Barcelona y el Mediterráneo desde el Parque Güell
Si
existe una ciudad en nuestro país (o como sea la relación que
tenemos entre unos y otros) que es referencia turística
internacional. Cuyos emblemas y postales son automáticamente
reconocidos. Con el que la mente del extranjero asocia las palabras
España y progreso o siglo XXI. Esa ciudad es Barcelona.
Y
a Barcelona tuve a bien encaminarme en noviembre en lo que iba a ser
una escapada perfecta de fin de semana, en la que conocer tan
magnífica ciudad en la previa, con la excusa de disfrutar de buena
música en directo y de la compañía de mi pareja.
Pero
lamentablemente la barbarie terrorista trajo el daño colateral de la
suspensión de la gira de Foo Fighters donde el concierto de
Barcelona se encuadraba. Hago aquí un alto para decir que aunque
respetable, ¿no deberíamos como sociedades occidentales, avanzadas
y sobretodo experimentadas ya en la lucha contra los fascismos, no
parar nuestras expresiones culturales, no frenar el ritmo de nuestro
modo de vida, más allá del luto debido y la seguridad necesaria? Es
una reflexión que dejo ahí, abierta a vuestra participación vía
comentario.
Por
fortuna Barcelona supo hacerse valer y dejarnos unos días
fantásticos en los que poder olvidarse de todo. Y es que es fácil
hacerlo al caminar y disfrutar de una urbe poliédrica que por cada
zona y barrio que visites se descubre ante ti como un espacio
auténtico y propio, inseparable del conjunto de la capital catalana,
pero que saben trasladarte más allá de la guía de viaje y el
destino del billete de ida.
Estos
barrios y distritos por si solos merecen la visita a
Barcelona, y la preparación del viaje sabiendo dejar tiempo y
espacio para su disfrute y comprensión. Su vislumbre y reflexión te
hace empezar a comprender la cultura catalana y propia
barcelonesa, además de acabar con la certeza de ver como natural la
distinción de Barcelona como punta de lanza del turismo español
(destino más visitado) así como de polo turístico mundial.
Con
Barcelona no es fácil la tarea de decidir por donde empezar. Pero
una vez llegados por el AVE a la Estación de Sants y alojados en el
Hotel Sant Angelo (Consell de Cent, 74, Eixample; muy buen hotel por
situación, servicios y precio), todo fue uno para deslizarse por el
Metro y visitar el corazón de la ciudad, La Plaza Catalunya,
lugar de encuentro e inicio de los paseos turísticos de las grandes
tour-operadoras. Allí tras degustar unas hamburguesas en la
Hamburguesería Bacoa (prometo informarme y escribir en un
futuro sobre este negocio) iniciamos camino por el Paseo de
Gracià, una avenida que perfectamente se podía confundir
con las avenidas de las grandes capitales europeas, construida para
el caminante a quien se guarda respeto por encima de la congestión
de tráfico que padece. También tiene su espacio entre las
innumerables terrazas y puestos el ciclista, todo ello jalonado por
una arboleda que no puede competir con la belleza del bulevar
salpicado por edificios modernistas de tremenda belleza, entre los
que destacan como no podía ser de otra manera, por su imaginativa
funcionalidad tanto la Casa Batló y la Casa Mila
de Gaudí, Casa Lleó i Morera de Montaner y la
Casa Amatller de Cadafalch (esta adosada a la Casa
Batló, y particularmente me pareció de gran belleza y
originalidad).
Arriba, Casa Milà de Gaudí; Abajo Casa Amatller de -Cdafalch a la izquierda y al a derecha la Casa Batló de Gaudí
Pero
está serie de paseos reconocibles y nombradísimos no pueden o no
deberían cerrar la visita a otras zonas como el distrito de Ciutat
Vella donde reside en buena medida el espíritu barcelonés.
Quizás tuve la inmensa fortuna de compartir este viaje con una
persona que conoce y ama Barcelona, y que por supuesto buena parte de
ese amor y cariño viene por conocer los rincones, me atrevo a decir
más auténticos de la ciudad y sus establecimientos y calles más
singulares.
Y
en esa singularidad sobrevive centro histórico de la ciudad,
recogido en este distrito de Ciutat
Vella. En
él conviven los barrios El Raval y el Barrio Gótico, el Born y la
Barceloneta todos ellos con personalidad propia. Puedes perderte por
las intrincadas calles del gótico, que igual que si estuvieras
disfrutando del centro histórico de cualquier ciudad. Allí puedes
pararte a vislumbra la gótica fachada de La Catedral de Barcelona,
pero que fue construida en 1913, o bien puedes deleitarte con la
belleza neoclásica del centro político de Catalunya, la Plaza
Sant Jaume,
con su maravilloso puente neo-gótico entre el Palacio
de la Generalitat
y la Casa
dels Canonges,
y continuar camino hasta llegar a los edificios históricos de la
Universidad
de Barcelona,
pasando por una buena maraña de conventos, casa nobiliares y
pequeñas plazuelas y fuentes jalonado siempre con estimulantes
comercios.
El lugar de avituallamiento obligado
debe ser la tetería Salterio (Carrer de Sant Domènec del Call, 4),
un pequeño rincón de paz y misticismo donde se mezclan en el
ambiente y en los sentidos la extrema amabilidad y delicadeza de su
regente, con los mil y un sabores que las especias y productos
naturales dotan a las riquísimas pócimas que en forma de infusiones
y pastas y salados árabes ofrecen al cliente. Si vas una vez, casi
seguro gestionarás tu agenda por Barcelona para volver una y otra
vez.
Para
empezar bien un día en el que quieres conocer hasta cuatro
particularidades de este totum
que es Barcelona, lo mejor que puedes hacer es acercarte a una de
“Las Granjas”. Este tipo de establecimientos funcionan como el
auténtico bar de desayunos, tradicional y castizo donde las
principales armas son la sencillez en el trato y el arte de preparar
los productos, la naturaleza y frescura de los mismos, así como el
raigambre del espíritu histórico y popular del emplazamiento en el
que se encuentra. Destaca La
Granja Palleresa
(Calle Petritxol, 11, en pleno Barrio Gótico), donde a un cuidado y
servicio tradicional, le suman unos productos fantásticos, como un
impresionante chocolate a la taza, así como artesanales ejemplos de
repostería que van desde los churros y porras (con un mínimo toque
grasiento) a magdalenas, ensaimadas y croissantes de producción
propia. Y ni que decir tiene que los no menos artesanales flanes,
arroz con leche o cremas catalanas son una invitación a pecar con la
gula de aliada.
Bajando
por La
Rambla
hasta caer al Born,
donde en una suerte de “La Latina” barcelonesa se construye un
barrio vivo y luminoso aspectos que se disfrutan al dialogar con los
vecinos y los comerciantes y restauradores. Antes de llegar allí se
puede disfrutar de la impresionante e imaginativa fachada del Palau
de la Música,
así del conjunto arquitectónico donde se engloba el Museo de
Picasso en Barcelona. Y justo en la entrada de este barrio la Iglesia
de Santa María del Mar, realmente bella e imponente, para
posteriormente en otra plaza encontrarte con el moderno edificio del
Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA).
Un
lugar de avituallamiento de obligado cumplimiento es El
Xampanyet
(Carrer de Montcada, 22) para degustar un vermut casero envidiable,
así como la especialidad que da nombre al local (una suerte de vino
blanco espumoso). Sus tapas son copiosas, destacando las anchoas. El
precio me resulto algo caro, para ser el típico bar de toda la vida
(lleva abierto más de 80 años), pero supongo que es lo que sucede
cuando un local tradicional se lanza hacia el cliente extranjero y se
convierte en referencia en las guías y recomendaciones.
Ya
que se está por la zona no se puede dejar de visitar el parque de La
Ciutadella,
un lugar verde excepcional, fresco y acogedor, sobre el que descansar
y huir del ruido de una urbe del tamaño de Barcelona. A la hora de
comer más que recomendable resultó ser La Llavor dels Origens,
cocina catalana en un ambiente juvenil y desenfadado. Un gran lugar
para disfrutar de productos ecológicos con una gran presentación. Y
todo para terminar la jornada por el entorno de La Barceloneta, que
representa otra singularidad de Barcelona, que se presenta ahora como
una ciudad marítima, abiertamente mediterránea, con bien
diferenciados una peculiar y encantadora zona pesquera, con otra más
turística y delimitada por el puerto deportivo. Tan destacable era
disfrutar de la arena y el agua junto al sol de noviembre, como
elevar la vista hacia las cumbres que dejan la ciudad entre la
montaña y el mar.
Para
descubrir otra personalidad de Barcelona se puede emplear una mañana
para acudir al mercado
Els
Encants,
en el barrio del Eixample. Lo que hoy podía pasar por un rastro de
una ciudad cualquiera, es en realidad lo que queda de uno de los
mercados de artesanía más antiguos de Europa (data del Siglo XIV) y
en el conviven en su parte baja los puestos de venta ambulante, con
la parte de arriba ya en el nuevo edificio diseñado para tal fin,
con los puestos estables. En estos, para mi lo más interesante,
puedes encontrar de todo entre los artículos de segunda mano y
antigüedades. Desde música, tanto vinilos, cds, como tocadiscos y
demás aparatos de reproducción. Productos artesanales, libros,
decoración para el hogar, ropa, accesorios, juguetes, armas de
colección... Especialmente estimulante encontré una tienda dedicada
al mundo del coleccionismo en general y el frikismo en particular,
donde encontrar desde muñecos de acción de cualquier cómic, peli o
serie de tv, a posters de cine e incluso réplicas de los coches
trabajados en Fast
n'Loud.
El establecimiento se llama Dacasa, y si hubiera estado currando unos
500€ no dudo que me habría dejado en ella. En definitiva, un lugar
donde perderse, aprender y disfrutar comprando.
Sagrada Familia de Gaudí
Desde
allí es un agradable paseo por El
Ensanche Barcelonés
acercarse hasta la Sagrada
Familia.
Para que os hagáis a la idea es recorrer entre las imágenes del
skyline barcelonés de la Torre
Agbar
(al lado del mercado Els
Encants)
hasta las torres de la póstuma composición de Gaudí. Por supuesto
inacabada, abarrotada de gente y con una entrada a su interior
insultantemente cara y abusiva es la foto más elemental de la
capital catalana, pero no por ello, al menos en mi opinión la más
bella. Ni siquiera como obra de Gaudí, puesto que considero sus
casas nobles del paseo de Gracia así como los edificios que legó en
León o Astorga de mucha mayor belleza y más aún indudable
funcionalidad. Supongo que como se suele decir habrá que esperar a
verla a acabada, valorando como se comporta con el entorno
(encuadrada en un parque pero a la vez encerrada entre calles de
tráfico rodado) así como la monstruosidad en cuanto a tamaños y
exigencias técnicas.
No
se puede decir que has visitado Barcelona
si no se lleva a cabo un paseo para paladear el Barrio
de Gracià.
Sin duda alguna elemento del ensanche barcelonés donde se asentaron
las clases trabajadoras y hoy sus vástagos, se empeñan en
considerarse clase media. Pese a todo cabe indicar que hablamos de
calles de inusitada belleza, compuesta por la racionalidad con la que
se buscó maximizar la funcionalidad en el espacio, con plazas y
parques que invitan a la vida en la calle, así como viviendas con
amplias ventanas y coquetos balcones, donde colgar la estelada.
Mi
incursión en Gracià
fue pequeña, pero bastó para descubrir un magnífico lugar para
vivir dentro de Barcelona, toda vez, que los precios de la vivienda
sean razonables, ya que aunque con problemas de movilidad y tráfico
si que ofrece al vecino y vecina todo lo necesario en cuanto a
servicios para vivir.
El
recorrido terminaba en otra muestra del genio de Gaudí,
el Parc
Güell,
platea perfecta donde vislumbrar
el Mar Mediterráneo con toda Barcelona expuesta a él.
Un lugar mágico, como bosque de piedra, en el que perderse y
encontrarse en la ruleta de un tiempo que detiene y arranca Gaudí
expresión máxima del modernismo donde la búsqueda de belleza y
utilidad se conjugan para crear espacios ideales. Si con la Sagrada
Familia, en mi opinión pecó de opulento, aquí clavo un diseño que
regala a Barcelona observar su propia imagen.
Para
terminar esta primera experiencia por las calles de Barcelona,
dejamos Montjuic
y la Plaza
de Espanya,
en el distrito de Sants-Montjuic.
Desde la Plaza
Espanya
y el Parc
Joan Miró,
dejando de la lado la antigua Plaza de Toros hoy convertida en
multicentro comercial ascendemos por la montaña de Montjuic hasta el
impresionante Edificio del Museo
de Arte Nacional de Catalunya
que va salvando la ascensión a través de terrazas coronadas con
fuentes ornamentales. Ya en él se hace imprescindible rodearlo a
través de los Jardines de Joan Maragall, donde además si uno se
gira puede comtemplar la réplica a la panorámica desde el Parc
Güell,
volviendo a ver Barcelona en este caso, recorrer la línea de playa y
extenderse hacía las montañas. Ya allí el paseo por la zona
olímpica, con el Estadio, el Palau Sant Jordi, las piscinas
Picornell y demás equipamientos deportivos legados por los Juegos
Olímpicos del 92 enriquecen aún más el cóctel que Barcelona
puede ofrecer.
Estadio Olímpico de Montjuic
Como
me viene pasando de un tiempo a esta parte, no disfrute en demasía
de la noche barcelonesa en su componente de fiesta. Aún así unos
pequeños apuntes: El bar del museo de cera es un lugar fantástico
para quedar y tomar una cerveza echando una gran conversación; en
cuanto a baretos
y pubs heavys,
quizás fruto de mi desidia con el mundo nocturno, no había hecho
una selección previa, pero aconsejado por mi cicerone
particular acabamos (toda la noche) en El Tequila, con el detalle de
tener auriculares colgados sobre la barra para poder escuchar la
música a todo trapo, que le pedías al pincha, mientras el resto de
la gente la escucha a un volumen que permite conversar. Quizás
sabiendo que mi cultura musical es vasta, sólo nos concedieron un
tema de Arch Enemy y otro de Foo Fighters, pero mientras sonaba
Airbourne, Sober, Sepultura, Iron Maiden, Muse o Metallica no tuvimos
a mal desgallitarnos, luchando por las mierdeces que colaba el resto
de la peña y luchando por mantener nuestro espacio en la barra ante
las avalanchas de guiris con invitaciones a chupitos que parece que
es a lo que se dedica más el bar. Decir que estuvimos hasta el
cierre del local y echando un parlao con unos finlandeses y con
algunos que flipaban con tal ímpetu de demostración heavy. Después
tras el cierre, continuar la fiesta exigía grandes desplazamientos,
por lo que desistimos. Prometo volver, y si vuelvo, prometo llevar
una agenda nocturna más aseadita.
Pero
antes de todo esto, como parte del contrato con mi compinche en este
viaje era visitar un tugurio muy especial. Otra
peculiaridad de Barcelona, quizás la más singular y petarda.
De travestido castizo envuelve un local donde lo decadente y lo
sublime se tocan hasta lo pornográfico. Hablo de El
Cangrejo
(Carrer Montserrat, 9 bajos, en El Rabal).
Momento de la Actuación en El Cangrejo
Para entrar hay que echarle valor. La calle en la que está no te otorga esa seguridad que buscas habitualmente. Ya dentro, la decoración te lleva a través de una colección caledoiscópica que mezcla un museo de los horrores con el escenario low cost de Cuéntame. Pero lo mejor es aprovisionarte al escenario y disfrutar de lo que en él va a acontecer.
Y
es que de un momento a otro se van a subir las diferentes drags,
algunas incluso septuagenarias, residentes del local que cantan,
bailan y se mofan sanamente de la actualidad, de su trasnochada y
ajada vida con sus anécdotas más picantes y cachondas, así como de
los espectadores con los que interactuán, lucrándose con la vida
sexual de cada uno. Antes te habrán soplado 10€ por un tercio,
pero con las carcajadas y el buen ambiente te habrás olvidado del
precio hasta escribir tu reseña del local en Internet.
Para
terminar con mi aproximación a Barcelona, un hecho a destacar es la
comparativa. Quizás porque vengo de una ciudad que languidece apasos agigantados, donde su cultura y saber desfallecen ante lo
zafio, cutre y rancio. Esa Salamanca abominable en la inmovilidad
comparada frente a Barcelona que por el contrario se muestra abierta,
orgullosa de su legado cultural y guardián de su intrínseco
costumbrismo, pero sabedora de ser un potencial que forma parte de
ese mismo carácter mediterráneo acogedor y atento a todo lo que
puede ser beneficioso para si mismo y el conjunto de la sociedad.
Si
ya de por si pierde la ciudad y perdemos todos los que deseamos un
modelo social, de turismo y de ocio y cultura con unos mínimos
estándares de calidad, con por ejemplo, Toledo, la cual ya
bien conozco, que decir con una Barcelona que no tiene ningún
problema es saber recibir oleadas de turistas de perfil bajo y a la
vez saber cuidar y ganarse a esos turistas que no les importa
gastarse “algo más de 10€”.
No
es, por tanto, anecdótica la ya clásica disputa castellana
versus catalana, que de un punto grotesco deriva a una disputa
entre una Salamanca, cerrada, donde vencieron y convencieron, frente
a una Barcelona, que lejos de clamar lo que es suyo (y de todos,
personas e instituciones indistintamente), se toma con cierta guasa
el affaire de los “Papeles de Salamanca”; es un
ejemplo diáfano de dos caracteres enfrentados, que mal conviven en
un estado y sociedad que de parte castellana, lejos de reconocer sus
limitaciones y anquilosamientos se niega a abrirse a lo que Catalunya
(y Euskadi) pueden ofrecerle, y donde por el otro lado, Catalunya
lucha por desligarse incluso culturalmente de la influencia y riqueza
de un pasado y presente común con Castilla y la vieja España.
Y
lo mejor de todo es compartir estos momentos y estos espacios con
alguien especial. Una persona que además ejerce de Cicerone
asombrosa, descubriéndote esas otras ciudades escondidas. Barrios
ajenos a los bullicios de tour-operadores y los agobios de las guías
de viajes. Locales y rincones donde poder huir de todo, hasta de los
problemas de la vida. Y sobretodo capaz de hacerme vivir en perenne
sonrisa, reflejo de la suya propia.
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