jueves, 7 de enero de 2016

Muchas Ciudades en una sóla Ciudad

Barcelona y el Mediterráneo desde el Parque Güell

Si existe una ciudad en nuestro país (o como sea la relación que tenemos entre unos y otros) que es referencia turística internacional. Cuyos emblemas y postales son automáticamente reconocidos. Con el que la mente del extranjero asocia las palabras España y progreso o siglo XXI. Esa ciudad es Barcelona.
Y a Barcelona tuve a bien encaminarme en noviembre en lo que iba a ser una escapada perfecta de fin de semana, en la que conocer tan magnífica ciudad en la previa, con la excusa de disfrutar de buena música en directo y de la compañía de mi pareja.
Pero lamentablemente la barbarie terrorista trajo el daño colateral de la suspensión de la gira de Foo Fighters donde el concierto de Barcelona se encuadraba. Hago aquí un alto para decir que aunque respetable, ¿no deberíamos como sociedades occidentales, avanzadas y sobretodo experimentadas ya en la lucha contra los fascismos, no parar nuestras expresiones culturales, no frenar el ritmo de nuestro modo de vida, más allá del luto debido y la seguridad necesaria? Es una reflexión que dejo ahí, abierta a vuestra participación vía comentario.
Por fortuna Barcelona supo hacerse valer y dejarnos unos días fantásticos en los que poder olvidarse de todo. Y es que es fácil hacerlo al caminar y disfrutar de una urbe poliédrica que por cada zona y barrio que visites se descubre ante ti como un espacio auténtico y propio, inseparable del conjunto de la capital catalana, pero que saben trasladarte más allá de la guía de viaje y el destino del billete de ida.
Estos barrios y distritos por si solos merecen la visita a Barcelona, y la preparación del viaje sabiendo dejar tiempo y espacio para su disfrute y comprensión. Su vislumbre y reflexión te hace empezar a comprender la cultura catalana y propia barcelonesa, además de acabar con la certeza de ver como natural la distinción de Barcelona como punta de lanza del turismo español (destino más visitado) así como de polo turístico mundial.
Con Barcelona no es fácil la tarea de decidir por donde empezar. Pero una vez llegados por el AVE a la Estación de Sants y alojados en el Hotel Sant Angelo (Consell de Cent, 74, Eixample; muy buen hotel por situación, servicios y precio), todo fue uno para deslizarse por el Metro y visitar el corazón de la ciudad, La Plaza Catalunya, lugar de encuentro e inicio de los paseos turísticos de las grandes tour-operadoras. Allí tras degustar unas hamburguesas en la Hamburguesería Bacoa (prometo informarme y escribir en un futuro sobre este negocio) iniciamos camino por el Paseo de Gracià, una avenida que perfectamente se podía confundir con las avenidas de las grandes capitales europeas, construida para el caminante a quien se guarda respeto por encima de la congestión de tráfico que padece. También tiene su espacio entre las innumerables terrazas y puestos el ciclista, todo ello jalonado por una arboleda que no puede competir con la belleza del bulevar salpicado por edificios modernistas de tremenda belleza, entre los que destacan como no podía ser de otra manera, por su imaginativa funcionalidad tanto la Casa Batló y la Casa Mila de Gaudí, Casa Lleó i Morera de Montaner y la Casa Amatller de Cadafalch (esta adosada a la Casa Batló, y particularmente me pareció de gran belleza y originalidad).


Arriba, Casa Milà de Gaudí; Abajo Casa Amatller de -Cdafalch a la izquierda y al a derecha la Casa Batló de Gaudí
 
Pero está serie de paseos reconocibles y nombradísimos no pueden o no deberían cerrar la visita a otras zonas como el distrito de Ciutat Vella donde reside en buena medida el espíritu barcelonés. Quizás tuve la inmensa fortuna de compartir este viaje con una persona que conoce y ama Barcelona, y que por supuesto buena parte de ese amor y cariño viene por conocer los rincones, me atrevo a decir más auténticos de la ciudad y sus establecimientos y calles más singulares.
Y en esa singularidad sobrevive centro histórico de la ciudad, recogido en este distrito de Ciutat Vella. En él conviven los barrios El Raval y el Barrio Gótico, el Born y la Barceloneta todos ellos con personalidad propia. Puedes perderte por las intrincadas calles del gótico, que igual que si estuvieras disfrutando del centro histórico de cualquier ciudad. Allí puedes pararte a vislumbra la gótica fachada de La Catedral de Barcelona, pero que fue construida en 1913, o bien puedes deleitarte con la belleza neoclásica del centro político de Catalunya, la Plaza Sant Jaume, con su maravilloso puente neo-gótico entre el Palacio de la Generalitat y la Casa dels Canonges, y continuar camino hasta llegar a los edificios históricos de la Universidad de Barcelona, pasando por una buena maraña de conventos, casa nobiliares y pequeñas plazuelas y fuentes jalonado siempre con estimulantes comercios.
El lugar de avituallamiento obligado debe ser la tetería Salterio (Carrer de Sant Domènec del Call, 4), un pequeño rincón de paz y misticismo donde se mezclan en el ambiente y en los sentidos la extrema amabilidad y delicadeza de su regente, con los mil y un sabores que las especias y productos naturales dotan a las riquísimas pócimas que en forma de infusiones y pastas y salados árabes ofrecen al cliente. Si vas una vez, casi seguro gestionarás tu agenda por Barcelona para volver una y otra vez.
Para empezar bien un día en el que quieres conocer hasta cuatro particularidades de este totum que es Barcelona, lo mejor que puedes hacer es acercarte a una de “Las Granjas”. Este tipo de establecimientos funcionan como el auténtico bar de desayunos, tradicional y castizo donde las principales armas son la sencillez en el trato y el arte de preparar los productos, la naturaleza y frescura de los mismos, así como el raigambre del espíritu histórico y popular del emplazamiento en el que se encuentra. Destaca La Granja Palleresa (Calle Petritxol, 11, en pleno Barrio Gótico), donde a un cuidado y servicio tradicional, le suman unos productos fantásticos, como un impresionante chocolate a la taza, así como artesanales ejemplos de repostería que van desde los churros y porras (con un mínimo toque grasiento) a magdalenas, ensaimadas y croissantes de producción propia. Y ni que decir tiene que los no menos artesanales flanes, arroz con leche o cremas catalanas son una invitación a pecar con la gula de aliada.
Bajando por La Rambla hasta caer al Born, donde en una suerte de “La Latina” barcelonesa se construye un barrio vivo y luminoso aspectos que se disfrutan al dialogar con los vecinos y los comerciantes y restauradores. Antes de llegar allí se puede disfrutar de la impresionante e imaginativa fachada del Palau de la Música, así del conjunto arquitectónico donde se engloba el Museo de Picasso en Barcelona. Y justo en la entrada de este barrio la Iglesia de Santa María del Mar, realmente bella e imponente, para posteriormente en otra plaza encontrarte con el moderno edificio del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA).
Un lugar de avituallamiento de obligado cumplimiento es El Xampanyet (Carrer de Montcada, 22) para degustar un vermut casero envidiable, así como la especialidad que da nombre al local (una suerte de vino blanco espumoso). Sus tapas son copiosas, destacando las anchoas. El precio me resulto algo caro, para ser el típico bar de toda la vida (lleva abierto más de 80 años), pero supongo que es lo que sucede cuando un local tradicional se lanza hacia el cliente extranjero y se convierte en referencia en las guías y recomendaciones.
Ya que se está por la zona no se puede dejar de visitar el parque de La Ciutadella, un lugar verde excepcional, fresco y acogedor, sobre el que descansar y huir del ruido de una urbe del tamaño de Barcelona. A la hora de comer más que recomendable resultó ser La Llavor dels Origens, cocina catalana en un ambiente juvenil y desenfadado. Un gran lugar para disfrutar de productos ecológicos con una gran presentación. Y todo para terminar la jornada por el entorno de La Barceloneta, que representa otra singularidad de Barcelona, que se presenta ahora como una ciudad marítima, abiertamente mediterránea, con bien diferenciados una peculiar y encantadora zona pesquera, con otra más turística y delimitada por el puerto deportivo. Tan destacable era disfrutar de la arena y el agua junto al sol de noviembre, como elevar la vista hacia las cumbres que dejan la ciudad entre la montaña y el mar.
Para descubrir otra personalidad de Barcelona se puede emplear una mañana para acudir al mercado Els Encants, en el barrio del Eixample. Lo que hoy podía pasar por un rastro de una ciudad cualquiera, es en realidad lo que queda de uno de los mercados de artesanía más antiguos de Europa (data del Siglo XIV) y en el conviven en su parte baja los puestos de venta ambulante, con la parte de arriba ya en el nuevo edificio diseñado para tal fin, con los puestos estables. En estos, para mi lo más interesante, puedes encontrar de todo entre los artículos de segunda mano y antigüedades. Desde música, tanto vinilos, cds, como tocadiscos y demás aparatos de reproducción. Productos artesanales, libros, decoración para el hogar, ropa, accesorios, juguetes, armas de colección... Especialmente estimulante encontré una tienda dedicada al mundo del coleccionismo en general y el frikismo en particular, donde encontrar desde muñecos de acción de cualquier cómic, peli o serie de tv, a posters de cine e incluso réplicas de los coches trabajados en Fast n'Loud. El establecimiento se llama Dacasa, y si hubiera estado currando unos 500€ no dudo que me habría dejado en ella. En definitiva, un lugar donde perderse, aprender y disfrutar comprando.

 Sagrada Familia de Gaudí
Desde allí es un agradable paseo por El Ensanche Barcelonés acercarse hasta la Sagrada Familia. Para que os hagáis a la idea es recorrer entre las imágenes del skyline barcelonés de la Torre Agbar (al lado del mercado Els Encants) hasta las torres de la póstuma composición de Gaudí. Por supuesto inacabada, abarrotada de gente y con una entrada a su interior insultantemente cara y abusiva es la foto más elemental de la capital catalana, pero no por ello, al menos en mi opinión la más bella. Ni siquiera como obra de Gaudí, puesto que considero sus casas nobles del paseo de Gracia así como los edificios que legó en León o Astorga de mucha mayor belleza y más aún indudable funcionalidad. Supongo que como se suele decir habrá que esperar a verla a acabada, valorando como se comporta con el entorno (encuadrada en un parque pero a la vez encerrada entre calles de tráfico rodado) así como la monstruosidad en cuanto a tamaños y exigencias técnicas.
No se puede decir que has visitado Barcelona si no se lleva a cabo un paseo para paladear el Barrio de Gracià. Sin duda alguna elemento del ensanche barcelonés donde se asentaron las clases trabajadoras y hoy sus vástagos, se empeñan en considerarse clase media. Pese a todo cabe indicar que hablamos de calles de inusitada belleza, compuesta por la racionalidad con la que se buscó maximizar la funcionalidad en el espacio, con plazas y parques que invitan a la vida en la calle, así como viviendas con amplias ventanas y coquetos balcones, donde colgar la estelada.
Mi incursión en Gracià fue pequeña, pero bastó para descubrir un magnífico lugar para vivir dentro de Barcelona, toda vez, que los precios de la vivienda sean razonables, ya que aunque con problemas de movilidad y tráfico si que ofrece al vecino y vecina todo lo necesario en cuanto a servicios para vivir.
El recorrido terminaba en otra muestra del genio de Gaudí, el Parc Güell, platea perfecta donde vislumbrar el Mar Mediterráneo con toda Barcelona expuesta a él. Un lugar mágico, como bosque de piedra, en el que perderse y encontrarse en la ruleta de un tiempo que detiene y arranca Gaudí expresión máxima del modernismo donde la búsqueda de belleza y utilidad se conjugan para crear espacios ideales. Si con la Sagrada Familia, en mi opinión pecó de opulento, aquí clavo un diseño que regala a Barcelona observar su propia imagen.
Para terminar esta primera experiencia por las calles de Barcelona, dejamos Montjuic y la Plaza de Espanya, en el distrito de Sants-Montjuic. Desde la Plaza Espanya y el Parc Joan Miró, dejando de la lado la antigua Plaza de Toros hoy convertida en multicentro comercial ascendemos por la montaña de Montjuic hasta el impresionante Edificio del Museo de Arte Nacional de Catalunya que va salvando la ascensión a través de terrazas coronadas con fuentes ornamentales. Ya en él se hace imprescindible rodearlo a través de los Jardines de Joan Maragall, donde además si uno se gira puede comtemplar la réplica a la panorámica desde el Parc Güell, volviendo a ver Barcelona en este caso, recorrer la línea de playa y extenderse hacía las montañas. Ya allí el paseo por la zona olímpica, con el Estadio, el Palau Sant Jordi, las piscinas Picornell y demás equipamientos deportivos legados por los Juegos Olímpicos del 92 enriquecen aún más el cóctel que Barcelona puede ofrecer.

Estadio Olímpico de Montjuic
Como me viene pasando de un tiempo a esta parte, no disfrute en demasía de la noche barcelonesa en su componente de fiesta. Aún así unos pequeños apuntes: El bar del museo de cera es un lugar fantástico para quedar y tomar una cerveza echando una gran conversación; en cuanto a baretos y pubs heavys, quizás fruto de mi desidia con el mundo nocturno, no había hecho una selección previa, pero aconsejado por mi cicerone particular acabamos (toda la noche) en El Tequila, con el detalle de tener auriculares colgados sobre la barra para poder escuchar la música a todo trapo, que le pedías al pincha, mientras el resto de la gente la escucha a un volumen que permite conversar. Quizás sabiendo que mi cultura musical es vasta, sólo nos concedieron un tema de Arch Enemy y otro de Foo Fighters, pero mientras sonaba Airbourne, Sober, Sepultura, Iron Maiden, Muse o Metallica no tuvimos a mal desgallitarnos, luchando por las mierdeces que colaba el resto de la peña y luchando por mantener nuestro espacio en la barra ante las avalanchas de guiris con invitaciones a chupitos que parece que es a lo que se dedica más el bar. Decir que estuvimos hasta el cierre del local y echando un parlao con unos finlandeses y con algunos que flipaban con tal ímpetu de demostración heavy. Después tras el cierre, continuar la fiesta exigía grandes desplazamientos, por lo que desistimos. Prometo volver, y si vuelvo, prometo llevar una agenda nocturna más aseadita.
Pero antes de todo esto, como parte del contrato con mi compinche en este viaje era visitar un tugurio muy especial. Otra peculiaridad de Barcelona, quizás la más singular y petarda. De travestido castizo envuelve un local donde lo decadente y lo sublime se tocan hasta lo pornográfico. Hablo de El Cangrejo (Carrer Montserrat, 9 bajos, en El Rabal).

Momento de la Actuación en El Cangrejo

Para entrar hay que echarle valor. La calle en la que está no te otorga esa seguridad que buscas habitualmente. Ya dentro, la decoración te lleva a través de una colección caledoiscópica que mezcla un museo de los horrores con el escenario low cost de Cuéntame. Pero lo mejor es aprovisionarte al escenario y disfrutar de lo que en él va a acontecer.
Y es que de un momento a otro se van a subir las diferentes drags, algunas incluso septuagenarias, residentes del local que cantan, bailan y se mofan sanamente de la actualidad, de su trasnochada y ajada vida con sus anécdotas más picantes y cachondas, así como de los espectadores con los que interactuán, lucrándose con la vida sexual de cada uno. Antes te habrán soplado 10€ por un tercio, pero con las carcajadas y el buen ambiente te habrás olvidado del precio hasta escribir tu reseña del local en Internet.
Para terminar con mi aproximación a Barcelona, un hecho a destacar es la comparativa. Quizás porque vengo de una ciudad que languidece apasos agigantados, donde su cultura y saber desfallecen ante lo zafio, cutre y rancio. Esa Salamanca abominable en la inmovilidad comparada frente a Barcelona que por el contrario se muestra abierta, orgullosa de su legado cultural y guardián de su intrínseco costumbrismo, pero sabedora de ser un potencial que forma parte de ese mismo carácter mediterráneo acogedor y atento a todo lo que puede ser beneficioso para si mismo y el conjunto de la sociedad.
Si ya de por si pierde la ciudad y perdemos todos los que deseamos un modelo social, de turismo y de ocio y cultura con unos mínimos estándares de calidad, con por ejemplo, Toledo, la cual ya bien conozco, que decir con una Barcelona que no tiene ningún problema es saber recibir oleadas de turistas de perfil bajo y a la vez saber cuidar y ganarse a esos turistas que no les importa gastarse “algo más de 10€”.
No es, por tanto, anecdótica la ya clásica disputa castellana versus catalana, que de un punto grotesco deriva a una disputa entre una Salamanca, cerrada, donde vencieron y convencieron, frente a una Barcelona, que lejos de clamar lo que es suyo (y de todos, personas e instituciones indistintamente), se toma con cierta guasa el affaire de los “Papeles de Salamanca”; es un ejemplo diáfano de dos caracteres enfrentados, que mal conviven en un estado y sociedad que de parte castellana, lejos de reconocer sus limitaciones y anquilosamientos se niega a abrirse a lo que Catalunya (y Euskadi) pueden ofrecerle, y donde por el otro lado, Catalunya lucha por desligarse incluso culturalmente de la influencia y riqueza de un pasado y presente común con Castilla y la vieja España.
Y lo mejor de todo es compartir estos momentos y estos espacios con alguien especial. Una persona que además ejerce de Cicerone asombrosa, descubriéndote esas otras ciudades escondidas. Barrios ajenos a los bullicios de tour-operadores y los agobios de las guías de viajes. Locales y rincones donde poder huir de todo, hasta de los problemas de la vida. Y sobretodo capaz de hacerme vivir en perenne sonrisa, reflejo de la suya propia.
Me quedan muchas “Barcelonas” por descubrir dentro de Barcelona, y no tengo ninguna duda de que volveré a hacerlo y a revivir y recordar en la piel y los sentidos lo experimentado por estos pocos días de noviembre en los que disfrute, aprendí y visite la capital condal.

 La Playa de la Barceloneta

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