvaje, y el Hurling, un deporte mezcla entre el hockey hierba y el cricket, aunque con disputa y también pletórico en cuanto al rendimiento y la intensidad. Ambos deportes se agrupan en la Asociación Atlética Gaélica (AAE) y aunque arremolinan en los estadios (en especial en el estado nacional de la AEE, Croke Park en Dublin) y en las televisiones de los pubs a cientos de miles de irlandeses, son deportes amateus, es decir, no profesionales, lo que otorga un encanto especial a su práctica y disfrute. No hace mucho el rugby tampoco era profesional, y como es sabido en mi blog, es también pasión irlandesa exacerbada cuando compite el 15 del trébol o alguno de los equipos profesionales representativos de las provincias (Leinster, Munster, Ulster y Connatch) pero también en los partidos de deportes de base de las colegios y academias. El fútbol no tiene seguimiento, si acaso la Premier League y la selección nacional, diciéndose que quedan un escalón por debajo junto al ciclismo, el golf y las carreras de caballos.

      Sucesión de campos de rugby en Phoenix Park

    • No se puede escribir sobre Irlanda y no hablar sobre eso mismo: sobre escribir, sobre literatura. Y es que la isla verde atesora una lista de literatos en la que predominan desde el humor y la socarronería, la imaginación y el terror, y la crítica social y política, nombres que en cualquier antología y listado deberían de aparecer. Nombres como los de Jonathan Swift, Laurence Sterne, Brendan Behan, Douglas Hyde, Flann O'Brien, Sheridan Le Fanu, Sean O'Casey, George Berkeley, James Joyce, George Bernard Shaw, Richard Brinsley Sheridan, Oliver Goldsmith, Oscar Wilde, Bram Stoker, W. B. Yeats, Samuel Beckett, Seamus Heaney, Herminie T. Kavanagh, C. S. Lewis, John Boyne, …
    • Decir por último que en Irlanda viven aproximadamente 4 millones y medio de personas, de las que un millón viven en Dublin y su área metropolitana; Esta divida en 4 provincias: Leinster (al este, capital Dublin), Munster (al sur, capital Cork), Connaght (al oeste, capital Galway) y Ulster (al norte, capital Belfast). La peculiaridad de Ulster es que está formada por 9 condados, 3 de ellos pertenecen a Irlanda y los otros 6 al Reino Unido. La bandera es verde, blanca y naranja a franjas iguales verticales, y aunque la versión oficial habla de esos colores en honor al verde de los campos, el naranja de la orden protestante predominante en la religión y al blanco de la paz entre bandos, a los irlandeses gusta hablar del verde de los ojos, lo blanco de la piel y el cabello naranja de un irlandés natural.
      Al final, llevo un mes, otra vez en #Españistan, y sigo mirando a la izquierda primero al cruzar la calle, quizás por tendencia ideológica personal, pero también como anhelo y metáfora de un lugar mejor donde vivir, una sociedad más plena, mayor dignidad en cada acción del hombre.

      Sin ninguna duda, volveré a Irlanda, con más tiempo, más planes y más recursos para hacer un tour como merece (ojo a la opción de hacerla a través del tren) y poder visitar tanto las costas del Sur, como Galway de nuevo, así como no, de llegar a Ulster y conocer su historia, así como las ciudades de Belfast o Londonderry. Y por supuesto Dublin, ciudad abierta y viva.

      Declaración de intenciones y aviso para turistas y despistados en general




      Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

      Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...