jueves, 7 de enero de 2016

Un verano por Galicia

 Playa de las Catedrales, Ribadeo, Lugo

Esta siendo este un verano ardiente, extremadamente caluroso, sofocante, agobiante, en definitiva, para alguien como yo, quien repudia el calor, y más si es excesivo, un infierno. Por eso recoger la idea, hacer la maleta y salir hacia Galicia, fue todo en uno.

Y fue con la meta de disfrutar de la anhelada compañía, de la benévola y saludable climatología gallega, la gastronomía variada y exuberante y el disfrute de paisajes que ya cogían polvo en mi agenda de pendientes de la geografía hispana y mundial.

Así salimos de madrugada camino del Norte, por la A-66 cuyo tramo recién inaugurado entre Zamora y Benavente además de bienvenido era necesario en aras de la seguridad y la calidad del viaje en las comunicaciones por la antigua Ruta de la Plata.

De esta forma llegamos a Ribadeo, y más concretamente al parking de la Playa de las Catedrales (nombre turístico de la Playa de Aguas Santas). Un paraje espectacular y fantástico el que ha dejado la acción de las olas y el mar sobre los acantilados de pizarra y esquisto durante miles de años. Localizada sobre el término de Ribadeo en Lugo (más concretamente en la parroquia de A Devesa) sobre la misma raya limítrofe de Galicia con Asturias, siempre me había atraído el paraje y ahora vivido y recordado al ordenador no puedo más que emplazar mi deseo de volver y animaros a todos y todas a acercaros allí y disfrutarlo como lo hice yo.

Los arcos naturales que recuerdan a los arbotantes de las Catedrales góticas; las inmensas moles de piedra de hasta 30 metros que se abren en grutas y pasadizos, como si fueran deambulatorios. El lago interior y las pequeñas lagunas que se quedan al retirarse el mar. Los escarpados acantilados y bloques de roca serpenteados por fina arena, todo ello construido por el viento, las olas y el impacto del agua marina.

Deciros que el disfrute del paraje no es libre como tal, puesto que es necesario inscribirse en la lista diaria para controlar el acceso y no deteriorar en la medida de lo posible este Monumento Natural, decretado por la Consejería de Medio Ambiente de la Xunta de Galicia y Patrimonio paisajístico de todos y todas. Éste acceso es gratuito y no supone más que una pequeña cola para confirmar la entrada. Aún así y con todo, nos pareció excesivo el número de personas que deambulábamos por aquella, eso sí en agosto.

Para disfrutar de todas las vertientes del paraje humildemente recomiendo cerciorarse de las horas y períodos de bajamar y pleamar, para así en caso de la primera poder disfrutar bajando a la arena del paseo entre las formaciones rocosas que la Naturaleza ha creado y que en ese momento el mar deja ver, para luego ya en el momento de marea alta, realizar el paseo (delimitado por la pasarela de madera habilitada) por la parte de arriba de la cornisa y poder también desde ahí ver el empuje de las olas, así como oler la mezcla de aromas entre el agua marina, y la vegetación de esta parte superior compuesta por jazmines y otras aromáticas.

Además indicar que hay bastante zonas de aparcamiento habilitados, y que también se pueden vislumbrar restos de un asentamiento romano e incluso una mina romana (existe la teoría de que el paraje no es obra de la naturaleza indómita, sino fruto de la prospección de una antigua mina romana).

Panorámica de la Playa de las Catedrales

Y para comer, ¿qué? Pues os recomiendo el Mario, un bar-restaurante pegado a la estrecha carretera que te lleva a la Playa de las Catedrales dirección a un par de kilómetros. Tiene una carpa como comedor y espacio para aparcar. Y sobretodo una especialidad: El pulpo a la gallega que les queda espectacular. Y eso que no desmerecen las carnes y pescados, así como la afabilidad de los camareros que por lo menos en nuestro caso nos sugirieron bien y quedamos más que satisfechos.

El siguiente destino ya fue ir en busca de nuestro alojamiento. La finca O Bizarro, a la que llegamos gracias sin duda al GPS, puesto que conducir y buscar algo concreto dentro del caos de pedanías, caminos, parroquias y carreteras de Galicia es imposible a menos que seas oriundo habituado o dispongas de la asistencia satelital. Pero aún así, pese a las dificultades en llegar, no puedo más que recomendar esta casa rural, antigua y típica casa de labor galega, reformada para ser un orgulloso y coqueto hotel, así como todo su paraje con ermita y pozo en medio del monte lucense.

Si a la espectacularidad del entorno, la calidad de las habitaciones (espectacular baño y más que confortable cama) y espacios comunes, le sumas la afabilidad y campechanía de José, el dueño y promotor de la idea se saca un lugar donde el descanso es parte activa de la experiencia del viaje haciendo todo ello, sobra decir, parte indispensable para próximas visitas.

De la costa lucense tuvimos tiempo para acercarnos a Foz, Viveiro y Burela. Todos municipios pesqueros que han virado en mayor o menor grado hacia el turismo, destacando por encima de ellos el centro histórico de Viveiro con más de 300 años de antigüedad y que crea un lugar fantástico para perderse de lo exterior y encontrarse en el interior. Y no haría bien si no os dejo otra recomendación culinaria. Ya de vuelta a Ribadeo para cenar paramos en el Mesón O Pepe, y fue más que genial la idea, todo dicho sea de paso, sugerida por una conocida app de viajes que no me paga para publicitarla. Pero lo cierto es que cenamos fantásticamente bien, destacando un plato de cecina de León maravilloso que sirvió de entrante para un bacalao y un solomillo de ternera respectivamente de impresionante sabor y contundencia necesaria. Si a eso le sumas unos postres deliciosos, un buen café y un surtido de licores por cortesía de la casa. Vamos para volver y no salir del O Pepe en Ribadeo.

Estos fueron los primeros días de nuestra experiencia Galicia agosto 2015, y ya ahí marchamos hacia la segunda parte de esta aproximación a aquellas tierras a las que sin duda volveremos. Volveremos por lo fantástico de lo comprobado, por la parte sur que dejamos para otra ocasión, pero también por la imposibilidad material de llegar a otros puntos que planeábamos visitar como Lugo, la zona de Estaca de Bares, A Coruña, Muxia o Finisterra. Y es que he de decir que para poder visitar y paladear todos estos parajes urbanos y marítimos y sin olvidarnos de la montaña y el interior gallego hay que dejar tiempo para la causa. Atravesar Galicia en coche es tortuoso. Las distancias se hacen más largas de lo que parece porque todo fluye a través de montañas y el camino está salpicado de concelos y pequeños núcleos urbanos y las autovías lógicamente (y en función de preservar la naturaleza de la zona) no llega a todas partes.

 Plaza del Obradoiro, Fachada de la Catedral de Santiago de Compostela

Pero con todo llegamos a Santiago de Compostela, segunda parte, como digo de nuestra incursión, para poder vislumbrar la meta del camino. Y así, con multitud de peregrinos (agosto es el mes más numeroso en cuanto a la llegada de los mismos) disfrutamos del centro histórico y cultural de una ciudad, Santiago, típicamente universitaria al modelo español. Las calles de este centro destilan el ambiente juvenil propio, dentro de un marcado entorno medieval, pero al uso gallego, cuya arquitectura típica se cuida en materiales y técnicas de la humedad incesante de la zona.

Desde que se entra en este centro histórico (nuestro hotel se encontraba en las afueras) vivimos las calles estrechas de paredes graníticas, edificios palaciegos altos y la confluencia multitud de ocasiones en pequeñas plazas, para ir, según nos acercamos al lugar céntrico del municipio, de plazas de mayor tamaño, toda vez que alguno o varios de sus laterales lo componen iglesias y conventos. Destaca en mi opinión por su singular belleza resaltada por las alturas salvadas por escalinatas la Plaza de las Platerías.

El primer paseo como era inevitable y siguiendo los últimos metros de la última etapa del Camino de Santiago acabo en la Plaza del Obradoiro. Decir en primer lugar, que esta plaza rectangular, me sorprendió sobre todo por su tamaño ya que la esperaba de mayor tamaño, al igual que la famosa fachada del Obradoiro, que lastimosamente estaba parcialmente cubierta por andamios y telas ya que está en proceso (y parece que va para largo) de restauración y limpieza.

Pero no se deja de estar en un lugar especial por su simbolismo cultural y por su historia relatada en la belleza de las 4 fachadas de los edificios que la circundan, cada uno de un estilo arquitectónico diferente pero que guardan la armonía suficiente para dotar al espacio de una atmósfera única, atemporal y que como pudimos comprobar en la última de nuestras visitas recurrentes durante estos dos días y ya de noche, te lleva a la reflexión, todo ello en un marco declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Al este, la fachada barroca de la Catedral flanqueada por el Museo a su derecha y el Palacio de Gelmírez a su izquierda. Al oeste de la plaza, se encuentra el Palacio de Rajoy, levantado por el arzobispo Bartolomé de Rajoy para dar cabida al ayuntamiento. Al norte, el Hostal de los Reyes Católicos, obra cumbre del estilo plateresco que servía antiguamente de cobijo a los peregrinos. Al sur, el colegio de San Jerónimo, que pasó de ser un hospital de peregrinos a una residencia de jóvenes estudiantes sin recursos. Actualmente alberga el Rectorado de la Universidad de Santiago de Compostela.

Punto de unión y llegada, de marcha y espera, de partida y despedida la Plaza del Obradoiro es el centro de la vida de Santiago. Y en torno a ella de noche y de día se desarrolla una ciudad, y una región, que se muestran acogedoras y estimulantes. No en vano, durante los dos días que estuvimos allí, fueron constantes las actuaciones musicales en las plazas adyacentes, tanto de jazz, rock o música folk celta, y los establecimientos de venta al por menor, se muestran afables y agradecidos de acogerte y aconsejarte cual puede ser tu próxima parada.

Santiago de Compostela, Ribadeo y Galicia, toda Galicia componen un paisaje entre lo real y lo imaginario, lo tangible y lo místico, donde la naturaleza es parte importante. La supremacía de los bosques y montes gallegos frente a la bravura del mar disputan por mostrarse a través del carácter de los oriundos.

Como aviso final, diré que volveré; Y como consejo a seguir por yo mismo en primer lugar, es preparar exhaustivamente el recorrido por Galicia, porque lo merece y es necesario.

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