domingo, 16 de noviembre de 2008

Animal de escenario


Un acto de cultura suprema, una reivindicación del arte y la música; y un ejercicio de poesía en movimiento sobre una tarima, envuelta de música de indomable calidad, versos de belleza suprema y una gestualidad arrebatadora. Así es Bunbury; Así fue anoche en Salamanca, en el Multiusos, ese anfiteatro de nuetros sueños que esta acostumbrándose a recoger lo más selecto de la música y al que ya le debo pleitesía como iglesia de la consecución de mis anhelos.

La lírica en su máxima expresión viaja aquí con Bunbury en una gira de rock & roll, de guitarras que como él nos avisó: si es la primera vez puede doler. Pero así son las primeras veces, siempre duele. Como ya dije cuando oí su disco nuevo Hellville de Luxe la sonoridad esta mucho más cercana al rock, con una banda sublime en la composición del disco, pero extraordinaria en directo. Bajo, teclados, guitarras, acústica y solista, bateria, hartados de tocar en clubes de estar en pequeñas giras, de algunos de esos verdaderos artistas de la música en este país, como Nacho Vegas o Cristina Rosenvinge. La excelencia del baterista Ramón Gacías me embargaba más que el litro de cerveza; no se pasaba nunca, no fallaba, era el acompañante de la voz de Enrique; acompasado siempre aparecía un bajo de rock&blues clásico tocado por Robert Castellanos. Los teclados con acordeón en el momento más íntimo Jorge Rebe nos mostraba algo más que talento. Alvaro Suite llevaba la guitarra solista con virtuosismo y calidad, y yo que me fijo en esos detalles, mis ojos brillaban ante el arsenal con el que la guitarra acústica tocada por un espectacular Jordi Mena nos dibujaba acordes para una vida. Felder, Statocaster, Telecaster, Gibson, y el culmen con un Banjo... Mi homenaje particular y sincero a trabajadores de la música con el talento que los hace soberbios y a todos los que los escuchamos especiales.

Y así con este equipaje, y un escenario cuidado, amante de la luz y las sombras, acogedor y místico a la vez capaz de jugar en todas las situaciones y hacer cada minuto y cada canción algo único. Bunbury y su vestimenta no deslucen, impulsan cada palabra a un estado de catarsis, pleno de emotividad y expresión. Las camisas, el sombrero, las gafas, la hebilla del cinturón son parte del personaje de un artista poliédrico, capaz de cualquier salto al vacío. El lenguaje corporal es intenso y nos sumerge a todos en un viaje al borde de lo irracional, soliviantando el corazón y dándole a la mente el alimento de los genios.

Destripa sus nuevas canciones y los éxitos ya vividos y no olvidados en una fusión de música étnica, ritmos electrónicos y psicodélicos. Una parte más contundente y otra más introspectiva; el cantante desplegó estas dos facetas sobre el escenario del recinto, todo ello revestido de un toque más guitarrero, un barniz que convenció a los espectadores, que coreaban aquel Lady Blue, pero también Sácame de aquí o El extranjero, rescatando otros temas de Flamingos y Viaje a ninguna parte en una actuación que se inició con los acordes de El club de los imposibles. La señorita hermafrodita o Sólo si me perdonas se mezclaron en la primera parte del extenso concierto con canciones nuevas como Hay muy poca gente, Doscientos huesos y un collar de calaveras o Bujías para el dolor. Y después de los bises, Salamanca espera volver a recibir a Bunbury, a su sombrero vaquero y a sus inconfundibles gafas negras.

Don Enrique nos regaló su franqueza, misticismo, espiritualidad y arte en dos horas y media de sinceridad personal y musical, en un espectáculo lleno de dinamismo, donde los ambientes se recreaban y reciclaban, del intimismo de un cabaret, al espíritu de un club de blues o una sala de rock. No hubo tiempo para el aburrimiento, y tampoco lo hay ahora para recrear lo vivido en líneas, y mucho menos para anhelar más rock&blues del mejor. Bunbury nos gritó su saludo en un ejemplo de fuerza y energía, para poco a poco conducirnos a su sensibilidad y espiritualidad, hasta llegar a despedirse de nosotros susurrándonos al oído, uno a uno, el hasta siempre.

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